Me desperté de una siesta plácida y, al despertarme, pensé que todo lo sucedido había sido un sueño, pero bastaron unos segundos para devolverme a la realidad: allí estaba el mando junto a mi cara y la copiosa corrida medio seca y pegajosa en mi vientre y mi cama. Me puse un poco nervioso pensando en como debía actuar ahora pero claro, como soy un adolescente, rápidamente recordé que había quedado en la playa con mis amigos y decidí dejar esa reflexión para otro momento; ya tendría tiempo y además ¡estaba de vacaciones!. Cogí mi mochila con la toalla y mis trastos de la playa, me puse la primera camiseta que pillé y salí de mi habitación. Cuando llegué al salón me encontré con María sentada en el sofá frente a la tele y casi paré en seco mis pasos, pero enseguida reaccioné y, sin mirarla, me dirigí rápidamente hacia la puerta de la calle diciéndole:
- Hasta luego, me voy a la playa con los colegas
- ¡Hasta luego enano pajillero!
¡Joder!-, pensé. Cerré la puerta de casa enseguida, y mientras esperaba el ascensor me di cuenta de lo hondo que habían calado sus palabras en mí. Me había ruborizado solo de ver que estaba en el salón y sus palabras me impactaron. Joder, ¡cómo podía estar tan tranquila como si no hubiese pasado nada!. Eso me tranquilizaba por una parte porque, seguramente, significaría que no iba a hablar del tema con nadie y todo estaba bien pero, por otra parte, me turbaba mucho ese control de la situación que ella tenía después de lo ocurrido y, sobre todo, que con solo esos pequeños movimientos por su parte, me tenía totalmente nervioso, alterado y diría que casi con una calentura constante. Si lo pensaba fríamente en las últimas horas María me había pillado, casi con seguridad, haciéndome una paja mientras la espiaba a través de la pared, posiblemente me había visto masturbarme mirando a nuestra hermana Melania, y habíamos compartido masturbación en mi habitación. ¡Demasiado para un chaval de mi edad!, me iba a volver loco…
La tarde en la playa hubiese estado muy bien si no hubiera sido porque tenía la cabeza en otro sitio y porque la gran cantidad de chicas preciosas casi desnudas que había no hacían otra cosa que reafirmar mi calentura y hacerme recordar todo lo vivido durante el día en mi casa con María. Deseaba regresar para verla pero a la vez me despertaba cierto recelo encontrármela. Cuando el sol ya no calentaba y estábamos hartos de decir burradas, jugar a palas, mirar a las chicas y hacer planes para las vacaciones, emprendimos el camino de vuelta a nuestros respectivos hogares. Compartía el camino de vuelta con mi colega Pedro, que era el que vivía más cerca y con el que mientras caminábamos comentábamos la jugada de la tarde:
- Desde luego Vicen, las tías cada vez están más buenas, y nosotros sin una sola en el grupo…
- Ya, Pedro, pero es que ninguno tenemos demasiado éxito con las chicas, además ahora los prefieren mayores que nosotros
- Bueno, pero por lo menos nos alegramos la vista
- Eso si…pero también nos ponemos malísimos
- Si tío, ahora que el que se tiene que alegrar la vista todos los días eres tú, ¡no veas el nivel que tienes en casa!
- ¡pero qué dices!, si son mis hermanas y mi madre, ¡no seas guarro!
- ¡venga ya!, seguro que te has cascado unas cuantas a la salud de cada una
- ¡Eres un cerdo!
- Bueno, bueno, no te rayes
En ese momento llegábamos donde yo vivo y entré en el vestíbulo de mi edificio sin despedirme de mi amigo; el muy cabrón había puesto el dedo justo en la llaga y en el peor momento posible. Cuando entré, justo en ese momento se disponían a entrar en el ascensor mis padres y mi hermana Melania, que regresaban a casa. Fue mi padre el que me vio y sujetó la puerta para que subiese con ellos
- ¡Hombre Vicente!, ¿cómo ha ido esa tarde de playa?
Mientras aceleraba el paso para llegar al interior del ascensor les respondí
- Bien, con los colegas
- ¡Qué suerte tienes bribón! Como me gustaría a mí…
Me hicieron sitio en la cabina y las féminas me recibieron con una sonrisa y un sonoro beso en la mejilla. La segunda en hacerlo fue Melania, qué bien olía…Mientras subía el ascensor y ellos comentaban entretenidos las excelencias de la playa, no pude evitar mirar a mi hermana con disimulo; realmente era una mujer espectacular y debía llenar la frutería de moscones solamente con su atractivo físico, con su linda cara, su cabello largo, negro y ondulado recogido en una larga cola de caballo y más con su escueta indumentaria, compuesta por un breve short blanco tipo tejano, muy ajustado, que realzaba su espectacular culo y dejaba ver sus magníficas piernas y el principio de sus nalgas, y aquella camiseta, también blanca, cortada por encima del ombligo, mostrando aquel magnifico vientre plano y moreno, adornado con un persing en forma de pequeño aro, y que contenía aquellos maravillosos y turgentes pechos bien definidos por la camiseta, atributos con los que yo me había masturbado unas horas atrás. Para rematar el cuadro llevaba unas alpargatas de verano con un poco de tacón, que se anudaban graciosamente con unas cintas, en sus tobillos y gemelos. No pude evitar notar que se me empezaba a poner dura. -tú estás fatal tío-, me dije
Llegamos a casa y yo me fui directo a mi habitación, deseando dejar los trastos y darme una buena ducha para quitarme la arena y la sal…y el calor “extra”… si hacía falta. No parecía haber rastro de María. Entré en mi habitación, tiré la mochila en un rincón junto a la ventana, saqué la toalla y la llevé a la terraza para tenderla, volví a mi habitación, cogí ropa de recambio y me dispuse a entrar en el baño.
- ¡Coño no se abre!
Llamé con los nudillos y me respondió Melania: se me había adelantado
- ¡Está ocupado!
Eso significaba que el baño permanecería “secuestrado”, un buen rato. Maldije mi lentitud y le contesté a mi hermana
- ¡Avísame cuando salgas,! Porfa…
- ¡Vale, Vicen!
Resignado me giré y separé los escasos metros que me separaban de mi habitación, entré, me senté frente al escritorio y conecté mi adorada Play.
Ya me había olvidado de la ducha cuando, ¡como no!, sin llamar entró Melania para avisarme de que el baño estaba disponible
- Vicen, ya estoy puedes entrar
- Vale gracias Mel…
Cuando me giré para acabar la frase, no fui capaz de acabar de articularla. Melania estaba justo de tras de mí a poco más de un metro, con la cabeza ladeada a la izquierda y sus dos manos secando su largo cabello totalmente mojado con una toalla, mientras su cuerpo estaba cubierto únicamente por otra toalla enrollada a su cuerpo, (estampada de cuadros blancos y rosas), y dejaba desnudas sus piernas desde un palmo por encima de las rodillas, y a duras penas contenía sus magníficos pechos; tanto es así, que al ladear su cabeza la toalla se había deslizado ligeramente hacia abajo, dejando al aire la parte superior de la aureola de su pezón derecho, visión que hizo que yo enmudeciera al instante y mis ojos se clavaran en esa celestial visión. Fueron tan solo dos segundos, pero mi sorpresa fue tan evidente, y la expresión de mi cara debía de ser tan exagerada, que mi hermana se dio cuenta al instante, y tirando de la toalla hacia arriba, me dedicó una amplia sonrisa y salió parsimoniosamente de mi habitación.
Me quedé impactado. ¿Es que todos los astros se habían alineado para conseguir que se me fuera la olla?. Esto no podía seguir así o me mataría a pajas…
Después de ducharme yo, y cascarme la consiguiente paja en honor del regalo que me hizo mi hermana mayor, y porqué no decirlo, para calmar mi ilimitada calentura y afrontar con más sosiego la cena en familia, salí del baño y me cogió el relevo María que también había llegado de la playa. Me saludó con un –hola- y entró en el baño a toda prisa.
Cenamos en la terraza, como era costumbre cuando llegaba la canícula, y yo procuré no mirar a ninguna de mis dos hermanas más de lo estrictamente necesario. Ninguna de las dos me dirigió ninguna mirada extraña, y su actitud hacia mí fue completamente normal. Tal vez consiguiera controlarme el resto del verano, estaban las vacaciones, luego nos iríamos al pueblo, y después vuelta a estudiar y todo habría quedado atrás, seguro que sí –pensé-
Después de la cena, una vez recogida la mesa, mis padres se sentaron en el sofá, frente a la tele y preguntaron quién quería ver una película en Netflix, todos se apuntaron menos yo, que comenté que me iba a mi habitación para echar unas partiditas en la Play; fue entonces cuando mi hermana María comentó:
- Si, últimamente estás más unido a tu videoconsola que nunca, ¿no?
Dijo esto con un tono burlón, pero esta vez, harto de sus insinuaciones y de que llevase siempre las de ganar, mientras pasaba por su lado, camino de mi habitación, le respondí:
- No hables tanto, que a ti últimamente también te está empezando a gustar mucho, ¿no?
Y no respondió, pero me siguió con la mirada, con una extraña media sonrisa en su cara. Cuando salía del salón escuché a Melania decir:
- Lo que necesita Vicen es echarse una novia ya, que le dé un poco de caña
- ¡Pero niña!, queeee dices – le respondió mi madre- si es muy joven aún, ya tendrá tiempo de complicarse la vida
- Que no, mamá, que necesita que le calmen las hormonas, ¡que las tiene muy revolucionadas!
Y todos rieron el comentario, claro está, todos menos yo, que empezaba a estar harto de recibir por todas partes y, además, pobre de mí, no tenía ni idea de manejar a las féminas de mi casa, y mucho menos ahora que tenían ese influjo que yo desconocía sobre mí. Se me estaban yendo todas las cabras al monte y yo no daba para más.
Me puse a jugar con mucho interés, dejando únicamente encendida la pequeña lamparita que tenía sobre el escritorio para crear el ambiente propicio para mi concentración, y tan concentrado estaba que no me di cuenta de cuando entró mi hermana María en mi habitación, para variar, de forma sigilosa y no autorizada, aunque debo reconocer que en las últimas horas no me molestaban tanto sus intromisiones y su compañía…
- ¿otra vez jugando enano?
- Si, ya ves…no tengo otra cosa que hacer ahora…
- ¿a qué juegas?
- Bueno, es un juego de lucha, me voy cargando rivales hasta llegar a la final…
- ¿y pueden jugar dos?
No se me escapó lo que podía implicar esa pregunta…pero me hice el despistado
- Pues sí, podemos jugar varios. A veces estamos conectados cuatro colegas a la vez y les pegamos unas palizas brutales…
- No, me refiero si pueden jugar dos a la vez desde aquí
Decidí forzar un poco más la situación, quería que me hablase lo más claro posible para poder estar seguro de que entendía lo que me quería decir
- Si, pero es más aburrido…
- ¿Me vas a decir que prefieres jugar con tus colegas que con tu hermanita?
Esto último lo dijo con un tono bajo, suave, con su bonita y sensual voz, pero a la vez tenía algo de sugerente, de seguridad y afirmación. Titubeé en mi respuesta…y le dije lo único que me vino a la cabeza en ese momento con muy poco convencimiento y sin medir el alcance de lo que decía
- Pero están todos en casa…en el salón
- ¿Y qué tiene de malo que dos hermanos compartan un rato de juegos juntos?
Su respuesta, en el mismo tono, me desarmó por completo e hizo que me pusiera un tanto nervioso al instante, -hay, hay, hay…-
- ¿vale a qué quieres jugar?
- Oh, este juego está bien, hay mucha acción, ¿no?
- Si…pero falta un asiento, espera
- Puedes coger una silla de mi habitación, Vicen
Salí de la habitación y me fui a buscar una silla a la habitación de María. Entré, encendí la luz y fui junto a su escritorio a coger su silla de estudio. Ese momento pensé que me hubiera encantado entretenerme y rebuscar en su armario y sus cajones, merodear por la habitación de mi hermana, para poder saber más de ella, necesitaba saberlo todo, curiosear, mirar toda su ropa, mirar su ropa interior, poder mirar en su móvil…seguro que tenía fotos muy sexis de ella y sus amigas; pero me era difícil entrar en aquel lugar al que, seguramente, era la primera vez que accedía sólo desde hacía muchos años…se me estaba yendo la pinza. La voz de María me sacó de mis pensamientos
- ¿Qué haces enano?, no me digas que no encuentras la silla
Le contesté lo primero que se me ocurrió:
- Es que estaba enterrada debajo de tu ropa y sus cosas
Era mentira, María era el paradigma del orden
- Venga ya y deja de husmear en mis cosas
- ¡que ya voy!
Entré en mi habitación empujando su sillón de estudio con ruedas, pensando que yo parecía ser transparente para todo el mundo, y me encontré a María totalmente acomodada en mi súper sillón. No rechisté, acerqué el sillón de su cuarto y lo puse a la derecha de ella. Acto seguido cogí el otro mando y lo conecté, reiniciando la partida
- Bueno explícame cómo va esto
- Es sencillo…
Y diciendo esto me acerqué a ella para explicarle las funciones que tenían los botones en ese juego, movimientos, golpes, defensas, ataques, combos…pero mi mente se estaba comenzando a diluir por el aroma que emanaba del cuerpo de mi hermana y de su cabello, ese olor a hembra, dulce, su gel, su champú, su crema hidratante… Yo pensaba que con todo lo que me había masturbado durante el día podría afrontar esa situación con más calma y decidí intentar dedicarme solamente a jugar, o me volvería loco. -¡venga Vicen que tú puedes chaval!-. Pensé que tenía a mi favor que mi hermana se había vestido de manera cómoda pero nada sensual, una amplia camiseta gris de algodón de manga corta y unos pantalones blancos, tipo pirata, más bien holgados…si, seguro que yo podía con ello
Iniciamos la partida y, durante los primeros minutos todo discurría con total normalidad, incluso parecía que se divertía con el juego aunque, claro está, yo la estaba machacando y así seguimos como un cuarto de hora, hasta que…
- Joder Vicen, vaya paliza me estás pegando, ¿seguro que me has explicado bien como va esto?
- Que siiii, pesada, lo que pasa es que no te enteras, María
- A lo mejor lo que necesito es que me prestes un poco más de atención y me enseñes como Dios manda. Has de ser un caballero, que ya estás bastante grande hermanito
- ¿….?
- Que si, ya verás, deja el mando y levanta
Y dicho esto me cogió del brazo y me colocó de pie, justo detrás de ella, quedando separados por el respaldo de mi silla de juegos.
- Vale, ahora, quiero que pongas tus manos sobre las mías en el mando y tus dedos sobre los míos y me guíes con los movimientos, me ayudas a presionar los botones, pero sin machacarme los dedos ¿eh?
- Pero…
- Que si, ¡que pareces tonto!, ¿no has visto en las películas cuando el chico guía a la chica con la raqueta de tenis o con el taco de billar?
En un primer momento me quedé justo detrás de ella e intenté llegar a sus manos estirando los brazos por cada uno de los lados de su cabeza pero, evidentemente, mi posición me hacía casi imposible alcanzarlas, (además de ser completamente ridícula y forzada) y, mucho menos, me permitía mover un solo dedo en condiciones.
- ¡pero qué haces tío!
- Yo…
- Vamos a ver ven por la derecha, pasa un brazo por detrás de mi cuello…así, eso es…¿ves? Ahora si que llegas, te inclinas un poco y ya está…ahora…¡perfecto!
Perfecto, ¡los cojones!, no solamente estaba incómodo porque estaba muy inclinado hacia adelante, sino que ahora, además, tenía a mi hermana prácticamente abrazada desde mi lado derecho, (su izquierda), con mis manos sobre sus manos, tan suaves, mis brazos en contacto con los suyos, que eran como seda, y mi mejilla izquierda casi pegada a su mejilla derecha…percibiendo su aroma y escuchando su dulce voz tan, tan, tan cerca de mi oído…
- Ahora empieza, pero despacito…
Y así lo hice, estirando al máximo mis brazos y para que los estirase mi hermana para evitar, en lo posible, el contacto con ella, con lo que hice la postura todavía más incómoda.
- Pero Vicen, tú estás tonto, ¿qué quieres? ¿que me haga una contractura?, ¿no ves que no llego?...además así no puedo ver nada
Y diciendo esto con sus manos tiró hacia atrás con fuerza y acercó el mando a la altura de su pecho, un poco por debajo de su cara. Giró su cara hacia mí, me miró y me dijo con total tranquilidad y voz suave
- Ves, así es mucho más fácil y más cómodo. Venga empecemos
Dicho y hecho. Inicié la partida más descolocado y nervioso, que otra cosa, e intenté concentrarme en el juego a pesar de todas las influencias externas que tan difícil me lo hacían. Casi lo estaba consiguiendo cuando me di cuenta de que mi hermana aproximaba cada vez más el mando a su pecho, tanto es así que en algún movimiento más brusco que realizábamos, producto de la acción que se producía en el juego, no pude evitar algún roce fortuito con su pecho y pude apreciar que no llevaba sujetador, y ella presionaba aún con más fuerza, sobre todo cuando se producía una vibración en el mando, con lo que empecé a pensar que no era accidental.. Seguí guiándola a duras penas y de forma cada vez más torpe, pero a María no parecía importarle, su atención estaba centrada en las vibraciones del mando que, ahora sí de forma evidente, acercaba descaradamente a sus pechos presionando sobre sus pezones, circunstancia que hacía que mi muñeca y mi antebrazo los rozase y los notara muy marcados y duros, sobre todo el derecho, el que yo tenía más cerca. A pesar de mi postura mi rabo se estaba poniendo como una piedra, pero ya me empezaba a doler, era demasiada caña para un solo día, incluso para un salido como yo, además, mi hermana tenía que estar dándose cuenta seguro y, pensar eso me excitaba aún más; bueno y esperaba que no le diese por entrar a nadie en estos momentos, porque se nos vería en una situación un poco rara
- Vicen, ¿qué te parece si compartimos el mando? –me lo dijo con su dulce voz, casi en un susurro, como si estuviera muy seria-
- Pero…como…-balbuceé-
- Si mira, yo lo cojo con la izquierda y muevo la palanquita de dirección y tú lo coges con tu mano derecha y haces los movimientos, los golpes y todo eso con los botones que es más liado…
- Vale.
Esta vez fui yo quién eligió la postura, quité mi brazo de alrededor de su cuello, me agaché a la derecha de ella, como un futbolista que espera para la foto de equipo, puse mi mano en la parte derecha del mando y, entre los dos comenzamos unos más que torpes movimientos; nos daban hasta en la foto del carné de identidad y el mando no paraba de vibrar. Sin dejar de mirar a la pantalla, María pegó, literalmente, el mando a su pecho derecho sobre la camiseta, arrastrando así mi mano hacia este, con lo que sentí un escalofrío al sentir aquella forma redonda y dura, maravillosa…y un momento después, despacio, bajó su mano derecha hasta el botón de su pirata, lo desabrochó, bajó su cremallera hasta la mitad y la mano siguió su camino hasta hacerla desaparecer por la parte delantera de sus amplios pantalones.
Me quedé atónito y no sabía como reaccionar. Intentaba rozar, en lo posible, torpemente, ese maravilloso pecho, mucho mejor que cualquiera de los dos que había podido tocar en el pasado, de forma fortuita y que poco disfruté, (escasos de tamaño y en plena oscuridad). Este era un pecho soberbio, de un tamaño considerable, se adivinaba exquisito, firme, pertenecía a una chica muy guapa, que además, ¡era mi hermana!. Me concentré para que el juego continuase y el mando siguiera vibrando con una cierta continuidad, porque me daba miedo que, si paraba, se rompiese la magia de aquel momento, pero mi inexperiencia no me permitía ver que, en aquel instante, mi hermana ya había pasado el punto de no retorno y no iba a parar. Y no paró, miraba la pantalla y entrecerraba los ojos, separó más las piernas y el movimiento de su mano dentro del pantalón se hizo más evidente aún, mientras presionaba con fuerza el mando sobre su pecho, comenzaron los primeros jadeos y algún gemido
- Aaaahh, aaaaahhh, Uuuuufff, uuuuufff, ummmmm, ummmmm
Yo no podía más, y tan salido como estaba, tan caliente, como pude llevé mi mano izquierda, la que tenía libre, al cordón que aseguraba mi bañador, tiré torpemente de él lo que pude y llevé mi mano a mi rabo para hacerme una paja a escasos 40 cm. De mi hermana, que en ese momento me ofrecía una visión magnífica, de primera fila de un espectáculo como nunca había visto. María vio mi gesto y temí que parase o que se molestase, pero lo único que hizo fue quitarme el mando, levantar ligeramente su culito un instante de mi sillón, dejar bajar un poco más su pantalón hasta sus ingles y hacer desaparecer el mando por dentro de él, dirección a su vagina. No pude más, me incorporé y me puse de pie, con mi miembro a media camino entre su pecho y su cara, y comencé a masturbarme mirando a mi hermana que cada vez aceleraba más sus movimientos, cogiendo el mando por un lateral e, imagino aún que acariciándose o introduciendo la otra en su coñito, (no me dejó verlo en ningún momento, solo veía el mando subir y bajar, el movimiento de su mano y su vientre) y gemía, con más intensidad que la última vez, tanto que temí que la escucharan, pero el home cinema atronaba desde el salón
- ¡OOooooohhhh, ooooooouuuummm, uuuuuummmmm, ummmmm!, ¡joder que bueno!
Me tenía ardiendo, fuera de mí, la excitación hacía que los latidos de mi corazón martilleasen con fuerza en mi cabeza, y no podía controlar apenas mi respiración; no pude más, alargué mi mano izquierda y agarré aquella magnífica teta sobre la camiseta de María y la acaricié, la sobé, disfruté de su forma, de su textura extraordinaria, firme y suave a la vez, noté el pezón duro, erguido, y lo pellizqué y ella, se dejó hacer, se dejó acariciar y me miró fuera de sí, con la excitación dibujada en su preciosa cara, sus labios estaban rojos, hinchados, su mejillas rojas, se humedecía su boca reseca con la lengua constantemente y comenzaban a resbalar gotas de sudor por su sien en aquella calurosa noche de junio, ni el ventilador del techo conseguía apagar aquel sofoco, sofoco que ella incrementaba con el ritmo de sus manos y el vaivén sus caderas, cada vez más rápido.
Cuando María aumento aún más el ritmo de sus movimientos, y de sus gemidos, noté que se iba a correr, lo que no me esperaba fue lo que sucedió a continuación
- Acércate Vicen…
Pegué mi pelvis al reposabrazos del sillón todo lo que pude y ella acercó su mano derecha a mi polla y, con la punta de su dedo índice tocó mi glande, se me nubló el entendimiento, la excitación me venció y me corrí;
- ¡Me corro María, ooooohhh, me cooorro preciosa, me cooorrooooo!
Lo hice como si nunca lo hubiese hecho antes, como si aquella fuese la madre de todas las pajas, en ese momento no existía más que aquella diosa de la belleza y aquel placer, casi desconocido. Apreté con fuerza el pecho de mi hermana mientras me corría, pellizcando su pezón con fuerza entre mis dedos pulgar y corazón, y ella lo agradeció con un gemido aún más fuerte, y continuó presionado su dedo sobre mi glande, en una caricia, mientras mi primera andanada aterrizaba en su mejilla derecha, la segunda sobre su camiseta, entre su manga y su pecho, otra en su antebrazo y el resto, lo recogió en su mano en forma de cuchara junto a mi glande. Ella acababa su orgasmo, ralentizando los movimientos de sus caderas. Limpió de abajo a arriba una gota que colgaba de mi glande con su dedo corazón, sin dejar caer el resto del semen y yo creí morir.
Cogió mi socorrido rollo de papel higiénico y se limpió la mano, luego me dio un trozo generoso a mí. Mientras yo me limpiaba, todavía de pie en la misma posición, como un estúpido, María se arregló la ropa y como sin nada hubiera pasado me preguntó mientras se abrochaba el pantalón
- ¿De verdad te parezco preciosa?
- Si…lo eres, aunque seas mi hermana, de verdad, bueno…quiero decir que si, que estás buenísima
- Je, je, vale, vale, entendido. Bueno te dejo que quiero hacer algunas cosas antes de ir a dormir.
- Si claro…
Se acercó a mí, me dio un dulce beso en la mejilla, abrió la puerta y antes de salir me miró, me dedicó una sonrisa y salió cerrando muy despacio.
Me desplomé sobre la cama, exhausto, saciado y feliz, aunque muy confundido por todo lo que me estaba pasando, se me agolpaban todas las imágenes en el cerebro y aún no me lo podía creer. Entonces recordé que allí estaba el mando que había utilizado María, me levanté como si tuviera un muelle y fui a cogerlo. El extremo que yo no veía estaba húmedo, casi mojado, lo acerqué a mi nariz: olía dulzón, como a un sudor dulce. Pasé mi dedo índice, saqué la punta de mi lengua y lo probé; me agradó el sabor, el sabor de mi hermana, de su sexo. Me volví a tumbar, lo puse sobre mi pecho desnudo, muy cerca de mi cara y sin tan siquiera apagar la lamparita de mi escritorio me dormí. Estaba deseando que llegara el día siguiente…
- Hasta luego, me voy a la playa con los colegas
- ¡Hasta luego enano pajillero!
¡Joder!-, pensé. Cerré la puerta de casa enseguida, y mientras esperaba el ascensor me di cuenta de lo hondo que habían calado sus palabras en mí. Me había ruborizado solo de ver que estaba en el salón y sus palabras me impactaron. Joder, ¡cómo podía estar tan tranquila como si no hubiese pasado nada!. Eso me tranquilizaba por una parte porque, seguramente, significaría que no iba a hablar del tema con nadie y todo estaba bien pero, por otra parte, me turbaba mucho ese control de la situación que ella tenía después de lo ocurrido y, sobre todo, que con solo esos pequeños movimientos por su parte, me tenía totalmente nervioso, alterado y diría que casi con una calentura constante. Si lo pensaba fríamente en las últimas horas María me había pillado, casi con seguridad, haciéndome una paja mientras la espiaba a través de la pared, posiblemente me había visto masturbarme mirando a nuestra hermana Melania, y habíamos compartido masturbación en mi habitación. ¡Demasiado para un chaval de mi edad!, me iba a volver loco…
La tarde en la playa hubiese estado muy bien si no hubiera sido porque tenía la cabeza en otro sitio y porque la gran cantidad de chicas preciosas casi desnudas que había no hacían otra cosa que reafirmar mi calentura y hacerme recordar todo lo vivido durante el día en mi casa con María. Deseaba regresar para verla pero a la vez me despertaba cierto recelo encontrármela. Cuando el sol ya no calentaba y estábamos hartos de decir burradas, jugar a palas, mirar a las chicas y hacer planes para las vacaciones, emprendimos el camino de vuelta a nuestros respectivos hogares. Compartía el camino de vuelta con mi colega Pedro, que era el que vivía más cerca y con el que mientras caminábamos comentábamos la jugada de la tarde:
- Desde luego Vicen, las tías cada vez están más buenas, y nosotros sin una sola en el grupo…
- Ya, Pedro, pero es que ninguno tenemos demasiado éxito con las chicas, además ahora los prefieren mayores que nosotros
- Bueno, pero por lo menos nos alegramos la vista
- Eso si…pero también nos ponemos malísimos
- Si tío, ahora que el que se tiene que alegrar la vista todos los días eres tú, ¡no veas el nivel que tienes en casa!
- ¡pero qué dices!, si son mis hermanas y mi madre, ¡no seas guarro!
- ¡venga ya!, seguro que te has cascado unas cuantas a la salud de cada una
- ¡Eres un cerdo!
- Bueno, bueno, no te rayes
En ese momento llegábamos donde yo vivo y entré en el vestíbulo de mi edificio sin despedirme de mi amigo; el muy cabrón había puesto el dedo justo en la llaga y en el peor momento posible. Cuando entré, justo en ese momento se disponían a entrar en el ascensor mis padres y mi hermana Melania, que regresaban a casa. Fue mi padre el que me vio y sujetó la puerta para que subiese con ellos
- ¡Hombre Vicente!, ¿cómo ha ido esa tarde de playa?
Mientras aceleraba el paso para llegar al interior del ascensor les respondí
- Bien, con los colegas
- ¡Qué suerte tienes bribón! Como me gustaría a mí…
Me hicieron sitio en la cabina y las féminas me recibieron con una sonrisa y un sonoro beso en la mejilla. La segunda en hacerlo fue Melania, qué bien olía…Mientras subía el ascensor y ellos comentaban entretenidos las excelencias de la playa, no pude evitar mirar a mi hermana con disimulo; realmente era una mujer espectacular y debía llenar la frutería de moscones solamente con su atractivo físico, con su linda cara, su cabello largo, negro y ondulado recogido en una larga cola de caballo y más con su escueta indumentaria, compuesta por un breve short blanco tipo tejano, muy ajustado, que realzaba su espectacular culo y dejaba ver sus magníficas piernas y el principio de sus nalgas, y aquella camiseta, también blanca, cortada por encima del ombligo, mostrando aquel magnifico vientre plano y moreno, adornado con un persing en forma de pequeño aro, y que contenía aquellos maravillosos y turgentes pechos bien definidos por la camiseta, atributos con los que yo me había masturbado unas horas atrás. Para rematar el cuadro llevaba unas alpargatas de verano con un poco de tacón, que se anudaban graciosamente con unas cintas, en sus tobillos y gemelos. No pude evitar notar que se me empezaba a poner dura. -tú estás fatal tío-, me dije
Llegamos a casa y yo me fui directo a mi habitación, deseando dejar los trastos y darme una buena ducha para quitarme la arena y la sal…y el calor “extra”… si hacía falta. No parecía haber rastro de María. Entré en mi habitación, tiré la mochila en un rincón junto a la ventana, saqué la toalla y la llevé a la terraza para tenderla, volví a mi habitación, cogí ropa de recambio y me dispuse a entrar en el baño.
- ¡Coño no se abre!
Llamé con los nudillos y me respondió Melania: se me había adelantado
- ¡Está ocupado!
Eso significaba que el baño permanecería “secuestrado”, un buen rato. Maldije mi lentitud y le contesté a mi hermana
- ¡Avísame cuando salgas,! Porfa…
- ¡Vale, Vicen!
Resignado me giré y separé los escasos metros que me separaban de mi habitación, entré, me senté frente al escritorio y conecté mi adorada Play.
Ya me había olvidado de la ducha cuando, ¡como no!, sin llamar entró Melania para avisarme de que el baño estaba disponible
- Vicen, ya estoy puedes entrar
- Vale gracias Mel…
Cuando me giré para acabar la frase, no fui capaz de acabar de articularla. Melania estaba justo de tras de mí a poco más de un metro, con la cabeza ladeada a la izquierda y sus dos manos secando su largo cabello totalmente mojado con una toalla, mientras su cuerpo estaba cubierto únicamente por otra toalla enrollada a su cuerpo, (estampada de cuadros blancos y rosas), y dejaba desnudas sus piernas desde un palmo por encima de las rodillas, y a duras penas contenía sus magníficos pechos; tanto es así, que al ladear su cabeza la toalla se había deslizado ligeramente hacia abajo, dejando al aire la parte superior de la aureola de su pezón derecho, visión que hizo que yo enmudeciera al instante y mis ojos se clavaran en esa celestial visión. Fueron tan solo dos segundos, pero mi sorpresa fue tan evidente, y la expresión de mi cara debía de ser tan exagerada, que mi hermana se dio cuenta al instante, y tirando de la toalla hacia arriba, me dedicó una amplia sonrisa y salió parsimoniosamente de mi habitación.
Me quedé impactado. ¿Es que todos los astros se habían alineado para conseguir que se me fuera la olla?. Esto no podía seguir así o me mataría a pajas…
Después de ducharme yo, y cascarme la consiguiente paja en honor del regalo que me hizo mi hermana mayor, y porqué no decirlo, para calmar mi ilimitada calentura y afrontar con más sosiego la cena en familia, salí del baño y me cogió el relevo María que también había llegado de la playa. Me saludó con un –hola- y entró en el baño a toda prisa.
Cenamos en la terraza, como era costumbre cuando llegaba la canícula, y yo procuré no mirar a ninguna de mis dos hermanas más de lo estrictamente necesario. Ninguna de las dos me dirigió ninguna mirada extraña, y su actitud hacia mí fue completamente normal. Tal vez consiguiera controlarme el resto del verano, estaban las vacaciones, luego nos iríamos al pueblo, y después vuelta a estudiar y todo habría quedado atrás, seguro que sí –pensé-
Después de la cena, una vez recogida la mesa, mis padres se sentaron en el sofá, frente a la tele y preguntaron quién quería ver una película en Netflix, todos se apuntaron menos yo, que comenté que me iba a mi habitación para echar unas partiditas en la Play; fue entonces cuando mi hermana María comentó:
- Si, últimamente estás más unido a tu videoconsola que nunca, ¿no?
Dijo esto con un tono burlón, pero esta vez, harto de sus insinuaciones y de que llevase siempre las de ganar, mientras pasaba por su lado, camino de mi habitación, le respondí:
- No hables tanto, que a ti últimamente también te está empezando a gustar mucho, ¿no?
Y no respondió, pero me siguió con la mirada, con una extraña media sonrisa en su cara. Cuando salía del salón escuché a Melania decir:
- Lo que necesita Vicen es echarse una novia ya, que le dé un poco de caña
- ¡Pero niña!, queeee dices – le respondió mi madre- si es muy joven aún, ya tendrá tiempo de complicarse la vida
- Que no, mamá, que necesita que le calmen las hormonas, ¡que las tiene muy revolucionadas!
Y todos rieron el comentario, claro está, todos menos yo, que empezaba a estar harto de recibir por todas partes y, además, pobre de mí, no tenía ni idea de manejar a las féminas de mi casa, y mucho menos ahora que tenían ese influjo que yo desconocía sobre mí. Se me estaban yendo todas las cabras al monte y yo no daba para más.
Me puse a jugar con mucho interés, dejando únicamente encendida la pequeña lamparita que tenía sobre el escritorio para crear el ambiente propicio para mi concentración, y tan concentrado estaba que no me di cuenta de cuando entró mi hermana María en mi habitación, para variar, de forma sigilosa y no autorizada, aunque debo reconocer que en las últimas horas no me molestaban tanto sus intromisiones y su compañía…
- ¿otra vez jugando enano?
- Si, ya ves…no tengo otra cosa que hacer ahora…
- ¿a qué juegas?
- Bueno, es un juego de lucha, me voy cargando rivales hasta llegar a la final…
- ¿y pueden jugar dos?
No se me escapó lo que podía implicar esa pregunta…pero me hice el despistado
- Pues sí, podemos jugar varios. A veces estamos conectados cuatro colegas a la vez y les pegamos unas palizas brutales…
- No, me refiero si pueden jugar dos a la vez desde aquí
Decidí forzar un poco más la situación, quería que me hablase lo más claro posible para poder estar seguro de que entendía lo que me quería decir
- Si, pero es más aburrido…
- ¿Me vas a decir que prefieres jugar con tus colegas que con tu hermanita?
Esto último lo dijo con un tono bajo, suave, con su bonita y sensual voz, pero a la vez tenía algo de sugerente, de seguridad y afirmación. Titubeé en mi respuesta…y le dije lo único que me vino a la cabeza en ese momento con muy poco convencimiento y sin medir el alcance de lo que decía
- Pero están todos en casa…en el salón
- ¿Y qué tiene de malo que dos hermanos compartan un rato de juegos juntos?
Su respuesta, en el mismo tono, me desarmó por completo e hizo que me pusiera un tanto nervioso al instante, -hay, hay, hay…-
- ¿vale a qué quieres jugar?
- Oh, este juego está bien, hay mucha acción, ¿no?
- Si…pero falta un asiento, espera
- Puedes coger una silla de mi habitación, Vicen
Salí de la habitación y me fui a buscar una silla a la habitación de María. Entré, encendí la luz y fui junto a su escritorio a coger su silla de estudio. Ese momento pensé que me hubiera encantado entretenerme y rebuscar en su armario y sus cajones, merodear por la habitación de mi hermana, para poder saber más de ella, necesitaba saberlo todo, curiosear, mirar toda su ropa, mirar su ropa interior, poder mirar en su móvil…seguro que tenía fotos muy sexis de ella y sus amigas; pero me era difícil entrar en aquel lugar al que, seguramente, era la primera vez que accedía sólo desde hacía muchos años…se me estaba yendo la pinza. La voz de María me sacó de mis pensamientos
- ¿Qué haces enano?, no me digas que no encuentras la silla
Le contesté lo primero que se me ocurrió:
- Es que estaba enterrada debajo de tu ropa y sus cosas
Era mentira, María era el paradigma del orden
- Venga ya y deja de husmear en mis cosas
- ¡que ya voy!
Entré en mi habitación empujando su sillón de estudio con ruedas, pensando que yo parecía ser transparente para todo el mundo, y me encontré a María totalmente acomodada en mi súper sillón. No rechisté, acerqué el sillón de su cuarto y lo puse a la derecha de ella. Acto seguido cogí el otro mando y lo conecté, reiniciando la partida
- Bueno explícame cómo va esto
- Es sencillo…
Y diciendo esto me acerqué a ella para explicarle las funciones que tenían los botones en ese juego, movimientos, golpes, defensas, ataques, combos…pero mi mente se estaba comenzando a diluir por el aroma que emanaba del cuerpo de mi hermana y de su cabello, ese olor a hembra, dulce, su gel, su champú, su crema hidratante… Yo pensaba que con todo lo que me había masturbado durante el día podría afrontar esa situación con más calma y decidí intentar dedicarme solamente a jugar, o me volvería loco. -¡venga Vicen que tú puedes chaval!-. Pensé que tenía a mi favor que mi hermana se había vestido de manera cómoda pero nada sensual, una amplia camiseta gris de algodón de manga corta y unos pantalones blancos, tipo pirata, más bien holgados…si, seguro que yo podía con ello
Iniciamos la partida y, durante los primeros minutos todo discurría con total normalidad, incluso parecía que se divertía con el juego aunque, claro está, yo la estaba machacando y así seguimos como un cuarto de hora, hasta que…
- Joder Vicen, vaya paliza me estás pegando, ¿seguro que me has explicado bien como va esto?
- Que siiii, pesada, lo que pasa es que no te enteras, María
- A lo mejor lo que necesito es que me prestes un poco más de atención y me enseñes como Dios manda. Has de ser un caballero, que ya estás bastante grande hermanito
- ¿….?
- Que si, ya verás, deja el mando y levanta
Y dicho esto me cogió del brazo y me colocó de pie, justo detrás de ella, quedando separados por el respaldo de mi silla de juegos.
- Vale, ahora, quiero que pongas tus manos sobre las mías en el mando y tus dedos sobre los míos y me guíes con los movimientos, me ayudas a presionar los botones, pero sin machacarme los dedos ¿eh?
- Pero…
- Que si, ¡que pareces tonto!, ¿no has visto en las películas cuando el chico guía a la chica con la raqueta de tenis o con el taco de billar?
En un primer momento me quedé justo detrás de ella e intenté llegar a sus manos estirando los brazos por cada uno de los lados de su cabeza pero, evidentemente, mi posición me hacía casi imposible alcanzarlas, (además de ser completamente ridícula y forzada) y, mucho menos, me permitía mover un solo dedo en condiciones.
- ¡pero qué haces tío!
- Yo…
- Vamos a ver ven por la derecha, pasa un brazo por detrás de mi cuello…así, eso es…¿ves? Ahora si que llegas, te inclinas un poco y ya está…ahora…¡perfecto!
Perfecto, ¡los cojones!, no solamente estaba incómodo porque estaba muy inclinado hacia adelante, sino que ahora, además, tenía a mi hermana prácticamente abrazada desde mi lado derecho, (su izquierda), con mis manos sobre sus manos, tan suaves, mis brazos en contacto con los suyos, que eran como seda, y mi mejilla izquierda casi pegada a su mejilla derecha…percibiendo su aroma y escuchando su dulce voz tan, tan, tan cerca de mi oído…
- Ahora empieza, pero despacito…
Y así lo hice, estirando al máximo mis brazos y para que los estirase mi hermana para evitar, en lo posible, el contacto con ella, con lo que hice la postura todavía más incómoda.
- Pero Vicen, tú estás tonto, ¿qué quieres? ¿que me haga una contractura?, ¿no ves que no llego?...además así no puedo ver nada
Y diciendo esto con sus manos tiró hacia atrás con fuerza y acercó el mando a la altura de su pecho, un poco por debajo de su cara. Giró su cara hacia mí, me miró y me dijo con total tranquilidad y voz suave
- Ves, así es mucho más fácil y más cómodo. Venga empecemos
Dicho y hecho. Inicié la partida más descolocado y nervioso, que otra cosa, e intenté concentrarme en el juego a pesar de todas las influencias externas que tan difícil me lo hacían. Casi lo estaba consiguiendo cuando me di cuenta de que mi hermana aproximaba cada vez más el mando a su pecho, tanto es así que en algún movimiento más brusco que realizábamos, producto de la acción que se producía en el juego, no pude evitar algún roce fortuito con su pecho y pude apreciar que no llevaba sujetador, y ella presionaba aún con más fuerza, sobre todo cuando se producía una vibración en el mando, con lo que empecé a pensar que no era accidental.. Seguí guiándola a duras penas y de forma cada vez más torpe, pero a María no parecía importarle, su atención estaba centrada en las vibraciones del mando que, ahora sí de forma evidente, acercaba descaradamente a sus pechos presionando sobre sus pezones, circunstancia que hacía que mi muñeca y mi antebrazo los rozase y los notara muy marcados y duros, sobre todo el derecho, el que yo tenía más cerca. A pesar de mi postura mi rabo se estaba poniendo como una piedra, pero ya me empezaba a doler, era demasiada caña para un solo día, incluso para un salido como yo, además, mi hermana tenía que estar dándose cuenta seguro y, pensar eso me excitaba aún más; bueno y esperaba que no le diese por entrar a nadie en estos momentos, porque se nos vería en una situación un poco rara
- Vicen, ¿qué te parece si compartimos el mando? –me lo dijo con su dulce voz, casi en un susurro, como si estuviera muy seria-
- Pero…como…-balbuceé-
- Si mira, yo lo cojo con la izquierda y muevo la palanquita de dirección y tú lo coges con tu mano derecha y haces los movimientos, los golpes y todo eso con los botones que es más liado…
- Vale.
Esta vez fui yo quién eligió la postura, quité mi brazo de alrededor de su cuello, me agaché a la derecha de ella, como un futbolista que espera para la foto de equipo, puse mi mano en la parte derecha del mando y, entre los dos comenzamos unos más que torpes movimientos; nos daban hasta en la foto del carné de identidad y el mando no paraba de vibrar. Sin dejar de mirar a la pantalla, María pegó, literalmente, el mando a su pecho derecho sobre la camiseta, arrastrando así mi mano hacia este, con lo que sentí un escalofrío al sentir aquella forma redonda y dura, maravillosa…y un momento después, despacio, bajó su mano derecha hasta el botón de su pirata, lo desabrochó, bajó su cremallera hasta la mitad y la mano siguió su camino hasta hacerla desaparecer por la parte delantera de sus amplios pantalones.
Me quedé atónito y no sabía como reaccionar. Intentaba rozar, en lo posible, torpemente, ese maravilloso pecho, mucho mejor que cualquiera de los dos que había podido tocar en el pasado, de forma fortuita y que poco disfruté, (escasos de tamaño y en plena oscuridad). Este era un pecho soberbio, de un tamaño considerable, se adivinaba exquisito, firme, pertenecía a una chica muy guapa, que además, ¡era mi hermana!. Me concentré para que el juego continuase y el mando siguiera vibrando con una cierta continuidad, porque me daba miedo que, si paraba, se rompiese la magia de aquel momento, pero mi inexperiencia no me permitía ver que, en aquel instante, mi hermana ya había pasado el punto de no retorno y no iba a parar. Y no paró, miraba la pantalla y entrecerraba los ojos, separó más las piernas y el movimiento de su mano dentro del pantalón se hizo más evidente aún, mientras presionaba con fuerza el mando sobre su pecho, comenzaron los primeros jadeos y algún gemido
- Aaaahh, aaaaahhh, Uuuuufff, uuuuufff, ummmmm, ummmmm
Yo no podía más, y tan salido como estaba, tan caliente, como pude llevé mi mano izquierda, la que tenía libre, al cordón que aseguraba mi bañador, tiré torpemente de él lo que pude y llevé mi mano a mi rabo para hacerme una paja a escasos 40 cm. De mi hermana, que en ese momento me ofrecía una visión magnífica, de primera fila de un espectáculo como nunca había visto. María vio mi gesto y temí que parase o que se molestase, pero lo único que hizo fue quitarme el mando, levantar ligeramente su culito un instante de mi sillón, dejar bajar un poco más su pantalón hasta sus ingles y hacer desaparecer el mando por dentro de él, dirección a su vagina. No pude más, me incorporé y me puse de pie, con mi miembro a media camino entre su pecho y su cara, y comencé a masturbarme mirando a mi hermana que cada vez aceleraba más sus movimientos, cogiendo el mando por un lateral e, imagino aún que acariciándose o introduciendo la otra en su coñito, (no me dejó verlo en ningún momento, solo veía el mando subir y bajar, el movimiento de su mano y su vientre) y gemía, con más intensidad que la última vez, tanto que temí que la escucharan, pero el home cinema atronaba desde el salón
- ¡OOooooohhhh, ooooooouuuummm, uuuuuummmmm, ummmmm!, ¡joder que bueno!
Me tenía ardiendo, fuera de mí, la excitación hacía que los latidos de mi corazón martilleasen con fuerza en mi cabeza, y no podía controlar apenas mi respiración; no pude más, alargué mi mano izquierda y agarré aquella magnífica teta sobre la camiseta de María y la acaricié, la sobé, disfruté de su forma, de su textura extraordinaria, firme y suave a la vez, noté el pezón duro, erguido, y lo pellizqué y ella, se dejó hacer, se dejó acariciar y me miró fuera de sí, con la excitación dibujada en su preciosa cara, sus labios estaban rojos, hinchados, su mejillas rojas, se humedecía su boca reseca con la lengua constantemente y comenzaban a resbalar gotas de sudor por su sien en aquella calurosa noche de junio, ni el ventilador del techo conseguía apagar aquel sofoco, sofoco que ella incrementaba con el ritmo de sus manos y el vaivén sus caderas, cada vez más rápido.
Cuando María aumento aún más el ritmo de sus movimientos, y de sus gemidos, noté que se iba a correr, lo que no me esperaba fue lo que sucedió a continuación
- Acércate Vicen…
Pegué mi pelvis al reposabrazos del sillón todo lo que pude y ella acercó su mano derecha a mi polla y, con la punta de su dedo índice tocó mi glande, se me nubló el entendimiento, la excitación me venció y me corrí;
- ¡Me corro María, ooooohhh, me cooorro preciosa, me cooorrooooo!
Lo hice como si nunca lo hubiese hecho antes, como si aquella fuese la madre de todas las pajas, en ese momento no existía más que aquella diosa de la belleza y aquel placer, casi desconocido. Apreté con fuerza el pecho de mi hermana mientras me corría, pellizcando su pezón con fuerza entre mis dedos pulgar y corazón, y ella lo agradeció con un gemido aún más fuerte, y continuó presionado su dedo sobre mi glande, en una caricia, mientras mi primera andanada aterrizaba en su mejilla derecha, la segunda sobre su camiseta, entre su manga y su pecho, otra en su antebrazo y el resto, lo recogió en su mano en forma de cuchara junto a mi glande. Ella acababa su orgasmo, ralentizando los movimientos de sus caderas. Limpió de abajo a arriba una gota que colgaba de mi glande con su dedo corazón, sin dejar caer el resto del semen y yo creí morir.
Cogió mi socorrido rollo de papel higiénico y se limpió la mano, luego me dio un trozo generoso a mí. Mientras yo me limpiaba, todavía de pie en la misma posición, como un estúpido, María se arregló la ropa y como sin nada hubiera pasado me preguntó mientras se abrochaba el pantalón
- ¿De verdad te parezco preciosa?
- Si…lo eres, aunque seas mi hermana, de verdad, bueno…quiero decir que si, que estás buenísima
- Je, je, vale, vale, entendido. Bueno te dejo que quiero hacer algunas cosas antes de ir a dormir.
- Si claro…
Se acercó a mí, me dio un dulce beso en la mejilla, abrió la puerta y antes de salir me miró, me dedicó una sonrisa y salió cerrando muy despacio.
Me desplomé sobre la cama, exhausto, saciado y feliz, aunque muy confundido por todo lo que me estaba pasando, se me agolpaban todas las imágenes en el cerebro y aún no me lo podía creer. Entonces recordé que allí estaba el mando que había utilizado María, me levanté como si tuviera un muelle y fui a cogerlo. El extremo que yo no veía estaba húmedo, casi mojado, lo acerqué a mi nariz: olía dulzón, como a un sudor dulce. Pasé mi dedo índice, saqué la punta de mi lengua y lo probé; me agradó el sabor, el sabor de mi hermana, de su sexo. Me volví a tumbar, lo puse sobre mi pecho desnudo, muy cerca de mi cara y sin tan siquiera apagar la lamparita de mi escritorio me dormí. Estaba deseando que llegara el día siguiente…
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