Me estaba duchando cuando de repente él se apareció desnudo detrás mío dándome un abrazo y me besó tiernamente el cuello. Yo le correspondí acariciándole la cabeza mientras él suavemente agarraba mis pechos. Comencé a sentir cómo crecía su miembro y se ubicaba entre mis nalgas mientras, lentamente empezaba a friccionar con leves movimientos hacia adelante y hacia atrás. Notaba cada vez más que su pene estaba rígido y caluroso. Mí calentura era inminente y con mis caderas empecé a empujar hacia atrás generando más presión e invitando a que esa ducha vaya más allá. Su mano bajaba a visitar mí vagina que ya había recibido placer durante la noche, estaba aún dilatada. Sus dedos entraron en mí mientras yo respiraba más fuerte y frotaba su pene contra mi cola. No me resistí y agarré su verga para masturbarla lentamente, aún sin perder la posición inicial. Le pregunté apenas con un poco de aliento si tenía condones cerca y él me dijo que no. Inmediatamente me di vuelta, me agaché y sin mediar palabra me metí su verga tiesa en mí boca, le pedí que me pase el pote de crema de enjuague y con los dedos comencé a dilatar el ano. Mientras tanto iba masturbándome, intercalando la vagina y la cola. Una vez que me sentí lista, me paré, me di vuelta y le pedí que me la entierre suavemente por la cola. Él obedeció y en pocos minutos comenzó a moverse lento hasta que poco a poco me acomodé a su verga. Desde lo profundo, iba marcándole el ritmo con mis caderas. Con una mano me acariciaba un pecho y con la otra me rozaba el clítoris. Sentí mucho placer pero no duró demasiado, ubicó sus dos manos en mis caderas y comenzó a penetrarme con fuerza, poco después me avisó que iba a acabar y así fue, eyaculó dentro de mí recto y se quedó pegado a mí agitado.
Terminamos la ducha y le dije que me tenía que ir (era mentira) así que rápidamente se cambió y le abrí la puerta. Subí nuevamente al departamento y terminé con lo que había empezado en la ducha, masturbándome y finalmente me quedé dormida, muy relajada.
Me llamo Daniela, tengo 28 años y soy enfermera. Hace relativamente poco me mudé al frente del hospital en el que trabajo y a veces mis compañeras que viven lejos me piden que les reciba algunos paquetes que encargan por internet, así luego lo pasan a buscar ya que vivo en frente del trabajo.
Esta modalidad me llevó a conocer a muchos chicos (los que hacen los repartos). Hace dos años que estoy soltera, me mantengo bien físicamente y vivo sola, por lo cual decidí mantener mí estado sentimental así como está, ya que me gusta mucho coger con distintas personas, les confieso. Suelo trabajar los fines de semana, así que los repartos los recibo los días de semana, dos, tres o a veces cuatro por semana, así que por lo menos con dos o tres chicos suelo tener sexo cada semana.
Por ejemplo con Adrián, un chico flaco de pelo claro, ojos color almendra, me parece muy lindo y siempre que viene terminamos en la cama. Siempre que llega, lo hago subir hasta el departamento y nos besamos intensamente. A continuación, las caricias se vuelven más y más íntimas, sus manos empiezan a meterse por debajo de la remera, hasta llegar a mis tetas (no me suelo poner sostén cuando viene él porque ya sé cómo va a terminar todo). Yo no me demoro, le suelo sacar su camisa y le acaricio la espalda, el pecho, bajo mis manos hacia sus nalgas firmes, las aprieto. Adrián finalmente me saca la remera y continúa acariciando mis tetas con más libertad. Lo invito a mí cuarto y allí, le bajo el pantalón y observo su pene ya completamente erecto, con el glande asomando por arriba, pidiendo salir del boxer. Esta vez, provocativamente me acerco a su miembro ahogado y suavemente lo muerdo sin sacarlo del boxer. Lo recorro lentamente hasta que llego a la cabeza, que es la única parte descubierta. Con mí lengua comienzo a acariciarla y con mí mano bajo el boxer y descubro la otra parte del pene. Mientras meto su glande en mí boca, empiezo a masturbarlo lentamente, ya que no quiero que todo termine ahí. Mí concha ya está empapada. Me levanto, me saco el pantalón y la ropa interior y me acuesto en la cama con las piernas abiertas, indicándole que quiero penetración. Adrián se sube a la cama, se coloca rápido un condón y lentamente me mete su largo pene hasta el fondo. Con un movimiento pélvico circular empezamos a besarnos nuevamente, con respiraciones intermitentes que se mezclan con gemidos suaves. Él va regulando la profundidad y la velocidad para evitar acabar pronto, pero cada vez me coge con más intensidad. Su boca se suelda en mí cuello pero le advierto que no quiero que me deje marcas, así que baja la intensidad de sus besos. Con un ritmo constante, coloca mis piernas en sus hombros para cambiar un poco el ángulo de la penetración. Se siente muy adentro, rico. Seguimos así un rato más y le propuse ponerme en cuatro. Él aceptó de inmediato, se salió de mí y yo me puse en cuatro con las piernas bastante separadas y con la espalda bien arqueada para resaltar la cola. Si mediar palabra me clavó el pene con bastante brusquedad y me agarró fuerte de la cintura. Evidentemente lo había provocado demasiado, me cogía con fuerza, bastante profundo. Casi no respiraba y se movía frenéticamente. Apoyé una mano en su brazo para pedirle que fuera un poco más suave, pero fue en vano. Me gusta que me den fuerte pero, al tener una verga larga, me dolía un poco y era incómodo. En pocos minutos acabó y cayó rendido al lado mío. Yo suspiré un par de veces y me quedé abrazada a él por un rato.
Me dijo que tenía que seguir con las entregas, así que bajé para abrirle y me volví a acostar.
Hace unos meses, mí compañera Alejandra me avisó que había comprado unas cosas y que iban a llegar un martes, pero ella no iba a poder pasar a retirarlo porque ese día siempre terminaba tarde, así que su marido (Marcelo) pasaba ya que estaba en auto. Le dije que no tenía problemas, que lo esperaba ese martes.
Alejandra tiene unos 35 años y sabía que su marido le llevaba bastantes años de diferencia, como diez, pero cuando lo recibí en la puerta me sorprendió lo bien mantenido que estaba. Sé que hacía bastante deporte y se alimentaba bien, por lo que contaba Alejandra.
No registré el distanciamiento social en ese momento, le hablaba bastante cerca, le sacaba charla para evitar darle el paquete y que terminara pronto el encuentro, pero finalmente llegó el momento y lo saludé con un beso y dejé mí mano en él lo más que pude para retirársela lo más lento posible.
Pasó un tiempo considerable cuando Alejandra me avisa que había encargado algo pero no sabía cuándo iba a llegar. Me pidió que le avisara cuándo lo tenía así pasaba a retirar el paquete.
Llegó un viernes lo que había pedido, pero no le avisé hasta el martes a la mañana, ya que sabía que ella no podía retirarlo. Efectivamente me dijo Alejandra que pasaba Marcelo a la noche. Esa vez estaba más preparada, me vestí con ropa un poco más ajustada para ver su reacción.
Tontamente nerviosa esperé que tocara el timbre. Bajé sin el paquete para hacerlo pasar. Una vez en el departamento, lo invité a sentarse y a beber algo. Marcelo se sentó en el sillón y aceptó un poco de agua solamente. Yo me serví lo mismo y me senté cerca de él para darle charla. Él se comportaba correctamente, serio, centrado y maduro, no trataba de insinuar nada. Estos detalles me ponían bastante caliente. El tiempo pasaba rápido y se acercaba el fin de ese encuentro. Hice una apuesta más fuerte yendo al baño, me desabroché un botón de la camisa y abulté mis pechos para que sean más visibles en el evidente escote que quería ostentar. En un instante salí del baño y noté que me miró diferente, sentí que había logrado lo que quería. Sin embargo, se levantó del sillón y me dijo que debía irse. Yo decepcionada me agaché delante de él para agarrar el paquete del suelo y se lo di, cuando le devolví la mirada me dí cuenta que había observado mis tetas, él esquivó la mirada con una pequeña sonrisa y encaró para la puerta. Una vez abajo nos saludamos con un beso y él me agarró con ambas manos los hombros y recorrió lentamente mis brazos hasta mis manos. Sutilmente las acarició, me agradeció y se fue. Yo me quedé con una sensación extraña en el estómago, subí al departamento, me metí al baño y cuando me bajé la bombacha, estaba algo mojada, no lo podía creer, había sido solamente un pequeño roce y me hizo mojar. Claramente lo estaba deseando, necesitaba sentirlo dentro mío aunque no sea lo correcto.
Pasó un largo tiempo cuando me llegó un mensaje de alguien por un paquete, era él, que había conseguido mí número por Alejandra. Me dijo que llegaba un jueves y pasaba él a retirarlo pero que iba a venir a las 21:30 porque salía a esa hora del trabajo. Yo le dije que no había problema, que pasara cuando quiera.
Se hizo jueves y yo estaba muy ansiosa por que llegara la noche. Aún no había llegado el paquete, pero no le dije nada. Esta vez iba a tirar toda la artillería pesada; me puse el vestido más ajustado que tenía, el mejor perfume, una insignificante tanga roja, el calzado más lindo y preparé comida sencilla y liviana. Todo podría ser en vano, pero tal vez no.
Sonó el timbre y bajé de inmediato. Cuando me vió, abrió bien los ojos pero no dijo nada, me dió un beso y me abrazó. Lo hice pasar y cuando llegamos al departamento, lo invite a sentarse en la mesa y le ofrecí la comida que había preparado. Afortunadamente aceptó y también aceptó tomar vino para acompañar. Nos sentamos a comer mientras charlábamos muy relajados. Se notaba que no tenía demasiado apuro, así que destapamos otro vino que llevamos al sofá. Nos sentamos bastante juntos y yo disimuladamente rozaba mí pierna en la suya y él me correspondía evitando que el contacto se acabe acercando su pierna más aún.
Ya más suelto me dice -"que lindo tu tatuaje de la pierna"-. Le agradezco sonrojada, él continúa -"no te había visto con vestido antes, te queda muy bien"-. Cruzo mis piernas hacia el otro lado sonriendo y agradeciendo nuevamente. Le cambio de tema diciéndole que no había llegado el paquete y Marcelo me responde que nunca pidió nada...
Se me erizó la piel y le respondo "- de verdad?"- bueno, debo confesar que no te avisé antes a propósito"- agrego pegándome a él. Marcelo acaricia mi pierna y dice -"debo confesar que te deseo mucho"- concluye y me da un beso en la boca. Yo lo abracé con todas mis fuerzas y no me despegué de su boca por nada en el mundo. Comenzó a acariciarme toda la espalda, me apretaba los muslos, recorría mí cintura, su lengua se mezclaba con la mía, era todo fuego. Me miraba con un deseo único y yo lo estaba disfrutando al máximo. Me subí arriba de él, le saqué la remera y comencé a besarle el cuello mientras me refregaba la vagina con el bulto duro que sobresalía de su pantalón. Pasó sus manos por debajo del vestido y apretaba mis nalgas, seguía subiendo y acariciaba mí espalda por dentro del vestido. Aprovechó y me desabrochó el corpiño. Ya estaba muy caliente, así que me saqué el vestido de una vez y el se quedó observando hipnotizado mis pechos, yo tenía los pezones duros que rebotaban con mis movimientos. Hambriento, se sumergió en ellos, los chupaba, los mordía apenas, los juntaba y les pasaba la lengua y en uno de sus respiros me dijo - "sos perfecta"- y se sumergió de nuevo. Yo ardía en ese momento, así que me bajé del sofá y me arrodillé frente a él. Le saqué todo y me encontré por fin con su verga. Bastante gruesa, venosa y muy dura. No hice más que llevarla hacia mí boca y saborearla con todo el placer del mundo. Se la mojé íntegra, le agarré los huevos y se los chupé mientras lo seguía masturbando. No podía más, le pedí que fuéramos a la habitación donde me subí a la cama de rodillas para lucir mí diminuta tanga, que era lo único que tenía de ropa en ese momento. Me acosté boca arriba, abrí mis piernas y Marcelo se abalanzó sobre mí vagina, me sacó rápidamente la tanga y empezó a chupar el enchastre que él mismo me había provocado. Creo que en diez segundos me vine por primera vez, estaba muy caliente, él no se detuvo, metía su dedo dentro de la vagina, jugaba con mi clítoris con su lengua y pronto le pedí por favor que me coja. Él no demoró en colocarse arriba mío, con su pene palpitante en la puerta de la concha mientras buscaba un condón. Yo no podía más, así que le agarré la verga y me la metí directamente. Él dijo "ok" sonriendo y dejó el condón a un lado para enterrarme por completo su pene. Mí vagina resbalosa lubricó naturalmente todo el tronco y comenzó a moverse suave. Yo gemía como nunca, no estaba exagerando, se sentía extremadamente bien, nunca había sentido la piel de un pene dentro mío; es increíble. Seguimos besándonos mientras Marcelo se metía dentro mío y salía con total comodidad. Su verga estaba completamente mojada, yo sentía como se deslizaba hacía lo más profundo de mí interior y yo no paraba de lubricar. De repente me la saca y me pide que me ponga en cuatro. Rápidamente me pongo en posición, él aprovecha un ratito para devorar mí vagina y el ano hasta que me la mete para cojerme un poco más duro. Yo arqueaba más la espalda y gemía fuerte. Esto vuelve loco a más de uno y está vez no fue la excepción; me embestía con bastante prisa y era constante. Le empecé a pedir que me dé más duro, que me rompa la concha, que me encantaba. Marcelo agarró mí pelo con una mano y con la otra me pegaba nalgadas firmes mientras me la metía profundo, se escuchaban sus huevos estrujándose contra mí. Luego soltó mí pelo y agarró mí cintura mientras me mordía el cuello. No aguanté más y tuve un orgasmo increíble, de esos que te dejan sin aliento. Frenamos un poco la intensidad, él se acostó y yo le puse la vagina en la cara para que me la chupe, mientras yo se la chupaba también. Le pedía que me lo haga despacio porque estaba un poco sensible. Yo le limpié todo el pene, le succioné todo el flujo que le había dejado y me di vuelta para sentarme arriba de él y metermela de nuevo. Comencé a cabalgarlo lentamente para llenarlo de mis fluidos otra vez. Marcelo aprovechaba para acariciarme las nalgas y meterme la punta del dedo en el ano. A medida que pasaba el tiempo, iba subiendo la intensidad y subía hasta la punta del pene pero sin sacármela. Movía mis caderas hacia todos lados, sobretodo cuando la tenía toda adentro, rozaba mí clítoris sobre su pubis y luego me la sacaba casi entera. Su falo estaba completamente resbaloso una vez más. Fui subiendo la velocidad hasta que me avisó que iba a acabar. Yo tenía la opción de sacármela y que terminara afuera pero no quería sacármela sinceramente, así que que aumenté más la velocidad y empezó a respirar fuerte hasta que me pidió que me detenga. Me quedé sentada sobre él, con su verga metida entera, respirando agitada, con una mano acariciándole los huevos mientras descargaba sus últimas gotas dentro mío. Luego me recosté sobre su pecho hasta que su verga se salió sola y empecé a chorrear un poco de semen viscoso. En realidad salió muy poco, me había acabado bastante profundo. Con las últimas fuerzas, me dediqué a limpiar su pene una vez más y le pregunté si se quería quedar a dormir y él me dijo que si, ya que Alejandra no volvía a casa. en ese momento sentí un poco de culpa, pero yo la estaba pasando muy bien y él también, así que lo abracé más y nos quedamos dormidos. Fui feliz, era muy cariñoso, me abrazaba mucho y yo me acurrucaba a él; me sentía muy deseaba y segura en sus brazos.
Nos despertamos, me metí a bañar y en un momento me preguntó si se podía sumar al baño y acepté de inmediato. Marcelo entró y me abrazó desde atrás mientras besaba mí cuello, yo me di vuelta para besarlo y me puse de rodillas para endurecer su pene con unos buenos chupones. Una vez que su pene se erectó, me levanté, le di la espalda abrí mis piernas agachándome levemente y Marcelo ya sabía que tenía que hacer. Me pasó la mano con saliva por la concha y la metió sin problema. Me puso contra la pared y me estaba dando duro. Exitadísima le pregunté si me la quiere meter por el culo; el acepta emocionado. Yo me agacho apenas con un poco de crema de enjuague y comienzo a lubricar el orificio hasta que siento que está dilatado y lo invito a que se ponga un poco de crema y me la meta. Así fue que lentamente me fue penetrando hasta que entró toda y ahí empezó a moverse lentamente, los dos contra la pared. Él besando mí cuello mientras subía el ritmo y yo gimiendo cada vez más fuerte. Estaba algo incómoda, así que le pedí que fuéramos a la cama. Como estábamos, salimos de la ducha y me subí arrodillada en cuatro al borde de la cama y levanté la cola para exhibir mí ano abierto e invitarlo a que vuelva a penetrarme. Marcelo abrió mis nalgas y emitió un suspiro de admiración y dijo -"que culo que tenés nena"- y sentí cómo me la metía lentamente una vez más. No se privó de agarrarme de la cintura y cogerme fuerte, ya que mí agujero ya estaba bien abierto y lubricado. Luego comencé a estimularme el clítoris lo que aceleró el orgasmo y nos vinimos juntos. Fue increíble. Nos quedamos en la cama besándonos. Ya estaba teniendo otra erección y mis manos ya estaban en su verga otra vez, pero no había más tiempo así que lo dejamos ahí, como tema pendiente.
Estuve asustada por un buen tiempo, porque no me venía la regla. Por suerte fue un retraso solamente. Pero aún dudo si quiero coger con él con protección la próxima vez, porque esto no queda así.
Hoy me llegó un mensaje de Marcelo, me preguntó si quería ir unos días a algún lugar...
Después les cuento, besos!!
Terminamos la ducha y le dije que me tenía que ir (era mentira) así que rápidamente se cambió y le abrí la puerta. Subí nuevamente al departamento y terminé con lo que había empezado en la ducha, masturbándome y finalmente me quedé dormida, muy relajada.
Me llamo Daniela, tengo 28 años y soy enfermera. Hace relativamente poco me mudé al frente del hospital en el que trabajo y a veces mis compañeras que viven lejos me piden que les reciba algunos paquetes que encargan por internet, así luego lo pasan a buscar ya que vivo en frente del trabajo.
Esta modalidad me llevó a conocer a muchos chicos (los que hacen los repartos). Hace dos años que estoy soltera, me mantengo bien físicamente y vivo sola, por lo cual decidí mantener mí estado sentimental así como está, ya que me gusta mucho coger con distintas personas, les confieso. Suelo trabajar los fines de semana, así que los repartos los recibo los días de semana, dos, tres o a veces cuatro por semana, así que por lo menos con dos o tres chicos suelo tener sexo cada semana.
Por ejemplo con Adrián, un chico flaco de pelo claro, ojos color almendra, me parece muy lindo y siempre que viene terminamos en la cama. Siempre que llega, lo hago subir hasta el departamento y nos besamos intensamente. A continuación, las caricias se vuelven más y más íntimas, sus manos empiezan a meterse por debajo de la remera, hasta llegar a mis tetas (no me suelo poner sostén cuando viene él porque ya sé cómo va a terminar todo). Yo no me demoro, le suelo sacar su camisa y le acaricio la espalda, el pecho, bajo mis manos hacia sus nalgas firmes, las aprieto. Adrián finalmente me saca la remera y continúa acariciando mis tetas con más libertad. Lo invito a mí cuarto y allí, le bajo el pantalón y observo su pene ya completamente erecto, con el glande asomando por arriba, pidiendo salir del boxer. Esta vez, provocativamente me acerco a su miembro ahogado y suavemente lo muerdo sin sacarlo del boxer. Lo recorro lentamente hasta que llego a la cabeza, que es la única parte descubierta. Con mí lengua comienzo a acariciarla y con mí mano bajo el boxer y descubro la otra parte del pene. Mientras meto su glande en mí boca, empiezo a masturbarlo lentamente, ya que no quiero que todo termine ahí. Mí concha ya está empapada. Me levanto, me saco el pantalón y la ropa interior y me acuesto en la cama con las piernas abiertas, indicándole que quiero penetración. Adrián se sube a la cama, se coloca rápido un condón y lentamente me mete su largo pene hasta el fondo. Con un movimiento pélvico circular empezamos a besarnos nuevamente, con respiraciones intermitentes que se mezclan con gemidos suaves. Él va regulando la profundidad y la velocidad para evitar acabar pronto, pero cada vez me coge con más intensidad. Su boca se suelda en mí cuello pero le advierto que no quiero que me deje marcas, así que baja la intensidad de sus besos. Con un ritmo constante, coloca mis piernas en sus hombros para cambiar un poco el ángulo de la penetración. Se siente muy adentro, rico. Seguimos así un rato más y le propuse ponerme en cuatro. Él aceptó de inmediato, se salió de mí y yo me puse en cuatro con las piernas bastante separadas y con la espalda bien arqueada para resaltar la cola. Si mediar palabra me clavó el pene con bastante brusquedad y me agarró fuerte de la cintura. Evidentemente lo había provocado demasiado, me cogía con fuerza, bastante profundo. Casi no respiraba y se movía frenéticamente. Apoyé una mano en su brazo para pedirle que fuera un poco más suave, pero fue en vano. Me gusta que me den fuerte pero, al tener una verga larga, me dolía un poco y era incómodo. En pocos minutos acabó y cayó rendido al lado mío. Yo suspiré un par de veces y me quedé abrazada a él por un rato.
Me dijo que tenía que seguir con las entregas, así que bajé para abrirle y me volví a acostar.
Hace unos meses, mí compañera Alejandra me avisó que había comprado unas cosas y que iban a llegar un martes, pero ella no iba a poder pasar a retirarlo porque ese día siempre terminaba tarde, así que su marido (Marcelo) pasaba ya que estaba en auto. Le dije que no tenía problemas, que lo esperaba ese martes.
Alejandra tiene unos 35 años y sabía que su marido le llevaba bastantes años de diferencia, como diez, pero cuando lo recibí en la puerta me sorprendió lo bien mantenido que estaba. Sé que hacía bastante deporte y se alimentaba bien, por lo que contaba Alejandra.
No registré el distanciamiento social en ese momento, le hablaba bastante cerca, le sacaba charla para evitar darle el paquete y que terminara pronto el encuentro, pero finalmente llegó el momento y lo saludé con un beso y dejé mí mano en él lo más que pude para retirársela lo más lento posible.
Pasó un tiempo considerable cuando Alejandra me avisa que había encargado algo pero no sabía cuándo iba a llegar. Me pidió que le avisara cuándo lo tenía así pasaba a retirar el paquete.
Llegó un viernes lo que había pedido, pero no le avisé hasta el martes a la mañana, ya que sabía que ella no podía retirarlo. Efectivamente me dijo Alejandra que pasaba Marcelo a la noche. Esa vez estaba más preparada, me vestí con ropa un poco más ajustada para ver su reacción.
Tontamente nerviosa esperé que tocara el timbre. Bajé sin el paquete para hacerlo pasar. Una vez en el departamento, lo invité a sentarse y a beber algo. Marcelo se sentó en el sillón y aceptó un poco de agua solamente. Yo me serví lo mismo y me senté cerca de él para darle charla. Él se comportaba correctamente, serio, centrado y maduro, no trataba de insinuar nada. Estos detalles me ponían bastante caliente. El tiempo pasaba rápido y se acercaba el fin de ese encuentro. Hice una apuesta más fuerte yendo al baño, me desabroché un botón de la camisa y abulté mis pechos para que sean más visibles en el evidente escote que quería ostentar. En un instante salí del baño y noté que me miró diferente, sentí que había logrado lo que quería. Sin embargo, se levantó del sillón y me dijo que debía irse. Yo decepcionada me agaché delante de él para agarrar el paquete del suelo y se lo di, cuando le devolví la mirada me dí cuenta que había observado mis tetas, él esquivó la mirada con una pequeña sonrisa y encaró para la puerta. Una vez abajo nos saludamos con un beso y él me agarró con ambas manos los hombros y recorrió lentamente mis brazos hasta mis manos. Sutilmente las acarició, me agradeció y se fue. Yo me quedé con una sensación extraña en el estómago, subí al departamento, me metí al baño y cuando me bajé la bombacha, estaba algo mojada, no lo podía creer, había sido solamente un pequeño roce y me hizo mojar. Claramente lo estaba deseando, necesitaba sentirlo dentro mío aunque no sea lo correcto.
Pasó un largo tiempo cuando me llegó un mensaje de alguien por un paquete, era él, que había conseguido mí número por Alejandra. Me dijo que llegaba un jueves y pasaba él a retirarlo pero que iba a venir a las 21:30 porque salía a esa hora del trabajo. Yo le dije que no había problema, que pasara cuando quiera.
Se hizo jueves y yo estaba muy ansiosa por que llegara la noche. Aún no había llegado el paquete, pero no le dije nada. Esta vez iba a tirar toda la artillería pesada; me puse el vestido más ajustado que tenía, el mejor perfume, una insignificante tanga roja, el calzado más lindo y preparé comida sencilla y liviana. Todo podría ser en vano, pero tal vez no.
Sonó el timbre y bajé de inmediato. Cuando me vió, abrió bien los ojos pero no dijo nada, me dió un beso y me abrazó. Lo hice pasar y cuando llegamos al departamento, lo invite a sentarse en la mesa y le ofrecí la comida que había preparado. Afortunadamente aceptó y también aceptó tomar vino para acompañar. Nos sentamos a comer mientras charlábamos muy relajados. Se notaba que no tenía demasiado apuro, así que destapamos otro vino que llevamos al sofá. Nos sentamos bastante juntos y yo disimuladamente rozaba mí pierna en la suya y él me correspondía evitando que el contacto se acabe acercando su pierna más aún.
Ya más suelto me dice -"que lindo tu tatuaje de la pierna"-. Le agradezco sonrojada, él continúa -"no te había visto con vestido antes, te queda muy bien"-. Cruzo mis piernas hacia el otro lado sonriendo y agradeciendo nuevamente. Le cambio de tema diciéndole que no había llegado el paquete y Marcelo me responde que nunca pidió nada...
Se me erizó la piel y le respondo "- de verdad?"- bueno, debo confesar que no te avisé antes a propósito"- agrego pegándome a él. Marcelo acaricia mi pierna y dice -"debo confesar que te deseo mucho"- concluye y me da un beso en la boca. Yo lo abracé con todas mis fuerzas y no me despegué de su boca por nada en el mundo. Comenzó a acariciarme toda la espalda, me apretaba los muslos, recorría mí cintura, su lengua se mezclaba con la mía, era todo fuego. Me miraba con un deseo único y yo lo estaba disfrutando al máximo. Me subí arriba de él, le saqué la remera y comencé a besarle el cuello mientras me refregaba la vagina con el bulto duro que sobresalía de su pantalón. Pasó sus manos por debajo del vestido y apretaba mis nalgas, seguía subiendo y acariciaba mí espalda por dentro del vestido. Aprovechó y me desabrochó el corpiño. Ya estaba muy caliente, así que me saqué el vestido de una vez y el se quedó observando hipnotizado mis pechos, yo tenía los pezones duros que rebotaban con mis movimientos. Hambriento, se sumergió en ellos, los chupaba, los mordía apenas, los juntaba y les pasaba la lengua y en uno de sus respiros me dijo - "sos perfecta"- y se sumergió de nuevo. Yo ardía en ese momento, así que me bajé del sofá y me arrodillé frente a él. Le saqué todo y me encontré por fin con su verga. Bastante gruesa, venosa y muy dura. No hice más que llevarla hacia mí boca y saborearla con todo el placer del mundo. Se la mojé íntegra, le agarré los huevos y se los chupé mientras lo seguía masturbando. No podía más, le pedí que fuéramos a la habitación donde me subí a la cama de rodillas para lucir mí diminuta tanga, que era lo único que tenía de ropa en ese momento. Me acosté boca arriba, abrí mis piernas y Marcelo se abalanzó sobre mí vagina, me sacó rápidamente la tanga y empezó a chupar el enchastre que él mismo me había provocado. Creo que en diez segundos me vine por primera vez, estaba muy caliente, él no se detuvo, metía su dedo dentro de la vagina, jugaba con mi clítoris con su lengua y pronto le pedí por favor que me coja. Él no demoró en colocarse arriba mío, con su pene palpitante en la puerta de la concha mientras buscaba un condón. Yo no podía más, así que le agarré la verga y me la metí directamente. Él dijo "ok" sonriendo y dejó el condón a un lado para enterrarme por completo su pene. Mí vagina resbalosa lubricó naturalmente todo el tronco y comenzó a moverse suave. Yo gemía como nunca, no estaba exagerando, se sentía extremadamente bien, nunca había sentido la piel de un pene dentro mío; es increíble. Seguimos besándonos mientras Marcelo se metía dentro mío y salía con total comodidad. Su verga estaba completamente mojada, yo sentía como se deslizaba hacía lo más profundo de mí interior y yo no paraba de lubricar. De repente me la saca y me pide que me ponga en cuatro. Rápidamente me pongo en posición, él aprovecha un ratito para devorar mí vagina y el ano hasta que me la mete para cojerme un poco más duro. Yo arqueaba más la espalda y gemía fuerte. Esto vuelve loco a más de uno y está vez no fue la excepción; me embestía con bastante prisa y era constante. Le empecé a pedir que me dé más duro, que me rompa la concha, que me encantaba. Marcelo agarró mí pelo con una mano y con la otra me pegaba nalgadas firmes mientras me la metía profundo, se escuchaban sus huevos estrujándose contra mí. Luego soltó mí pelo y agarró mí cintura mientras me mordía el cuello. No aguanté más y tuve un orgasmo increíble, de esos que te dejan sin aliento. Frenamos un poco la intensidad, él se acostó y yo le puse la vagina en la cara para que me la chupe, mientras yo se la chupaba también. Le pedía que me lo haga despacio porque estaba un poco sensible. Yo le limpié todo el pene, le succioné todo el flujo que le había dejado y me di vuelta para sentarme arriba de él y metermela de nuevo. Comencé a cabalgarlo lentamente para llenarlo de mis fluidos otra vez. Marcelo aprovechaba para acariciarme las nalgas y meterme la punta del dedo en el ano. A medida que pasaba el tiempo, iba subiendo la intensidad y subía hasta la punta del pene pero sin sacármela. Movía mis caderas hacia todos lados, sobretodo cuando la tenía toda adentro, rozaba mí clítoris sobre su pubis y luego me la sacaba casi entera. Su falo estaba completamente resbaloso una vez más. Fui subiendo la velocidad hasta que me avisó que iba a acabar. Yo tenía la opción de sacármela y que terminara afuera pero no quería sacármela sinceramente, así que que aumenté más la velocidad y empezó a respirar fuerte hasta que me pidió que me detenga. Me quedé sentada sobre él, con su verga metida entera, respirando agitada, con una mano acariciándole los huevos mientras descargaba sus últimas gotas dentro mío. Luego me recosté sobre su pecho hasta que su verga se salió sola y empecé a chorrear un poco de semen viscoso. En realidad salió muy poco, me había acabado bastante profundo. Con las últimas fuerzas, me dediqué a limpiar su pene una vez más y le pregunté si se quería quedar a dormir y él me dijo que si, ya que Alejandra no volvía a casa. en ese momento sentí un poco de culpa, pero yo la estaba pasando muy bien y él también, así que lo abracé más y nos quedamos dormidos. Fui feliz, era muy cariñoso, me abrazaba mucho y yo me acurrucaba a él; me sentía muy deseaba y segura en sus brazos.
Nos despertamos, me metí a bañar y en un momento me preguntó si se podía sumar al baño y acepté de inmediato. Marcelo entró y me abrazó desde atrás mientras besaba mí cuello, yo me di vuelta para besarlo y me puse de rodillas para endurecer su pene con unos buenos chupones. Una vez que su pene se erectó, me levanté, le di la espalda abrí mis piernas agachándome levemente y Marcelo ya sabía que tenía que hacer. Me pasó la mano con saliva por la concha y la metió sin problema. Me puso contra la pared y me estaba dando duro. Exitadísima le pregunté si me la quiere meter por el culo; el acepta emocionado. Yo me agacho apenas con un poco de crema de enjuague y comienzo a lubricar el orificio hasta que siento que está dilatado y lo invito a que se ponga un poco de crema y me la meta. Así fue que lentamente me fue penetrando hasta que entró toda y ahí empezó a moverse lentamente, los dos contra la pared. Él besando mí cuello mientras subía el ritmo y yo gimiendo cada vez más fuerte. Estaba algo incómoda, así que le pedí que fuéramos a la cama. Como estábamos, salimos de la ducha y me subí arrodillada en cuatro al borde de la cama y levanté la cola para exhibir mí ano abierto e invitarlo a que vuelva a penetrarme. Marcelo abrió mis nalgas y emitió un suspiro de admiración y dijo -"que culo que tenés nena"- y sentí cómo me la metía lentamente una vez más. No se privó de agarrarme de la cintura y cogerme fuerte, ya que mí agujero ya estaba bien abierto y lubricado. Luego comencé a estimularme el clítoris lo que aceleró el orgasmo y nos vinimos juntos. Fue increíble. Nos quedamos en la cama besándonos. Ya estaba teniendo otra erección y mis manos ya estaban en su verga otra vez, pero no había más tiempo así que lo dejamos ahí, como tema pendiente.
Estuve asustada por un buen tiempo, porque no me venía la regla. Por suerte fue un retraso solamente. Pero aún dudo si quiero coger con él con protección la próxima vez, porque esto no queda así.
Hoy me llegó un mensaje de Marcelo, me preguntó si quería ir unos días a algún lugar...
Después les cuento, besos!!
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