No dejes de pasar por mi mejor post
http://www.poringa.net/posts/imagenes/4084661/Mi-amada-esposa.html
No te vas a arrepentir!
Ese dÃa darÃa el primer paso en lo que sin imaginar serÃa mi nueva vida, entrarÃa en el cÃrculo de amigos de Pedro con un rol activo y sexual, y sin darme cuenta las partidas de naipes pasarÃan a ser partidas de naipes y sexo.
De pronto me sentà el trofeo por el cual se disputaban los hombres, la joya más preciada, no me molestó hacer cornudas a muchas mujeres y por mucho era la más joven de las aburridas esposas de turno.
Empecé a coger con uno, con otro, a saciar mi instinto de mujer, si Pedro ganaba, ganaba dinero, si Pedro perdÃa, yo pagaba, ese era el trato.
Esa necesidad de tener sexo fue cumplida en demasÃa, me transformé en una especie de ninfómana que necesitaba cada vez más verga, y Pedro disfrutaba a su manera con todo esto, él tenÃa la más bella y la más puta de las mujeres y él era el único dueño de esa mujer, aunque la compartiera con todos…
Cambié poco a poco mis costumbres, de pasar casi desapercibida en las reuniones comencé a ser centro de las mismas, empecé a vestirme cada vez más provocativa, empecé a beber y a fumar también…
Era muy loco, a veces me cogÃa alguno en la habitación y yo gritaba exagerando un poco, dolo para que los que estaban afuera me escucharan…
Por lo bajo, sus amigos empezaron a referirse a mi como ‘la puta de Pedro’ y si bien no me molestaba por mÃ, me molestaba por el…
Y Pedro verdaderamente hacÃa honor a su promesa, siempre me harÃa sentir mujer, aunque el ya casi no pudiera cogerme, y siempre me sorprendÃa, de una forma o de otra, sus locuras y sus ideas se me hacÃan un pecado irresistible…
Cuando llegó a los sesenta hicimos una gran fiesta con sus amigos, el cáncer de pulmón lo estaba matando, usaba un bastón para soportar su cuerpo, a pesar de todo, su familia lo habÃa olvidado.
Fiel a su costumbre, me dijo
- Quiero que te vistas hermosa para mÃ, quiero disfrutar de mi mujer…
No quiso decirme mucho, él no era de decirme mucho acerca de sus planes…
Esa noche me bañé, depilé mi sexo como a él le gustaba, me puse una pequeña tanga calada, de esas que dejan los glúteos al aire, me calcé en mis tacos altos y desfilé para el como solÃa hacerlo, es gracioso, el repetÃa que el cáncer no lo matarÃa, que serÃa yo quien le provocarÃa un paro cardÃaco.
Lo dejé elegir un vestido entre tantos, seleccionó uno negro rasado un tanto ajustado, corto abajo apenas pasando mi sexo, dejando mis torneados muslos descubiertos.
Cuando llegó el remisse se apoyó en el bastón y puso su brazo libre en jarra, para que yo lo tomara y con su habitual sentido del humor dijo
- Por las dudas… tu solo dime ‘papá’
El viaje en el coche fue un tanto loco, a pesar de todo Pedro mantenÃa ese lobo hambriento en algún lugar de su cuerpo, noté como miraba con poca discreción mis piernas, sentada en el asiento trasero de coche el vestido se levantaba más de lo aconsejado, dejando mi tanga al lÃmite del precipicio. Tomé una de sus manos y la apoyé sobre mi muslo, entonces discretamente la subió hasta llegar a mi entrepierna, solo me abrà un poco para que sintiera la temperatura caliente de mi concha, amaba demasiado a ese hombre y me mojaba con solo un roce, no pasó mucho más, pero con ganas hubiera congelado en mi mente ese momento…
Llegamos a la casa de Rogelio quien oficiaba de anfitrión, un solterón mujeriego empedernido, quien por supuesto ya me habÃa cogido varias veces, era la única mujer, todos amigos de Pedro con quienes solÃan hacer esas ruedas de naipes hasta altas hora de la madrugada, incluso mi hombre especial, Ezequiel estaba esa noche.
Me sentÃa intrigada, tantos hombres, yo la única, sabÃa que algo se traÃan entre manos, pero no sabÃa que…
Trajeron un gran pastel, cantaron el feliz cumpleaños, comimos, brindamos, bebimos, jugaron unas manos de naipes, fumaron, y yo permanecà todo el tiempo junto a Pedro.
En algún momento de la madrugada, Rogelio le preguntó a Pedro
- Amigo… es tarde… quieres el regalo que nos pediste?
El solterón al decir estas palabras me miró de una forma que hasta me incomodó, pero mi esposo, sonrió y asintió con la cabeza, al tiempo que me miró y me guiño un ojo.
Uno de los hombres me tomó de la mano y me llevó a unos metros de donde estábamos, ante la atenta mirada del resto y en especial de la de Pedro, llegamos a una mesa de pool, el tipo me tomó de la cintura y me ayudó a sentarme sobre la misma colándose entre mis piernas, haciendo que el vestido se subiera más de lo aconsejado, tomó entonces la tanga entre sus dedos y me la retiró con cuidado para dejarla a un costado, sacó su pija delante de todos y zas! Me la enterró sin preámbulos, me sentà tan puta, tan sucia siendo cogida ante tantos hombres…
Empezó a moverse en mi interior, empecé a mojarme y a gemir poco a poco, mirando fijamente a Pedro, solo lo miraba a él, para mà solo estaba el, solo me importaba el, solo querÃa verlo gozar a él, cada gemido era para él, cada gesto era para él, era puta, pero solo para él…
Yo sentà en ese momento como si mi esposo me estuviera cogiendo, aunque solo mantenÃamos contacto visual, intuà que el sentÃa lo mismo que yo…
El tipo no taró mucho en acabarse, salió y le dio lugar a otro, que hizo exactamente lo mismo, me cogió sobre la mesa hasta llenarme la concha de leche, Ezequiel siguió, y otro, y otro más, uno a uno me fueron cogiendo como a la peor de las putas, mi concha pronto se llenó en un crisol de semen, y comenzó a formarse un pequeño charco sobre la verde felpa…
Cuando todos habÃan pasado por mi sexo me ayudaron a incorporarme, esa mezcla de leche chorreó en forma incontenible por mis piernas llegando a mis rodillas. Me limpié como pude, aun con mi sexo ardido por tanta verga, me puse la tanga y me acomodé el vestido como toda una dama…
No fue mucho más por esa noche, pronto llegó el remisse, todos los viejos amigos saludaron a Pedro y a su puta, afuera hacÃa frÃo y mi esposo puso su saco sobre mis hombros…
De regreso ambos estábamos en silencio, me sentÃa un tanto incómoda porque solo sentÃa fluir semen de mis entrañas, sabÃa que mi tanga estaba toda impregnada y que posiblemente ya se estarÃa manchando el vestido, y quizás, hasta el asiento del coche.
Pedro se veÃa feliz, como si hubiera tenido la mejor noche de sexo de su vida, lo miré y le dije en un tono como para que solo él me escuchara y a su vez no llamara la atención del chofer
- Por qué lo haces? Te gusta ver como extraños se cogen a tu mujer?
- Para mà no hay extraños, para mà solo estás tú, solo estoy yo…
- Eres loco… y no te preocupan lo que dicen tus amigos a tus espaldas?
- No se… que dicen?
Él sabÃa bien como me apodaban, solo jugaba conmigo
- Qué soy la ‘puta de Pedro’, no crees que deberÃan respetarme? O por lo menos respetarte a ti?
Mi marido miró entonces por la ventanilla del coche, se acarició la barbilla y dijo
- Déjalos, no me importa, yo solo quiero verte feliz, y si eres feliz, pues yo soy feliz…
La verdad que hasta me parece increÃble todo lo que vivÃ, muchas veces hablábamos con mi amor y nos sincerábamos, muchas veces me comentó que en algún punto sentÃa envidia de sus amigos, pero se contentaba con poder cogerme muy de tanto en tanto, el me adulaba, me decÃa que era hermosa, que era única, que era especial, y que no le importaba cuantos tipos me cogieran, porque él sabÃa que él era el dueño de lo más hermoso que yo tenÃa, mi corazón. Y muchas veces le dije cosas como ‘basta! fue la última vez’, pero sabÃa que habÃa una próxima vez…
A llegar a los sesenta y dos Pedro ya no podÃa con su cuerpo, estaba inválido, postrado y sus amigos ya no fueron tan amigos, poco a poco se esfumaron y solÃan visitarlo más por compasión que por otro motivo, ya no me cogÃan, nunca nadie me iba a coger a espaldas de Pedro, no lo hubiera permitido porque a mi manera, en alguna forma le era fiel.
Pedro, a pesar de todo mantenÃa una lucidez envidiable, sus razonamientos, sus pensamientos, su sagacidad no se condecÃan con el despojo de huesos que se habÃa transformado en poco tiempo, a pesar de todo seguÃa fumando y ya no tenÃa sentido impedÃrselo.
Pasaba largas horas con su adicción, los naipes, solo que ahora tenÃa amigos de internet, jugaba con su notebook, tras la pantalla, con desconocidos.
Pedro con su cerebro perverso, tendrÃa aun sorpresas para esta puta que llevaba en mi interior, porque otra vez habÃan regresado mis dÃas se sequÃa, y esa no era la mujer que querÃa mi amado esposo…
Pedro, a pesar de su edad y sus problemas, era muy seguidor de las redes sociales, en especial le gustaba el face. Buscando y buscando, se hizo parte de un grupo cerrado de intercambios, trÃos y todas esas cosas que suelen rayar con la moralidad y buenas costumbres. Cuando él me lo comentó ya estaba demasiado metido en el tema y como siempre, hacÃa y deshacÃa a mis espaldas.
Se lo que tramaba, porque me comentó algunas veces, como siempre, tanteando mi reacción, al fin, lo hizo, tomó una de mis fotos, tenÃa unos años ya, estaba en la playa, me veÃa muy bonita, y debajo un anuncio que decÃa
Busco hombres para realizar un gangbang con mi esposa, comunicarse por privado.
La respuesta fue casi inmediata, llegaron solicitudes tras solicitudes, tipos interesados a los que yo ni conocÃa, como moscas atraÃdos por mi foto.
Pensé en algún momento que Pedro solo bromeaba para gastar su tiempo, pero quien conocÃa a Pedro sabÃa cuándo bromeaba y cuando no lo hacÃa, y cuando me llamaba a cada rato para mostrarme las fotos de los postulantes y hacerme elegir por si o por no, bueno, ya no me quedaron dudas…
Una noche, mientras hacÃamos sobre mesa disfrutando un buen vino y mientras pitábamos ambos de un mismo cigarro, compartiendo segundos de intimidad le dije
- De veras quieres hacerlo? o mejor dicho, de veras quieres que lo haga?
- Creo que será una de las últimas cosas que disfrute…
Su respuesta sonó póstuma, creo que adivinó la angustia en mi rostro, por lo que tiró una bocanada de humo sobre mà y rompimos la tensión con una sonrisa.
Contrariamente a lo que puedan imaginar, ese dÃa estaba demasiado tranquila, me sentÃa dueña de la situación y no me incomodaron los caballeros que uno a uno fueron llegando a casa, perfectos desconocidos para mÃ, y para él, no entendà nunca como hay personas que solo se disponen a tener sexo como animales, sin al más atisbo de un pobre sentimiento…
De pronto nuestro dormitorio estaba colmado, catorce tipos desnudos, Pedro en un rincón y yo, la única mujer.
Puedo decir que entre todos me cogieron como una puta reventada, no habÃa restricciones, todo estaba permitido, se turnaban en mi rededor como si fuera una perra alzada a la que la siguen un montón de perros calientes solo para montarla.
Me la pusieron en cuanta posición imaginen, en cuanta situación imaginen, en cuanta forma imaginen, porque uno se retiraba y venÃan dos, y se iban dos y venÃan tres, me la dieron por la concha, por el culo, por ambos lados, por mi boca, interminables manos acariciaron todo mi cuerpo, perdà la noción del tiempo y del espacio, me dilataron por todos lados, chupé pijas, una, dos, todas, a medida que pasaban los minutos más puta me sentÃa y más me gustaba.
Me transpiré toda, medio excitación, medio locura, trataba de mantener contacto visual con Pedro en todo momento, pero el enjambre de hombres que me rodeaba lo hacÃa imposible, gritaba, gemÃa, lloraba…
PodrÃa contar muchos detalles del sexo en sÃ, pero creo que no viene al caso…
Solo resumir que al terminar la cama parecÃa un campo minado, habÃa perdido la cuenta cuanta leche habÃa tragado y cuantas vergas habÃa mamado, tenÃa la quijada un tanto acalambrada, mi concha rebalsaba leche y me dolÃa en lo profundo de tantos vergazos que habÃa recibido, al culo ya no lo sentÃa y lo tenÃa tan abierto que no podÃa cerrarlo, las tetas me dolÃan, no podÃa ni rozar los pezones, tenÃa como pinceladas rastros de semen por todos lados, por todo mi cuerpo, por mi rostro, hasta en mis cabellos, a un costado Pedro parecÃa el hombre más feliz de la tierra, con esa sonrisa en su rostro que tanto me enamoraba, lo miré tumbada de lado, no tenÃa fuerzas para siquiera levantarme, diablos, que culeada que me habÃan dado! Solo respondà a su sonrisa, cerré los ojos y me dormÃ.
Poco después Pedro estaba realmente mal, hacÃa quince dÃas que estaba internado con pronóstico reservado, habÃa perdido demasiado peso y estaba postrado en la cama, por mi parte habÃa algo que estaba cambiado en mÃ, no me sentÃa bien de salud y la ausencia de mi perÃodo me hizo sospechar, compré un test de embarazo, si! positivo!!!
Corrà a contarle a Pedro, me senté a su lado y le dije pausadamente
- Mi amor, no sé si me escuchas, pero tengo una noticia para darte, vamos a ser padres!
Una lágrima corrÃa por mi rostro en ese momento, Pedro parecÃa inconsciente y no supe se en verdad podÃa escuchar lo que le decÃa, no tenÃa la más puta idea de quien era realmente ese espermatozoide, pero para mÃ, sin sudas el amor que me tenÃa Pedro lo convertÃa en el padre.
Pedro falleció al dÃa siguiente, no acudió mucha gente a su despedida, a pesar de avisarles a todos sus ‘amigos’ solo tres fueron un rato, como para cumplir, me extrañó no ver a Ezequiel. Mis padres fueron también quienes me hicieron compañÃa y olvidaron viejos rencores, claro sin imaginar todo lo que estoy narrando.
Pasaron algunos vecinos, amigos de la vida, parientes, ya saben…
Muchos me preguntaron por su ex esposa, una ausencia notoria, solo Bianca, su hija, mi amiga perdida que hacÃa años que no veÃa estuvo al lado de su padre, sin embargo, no nos dirigimos la palaba, apenas cruzamos unas miradas…
Hoy estoy rehaciendo mi vida, y estoy enamorada nuevamente de un hombre de mi edad, algo más normal, lejos de toda esa locura, el pequeño Pedro va a cumplir tres años, de alguna manera, él siempre me recordará a su padre, el amor de mi vida...
Si eres mayor de edad y quieres hacerme comentarios por este relato, puedes escribirme con tÃtulo ‘LA PUTA DE PREDRO’ a DULCES.PLACERES@LIVE.COM
http://www.poringa.net/posts/imagenes/4084661/Mi-amada-esposa.html
No te vas a arrepentir!
Ese dÃa darÃa el primer paso en lo que sin imaginar serÃa mi nueva vida, entrarÃa en el cÃrculo de amigos de Pedro con un rol activo y sexual, y sin darme cuenta las partidas de naipes pasarÃan a ser partidas de naipes y sexo.
De pronto me sentà el trofeo por el cual se disputaban los hombres, la joya más preciada, no me molestó hacer cornudas a muchas mujeres y por mucho era la más joven de las aburridas esposas de turno.
Empecé a coger con uno, con otro, a saciar mi instinto de mujer, si Pedro ganaba, ganaba dinero, si Pedro perdÃa, yo pagaba, ese era el trato.
Esa necesidad de tener sexo fue cumplida en demasÃa, me transformé en una especie de ninfómana que necesitaba cada vez más verga, y Pedro disfrutaba a su manera con todo esto, él tenÃa la más bella y la más puta de las mujeres y él era el único dueño de esa mujer, aunque la compartiera con todos…
Cambié poco a poco mis costumbres, de pasar casi desapercibida en las reuniones comencé a ser centro de las mismas, empecé a vestirme cada vez más provocativa, empecé a beber y a fumar también…
Era muy loco, a veces me cogÃa alguno en la habitación y yo gritaba exagerando un poco, dolo para que los que estaban afuera me escucharan…
Por lo bajo, sus amigos empezaron a referirse a mi como ‘la puta de Pedro’ y si bien no me molestaba por mÃ, me molestaba por el…
Y Pedro verdaderamente hacÃa honor a su promesa, siempre me harÃa sentir mujer, aunque el ya casi no pudiera cogerme, y siempre me sorprendÃa, de una forma o de otra, sus locuras y sus ideas se me hacÃan un pecado irresistible…
Cuando llegó a los sesenta hicimos una gran fiesta con sus amigos, el cáncer de pulmón lo estaba matando, usaba un bastón para soportar su cuerpo, a pesar de todo, su familia lo habÃa olvidado.
Fiel a su costumbre, me dijo
- Quiero que te vistas hermosa para mÃ, quiero disfrutar de mi mujer…
No quiso decirme mucho, él no era de decirme mucho acerca de sus planes…
Esa noche me bañé, depilé mi sexo como a él le gustaba, me puse una pequeña tanga calada, de esas que dejan los glúteos al aire, me calcé en mis tacos altos y desfilé para el como solÃa hacerlo, es gracioso, el repetÃa que el cáncer no lo matarÃa, que serÃa yo quien le provocarÃa un paro cardÃaco.
Lo dejé elegir un vestido entre tantos, seleccionó uno negro rasado un tanto ajustado, corto abajo apenas pasando mi sexo, dejando mis torneados muslos descubiertos.
Cuando llegó el remisse se apoyó en el bastón y puso su brazo libre en jarra, para que yo lo tomara y con su habitual sentido del humor dijo
- Por las dudas… tu solo dime ‘papá’
El viaje en el coche fue un tanto loco, a pesar de todo Pedro mantenÃa ese lobo hambriento en algún lugar de su cuerpo, noté como miraba con poca discreción mis piernas, sentada en el asiento trasero de coche el vestido se levantaba más de lo aconsejado, dejando mi tanga al lÃmite del precipicio. Tomé una de sus manos y la apoyé sobre mi muslo, entonces discretamente la subió hasta llegar a mi entrepierna, solo me abrà un poco para que sintiera la temperatura caliente de mi concha, amaba demasiado a ese hombre y me mojaba con solo un roce, no pasó mucho más, pero con ganas hubiera congelado en mi mente ese momento…
Llegamos a la casa de Rogelio quien oficiaba de anfitrión, un solterón mujeriego empedernido, quien por supuesto ya me habÃa cogido varias veces, era la única mujer, todos amigos de Pedro con quienes solÃan hacer esas ruedas de naipes hasta altas hora de la madrugada, incluso mi hombre especial, Ezequiel estaba esa noche.
Me sentÃa intrigada, tantos hombres, yo la única, sabÃa que algo se traÃan entre manos, pero no sabÃa que…
Trajeron un gran pastel, cantaron el feliz cumpleaños, comimos, brindamos, bebimos, jugaron unas manos de naipes, fumaron, y yo permanecà todo el tiempo junto a Pedro.
En algún momento de la madrugada, Rogelio le preguntó a Pedro
- Amigo… es tarde… quieres el regalo que nos pediste?
El solterón al decir estas palabras me miró de una forma que hasta me incomodó, pero mi esposo, sonrió y asintió con la cabeza, al tiempo que me miró y me guiño un ojo.
Uno de los hombres me tomó de la mano y me llevó a unos metros de donde estábamos, ante la atenta mirada del resto y en especial de la de Pedro, llegamos a una mesa de pool, el tipo me tomó de la cintura y me ayudó a sentarme sobre la misma colándose entre mis piernas, haciendo que el vestido se subiera más de lo aconsejado, tomó entonces la tanga entre sus dedos y me la retiró con cuidado para dejarla a un costado, sacó su pija delante de todos y zas! Me la enterró sin preámbulos, me sentà tan puta, tan sucia siendo cogida ante tantos hombres…
Empezó a moverse en mi interior, empecé a mojarme y a gemir poco a poco, mirando fijamente a Pedro, solo lo miraba a él, para mà solo estaba el, solo me importaba el, solo querÃa verlo gozar a él, cada gemido era para él, cada gesto era para él, era puta, pero solo para él…
Yo sentà en ese momento como si mi esposo me estuviera cogiendo, aunque solo mantenÃamos contacto visual, intuà que el sentÃa lo mismo que yo…
El tipo no taró mucho en acabarse, salió y le dio lugar a otro, que hizo exactamente lo mismo, me cogió sobre la mesa hasta llenarme la concha de leche, Ezequiel siguió, y otro, y otro más, uno a uno me fueron cogiendo como a la peor de las putas, mi concha pronto se llenó en un crisol de semen, y comenzó a formarse un pequeño charco sobre la verde felpa…
Cuando todos habÃan pasado por mi sexo me ayudaron a incorporarme, esa mezcla de leche chorreó en forma incontenible por mis piernas llegando a mis rodillas. Me limpié como pude, aun con mi sexo ardido por tanta verga, me puse la tanga y me acomodé el vestido como toda una dama…
No fue mucho más por esa noche, pronto llegó el remisse, todos los viejos amigos saludaron a Pedro y a su puta, afuera hacÃa frÃo y mi esposo puso su saco sobre mis hombros…
De regreso ambos estábamos en silencio, me sentÃa un tanto incómoda porque solo sentÃa fluir semen de mis entrañas, sabÃa que mi tanga estaba toda impregnada y que posiblemente ya se estarÃa manchando el vestido, y quizás, hasta el asiento del coche.
Pedro se veÃa feliz, como si hubiera tenido la mejor noche de sexo de su vida, lo miré y le dije en un tono como para que solo él me escuchara y a su vez no llamara la atención del chofer
- Por qué lo haces? Te gusta ver como extraños se cogen a tu mujer?
- Para mà no hay extraños, para mà solo estás tú, solo estoy yo…
- Eres loco… y no te preocupan lo que dicen tus amigos a tus espaldas?
- No se… que dicen?
Él sabÃa bien como me apodaban, solo jugaba conmigo
- Qué soy la ‘puta de Pedro’, no crees que deberÃan respetarme? O por lo menos respetarte a ti?
Mi marido miró entonces por la ventanilla del coche, se acarició la barbilla y dijo
- Déjalos, no me importa, yo solo quiero verte feliz, y si eres feliz, pues yo soy feliz…
La verdad que hasta me parece increÃble todo lo que vivÃ, muchas veces hablábamos con mi amor y nos sincerábamos, muchas veces me comentó que en algún punto sentÃa envidia de sus amigos, pero se contentaba con poder cogerme muy de tanto en tanto, el me adulaba, me decÃa que era hermosa, que era única, que era especial, y que no le importaba cuantos tipos me cogieran, porque él sabÃa que él era el dueño de lo más hermoso que yo tenÃa, mi corazón. Y muchas veces le dije cosas como ‘basta! fue la última vez’, pero sabÃa que habÃa una próxima vez…
A llegar a los sesenta y dos Pedro ya no podÃa con su cuerpo, estaba inválido, postrado y sus amigos ya no fueron tan amigos, poco a poco se esfumaron y solÃan visitarlo más por compasión que por otro motivo, ya no me cogÃan, nunca nadie me iba a coger a espaldas de Pedro, no lo hubiera permitido porque a mi manera, en alguna forma le era fiel.
Pedro, a pesar de todo mantenÃa una lucidez envidiable, sus razonamientos, sus pensamientos, su sagacidad no se condecÃan con el despojo de huesos que se habÃa transformado en poco tiempo, a pesar de todo seguÃa fumando y ya no tenÃa sentido impedÃrselo.
Pasaba largas horas con su adicción, los naipes, solo que ahora tenÃa amigos de internet, jugaba con su notebook, tras la pantalla, con desconocidos.
Pedro con su cerebro perverso, tendrÃa aun sorpresas para esta puta que llevaba en mi interior, porque otra vez habÃan regresado mis dÃas se sequÃa, y esa no era la mujer que querÃa mi amado esposo…
Pedro, a pesar de su edad y sus problemas, era muy seguidor de las redes sociales, en especial le gustaba el face. Buscando y buscando, se hizo parte de un grupo cerrado de intercambios, trÃos y todas esas cosas que suelen rayar con la moralidad y buenas costumbres. Cuando él me lo comentó ya estaba demasiado metido en el tema y como siempre, hacÃa y deshacÃa a mis espaldas.
Se lo que tramaba, porque me comentó algunas veces, como siempre, tanteando mi reacción, al fin, lo hizo, tomó una de mis fotos, tenÃa unos años ya, estaba en la playa, me veÃa muy bonita, y debajo un anuncio que decÃa
Busco hombres para realizar un gangbang con mi esposa, comunicarse por privado.
La respuesta fue casi inmediata, llegaron solicitudes tras solicitudes, tipos interesados a los que yo ni conocÃa, como moscas atraÃdos por mi foto.
Pensé en algún momento que Pedro solo bromeaba para gastar su tiempo, pero quien conocÃa a Pedro sabÃa cuándo bromeaba y cuando no lo hacÃa, y cuando me llamaba a cada rato para mostrarme las fotos de los postulantes y hacerme elegir por si o por no, bueno, ya no me quedaron dudas…
Una noche, mientras hacÃamos sobre mesa disfrutando un buen vino y mientras pitábamos ambos de un mismo cigarro, compartiendo segundos de intimidad le dije
- De veras quieres hacerlo? o mejor dicho, de veras quieres que lo haga?
- Creo que será una de las últimas cosas que disfrute…
Su respuesta sonó póstuma, creo que adivinó la angustia en mi rostro, por lo que tiró una bocanada de humo sobre mà y rompimos la tensión con una sonrisa.
Contrariamente a lo que puedan imaginar, ese dÃa estaba demasiado tranquila, me sentÃa dueña de la situación y no me incomodaron los caballeros que uno a uno fueron llegando a casa, perfectos desconocidos para mÃ, y para él, no entendà nunca como hay personas que solo se disponen a tener sexo como animales, sin al más atisbo de un pobre sentimiento…
De pronto nuestro dormitorio estaba colmado, catorce tipos desnudos, Pedro en un rincón y yo, la única mujer.
Puedo decir que entre todos me cogieron como una puta reventada, no habÃa restricciones, todo estaba permitido, se turnaban en mi rededor como si fuera una perra alzada a la que la siguen un montón de perros calientes solo para montarla.
Me la pusieron en cuanta posición imaginen, en cuanta situación imaginen, en cuanta forma imaginen, porque uno se retiraba y venÃan dos, y se iban dos y venÃan tres, me la dieron por la concha, por el culo, por ambos lados, por mi boca, interminables manos acariciaron todo mi cuerpo, perdà la noción del tiempo y del espacio, me dilataron por todos lados, chupé pijas, una, dos, todas, a medida que pasaban los minutos más puta me sentÃa y más me gustaba.
Me transpiré toda, medio excitación, medio locura, trataba de mantener contacto visual con Pedro en todo momento, pero el enjambre de hombres que me rodeaba lo hacÃa imposible, gritaba, gemÃa, lloraba…
PodrÃa contar muchos detalles del sexo en sÃ, pero creo que no viene al caso…
Solo resumir que al terminar la cama parecÃa un campo minado, habÃa perdido la cuenta cuanta leche habÃa tragado y cuantas vergas habÃa mamado, tenÃa la quijada un tanto acalambrada, mi concha rebalsaba leche y me dolÃa en lo profundo de tantos vergazos que habÃa recibido, al culo ya no lo sentÃa y lo tenÃa tan abierto que no podÃa cerrarlo, las tetas me dolÃan, no podÃa ni rozar los pezones, tenÃa como pinceladas rastros de semen por todos lados, por todo mi cuerpo, por mi rostro, hasta en mis cabellos, a un costado Pedro parecÃa el hombre más feliz de la tierra, con esa sonrisa en su rostro que tanto me enamoraba, lo miré tumbada de lado, no tenÃa fuerzas para siquiera levantarme, diablos, que culeada que me habÃan dado! Solo respondà a su sonrisa, cerré los ojos y me dormÃ.
Poco después Pedro estaba realmente mal, hacÃa quince dÃas que estaba internado con pronóstico reservado, habÃa perdido demasiado peso y estaba postrado en la cama, por mi parte habÃa algo que estaba cambiado en mÃ, no me sentÃa bien de salud y la ausencia de mi perÃodo me hizo sospechar, compré un test de embarazo, si! positivo!!!
Corrà a contarle a Pedro, me senté a su lado y le dije pausadamente
- Mi amor, no sé si me escuchas, pero tengo una noticia para darte, vamos a ser padres!
Una lágrima corrÃa por mi rostro en ese momento, Pedro parecÃa inconsciente y no supe se en verdad podÃa escuchar lo que le decÃa, no tenÃa la más puta idea de quien era realmente ese espermatozoide, pero para mÃ, sin sudas el amor que me tenÃa Pedro lo convertÃa en el padre.
Pedro falleció al dÃa siguiente, no acudió mucha gente a su despedida, a pesar de avisarles a todos sus ‘amigos’ solo tres fueron un rato, como para cumplir, me extrañó no ver a Ezequiel. Mis padres fueron también quienes me hicieron compañÃa y olvidaron viejos rencores, claro sin imaginar todo lo que estoy narrando.
Pasaron algunos vecinos, amigos de la vida, parientes, ya saben…
Muchos me preguntaron por su ex esposa, una ausencia notoria, solo Bianca, su hija, mi amiga perdida que hacÃa años que no veÃa estuvo al lado de su padre, sin embargo, no nos dirigimos la palaba, apenas cruzamos unas miradas…
Hoy estoy rehaciendo mi vida, y estoy enamorada nuevamente de un hombre de mi edad, algo más normal, lejos de toda esa locura, el pequeño Pedro va a cumplir tres años, de alguna manera, él siempre me recordará a su padre, el amor de mi vida...
Si eres mayor de edad y quieres hacerme comentarios por este relato, puedes escribirme con tÃtulo ‘LA PUTA DE PREDRO’ a DULCES.PLACERES@LIVE.COM
2 comentarios - La puta de Pedro - Parte 2