You are now viewing Poringa in Spanish.
Switch to English

Cómo descubrí que mi hermana adora mi pija (Parte XV-a)

Hola a la comunidad! Ya estamos por la quincena de capítulos.

Los que se prenden recién ahora con la historia, les recomiendo que entren al perfil para ver los capítulos anteriores.

Otra vez tuve que dividir el texto en dos porque no daba el espacio. Así que no se olviden de ver la segunda parte. El link abajo.

Ahora sí, espero que disfruten el capítulo.

----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Capítulo 15

No podía ser cierto. ¿Había escuchado bien? Seguro que no, esa chica pelirroja de ojos verdes no podía ser mi hermana entonces. Clara no estaba de novia con nadie, ella me lo habría contado. ¡Aunque sea mis viejos me lo habrían contado! Clara se la pasaba subiendo toda clase de boludeces a sus redes sociales. Era cierto que yo muchas veces pasaba de largo sus publicaciones, pero de ahí a que no hubiera visto que anunciaba que estaba en pareja…
Pero esa era sin dudas mi hermana. Y ella había dicho esas palabras. Ese pelotudo al que estaba a punto de tirarle un buen puñetazo no era un desconocido para ella, aunque lo fuera para mí. Era su novio, esas habían sido sus palabras.
Todavía estaba tratando de asimilar la noticia que acababa de recibir cuando tres roperos con forma humana, vestidos de negro, aparecieron casi de la nada. Se veía que mi intervención había llamado la atención de alguien y la seguridad del lugar se había acercado sin demoras.
-¿Pasa algo acá? –Preguntó el que tenía más cerca.
-No, no pasa nada. –Repliqué, tratando de bajar la intensidad de las pulsaciones. –Acá pensé que estaban molestando a mi hermana, pero resultó ser su novio. –Expliqué, fulminando con la mirada a Clara, que me respondía con una mirada igual de intensa.
-Sí, chicos, no se preocupen. –Intervino mi hermana. –No fue nada.
-Ah, sos vos Clarita. –Dijo el segundo de los encargados de seguridad. -¿Este es tu hermano?
¿Acaso todos los que trabajaban en ese lugar tenían la misma forma de mirarme como si de alguna forma me estuvieran pasando un escáner?
-Sí, el boludo pensó que mi novio me estaba haciendo algo, pero se confundió. –La muy forra aprovechaba que se encontraba en una posición ventajosa para tirarme palos.
-Bueno, los dejamos tranquilos entonces. –Agregó el tercero de los de seguridad. –No se metan en líos y no nos van a ver de vuelta, ¿quedó claro?. A los nuevos dueños del lugar no les gusta la gente que se mete en líos. –Cerró, clavándome la mirada, en una clara señal de que la amenaza iba dirigida a mí.
Sin más palabras, los tres tipos se retiraron a sus respectivos puestos, a controlar que nadie buscara problemas en el local, porque ellos se iban a encargar de que esa persona los encontrara.
-Vamos, Pedro. –Jessi se encontraba otra vez a mi lado, con ambos vasos en sus manos, aunque no recordaba el momento en que se lo había dado. –Volvamos a las mesas, por favor.
-Andá, Pedrito, tengo cosas que hablar con mi novio. –Dijo mi hermana, con una sonrisa que no tenía nada de amable.
-No me voy una mierda, más te vale que me expliques qué carajo pasó. –Repliqué, mi furia luchando nuevamente por tomar el control de mis acciones.
-Cuando te calmes hablamos, nene. Ahora no me vengas con planteos boludos. –Y dicho eso, mi hermana se dio media vuelta, volviendo con aquel pelotudo del que todavía no sabía ni el nombre.
Jessi me puso mi vaso en la mano y con su mano nuevamente libre me agarró de la camisa y me llevó a la rastra con ella, mientras yo hacía lo posible por controlar mi enojo.

Luego de un rato logramos atravesar la pista y volvimos a las mesas donde se encontraba el resto de los invitados al cumpleaños de Jessi.
-¡Se tardaron una banda! –Exclamó Betty en el instante que nos sentamos delante de ella. -¿Qué estuvieron haciendo? –Preguntó, con una sonrisa picarona.
-Nos encontramos con Clara a la vuelta. –Respondió Jessi, lo que apagó de inmediato la sonrisa de su amiga. –Y Pedro casi se le va encima a Tomás.
-¡Pero la puta madre! –Dijo en voz alta, llamando la atención de los demás.
-¿Ustedes dos sabían? –No sabía ni para qué mierda había preguntado eso, era obvio que sabían. -¿Por qué carajo nadie me dijo nada? ¿Por qué recién me vengo a enterar de esto ahora?
El tono de mi voz se estaba empezando a elevar cada vez más y las dos chicas me pidieron mediante gestos que por favor me controlara. Respiré hondo una vez más, di un par de sorbos al vaso y lo dejé con fuerza en la mesa, casi volcando su contenido.
-Perdona que no te contamos, pero Clara nos hizo prometer que no se iba a enterar nadie hasta que ella lo dijera. –Explicó Jessi en tono conciliador, tratando de calmarme. –Tus viejos todavía no lo saben tampoco. No es algo exactamente oficial todavía. Es más, me sorprendí cuando ella dijo que Tomás era su novio.
-¿En serio dijo eso? –Intervino Betty, sorprendida. –¡Tuvo que encontrarlos Pedro para que por fin se animara a blanquear la relación!
Jessi y Betty estallaron en carcajadas, pero yo no estaba de humor para ninguna clase de chistes. Así que se llamaba Tomás… Hasta su nombre me parecía de pelotudo.
-¡Y a mí no me contó un carajo! –Exploté de repente. -¡La voy a matar! ¡Y a ese pelotudo también!
-¿Y te preguntás por qué Clara no te dijo nada? –Preguntó Jessi, con una ceja levantada. -¡Mirá cómo te pusiste sólo por enterarte de que está de novia con alguien! ¡Te metiste ahí sólo porque pensaste que la estaba molestando! Incluso si tenías razón, ¿te pensás que esa sería la primera vez que alguien intenta molestar a tu hermana? ¿Creés que no sabe arreglárselas por su cuenta acá adentro?
-Además, vos sabés lo que son tus viejos, le harían la vida imposible. –Dijo Betty, siguiendo el monólogo de su amiga. - Se meterían en todo, que a dónde va, qué van a hacer, la hora a la que vuelve… Ya está grande para esas cosas y no quiere que la molesten.
-Pero…
-No, no insistas Pedro. Te queremos mucho, pero Clara tiene derecho a hacer lo que quiera con su vida. –Me cortó Jessi antes de que pudiera seguir protestando.
-Está bien.
No tenía sentido insistir con ellas, era obvio que estaban del lado de Clara, lo cual no me sorprendía para nada. Quizás tenían razón, yo tenía que cerrar el culo y dejar que ella hiciera su vida. Pero no podía sacarme de la cabeza todo lo que había hecho con ella en los últimos meses. ¿Por qué meterse conmigo si ella estaba de novia? Aunque no fuera oficial, si el boludo ese llegaba a enterarse de que mi hermana se había acostado con alguien que no era él, dudaba que fuera a tomárselo bien.
-¿Hace cuánto que salen? –Pregunté, tratando de obtener más información.
-Y… A ver… -Dijo Betty, haciendo cuentas mentalmente. –Se conocen desde la mitad de la carrera, más o menos…
-¿Me estás cargando? –Interrumpí con brusquedad. -¿Salen hace como tres años y no dijo nada todavía?
-¿Vos escuchaste lo que acabo de decir? –Replicó, revoleando los ojos. –Dije que se CONOCEN desde la mitad de la carrera, no que están de novios desde entonces.
-Ah, está bien.
-Entonces, como te decía antes de que me interrumpieras, se conocen desde la mitad de la carrera, y habrán empezado a salir en serio hace poco, unos meses…
-Entonces cuando vinieron a mi departamento… -Empecé, formando mi primera sonrisa desde que me encontré con mi hermana.
-Sí. –Afirmó Jessi, entendiendo la pregunta que había quedado en el aire sin ser formulada. –Pero bueno, eso era un caso aparte.
-Claro, obvio. –Concordé, todavía sonriendo con malicia.
El pibe era un pelotudo, pero en su vida iba a sacarse de encima los cuernos que le metió mi hermana conmigo. De repente la noticia de que mi hermana se había puesto de novia no me parecía tan mala.
-Sos un hijo de puta. –Dijo Betty, riéndose a carcajadas.
-¿Qué? –Pregunté, fingiendo una inocencia que no tenía posiblemente desde mi infancia.
-Que ya sabemos lo que estás pensando. –Añadió Jessi, también riéndose.
Me sumé a las risas, sabiendo que nadie de los que estaban alrededor nuestro podría sacar ninguna conclusión acerca del significado del último tramo de la charla, lo cual lo hacía aún más divertido.
-¿De qué se ríen? –Preguntó una voz a mis espaldas.
Clara por fin había vuelto a donde nos encontrábamos todos los demás. No había podido apreciar cómo había venido producida hasta ese momento. Al igual que sus amigas, estaba para partir los continentes a la mitad: tenía puesto un vestido azul brillante que se le pegaba al cuerpo de una forma muy parecida al vestido que usaba Jessi, terminando bastante por encima de sus rodillas, llevaba unos zapatos del mismo color que su vestido, con unos tacos que le daban al menos diez centímetros más de estatura. Su cabellera estaba suelta, formando unos largos bucles que morían en su espalda, y el maquillaje era perfecto, de manera que sus ojos verdes resaltaban más que de costumbre.
Todavía seguía acompañada del boludo de Tomás, a quien por fin pude ver también con claridad, lejos de las sombras de aquel rincón donde nos habíamos conocido.
Tomás era un pibe más o menos de la edad de mi hermana, alto (aunque no tanto como yo), medio flacucho, de pelo rubio y lacio hasta los hombros, tenía ojos verdes, pero nada que ver con los de mi hermanita. Vestía una camisa a cuadros azules arremangada y una remera blanca lisa asomaba por debajo de los botones abiertos. En fin, más allá del encontronazo inicial, parecía un pibe común y corriente.
-Nada, nos acordábamos de algo que pasó hace un par de semanas en mi departamento. –Respondí con una sonrisa, lo cual provocó una mirada de sorpresa y enojo en ella cuando captó el mensaje. Poniéndome de pie estiré mi mano hacia el novio de mi hermana en señal de paz. –Disculpá por lo de hace un rato, no tendría que haberme metido así. Soy Pedro, el hermano de Clara.
-Soy Tomás. –Respondió a modo de presentación, tomando mi mano y estrechándola con firmeza. –No hay drama, yo tampoco tendría que haber reaccionado así.
-Sí, bueno, ahora ya pasó. –Dije, tratando de tomarme las cosas con calma, a pesar de que una parte de mí todavía sentía ganas de golpearlo.

La noche avanzó a paso lento, con mi hermana lanzándome miradas asesinas de vez en cuando, y yo haciendo lo posible por no darle bola. Me moría de ganas de tener una buena charla a solas con Clara, pero esa noche no se prestaba precisamente para eso.
Intenté hacerme una idea de qué clase de persona era Tomás, pero no había podido obtener demasiada información, y tampoco podía hacer un interrogatorio con todas las letras por el momento. Clara algún día tendría que llevarlo a casa para que mis viejos lo conocieran, y yo haría todo lo posible por estar ahí para no perderme ningún detalle.
A pesar de que Clara hubiera defendido a ese pibe delante de mí, no me daba la impresión de que estuvieran perdidamente enamorados ni mucho menos. Mi hermana se comportaba de manera distante con él, y el boludo ese fracasaba en sus intentos de ponerse cariñoso con ella.
En medio de eso, recordé que Clara estaba rechazando sus avances cuando yo intervine. Si ellos hubieran estado en buenos términos, mi hermana no se habría resistido así.
Seguía perdido en mis pensamientos, descuartizando mentalmente a Tomás, cuando sentí que Jessi me tocaba el hombro y me hacía señas para que me levantara y la acompañara otra vez.
Creía que me llevaría de nuevo a buscar un trago, pero en lugar de eso Jessi se frenó en medio de la pista de baile y comenzó a moverse sensualmente delante de mí al ritmo de la música.
La cintura de Jessi parecía tener vida propia, capaz ella de hipnotizar a cualquier serpiente. Puse mis manos en su cintura y Jessi posó las suyas en mis hombros, y empezamos a seguir el ritmo de la música juntos. Por suerte para mí, Jessi se había apiadado al no intentar ningún movimiento elaborado, porque yo era tan malo para bailar que ni siquiera calificaba como “de madera”.
De vez en cuando ella quedaba de espaldas a mí y su culo rozaba mi entrepierna, casi como si se tratara de algo accidental. Con cada roce mi verga se iba endureciendo más y más, al punto que unos minutos más tarde ya me encontraba bien al palo.
Jessi notó eso, y finalmente se volteó para quedar cara a cara conmigo. Entrecrucé mis manos en su espalda, sin la intención de dejarla escapar, y continuamos moviéndonos al compás de la música.
Como si no respondieran a mis pensamientos, sino que actuaran por su cuenta, mis manos pasearon por su espalda hasta llegar a su nuca y atrajeron su rostro hasta quedar a milímetros del mío.
Nuestros labios se tocaron casi con timidez, un pequeño beso que duró una fracción de segundo. Mi lengua estaba por empezar una invasión dentro de la boca de Jessi, digna de cualquier ejército norteamericano cuando va a “democratizar” un país, cuando ella se despegó de mí y, tomándome de la mano, una vez más me arrastró fuera de la pista.
-¡Sos una hija de puta! –Grité indignado, pero Jessi sólo se rió con ganas y siguió su camino.
Fuimos por segunda ocasión a la barra y repetimos los pedidos a Laura, quien nuevamente nos obsequió las bebidas. Emprendimos el camino de vuelta, aunque a mitad del recorrido Jessi me llevó en otra dirección. Yo no tenía muchas ganas de volver a encontrarme con mi hermana en ese momento, así que simplemente me dejé llevar.
Finalmente llegamos a una puerta doble, flanqueada por dos patovicas igual de grandes que los que se habían acercado cuando me encontré con Clara, que saludaron al reconocer a Jessi y nos dejaron pasar sin preguntarnos nada. Atravesando las puertas salimos a una zona bastante amplia que daba al aire libre, ya con el sonido de la música mucho más bajo.
Se trataba de un lugar que parecía estar siendo remodelado. Había agujeros en la tierra que se extendía más allá del piso de cemento, que parecía indicar que unos árboles habían sido retirados. Se veían elementos de construcción por todos lados, bolsas de cemento, además pilas de arena y piedra, y montones de varillas de hierro, era obvio que se trataba de una obra en proceso.
Pude ver a otras dos personas recorriendo el lugar a varios metros de distancia, como si estuvieran analizando la zona y decidieran cómo seguirían los trabajos. El lugar estaba poco iluminado, pero a pesar de eso pude notar que se trataba de un hombre bastante alto y gordo, y una mujer un poco más baja, con una buena figura.
-¿Qué hacemos acá? –Pregunté una vez que las puertas que estaban detrás de nosotros se cerraron.
-Quería hablar con vos. –Explicó Jessi.
-Perdoná por lo que pasó hace un rato. –Dije de inmediato. –Casi te cago el cumple.
Jessi no tenía la culpa de que Clara y Tomás hubieran aparecido. Y no era justo que su celebración se viera empañada por un arrebato de hermano celoso que encima ni siquiera había estado bien justificado.
-Me imaginé que podía llegar a pasar algo así cuando apareció Tomás, así que eso no me sorprendió tanto.
-No entiendo. ¿Cómo que “apareció”? ¿Vos no lo habías invitado?
-Yo no. –Dijo, al tiempo que una expresión de molestia pasó fugazmente por su rostro. –Y Clara tampoco, estaban medio peleados.
-¿Y qué hacía acá entonces?
-Supongo que vino para reconciliarse con ella. –Soltó un resoplido que le levantó un mechón de cabello que amenazaba con cubrirle la cara. –Aunque podría haber elegido otro momento para eso. Podría haber ido a hablar con ella en el laburo.
-¿Así que trabajan juntos?
-Sí, él entró ahí gracias a Clara, que lo recomendó cuando hubo un puesto disponible.
-Y a modo de agradecimiento, se cogió a mi hermana.
-¿Y a vos qué te importa con quién coge Clara? –Preguntó, molesta por mi comentario.
-¿Cómo que “qué me importa”? Soy el hermano y… -Empecé, levantando mi tono de voz.
-Exacto. –Me cortó a mitad de la frase. -Es tu hermana, no es tu novia.
-Sí, bueno, pero…
-¿Pero qué? –Insistió Jessi, al ver que no continuaba con lo que estaba diciendo. –Que te hayas acostado con…
-Shhhhhhhhh… No digas más nada. –La corté, antes que alguien nos pudiera escuchar.
-¿Qué pasa? –Preguntó, sin entender mi reacción.
Pero las otras dos personas que estaban en el patio estaban volviendo a la misma puerta por la que habíamos llegado nosotros hace unos minutos, y fue entonces cuando pude ver con más claridad sus rostros. Incluso en esa área poco iluminada, no había muchas parejas que tuvieran físicos tan distintos uno del otro y a la vez tan reconocibles.
-¿Charly? –Dije, completamente incrédulo. -¿Sos vos?
-¿Pedro? ¿Jessi? –Charly se acercó a nosotros y finalmente nos reconoció. -¿Qué hacen por acá, chicos? ¿Cómo están?
Charly nos saludó con su característica voz atronadora y nos abrazó a ambos. Diana lo seguía de cerca, tan simpática como de costumbre. Charly usaba unas prendas que no le había visto usar nunca, casi parecía un empresario. Vestía un traje azul marino con una camisa blanca sin corbata y zapatos de cuero marrón claro. Diana por su parte, iba tan atractiva y elegante como siempre, con un pantalón de jean bien ajustado que le marcaba el culo de forma brutal. Arriba llevaba una musculosa blanca escotada debajo de un saco negro con detalles en plateado. Su pelo rubio formaba una cascada de ondas doradas que le caía hasta llegar a la mitad de la espalda.
-¡Hola, chicos! –Nos saludó ella, dándonos un beso en la mejilla a cada uno. -¡Qué sorpresa verlos!
-¿Qué hacen ustedes acá? –Pregunté, todavía sin entender nada.
-Somos los nuevos encargados. –Respondió Charly, sonriendo con satisfacción.
-¿QUÉ?
Parecía casi una escena de sitcom de los noventa, porque tanto yo como Jessi gritamos lo mismo prácticamente al unísono. Si hubiera tenido algo de líquido en mi boca probablemente lo habría escupido en todas direcciones.
-¡Bueno, che! No hacía falta semejante reacción. –Comentó él, riendo a carcajadas.
-¿De dónde carajo sacaste la plata para comprar este lugar? –Pregunté, totalmente incrédulo ante la noticia. -¿Ganaste el Quini y no me dijiste nada? ¿Sos narco?
-Dije que somos encargados, no dueños.
-Con todo respeto, y no se enojen por la pregunta, pero ¿quién los pone a ustedes de encargados de un boliche? –Consultó Jessi, una pregunta que también pensaba hacerles yo.
-Mi mamá. –Respondió Diana, sonriente. –Ella es dueña de varios locales, incluyendo un par de boliches.
-Diana es contadora y lleva varios años aprendiendo el negocio con su madre. Tiene muy buen olfato, cosa que mi suegra reconoció enseguida. –Añadió Charly, rodeando con su brazo a su pareja y sonriendo con orgullo. –Mi suegra se enteró que este local estaba teniendo algunos problemas financieros, y Diana conocía el lugar, y le mencionó que tenía potencial si se hacía una buena inversión y se ampliaba todo.
-Así que mi mamá habló con los dueños y terminaron cerrando el traspaso hace unos días. Y ahora vinimos a revisar el lugar. Mi vieja ya había hablado con una constructora y tenían todo listo para venir a hacer las reformas apenas se firmaran los papeles. Y nosotros estamos acá para conocer a los empleados, revisar bien cómo se manejan acá adentro, esas cosas. Todavía falta mucho, pero capaz que para el año que viene esta zona –Diana señaló con el brazo todo el sector que se encontraba a nuestro alrededor- va a estar terminada la ampliación con nueva pista, más barras, quizás un segundo sector VIP… Vamos a ir viendo los detalles a medida que avance todo.
La idea de un Charly empresario del sector de boliches iba tan en contra de todo lo que conocía de él que no pude evitar estallar en carcajadas. Diana y Jessi me miraban como si estuviera loco, pero Charly se sumó al toque a las risas.
-Dios, esto es una locura. –Le dije a mi amigo, una vez que recuperé el control.
-Bueno che, ¡teneme más confianza! –Se defendió. -Diana y Érica escucharon algunas de mis sugerencias y dicen que tuve un par de buenas ideas.
-¿Quién es Érica? –Pregunté, dando un sorbo a mi vaso de gaseosa.
-Érica es mi mamá.
Esa vez no pude zafar, todo el líquido que tenía en mi boca voló al carajo, y yo terminé atragantado y tosiendo, tratando de normalizar mi respiración.
Cartón lleno para la noche. No sólo me habían raspado la verga en un turno hace unas horas atrás, sino que minutos atrás me había enterado de que mi hermana estaba de novia, y para rematar la noche, ¡en ese momento me enteraba de que la mamá de Diana, y suegra de Charly, era mi jefa!
-Pedro, ¿estás bien? –Preguntó Charly, acercándose para verificar mi estado.
-Sí… sí… Sólo me atraganté. –Repliqué, ya algo más calmado.
-¿Y ustedes qué hacen acá entonces? –Inquirió Diana, mirándonos con curiosidad.
-Estamos festejando mi cumpleaños, y vine acá con Pedro a tomar algo de aire. –Dijo Jessi.
-¿Es tu cumple? –Charly abrió bien grandes sus ojos. -¡Feliz cumpleaños!
-¡Gracias, Charly! –Respondió Jessi, dejándose abrazar por mi amigo.
-No me refería a eso. –Interrumpió Diana, con un tono un poco menos amable. –Quise decir qué es lo que hacían acá afuera. Se supone que la gente no debería estar acá, por eso hay dos de seguridad en la puerta.
-Ah, eso. –Jessi se había sonrojado al escuchar esas palabras. –Fue mi culpa eso, no te enojes con los chicos. Pasa que con Clara y Betty venimos acá hace años, y alguna vez necesitábamos algo de aire o escaparnos de algún pibe borracho que nos perseguía por todos lados. Y como nos conocemos con todos, nos dejan salir acá unos minutos.
-Sí, vamos a tener que hablar con los chicos, especialmente ahora que van a empezar las obras. –Dijo Diana, pensativa. –Yo te entiendo, Jessi, no me habría quejado para nada si hubiera tenido una opción así cuando algún pelotudo borracho no entendía cuando le decía que no. Pero cuando empiecen a trabajar acá va a ser un riesgo. Podría haber un accidente, o peor.
Diana tenía razón, y Jessi lo aceptó en silencio sin protestar, porque realmente no había nada que pudiera decirle. Cualquier abogado del mundo se haría un picnic con los dueños del boliche si algún boludo llegaba a esa zona en pedo y se accidentaba. Diana y Charly no tendrían chances de zafar de eso sin tener que pagar una buena cantidad de plata a modo de indemnización.
-Sí, bueno… No se preocupen, tampoco es que vayamos a echar a los chicos por haberte dejado pasar. –Continuó Diana, tranquilizando a Jessi. -Pero les vamos a avisar que no permitan que nadie venga acá. Vamos a tener que hacer modificaciones.
Nos quedamos en un silencio ligeramente incómodo, como si Jessi y yo fuéramos unos chicos de secundaria que estaban esperando que llegara un director para decirnos nuestro castigo por escaparnos del aula.
Charly se acercó al oído de su novia y le dijo algo que ni Jessi ni yo alcanzamos a oír. Pero luego de unos segundos veíamos que ambos sonreían, y Diana asintió antes de que Charly volviera a hablarnos.
-¿Vinieron muchos?
-No, no somos muchos. Creo que unos doce… ¿por? –Inquirió Jessi.
-Vayan a buscarlos y suban al VIP, la barra va a estar libre para ustedes, aunque no se pasen de vivos. Es tu regalo de cumpleaños de parte nuestra. –Replicó Diana, toda amabilidad. –Si alguno anda perdido, mandale un mensaje y decile que les diga a los chicos del acceso que van de tu parte. Ahora entramos y paso a buscar las cintas para que no haya problema. Vayan para el acceso que ahí los vamos a estar esperando.
A Jessi se le iluminó la cara de felicidad, y se lanzó sobre Diana y Charly para abrazarlos, aunque teniendo mucho cuidado de no derramar su trago, al cual no le quedaba demasiado.
-¡Gracias! ¡Gracias! ¡Gracias! ¡Gracias!

Nos despedimos momentáneamente y fuimos en busca de todos los demás invitados al cumpleaños de Jessi, que recibieron muy sorprendidos la noticia de que nos habían dado acceso al VIP y barra libre sin cargo.
Llegamos todos al acceso y ahí nos encontramos con Charly y Diana, que nos esperaban sonrientes. Ambos saludaron muy efusivamente a Clara, la cual abrazó con mucho cariño a Charly y básicamente ignoró por completo a Diana. Se veía que mi hermana todavía tenía la espina clavada por lo que había sucedido en el cumpleaños de Charly.
Lo que no se me pasó por alto fue que ella no hizo mención especial a Tomás, que seguía aún con ella, ni se lo presentó a Charly como su novio. Parecía que aún no había terminado la reconciliación y al pobre idiota le quedaba un buen trecho por recorrer hasta que mi hermana lo terminara de aceptar.
Yo me había quedado sentando a un costado hablando con Jessi, mientras todos estaban lanzados sobre la barra tratando de decidir la mejor manera de aprovechar los tragos gratis que nos habían regalado. Observé a Charly que hablaba con los empleados encargados de preparar las bebidas, posiblemente dando indicaciones sobre los tragos gratis, cuando Diana se nos acercó por atrás.
-Pedro, ¿podemos hablar a solas? –Preguntó con tono amable. –No te molesta, ¿no? –Agregó, dirigiéndose a Jessi.
-Si te lo llevás solamente para hablar, no. –Respondió con una sonrisa, que parecía más bien una expresión de desafío del tipo “pobre de vos si llegan a hacer algo más que hablar”.
-No te preocupes. –Dijo Diana riendo. –Te lo voy a devolver sano y salvo.
Diana me llevó para una baranda que daba a la pista de baile, donde nos quedamos apoyados, unos metros por encima del resto de la gente. La música sonaba fuerte, pero como estábamos por encima de los parlantes, se podía charlar con relativa calma, sin necesidad de elevar demasiado la voz.
-¡Así que por fin me cogí a uno de los empleados de mi vieja! –Exclamó alegremente, sin dar demasiadas vueltas.
-No tengo idea de lo que me estás hablando. –Dije con una tranquilidad que no sentía de verdad.
Era una mentira muy obvia, pero quería ver si Diana estaba viendo si yo picaba o si realmente tenía pruebas de lo que estaba afirmando.
-Tengo las liquidaciones de sueldo de todos los empleados en la nube. –Replicó, sacando su celular de la cartera. -¿Querés que abra el archivo así te lo confirmo?
Diana se quedó mirándome con una sonrisa triunfal en el rostro. Era la sonrisa de alguien de que sabía que ya había ganado y nada de lo que yo pudiera hacer iba a cambiar eso. No tenía opciones, tenía que reconocer la derrota y averiguar qué pretendía ella de todo eso.
-¿Charly lo sabe?
-No, quedate tranquilo que no lo sabe. –Respondió de inmediato, notando mi ansiedad al preguntarlo. –Si querés, contáselo vos. Pero por mí no lo va a saber, te lo prometo.
-Gracias, de verdad.
-Eso sí, creo que se merece saberlo. –Agregó. –Al fin y al cabo, te cogiste a su novia.
-Tenés razón. En algún momento se lo voy a contar. –Decidí cambiar de tema, porque no me sentía muy cómodo con la idea de tener que contárselo tan pronto. -Con razón me pareció que tenías un aire a Érica cuando te conocí en el cumple de Charly.
-Sí, soy muy parecida a mi mamá.
-No sonás muy contenta con eso.
-Mi mamá y yo trabajamos bien, pero no somos las mejores amigas.
-Ya veo.
No terminaba de entender a dónde quería llegar con esa charla, pero algo raro pasaba, eso resultaba evidente.
-Hay cosas en las que no estoy de acuerdo con mi vieja, especialmente con respecto al lugar donde vos trabajás.
-¿Ah, sí? ¿Qué clase de cosas? –Mi curiosidad había sido picada y le prestaba toda mi atención.
-Como la forma en que los maneja a ustedes, y cómo te va a manejar a vos dentro de poco. –Respondió, con una expresión más seria que no le había visto hasta entonces.
No me había gustado un carajo cómo había sonado eso último. Érica no era precisamente la jefa más simpática de la historia, ni de cerca, pero tampoco podía decir que maltrataba a los empleados. ¿Acaso la cosa iba a empeorar?
-¿Qué se supone que significa eso?
-Mirá Pedro, vos me caés bien, en serio te lo digo. Si no era porque después me di cuenta que el Pedro que figuraba en la lista de empleados eras vos, con la verga que tenés seguro que le habría dicho a mi vieja que te contratara. –Interrumpió el monólogo para dedicarme una sonrisa, casi seguro en relación con aquel momento que pasamos en el baño de su casa. –Pero vos ya llevás un tiempo trabajando ahí. Decime algo, ¿a vos te hizo trabajar turnos múltiples en un solo día?
-Sí, especialmente los fines de semana.
-Y te paga bien por eso, ¿no?
-¡Obvio! –Respondí sonriente, al fin y al cabo ese tipo de cosas es lo que me permitía tener una vida bastante acomodada.
-Eso porque sos joven y todavía tenés chances de decirle que no. –Continuó, con un tono de profesora explicando el tema a un aula llena de alumnos. -Pero a medida que pasen uno o dos años más, se te va a complicar cada vez más conseguir un buen laburo. Ahí es cuando vas a trabajar cada vez más seguido esos turnos, y cada vez por menos plata. Obviamente va a seguir siendo un buen sueldo y vas a ganar mejor que muchos, pero mi vieja te a va usar hasta que no le sirvas de nada. Para cuando tengas treinta vas a estar con la cabeza quemada, tu currículum va a ser una mierda y vas a tener que chuparle la pija a uno de recursos humanos para conseguir un laburo de mierda con sueldo mínimo.
Di un último trago a mi vaso y vacié su contenido. Me quedé mirando a la gente que bailaba en la pista al ritmo de una música a la que no le prestaba atención. De hecho, ni siquiera me daba cuenta de qué clase de música era, porque mi cerebro todavía terminaba de procesar lo que Diana acababa de contarme.
Siempre había visto a Érica como una empresaria fría, pero de ahí a considerarla una hija de puta explotadora… Y sin embargo su propia hija acababa de decirme eso.
-¿Estás bien? –La voz de Diana llegó a mis oídos como de un lugar lejano.
-¿Por qué me contaste eso a mí?
-Sos el primero de los empleados de ese lugar que conozco en persona. –Dijo, encogiéndose de hombros. –Son muy pocos los que los conocen a ustedes. Mi vieja no quiere que se relacionen con nadie.
-¿Por qué no?
-Imaginate que alguna de las chicas que trabaja ahí se acuesta con alguno de ustedes. ¿Te creés que no se les va a hacer la vida difícil para mantener una relación con esa chica y si ella es consciente de que a su pareja le chupan la poronga a cada rato? Podría asignar menos turnos a ese empleado, hacerle escenas de celos, pedirle que renuncie… Capaz no pasa nada, pero mi vieja prefiere no arriesgarse.
-Tu vieja me dijo que no tenía problema si yo estaba en pareja.
-Porque es casi imposible. La única forma en la que podrías ponerte en pareja es si a la otra persona no le importa a qué te dedicás. ¿Cuándo fue la última vez que te planteaste ponerte de novio con alguien teniendo ese laburo?
-Nunca.
-¿Entendés entonces lo que te estoy tratando de decir?
Una vez más Diana hacía honor a su nombre y estaba acertando justo en el blanco. Era muy sutil la forma en que Érica manipulaba. No lo parecía, pero la muy hija de puta estaba adelantada dos o tres pasos respecto de todos, o al menos de mí.
-Sí.
-No te estoy diciendo que renuncies, pero andá pensando a futuro o se te va a complicar. –Dijo con voz comprensiva, mientras posaba su mano sobre la mía.
-Gracias Diana, de verdad.
-De nada, solamente fijate lo que pensás hacer. Por cierto… ¿Y vos qué onda con Jessi? –Preguntó con picardía.
-¿Qué cosa con Jessi? –Devolví la pregunta, haciéndome el boludo.
–Poco más y me arranca los ojos cuando le pregunté si podíamos hablar a solas. –Comentó sonriente. –Es más, ahora mismo, si no me equivoco, debe estar con la vista clavada en nosotros.
Asomé la cabeza por encima de su hombro y pude confirmar que efectivamente tenía razón. Jessi estaba sentada en la misma mesa donde nos habíamos sentado cuando Diana me llamó para hablar, pero se había ubicado del lado opuesto para no perder detalle de lo que estábamos haciendo.
-¡Tenés razón! –Exclamé entre risas.
-¿Y me vas a decir que no pasa nada entre ustedes? No me vengas con esas boludeces, que salieron los dos solos, así que eso de “me perseguía un boludo” no aplica en este caso.
-Y… algo pasa. –No tenía mucho sentido mentir al respecto. –Pero todavía no sé bien qué es lo que pasa.
-Está hasta la tanga con vos. –Dijo Diana, sin rastro de dudas en su voz.
-¿Vos decís?
-¡Hola, chicos! –La voz de mi hermana sonó detrás de nosotros. –¿Qué andan haciendo acá tan separados del resto?
-Hablando. –Respondí secamente. -¿No se puede hablar ahora?
-¿Les molesta si me sumo? –Preguntó con una simpatía tan falsa como un billete de tres pesos.
Tenía muchas ganas de decirle que sí nos molestaba, y de preguntarle si a Tomasito no le importaba que viniera a hablar con nosotros, pero Diana se excusó diciendo algo de tener que hablar algo con Charly y nos dejó solos.
-¿Qué querés? ¿Ahora no puedo hablar tranquilo que me venís a hacer marca personal? –Realmente no tenía muchas ganas de tener a Clara a mi lado, aunque mi verga no parecía estar tan segura de compartir mi opinión al respecto. La muy forra se veía tremenda.
-Vine a evitar que te mandes una cagada con ella otra vez. –Su voz sonaba ligeramente rara. ¿Habría estado tomando tanto durante la noche?
-Lo que menos hicimos fue hablar de eso. –Le aseguré, sin intenciones de discutir con ella si se encontraba en ese estado.
-Sí, claro… Sólo vino a hablar con vos del clima.
-Andá a cagar, boluda. –Dije cortante. -No estoy de humor para esto.
-¡Y yo no estoy de humor para que la cagues a Jessi! –Exclamó, levantando la voz. -¡Así que más te vale que no la lastimes porque te voy a matar si llega a llorar por tu culpa! ¿Me escuchaste?
-¿Qué carajo te pasa? ¿Podés bajar la voz? –Pregunté, haciendo un gran esfuerzo por no responderle en un tono aún más alto que el que había usado ella. -Te estoy diciendo que sólo estuvimos hablando con Diana, nada más.
-Las pelotas… Seguro que te tiró un palo para coger de nuevo con vos. –Refunfuñó, con una expresión de total desconfianza de cada palabra que salía de mi boca.
-¡Cómo te gusta romper las pelotas, nena! ¡Cómo te gusta hablar sin saber qué mierda pasa en realidad! –Mi hermana se estaba poniendo realmente pelotuda, y yo me estaba quedando sin paciencia.
-Claro… ¡La rubia esa estaba ahí con las tetas al aire delante tuyo y vos babeando como un perrito que le muestran un churrasco!
-Uy dios… que boluda te pone el alcohol, pendeja.
Clara hizo ademán de levantar la mano para darme un cachetazo, pero sus movimientos no eran tan rápidos. Atrapé su mano apenas la había despegado del cuerpo y la sujeté con firmeza.
-¿Te calmás un poco, así te digo de qué hablamos con Diana? –Pregunté, mientras ella intentaba liberarse. –Calmate boluda… Diana es la hija de la dueña del local donde yo trabajo.
Clara dejó de forcejar de forma tan súbita que parecía que alguien hubiera apretado un botón para apagar la parte de su cerebro que estaba enojada conmigo.
-¿QUÉ? –Preguntó Clara en voz tan alta que más de una persona que estaba cerca de nosotros volteó su cabeza atraída por el grito.
-¿Podés bajar la voz de una puta vez? –Pedí por enésima vez, sin ganas de que todos los invitados al cumpleaños de Jessi se enteraran de nuestra charla.
-¿Cómo te enteraste de eso? –Por fin había bajado su tono.
-Trabaja con ella, me lo dijo recién. Hace un rato, más bien, cuando nos comentó que la madre de ella es dueña de varios locales. En cuanto mencionó el nombre, caí al toque que se refería a mi jefa. Diana es la idéntica a la madre, parece la versión joven, así que era más que obvio. Y recién cuando estuvimos hablando me lo confirmó, cosa que no quedaran dudas.
-¿Y dijo algo de mí o de las chicas? –Ahora hablaba con un tono de preocupación.
-No, no dijo nada. Pero no creo que se haya enterado, una cosa es que sepa los nombres de los empleados, otra cosa es que conozca a la clientela.
-Sí, puede ser… -Acotó, medio nerviosa aún.
-Igual me comentó otras cosas respecto a su vieja que debería saber. Y me recomendó que vaya pensando en mi futuro y no apueste a este trabajo como algo seguro.
-Ah, mirá vos… -Comentó, algo sorprendida.
-Así que Diana y vos tienen cosas en común al parecer. –Dije, tomándole el pelo.
-¿Con ella? ¡No me hagas reír!
-Hablando de no hacer cosas… No me hablaste nada de Tomás. – No era la forma más sutil de cambiar de tema, pero no estaba para las sutilezas ya.
-¿En serio me vas a molestar con eso ahora?
-Vos me estás cargando… -Estaba totalmente sorprendido ante lo caradura que podía ser mi hermana. -Acabas de hacerme una escena sólo porque me puse a hablar con Diana, ¿y ahora no te puedo decir nada sobre tu novio?
-Después te cuento, te lo prometo. Pero ahora no, ya fue demasiado por una noche. –Pidió Clara, con el tono de alguien que había pasado por mucho. –Tenés razón que tendría que haberte contado sobre esto…
-Especialmente con lo que pasó en casa. –Acoté, interrumpiendo. –Y en el auto…. Y en mi departamen…
-Bueno sí, ya sé eso. –Era el turno de Clara de interrumpirme a mí. -¡Tampoco para que lo refriegues en la cara así!
-Está bien, ya fue.
-Sí, mejor vuelvo con Tomás. –Anunció, algo más aliviada de no haber tenido que discutir por su novio.
-Che, Clara. –La tomé de la mano antes que terminara de alejarse. Clara se frenó y dio media vuelta.
-¿Qué pasa?
-¿Por qué dijiste eso de Jessi? Lo de no hacerla llorar.
-¿Jessi no te contó cuál fue el regalo de cumpleaños que le hicimos con Betty? –Preguntó, dedicándome una sonrisa por primera vez en toda la noche.
-No, nada.
-Preguntale y vas a entender. –Parecía estar a punto de irse, pero se frenó para agregar algo más. -Ah, y te lo repito: la lastimás a Jessi y te juro que te corto la verga y te la hago tragar. –Dijo, para luego volver a darme la espalda e irse en busca de su novio.
Seguí a mi hermana con la vista y me di cuenta de que Jessi había abandonado su puesto de vigilancia en la mesa. Miré alrededor y la encontré apoyada en la misma baranda donde me encontraba apoyado yo, pero en la otra punta del sector, de tal modo que estaba de espaldas a mí.
Era todo un espectáculo verla así, con el vestido marcando las líneas de su cuerpo tan bien que casi parecía una segunda piel. La parte más baja apenas alcanzaba a cubrir unos centímetros por debajo de esa obra de arte que tenía de culo.
-Me dejaste sola. –Me reprochó con cara de culo cuando me vio llegar. -¿Por fin te soltó la yegua de Diana?
-¡Cómo la tienen con Diana ustedes! –Dije riendo ante su expresión de enfado, lo cual obviamente hizo que se enfadara más. –Por cierto, Clara también me estuvo hablando, así que no fue Diana solamente.
-¿Y de qué estuvieron hablando tan entretenidos?
-Es la hija de mi jefa. –La cara de Jessi se desencajó tanto que parecía que el mentón iba a terminar por el suelo en cualquier instante. -Sí, sabe sobre mi laburo. –Dije, interrumpiéndola antes de que pudiera reaccionar y anticipándome a todas las preguntas que iba a hacerme. –No, no sabe sobre ustedes. Y cuanto a lo que estuvimos hablando, también me recomendó que piense en conseguir otro laburo pronto, porque no tengo futuro con eso.
Jessi se quedó en silencio por lo que pareció un largo rato, tratando de digerir toda la información que había recibido en tan poco tiempo.
-Así que Diana opina lo mismo que nosotras sobre tu laburo. –Fue lo primero que logró expresar en voz alta.
-Sí. –Confirmé. –Me comentó un par de cosas sobre mi jefa que me preocuparon un poco, pero bueno, al menos ya estoy más consciente de eso.
-¿Qué te contó?
-Ahora no importa. –Dije, restándole importancia. -Pero sirvió para terminar de convencerme de que me tengo que poner las pilas con la universidad, eso seguro.
-Bueno, le debemos una a Diana entonces. –Comentó volviendo a sonreír.
-No es una mala piba. Pasa que ustedes la ven como la competencia.
-Te la cogiste en el cumpleaños de Charly. –Acotó sin vueltas.
-Pero ahora no me tiró ningún palo por ese lado. –Dije para tranquilizarla. –Es más, se reía porque notó que tuviste los ojos clavados en nosotros todo el tiempo.
-Quería asegurarme de que no pasara nada raro. –Replicó. A pesar de que no había tanta luz, me pareció ver que se había sonrojado un poco.
-Jessi está celoooosaaaa… -Canté con voz infantil.
-Tarado. –Fue su respuesta, al tiempo que me golpeaba el hombro.
-Por cierto, cuando vino Clara a hablar conmigo me comentó algo.
-¿Ah, sí? ¿Qué cosa?
-Me dijo que te preguntara sobre el regalo que te hicieron ella y Betty por tu cumple.
Jessi se quedó mirándome, pensativa, como si estuviera tratando de decidir la mejor forma de hablar sobre el tema.
-Hablemos de otra cosa ahora, después te cuento. –Dijo finalmente, elevando mi curiosidad. –Vamos a buscar algo para tomar, me estoy muriendo de sed.

Pasamos por la barra a buscar nuestras bebidas (un fernet para Jessi, gaseosa nuevamente para mí), y en lugar de volver a la baranda, nos instalamos en uno de los pequeños sofás que se hallaban algo más apartados, en una zona mucho menos iluminada del sector VIP.
El sofá tenía el tamaño justo para que entraran dos personas. No costaba demasiado imaginar para qué lo usarían las parejas que ocupaban esos asientos. Pero Jessi parecía tener otros planes… al menos por el momento.
-¿Te acordás de la primera vez que vinimos acá? –Preguntó, una vez que nos habíamos acomodado.
-Fue hace bastante. –Respondí, haciendo memoria. -Para tu cumple de dieciocho, ¿no? Me acuerdo que me invitaron y pasé sin que me pidieran el documento. Yo era menor, pero de tan alto que era pasé sin drama. A Clara la demoraron y estuvo como diez minutos buscando su documento porque no querían dejarla entrar. –Me reí al recordar a mi hermana desesperada rebuscando en su cartera, luchando por demostrar que era mayor de edad. –La jodí durante meses con eso.
-Pasó una pila de años, ¿no? –Comentó, también riendo de ese recuerdo.
-No tanto, che… Todavía me acuerdo cuando ustedes intentaban copiar los pasos de los Backstreet Boys. –Mi cerebro empezó a traerme recuerdos que tenía guardados en algún cajón medio perdido. -¡Cómo rompían las pelotas en casa con eso! ¡Ponían la música al palo y yo quería boludear en mi pieza tranquilo y no podía!
-Y bueno, a las coreografías había que sacarlas bien. No eran nada fáciles. Encima vos venías cada tanto y golpeabas la puerta de la pieza de Clara, y ella te sacaba cagando.
-Capaz si hubiera podido verlas bailar no me hubiera quejado tanto. –Dije con un dejo de picardía.
-¡Mirá vos! –Abrió los ojos de sorpresa al escuchar el comentario. -¿Ya estabas pajerito en esa época?
-¿Con vos y Betty? ¡Obvio! Imaginate… con mis hormonas todas alteradas, las veía a ustedes dos y me volvía loco.
-Clara ya se veía muy bien en esa época también.
-Sí, pero en esa época no tenía la mente tan pervertida como ahora. –Respondí entre risas.
-Ahora me hacés dudar…
-En serio te digo. Cuando éramos más chicos como que no les daba mucha bola a ustedes. Tenía mis compañeras del colegio y con eso estaba más que distraído. Pero bueno, fue pasando el tiempo y para cuando ustedes estaban terminando el secundario no te das idea de las pajas que les…
Menos mal que estaba oscuro en ese lugar, porque había empezado a sentir un calor en el rostro que parecía que me habían disparado con un lanzallamas.
-¡Lo sabía! –Exclamó triunfalmente -¡Ya decíamos con Betty que seguro vos nos andabas mirando mucho en esos días!
-Y sí, no podía evitarlo. –Intenté defenderme. –Hasta con el uniforme del colegio se veían tremendas. Vos que siempre llevabas la pollera lo más corto posible, Betty que usaba camisas bien apretadas… Imposible que no me calentara.
-¿Te pajeabas mucho? –Preguntó, con el mismo tono que alguien me habría consultado si tomo mucho café a la mañana.
-¿Cómo? -La pregunta me tomó muy por sorpresa.
-No es tan complicada la pregunta. –Comentó, inclinándose hacia mí para acercarse a mi oído. -¿Nos dedicabas muchas pajas a mí y a Betty cuando estabas en la secundaria?
Su mano se deslizó por mi pecho hasta alcanzar mi entrepierna, la cual empezó a acariciar lentamente mientras esperaba mi respuesta.
-Sí, muchas. –Respondí, tratando de no lanzarme encima de ella.
Miré alrededor tratando de pensar qué clase de riesgos había, pero estaban todos en la suya. Nadie nos prestaba atención para nada, y Jessi le empezaba a sacar jugo a la situación.
-Mirá vos… Tan joven y tan pajero. ¿Fantaseabas mucho? –Su mano no se despegaba de mi entrepierna, a veces acariciando más cerca del cinturón, otras veces más abajo, pero siempre en movimiento, haciendo que mi verga se endureciera cada vez más.
-Sí. –Me costaba horrores concentrarme en las preguntas que me hacía. Toda mi atención estaba en la fantástica sensación de tener la mano de Jessi sobre mi erección.
-¿Y qué te imaginabás? –Preguntó en voz baja, con su boca pegada a mi oído y su perfume floral una vez más visitando mi nariz.
-Las imaginaba conmigo en un aula del colegio, después de hora. –Respondí, recordando una de las situaciones que más seguido se aparecía en mis fantasías. –Se quedaban paradas delante de la mesa del profesor, se levantaban la polleritas y dejaban a la vista sus culos. –La mano de Jessi seguía paseándose por mi entrepierna. -Y yo venía desde atrás y me las cogía con el uniforme puesto. Hacíamos un montón de ruido, pero nadie nos escuchaba, así que ustedes gritaban como loca.
-Lo que habría sido si hubiéramos sabido que tenías semejante verga. –Al final de la oración presionó con su mano como para subrayar la afirmación. –Seguro que cumplías tu fantasía. Al menos conmigo seguro que sí.
-Pero en esa época no me daban ni bola, hacían la suya con mi hermana.
-Y bueno, cuando una es más chica siempre hace boludeces. Pero después aprendí a mirarte con otros ojos. –Agregó, para luego plantarme un suave beso en el cuello.
-¿Y por qué no me dijiste nada?
-Porque vos ya no nos mirabas con tantas ganas, y porque eras el hermano de una de mis mejores amigas. –Contestó con simpleza. -Aparte que nos conocíamos desde que éramos chicos, te sentía como un hermano casi.
-No es que me importaría mucho en este momento si fueras mi hermana. –Comenté en broma, casi un milagro que tuviera esa ocurrencia considerando lo mucho que me estaba excitando la mano de Jessi. -¿Y vos entonces?
-¿Yo qué?
-¿Vos también me dedicaste alguna?
-Sí, aunque en el momento no lo sabía. –Respondió, para mi sorpresa.
-¿O sea…?
-Siempre me terminé haciendo una paja después de chupártela en el local, pero no sabía que vos eras el dueño de esa verga. –Respondió, una vez más apretando mi miembro para reforzar la idea. –No te imaginás la cantidad de veces que me metí los dedos bien hasta el fondo imaginando que era esa verga que tanto nos encantaba chupar… lamer… besar… babear… tenerla adentro de la boca y sentir su sabor, su grosor, meterla enterita en mi garganta y vencer ese desafío… sacarla y sentirme orgullosa de haber podido tragarme todo eso… ¡lo dura que la tenés! –Nuevamente presionó su mano sobre mi erección. -Cuando te la vi en el cumpleaños de Charly toda brillante por la baba de esa yegua… ¡no sabés la envidia que sentí! Quería ser yo la que tenía esa verga en la boca, la que sentía cómo le llenaba bien la concha y la que acababa hasta dejar el piso empapado con sus jugos.
Era increíble lo mucho que me estaba calentando esa situación. Jessi prácticamente me estaba haciendo una paja con la ropa puesta, y las palabras que decía en mi oído eran más estimulantes que el mejor afrodisíaco o droga del mundo.
-Esa noche cuando nos trajiste de vuelta del cumpleaños de Charly, me tuve que tocar. Estábamos en el living, sentadas en el sofá. Clara estaba furiosa, Betty trataba de contenerla un poco, pero yo sólo pensaba en la tremenda pija que te habíamos visto. Me fui al baño y me hice una paja ahí mismo. Agarré un desodorante que encontré en un estante y me lo clavé tan adentro como pude. Tuve que morder una toalla para que las chicas no me escucharan. No podía dejar de imaginarme lo que se sentiría tener tu pija metida bien hasta el fondo, que me agarraras de la cintura, me tiraras de los pelos y me dieras con todo una y otra vez.
Yo ya estaba volando fuera del planeta Tierra. La voz de Jessi desbordaba sensualidad y deseo, me hipnotizaba, sus palabras entraban por mi oído y bailaban de una a punta a otra de mi cerebro, haciendo que no pudiera pensar en otra cosa.
Imaginaba a Jessi en el baño de casa, metiéndose un desodorante, mientras cerraba sus ojos y mordía una toalla para ahogar los ruidos. Todo eso mientras me decía que lo había hecho pensando en mi verga. El único motivo por el que no había vaciado los huevos era porque Jessi no me frotaba lo suficiente, pero al menor movimiento estaba seguro que de que no podría evitarlo.
-Para el cumpleaños de Clara por fin pude sentirla dentro de mí. –Continuó con su encantamiento, haciendo que sólo le prestara atención a su voz y a su mano. -Era la primera vez que me llenaban tanto, y ni siquiera la había podido probar entera. Igual tuve los mejores orgasmos de mi vida hasta ese momento y acabé como nunca. Después de un tiempo Clara nos contó que había descubierto que eras vos el dueño de la verga que nos atendía en el local. Yo estaba extasiada de felicidad, porque sabía que tarde o temprano por fin la iba a sentir adentro mío. ¡Y la muy hija de puta se adelantó a todas y la probó primero!
-Las re cagó. –Dije, como para distraer mi cabeza un poco de tanta excitación.
-Todavía me dura la bronca, no sabés. –Respondió ella, con un rastro de enojo en su voz, pero de inmediato volvió a su tono juguetón y sensual. –Encima la hija de puta después nos contó con lujo de detalle todo. Yo estaba entre estrangularla por haberse adelantado, y dejarme llevar por la calentura de saber que se había cogido a su propio hermano. Pensé que no se iba a animar, pero se ve que tu pija pudo más que cualquier otra cosa.
-Yo también dudé, pero no pudimos evitarlo. –Seguía hablando para forzar a mi cerebro a pensar en otra cosa, cortar cada tanto el hechizo de la voz de Jessi para no acabar antes de tiempo. –Aunque nunca me contó que estaba saliendo con alguien.
-Pensó que podías llegarle a decir que no si sabías que se veía con Tomás. Y no quería que nada se interpusiera entre ustedes. Lo mismo para Betty. –Agregó, cosa que no entendí.
-¿Con Betty?
-Ella también anda en algo con otro chico, pero es lo mismo que Clara, tu pija no se la iba a perder por nada del mundo.
Me empecé a reír. Había sido inevitable. Mi hermana y sus mejores amigas estaban tan obsesionadas con mi verga que incluso habían esperado a sacarse las ganas de sentirla dentro de ellas antes de oficializar sus noviazgos. Ni en mis sueños podría haberme ilusionado con provocar algo así en alguien, ¡mucho menos en tres chicas al mismo tiempo!
-Sos un tarado. –Dijo Jessi, sonriendo a pesar de que hubiera cortado el clima.
-Perdón, no lo pude evitar. –Comenté a modo de disculpa. –Pero todavía no me dijiste qué te regalaron las chicas.
-Vos.
-¿Yo qué?
-Vos sos el regalo.

----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

No se olviden de ver la segunda parte para conocer el final del capítulo.

http://www.poringa.net/posts/relatos/3756126/Como-descubri-que-mi-hermana-adora-mi-pija-Parte-XV-b.html

3 comentarios - Cómo descubrí que mi hermana adora mi pija (Parte XV-a)

rom123lopz
Excelente, ya voy a leer la otra parte.
UlbertAlainOodle
Amigo tu escritura es sublime y el modo en que se desarrolla la historia es increíble, me encanta van 10
chabopela
muy buen relato los termine todos en un rato todos me atraparon porfa termina el ultimo que estamos esperando