Todo empezó cuando me contaste tu su sueño, y yo no podía creer la suerte de que tu inconsciente encajara exactamente en mi deseo. Me contaste que estábamos en un boliche lleno de gente, en un lugar superior con puerta vidriada, desde donde veíamos qué hacían los demás, y estabas esperando que te sacara toda la ropa, porque estabas muerta de ganas por coger.
Casi ni te dejé terminar que me cuentes tu sueño, cuando te dije que me había enterado de un lugar más o menos similar a tu sueño, donde podemos ir a cenar y a mirar qué es lo que hacen los demás. Me dijiste que si, que vayamos, solo a mirar.
Ya desde la puerta, las luces, los olores, los colores, todo invitaba a la sensualidad. Nuestra mesa estaba bien ubicada, y veíamos como la gente se besaban, se manoseaban, parejas, tríos, cuartetos.
Fue la cena más inquietante que tuvimos en nuestras vidas. Un vino blanco dulce hizo el resto. Dejamos el postre por la mitad, para acercarnos al lugar donde estaban bailando. Nos apoyamos en un taburete, mientras veíamos un espectáculo de gente que se tocaba, se provocaba, y se desnudaban frente a todos, mostrando sus torsos desnudos.
Gente normal, gente grande, y gente joven, bella. Todos estaban allí buscando placer. Nosotros estábamos aparentemente quietos, aparentemente vestidos, pero lo cierto es que estábamos frotándonos sobre nuestras ropa.
Supuestamente estábamos allí “solo para mirar”, pero ya estabas contoneando tu cola sobre mi pantalón, y mis manos tocándote el vientre. Hasta que vimos que en los sillones estaban cogiendo. Dos chica y un muchacho se estaban cogiendo riquísimo.
Y allí tuve la mejor idea de la noche.
Noté como dos jóvenes, unos veinte años menores que nosotros, habían clavado la vista en su boca. Así que la agarré de la cintura y la llevé a un lugar muy cerca de ellos, que se quedaron en el lugar, provocándola con la mirada.
Me miraste como pidiéndote permiso, y te miré como diciéndote que a eso habíamos venido, y te desabroché dos botones de tu camisa, para que se vean las formas de tus pechos.
Los jóvenes se acercaron. En ese lugar se sabe que el no es no, pero acá no hubo ningún no, así que no se demoraron en manosearte. Cuatro manos hambrientas estaban tocándote toda, mientras vos no dejabas de frotar tu culo en mi ropa.
Les pedí que se detuvieran. Vayan para ese sillón, les ordené. Pedí una botella de champán, y ya con los permisos otorgados, empezaron a sacarte la ropa. Te abalanzaste sobre la pija del rubio, y se la comiste de un bocado, mientras que el morochito te zampaba la pija en la concha. Yo fui solo un observador. Estaba allí para acariciar tu espalda, y disfrutar de tu placer.
Tomé al rubio de los hombros y lo hice sentar. Sabía que querías montarlo, y te lo dejé listo para que te subas sobre él. Empezaste a cabalgarlo con furia, y, pobre, no pudo soportar tu calentura. Se acabó demasiado pronto. Quedó fuera de combate, así que le hice señas al morocho que ocupara su lugar. Seguiste con lo tuyo. Cabalgándolo rico, cuando sentiste la punta de mi pija en tu culo.
Te quedaste quieta, esperando el momento de ser ensartada. Tu doble penetración era una realidad. La escena se completó con el rubio acariciando tu cuello.
Un orgasmo desbastador atravesó tu cuerpo, justo cuando el morocho también descargaba su leche dentro tuyo.
Vi tu sonrisa. La sonrisa más amplia que había visto en mucho tiempo.
Me besaste la boca, que todavía tenía el sabor de la pija del rubio, y supe, apenas terminaras de darle ese sorbo de champán desde el pico de la botella, empezarías a buscar la puta que lograra sacarme la leche.
Casi ni te dejé terminar que me cuentes tu sueño, cuando te dije que me había enterado de un lugar más o menos similar a tu sueño, donde podemos ir a cenar y a mirar qué es lo que hacen los demás. Me dijiste que si, que vayamos, solo a mirar.
Ya desde la puerta, las luces, los olores, los colores, todo invitaba a la sensualidad. Nuestra mesa estaba bien ubicada, y veíamos como la gente se besaban, se manoseaban, parejas, tríos, cuartetos.
Fue la cena más inquietante que tuvimos en nuestras vidas. Un vino blanco dulce hizo el resto. Dejamos el postre por la mitad, para acercarnos al lugar donde estaban bailando. Nos apoyamos en un taburete, mientras veíamos un espectáculo de gente que se tocaba, se provocaba, y se desnudaban frente a todos, mostrando sus torsos desnudos.
Gente normal, gente grande, y gente joven, bella. Todos estaban allí buscando placer. Nosotros estábamos aparentemente quietos, aparentemente vestidos, pero lo cierto es que estábamos frotándonos sobre nuestras ropa.
Supuestamente estábamos allí “solo para mirar”, pero ya estabas contoneando tu cola sobre mi pantalón, y mis manos tocándote el vientre. Hasta que vimos que en los sillones estaban cogiendo. Dos chica y un muchacho se estaban cogiendo riquísimo.
Y allí tuve la mejor idea de la noche.
Noté como dos jóvenes, unos veinte años menores que nosotros, habían clavado la vista en su boca. Así que la agarré de la cintura y la llevé a un lugar muy cerca de ellos, que se quedaron en el lugar, provocándola con la mirada.
Me miraste como pidiéndote permiso, y te miré como diciéndote que a eso habíamos venido, y te desabroché dos botones de tu camisa, para que se vean las formas de tus pechos.
Los jóvenes se acercaron. En ese lugar se sabe que el no es no, pero acá no hubo ningún no, así que no se demoraron en manosearte. Cuatro manos hambrientas estaban tocándote toda, mientras vos no dejabas de frotar tu culo en mi ropa.
Les pedí que se detuvieran. Vayan para ese sillón, les ordené. Pedí una botella de champán, y ya con los permisos otorgados, empezaron a sacarte la ropa. Te abalanzaste sobre la pija del rubio, y se la comiste de un bocado, mientras que el morochito te zampaba la pija en la concha. Yo fui solo un observador. Estaba allí para acariciar tu espalda, y disfrutar de tu placer.
Tomé al rubio de los hombros y lo hice sentar. Sabía que querías montarlo, y te lo dejé listo para que te subas sobre él. Empezaste a cabalgarlo con furia, y, pobre, no pudo soportar tu calentura. Se acabó demasiado pronto. Quedó fuera de combate, así que le hice señas al morocho que ocupara su lugar. Seguiste con lo tuyo. Cabalgándolo rico, cuando sentiste la punta de mi pija en tu culo.
Te quedaste quieta, esperando el momento de ser ensartada. Tu doble penetración era una realidad. La escena se completó con el rubio acariciando tu cuello.
Un orgasmo desbastador atravesó tu cuerpo, justo cuando el morocho también descargaba su leche dentro tuyo.
Vi tu sonrisa. La sonrisa más amplia que había visto en mucho tiempo.
Me besaste la boca, que todavía tenía el sabor de la pija del rubio, y supe, apenas terminaras de darle ese sorbo de champán desde el pico de la botella, empezarías a buscar la puta que lograra sacarme la leche.
3 comentarios - Cena sensual, postre y leches...
-pero... y los puntos? usted se olvida que yo solo escribo para acumular puntos?
(mentira, lo hago para mojar su bombachita, es cierto!)
abrazo!
-marche un helado para la dos!-