La miro a los ojos fijamente. Ella también me mira. El momento genera una adrenalina incontrolable. Es un duelo entre nosotros. Ninguno dice nada. Pero ya sabemos todo lo que va a suceder. Nuestros rostros permanecen serios. El primero que sonría, diga algo o corra la mirada, pierde. Siento la temperatura subir por los hombros, desde mi pecho, hasta mi cabeza.
No lo puedo creer. Va a pasar. Veinte centímetros separan nuestros rostros. Ella, apoyada sobre su hombro derecho contra la pared, yo sobre el izquierdo. Mi respiración se agita y eso hace que el perfume que la envuelve me llegue con más nitidez. Seguimos atados a nuestra mirada, ninguno quiere ceder ahora. Fue mucho el tiempo que durmió nuestro deseo bajo el dominio de lo correcto.
Hoy decidimos dejarnos llevar por nuestra inconfesable ambición. Esta sed que despierta en mi boca las ganas incontrolables de probar su cuerpo, de lamer sus pechos, de besarla entera, de saborear el jugo de su lujuria. Ahora que sé, que yo también despierto en ella, este anhelo, estas ansias de sentir el peso y la temperatura de nuestros cuerpos entrelazados, entregados y a la vez dominando y sucumbiendo el uno al otro.
Ahora sé que, en breves instantes, mi sexo hinchado de ilusión y erecto de codicia, probará el delicioso elixir de su saliva como paso previo a entrar en su cuerpo, formalizando esta unión prohibida. Donde podré besarle la boca, morderle el cuello, decirle al oído el tiempo que llevo juntando las ganas de derramar en ella esta vertiente caliente.
Y llenarla...
Después sentir en mi nariz el vaho de su aliento ardiente e incontrolablemente mío, tal vez solo por hoy, o tal vez no, llenándome la cara con su estertor al llegar al clímax de su entrega, de nuestra entrega. Sintiendo en su cuerpo desatarse la pasión contenida y estallando en rubor y gotas ante la satisfacción de haberse rendido a este instinto tan bajo, tan negado, imposible.
Entonces ella, aún frente a mí, sonríe tiernamente y baja los ojos.
Entonces yo me acerco y la beso.
Y lo inevitable sucede…
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https://poringa.net/martinfcd/posts
No lo puedo creer. Va a pasar. Veinte centímetros separan nuestros rostros. Ella, apoyada sobre su hombro derecho contra la pared, yo sobre el izquierdo. Mi respiración se agita y eso hace que el perfume que la envuelve me llegue con más nitidez. Seguimos atados a nuestra mirada, ninguno quiere ceder ahora. Fue mucho el tiempo que durmió nuestro deseo bajo el dominio de lo correcto.
Hoy decidimos dejarnos llevar por nuestra inconfesable ambición. Esta sed que despierta en mi boca las ganas incontrolables de probar su cuerpo, de lamer sus pechos, de besarla entera, de saborear el jugo de su lujuria. Ahora que sé, que yo también despierto en ella, este anhelo, estas ansias de sentir el peso y la temperatura de nuestros cuerpos entrelazados, entregados y a la vez dominando y sucumbiendo el uno al otro.
Ahora sé que, en breves instantes, mi sexo hinchado de ilusión y erecto de codicia, probará el delicioso elixir de su saliva como paso previo a entrar en su cuerpo, formalizando esta unión prohibida. Donde podré besarle la boca, morderle el cuello, decirle al oído el tiempo que llevo juntando las ganas de derramar en ella esta vertiente caliente.
Y llenarla...
Después sentir en mi nariz el vaho de su aliento ardiente e incontrolablemente mío, tal vez solo por hoy, o tal vez no, llenándome la cara con su estertor al llegar al clímax de su entrega, de nuestra entrega. Sintiendo en su cuerpo desatarse la pasión contenida y estallando en rubor y gotas ante la satisfacción de haberse rendido a este instinto tan bajo, tan negado, imposible.
Entonces ella, aún frente a mí, sonríe tiernamente y baja los ojos.
Entonces yo me acerco y la beso.
Y lo inevitable sucede…
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1 comentarios - Relación prohibida
Me quedé muda. Esto definitivamente excede el contenido de la pagina.