Mi nombre es Andrea y tengo 25 años, esto que les narraré a continuación es completamente real y me sucedió 10 años atrás cuando cursaba el tercer grado de secundaria.
Cuando era niña era muy tímida e introvertida, me costaba mucho trabajo socializar con los demás niños incluyendo mis vecinos. Solo algunos fueron con los que me pude llevar durante mi infancia, por lo que nunca fui de muchos amigos.
Conforme fui creciendo la inseguridad y la timidez se fueron agudizando, sobre todo en la adolescencia. Durante mis dos primeros años de secundaria lo único que veía era como las demás chicas de mi escuela hacían lo imposible por hacerse notar; fajaban con cualquier chico, se dejaban tocar, se les insinuaban y las más atrevidas ya tenían relaciones sexuales con sus novios o con algún amigo.
A mi me costaba mucho trabajo sobresalir, los chicos no me volteaban a ver, y si lo hacían; era solo para madrearme. Fui la típica chica a la que todo mundo le hacia bullying.
La gente desde muy chica me decía que era muy bonita. En una ocasión un maestro en la primaria me dijo que tenía una cara angelical. Me encantó que me haya dicho eso. Pero mi timidez quizá eclipsaba la belleza que algunos veían. Dentro de mi sentía un enorme deseo de poderme sentir segura como muchas de mis compañeras, deseaba poder tener amigos y poder convivir de manera natural con mis semejantes.
Pero no lo lograba. Mis padres siempre fueron muy estrictos conmigo, lo que quizá contribuía a mi inseguridad ya que generalmente descalificaban lo que hacía o no era suficiente para ellos los logros que conseguía.
Siempre fui una muy buena estudiante, obtenía calificaciones perfectas en la escuela. Pero mis padres argumentaban que era mi obligación y que no deberían felicitarme. Eso me dolía mucho.
Todas las mañanas desde que estudiaba en la primaria sacaba a mi perro a un parque cercano a mi casa para que hiciera sus necesidades. Desde que recuerdo todas las mañanas me encontraba a un hombre joven que salía a correr y hacer ejercicio en el parque. Tenía una mirada muy amable y siempre nos miraba a mi y a mi perro.
En mis temores llegaba a pensar que quizá no le agradaba vernos y que le molestaba que mi perro hiciera sus necesidades a pesar de que recogía con una bolsa los desechos de mi mascota. Muchas veces tomaba otro rumbo con la intención de no encontrarme con él, pero al final, el parque era el lugar ideal para que mi perro hiciera lo que tenía que hacer. En una ocasión pasó cerca de nosotros y se detuvo para decirme.
- Que bonito esta tu perro. Como se llama?
Tanto el comentario como la pregunta me cayeron de sorpresa, por lo que me quedé paralizada sin saber que contestar. Él lo notó por lo que no insistió y se fue corriendo no sin antes con una sonrisa desearme bonito día. Esta persona no era una belleza, pero su amabilidad lo hacía atractivo. Cada mañana que iba al parque ahí estaba haciendo ejercicio, cuando ocasionalmente nuestras miradas se encontraban el me regalaba una amable sonrisa, lo que con el paso del tiempo comenzó a agradarme.
Tímidamente levantaba la mirada para observarlo, algunas veces estaba muy metido en lo suyo, pero otras tantas me estaba observando. En ocasiones cuando levantaba la mirada con el deseo de que me estuviera observando y comprobaba que así era, rápidamente bajaba la mirada tratando de esconder el gusto que ello me generaba.
El solo sonreía, lo que hacia que imaginara que él pensaría que yo era una niña estúpida e inmadura. Esos pensamientos me torturaban por que a decir verdad me agradaba mucho el hecho que alguien posara su mirada en mi. Y no es que fuera un horror de chica. Nunca fui una chica fea, ni poseía un cuerpo feo.
En ese tiempo era delgada, cabello lacio un tanto largo, tez clara, nalguitas paradas, tetas pequeñas. Algo que me gustaba mucho de mi rostro era que se me hacían chapitas en las mejillas, así como un pequeño lunar que tenía en la parte superior derecha del labio. Con el pasó del tiempo me lo llegué a encontrar en la tienda. Cada que lo encontraba me saludaba amablemente con una sonrisa, y ocasionalmente me preguntaba por mi perro. Descubrí que vivía a media cuadra de mi casa en un edificio.
Fue en tercero de secundaria cuando tuve mi primer novio. Él era un chico que jamás escondió su deseo de cogerme, por que cada vez que me besaba me abrazaba y bajaba lentamente sus manos para ponerlas en mis nalgas, lo que no era de todo mi agrado, ya que lo hacía en la calle a la vista de todo mundo. Pero por otra parte el hecho de que pusiera sus manos en mis nalgas me erizaba la piel, me excitaba, pero al mismo tiempo me generaba cierta culpa. No me emocionaba mucho el chico, de hecho no sentía nada por él. Solo era tener novio para tratar de encajar con los demás, y la sensación que me generaba fajar con él.
En una ocasión, fueron los XV años de una compañera de mi salón, por lo que invitó a todo el salón a la fiesta. Le pedí permiso a mis padres y estos me lo dieron con la condición de que llegara a las 12 de la noche. Mi padre me advirtió que de no llegar a esa hora le pondrían seguro a la puerta y no me dejarían entrar para que aprendiera lo que era estar fuera de casa. Yo les aseguré que llegaría a la hora que ellos me dijeron. La fiesta, como la mayoría de las fiestas de XV años, estaba en su apogeo a las 12 de la noche, por lo que al darme cuenta de la hora, ya habían pasado media hora más de la que me habían dicho mis padres. Salí corriendo de la fiesta para tomar un taxi.
Durante el trayecto se soltó la lluvia que parecía una tormenta. Al llegar a mi casa bajé corriendo empapándome toda para comprobar que mi padre había cumplido su palabra; le había colocado el seguro a la puerta, por lo que llena de miedo me quedé afuera bajo la lluvia tocando para que salieran a abrirme, pero nadie salió. Completamente mojada de pies a cabeza, caminé buscando donde poder resguardarme de la lluvia. Me coloqué bajo la entrada de una casa pensando que haría.
Caminé en dirección al parque llena de angustia, cuando vi un edificio y me metí. Me senté en las escaleras muerta de frío y miedo, con una angustia terrible y con una soledad enorme. No pude evitar comenzar a llorar, me sentía completamente indefensa, con miedo a que me pasara algo. Sentía como mi cuerpo comenzaba a entumirse por el frío. No podía creer que mi padre me hubiera dejado fuera de casa. Había decidido pasar la noche en las escaleras de ese edificio cuando escuche pasos subiendo las escaleras. No quise levantar la mirada por miedo. La persona pasó y solo pude ver sus tenis mojados. Subió saludando:
- Buenas noches.
La voz se me hizo conocida y levanté la mirada. Era el hombre del parque, quien también venía empapado. Me miro con sorpresa y preguntó:
- Que haces aquí. Te puedo ayudar en algo?
Solo me solté a llorar. Él bajó y se sentó a mi lado.
- Dime, que tienes, que te pasa, te han hecho algo?
Solo moví la cabeza de manera negativa, no podía hablar por el llanto. Sin darme cuenta me recargue en él. Rodeándome con su brazo amablemente me cubrió para dejarme llorar. Sentí una protección que me dio la confianza para desahogarme. Cuando me calmé le expliqué lo que había sucedido.
- Y que piensas hacer? Me preguntó.
- No lo se. Había pensado pasar la noche aquí en la escalera. Le contesté entre sollozos.
- No, como crees? Te vas a congelar aquí. Me dijo sorprendido.
- Es que no tengo a donde ir.
- Mira, no me lo tomes a mal. Yo vivo en el tercer piso, si gustas, te puedes quedar en mi casa y mañana temprano te vas a la tuya. Me dijo.
Yo estaba tan desesperada que inmediatamente le dije que si. Ambos nos levantamos y subimos a su departamento. Al entrar pude sentir un acogedor calor. Él sacó unas toallas para secarnos.
- Te sugiero que te metas a bañar con agua caliente por que de lo contrario te puedes enfermar. Me dijo amablemente.
- No, como crees. No tengo ropa seca. Le contesté.
- No te preocupes, te puedo prestar una playera para que te la pongas para dormir, estoy seguro que te quedara como camisón.
Él era alto, fornido, tez morena clara, no mal parecido. Pero como dije antes, era muy atractivo.
- Piénsalo en lo que yo me meto a bañar.
Se metió a la regadera mientras yo me quedé observando su departamento que era muy lindo. Bastante acogedor y decorado con muy buen gusto. La luz tenue de la lámpara de la sala la hacia mucho más cálida. Me metí a su habitación para quitarme la ropa mojada. Me senté en la enorme cama King Size. La habitación tenía un agradable aroma que invitaba a no salir de ahí. Me desnudé por completo y me cubrí con la toalla. Cuando él salió de la regadera me encontró en su cuarto.
- Báñate en lo que meto tu ropa a la secadora y preparo algo de cenar.
Su amabilidad, me agradaba muchísimo. Me sentía tomada en cuenta, respetada, me hacia sentir muy segura. Cuando salí de bañarme sequé mi cuerpo y me puse la playera que él me había prestado. Estaba completamente desnuda bajo la playera, eso me daba una sensación de libertad que me hacía sentir muy bien. Cuando salí del baño, él ya había preparado sincronizadas y té helado para cenar. Mientras cenábamos charlábamos de mil y un cosas.
Hablamos de mi perro, de mi escuela, de mis padres, de su soltería, de su carrera (era medico), de cine. La charla era muy amena. Por primera vez me sentí con la suficiente seguridad para hablar con alguien. Con el tiempo me di cuenta que lo que me hizo sentir segura fue la manera en la que él me trató en ese momento; respetaba mi manera de ver las cosas, me escuchaba, ponía atención en lo que le decía, no me descalificaba. Un encanto de hombre. Serían como las 3 de la madrugada cuando dijo:
- Bueno, vamos a dormirnos por que mañana nos tenemos que levantar temprano para que te vayas a tu casa.
- Ok.
- Tu duérmete en mi habitación y yo me duermo en el sillón. Sugirió.
- No, como crees? Le conteste.
- Prefieres dormirte tu en el sillón y yo en la cama? Preguntó.
Me quedé pensativa. La verdad es que sentía mucho miedo y me sentía muy sola. Deseaba que me dijera que ambos nos durmiéramos en la misma cama. Él parecía leer mis pensamientos por que inmediatamente me dijo:
- Si lo prefieres ambos podemos dormir en la misma cama, es muy grande.
- Si. Conteste inmediatamente.
Nos dirigimos al dormitorio donde la luz de las lámparas de los burós que estaban a los lados le daba un toque acogedor a la habitación. Nunca antes había estado con un hombre y mucho menos dormir con él. No sentía ningún tipo de nerviosismo, no me sentía incomoda, sino por el contrario sentía una ligera emoción en mi pecho por estar con alguien que me hacia sentir bien. Nos acostamos y apagamos la luz de las lámparas. Nos acostamos de lado uno frente al otro guardando una prudente distancia.
- Que tengas una buena noche y que descanses. Dijo en voz baja con su clásico tono amable.
- Gracias, igualmente. Conteste también en voz baja.
Me quedé acostada con los ojos abiertos. Cuando mis ojos se acostumbraron a la obscuridad, podía mirarlo con los ojos cerrados, escuchaba su tranquila respiración. Sentí en ese momento una gran emoción de estar frente a un hombre que no trataba en ningún momento de propasarse conmigo, pero al mismo tiempo un enorme deseo de que lo hiciera. Por lo que, rompiendo el silencio de la noche me atreví a hablarle.
- Oye.
- Dime.
- Muchas gracias por todo lo que has hecho por mi. Créeme que estoy muy agradecida por eso.
Dije con la mayor sinceridad que me era posible.
- De nada. Solo hago lo que tu hubieras hecho por mi quizá si yo estuviera en una situación similar.
- En verdad crees que lo hubiera hecho? Pregunté.
- No lo se, imagino que si.
- Quizá no lo hubiera hecho. Dije apenada.
- Quizá antes de esto no lo hubieras hecho por que eres joven y un poco desconfiada.
Pero creo que si ahora sucediera; si lo harías. Dijo con mucha seguridad.
No aguanté más y me acerque a abrazarlo. Él abrió los brazos y me abrazo con mucha ternura mientras yo lo abrazaba con todas mis fuerzas.
- Gracias, muchas gracias por ser así conmigo. Le dije entre lagrimas.
- De nada.
- Por favor no me sueltes, quiero quedarme así toda la noche contigo. No me sueltes por favor. Le supliqué.
- Ok, esta bien, esta bien, tranquila, no pasa nada. Decía susurrándome al oído.
Saqué mi cara de su hombro y sin darme cuenta puse mis labios sobre los suyos. Él se quedó sin hacer nada, quizá con miedo a que eso tuviera algún tipo de consecuencia legal por ser menor de edad.
- No te gusta? Pregunté.
- No, no es eso, si no que no se si sea buena idea.
Contestó un poco nervioso.
- No te preocupes, nadie va a saberlo. Al igual que tu, no quiero que esto salga de aquí. Aseguré.
Ahora fue él quien tomándome de la nuca me acercó para darme un tierno beso que yo correspondí abriendo mi boca para dejar que su lengua entrara en mi. Con la misma ternura mordió suavemente mi labio inferior. Nadie me había besado de esa manera, me dejé llevar por sus besos. No seguimos besando jugando con nuestras lenguas mientras el me acariciaba las piernas suavemente de arriba hacia abajo con la yema de sus dedos.
Lentamente comenzó a subir su mano hacia mis nalgas, Cuando su mano se posó en mis paradas nalgas adolescentes apretándolas ligeramente sentí como mi pepita comenzó a mojarse. Sentía como palpitaba abriéndose y cerrándose como deseando que algo calmara esa inquietud. Él giró para que yo quedara montado sobre él. Instintivamente comencé a mover mis caderas de atrás hacia delante frotando mi panochita sobre él quien vestía un short y playera de lana. Podía sentir como su pito ya estaba bien parado.
Mientras me movía, él me subió la playera para quitármela y dejarme completamente desnuda ante él. Lo jalé para sentarlo y poderle quitar la playera. Cuando se la quité nos quedamos así; el sentado mientras yo lo montaba frotando mi conchita en su parado pito que parecía querer salir del short. Lo abrazaba con fuerza, quería sentir su piel tocando la mía, eso me excitó muchísimo, fue delicioso como mis pezones rozaban su marcado torso.
Mientras nos besábamos él acariciaba mi espalda haciendo que me pusiera a mil de caliente. Me hizo para atrás para besar mi cuello e ir bajando lentamente para meter una de mis pequeñas bubis en su boca. Eso hizo que suspirara. Lo hacia despacio, mientras con su lengua hacia círculos en mi pezón que inmediatamente se puso duro, repitiendo la operación con mi otra teta. Estaba sumamente caliente, con la respiración agitada, a punto de enloquecer.
En la misma posición comencé a querer bajarle el short lo cual era imposible por estar sentando y yo encima de él. Me pidió que me bajara para quitárselo. Completamente desnudo me volvió a montar sobre él en la misma posición. Rodee con mis brazos su cuello y lo besé desesperada metiendo mi lengua en su boca. Tomándome de las caderas me acercó hacia él quedando mi pepa pegada a su parado pito. Jamás olvidaré esa sensación.
Tomando mis nalgas comenzó a frotarme contra su pito. Mis labios vaginales eran acariciados al igual que mi clítoris por ese duro palo lleno de venas que me hizo gemir mientras tenía el primer orgasmo de mi vida. Aún jadeando me acostó boca arriba para quedar acostada con las piernas abiertas mientras él se encimaba en mi.
- Quiero ser tuya, quiero que tu seas el primer hombre en mi vida. Le dije
- Nunca los has hecho? Pregunto.
- No, nunca, pero quiero hacerlo contigo. Le dije sumamente caliente.
- No mi amor, quizá no sea buena idea. Me dijo.
- Por que no? Ándale, por favor métemela, te quiero sentir dentro de mi. Le pedía.
Ahí estaba suplicándole a ese hombre que me cogiera, que me hiciera mujer. Estaba dispuesta a todo con él.
- Mejor vamos a seguir jugando un poco. Me dijo.
Separó nuevamente mis piernas para posar su parado pito sobre mi papayita, la cual jamás había afeitado y estaba llena de bellos lacios mismos que ya estaban empapados de mis jugos por lo caliente que estaba. Con todo su tronco comenzó frotarlo de arriba hacia abajo sobre mi panocha haciendo movimientos pélvico. Me tenía con todas las piernas abiertas masturbándome con su pito.
- Ahhhhh que rico mi amor. Por favor métela. Le suplicaba.
- Disfruta esto chiquita. Me decía entre jadeos.
Yo hacia movimientos pélvicos también de arriba hacia abajo para ver si en un descuido ensartaba su pito en mi. Mi respiración nuevamente comenzó a agitarse, regresando esa sensación de escalofrío en la espalda. Antes de estallar nuevamente, él se despego de mi cuerpo y me tomo por debajo de mis nalgas para levantarme y llevarse mi panocha a la boca. Que rica experiencia estaba viviendo. Me dio mi primera mamada de panocha mientras yo tenía mi primer orgasmos en la boca de alguien. Estire mis piernas al máximo mientras parecía que me vaciaba en su boca. Grite de placer, mientras el seguía atendiendo mi clítoris con su lengua hasta el punto en que pensé que perdería el conocimiento.
- Ya por favor, para, para por favor. Le pedí.
Me soltó y mi cuerpo cayo sin fuerza en la cama. Estaba sin poder dar crédito a lo que estaba pasando. Hasta hace un par de horas estaba en una fiesta de quince años bailando con chicos de mi edad, divirtiéndome como la adolescente que era. Y en ese momento estaba en el departamento de un hombre mayor disfrutando de algo que hasta ese momento desconocía y que me estaba encantando.
Nos recostamos en la cama. Él me abrazo amorosamente y me besó con la misma ternura. Tenía su verga bien parada, él no había terminado aún. Tome ese hermoso miembro que era como de unos 17 cm. Un poco grueso y si prepucio. Con una gorda cabeza que brillaba por la miel que salía de su rayita. Con mi mano comencé a masturbarlo mientras le decía:
- De verdad no quieres metérmela?
Imagino que él pensó que una oportunidad de ese tipo difícilmente se le volvería a presentar. Me comenzó a besar de nueva cuenta, mientras acariciaba mis nalgas. Con su dedos empezó a acariciar la rayita entre mis nalgas, eso me encendió otra vez. Fue bajando con su dedo hasta tocar mi culito con él. La sensación me recordó cuando siendo una niña mi madre me introducía supositorios cuando en ocasiones enfermaba.
Que sensación tan más deliciosa. Me coloco boca abajo y comenzó a echarme encima aceite para bebé. Con sus manos inicio un masaje en mis nalgas metiendo sus dedos entre ellas acariciando mi ano que al igual que mi panochita palpitaban pidiendo pito. Todas mis nalgas estaban llenas de aceite, por lo que metió su parada verga entre ellas y comenzó a hacerse una chaqueta en mis nalgas. Sentía como mi ano se dilataba por la fricción de ese palo. Las caricias en mi culito me calentaron nuevamente que insistí:
- Por favor, métemela.
Él parecía no querer meterse en problemas debido a mi edad. Pero créanme que jamás por mi cabeza pasó contarle a alguien lo que estaba sucediendo en esa habitación. Como él parecía no hacerme caso y seguía frotando su verga entre mis nalgas, estiré mi mano para tomar su pito y apuntarlo a la entrada de mi colita. Él quiso protestar pero le suplique:
- Por favor, solo un poco, te quiero sentir dentro de mi.
- No. Decía con voz entrecortada.
- Métemela por atrás si el problema es mi virginidad.
Tenía la punta de su verga recargada en mi ano. Levante lentamente mis nalgas para ensartarme en ese duro pito que me tenía ardiendo de caliente, pero el excesivo aceite hacia que se resbalara de mis manos haciendo imposible la maniobra.
- Déjame hacerlo a mi. Me pidió.
Me puso de lado y se colocó detrás mío en posición de cucharita, con una mano levanto mi pierna, mientras que con la otra apuntó su verga en la entrada de mi culo. Lentamente empujo y sentí como mi ano se estiró para dejar pasar ese duro pito dentro de mi intestino. Que sensación tan más deliciosa, no me dolió absolutamente nada. Fue quizá lo caliente que estaba que mi colita se había dilatado lo suficiente que sentía centímetro a centímetro como su verga iba invadiendo mi interior sin dolor alguno.
Solo un cosquilleo en mi cuerpo hacia que la experiencia fuera placentera. Se quedo un momento sin moverse para dar paso a los movimientos de mete y saca que hacían que mi respiración se agitara. Podía escuchar el sonido cada vez que entraba y salía su verga de mi culo. El comenzó a acelerar sus movimientos, lo que me provocaba un inmenso placer.
- Te gusta mi vida? Me preguntó.
- Si mi amor, es muy rico, me gusta mucho. Contesté entre jadeos.
- Quieres que siga haciéndolo?
- Si mi vida, sigue así por favor. Le suplique entre pujidos.
Giró para quedar abajo y yo encima de él dándole la espalda sin siquiera sacarme su verga del culo. Juntó mis piernas y las rodeó con sus brazos para apoyarse y comenzar a bombearme fuertemente. Sentí nuevamente esa deliciosa sensación que anuncia un rico orgasmo. Me vine tan fuerte al mismo tiempo que sentía como su verga se inflamaba dentro de mi para dar paso a un calor que invadió mi recto.
Se estaba viniendo en mi culito. Era la primera venida que recibía en mi vida. Empujaba fuertemente como queriendo exprimir hasta la ultima gota de leche dentro de mi. Exhausto me soltó las piernas y quede tendida sobre él aun con su verga dentro. Ambos respirábamos agitadamente. Poco a poco su verga fue perdiendo su dureza y salió de mi ano lentamente. Sentí como su leche comenzó a escurrir de mi culo. Una vez repuestos el se levantó al baño para lavar su verga. Cuando regreso me preguntó:
- No quieres ir a limpiarte?
Me levante y fui al baño para sentarme en la taza y sacar toda la leche que me había aventado dentro. Era bastante. Me limpié y en el papel quedaron restos de leche con excremento. Probablemente lo había manchado. Eso me apeno un poco. Cuando regresé a la habitación ahí estaba acostado desnudo sobre la cama. Estiro su mano invitándome a acostarme a su lado. Sin pensarlo fui y me recosté en su pecho mientras el me acariciaba mi espalda de una manera muy tierna.
Me sentí inmensamente feliz de que estuviéramos abrazados como si fuéramos viejos amantes. En ese momento no pensé en nada más que no fuera en él y en lo perfecto que era ese momento. Platicamos de muchas cosas abrazados bajos las sabanas. Por primera vez me sentí mujer. Sabía que algo había cambiado para siempre en mi vida, había abierto una nueva puerta que me llevaba a un mundo de placer. Quería quedarme ahí con él para siempre.
Comenzamos a besarnos de nueva cuenta. Con mucho mayor confianza jugaba con su lengua dentro de mi boca. El besaba mi cuello lentamente lo que me calentó de inmediato. Me acostó boca arriba y comenzó a besar todo mi cuerpo. Abrió mis piernas para comenzar a darme nuevamente una rica mamada de panocha. Con sus dedos abría mis labios vaginales para acariciar con su lengua mi clítoris, caricia que hacia que me arqueara del placer. Encendió las luces de las lámparas del buró.
- Quiero ver tu himen. Me dijo.
- Dudas que sea virgen? Le pregunte.
- No, no es eso, solo es un deseo de mirarlo.
Abrió mis labios y se quedo viendo dentro de mi.
- Es hermoso. Me dijo.
- Es tuyo si así lo deseas. Le conteste con mucha seguridad.
Con su lengua acaricio mi himen que deseaba ser roto por ese hombre que con una simple sonrisa y su amabilidad había logrado lo que muchos chicos con insistencias y suplicas no habían logrado.
- Que hermosa panochita tienes. Es deliciosa. Me dijo amorosamente.
- Cómela toda, es solo tuya. Le dije.
Siguió mamando hasta que nuevamente me arranco un orgasmo tan intenso como los anteriores. Entre gritos y gemidos le dije que lo amaba. Una vez repuesta, ahora fui yo quien lo acostó boca arriba. Besé su fornido torso, pasando mi lengua por sus pezones, bajando lentamente por sus piernas hasta llegar a sus ingles. Nunca le había mamado la verga a alguien, pero en ese momento al ver nuevamente su pito bien parado me excite demasiado que no lo pensé tanto y me lo metí a la boca. Él suspiro mientras comenzaba a succionarlo de arriba hacia abajo.
- Ahhhhh… que rico mi amor, sigue así. Solo hazlo con tu lengua y labios. Me pedía.
Yo seguía las instrucciones que me iba dando. Sentía como su palo palpitaba dentro de mi boca. Un sabor salado pero agradable invadía mi boca.
- Ven, también quiero mamarte. Me pidió.
Me montó sobre su cara mientras yo quedé frente a su verga para hacer lo que después supe era un 69. Que delicia fue en ese momento mamar mientras era mamada. Una sensación indescriptible. Me encontraba completamente extasiada. Me separé de él y me di la vuelta para montarme sobre su pito. Nuevamente comencé a frotar mi conchita en el tronco de su verga haciendo movimientos pélvicos de atrás hacia delante.
- Por favor, no te muevas ni hagas nada. Le pedí.
Tome su verga y la apunte a la entrada de mi panocha que ya estaba nuevamente escurriendo de lo caliente que estaba.
- Estas segura que lo quieres hacer? Me preguntó.
Como respuesta me senté lentamente en su verga que rompió limpiamente lo que muchos llaman prueba de pureza. Sentí como su verga invadió por completo mi empapada panocha que no sintió dolor alguno como tantas veces había leído y escuchado. Me quedé quieta un instante sin moverme. Él me tomo de mis caderas y comenzó a subirme y a bajarme lentamente para que acariciara su verga con mis paredes vaginales, o lo que es lo mismo; para que él acariciara mis paredes vaginales con su verga.
Nunca pensé que eso fuera coger. Siempre tuve el prejuicio de que era doloroso y desagradable. Por el contrario, era la sensación más placentera que había experimentado hasta ese momento. Comencé a darme de sentones en su verga cada vez más fuerte lo que provocó que me comenzara a venir nuevamente. Hasta ese momento ya había perdido la cuenta de las veces que me había venido durante la noche.
Nos giramos quedando yo debajo de él, colocó mis piernas en sus hombros y comenzó a bombearme lentamente haciéndome vibrar a cada embestida que me daba. Sacó su verga y me volteo en posición de perrito. Acaricio mi pepita con su lengua para lubricarla más. Lentamente fue metiendo su pito hasta que lo sentí llegar al estomago. Tomando mis caderas comenzó a moverme de atrás hacia delante mientras yo gemía de placer.
- Ahhhhh… así, así, así, así… Repetía a cada metida. Mientras él acariciaba mi espalda.
Tomándome de los hombros me levantó para quedar los dos hincados, él detrás de mí bombeándome deliciosamente mientras acariciaba mis tetas con una mano, mientras con la otra masajeaba mi clítoris, lo que hizo que nuevamente me viniera entre gritos y palabras de amor de mi hacia él.
Me jaló hacía la orilla de la cama para quedar solo acostada en mi espalda mientras mis nalgas quedaban volando y quedar sostenidas por mis piernas abiertas sobre la parte lateral de su brazos. Me dejo ir su verga nuevamente con movimientos de afuera hacia adentro. Por momentos se detenía para dejarme su verga dentro y hacer movimientos de cadera en circulo. Me sentía completamente llena en todos los aspectos.
Me pidió que lo tomara de su cuello y así lo hice. Rodeé su cuellos con mis brazos y me levantó de la cama. Parado mientras yo quedaba con las piernas abiertas a merced de su verga que entraba y salía de mi, me tomó de las nalgas para subirme y bajarme de su chile provocándome otro orgasmo sensacional. Él comenzó a acelerar sus movimientos, su respiración y gemidos anunciaron que estaba punto de terminar. Y así fue, entre gritos de los dos aventó su semen dentro de mi haciéndome gritar de placer.
Lentamente me acostó en la cama y ambos quedamos exhaustos tendidos en ella. Ya eran las 6 de la mañana, habíamos estado toda la noche cogiendo. Nos quedamos acostados abrazados viendo como el amanecer iluminaba la habitación. Fue verdaderamente hermoso para mi. Nos levantamos y nos metimos a bañar donde tiernamente me lavo mi cuerpo y yo el suyo.
Nos despedimos entre besos y palabras hermosas. Acordando repetir la noche en otra ocasión. Nos dimos nuestros celular y nuestro correo electrónico. Me fui a mi casa sin el menor miedo, me sentía muy segura de mi misma. Al llegar a casa, mi padre furioso arremetió contra mi a golpes. Créanme que no me importó en lo más mínimo, por que gracias a él esa noche me había convertido en mujer lo cual hasta el día de hoy le agradezco. Que paradójico que mi padre queriendo evitar algo fue quien me lanzo a descubrir lo que tanto miedo tenía él que descubriera.
Me castigaron un mes sin salir, solo por las mañanas salía a pasear a mi perro al parque. Ahora lo hacia con mucho más gusto por que existía un nuevo motivo por el cual iba al parque. Cada mañana iba a recibir el regalo de su sonrisa. Durante ese mes de castigo, solo nos comunicamos por celular y por correo electrónico. Cada mañana que lo veía quería correr a sus brazos y nunca separarme de él.
Por primera vez experimente lo que era amar a alguien, y estar dispuesta a dar la vida por ese ser amado. Cuando me levantaron el castigo, le decía a mis padres que iba al cine o a la casa de una amiga y me iba a su departamento donde nos entregábamos a las más ricas sesiones de sexo. Él me enseñó todo lo que hasta el día de hoy sé sobre sexo. Me cogió como quiso y por donde quiso, obviamente con mi consentimiento.
Siempre fue muy respetuoso conmigo, siempre me dio mi lugar. Ocasionalmente íbamos al cine, cada quien llegaba por su lado y dentro de la oscuridad de la sala nos sentábamos juntos tomados de la mano o abrazados. Una vez que terminaba la función nos separábamos y tomábamos rumbos diferentes. No podíamos mostrarnos en publico por que yo seguía siendo menor de edad.
Mis padres jamás aceptarían si quiera que fuéramos amigos. Por lo que nuestra relación siempre fue a escondidas. Así pasaron dos años, donde tanto él como yo acordamos no tener ninguna relación con otras personas. Recuerdo que en nuestro primer aniversario, preparo una deliciosa cena y lleno su departamento de velas. Después de cenar me llevo cargando en sus brazos a la habitación y me hizo el amor como nunca mientras me repetía entre jadeos que me amaba. Fue una de las noches más hermosas de mi vida. Teníamos una relación maravillosa, la cual terminó cuando a él lo transfirieron a un hospital en otro estado lejos de donde yo vivía.
No podía irme con él por que eso hubiera generado problemas legales. Nos despedimos con lagrimas en los ojos. Él me dijo que no me buscaría por que ambos debíamos seguir con nuestra vida, que yo debía de encontrar alguien de mi edad. Ocasionalmente le mandaba un e-mail suplicándole que regresara. No recibí respuesta alguna. Entré en una fuerte depresión. No quería comer, ni ir a la escuela.
Mis padres se asustaron y me mandaron a terapia. Durante 5 años nos pude establecer relaciones de pareja con alguien, siempre estaba él en mi mente, nadie satisfacía mis necesidades como mi primer amante. Los chicos de mi edad se me hacia muy tontos e inmaduros. Con el tiempo y la terapia fui superando lo sucedido.
Hoy tengo 25 años y tengo una relación con un chico de mi edad que al igual que mi primer amante es medico, tenemos una vida sexual plena, y estamos pensando en casarnos. Pero a pesar de haber encontrado una estabilidad emocional, ocasionalmente pienso en ese primer amante que mi hizo descubrir lo hermosa y lo dolorosa que puede ser la vida.
9 comentarios - Mi Primera Vez, Cuando Perdi Mi Virginidad.