100 lugares donde tener sexo es una serie de relatos que tiene como fin ampliar las opciones del lector, ayudándolo a encontrar un nuevo universo de oportunidades en donde disfrutar del sexo. Es necesario para ello aclarar que cuando hablamos de sexo no nos referimos solamente a la penetración, sino que también incluimos sexo oral, sexo verbal, toqueteo y todo lo que pueda calentarnos y excitarnos. Espero que lo disfruten y que los ayude a ampliar sus márgenes de placer.
CAPITULO 1
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Capítulo 12:
Salimos corriendo de la casa al darnos cuenta que nos habíamos confundido de horario. El hecho de pensar que podíamos llegar a perder el micro nos hiso volvernos locos y terminamos de armar las valijas a toda velocidad. Nos subimos a un taxi y le dijimos que estábamos apurados y que teníamos que llegar a la terminal en menos de media hora, lo que hizo que el señor manejara a toda velocidad por las calles de la ciudad. Llegamos, le pagamos y empezamos a correr entre los andenes sin saber de dónde salía nuestro micro. Entonces lo vimos y empezamos a hacerle señas para darle a entender que estábamos llegando. “Justo” nos dijo el señor que cortaba los boletos y después nos explicó que se estaba terminando la media hora de espera. Nosotros nos miramos y respirando agitadamente nos empezamos a reír sin poder creer la suerte que habíamos tenido.
Me llamo Mateo, tengo 25 años y estoy de novio con Danisa hace ya 2 años. Nos conocimos gracias a un amigo en común y desde la noche en la que nos presentaron sentimos una atracción hacia el otro. Empezamos a salir con la idea de divertirnos y poco a poco fuimos descubriendo que éramos el uno para el otro. Al poco tiempo nos pusimos de novios y desde ese día comenzamos una relación que viene creciendo poco a poco desde el primer día.
Si me preguntan por el sexo, debo contarles que somos muy activos. Además de ver a Danisa como una chica inteligente, simpática y divertida, me encanta su cuerpo, su actitud dominante y su impulsividad a la hora de complacerme. Los dos estamos siempre dispuestos a divertirnos y calentarnos en cualquier momento y nuestro fin es poder complacer al otro. Es por eso que puedo decir muy orgullosamente que tenemos sexo casi todos los días y en algunas ocasiones lo hacemos más de una vez por día. Desde que empezamos hasta que terminamos, estamos todo el tiempo pensando cómo complacer al otro y cómo hacerlo gozar al máximo.
Desde hace tiempo que venimos planeando este viaje a Córdoba, pues queremos salir un poco de la rutina de la ciudad y escaparnos un fin de semana a otro lado. Ahorramos la plata, investigamos un poco el destino e hicimos todas las reservas para viajar el miércoles a la noche y así poder aprovechar todo el fin de semana largo en las sierras. La idea principal era despejar nuestras mentes y poder relajarnos un poco, pero los dos sabíamos que muy probablemente nos la pasáramos encerrados en la cabaña, totalmente desnudos y gozando por horas. La sola idea de pensar en ello, nos calentaba muchísimo y nos prendía a mil. Eso fue un problema…
Ese miércoles a la noche yo ya estaba con la idea de llegar al día siguiente a Córdoba y hacerle el amor a Danisa como loco. Nuestro colectivo salía a las 12 de la noche y viajaba por más de 8 horas hasta llegar a nuestro destino. Pero por alguna razón, las escenas que pasaban de mi cabeza sobre lo que iba a venir ni bien llegáramos al lugar, hacían que la pija se me pusiera al palo y ella lo notó. Es por eso que después de comer, me acerqué lentamente a su silla por detrás y empecé a besarle el cuello, sabiendo que eso la prendía muchísimo.
- Mateo, vamos a llegar tarde.- Me dijo Danisa pero no se movió ni un centímetro y dejó que la siguiera besando.
Teníamos tiempo, todavía no eran ni las diez de la noche y ya teníamos casi todo listo. Fue por eso que decidí seguir con mi sesión de besos y a ella le sumé mis manos, las cuales enseguida fueron a sus tetas para masajearlas suavemente por encima de la ropa. “Mateo…” insistió mi novia pero en vez de cortar el momento, dejó que mi boca llegara a la suya y que mi lengua empezara a abrir sus labios. Estaba seguro de que el fin de semana íbamos a coger muchísimo y que la íbamos a pasar muy bien, pero por alguna razón no quería esperar a que eso sucediera y quería complacerla ya.
Rápidamente corrí su silla de lugar y me paré en frente de ella para continuar con el juego. “Mateo, no tenemos tiempo” insistió ella pero al ver que el reloj marcaba las diez menos cinco supe que no solo teníamos tiempo, sino que muy probablemente íbamos a poder jugar más de una vez. Me agaché en frente de ella y comencé a desabrocharle el pantalón, el cual Danisa me ayudó sacándoselo por completo. La miré desde abajo y le regalé una sonrisa morbosa para luego bajar hasta sus muslos y besarlos delicadamente mientras corría su tanguita de lugar.
- Mateo…- Insistió ella una vez más pero sus palabras quedaron ahogadas.
Pasé mi lengua por encima de su concha, mojándosela de abajo hacia arriba y presionándola con fuerza. Danisa entonces se recostó contra el respaldar del asiento y se dejó que yo siguiera jugando con mi lengua. Me encantaba chuparle la conchita y comérsela como loco. Lo hacía moviendo mi lengua de un lado al otro, saboreando sus labios y acariciándole el clítoris con mis dedos. Sus gemidos, eran la banda sonora perfecta de esa situación, la cual me encantaba oír y me hacía saber lo mucho que disfrutaba de eso. Yo me movía como loco, sin poder controlar mi cabeza que iba de lado a lado y sintiendo como adentro de mi pantalón, mi pija se endurecía por completo.
Entonces el reloj marcó las diez en punto y ella saltó de golpe. “¡Mateo, vamos a perder el micro!” me dijo y yo le dije que se calmara pues todavía teníamos dos horas. Fue en ese momento cuando mi novia me aclaró que en realidad había sacado pasaje para las diez y media y no para las doce, pues no había conseguido lugar en ese colectivo. Rápidamente me levanté del piso y salí corriendo a la pieza para terminar de armar el bolso. Hicimos todo a las corridas, nos bajamos, nos tomamos un taxi y llegamos a la terminal cerca de las once de la noche, para subirnos justo al micro que estaba a punto de salir.
Por suerte para nosotros, este estaba bastante vacío, lo que evitó que la gente nos echara miradas de desprecio por haberlos hecho esperar una media hora. Dani hacía sacado dos asientos al fondo en la parte de abajo, la cual solo tenía otros cuatro lugares ocupados, dos en la primera fila y dos adelante nuestro. Dijimos un “hola” algo avergonzamos y nos sentamos al mismo tiempo que el micro arrancaba su viaje. Después de una media hora en la que no dijimos nada y apenas nos mirábamos de reojo, nuestros ojos se encontraron y dejaron escapar una carcajada que hizo que la pareja de viejos que estaba adelante nuestro se diera vuelta.
Tras una hora de viaje y de que repartieran un sándwich y una gaseosa, apagaron las luces y empezaron a pasar una película de acción que poco nos atrapó. Ella estaba del lado del pasillo, mientras que yo miraba por la ventana como la ciudad había quedado atrás y ahora todo era campo y oscuridad. Fue en ese momento cuando mi novia se acercó a mí y me dijo que casi perdemos el micro por mi culpa. A pesar de eso, yo no dije nada y sonreí, pues había disfrutado cada segundo en el que había tenido su concha empapada en mi boca. Al ver mi reacción, Danisa me preguntó qué era lo que me causaba gracia y yo automáticamente le dije que me había quedado muy caliente de lo que habíamos hecho en el departamento antes de salir.
- Cuando lleguemos a Córdoba lo terminamos.- Me dijo ella y me regaló un besito.
- Yo sigo muy caliente.- Le dije y entonces ella me miró extrañada.
- ¿Todavía la tenés dura?- Me preguntó y miró de reojo mi pantalón.
- Fijate.- La desafié yo y volví a sonreír.
Ella automáticamente apoyó su mano encima de mi pantalón y apretó suavemente para sentir como mi verga seguía parada a pesar de que había pasado muchísimo tiempo desde esa situación. “¡Mateo!” dijo retándome y sacó la mano enseguida pero pude ver como en su cara se dibujaba una sonrisa morbosa. La conversación quedó ahí y al final nos terminamos enganchando con la película a pesar de que ya la habíamos visto en la tele hacía bastante tiempo. Cuando esta termino y el televisor se apagó, la oscuridad se hizo casi total en el micro y esta solo se rompía por una pequeña luz roja que estaba adelante del pasillo que señalaba el camino al baño.
Danisa giró su cuerpo lentamente hacia mí y apoyó su cabeza en mi hombro, con la intención de dormirse sobre este, o al menos eso creía yo. Levantó su mano y la bajó por encima de mi cintura y muy sutilmente la fue trasladando hasta que quedó apoyada encima de mi pija. Unos suaves latidos le dieron a entender que yo todavía estaba excitado y dispuesto a jugar con ella en ese lugar. Su mirada se elevó y se encontró con la mía, por lo que le devolví un guiño con un ojo haciéndole saber que podía seguir adelante. Ella captó el mensaje y comenzó a desabrocharme el pantalón, olvidándose de que teníamos dos personas sentadas en el asiento de adelante.
Metió su mano por debajo de mi bóxer y se encontró con que mi pija seguía firma después de todo ese tiempo. Lentamente empezó a acariciarla y al sentir sus dedos por encima de mi piel, no pude evitar relajarme y recostarme sobre el asiento para ponerme cómodo. Ella agarró mi pija firmemente y comenzó a mover su mano suavemente hacia adelante y hacia atrás. Pero la ropa la limitaba muchísimo y no podía pajearme como ella quería, por lo que se animó a sacármela de adentro del bóxer y a dejarla al descubierto en medio de esa oscuridad.
Poco a poco empezó a pajearme con ganas y yo sentí un placer hermoso invadir todo mi cuerpo. Me encantaba la manera en la que Danisa movía su mano lentamente hacia arriba y hacia abajo por toda mi verga haciendo que esta se endureciera por completo. Cuando llegaba a la punta, pasaba uno de sus dedos por la cabeza y recogía la humedad que había salido de esta para trasladarla por todo el tronco. El ruido de la ruta y del colectivo moviéndose tapaba los sutiles gemidos que yo dejaba escapar sin poder controlar mi calentura.
Fue en ese momento cuando ella levantó la cabeza de mi hombro y la bajó delante de mí para empezar a chupármela. Rápidamente cerré los ojos y me mordí los labios para controlar la calentura que sentía en ese momento. Danisa subía y bajaba su cabeza a toda velocidad, recorriendo cada centímetro de mi pija y llenándose la boca con ella. Abrí los ojos y pude ver como su pelo tapaba la imagen, pero sentía el placer de sus labios calientes recorriendo mi verga que no daba más de lo dura que estaba.
- Voy a acabar.- Le dije en un susurro para que no escucharan los viejos que estaban sentados adelante nuestro.
No sabía si ella lo había escuchado, pero si lo hizo no cambió en nada, pues siguió subiendo y bajando su boca por mi verga a toda velocidad. Entonces el placer máximo invadió mi cuerpo y el morbo de estar en esa situación se apoderó de mí y comencé a acabar. Danisa se frenó de golpe y dejó que mi descarga de leche llenara su boca, succionando cada mililitro de semen y tragándoselo por completo para no dejar evidencia de lo que había pasado en ese asiento.
Después de eso, se levantó, se acercó a mi oído y me preguntó si ya estaba mejor a lo que yo le respondí que sí con un tono muy relajante. Ella volvió a recostarse en mi hombro y cerró los ojos en el mismo momento que la vieja de adelante se levantaba y se iba al baño sin saber lo que había pasado detrás de ella. Todavía faltaban varias horas para que llegáramos a destino, pero yo ya estaba pensando en todas las cosas que íbamos a hacer juntos. El problema, era que para poder hacer todas esas cosas que pasaban por mi mente, teníamos que quedarnos en la cabaña y estar dispuestos a no usar nada de ropa por todo el fin de semana.
Lugar n° 12: Micro de larga distancia
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