Como todos los relatos estan basados en mis fantasías.
Decidí ir a dar un paseo por el bosque por el camino que transitaban muy pocos coches. Cuando a penas había caminado unos poco apareció una furgoneta tras de mí, iba despacio y al llegar a mi altura se detuvo; de la parte trasera salieron dos hombres con la cabeza tapada, me metieron un trapo con cloroformo y perdí el conocimiento, desperté en una habitación vacía. Estaba desnuda y atada con unas cadenas que bajaban desde el techo hasta mis brazos y otras que estaban en el suelo juntos a mis pies, en los tobillos; con mi cuerpo formando una equis y además estaba amordazada, por lo que no podía gritar. Miré a mi alrededor y frente a mi había un par de cámaras de vigilancia, una en cada esquina, yo estaba en medio de la habitación, detrás había una puerta y a cada lado una ventana, ambas cerradas con unas persianas que dejaban pasar la luz por sus pequeñas rendijas.
Entonces oí que abrían la puerta.
¡Hola, querida! – me saludó la voz aguda de un hombre con la cabeza tapada con un pasamontañas, que se dirigió hacía a mí – Siento mucho esto, pero es necesario, tú serás nuestra "putita". Para empezar te he traído uno regalito – dijo extrayendo un vibrador q control remoto de su bolsillo, lo introdujo en mi concha y lo encendió, de apoco iba aumentando la velocidad hasta llegar al máximo, yo mientras tanto me retorcía, Unos minutos después entró en la habitación otro hombre también con un pasamontañas en la cabeza, igual de rudo que el que había venido anteriormente. Se acercó a mí diciéndome:
Muy bien, has sido muy buena chica, ahora vas a probar una de verdad. Seguro que lo esta deseando.
¡Ummmm, ummmm! – traté de protestar.
El hombre sacó el vibrador de mi sexo, se desabrocharon los pantalones, y sacaron sus sexos largos, erectos y gruesos, se puso frente a mí y el otro abajo mío y sin más me penetraron.
¡Ummmm, ummmm! – volvi a protestar. Quería gritar, pero no podía. Dos lágrimas empezaron a recorrer mis mejillas.
Mientras los hombres me violaban con fuerza produciéndome un desagradable dolor, yo trataba de pensar que aquello acabaría pronto. Los hombres se movían con rapidez, sujetándose por las caderas. Me dolían los brazos por la posición y los tirones que los hombres pegaba de mi. Deseaba que terminara cuanto antes. Después de unos largos minutos sentí como daban dos fuertes empujones y me llenaban con su semen mi concha. Sacaron su pijas de mí y tras vestirse dijo uno:
Te has portado muy bien, cariño.
Esta vez me metieron en mi concha un consolador con vibrador aún mas grande que sus pijas, lo encendió, lo metían y sacaban varias veces hasta que me lo metieron de una completo y me lo dejaron en la máxima velocidad
¡Uhmmmm, ummmm! – protesté al sentir el dolor que me producía el consolador con vibrador.
Me lo quitaron después de un rato largo. Sentí una sensación de alivio que me permitió descansar unos segundos.
No llores putita, seguro que te gusta. – dijo
Estaba a merced de unos desalmados que harían conmigo lo que quisieran.
Se acercó uno y me dijo:
Ahora ya estás preparada para lo que viene.
E inmediatamente apareció un tío con la piel más oscura que jamás huviese visto y con el torso desnudo, era un tipo alto como de unos dos metros, me saco la mordaza y me dijo:
Quiero oír sus gritos cuando le coja – dijo el negro que iba con la cara descubierta.
Por favor, déjame marchar, ya es suficiente – supliqué yo.
No – dijo el otro hombre – os dejo solos.
Los hombres salieron de la habitación dejándonos solos al negro y a mí. El negro acarició mi culo me la metió de una cojiendome salvajemente, me dolía más que nunca. Me abrazó y me seguía cojiendo fuertemente haciendo más profunda la penetración.
¡ Ayh! – grité.
Su verga era descomunal, era el doble de grande gruesa que el consolar con vibrador que me habían introducido en la vagina y 4 o 5 centímetros más larga.
Basta, por favor, me duele – me quejé.
Empecé a llorar desconsoladamente, deseando que aquello terminara pronto. Sus embestidas eran cada vez más fuertes.
¡Aaaaaayyyyy! – grité - ¡Nooooo!
Sentía un gran dolor en mi concha que no podía resistir, sentía que me iba a desfallecer.
¡No, por favor, déjalo! ¡Me duele mucho! – me quejé.
Me sujetó firmemente por las caderas dandome duro produciéndome más dolor.
¡Aaaaayyy! – volví a gritar - ¡Sácala, por favor, me duele mucho!
Pero haciendo caso omiso a mis gritos empezó a arremeter con fuerza contra mí, lo que agudizo el dolor. Deseaba que terminara, la situación se hacía insoportable para mí y repentinamente mis ojos empezaron a nublarse y en pocos segundos perdí el mundo de vista. Cuando desperté estaba tumbada sobre una cama, atada, en otra habitación un poco más pequeña que la anterior, no sabía cuando tiempo había pasado. El negro estaba sentado en una silla a los pies de la cama leyendo una revista. Me dijo:
No creí que fueras a desmayarte. Pero no creas que te vas a librar de mí, te estuve cojiendo por horas.
El negro, que seguía desnudo se acercó a mí. Su polla estaba fláccida y parecía más pequeña de lo que había visto anteriormente, casi no podía creer que aquello pudiera crecer tanto. Se puso sobre mí con una rodilla a cada lado de mi cabeza y apuntando con su nabo en mi boca me ordenó:
¡Anda, chúpamela para ponerla a tono!
No tenía otra alternativa, así que elevé mi cabeza hasta su sexo y empecé a lamerlo y chuparlo. Poco a poco el aparato fue adquiriendo su tamaño normal, mientras el negro se excitaba y suspiraba.
¡Uhm, sí, sí, zorrita!.
Cuando la verga estuvo en total plenitud, el negro la sacó de mi boca, me dolía la mandíbula de tanto chupar aquel enorme instrumento.
Bien, ahora viene lo bueno, ponte en cuatro – dijo el negro luego de soltarme la cabeza.
Hice lo que me ordenaba y volvió a atarme las manos a los barrotes de la cama. El negro dirigió su pene hacía mi concha y me penetró de una, otra vez grite del dolor.
¡Ay! – me quejé al sentir aquel tormento.
Luego sujetándome por las caderas comenzó a arremeter muy fuertemente. De vez en cuando se recostaba sobre mi espalda y sobaba mis pechos. Luego volvió a incorporarse y sujetándome por las caderas arremetía una y otra vez mientras decía:
¡Toma, putita, tu concha me encanta! ¡Toma, toma, zorrita!
Y así embistiéndome sin parar el tipo alcanzó su orgasmo llenándome con su semen. Cuando terminó sacó su sexo de mí y yo caí desfallecida y agotada sobre el cama. Él salió de la habitación y me quedé sola de nuevo. Supongo que durante los siguientes minutos o horas estuve durmiendo. Luego me desperté entran los tres hombres a la habitación.
Ahora vamos a violarla todos juntos- dijo el jefe.
Yo me mantuve inmóvil. Cuando estuvieron junto a la cama ambos hombres se desnudaron. Me agarraron del pelo y me obligaron a chupar sus pijas hasta que tuvieran un tamaño considerable. Desde luego a simple vista se veía la diferencia que había entre los tres. La verga del negro era por lo menos el doble de grande que la de los otros dos. Entonces el negro se acostó sobre la cama, me agarró y me ensarto su gran polla negra y enseguida sentí como me llenaba el coño y me dolía.
Ahora te toca a ti jefe. – dijo el negro dirigiéndose a uno de sus compañeros.
El tío se situó delante de mí y me penetró también el año
¡Guau, como la has dilatado! – le dijo al negro
Entonces empezaron a moverse fuertemente mientras el otro me la metió también por la concha, no pude evitar empezar a gemir:
¡Aaaaaahhhh! .
Sabia que la putita acabaría disfrutando. – dijo el negro
¡Aaaaahhhh! – gemí yo y me desmayé.
Luego de una hora o más violándome se corrieron, primero el negro y después los otros dos llenándome todos con su semen. Me había convertido en su esclava sexual
Decidí ir a dar un paseo por el bosque por el camino que transitaban muy pocos coches. Cuando a penas había caminado unos poco apareció una furgoneta tras de mí, iba despacio y al llegar a mi altura se detuvo; de la parte trasera salieron dos hombres con la cabeza tapada, me metieron un trapo con cloroformo y perdí el conocimiento, desperté en una habitación vacía. Estaba desnuda y atada con unas cadenas que bajaban desde el techo hasta mis brazos y otras que estaban en el suelo juntos a mis pies, en los tobillos; con mi cuerpo formando una equis y además estaba amordazada, por lo que no podía gritar. Miré a mi alrededor y frente a mi había un par de cámaras de vigilancia, una en cada esquina, yo estaba en medio de la habitación, detrás había una puerta y a cada lado una ventana, ambas cerradas con unas persianas que dejaban pasar la luz por sus pequeñas rendijas.
Entonces oí que abrían la puerta.
¡Hola, querida! – me saludó la voz aguda de un hombre con la cabeza tapada con un pasamontañas, que se dirigió hacía a mí – Siento mucho esto, pero es necesario, tú serás nuestra "putita". Para empezar te he traído uno regalito – dijo extrayendo un vibrador q control remoto de su bolsillo, lo introdujo en mi concha y lo encendió, de apoco iba aumentando la velocidad hasta llegar al máximo, yo mientras tanto me retorcía, Unos minutos después entró en la habitación otro hombre también con un pasamontañas en la cabeza, igual de rudo que el que había venido anteriormente. Se acercó a mí diciéndome:
Muy bien, has sido muy buena chica, ahora vas a probar una de verdad. Seguro que lo esta deseando.
¡Ummmm, ummmm! – traté de protestar.
El hombre sacó el vibrador de mi sexo, se desabrocharon los pantalones, y sacaron sus sexos largos, erectos y gruesos, se puso frente a mí y el otro abajo mío y sin más me penetraron.
¡Ummmm, ummmm! – volvi a protestar. Quería gritar, pero no podía. Dos lágrimas empezaron a recorrer mis mejillas.
Mientras los hombres me violaban con fuerza produciéndome un desagradable dolor, yo trataba de pensar que aquello acabaría pronto. Los hombres se movían con rapidez, sujetándose por las caderas. Me dolían los brazos por la posición y los tirones que los hombres pegaba de mi. Deseaba que terminara cuanto antes. Después de unos largos minutos sentí como daban dos fuertes empujones y me llenaban con su semen mi concha. Sacaron su pijas de mí y tras vestirse dijo uno:
Te has portado muy bien, cariño.
Esta vez me metieron en mi concha un consolador con vibrador aún mas grande que sus pijas, lo encendió, lo metían y sacaban varias veces hasta que me lo metieron de una completo y me lo dejaron en la máxima velocidad
¡Uhmmmm, ummmm! – protesté al sentir el dolor que me producía el consolador con vibrador.
Me lo quitaron después de un rato largo. Sentí una sensación de alivio que me permitió descansar unos segundos.
No llores putita, seguro que te gusta. – dijo
Estaba a merced de unos desalmados que harían conmigo lo que quisieran.
Se acercó uno y me dijo:
Ahora ya estás preparada para lo que viene.
E inmediatamente apareció un tío con la piel más oscura que jamás huviese visto y con el torso desnudo, era un tipo alto como de unos dos metros, me saco la mordaza y me dijo:
Quiero oír sus gritos cuando le coja – dijo el negro que iba con la cara descubierta.
Por favor, déjame marchar, ya es suficiente – supliqué yo.
No – dijo el otro hombre – os dejo solos.
Los hombres salieron de la habitación dejándonos solos al negro y a mí. El negro acarició mi culo me la metió de una cojiendome salvajemente, me dolía más que nunca. Me abrazó y me seguía cojiendo fuertemente haciendo más profunda la penetración.
¡ Ayh! – grité.
Su verga era descomunal, era el doble de grande gruesa que el consolar con vibrador que me habían introducido en la vagina y 4 o 5 centímetros más larga.
Basta, por favor, me duele – me quejé.
Empecé a llorar desconsoladamente, deseando que aquello terminara pronto. Sus embestidas eran cada vez más fuertes.
¡Aaaaaayyyyy! – grité - ¡Nooooo!
Sentía un gran dolor en mi concha que no podía resistir, sentía que me iba a desfallecer.
¡No, por favor, déjalo! ¡Me duele mucho! – me quejé.
Me sujetó firmemente por las caderas dandome duro produciéndome más dolor.
¡Aaaaayyy! – volví a gritar - ¡Sácala, por favor, me duele mucho!
Pero haciendo caso omiso a mis gritos empezó a arremeter con fuerza contra mí, lo que agudizo el dolor. Deseaba que terminara, la situación se hacía insoportable para mí y repentinamente mis ojos empezaron a nublarse y en pocos segundos perdí el mundo de vista. Cuando desperté estaba tumbada sobre una cama, atada, en otra habitación un poco más pequeña que la anterior, no sabía cuando tiempo había pasado. El negro estaba sentado en una silla a los pies de la cama leyendo una revista. Me dijo:
No creí que fueras a desmayarte. Pero no creas que te vas a librar de mí, te estuve cojiendo por horas.
El negro, que seguía desnudo se acercó a mí. Su polla estaba fláccida y parecía más pequeña de lo que había visto anteriormente, casi no podía creer que aquello pudiera crecer tanto. Se puso sobre mí con una rodilla a cada lado de mi cabeza y apuntando con su nabo en mi boca me ordenó:
¡Anda, chúpamela para ponerla a tono!
No tenía otra alternativa, así que elevé mi cabeza hasta su sexo y empecé a lamerlo y chuparlo. Poco a poco el aparato fue adquiriendo su tamaño normal, mientras el negro se excitaba y suspiraba.
¡Uhm, sí, sí, zorrita!.
Cuando la verga estuvo en total plenitud, el negro la sacó de mi boca, me dolía la mandíbula de tanto chupar aquel enorme instrumento.
Bien, ahora viene lo bueno, ponte en cuatro – dijo el negro luego de soltarme la cabeza.
Hice lo que me ordenaba y volvió a atarme las manos a los barrotes de la cama. El negro dirigió su pene hacía mi concha y me penetró de una, otra vez grite del dolor.
¡Ay! – me quejé al sentir aquel tormento.
Luego sujetándome por las caderas comenzó a arremeter muy fuertemente. De vez en cuando se recostaba sobre mi espalda y sobaba mis pechos. Luego volvió a incorporarse y sujetándome por las caderas arremetía una y otra vez mientras decía:
¡Toma, putita, tu concha me encanta! ¡Toma, toma, zorrita!
Y así embistiéndome sin parar el tipo alcanzó su orgasmo llenándome con su semen. Cuando terminó sacó su sexo de mí y yo caí desfallecida y agotada sobre el cama. Él salió de la habitación y me quedé sola de nuevo. Supongo que durante los siguientes minutos o horas estuve durmiendo. Luego me desperté entran los tres hombres a la habitación.
Ahora vamos a violarla todos juntos- dijo el jefe.
Yo me mantuve inmóvil. Cuando estuvieron junto a la cama ambos hombres se desnudaron. Me agarraron del pelo y me obligaron a chupar sus pijas hasta que tuvieran un tamaño considerable. Desde luego a simple vista se veía la diferencia que había entre los tres. La verga del negro era por lo menos el doble de grande que la de los otros dos. Entonces el negro se acostó sobre la cama, me agarró y me ensarto su gran polla negra y enseguida sentí como me llenaba el coño y me dolía.
Ahora te toca a ti jefe. – dijo el negro dirigiéndose a uno de sus compañeros.
El tío se situó delante de mí y me penetró también el año
¡Guau, como la has dilatado! – le dijo al negro
Entonces empezaron a moverse fuertemente mientras el otro me la metió también por la concha, no pude evitar empezar a gemir:
¡Aaaaaahhhh! .
Sabia que la putita acabaría disfrutando. – dijo el negro
¡Aaaaahhhh! – gemí yo y me desmayé.
Luego de una hora o más violándome se corrieron, primero el negro y después los otros dos llenándome todos con su semen. Me había convertido en su esclava sexual
2 comentarios - Sorprendida y raptada
ahora una consulta en algun relato disfrutas??? o pedis mas en todos pareciera que fueras victima y no lo difrutaras... es un consulta nomas::💯