Esta es la segunda parte del capítulo 14, no se olviden de leer la primera parte.
http://www.poringa.net/posts/relatos/3743788/Como-descubri-que-mi-hermana-adora-mi-pija-Parte-XIV-a.html
Ahora sí, les dejo el final del capítulo de hoy.
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El viernes llegó y también la ansiedad por saber qué pasaría esa noche. Ya me encontraba en el local, y había recibido una buena noticia: esa noche sólo tendría que atender un solo turno, y éste arrancaba temprano, a eso de las doce de la noche.
Si todo salía bien, terminaría el turno de manera normal y tendría tiempo de sobra para ir al cumpleaños de Jessi sin llegar muy tarde.
Entré por la puerta de empleados, saludé a los que estaban en la entrada y me dirigí a mi lugar de siempre, ya deseoso por atender mi turno e irme de ahí cuanto antes. En mi lado de la habitación encontré los elementos de siempre, incluyendo la tarjeta de color amarillo que el noventa por ciento de la clientela usaba.
Controlé el reloj y vi que ya habían pasado unos minutos de la medianoche. La chica del turno todavía no había llegado y me estaba empezando a impacientar.
Cerca de las doce y diez por fin escuché el ruido de la puerta abriéndose cerrándose y también los ruidos de pasos de más de una persona. Unas risas estridentes resonaron del otro lado, confirmando que efectivamente eran al menos tres o cuatro chicas las que habían entrado.
-¿Adónde me trajeron, chicas? –Se escuchó que una de ellas preguntaba confundida.
-¡Te trajimos para que recibas tu regalito de despedida! –Otra voz femenina respondió, en un tono mucho más alto de lo necesario, considerando que la habitación se encontraba en silencio. -¡De esta noche te vas a acordar toda la vida! ¡Vas a llorar cuando le vuelvas a ver la pija a tu marido y te acuerdes de esta!
Un coro de risas festejó el comentario, y unos ruidos de celebración llegaron de mi lado con tanta fuerza que parecía que no hubiera un panel que ahogara el sonido. Esas chicas estaban muy alcoholizadas.
Eso nunca había sido una buena señal para mí. Las pocas veces que me había tocado atender a una chica en un estado similar, mi verga la había pasado muy mal. Pero bueno, al menos era el único turno de la noche. Bien o mal, estaba agradecido de saber que me iría temprano de ahí.
Respiré hondo, tratando de concentrarme en la tarea que tenía por delante, e introduje mi verga por el agujero de siempre para que las escandalosas chicas que se encontraban del otro lado la vieran. Las risas murieron al instante.
Sonriendo por el efecto que produjo la aparición de mi verga, disfruté del cuchicheo que se inició luego de que las chicas recuperaron el habla.
-¡A la mierda!
-Boluda… ¿Viste lo que es eso?
-¡Es una bestia!
-Chicas, no sé ustedes, ¡pero yo le voy a pedir a mi novio que nos casemos así me regalan esto a mí también!
Una vez más las risas estallaron en el grupo, hasta que una de ellas, posiblemente la que había organizado todo, tomó el control de la situación.
-A ver Eli… Este –una mano agarró mi verga con fuerza y la sacudió un poco, como si fuera un hueso de juguete que le mostraba a su cachorro para jugar- es el regalo que te hacemos nosotras en tu despedida de soltera. ¡Así que vení para acá, yegua, que tenés una verga que chupar!
Todas las chicas dieron gritos de aprobación y alentaron a la futura esposa para que aceptara su regalo.
-¡E-LI! ¡E-LI! ¡E-LI! ¡E-LI! ¡E-LI! ¡E-LI! –Era el cantito que las chicas entonaron.
La mano que me había sujetado hasta ese momento me soltó y una nueva mano tomó su lugar, en esa ocasión sujetándome con más suavidad.
-¡Están locas ustedes! –Exclamó Eli, su voz mucho más cerca de mí.
-¡Que la chupe! ¡Que la chupe! ¡Que la chupe! ¡Que la chupe! –Fue la nueva canción que provenía de la hinchada.
Sentí una lamida tímida en mi glande, seguida luego de otras más. Con cada movimiento la chica iba perdiendo su timidez, y las demás lo celebraban hasta el hartazgo, hasta que por primera vez metió mi glande dentro de su boca, lo que provocó una nueva oleada de celebraciones por parte de sus amigas.
-¡Vamos Eli! –Alcancé a entender en medio del ruido.
-¡Y chupe! ¡Y chupe! ¡Y chupe Eli, chupe! ¡Y chupe! ¡Y chupe! ¡Y chupe Eli, chupe!
Parecía que las amigas de Eli habían preparado todo un repertorio para alentar a su amiga, e iban variando la forma de incentivarla.
-¡Dale Eli, toda!
Eli intentó hacer caso a sus amigas y se esforzó por introducir mi verga cada vez más adentro de su boca, pero no había llegado a la mitad cuando tuvo que retirarla entre toses.
-¡Es enorme, boluda! ¡No puedo! –Se quejó, una vez que dejó de toser.
-¡No importa! ¡Vos seguí chupando o lo hacemos nosotras!
-¡Ah, no! ¡Esta es para mí! –Exclamó Eli con un tono que me hizo imaginarla a ella (aunque no tenía la menor idea de cómo se vería en realidad) casi como una leona arrinconada defendiendo la presa que acababa de cazar de otros animales hambrientos que pretendían robársela.
Segundos después volvía a sentir la boca de Eli envolviendo mi glande y tratando de meter la mayor cantidad de mi verga adentro. No tenía la técnica de Betty o de Clara, mucho menos la de Jessi, pero le ponía garra y hacía un esfuerzo.
Así pasaron unos minutos, intercalando intentos por llegar a tragar toda mi verga con otros momentos en los que simplemente disfrutaba de hacer un buen pete. Más allá de que no podía tragarla entera, esa chica sabía lo que hacía. Su futuro marido la iba a pasar más que bien con Eli, de eso no tenía dudas.
De repente, en medio de uno de sus intentos de tragar mi verga, una de sus amigas se puso un poco más agresiva en su forma de alentarla.
-¡Dale boluda! ¡Metetela toda de una vez!
Eli no parecía hacerle caso, sino que continuaba con su intento de dejar que mi verga avanzara por su garganta, aunque después de tanto tiempo sólo había superado apenas la mitad. En eso estaba ella cuando de repente sentí que de golpe su boca avanzaba hasta cubrir algo más de tres cuartos de mi pija.
Así estuvo unos segundos, pero un par de veces golpeó el panel con sus manos, lo que me hizo sospechar que eso no había ocurrido de forma natural. Lo que no me esperaba era lo que sucedió a continuación: Eli se retiró de golpe de mi pija, raspándome con sus dientes.
La sensación de ardor fue como si me hubieran pasado una lija por la piel. Un ruido de salpicaduras en el piso se escuchó desde el otro lado del panel. Después de eso, lo único que pude escuchar fueron toses y arcadas.
-¡Te fuiste al carajo, pelotuda! –Gritó una tercera voz.
-Bueno, che… la quería ayudar… -Respondió entre risas la misma voz que se había puesto algo agresiva con sus alientos a Eli.
-¿Qué carajo te pasa, tarada? –Preguntó Eli, furiosa, una vez que terminó de toser y recuperó el aire.
-Uh, mirá cómo se la dejaste. –Dijo una tercera, obviamente refiriéndose a mi pija.
El ardor se volvía cada vez más fuerte, pero por el momento no había retirado mi miembro del agujero. Tenía ganas de putear a la pelotuda que había empujado a su amiga contra mi verga, y también de salir de ahí más que nunca, pero Érica no permitía que esa clase de cosas interfirieran con el trabajo. Ella llamaba a ese tipo de situaciones “gajes del oficio”, y nosotros sabíamos que esa clase de riesgos estaban incluidos en el trabajo.
En mi caso, muy pocas veces me había tocado experimentar alguna clase de herida, pero a otros les había tocado clientas que realmente no sabían chupar una pija y más de uno terminaba con uno que otro raspón producto del contacto con los dientes de alguna.
-Tenés razón. –Comentó Eli, su voz acercándose de nuevo al panel que nos separaba. –Mejor lo dejamos acá, chicas. –Se oyó un coro de murmullos de aprobación. -Che, disculpá por eso. –Dijo, dirigiéndose a mí a través del panel. –Igual tenés una poronga impresionante. Si estás de novio, todas la envidiamos a esa chica porque tiene toda la suerte del mundo.
Se escucharon unas risas por ese último comentario de mi clienta, luego unos ruidos de murmullos y pasos, y finalmente el sonido de la puerta abriéndose y volviéndose a cerrar. Por fin se habían ido de la habitación. Retiré mi verga para ver cómo me la habían dejado.
Suspiré aliviado cuando vi que sólo era un leve raspón. El ardor y los comentarios de las chicas me habían hecho creer que la herida era mucho más grave que eso, pero no había llegado a ser nada de lo que realmente tuviera que preocuparme. De todos modos la sensación de ardor era bastante molesta, y no parecía que fuera a irse por un buen rato.
Me limpié con cuidado de no presionar mucho sobre el raspón y me terminé de vestir. A pesar del mal momento, al menos había terminado el turno rápido. Salí del cuarto y avisé a uno de los encargados que revisaran el otro lado del lugar de inmediato, porque seguro tenían que limpiar el piso.
Sin perder más tiempo salí por la puerta de empleados y de ahí directo al auto y a mi departamento, aprovechando que había terminado con tiempo de sobra para darme un duchazo y salir bien preparado.
Revisé mi verga una vez más cuando estuve bajo el agua de la ducha. La piel estaba atravesada por una línea roja, regalo de los dientes de Eli, pero por suerte ya había dejado de arder como cuando recién me la habían raspado. Me consolé pensando que no parecía que fuera a darme problemas esa noche.
Me vestí con mi jean favorito para salir, una camisa negra bien entallada, zapatos negros y mi reloj pulsera para completar el look. Me puse mi mejor perfume, que me había costado bastante encontrarlo y lo usaba sólo en ocasiones especiales, y encaré para el boliche donde Jessi estaba festejando su cumpleaños con Betty y mi hermana.
Apenas había ido un par de veces al lugar, y si bien conocía su ubicación, estaba del lado opuesto de la ciudad, por lo que tardé un buen rato en llegar hasta allá. Cuando consulté mi reloj eran casi las dos de la madrugada, pero eso no me preocupó. Conociendo a Clara y sus amigas, seguro que habrían llegado no hace mucho.
Estacioné a un par de cuadras, me bajé del auto y caminé hasta la entrada. Había bastante gente en la vereda, esperando para poder entrar. Un par de rubias me llamaron la atención (a mí y a todos los tipos que estaban cerca) porque estaban realmente muy buenas, pero yo sabía que había tres chicas ahí adentro que les pasaban el trapo.
Saqué mi teléfono y llamé a Jessi.
-¿Hola? ¿Pedro?–La voz de Jessi se escuchaba apenas, la música estaba muy fuerte.
-Hola, Jessi. Estoy en la entrada ya. ¿Venís a buscarme, así puedo entrar?
-¿Qué? No se escucha nada.
-¡QUE YA ESTOY EN LA PUERTA! –Grité al teléfono, provocando que algunas personas se voltearan a verme.
-¿YA LLEGASTE? –El grito casi me atraviesa los tímpanos de lado a lado. -¡YA VOY PARA ALLÁ!
Jessi cortó la llamada y yo me quedé en la vereda esperando para entrar. Me sentía algo nervioso, volvía a verme con ella sólo unos días después de la noche que habíamos pasado en mi departamento, y al menos yo no le había contado nada al respecto a Clara.
¿Ella sí le habría contado a mi hermana? Tenía que hablar de eso con Jessi antes de que nos encontráramos con Clara, o las cosas podrían complicarse bastante. Estaba con esa idea en la cabeza cuando Jessi asomó por una puerta que estaba a un costado de la principal, y me olvidé de todo lo que había estado pensando hasta ese momento.
Decir que rajaba la tierra era quedarse muy corto. Tenía puesto un ajustado vestido de color rojo furioso tan pegado al cuerpo que apenas le terminaba de cubrir el culo, el cual se le marcaba de una manera que no dejaba casi nada a la imaginación. Unas botas de cuero de un color negro opaco le cubrían las largas piernas hasta encima de las rodillas. Llevaba el pelo suelto e iba maquillada de una manera espectacular, sus ojos negros se bebían la noche y sus labios, tan rojos como su vestido, desprendían sensualidad.
-¡Viniste! –Jessi se acercó tan rápido como pudo y se colgó de mí para saludarme con un rápido beso en la mejilla, a milímetros de mi boca.
-¡Feliz cumpleaños! –Dije apenas entré en contacto con ella, rodeándola de la cintura y levantándola por el aire unos centímetros.
-Mmmmmm… Qué rico perfumito. –Me halagó, su nariz pegada a mi cuello.
-¿Te gusta?
-Sí. –Inspiró profundamente, como si quisiera robarse todo mi aroma para ella sola. –Me encanta.
-El tuyo está muy rico también. –Repliqué, sintiendo ese mismo aroma floral que había sentido días atrás en mi departamento.
-Es mi favorito. –Anunció con orgullo.
-Bueno, como no te traje ningún regalo, después pasame el nombre de ese y te lo consigo.
-¡Ni se te ocurra! Sale un huevo. –Me advirtió. –Además, ya tengo un par de ideas en mente sobre qué regalo me podrías dar vos.
-¿Ah, sí? ¿Como cuáles?
-No sé, después te cuento. –Me tomó la mano y empezó a caminar en dirección a la puerta por la que había hecho su aparición. –Ahora vamos de nuevo adentro, así saludás a las chicas.
No podía despegar mis ojos de Jessi, cada paso que daba parecía que la tierra literalmente se abriría delante de ella y ríos de lava brotarían de las profundidades para calentar el lugar tanto como fuera posible.
-¡Qué bueno que viniste tan temprano! ¿Tan rápido terminó el turno?
-Sí. –Repliqué algo malhumorado al recordar la mala experiencia. –Hubo un problema en el medio y terminó antes de tiempo.
-¿Qué pasó? –Preguntó con curiosidad.
-Nada, una cagada, pero ahora no importa. Después te explico. –Prometí, sin ganas de hablar de eso delante de tanta gente.
Cuando caminábamos por la vereda pude notar que ambos atraíamos miradas masculinas. A Jessi todos se la estaban comiendo con los ojos, mientras que sobre mí se posaban todas las miradas de envidia. Casi seguro que todos esos pibes creían que yo era el novio, y sentían celos de que tuviera el lujo de comerme una mina así.
Con una sonrisa de suficiencia llegué con Jessi a la puerta lateral de la que había salido, y ella dio tres golpecitos cortos para llamar.
-¡Martín! ¡Abrime por favor! –Pidió Jessi en voz alta.
Su “Ábrete Sésamo” funcionó de maravillas, porque inmediatamente la puerta se abrió y pude ver al patovica que aguardaba del otro lado. El tipo tendría la misma altura que yo, pero su espalda medía el doble que la mía. Tenía cara seria, de pocos amigos, pero al ver a Jessi inmediatamente sonrió.
-¿Así que este es el chico que tanto esperabas? –Preguntó el patovica, escaneándome con la mirada, al mejor estilo Terminator.
-Sí. –Dijo sonriendo. –Martín, este es Pedro. Pedro, te presento a Martín. Este es el hermano de Clarita.
-¿El hermano de Clara? –Martín me dio una palmada en el hombro. -¡No te envidio para nada, pibe! ¡Lo que debe ser tener que soportarla a esa chica! -Su rostro se volvió mucho más relajado y estalló en una sonora carcajada.
-¡No seas malo! –Le recriminó Jessi.
-Tiene razón Martín. –Me animé a decir en medio de la conversación. –¡Hay que bancarla a la petisa!
-Bueno, pasen chicos. Disfruten de la noche. –Nos dijo Martín, señalando con su enorme brazo el camino hacia el interior del lugar.
-¡Gracias Martín! –Respondió Jessi. -¡Que no te rompan las pelotas los pelotudos de siempre!
-Veo que se conocen bien con ese tal Martín. –Comenté de pasada, mientras el ruido de la música se iba haciendo cada vez más fuerte.
-No te estarás poniendo celoso, ¿no? -Preguntó en broma. –Martín está de novio con Laura, una de las chicas que atiende la barra. Martín es un pan de Dios, es re buenazo. Y Laura es una genia también, ¡no sabés los tragos que prepara!
Seguimos avanzando hasta llegar a la pista. La música sonaba muy fuerte y no entendía nada de lo que decía Jessi. Ella se dio vuelta y le hice señas para explicarle que no escuchaba nada. Jessi simplemente negó con la cabeza y me tomó de la mano para guiarme por el camino.
Finalmente llegamos al lugar donde estaba el resto del grupo sentados delante de unas mesas apartadas, donde la música no sonaba tan fuerte. Entre una cosa y otra suponía que debían ser unos diez o doce, pero no reconocía ninguna cara.
De los que estaban ahí sólo conocía a Betty, que también se había vestido lista para matar: una remera bien escotada verde que le dejaba el vientre al descubierto e invitaba a cualquiera a tirarse de cabeza entre sus tetas, una ajustada minifalda negra brillante que le quedaba pintada, aunque no mostraba tanto las piernas como el vestido de Jessi, y sandalias plateadas con taco alto.
Betty se levantó al instante y me abrazó hasta que sus tetas presionaron bien fuerte contra mí. Daban ganas de meterle mano en ese preciso instante a la vista de todos, pero logré contenerme a tiempo.
-¡Hola, Pedrito! –Saludó con una sonrisa. -¡Qué bueno que pudiste venir!
-Sí, por suerte me escapé temprano.
-Pensé que ibas a llegar más tarde, ¿pasó algo? –Preguntó, igual de curiosa que Jessi.
-Después les explico, ahora no da. –Le dije, con una mirada significativa, como indicando que no era el mejor momento para comentar algo así.
-Bueno, a ver si saludás a los demás. –Intervino Jessi, despegándome de Betty. –Chicos, para los que no lo conocen, este es Pedro, el hermano de Clara.
Jessi me presentó y me dijo los nombres de todos a medida que los iba señalando. Por lo que dijo, la gran mayoría eran viejos conocidos del secundario, de los cuales finalmente pude reconocer a tres o cuatro chicas, que también eran conocidas de Clara.
También me presentó a tres amigas que venían de la universidad y que habían hecho gran parte de la carrera junto con ella, así como también con Betty y Clara. De su trabajo no había mencionado a nadie, pero considerando lo que me había comentado de eso hace unos días, no era nada sorprendente.
-¿Y Clara dónde se metió? –Pregunté, notando que no se encontraba sentada ahí con los demás.
-Eh… Se encontró con un conocido de ella y están hablando en otro lado. –Dijo Betty después de unos segundos, como si hubiera dudado de si convenía contarme eso o no. –En un rato seguro que vuelve. –Agregó, como intentando tranquilizarme, aunque no entendía la causa del nerviosismo en su voz.
-Bueno, después la saludo. –Dije, encogiéndome de hombros y yendo a ocupar una silla en la mesa donde estaban Jessi y Betty.
-Sí, seguro que en un rato vuelve. –Aseguró, aunque no sonaba tan convencida.
Pasó un buen rato de charla, en la que yo prácticamente no había participado salvo por algún que otro comentario de pasada, y Clara todavía no daba señales de vida.
-¿Vamos a buscar algo de tomar? –Preguntó Jessi. –De paso te presento a Laura.
Ella no esperó que respondiera, sino que me agarró de la mano y casi que me arrastró con ella para ir a la barra. A mitad de camino Jessi frenó de golpe y yo casi que la atropello, terminando con mi cuerpo pegado a su espalda.
Mi verga se encontraba a medio camino en dirección a quedar bien parada, y a Jessi no se le pasó por alto. Pero sólo se dio vuelta medio segundo para dedicarme una sonrisa traviesa y me guió para rodear el lugar donde se había juntando la gente que bloqueaba el camino.
Luego de un par de minutos logramos alcanzar la barra, la cual, como era de esperarse, se encontraba atestada de gente buscando conseguir algo para tomar.
En lugar de ir hacia la cola de la caja, Jessi me llevó hasta un costado, cerca de una esquina, y llamó a la chica que estaba abriendo unas cajas de fernet en ese instante.
-¡Lau! –El llamado no recibió respuesta. -¡Lau! –Segundo intento también fallido. -¡LAU! –Gritó Jessi a todo pulmón, y ahí sí logrando su cometido.
La chica se levantó y finalmente pude ver a una mujer de unos treinta años, con el lacio pelo rubio rapado por un costado y llegando a su hombro por el otro. Su remera, con el nombre del boliche, estaba arremangada hasta los hombros para mostrar todos sus tatuajes que le recorrían ambos brazos, y tenía varios piercing distribuidos por distintos lugares de su rostro.
-¡Hola Jessi! –Exclamó la chica, inclinándose por sobre la barra para plantarle un beso en la mejilla. -¿Y vos sos…? –Inquirió, escaneándome con la mirada, de manera parecida a la que lo había hecho Martín en la entrada.
-Este es Pedro, el hermano de Clara.
-Un gusto. –Dije, ligeramente incómodo, inclinándome yo también para saludarla.
-Igualmente. –Respondió Laura, sonriendo. -¿Qué van a tomar?
-Para mí un trago. Ya sabés cuál me gusta. –Pidió Jessi. –Y para Pedro…
-Para mí una coca, si es posible. Tengo que manejar. –Expliqué, ya que Laura había arqueado su ceja como pidiendo una explicación de por qué no pedía uno de sus famosos tragos.
-Un chico responsable, así me gusta. –Dijo Laura, dándome su aprobación. –Ahora vengo. –Anunció, escabulléndose por un costado a buscar las botellas para preparar el pedido de Jessi.
Los dos nos quedamos en silencio apoyados contra la barra, simplemente observando a Laura mezclar los ingredientes para el trago de Jessi, que se pegó a mí, dejándome su cintura libre para que la rodeara con mi brazo y la acariciara. La visión de Jessi subida a la barra, abriéndose de piernas para que yo enterrara mi cara justo en el medio, se me cruzó por la cabeza, pero una vez más tuve que contenerme para no hacer un escándalo.
Laura volvió poco después con un vaso alto lleno de un líquido color rojizo, casi haciendo juego con el vestido que tenía puesto Jessi. En su otra mano tenía un vaso plástico bastante grande, lleno de gaseosa con hielo. Fácilmente ese vaso era el doble de lo que solían servir en cualquier boliche. Estar en ese lugar y conocer a los que manejaban la barra claramente tenía sus ventajas.
-Acá tienen chicos, regalo de la casa por tu cumple, Jessi. Ahora sigo con esto que es un quilombo. –Anunció, despidiéndose para continuar acomodando cosas, abriendo cajas, y hablando con el resto de los empleados de la barra.
-¡Gracias, Lau! ¡Sos una genia! –Gritó Jessi para que Laura alcanzara a escucharla. -Vamos. –Me dijo, dando un sorbo a su vaso y cerrando los ojos de placer. –Tenés que probar esto, es riquísimo.
-A ver.
Me incliné hacia ella y di un pequeño trago del vaso que me ofrecía. En un principio no noté nada del otro mundo, pero era como si tuviera un efecto retardado, porque de repente fue como si una bomba hecha con frutas tropicales estallara dentro de mi boca.
-Tenés razón, está buenísimo. Aunque se nota que tiene bastante alcohol. –Agregué, cuando el sabor del alcohol hizo acto de presencia cuando los tonos dulces se fueron apagando.
Le devolví el trago y apuramos parte de nuestros vasos para evitar cualquier derrame durante el camino y luego encaramos el trayecto de regreso a las mesas. Estaba distraído pensando en lo que podría pasar esa noche cuando pasamos cerca de unas luces parpadeantes que iluminaron a una chica medio bajita, pero con una larga cabellera indudablemente pelirroja, siendo llevada de la mano por un hombre hacia un rincón algo apartado de la pista.
-¿Qué pasa? –Preguntó Jessi, subiendo la voz para hacerse escuchar por encima de la música, al ver que me había frenado de golpe.
-Creo que la vi a Clara.
-¿Dónde?
-Por ahí. –Respondí, señalando un lado de la pista, poniéndome en puntas de pie para buscarla con la mirada. –Un chico se la llevaba de la mano.
-¿Pero la viste bien?
-No. No sé. Estoy seguro que era ella.
-Bueno, no importa. Vamos. –Me apuró, tironeando levemente de mi brazo.
Pero yo la había ubicado de nuevo. Era Clara. Estaba seguro de que era ella. Un tipo más alto que ella la tenía medio arrinconada contra una pared y mi hermana tenía sus manos contra el pecho de ese tipo, como si lo estuviera frenando, intentando que no se le acercara.
Empecé a sentir cómo me hervía la sangre. ¿Qué carajo estaba haciéndole ese pelotudo a mi hermana? Avancé llevándome a Jessi conmigo a la rastra, que tironeaba de mi brazo, intentando convencerme de que no fuera para ese lado.
Sabía que ella me hablaba, pero entre la música que estaba tan fuerte y la furia que me invadía, ni llegaba a entender las palabras que pronunciaba. Era todo parte de un ruido de fondo del cual me aislaba cada vez más a medida que me acercaba al lugar donde estaba Clara con aquel tipo.
Estaba a medio metro de ellos, era Clara, no había luz ni sombra que pudiera confundirme ubicándome tan cerca. El tipo intentaba darle un beso, pero mi hermana lo rechazaba, aunque él no captaba el mensaje y seguía encima de ella.
-¡Ya te dije que ahora no! –Fueron las primeras palabras que logré entender por parte de mi hermana.
Y eso había sido todo lo que necesitaba escuchar. Puse mi mano encima del hombro de ese tipo y lo obligué a girar para que me dirigiera la vista.
-¿Qué carajo estás haciendo? –Pregunté, imponiéndome sobre él y sujetándolo por la ropa.
Al estar cara a cara me di cuenta de que le sacaba unos centímetros, lo suficiente para que él tuviera que mirar hacia arriba para poder verme a los ojos, cargados de agresión contenida.
-¡Pedro! –Dijo mi hermana, sorprendida por mi aparición.
-¿Quién carajo sos vos, boludo? –Preguntó aquel pelotudo, que parecía no encontrarse para nada intimidado. -¿Qué mierda te metés? Más te vale que me sueltes o se pudre todo.
-Soy el hermano. –Repliqué, ya con mi mano libre formada en un puño.
Era cuestión de que aquel pibe dijera un par de palabras más para que le encajara un buen golpe en la mandíbula, cuando mi hermana se interpuso en el medio de ambos, cual referí de box que anuncia el final del round a un par de boxeadores que no le hacían caso a la campana.
-¿Qué mierda hacés, pendejo? –Preguntó, hecha una furia.
-Ese pelotudo te estaba molestando. –Repliqué con la vista clavada en el otro pibe.
Jessi se había interpuesto también, más cerca de ese tipo desconocido, poniendo dos cuerpos de distancia entre él y yo.
-¿A quién le decís pelotudo? -Clara me agarró de la camisa como si estuviera a punto de levantarme por los aires y lanzarme por la puerta principal. -¡El pelotudo sos vos! ¡ESE CHICO ES MI NOVIO! –Gritó a todo pulmón, su cara contorsionada en una expresión de furia. -¡ASÍ QUE MÁS TE VALE QUE TE DISCULPES YA MISMO!
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Espero que hayan disfrutado del capítulo.
Y espero que el intento de Nik que roba este relato al menos no sea tan payaso de olvidarse de borrar esta parte.
Muchas gracias a todos los que se toman su tiempo para dejar puntos, comentarios, agregar a favoritos, o simplemente compartir en los shouts para que cada vez más gente se sume. Ya casi estoy por los 1000 seguidores acá en P!, cosa que no me hubiera imaginado jamás. Es bueno saber que la historia que estoy escribiendo es bien recibida.
Nos leemos para el próximo capítulo. Saludos!
http://www.poringa.net/posts/relatos/3743788/Como-descubri-que-mi-hermana-adora-mi-pija-Parte-XIV-a.html
Ahora sí, les dejo el final del capítulo de hoy.
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El viernes llegó y también la ansiedad por saber qué pasaría esa noche. Ya me encontraba en el local, y había recibido una buena noticia: esa noche sólo tendría que atender un solo turno, y éste arrancaba temprano, a eso de las doce de la noche.
Si todo salía bien, terminaría el turno de manera normal y tendría tiempo de sobra para ir al cumpleaños de Jessi sin llegar muy tarde.
Entré por la puerta de empleados, saludé a los que estaban en la entrada y me dirigí a mi lugar de siempre, ya deseoso por atender mi turno e irme de ahí cuanto antes. En mi lado de la habitación encontré los elementos de siempre, incluyendo la tarjeta de color amarillo que el noventa por ciento de la clientela usaba.
Controlé el reloj y vi que ya habían pasado unos minutos de la medianoche. La chica del turno todavía no había llegado y me estaba empezando a impacientar.
Cerca de las doce y diez por fin escuché el ruido de la puerta abriéndose cerrándose y también los ruidos de pasos de más de una persona. Unas risas estridentes resonaron del otro lado, confirmando que efectivamente eran al menos tres o cuatro chicas las que habían entrado.
-¿Adónde me trajeron, chicas? –Se escuchó que una de ellas preguntaba confundida.
-¡Te trajimos para que recibas tu regalito de despedida! –Otra voz femenina respondió, en un tono mucho más alto de lo necesario, considerando que la habitación se encontraba en silencio. -¡De esta noche te vas a acordar toda la vida! ¡Vas a llorar cuando le vuelvas a ver la pija a tu marido y te acuerdes de esta!
Un coro de risas festejó el comentario, y unos ruidos de celebración llegaron de mi lado con tanta fuerza que parecía que no hubiera un panel que ahogara el sonido. Esas chicas estaban muy alcoholizadas.
Eso nunca había sido una buena señal para mí. Las pocas veces que me había tocado atender a una chica en un estado similar, mi verga la había pasado muy mal. Pero bueno, al menos era el único turno de la noche. Bien o mal, estaba agradecido de saber que me iría temprano de ahí.
Respiré hondo, tratando de concentrarme en la tarea que tenía por delante, e introduje mi verga por el agujero de siempre para que las escandalosas chicas que se encontraban del otro lado la vieran. Las risas murieron al instante.
Sonriendo por el efecto que produjo la aparición de mi verga, disfruté del cuchicheo que se inició luego de que las chicas recuperaron el habla.
-¡A la mierda!
-Boluda… ¿Viste lo que es eso?
-¡Es una bestia!
-Chicas, no sé ustedes, ¡pero yo le voy a pedir a mi novio que nos casemos así me regalan esto a mí también!
Una vez más las risas estallaron en el grupo, hasta que una de ellas, posiblemente la que había organizado todo, tomó el control de la situación.
-A ver Eli… Este –una mano agarró mi verga con fuerza y la sacudió un poco, como si fuera un hueso de juguete que le mostraba a su cachorro para jugar- es el regalo que te hacemos nosotras en tu despedida de soltera. ¡Así que vení para acá, yegua, que tenés una verga que chupar!
Todas las chicas dieron gritos de aprobación y alentaron a la futura esposa para que aceptara su regalo.
-¡E-LI! ¡E-LI! ¡E-LI! ¡E-LI! ¡E-LI! ¡E-LI! –Era el cantito que las chicas entonaron.
La mano que me había sujetado hasta ese momento me soltó y una nueva mano tomó su lugar, en esa ocasión sujetándome con más suavidad.
-¡Están locas ustedes! –Exclamó Eli, su voz mucho más cerca de mí.
-¡Que la chupe! ¡Que la chupe! ¡Que la chupe! ¡Que la chupe! –Fue la nueva canción que provenía de la hinchada.
Sentí una lamida tímida en mi glande, seguida luego de otras más. Con cada movimiento la chica iba perdiendo su timidez, y las demás lo celebraban hasta el hartazgo, hasta que por primera vez metió mi glande dentro de su boca, lo que provocó una nueva oleada de celebraciones por parte de sus amigas.
-¡Vamos Eli! –Alcancé a entender en medio del ruido.
-¡Y chupe! ¡Y chupe! ¡Y chupe Eli, chupe! ¡Y chupe! ¡Y chupe! ¡Y chupe Eli, chupe!
Parecía que las amigas de Eli habían preparado todo un repertorio para alentar a su amiga, e iban variando la forma de incentivarla.
-¡Dale Eli, toda!
Eli intentó hacer caso a sus amigas y se esforzó por introducir mi verga cada vez más adentro de su boca, pero no había llegado a la mitad cuando tuvo que retirarla entre toses.
-¡Es enorme, boluda! ¡No puedo! –Se quejó, una vez que dejó de toser.
-¡No importa! ¡Vos seguí chupando o lo hacemos nosotras!
-¡Ah, no! ¡Esta es para mí! –Exclamó Eli con un tono que me hizo imaginarla a ella (aunque no tenía la menor idea de cómo se vería en realidad) casi como una leona arrinconada defendiendo la presa que acababa de cazar de otros animales hambrientos que pretendían robársela.
Segundos después volvía a sentir la boca de Eli envolviendo mi glande y tratando de meter la mayor cantidad de mi verga adentro. No tenía la técnica de Betty o de Clara, mucho menos la de Jessi, pero le ponía garra y hacía un esfuerzo.
Así pasaron unos minutos, intercalando intentos por llegar a tragar toda mi verga con otros momentos en los que simplemente disfrutaba de hacer un buen pete. Más allá de que no podía tragarla entera, esa chica sabía lo que hacía. Su futuro marido la iba a pasar más que bien con Eli, de eso no tenía dudas.
De repente, en medio de uno de sus intentos de tragar mi verga, una de sus amigas se puso un poco más agresiva en su forma de alentarla.
-¡Dale boluda! ¡Metetela toda de una vez!
Eli no parecía hacerle caso, sino que continuaba con su intento de dejar que mi verga avanzara por su garganta, aunque después de tanto tiempo sólo había superado apenas la mitad. En eso estaba ella cuando de repente sentí que de golpe su boca avanzaba hasta cubrir algo más de tres cuartos de mi pija.
Así estuvo unos segundos, pero un par de veces golpeó el panel con sus manos, lo que me hizo sospechar que eso no había ocurrido de forma natural. Lo que no me esperaba era lo que sucedió a continuación: Eli se retiró de golpe de mi pija, raspándome con sus dientes.
La sensación de ardor fue como si me hubieran pasado una lija por la piel. Un ruido de salpicaduras en el piso se escuchó desde el otro lado del panel. Después de eso, lo único que pude escuchar fueron toses y arcadas.
-¡Te fuiste al carajo, pelotuda! –Gritó una tercera voz.
-Bueno, che… la quería ayudar… -Respondió entre risas la misma voz que se había puesto algo agresiva con sus alientos a Eli.
-¿Qué carajo te pasa, tarada? –Preguntó Eli, furiosa, una vez que terminó de toser y recuperó el aire.
-Uh, mirá cómo se la dejaste. –Dijo una tercera, obviamente refiriéndose a mi pija.
El ardor se volvía cada vez más fuerte, pero por el momento no había retirado mi miembro del agujero. Tenía ganas de putear a la pelotuda que había empujado a su amiga contra mi verga, y también de salir de ahí más que nunca, pero Érica no permitía que esa clase de cosas interfirieran con el trabajo. Ella llamaba a ese tipo de situaciones “gajes del oficio”, y nosotros sabíamos que esa clase de riesgos estaban incluidos en el trabajo.
En mi caso, muy pocas veces me había tocado experimentar alguna clase de herida, pero a otros les había tocado clientas que realmente no sabían chupar una pija y más de uno terminaba con uno que otro raspón producto del contacto con los dientes de alguna.
-Tenés razón. –Comentó Eli, su voz acercándose de nuevo al panel que nos separaba. –Mejor lo dejamos acá, chicas. –Se oyó un coro de murmullos de aprobación. -Che, disculpá por eso. –Dijo, dirigiéndose a mí a través del panel. –Igual tenés una poronga impresionante. Si estás de novio, todas la envidiamos a esa chica porque tiene toda la suerte del mundo.
Se escucharon unas risas por ese último comentario de mi clienta, luego unos ruidos de murmullos y pasos, y finalmente el sonido de la puerta abriéndose y volviéndose a cerrar. Por fin se habían ido de la habitación. Retiré mi verga para ver cómo me la habían dejado.
Suspiré aliviado cuando vi que sólo era un leve raspón. El ardor y los comentarios de las chicas me habían hecho creer que la herida era mucho más grave que eso, pero no había llegado a ser nada de lo que realmente tuviera que preocuparme. De todos modos la sensación de ardor era bastante molesta, y no parecía que fuera a irse por un buen rato.
Me limpié con cuidado de no presionar mucho sobre el raspón y me terminé de vestir. A pesar del mal momento, al menos había terminado el turno rápido. Salí del cuarto y avisé a uno de los encargados que revisaran el otro lado del lugar de inmediato, porque seguro tenían que limpiar el piso.
Sin perder más tiempo salí por la puerta de empleados y de ahí directo al auto y a mi departamento, aprovechando que había terminado con tiempo de sobra para darme un duchazo y salir bien preparado.
Revisé mi verga una vez más cuando estuve bajo el agua de la ducha. La piel estaba atravesada por una línea roja, regalo de los dientes de Eli, pero por suerte ya había dejado de arder como cuando recién me la habían raspado. Me consolé pensando que no parecía que fuera a darme problemas esa noche.
Me vestí con mi jean favorito para salir, una camisa negra bien entallada, zapatos negros y mi reloj pulsera para completar el look. Me puse mi mejor perfume, que me había costado bastante encontrarlo y lo usaba sólo en ocasiones especiales, y encaré para el boliche donde Jessi estaba festejando su cumpleaños con Betty y mi hermana.
Apenas había ido un par de veces al lugar, y si bien conocía su ubicación, estaba del lado opuesto de la ciudad, por lo que tardé un buen rato en llegar hasta allá. Cuando consulté mi reloj eran casi las dos de la madrugada, pero eso no me preocupó. Conociendo a Clara y sus amigas, seguro que habrían llegado no hace mucho.
Estacioné a un par de cuadras, me bajé del auto y caminé hasta la entrada. Había bastante gente en la vereda, esperando para poder entrar. Un par de rubias me llamaron la atención (a mí y a todos los tipos que estaban cerca) porque estaban realmente muy buenas, pero yo sabía que había tres chicas ahí adentro que les pasaban el trapo.
Saqué mi teléfono y llamé a Jessi.
-¿Hola? ¿Pedro?–La voz de Jessi se escuchaba apenas, la música estaba muy fuerte.
-Hola, Jessi. Estoy en la entrada ya. ¿Venís a buscarme, así puedo entrar?
-¿Qué? No se escucha nada.
-¡QUE YA ESTOY EN LA PUERTA! –Grité al teléfono, provocando que algunas personas se voltearan a verme.
-¿YA LLEGASTE? –El grito casi me atraviesa los tímpanos de lado a lado. -¡YA VOY PARA ALLÁ!
Jessi cortó la llamada y yo me quedé en la vereda esperando para entrar. Me sentía algo nervioso, volvía a verme con ella sólo unos días después de la noche que habíamos pasado en mi departamento, y al menos yo no le había contado nada al respecto a Clara.
¿Ella sí le habría contado a mi hermana? Tenía que hablar de eso con Jessi antes de que nos encontráramos con Clara, o las cosas podrían complicarse bastante. Estaba con esa idea en la cabeza cuando Jessi asomó por una puerta que estaba a un costado de la principal, y me olvidé de todo lo que había estado pensando hasta ese momento.
Decir que rajaba la tierra era quedarse muy corto. Tenía puesto un ajustado vestido de color rojo furioso tan pegado al cuerpo que apenas le terminaba de cubrir el culo, el cual se le marcaba de una manera que no dejaba casi nada a la imaginación. Unas botas de cuero de un color negro opaco le cubrían las largas piernas hasta encima de las rodillas. Llevaba el pelo suelto e iba maquillada de una manera espectacular, sus ojos negros se bebían la noche y sus labios, tan rojos como su vestido, desprendían sensualidad.
-¡Viniste! –Jessi se acercó tan rápido como pudo y se colgó de mí para saludarme con un rápido beso en la mejilla, a milímetros de mi boca.
-¡Feliz cumpleaños! –Dije apenas entré en contacto con ella, rodeándola de la cintura y levantándola por el aire unos centímetros.
-Mmmmmm… Qué rico perfumito. –Me halagó, su nariz pegada a mi cuello.
-¿Te gusta?
-Sí. –Inspiró profundamente, como si quisiera robarse todo mi aroma para ella sola. –Me encanta.
-El tuyo está muy rico también. –Repliqué, sintiendo ese mismo aroma floral que había sentido días atrás en mi departamento.
-Es mi favorito. –Anunció con orgullo.
-Bueno, como no te traje ningún regalo, después pasame el nombre de ese y te lo consigo.
-¡Ni se te ocurra! Sale un huevo. –Me advirtió. –Además, ya tengo un par de ideas en mente sobre qué regalo me podrías dar vos.
-¿Ah, sí? ¿Como cuáles?
-No sé, después te cuento. –Me tomó la mano y empezó a caminar en dirección a la puerta por la que había hecho su aparición. –Ahora vamos de nuevo adentro, así saludás a las chicas.
No podía despegar mis ojos de Jessi, cada paso que daba parecía que la tierra literalmente se abriría delante de ella y ríos de lava brotarían de las profundidades para calentar el lugar tanto como fuera posible.
-¡Qué bueno que viniste tan temprano! ¿Tan rápido terminó el turno?
-Sí. –Repliqué algo malhumorado al recordar la mala experiencia. –Hubo un problema en el medio y terminó antes de tiempo.
-¿Qué pasó? –Preguntó con curiosidad.
-Nada, una cagada, pero ahora no importa. Después te explico. –Prometí, sin ganas de hablar de eso delante de tanta gente.
Cuando caminábamos por la vereda pude notar que ambos atraíamos miradas masculinas. A Jessi todos se la estaban comiendo con los ojos, mientras que sobre mí se posaban todas las miradas de envidia. Casi seguro que todos esos pibes creían que yo era el novio, y sentían celos de que tuviera el lujo de comerme una mina así.
Con una sonrisa de suficiencia llegué con Jessi a la puerta lateral de la que había salido, y ella dio tres golpecitos cortos para llamar.
-¡Martín! ¡Abrime por favor! –Pidió Jessi en voz alta.
Su “Ábrete Sésamo” funcionó de maravillas, porque inmediatamente la puerta se abrió y pude ver al patovica que aguardaba del otro lado. El tipo tendría la misma altura que yo, pero su espalda medía el doble que la mía. Tenía cara seria, de pocos amigos, pero al ver a Jessi inmediatamente sonrió.
-¿Así que este es el chico que tanto esperabas? –Preguntó el patovica, escaneándome con la mirada, al mejor estilo Terminator.
-Sí. –Dijo sonriendo. –Martín, este es Pedro. Pedro, te presento a Martín. Este es el hermano de Clarita.
-¿El hermano de Clara? –Martín me dio una palmada en el hombro. -¡No te envidio para nada, pibe! ¡Lo que debe ser tener que soportarla a esa chica! -Su rostro se volvió mucho más relajado y estalló en una sonora carcajada.
-¡No seas malo! –Le recriminó Jessi.
-Tiene razón Martín. –Me animé a decir en medio de la conversación. –¡Hay que bancarla a la petisa!
-Bueno, pasen chicos. Disfruten de la noche. –Nos dijo Martín, señalando con su enorme brazo el camino hacia el interior del lugar.
-¡Gracias Martín! –Respondió Jessi. -¡Que no te rompan las pelotas los pelotudos de siempre!
-Veo que se conocen bien con ese tal Martín. –Comenté de pasada, mientras el ruido de la música se iba haciendo cada vez más fuerte.
-No te estarás poniendo celoso, ¿no? -Preguntó en broma. –Martín está de novio con Laura, una de las chicas que atiende la barra. Martín es un pan de Dios, es re buenazo. Y Laura es una genia también, ¡no sabés los tragos que prepara!
Seguimos avanzando hasta llegar a la pista. La música sonaba muy fuerte y no entendía nada de lo que decía Jessi. Ella se dio vuelta y le hice señas para explicarle que no escuchaba nada. Jessi simplemente negó con la cabeza y me tomó de la mano para guiarme por el camino.
Finalmente llegamos al lugar donde estaba el resto del grupo sentados delante de unas mesas apartadas, donde la música no sonaba tan fuerte. Entre una cosa y otra suponía que debían ser unos diez o doce, pero no reconocía ninguna cara.
De los que estaban ahí sólo conocía a Betty, que también se había vestido lista para matar: una remera bien escotada verde que le dejaba el vientre al descubierto e invitaba a cualquiera a tirarse de cabeza entre sus tetas, una ajustada minifalda negra brillante que le quedaba pintada, aunque no mostraba tanto las piernas como el vestido de Jessi, y sandalias plateadas con taco alto.
Betty se levantó al instante y me abrazó hasta que sus tetas presionaron bien fuerte contra mí. Daban ganas de meterle mano en ese preciso instante a la vista de todos, pero logré contenerme a tiempo.
-¡Hola, Pedrito! –Saludó con una sonrisa. -¡Qué bueno que pudiste venir!
-Sí, por suerte me escapé temprano.
-Pensé que ibas a llegar más tarde, ¿pasó algo? –Preguntó, igual de curiosa que Jessi.
-Después les explico, ahora no da. –Le dije, con una mirada significativa, como indicando que no era el mejor momento para comentar algo así.
-Bueno, a ver si saludás a los demás. –Intervino Jessi, despegándome de Betty. –Chicos, para los que no lo conocen, este es Pedro, el hermano de Clara.
Jessi me presentó y me dijo los nombres de todos a medida que los iba señalando. Por lo que dijo, la gran mayoría eran viejos conocidos del secundario, de los cuales finalmente pude reconocer a tres o cuatro chicas, que también eran conocidas de Clara.
También me presentó a tres amigas que venían de la universidad y que habían hecho gran parte de la carrera junto con ella, así como también con Betty y Clara. De su trabajo no había mencionado a nadie, pero considerando lo que me había comentado de eso hace unos días, no era nada sorprendente.
-¿Y Clara dónde se metió? –Pregunté, notando que no se encontraba sentada ahí con los demás.
-Eh… Se encontró con un conocido de ella y están hablando en otro lado. –Dijo Betty después de unos segundos, como si hubiera dudado de si convenía contarme eso o no. –En un rato seguro que vuelve. –Agregó, como intentando tranquilizarme, aunque no entendía la causa del nerviosismo en su voz.
-Bueno, después la saludo. –Dije, encogiéndome de hombros y yendo a ocupar una silla en la mesa donde estaban Jessi y Betty.
-Sí, seguro que en un rato vuelve. –Aseguró, aunque no sonaba tan convencida.
Pasó un buen rato de charla, en la que yo prácticamente no había participado salvo por algún que otro comentario de pasada, y Clara todavía no daba señales de vida.
-¿Vamos a buscar algo de tomar? –Preguntó Jessi. –De paso te presento a Laura.
Ella no esperó que respondiera, sino que me agarró de la mano y casi que me arrastró con ella para ir a la barra. A mitad de camino Jessi frenó de golpe y yo casi que la atropello, terminando con mi cuerpo pegado a su espalda.
Mi verga se encontraba a medio camino en dirección a quedar bien parada, y a Jessi no se le pasó por alto. Pero sólo se dio vuelta medio segundo para dedicarme una sonrisa traviesa y me guió para rodear el lugar donde se había juntando la gente que bloqueaba el camino.
Luego de un par de minutos logramos alcanzar la barra, la cual, como era de esperarse, se encontraba atestada de gente buscando conseguir algo para tomar.
En lugar de ir hacia la cola de la caja, Jessi me llevó hasta un costado, cerca de una esquina, y llamó a la chica que estaba abriendo unas cajas de fernet en ese instante.
-¡Lau! –El llamado no recibió respuesta. -¡Lau! –Segundo intento también fallido. -¡LAU! –Gritó Jessi a todo pulmón, y ahí sí logrando su cometido.
La chica se levantó y finalmente pude ver a una mujer de unos treinta años, con el lacio pelo rubio rapado por un costado y llegando a su hombro por el otro. Su remera, con el nombre del boliche, estaba arremangada hasta los hombros para mostrar todos sus tatuajes que le recorrían ambos brazos, y tenía varios piercing distribuidos por distintos lugares de su rostro.
-¡Hola Jessi! –Exclamó la chica, inclinándose por sobre la barra para plantarle un beso en la mejilla. -¿Y vos sos…? –Inquirió, escaneándome con la mirada, de manera parecida a la que lo había hecho Martín en la entrada.
-Este es Pedro, el hermano de Clara.
-Un gusto. –Dije, ligeramente incómodo, inclinándome yo también para saludarla.
-Igualmente. –Respondió Laura, sonriendo. -¿Qué van a tomar?
-Para mí un trago. Ya sabés cuál me gusta. –Pidió Jessi. –Y para Pedro…
-Para mí una coca, si es posible. Tengo que manejar. –Expliqué, ya que Laura había arqueado su ceja como pidiendo una explicación de por qué no pedía uno de sus famosos tragos.
-Un chico responsable, así me gusta. –Dijo Laura, dándome su aprobación. –Ahora vengo. –Anunció, escabulléndose por un costado a buscar las botellas para preparar el pedido de Jessi.
Los dos nos quedamos en silencio apoyados contra la barra, simplemente observando a Laura mezclar los ingredientes para el trago de Jessi, que se pegó a mí, dejándome su cintura libre para que la rodeara con mi brazo y la acariciara. La visión de Jessi subida a la barra, abriéndose de piernas para que yo enterrara mi cara justo en el medio, se me cruzó por la cabeza, pero una vez más tuve que contenerme para no hacer un escándalo.
Laura volvió poco después con un vaso alto lleno de un líquido color rojizo, casi haciendo juego con el vestido que tenía puesto Jessi. En su otra mano tenía un vaso plástico bastante grande, lleno de gaseosa con hielo. Fácilmente ese vaso era el doble de lo que solían servir en cualquier boliche. Estar en ese lugar y conocer a los que manejaban la barra claramente tenía sus ventajas.
-Acá tienen chicos, regalo de la casa por tu cumple, Jessi. Ahora sigo con esto que es un quilombo. –Anunció, despidiéndose para continuar acomodando cosas, abriendo cajas, y hablando con el resto de los empleados de la barra.
-¡Gracias, Lau! ¡Sos una genia! –Gritó Jessi para que Laura alcanzara a escucharla. -Vamos. –Me dijo, dando un sorbo a su vaso y cerrando los ojos de placer. –Tenés que probar esto, es riquísimo.
-A ver.
Me incliné hacia ella y di un pequeño trago del vaso que me ofrecía. En un principio no noté nada del otro mundo, pero era como si tuviera un efecto retardado, porque de repente fue como si una bomba hecha con frutas tropicales estallara dentro de mi boca.
-Tenés razón, está buenísimo. Aunque se nota que tiene bastante alcohol. –Agregué, cuando el sabor del alcohol hizo acto de presencia cuando los tonos dulces se fueron apagando.
Le devolví el trago y apuramos parte de nuestros vasos para evitar cualquier derrame durante el camino y luego encaramos el trayecto de regreso a las mesas. Estaba distraído pensando en lo que podría pasar esa noche cuando pasamos cerca de unas luces parpadeantes que iluminaron a una chica medio bajita, pero con una larga cabellera indudablemente pelirroja, siendo llevada de la mano por un hombre hacia un rincón algo apartado de la pista.
-¿Qué pasa? –Preguntó Jessi, subiendo la voz para hacerse escuchar por encima de la música, al ver que me había frenado de golpe.
-Creo que la vi a Clara.
-¿Dónde?
-Por ahí. –Respondí, señalando un lado de la pista, poniéndome en puntas de pie para buscarla con la mirada. –Un chico se la llevaba de la mano.
-¿Pero la viste bien?
-No. No sé. Estoy seguro que era ella.
-Bueno, no importa. Vamos. –Me apuró, tironeando levemente de mi brazo.
Pero yo la había ubicado de nuevo. Era Clara. Estaba seguro de que era ella. Un tipo más alto que ella la tenía medio arrinconada contra una pared y mi hermana tenía sus manos contra el pecho de ese tipo, como si lo estuviera frenando, intentando que no se le acercara.
Empecé a sentir cómo me hervía la sangre. ¿Qué carajo estaba haciéndole ese pelotudo a mi hermana? Avancé llevándome a Jessi conmigo a la rastra, que tironeaba de mi brazo, intentando convencerme de que no fuera para ese lado.
Sabía que ella me hablaba, pero entre la música que estaba tan fuerte y la furia que me invadía, ni llegaba a entender las palabras que pronunciaba. Era todo parte de un ruido de fondo del cual me aislaba cada vez más a medida que me acercaba al lugar donde estaba Clara con aquel tipo.
Estaba a medio metro de ellos, era Clara, no había luz ni sombra que pudiera confundirme ubicándome tan cerca. El tipo intentaba darle un beso, pero mi hermana lo rechazaba, aunque él no captaba el mensaje y seguía encima de ella.
-¡Ya te dije que ahora no! –Fueron las primeras palabras que logré entender por parte de mi hermana.
Y eso había sido todo lo que necesitaba escuchar. Puse mi mano encima del hombro de ese tipo y lo obligué a girar para que me dirigiera la vista.
-¿Qué carajo estás haciendo? –Pregunté, imponiéndome sobre él y sujetándolo por la ropa.
Al estar cara a cara me di cuenta de que le sacaba unos centímetros, lo suficiente para que él tuviera que mirar hacia arriba para poder verme a los ojos, cargados de agresión contenida.
-¡Pedro! –Dijo mi hermana, sorprendida por mi aparición.
-¿Quién carajo sos vos, boludo? –Preguntó aquel pelotudo, que parecía no encontrarse para nada intimidado. -¿Qué mierda te metés? Más te vale que me sueltes o se pudre todo.
-Soy el hermano. –Repliqué, ya con mi mano libre formada en un puño.
Era cuestión de que aquel pibe dijera un par de palabras más para que le encajara un buen golpe en la mandíbula, cuando mi hermana se interpuso en el medio de ambos, cual referí de box que anuncia el final del round a un par de boxeadores que no le hacían caso a la campana.
-¿Qué mierda hacés, pendejo? –Preguntó, hecha una furia.
-Ese pelotudo te estaba molestando. –Repliqué con la vista clavada en el otro pibe.
Jessi se había interpuesto también, más cerca de ese tipo desconocido, poniendo dos cuerpos de distancia entre él y yo.
-¿A quién le decís pelotudo? -Clara me agarró de la camisa como si estuviera a punto de levantarme por los aires y lanzarme por la puerta principal. -¡El pelotudo sos vos! ¡ESE CHICO ES MI NOVIO! –Gritó a todo pulmón, su cara contorsionada en una expresión de furia. -¡ASÍ QUE MÁS TE VALE QUE TE DISCULPES YA MISMO!
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Espero que hayan disfrutado del capítulo.
Y espero que el intento de Nik que roba este relato al menos no sea tan payaso de olvidarse de borrar esta parte.
Muchas gracias a todos los que se toman su tiempo para dejar puntos, comentarios, agregar a favoritos, o simplemente compartir en los shouts para que cada vez más gente se sume. Ya casi estoy por los 1000 seguidores acá en P!, cosa que no me hubiera imaginado jamás. Es bueno saber que la historia que estoy escribiendo es bien recibida.
Nos leemos para el próximo capítulo. Saludos!
24 comentarios - Cómo descubrí que mi hermana adora mi pija (Parte XIV-b)
Y me encantó la referencia de "intento de Nik". Bien Gil el chabón. Si querés deja link y lo reportamos!
Saludos y gracias!
Sos un crack!
Sos un crack!
creo que a la hermana se le avecina una larga sequia de polla por parte de Pedro. 😄 al menos aun le quedan Jessi y Betty 😍 a nuestro prota.
+10 y reco.