- ¡FELIZ NAVIDAD!
- ¡FELIZ NAVIDAD!
- ¡FELICIDADES!
Dentro de la casa era un griterío, lo único que se escuchabaademás de los gritos era el “tin” de las copas al chocar. Todos estaban muyefusivos y alegres. Podría jurar que mis tíos estaban tan pasados que yabrindaban y se abrazaban dos veces con la misma persona, no por cariño, si nopor total desconcierto.
Yo brindé y saludé a todos con un beso o un abrazo.
- ¡Feliz Navidad primita! – le dije a Valemientras le daba un beso en el cachete, extremadamente cerca de los labios.Quizás yo también había estado tomando un poco de más.
- ¡Feliz Navidad primito! – me respondióella mientras me abrazaba y dejaba luego su brazo sobre mi espalda.
Ya ambos habíamos saludado a todos, era como si hubiésemosplaneado la ronda de esa forma para terminar así.
- ¿Vamos a la pileta? ¡El agua debe estar relinda! – le gritó a todos y sin soltarme – ¡Podemos poner la red yjugar!
La respuesta fue positiva por parte de todos mis primos, quea la vez que decían “dale”, ya agarraban un par de botellas de cerveza para llevarafuera.
Tanto mis viejos como mis tíos se estaban volviendo a sentar. Era de esperarse,lo del vóley en la pileta y seguir tomando en el agua era más una cosa nuestra.
Salimos todos al patio y como ya teníamos los trajes de bañopuestos, solo era cuestión de sacarnos lo que teníamos encima y tirarnos alagua.
Mis primos estaban totalmente pasados, casi no llegan asacarse la remera que ya estaban de cabeza en el agua.
Vale seguía con su brazo alrededor mío, solo que habíabajado su mano a mi cintura, todo mientras sostenía una copa semi vacía en laotra mano. Por mi parte, desde que salimos al patio ya tenía mi brazo pordetrás de su espalda con mi mano apoyada sobre su hombro derecho. Nada que nohayamos hecho antes delante de la familia, éramos un par de primos abrazados,nada más.
- ¡Voy a buscar la Red! – grité mientrasdeslizaba suavemente mi mano por la espalda de Valeria y empezaba a alejar micuerpo del suyo.
Busqué la red, la pelota y volví al patio. Sofía ya estabaen la pileta con mis primos, pero estaba apoyada contra el borde apretandocompulsivamente la pantalla de su celular con los pulgares sin parar. Tiré lapelota hacia la pileta para que la agarren mis primos y empecé a colocar lared.
Mientras tanto, Valeria estaba dejando su celular en una delas reposeras y la copa justo al lado en el piso.
Mis primos estaban en su mundo, riéndose, pasándose lapelota y cada tanto golpeando los vasos con cerveza para brindar por milésimavez en la noche. Sofía tenía la mirada perdida en su celular. Y estando todo elresto de la familia adentro de la casa, decidí levantar la cabeza mientrasajustaba la red. Valeria me estaba mirando fijo, como esperando que yo lamirara. Y en ese mismo instante empezó lentamente a desabrocharse la camisa.Despacio, pero siempre mirándome a los ojos y mordiéndose el labio o sonriendo.
Creo que nunca tardé tanto en colocar la red en la pileta,creo recordar que estaba intentando ajustarla, pero quizás solo la desajustabamás al no estar prestando atención a eso.
Cuando terminó con la camisa se dio vuelta y la tiró sobrela reposera, quedando totalmente de espaldas. Miró de reojo a la pileta paraasegurarse de que todos seguían en sus cosas y automáticamente se empezó asacar la pollerita, descubriendo la parte baja del bikini, ese hilito rosa queparecía solo marcar los límites de esa cola perfecta.
- Hija de puta – pensé.
Nadie jamás se había tomado tanto tiempo para sacarse unaprenda en la historia de la humanidad.
Tiró la pollerita sobre la reposera y se dio vuelta paramirarme. Con los ojos fijos y una sonrisa victoriosa. Ella sabía que yo nohabía perdido detalle de todo el show. De esa cola en ese bikini rosa. Miregalo de Navidad.
Al igual que la última vez que jugamos en la pileta,elegimos equipos.
Sofía estaba demasiado concentrada en su celular, por lo que terminamos siendoValeria y yo contra mis primos.
El juego transcurrió sin demasiados acontecimientos, almenos así parecía desde afuera. Pero Vale, aprovechando la poca lucidez de misprimos y su hermana, aprovechaba cada ocasión que tenía para ponerse delante míoy apoyarme su cola en la entre pierna. La mayoría de las veces era un golpecitoque se entendía como parte del juego, se acercaba solo para golpear la pelota ydejarme cerca de la red. O al menos eso decía ella. Sin embargo, había veces enque se la jugaba más. Se quedaba adelante mío a propósito cada vez que misprimos hacían una pausa para tomar algo más de cerveza y empujaba su cola contrami cuerpo casi sin disimular.
- Menos mal que está oscuro – pensaba yo muriéndomede vergüenza, porque si bien no estaba con una erección completa, la verdad esque cada vez que sentía a mi prima contra mi cuerpo me ponía un poco duro.
No era para menos. La pendeja sabía perfectamente que mevolvía loco su cola y más cuando estaba con ese bikini puesto. Lo bien que lequedaba.
Habremos estado jugando casi una hora entre distintos breakspara seguir tomando cerveza. Pero un poco después de la una, mis tíos aparecieronen el patio avisando que ya tenían pensado irse.
Mis primos habían venido por su cuenta pero aprovecharonpara también salir de la pileta y retirarse. Sofi y Vale no tenían opción yaque habían venido con sus padres. Así que mientras la primera salió de lapileta y agarró sus cosas, Vale pegó un grito.
- ¡Yo enseguida voy! ¡Hago unos largos y salgo!
Inmediatamente empezó a nadar de punta a punta en la pileta.Era algo que le encantaba hacer. Cuando era más chica entrenaba y competía ennatación. Ella decía que no, pero cada vez que estaba en una pileta grande senotaba que un poco lo extrañaba.
Yo la dejé hacer y me dispuse a buscar la pelota, paraguardarla junto con la Red.
Con todos ya fuera de la pileta e incluso ya dentro de lacasa, yo estaba tratando de desajustar la red para poder sacarla, cuando degolpe sentí que algo se pegaba a mi espalda.
- No me puedo ir sin despedirme de vos – medijo mi primita mientras apoyaba su mano derecha justo sobre mi entrepierna. Laizquierda la posó justo al lado de la otra, en la cara interna de mi muslo izquierdo.
Sentí un escalofrío en todo el cuerpo y me di vuelta.
No había terminado de hacer esto que ya tenía a mi primabesándome apasionadamente. Su lengua dentro de mi boca y su cuerpo pegado almío. Por el ángulo en el que estábamos, no había forma de que alguien dentro dela casa pudiera vernos.
De golpe colocó sus piernas alrededor de mi cintura y mientrepierna se apoyó de lleno contra ese bikini diminuto y casi inexistente.
Me importaba un carajo si alguien salía de la casa y nosdescubría. Mi brazo derecho envolvió su cintura mientras mi mano derecha seposó y apretó suavemente el cachete izquierdo de esa cola perfecta. ¡Qué bienque se sentía eso! ¡Cuánto tiempo había esperado para poder agarrarla así!Sentirla así.
La apreté bien fuerte contra mi cuerpo. Ya estaba al palo yquería que me sintiera. Quería que sintiera como la apretaba y resfregabacontra mi paquete.
Fueron treinta segundos de los más intensos de mi vida, perolos dos sabíamos que teníamos que parar. Teníamos que salir de la pileta antesde que nos vinieran a buscar.
Vale salió primero. Moviendo la cola de un lado al otro mientrasavanzaba hacia la reposera. Siguió con el mismo pasito rumbo a la casa, soloque mirando cómo yo salía de la pileta. Era su desfile de la victoria. Sabía loque provocaba en mí y estaba muy orgullosa. Su sonrisa se hizo más notoriacuando vió mi entrepierna y mi indisimulable erección. Solo se limitó a mirarmela zona, después a los ojos y levantando las dos cejas mientras sonreía tiró unbeso al aire y entró en la casa.
Mi plan era esperar un rato afuera, pero me empezaron allamar porque ya todos se iban, para que al menos vaya a saludar.
La verdad es que no quería acercarme a nadie. No podía.
Agarré la toalla que estaba sobre una de las reposeras ydecidí asomarme para poder saludar a todos a lo lejos. Ya estaban en la puertaabrazándose y deseándose buen viaje. Vale incluso ya tenía la camisa y lapollerita puestas. De todos era la única que se quedó mirándome después de quepegué el grito de “Chau” desde el patio. Se estaba aguantando la risa. Sabía queyo no lo estaba pasando bien en esa situación.
Finalmente, cuando la mayoría salió por la puerta principal,me metí a la casa. Siempre con la toalla en la mano justo delante de micintura, era la única forma de disimular la terrible erección que tenía.
- Bueno, yo me voy a dar una ducha y bajo a ayudarcon todo. – les avisé a mis viejos que estaban en la puerta aún saludando, mientrasencaraba hacía la escalera.
Subí rápido y fui respirando profundo ayudando a que laerección bajara.
- ¡Que pendeja hija de puta! – pensaba ysusurraba.
No podía creer que con todo el mundo ahí, se haya atrevido ahacer eso. Me había dejado al palo, puesto en una situación incomodísima y todopara reírse a expensas mías.
No sabía cómo pero tenía que pensar la forma de vengarme. Siella había llegado tan lejos, yo tenía que superarla. Faltaba una semana paraaño nuevo y tenía que idear algo. Esto no se iba a quedar así.
Entré en la habitación y me saqué la remera mientras seguíapensando en cuál podía ser la mejor forma de pagarle lo que había hecho hoy.
Desaté mi traje de baño y estaba por sacármelo cuando escuchéuna voz detrás mío.
- No me iba a ir sin darte tu regalo.
Yo estaba de espaldas a la puerta cuando escuche eso. Nisiquiera había escuchado los pasos en el pasillo, por más que la puerta estabaabierta.
Me vi vuelta y ahí estaba. Vale, mi primita. Mirándome conuna sonrisa tan hermosa como pícara.
- No tenemos mucho tiempo, dije que subía albaño antes de irnos – dijo mientras cerraba la puerta a sus espaldas y empezabaa caminar hacia mí, despacio - ¿querés que te de tu regalo primito? –dijo mientras posaba su mano izquierda en mi pecho y lentamente acercaba suboca a la mía.
Fue un beso lento, suave, al principio solo nuestros labiosse tocaban, pero despacio nuestras bocas se fueron abriendo para dar paso a quenuestras lenguas se encuentren. Siempre suave, siempre despacio y tiernamente.
- ¿Ya no me diste mi regalo? – le pregunté.
Vale no esperó a que yo le contestara. Con la mano que teníaapoyada en mi pecho, me fue empujando lentamente para que me sentara en lacama.
Me acarició la cara mientras me sonreía y yo solo mededicaba a mirarla embobado. ¿Qué iba a hacer?
Apoyo sus manos en mis rodillas para volver a besarmesuavemente en los labios mientras doblaba sus rodillas y dejaba su cabeza a laaltura de mi obligo. Siempre mirándome a los ojos, siempre sonriendo. Ningunode los dos decía una palabra y yo solo la dejaba hacer, podía pedirme lo quequisiera en ese momento y se lo iba a dar, estaba hipnotizado.
Despacio puso sus manos a los costados de mi cintura y fuebajando mi traje de baño. Siempre mirándome, siempre expectante, como buscandoaprobación de mi parte o al menos atenta a que no hubiera oposición de mi lado.
Yo no pensaba. Mi mente estaba en blanco. No tenía lacapacidad de entender lo que estaba pasando y menos de reaccionar ante esto.Solo me inundaban sensaciones.
Sentí el frio del cubrecamas al quedarme sin ropa bajo lacintura. Sentí el traje de baño manteniendo mis tobillos juntos al caer este alsuelo. Pero por sobre todas las cosas lo que más recuerdo es sentir la mano demi prima cuando se posó sobre mi entrepierna.
Primero solo apoyó su mano tímidamente, después me agarró yempezó a mover su mano lentamente, descubriendo y cubriendo la punta de mipene, era una caricia, casi como si jugara despacio con algo que podía romper oquisiera entender cómo funciona. Mi cabeza estaba tan en blanco que mi miembrono había reaccionado hasta ese momento.
Me fui poniendo cada vez más duro en su mano y ella lo fuesintiendo. Sus ojos siempre clavados en los míos parecieron iluminarse aún másen ese momento, siempre al compás de su sonrisa que me hacía entender queestaba satisfecha con estar cumpliendo su cometido.
Ahí estaba yo, finalmente, con mi primita arrodillada entremis piernas y masturbándome despacio. Verla así era un sueño hecho realidad.Por fin me estaba empezando a funcionar el cerebro, por fin estaba empezando areaccionar y a la vez disfrutar de ese momento.
Tenía los brazos estirados a los costados, las manosapoyadas en la cama sosteniendo mi cuerpo para que no cayera de espaldas sobrela cama. Involuntariamente sonreí y tiré un poco la cabeza hacia atrás. No pudedisimular el placer físico y mental que estaba sintiendo. Mi primita lanzó unapequeña carcajada al verme hacer eso.
- ¿Te gusta lo que te estoy haciendo? – mepreguntó ya no sonriendo si no desafiándome un poco.
- Me encanta – respondí volviendo a mirarlafijo a los ojos y aceptando su desafío.
Vale solo sonrió mordiéndose el labio inferior mientrasapretaba un poco más y aumentaba levemente el ritmo.
- Es el mejor regalo de navidad que recibí enmi vida – dije mientras tiraba nuevamente la cabeza un poco hacia atráscerrando los ojos.
Mi primita volvió a reírse muy bajito.
- Este no es tu regalo de navidad – me dijoprovocando que abriera los ojos y me encontrara con el techo. No entendía.Honestamente no entendía.
Bajé la cabeza y volví a ver a mi primita, que con su manoen mi miembro, paraba de masturbarme para jugar con su dedo sobre la punta delprepucio. Esta vez estaba con su mirada fija en lo que estaba haciendo, porprimera vez la miré y no encontré su mirada sobre la mía.
- ¿Qué? – pregunté incrédulo.
Vale me miró ya no tan sonriente, pero tampoco seria. Situviera que buscar algo que la describiera, me miró decidida y divertida.Segura de lo que iba a hacer y también entretenida al tenerme ahí genuinamentesin idea de a qué se refería.
- Feliz Navidad primito
Sin aviso alguno mi prima bajo su cabeza hasta mi miembro ylo introdujo en su boca. Lo encerró con sus labios y apretó suavemente. Bajocon su boca lo más que pudo y fue subiendo de a poco.
Yo estaba atónito. No me lo vi venir, no sabía comoreaccionar, de nuevo mi cerebro se había apagado. Solo pude suspirar mientrasinvoluntariamente mi cabeza se tiraba hacia atrás. Pero ese movimientoinvoluntario se contrarrestó enseguida. No podía no ver esto, no podía nodisfrutar al máximo y ver lo que Vale me estaba haciendo. Rápidamente volví aposar mis ojos sobre ella. Sobre su cabeza, sobre su nuca mientras mi primitamuy despacio y placenteramente subía y bajaba recorriendo mi pene.
Este era el momento más espectacular de mi vida. Esa chicajovencita, hermosa y con la cola que era el objeto de mis fantasías, estabaahí, haciéndome una mamada en la casa de mis padres. Si, en la casa de mispadres, porque esa chica, no era otra que Vale. Mi primita.
El placer que estaba sintiendo no tenía nombre. Sentir suboca húmeda y caliente rodeando mi miembro, subía y bajaba despacio, despuésmás rápido y volvía a desacelerar.
Estaba totalmente concentrada en su tarea. Cada tantofrenaba, la sacaba de su boca y sujetándola firmemente con su mano, pasaba sulengua por la punta o simulaba darle un beso antes de volver a metérsela en laboca. Si seguía así me iba a hacer acabar. Ya no me faltaba mucho. Ya estabapensando en cómo iba a terminar.
¿Mi primita me iba a dejar acabarle en la boca? ¿Me iba a pedir que acabe enotro lado? Ya estaba cerca, le tenía que avisar antes de que pase.
- Vale… - le dije.
Pero desgraciadamente mientras mi primita levantaba sumirada, algo nos interrumpió.
- ¡Vale! – se escuchó desde abajo – ¡Vale!¿Bajas? ¡Dale que nos vamos!
Era mi tía que la estaba llamando desde el comienzo de laescalera en la planta baja. No lo podía creer, con un balde de agua fríavolvíamos al mundo real, donde no solo habitábamos nosotros dos.
Vale levantó la cabeza y me miró, todavía con su mano en mimiembro moviéndola lentamente. Me miraba fijo como esperando que yo le dijeraque hacer.
- … - no dije nada, solo suspiré mirándolacon extrema frustración.
- Mi vieja – me dijo
- Si – le dije odiándome por saber que noquedaba otra opción – tenes que ir.
Mi prima me soltó y miró a los ojos, despacio se fue parandoa la vez que yo subía mi traje de baño hasta la cintura. Para cuando terminé deatarlo ella ya estaba en la puerta de la habitación.
- ¡Ahí voy! – gritó.
Se dio media vuelta desde la puerta y me miró frustrada porla situación. No sabía que decirme. Tenía una cara entre frustración, bronca yculpa. Yo sabía que dependía de mi apaciguar la situación.
- No te preocupes, es mejor que vayas – ledije finalmente mientras me acercaba a ella y le ponía la mano en el mentón.
- Bueno.. – dijo haciendo un poco depuchero – pero, ¿te gustó tu regalo?
Yo solo le sonreí y me limité a besarla en la boca mientrasapoyaba mi mano en su espalda y apretaba su cuerpo contra el mío. Quería que mesintiera todavía duro y caliente como estaba.
- Me encantó. – le dije finalmente mientrasle sonreía.
Vale solo me miró y volvió a sonreírme.
Nos besamos una vez más y abrí la puerta detrás suyo, dejandoel paso libre hacia el pasillo.
Empezó a caminar y alejarse de a poco, caminando toscamente,como demostrando su enojo con cada paso que daba. Mientras tanto, en esossegundos yo me limité a asimilar todo lo que acababa de vivir, todo mientras lemiraba la cola a mi prima. Todo había empezado por esa cola perfecta que metenía loco y las cosas ya habían llegado hasta acá.
Vale se dio media vuelta antes de empezar a bajar las escaleras y mientras lesonreía y levantaba la mano para despedirla, solo pude pensar y convencerme amí mismo de lo que ya era obvio. No era un juego de primos. Mi prima quería lo mismoque yo. Íbamos a terminar en la cama.
No importaba cómo pero mi primita iba a empezar el año conmigo encima de ella. Adentrode ella. Y sobre todo, sujetando bien firmemente esa cola que me obsesionaba.Esa cola iba a ser mía y solo mía.
- ¡FELIZ NAVIDAD!
- ¡FELICIDADES!
Dentro de la casa era un griterío, lo único que se escuchabaademás de los gritos era el “tin” de las copas al chocar. Todos estaban muyefusivos y alegres. Podría jurar que mis tíos estaban tan pasados que yabrindaban y se abrazaban dos veces con la misma persona, no por cariño, si nopor total desconcierto.
Yo brindé y saludé a todos con un beso o un abrazo.
- ¡Feliz Navidad primita! – le dije a Valemientras le daba un beso en el cachete, extremadamente cerca de los labios.Quizás yo también había estado tomando un poco de más.
- ¡Feliz Navidad primito! – me respondióella mientras me abrazaba y dejaba luego su brazo sobre mi espalda.
Ya ambos habíamos saludado a todos, era como si hubiésemosplaneado la ronda de esa forma para terminar así.
- ¿Vamos a la pileta? ¡El agua debe estar relinda! – le gritó a todos y sin soltarme – ¡Podemos poner la red yjugar!
La respuesta fue positiva por parte de todos mis primos, quea la vez que decían “dale”, ya agarraban un par de botellas de cerveza para llevarafuera.
Tanto mis viejos como mis tíos se estaban volviendo a sentar. Era de esperarse,lo del vóley en la pileta y seguir tomando en el agua era más una cosa nuestra.
Salimos todos al patio y como ya teníamos los trajes de bañopuestos, solo era cuestión de sacarnos lo que teníamos encima y tirarnos alagua.
Mis primos estaban totalmente pasados, casi no llegan asacarse la remera que ya estaban de cabeza en el agua.
Vale seguía con su brazo alrededor mío, solo que habíabajado su mano a mi cintura, todo mientras sostenía una copa semi vacía en laotra mano. Por mi parte, desde que salimos al patio ya tenía mi brazo pordetrás de su espalda con mi mano apoyada sobre su hombro derecho. Nada que nohayamos hecho antes delante de la familia, éramos un par de primos abrazados,nada más.
- ¡Voy a buscar la Red! – grité mientrasdeslizaba suavemente mi mano por la espalda de Valeria y empezaba a alejar micuerpo del suyo.
Busqué la red, la pelota y volví al patio. Sofía ya estabaen la pileta con mis primos, pero estaba apoyada contra el borde apretandocompulsivamente la pantalla de su celular con los pulgares sin parar. Tiré lapelota hacia la pileta para que la agarren mis primos y empecé a colocar lared.
Mientras tanto, Valeria estaba dejando su celular en una delas reposeras y la copa justo al lado en el piso.
Mis primos estaban en su mundo, riéndose, pasándose lapelota y cada tanto golpeando los vasos con cerveza para brindar por milésimavez en la noche. Sofía tenía la mirada perdida en su celular. Y estando todo elresto de la familia adentro de la casa, decidí levantar la cabeza mientrasajustaba la red. Valeria me estaba mirando fijo, como esperando que yo lamirara. Y en ese mismo instante empezó lentamente a desabrocharse la camisa.Despacio, pero siempre mirándome a los ojos y mordiéndose el labio o sonriendo.
Creo que nunca tardé tanto en colocar la red en la pileta,creo recordar que estaba intentando ajustarla, pero quizás solo la desajustabamás al no estar prestando atención a eso.
Cuando terminó con la camisa se dio vuelta y la tiró sobrela reposera, quedando totalmente de espaldas. Miró de reojo a la pileta paraasegurarse de que todos seguían en sus cosas y automáticamente se empezó asacar la pollerita, descubriendo la parte baja del bikini, ese hilito rosa queparecía solo marcar los límites de esa cola perfecta.
- Hija de puta – pensé.
Nadie jamás se había tomado tanto tiempo para sacarse unaprenda en la historia de la humanidad.
Tiró la pollerita sobre la reposera y se dio vuelta paramirarme. Con los ojos fijos y una sonrisa victoriosa. Ella sabía que yo nohabía perdido detalle de todo el show. De esa cola en ese bikini rosa. Miregalo de Navidad.
Al igual que la última vez que jugamos en la pileta,elegimos equipos.
Sofía estaba demasiado concentrada en su celular, por lo que terminamos siendoValeria y yo contra mis primos.
El juego transcurrió sin demasiados acontecimientos, almenos así parecía desde afuera. Pero Vale, aprovechando la poca lucidez de misprimos y su hermana, aprovechaba cada ocasión que tenía para ponerse delante míoy apoyarme su cola en la entre pierna. La mayoría de las veces era un golpecitoque se entendía como parte del juego, se acercaba solo para golpear la pelota ydejarme cerca de la red. O al menos eso decía ella. Sin embargo, había veces enque se la jugaba más. Se quedaba adelante mío a propósito cada vez que misprimos hacían una pausa para tomar algo más de cerveza y empujaba su cola contrami cuerpo casi sin disimular.
- Menos mal que está oscuro – pensaba yo muriéndomede vergüenza, porque si bien no estaba con una erección completa, la verdad esque cada vez que sentía a mi prima contra mi cuerpo me ponía un poco duro.
No era para menos. La pendeja sabía perfectamente que mevolvía loco su cola y más cuando estaba con ese bikini puesto. Lo bien que lequedaba.
Habremos estado jugando casi una hora entre distintos breakspara seguir tomando cerveza. Pero un poco después de la una, mis tíos aparecieronen el patio avisando que ya tenían pensado irse.
Mis primos habían venido por su cuenta pero aprovecharonpara también salir de la pileta y retirarse. Sofi y Vale no tenían opción yaque habían venido con sus padres. Así que mientras la primera salió de lapileta y agarró sus cosas, Vale pegó un grito.
- ¡Yo enseguida voy! ¡Hago unos largos y salgo!
Inmediatamente empezó a nadar de punta a punta en la pileta.Era algo que le encantaba hacer. Cuando era más chica entrenaba y competía ennatación. Ella decía que no, pero cada vez que estaba en una pileta grande senotaba que un poco lo extrañaba.
Yo la dejé hacer y me dispuse a buscar la pelota, paraguardarla junto con la Red.
Con todos ya fuera de la pileta e incluso ya dentro de lacasa, yo estaba tratando de desajustar la red para poder sacarla, cuando degolpe sentí que algo se pegaba a mi espalda.
- No me puedo ir sin despedirme de vos – medijo mi primita mientras apoyaba su mano derecha justo sobre mi entrepierna. Laizquierda la posó justo al lado de la otra, en la cara interna de mi muslo izquierdo.
Sentí un escalofrío en todo el cuerpo y me di vuelta.
No había terminado de hacer esto que ya tenía a mi primabesándome apasionadamente. Su lengua dentro de mi boca y su cuerpo pegado almío. Por el ángulo en el que estábamos, no había forma de que alguien dentro dela casa pudiera vernos.
De golpe colocó sus piernas alrededor de mi cintura y mientrepierna se apoyó de lleno contra ese bikini diminuto y casi inexistente.
Me importaba un carajo si alguien salía de la casa y nosdescubría. Mi brazo derecho envolvió su cintura mientras mi mano derecha seposó y apretó suavemente el cachete izquierdo de esa cola perfecta. ¡Qué bienque se sentía eso! ¡Cuánto tiempo había esperado para poder agarrarla así!Sentirla así.
La apreté bien fuerte contra mi cuerpo. Ya estaba al palo yquería que me sintiera. Quería que sintiera como la apretaba y resfregabacontra mi paquete.
Fueron treinta segundos de los más intensos de mi vida, perolos dos sabíamos que teníamos que parar. Teníamos que salir de la pileta antesde que nos vinieran a buscar.
Vale salió primero. Moviendo la cola de un lado al otro mientrasavanzaba hacia la reposera. Siguió con el mismo pasito rumbo a la casa, soloque mirando cómo yo salía de la pileta. Era su desfile de la victoria. Sabía loque provocaba en mí y estaba muy orgullosa. Su sonrisa se hizo más notoriacuando vió mi entrepierna y mi indisimulable erección. Solo se limitó a mirarmela zona, después a los ojos y levantando las dos cejas mientras sonreía tiró unbeso al aire y entró en la casa.
Mi plan era esperar un rato afuera, pero me empezaron allamar porque ya todos se iban, para que al menos vaya a saludar.
La verdad es que no quería acercarme a nadie. No podía.
Agarré la toalla que estaba sobre una de las reposeras ydecidí asomarme para poder saludar a todos a lo lejos. Ya estaban en la puertaabrazándose y deseándose buen viaje. Vale incluso ya tenía la camisa y lapollerita puestas. De todos era la única que se quedó mirándome después de quepegué el grito de “Chau” desde el patio. Se estaba aguantando la risa. Sabía queyo no lo estaba pasando bien en esa situación.
Finalmente, cuando la mayoría salió por la puerta principal,me metí a la casa. Siempre con la toalla en la mano justo delante de micintura, era la única forma de disimular la terrible erección que tenía.
- Bueno, yo me voy a dar una ducha y bajo a ayudarcon todo. – les avisé a mis viejos que estaban en la puerta aún saludando, mientrasencaraba hacía la escalera.
Subí rápido y fui respirando profundo ayudando a que laerección bajara.
- ¡Que pendeja hija de puta! – pensaba ysusurraba.
No podía creer que con todo el mundo ahí, se haya atrevido ahacer eso. Me había dejado al palo, puesto en una situación incomodísima y todopara reírse a expensas mías.
No sabía cómo pero tenía que pensar la forma de vengarme. Siella había llegado tan lejos, yo tenía que superarla. Faltaba una semana paraaño nuevo y tenía que idear algo. Esto no se iba a quedar así.
Entré en la habitación y me saqué la remera mientras seguíapensando en cuál podía ser la mejor forma de pagarle lo que había hecho hoy.
Desaté mi traje de baño y estaba por sacármelo cuando escuchéuna voz detrás mío.
- No me iba a ir sin darte tu regalo.
Yo estaba de espaldas a la puerta cuando escuche eso. Nisiquiera había escuchado los pasos en el pasillo, por más que la puerta estabaabierta.
Me vi vuelta y ahí estaba. Vale, mi primita. Mirándome conuna sonrisa tan hermosa como pícara.
- No tenemos mucho tiempo, dije que subía albaño antes de irnos – dijo mientras cerraba la puerta a sus espaldas y empezabaa caminar hacia mí, despacio - ¿querés que te de tu regalo primito? –dijo mientras posaba su mano izquierda en mi pecho y lentamente acercaba suboca a la mía.
Fue un beso lento, suave, al principio solo nuestros labiosse tocaban, pero despacio nuestras bocas se fueron abriendo para dar paso a quenuestras lenguas se encuentren. Siempre suave, siempre despacio y tiernamente.
- ¿Ya no me diste mi regalo? – le pregunté.
Vale no esperó a que yo le contestara. Con la mano que teníaapoyada en mi pecho, me fue empujando lentamente para que me sentara en lacama.
Me acarició la cara mientras me sonreía y yo solo mededicaba a mirarla embobado. ¿Qué iba a hacer?
Apoyo sus manos en mis rodillas para volver a besarmesuavemente en los labios mientras doblaba sus rodillas y dejaba su cabeza a laaltura de mi obligo. Siempre mirándome a los ojos, siempre sonriendo. Ningunode los dos decía una palabra y yo solo la dejaba hacer, podía pedirme lo quequisiera en ese momento y se lo iba a dar, estaba hipnotizado.
Despacio puso sus manos a los costados de mi cintura y fuebajando mi traje de baño. Siempre mirándome, siempre expectante, como buscandoaprobación de mi parte o al menos atenta a que no hubiera oposición de mi lado.
Yo no pensaba. Mi mente estaba en blanco. No tenía lacapacidad de entender lo que estaba pasando y menos de reaccionar ante esto.Solo me inundaban sensaciones.
Sentí el frio del cubrecamas al quedarme sin ropa bajo lacintura. Sentí el traje de baño manteniendo mis tobillos juntos al caer este alsuelo. Pero por sobre todas las cosas lo que más recuerdo es sentir la mano demi prima cuando se posó sobre mi entrepierna.
Primero solo apoyó su mano tímidamente, después me agarró yempezó a mover su mano lentamente, descubriendo y cubriendo la punta de mipene, era una caricia, casi como si jugara despacio con algo que podía romper oquisiera entender cómo funciona. Mi cabeza estaba tan en blanco que mi miembrono había reaccionado hasta ese momento.
Me fui poniendo cada vez más duro en su mano y ella lo fuesintiendo. Sus ojos siempre clavados en los míos parecieron iluminarse aún másen ese momento, siempre al compás de su sonrisa que me hacía entender queestaba satisfecha con estar cumpliendo su cometido.
Ahí estaba yo, finalmente, con mi primita arrodillada entremis piernas y masturbándome despacio. Verla así era un sueño hecho realidad.Por fin me estaba empezando a funcionar el cerebro, por fin estaba empezando areaccionar y a la vez disfrutar de ese momento.
Tenía los brazos estirados a los costados, las manosapoyadas en la cama sosteniendo mi cuerpo para que no cayera de espaldas sobrela cama. Involuntariamente sonreí y tiré un poco la cabeza hacia atrás. No pudedisimular el placer físico y mental que estaba sintiendo. Mi primita lanzó unapequeña carcajada al verme hacer eso.
- ¿Te gusta lo que te estoy haciendo? – mepreguntó ya no sonriendo si no desafiándome un poco.
- Me encanta – respondí volviendo a mirarlafijo a los ojos y aceptando su desafío.
Vale solo sonrió mordiéndose el labio inferior mientrasapretaba un poco más y aumentaba levemente el ritmo.
- Es el mejor regalo de navidad que recibí enmi vida – dije mientras tiraba nuevamente la cabeza un poco hacia atráscerrando los ojos.
Mi primita volvió a reírse muy bajito.
- Este no es tu regalo de navidad – me dijoprovocando que abriera los ojos y me encontrara con el techo. No entendía.Honestamente no entendía.
Bajé la cabeza y volví a ver a mi primita, que con su manoen mi miembro, paraba de masturbarme para jugar con su dedo sobre la punta delprepucio. Esta vez estaba con su mirada fija en lo que estaba haciendo, porprimera vez la miré y no encontré su mirada sobre la mía.
- ¿Qué? – pregunté incrédulo.
Vale me miró ya no tan sonriente, pero tampoco seria. Situviera que buscar algo que la describiera, me miró decidida y divertida.Segura de lo que iba a hacer y también entretenida al tenerme ahí genuinamentesin idea de a qué se refería.
- Feliz Navidad primito
Sin aviso alguno mi prima bajo su cabeza hasta mi miembro ylo introdujo en su boca. Lo encerró con sus labios y apretó suavemente. Bajocon su boca lo más que pudo y fue subiendo de a poco.
Yo estaba atónito. No me lo vi venir, no sabía comoreaccionar, de nuevo mi cerebro se había apagado. Solo pude suspirar mientrasinvoluntariamente mi cabeza se tiraba hacia atrás. Pero ese movimientoinvoluntario se contrarrestó enseguida. No podía no ver esto, no podía nodisfrutar al máximo y ver lo que Vale me estaba haciendo. Rápidamente volví aposar mis ojos sobre ella. Sobre su cabeza, sobre su nuca mientras mi primitamuy despacio y placenteramente subía y bajaba recorriendo mi pene.
Este era el momento más espectacular de mi vida. Esa chicajovencita, hermosa y con la cola que era el objeto de mis fantasías, estabaahí, haciéndome una mamada en la casa de mis padres. Si, en la casa de mispadres, porque esa chica, no era otra que Vale. Mi primita.
El placer que estaba sintiendo no tenía nombre. Sentir suboca húmeda y caliente rodeando mi miembro, subía y bajaba despacio, despuésmás rápido y volvía a desacelerar.
Estaba totalmente concentrada en su tarea. Cada tantofrenaba, la sacaba de su boca y sujetándola firmemente con su mano, pasaba sulengua por la punta o simulaba darle un beso antes de volver a metérsela en laboca. Si seguía así me iba a hacer acabar. Ya no me faltaba mucho. Ya estabapensando en cómo iba a terminar.
¿Mi primita me iba a dejar acabarle en la boca? ¿Me iba a pedir que acabe enotro lado? Ya estaba cerca, le tenía que avisar antes de que pase.
- Vale… - le dije.
Pero desgraciadamente mientras mi primita levantaba sumirada, algo nos interrumpió.
- ¡Vale! – se escuchó desde abajo – ¡Vale!¿Bajas? ¡Dale que nos vamos!
Era mi tía que la estaba llamando desde el comienzo de laescalera en la planta baja. No lo podía creer, con un balde de agua fríavolvíamos al mundo real, donde no solo habitábamos nosotros dos.
Vale levantó la cabeza y me miró, todavía con su mano en mimiembro moviéndola lentamente. Me miraba fijo como esperando que yo le dijeraque hacer.
- … - no dije nada, solo suspiré mirándolacon extrema frustración.
- Mi vieja – me dijo
- Si – le dije odiándome por saber que noquedaba otra opción – tenes que ir.
Mi prima me soltó y miró a los ojos, despacio se fue parandoa la vez que yo subía mi traje de baño hasta la cintura. Para cuando terminé deatarlo ella ya estaba en la puerta de la habitación.
- ¡Ahí voy! – gritó.
Se dio media vuelta desde la puerta y me miró frustrada porla situación. No sabía que decirme. Tenía una cara entre frustración, bronca yculpa. Yo sabía que dependía de mi apaciguar la situación.
- No te preocupes, es mejor que vayas – ledije finalmente mientras me acercaba a ella y le ponía la mano en el mentón.
- Bueno.. – dijo haciendo un poco depuchero – pero, ¿te gustó tu regalo?
Yo solo le sonreí y me limité a besarla en la boca mientrasapoyaba mi mano en su espalda y apretaba su cuerpo contra el mío. Quería que mesintiera todavía duro y caliente como estaba.
- Me encantó. – le dije finalmente mientrasle sonreía.
Vale solo me miró y volvió a sonreírme.
Nos besamos una vez más y abrí la puerta detrás suyo, dejandoel paso libre hacia el pasillo.
Empezó a caminar y alejarse de a poco, caminando toscamente,como demostrando su enojo con cada paso que daba. Mientras tanto, en esossegundos yo me limité a asimilar todo lo que acababa de vivir, todo mientras lemiraba la cola a mi prima. Todo había empezado por esa cola perfecta que metenía loco y las cosas ya habían llegado hasta acá.
Vale se dio media vuelta antes de empezar a bajar las escaleras y mientras lesonreía y levantaba la mano para despedirla, solo pude pensar y convencerme amí mismo de lo que ya era obvio. No era un juego de primos. Mi prima quería lo mismoque yo. Íbamos a terminar en la cama.
No importaba cómo pero mi primita iba a empezar el año conmigo encima de ella. Adentrode ella. Y sobre todo, sujetando bien firmemente esa cola que me obsesionaba.Esa cola iba a ser mía y solo mía.
15 comentarios - Mi prima Valeria (VII)