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Vecinos. Capítulo 8

Vecinos. Capítulo 8

En un edificio donde todo puede pasar, sus vecinos se irán relacionando entre ellos creando nuevos lazos con el fin de experimentar nuevas sensaciones y darse placer mutuamente. Esta historia es ficción, eso no quiere decir que algunos hechos no sean reales…

CAPITULO 1

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Capítulo 8: 3ro B (Romina)
   Entré al departamento, tiré la cartera sobre la mesa e indignada me senté en el suelo al lado de mi compañera. Ella me miró sin entender muy bien lo que pasaba pero al ver mi cara de enojo comprendió que se trataba de otra cita frustrada. Sin decir una sola palabra, me alcanzó el pote de helado que estaba comiendo y me cedió su cuchara para que yo pudiera probar el chocolate que parecía derretido. Sin hacer mucho esfuerzo, ella se estiró hasta el mueble que había contra la pared y agarró una botella de vodka que se encontraba por la mitad. Yo la miré sonriendo y fui a la cocina a toda velocidad a buscar unos vasos mientras que ella destapaba la botella.
   Me llamo Romina, tengo 27 años y vivo en el edificio hace unos meses. La historia de cómo llegamos con Martina a mudarnos allí es bastante triste y desagradable, por lo que voy a intentar de resumirla. Las dos éramos vecinas en otro edificio y vivíamos con nuestros respectivos novios. Ella venía bastante mal y de hecho su novio la maltrataba y la golpeaba. Por mi parte, no estaba en un mal momento, pero la relación con mi pareja iba en declive pues sospechaba que él me engañaba con otras. Todo se fue al carajo cuando el ex de Martina la amenazó con matarle y ella terminó llorando en mi departamento diciéndome que teníamos que mudarnos de allí. A los pocos días yo corté con mi novio y las dos decidimos irnos a vivir juntas a otro edificio y así empezar de nuevo.
   Fue entonces cuando llegamos a nuestro nuevo departamento en el 3er piso de este edificio. Un departamento bastante lindo, con una habitación grande para cada una y un solárium con pileta que podíamos disfrutar. Sin embargo enseguida nos dimos cuenta que cada vez que las dos nos cruzábamos a alguien, nos miraban raro. Era como si no estuvieran acostumbrados a que dos amigas se mudaran al mismo departamento y vivieran juntas.
   La primera reacción que nos llamó la atención fue la de Cecilia, la chica del primero que vive con su novio Nicolás. Nos cruzamos con ella y su novio en el ascensor y lo primero que hizo fue asombrarse de manera muy exagerada cuando le contamos que vivíamos las dos juntas. Santiago, el chico del 5to piso, se puso a cuchichear con Leonardo del 10mo ni bien nos vieron volver del súper con unas bolsas enormes de compras. Ni hablar de la vez en la que Patricio y Andrea, la pareja del 5to que tiene una hija de 2 años, se fueron de la pileta en el momento en el que nosotras llegamos, tras cuchichear unos segundos.
   - ¡Boluda, creen que somos lesbianas!- Le dije a Martina luego de Estefanía, la otra chica del 10mo me preguntara por “mi pareja” en referencia a mi amiga.
   Desde entonces comenzamos a hacer un montón de chistes al respecto. Y lo peor de todo era que convertirnos en lesbianas era una de las opciones más viables, teniendo en cuenta nuestro pasado con los hombres y el hecho de que yo venía de una tener una cita desastrosa atrás de otra. Había salido con más de seis hombres desde que había cortado con mi ex y todos eran unos tremendos idiotas que me indignaban por completo. Ni hablar de que solo me había acostado con tres de ellos y después de eso, decidieron no llamarme ni ponerse en contacto conmigo. Martina, por su parte, ni siquiera se animaba a verse con otros hombres, temía que pudieran volver a lastimarla como lo había hecho su ex novio.
   - ¡No sabés! ¡Acabo de ver a la mina del 7mo, con el pendejo de acá arriba! ¿Cómo se llama…? ¡Danilo!- Le dije a mi amiga contándole la escena que acababa de ver ni bien subía en el ascensor.
   Entonces le relaté la imagen de Danilo y Sandra parados en el palier del entrepiso que da a la pileta. Ella toda despeinada y transpirada y él en cuero, riéndose los dos y con una cara de felicidad que solo indicaba una cosa. “¡Te dije que era flor de trola esa mina!” me respondió mi amiga riendo a carcajadas y sirviéndome un vaso de vodka mientras yo le contaba los detalles de cómo dejaron pasar el ascensor y él prefirió subir por escalera. Lo que ellos no habían notado es que yo me di cuenta que en el piso del palier todavía estaban las manchas de semen que la muy puta seguramente no se había tomado.
   - ¡Igual la banco a la mina!- Me dijo mi amiga.- El marido es un pelotudo bárbaro y tiene cara de coger mal.
   - ¡Pero prefiero mil veces al colombiano!- Le dije a mi amiga en referencia a Juan Pablo, el chico que vivía en el departamento de abajo.
   - ¡Sí, obvio!- Me respondió ella.- Pero ese se está cogiendo a la de acá al lado… Y no son para nada disimulados.- Agregó mi amiga haciendo referencia a las veces que los habíamos escuchado conversar en el palier y que habíamos oído los gemidos de ella.
   - ¡Todos los hombres buenos están de novios o son gay!- Le dije indignada a Martina.
   - ¡No hay hombres buenos!- Me dijo ella sirviéndome nuevamente un trago de vodka pues me había tomado de un sorbo el primer vaso.
   Seguimos conversando las dos, tiradas en el pis, sin poder creer la mala suerte que teníamos en el amor y sintiéndonos defraudadas con el sexo masculino. “Aparte, de los tres pelotudos a los que me cogí, solo uno me hizo acabar y era porque yo no dejaba de tocarme mientras cogíamos” le conté a mi amiga cuando me preguntó hacía cuanto tiempo que no tenía una buena experiencia sexual con un hombre. De golpe ella empezó a recordar un pasado que había tenido antes de su ex novio, en el que había experimentado con algunas mujeres y sus ojos comenzaron a brillarle.
   Me contó que una de las chicas se la había chupado tan bien, que esa noche había logrado acabar muchísimas veces. “¡Y no sabés como me tocaba otra de las chicas!” me contó recordando a otra compañera de aventuras que había tenido. Yo sabía de ese pasado de mi amiga, sin embargo nunca habíamos conversado en profundidad sobre el tema y mucho menos de sexo. Mientras me servía un tercer vaso de vodka, me contaba de como el contacto de la piel femenina se sentía diferente al de un hombre. Según sus palabras, una mujer era tan delicada y te tocaba tan bien, porque conocía su cuerpo y como darte felicidad.
   - ¡Debería buscarme una chica entonces!- Le dije yo riéndome y vaciando el tercer baso para después apoyarlo en el piso.
   Las dos nos reímos por un rato y luego nos miramos fijo a los ojos. El silencio se apoderó del ambiente y nuestras caras se volvieron serias. De golpe Martina tenía un brillo alrededor de su cuerpo que la iluminaba de una manera especial. La musculosa que tenía puesta le resaltaba las lolas y el pelo que caía sobre sus hombres le marcaba el rostro de una forma muy particular. Ella apoyó su mano sobre la mía y yo la miré por unos segundos. Entonces levanté la mirada y lentamente fui acercando mi boca a la de ella.
   Nos besamos por unos segundos y luego nos alejamos apenas unos centímetros. En una milésima de segundo mi cabeza procesó muchísima información y parecía ser que todo se resumía a ese beso. Sus labios se habían sentido cálidos y eso me agradó muchísimo. Su mano apoyada sobre la mía tenía una textura delicada y suave que me encantaba. Los ojos claros de Martina me miraban fijos y su mirada me atrapaba totalmente. “¿Por qué no?” me dije a mi misma en mi cerebro y volví a acercar mi boca a la suya para darle un beso mucho más apasionado.
   Ella elevó su otra mano y la apoyó en mi nuca mientras nos seguíamos besando. De golpe la temperatura comenzó a subir y cuando Martina metió su lengua en mi boca sentí mi cuerpo temblar por unos segundos. Sentí una excitación muy particular, que nunca antes había sentido. Era cierto que en mi vida me había preguntado que sería estar con una mujer y que desde el día en que había cortado con mi ex sentía rechazo hacia los hombres. Sin embargo fue durante ese beso que me convencí que quería averiguar lo que era estar con una mujer. ¿Y qué mejor para enseñarme que mi amiga quien ya contaba con experiencia?
   Poco a poco ella fue tomando el control de la situación y me fue recostando sobre el suelo, haciendo a un lado del vaso vacío y la botella de vodka que ya casi estaba por terminarse. Colocó con suavidad su cuerpo encima del mío mientras nos seguíamos besando y pasó su mano por mi rostro haciéndome sentir segura y protegida. Era algo que ningún hombre había conseguido y que ella se iba a ocupar todo el tiempo, hacerme sentir complacida en todo momento. Sus labios cálidos me encendían cada vez más y sus manos recorriendo mi cuerpo empezaban a mojarme.
   Comenzamos a sacarnos la ropa a medida que íbamos acelerando el ritmo de los besos y las caricias. Me encantaba el contacto de su piel con la mía, se sentía tan suave que me excitaba, me estimulaba y me motivaba a seguirla tocando. Cuando ella me sacó el corpiño, rozó la yema de sus dedos con mis pezones y estos automáticamente se endurecieron. En ese momento me miró fijo a los ojos y las dos nos empezamos a reír con ganas. Comprendí que lo que estábamos haciendo era solo un juego para divertirnos, un juego motivado por los rumores de nuestros vecinos, por la frustración que sentíamos y por el alcohol.
   Martina siguió bajando por mi cuerpo con sus labios y sus dedos hasta colocarse entre mis piernas. Me sacó el pantalón sexy que me había puesto ese día por si llegaba a gustarme el chico con el que me había visto y descubrió una tanguita que me quedaba hermosa. Levantó la vista para lanzarme una sonrisa morbosa que me encantó y corrió la tanguita hacia un costado para pasar su lengua por encima de mi conchita. Entonces temblé entera y noté un escalofrío que recorrió todo mi cuerpo desde los dedos de los pies hasta la punta de mi cabello.
   - ¡Mmm!- Gemí en señal de agrado y para hacerle saber que me había encantado lo que había hecho.
   Eso le dio pie a mi amiga para que siguiera usando su lengua sobre mi cuerpo y cuando lo hizo, se sintió excelente. La pasaba suavemente, de manera delicada, pero haciendo presión sobre los lugares exactos. Me encantaba como se sentía, como sus labios tiernos tocaban mi cuerpo y como su lengua saboreaba mi clítoris de una forma muy especial. Nunca antes me la habían chupado así y eso hacía que se sintiera mucho más placentero, que la satisfacción fuera más grande. Era mi amiga, una mujer la que me estaba haciendo gozar en ese momento, la que sabía cómo complacerme.
   - ¡Martina! ¡No!- Le dije sentándome de golpe y alejándola de mi cuerpo.
   Sin embargo ella no reaccionó de la misma forma. Se arrodilló en frente mío y me miró en silencio, mientras que yo respiraba de manera agitada y seguía sintiendo el calor por todo mi cuerpo. En su rostro se dibujaba una sonrisa única y su mirada era tan dulce y delicada que no le pude decir nada. Era evidente que ella quería seguir con eso y a pesar de que yo tenía dudas, también me sentía emocionada por lo que estaba pasando. Entonces mi amiga se acercó y me dio un beso húmedo y yo volví a acostarme sobre el piso del living, abriendo nuevamente mis piernas para que ella siguiera jugando con mi cuerpo.
   Poco a poco volví a sentir el calor apoderarse de mí, mientras que sus labios se posaban nuevamente sobre mi concha y me daban placer. Lo hacía de una manera increíble, única y con total decisión. Su lengua subía y bajaba por mis partes íntimas, haciendo que me mojara por completo y que todo mi cuerpo temblara cada vez que llegaba a mi clítoris. Cuando lo hacía, notaba un escalofrío recorrer toda mi espalda y como mi boca se abría de golpe para lanzar un gemido bien agudo. Sus manos recorrían mis piernas, masajeaban mis muslos y subían suavemente hacia mi cintura.
   Entonces uno de sus dedos se posó en la entrada de mi cuerpo y con la humedad de la saliva de Martina, comenzó a entrar en mí. Noté en ese entonces como yo me abría, dándole lugar, dejándome llevar por el placer. Mi amiga comenzó a cogerme lentamente con su dedo, mientras que su lengua seguía moviéndose encima de mi clítoris y haciendo presión sobre este. Noté como los gemidos que salían de mi boca se hacían cada vez más fuertes y se volvían cada vez más frecuentes. Con mis manos me apretaba los pezones, aumentando así el placer que sentía a lo largo de mi cuerpo.
   Otro dedo entró en mí y cuando lo hizo lo recibí con un gemido bien agudo y un resoplido que indicaban lo mucho que me gustaba. Martina no paraba de mover su lengua sobre mi clítoris y eso me ponía como loca. Mientras tanto sus dos dedos entraban y salían de mi cuerpo a toda velocidad, cogiéndome de una manera increíble, provocándome un placer único. Me apretaba los pezones con fuerza y los franeleaba para intensificar mi propio placer. Todo se sentía tan increíble, tan estimulante. Era hermosa la manera en la que disfrutaba de eso.
   De golpe mis piernas empezaron a temblar y sentí como todo mi cuerpo vibraba. Martina también se dio cuenta de ello y siguió moviendo su lengua a toda velocidad y haciendo presión sobre mi clítoris. Sus dedos entraban y salían constantemente de mi conchita, la cual se encontraba totalmente empapada. De mi boca salían gritos y gemidos de placer que resonaban por toda la habitación y que indicaban lo mucho que me gustaba eso. No me pude aguantar las ganas. “¡Me vengo!” le dije a mi amiga, quien no se detuvo por un segundo.
   - ¡Sí! ¡No pares!- Grité desesperada apretándome con fuerza los pezones.
   Entonces acabé de una manera increíble, sintiendo como los dedos de Martina entraban bien a fondo de mi cuerpo y como se mojaban por completo. Su lengua fue cesando los movimientos muy despacio y sus dedos siguieron jugando adentro mío por un buen rato. Luego los sacó y se los metió en la boca, saboreando así mis jugos. En mi cara se dibujaba una sonrisa de felicidad absoluta, pues el orgasmo que acababa de provocarme mi amiga había sido sorprendente.
   Nos levantamos y nos quedamos unos segundos en silencio para después empezar a reír a carcajadas. Hablamos y dejamos en claro que eso iba a ser algo de una única noche y que no se iba a repetir, pues no era la intención arruinar nuestra amistad. Volvimos a llenar nuestros vasos para vaciarlos una última vez y después nos fuimos a acostar. Mientras yacía en la cama, totalmente desnuda y satisfecha, pensaba en todo el placer que me había provocado Martina solo con su lengua y sus dedos. Entonces comprendí que los hombres con los que estaba saliendo eran unos idiotas y que claramente, tenía que darle la posibilidad a alguna mujer.


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2 comentarios - Vecinos. Capítulo 8

martinfcd +1
Lo hiciste de nuevo! Excitante historia.
HistoriasDe
Muchas gracias!!
juuli88 +2
es tal cual. el roce de piel se siente de una manera que pufff.. te dan ganas de probar y seguir probando!!
HistoriasDe +1
Ufff esa sensación!!