No dejes de pasar por mi mejor post
http://www.poringa.net/posts/imagenes/4084661/Mi-amada-esposa.html
No te vas a arrepentir!
Me llamo Jorge, a continuación, leerán la curiosa historia de la forma en que perdí a Stefany, la que creí la mujer de mi vida, tal vez por inocente, tal vez por confiado, tal vez por tonto, tal vez por ciego, tal vez por enamorado, solo tal vez…
Hoy yo tengo cincuenta años, por lo que ella tiene cuarenta, le llevaba diez años, y a pesar de la diferencia de edad, nuestra sexualidad siempre había sido perfecta. En nuestra convivencia tuvimos tres niñas, que poco a poco hoy las veo hacerse mujercitas. Yo fui siempre el de trabajar fuera en una típica familia patriarcal, soy especialista en redes, informática, software y hardware, y presto servicios a distintas empresas, ella por su parte, siempre fue la de cuidar a las peques y trabajaba desde casa, siguiendo la tradición de su madre, se dedicaba a la costura y en pequeño galpón, en el patio trasero, tenía varias máquinas de coser vetustas, un poco pasadas de moda, pero era una actividad que le gustaba hacer, le mantenía la cabeza fresca y conseguía unos pesos que buena falta nos hacía.
Cuando nos conocimos yo tenía veinticinco, ella apenas quince, era menor, fui el primer hombre en su vida, ella aún era virgen, pero a la tercera semana de conocidos ya le había robado esa virginidad.
Lo nuestro era un amor platónico, yo conocía a su familia, pero como era menor nos encontrábamos a escondidas para tener sexo, lo hacíamos casi todos los días y muchas veces me escapaba del empleo que en esos años tenía solo para cogerla, ella sabía que tenía poco tiempo, así que me esperaba lista, íbamos al grano, le encantaba coger.
Dos años después con el consentimiento de sus padres nos casábamos por civil y por iglesia em una hermosa parroquia de la ciudad, y un año después, con dieciocho recién cumplidos llegaba nuestra primera hija.
Stefany era la mayor de cuatro hermanas, y como la mayoría de los hijos primerizos cargaba con la responsabilidad de haber sido un poco madre y ejemplo para sus hermanas menores, además fue criada en el seno de una familia muy católica donde la infidelidad era un tema tabú como pocos.
Estábamos muy enamorados, o al menos eso creí, si yo lo estaba de ella, de eso no tengo dudas, nunca las tuve.
Todo empezó cuando pusieron la casa contigua a la nuestra a remodelar, era una vieja casona con poco mantenimiento y los nuevos vecinos que habían llegado al barrio quisieron darle un aire fresco y moderno. Y se hizo habitual que una plantilla de operarios estuviera haciendo ruido a diario, golpeado, cortando, amolando y todo trabajo referido a la construcción.
Mi mujer era quien me contaba todo lo que sucedía, ella estaba en casa todo el día y yo estaba siempre trabajando fuera, volvía al anochecer. Así, por labios de Stefany me enteré de la existencia del señor Daniel, un muchacho alto y fornido de tez trigueña, mucho más joven que yo, creí entender que tenía veintiséis años, el capataz de la obra, quien disfrutaba sus ratos libres para remar en kayak, algo que en esos momentos solo fue chisme del día.
Al tiempo, ella me dijo que lo había contratado para que hiciera una limpieza profunda del jardín, era cierto, el césped estaba descuidado, las rejas del frente necesitaban un poco de mantenimiento, lucían oxidadas y descoloridas, y las paredes linderas mostraban revoques caídos en varias partes. Así fue que me enteré de que habían cambiado números y se contactaban por WhatsApp, y también se me hizo costumbre que en su boca siempre hubiese un comentario sobre el ‘señor Daniel’.
-‘Sabes, al señor Daniel se le murió una novia en un accidente y nunca ha podido olvidarla’
-‘Pobre señor Daniel, me dice que esta triste, si hasta se nota en su mirada’
-‘Mira lo que hizo el señor Daniel, también le pedí que hiciera esto otro’
Tal vez mi error fue no darles importancia a esas cosas en esos momentos, yo vivía muy abstraído con mis temas laborares. El siguiente llamado de atención fue cuando Stefany me dijo como si nada que había resuelto remodelar la cocina, obviamente había contratado al señor Daniel, y bueno, solo la dejé hacer, estaba en esos momentos con problemas laborales, tenía ue presentar el desarrollo de un software y no lograba que funcionara a la perfección, y la fecha de presentación se me venía encima.
Remodelar la cocina completa era un arduo trabajo, así que el señor Daniel y su cuadrilla iban a cada casi todos los días, haciendo jornadas completas, almorzando en el galpón de casa, mientras yo solo trabajaba fuera. No sé cuándo pasó, pero noté que ya Stefany ya no hablaba del ‘señor Daniel’, solo hablaba de ‘Daniel’, y muchas cosas empezaron a llamarme la atención, mi esposa empezaba a darme señales que hicieron sonar mis alarmas.
Después de unos meses de arduos trabajos la cocina quedó terminada y Daniel y su cuadrilla desaparecieron de casa, pero no de la vida de mi esposa, a pesar de eso, ellos seguían chateando a diario. Empecé a averiguar un poco, por internet, cuáles eran los comportamientos por observar para saber si tu mujer te era infiel, había varios tips, y para mi pesar, Stefany encuadraba en muchos de ellos.
Ella había cambiado muchos de sus comportamientos, noté que le daba mayor importancia a su manera de vestir, si bien nunca salía mal vestida, ahora parecía lucir todo el día sexi, con calzas, polleras cortas, remeras ajustadas, se maquillaba y se miraba al espejo seguido para acomodar sus cabellos, su ropa interior había cambiado, conjuntos con transparencia, incluso sus tangas fueron progresivamente habían perdido tamaño. Sus programas de tv, yo también, incluso las niñas parecimos quedar en segundo plano, ella vivía pegada a su celular, chateando, riendo, y no se apartaba de el por nada en el mundo y lo más llamativo, se rasuraba la vagina por completo, nada de bellos, ella me dijo que así lucía más fresca y a la moda, pero conocía a Stefany, ella siempre había preferido su vulva al natural. También cambió algunos horarios, salidas imprevistas con amigas imprevistas, ella era muy ‘de casa’ y de repente tenía una visa social que nunca había existido.
Sabía que mi matrimonio estaba en juego, traté de reconquistarla, sorprendiéndola con regalos, con flores, llevándola a cenar o a bailar como en las viejas épocas, pero era duro asimilar que estaba perdiendo la partida, pero si yo tenía las mejores cartas, incluso nuestra relación, y hasta las niñas eran un plus a mi favor, pero día a día mi esposa parecía desconectarse más y más de nuestras vidas.
Y hasta donde sabía ese bastardo seguía endulzándole los oídos, por lo que apenas podía espiar en su móvil en sus descuidos, eran simples saludos, aunque él le escribía a veces con doble sentido, no pasaba un solo día sin que chatearan y me sentí acorralado, tomé una decisión drástica, no me enorgullezco de lo que hice, pero no sabía qué hacer, cuando se estaba duchando, tomé su celular y le descargué una aplicación, lo cloné con el mío y así yo podría leer en mi móvil todo lo que ella hiciera con el suyo, esas cosas eran parte de mi trabajo, así que en adelante, podría estar al tanto cada palabra que cruzaran Daniel y mi mujer.
Me transformé en sus ojos en la oscuridad, en su espía nocturno, yo me levanto cada día a las cuatro de la mañana para comenzar mi trabajo, ese era el momento, mientras desayunaba solo y en silencio revisaba todos sus chats del día anterior, los cuales ella borraba sistemáticamente, sin imaginar que todo lo que hacía se copiaba a mi propio móvil gracias a la aplicación que yo le había instalado.
Comprobé que Daniel, tal cual lo había imaginado la acorralaba lentamente, como el cazador a la presa, y ella se dejaba acorralar
‘Quiero ver tu cosita, depilada como me gusta’
Ella respondía con un emoji sonrojada
Él nuevamente, la mandaba una foto de su pene erecto, a punto de estallar, no tengo porque negarlo, era llamativamente más grande que el mío, pero esos no eran detalles que le importaran a Stefany, aunque ya a esas alturas empezaba a dudar todo sobre la extraña que vivía a mi lado.
Las siguientes fotos eran de mi mujer, su vagina, su trasero, sus pechos, y aunque en ese momento la furia me invadía también y una erección contenida por mi pantalón me sorprendía por debajo de la mesa. Una vez más traté de ponerla contra las cuerdas, le pedí que ya no se rasurara la vagina, que quería recordarla tal cual la había conocido, sabía que ella pondría excusas, y así lo hizo, una vez más perdía la partida.
Y con el correr de los días mi sorpresa fue en aumento, las primeras fotos promiscuas que le enviaba pasaron a ser fotos de puta pornográfica, incluso aparecían videos masturbándose, todo para él cómo él quería, cuando él quería. Poco a poco mi mujer cayo del pedestal donde en mi mente la tenía puesta como una mujer fiel.
Esas madrugadas en soledad viendo las fotos de mi mujer en el celular me desconcertaban sin remedio, recuerdo una mañana que en mi descuido tomé la cafetera con la mano sin notar que estaba hirviendo, sentí una profunda quemazón, pero saben que es lo que mas me dolía? el corazón…
Cada mañana partía a mi trabajo desconcertado, perdido en mis pensamientos, tenía demasiadas preguntas, tenía pocas respuestas, tratando de atar cabos sueltos. Stefany de repente había tomado la costumbre de chatearme al trabajo, preguntando donde estaba, o que estaba haciendo, cual era mi ruta para ese día o a qué hora llegaría a casa, evidentemente buscaba estar con el otro sin que yo la importunara. Y yo me hacía el tonto, pero no lo era, recuerdo las palabras de una vecina, esas viejas chusmas que se meten en la vida de todos, una tardecita me preguntó ‘cuándo terminaríamos de arreglar nuestra vivienda, puesto que casi todas las mañanas el coche plateado del contratista estaba en la puerta de casa’, maldita vieja víbora, sus palabras no eran simple curiosidad.
Y una mañana volví a casa de improviso, el Chevrolet de Daniel estaba cerca de la entrada de casa, tragué saliva, apreté los puños y abrí la puerta con el mayor de los silencios, Stefany estaba en la cocina, y obviamente se mostró sorprendida ante mi inoportuna visita, sus ojos se abrieron inconscientemente, pero noté que Daniel a un lado, se ponía terriblemente nervioso e incómodo al verme, nada raro estaban haciendo, pero que hacía ahí ese hombre?
Soné casual con una tonta excusa, mi esposa con la culpa sobre sus hombros, sin que yo preguntara, tartamudeando me dijo que lo había llamado porque su plancha se había descompuesto, sonreí, le acaricié con amor sus cabellos, miré en derredor, no estaba la plancha a la vista, ni herramientas, ni nada que sustentara esa nueva mentira.
Tragué saliva, besé sus labios, imaginando que el había hecho lo mismo antes que yo llegara, estaban fríos como la muerte, quien era esa extraña?
Yo necesitaba asegurarme, necesitaba saber que sucedía a mis espaldas, solo no sabía cómo hacerlo y cada noche me quedaba en la cama, en la oscuridad de nuestro cuarto, con los ojos abiertos mirando la nada misma pensando y pensando, sintiendo a mi lado la respiración calma y despreocupada de la mujer que tanto amaba y que se me estaba escurriendo como arena entre los dedos, mis ideas daban vueltas en mi cabeza, una y otra vez hasta que el sueño me vencía, y a las cuatro de la mañana, solo era volver a empezar.
Tal vez debí enfrentarlos, mil veces lo pensé, a ella, e él, pero me aterraba el miedo a perderla, y si ella lo eligiera a el? No estaba preparado para eso, creo que nunca lo estaría.
Fue la inocencia de mi hija menor quien me dio una idea, como las mayores por la mañana iban al colegio y no volvían hasta las dos de la tarde, ella se quedaba sola en casa con Stefany. La había llevado a la plaza, y solo bromeaba con ella, hasta que me dijo en su aun no pulido castellano ‘el tío Daniel me empuja más fete’, y eso dio pie a un improvisado interrogatorio. Me enteré por su boca que mamá lo llevaba ‘al tío Daniel’ al galpón a arreglar las máquinas, mientras la dejaban a ella mirando los dibujitos con su mamadera caliente, como no lo había imaginado, cuantas veces no me habían puesto los cuernos!!!
Tenía que hacer algo más, sabía qué hacer y cómo hacerlo. Esperé a que mi mujer no estuviera en casa, fui al cuarto trasero, y cablee en forma bien oculta, tres cámaras donde nadie pudiera notarlas, me aseguré de que todo funcionara, tendría la señal en mi móvil, en vivo y directo, la trampa estaba tendida, solo era cuestión de tiempo para que cayeran las víctimas.
CONTINUARA
Si eres mayor de edad y te gustó esta historia, puedes escribirme con título ADIOS STEFANY a dulces.placeres@live.com
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No te vas a arrepentir!
Me llamo Jorge, a continuación, leerán la curiosa historia de la forma en que perdí a Stefany, la que creí la mujer de mi vida, tal vez por inocente, tal vez por confiado, tal vez por tonto, tal vez por ciego, tal vez por enamorado, solo tal vez…
Hoy yo tengo cincuenta años, por lo que ella tiene cuarenta, le llevaba diez años, y a pesar de la diferencia de edad, nuestra sexualidad siempre había sido perfecta. En nuestra convivencia tuvimos tres niñas, que poco a poco hoy las veo hacerse mujercitas. Yo fui siempre el de trabajar fuera en una típica familia patriarcal, soy especialista en redes, informática, software y hardware, y presto servicios a distintas empresas, ella por su parte, siempre fue la de cuidar a las peques y trabajaba desde casa, siguiendo la tradición de su madre, se dedicaba a la costura y en pequeño galpón, en el patio trasero, tenía varias máquinas de coser vetustas, un poco pasadas de moda, pero era una actividad que le gustaba hacer, le mantenía la cabeza fresca y conseguía unos pesos que buena falta nos hacía.
Cuando nos conocimos yo tenía veinticinco, ella apenas quince, era menor, fui el primer hombre en su vida, ella aún era virgen, pero a la tercera semana de conocidos ya le había robado esa virginidad.
Lo nuestro era un amor platónico, yo conocía a su familia, pero como era menor nos encontrábamos a escondidas para tener sexo, lo hacíamos casi todos los días y muchas veces me escapaba del empleo que en esos años tenía solo para cogerla, ella sabía que tenía poco tiempo, así que me esperaba lista, íbamos al grano, le encantaba coger.
Dos años después con el consentimiento de sus padres nos casábamos por civil y por iglesia em una hermosa parroquia de la ciudad, y un año después, con dieciocho recién cumplidos llegaba nuestra primera hija.
Stefany era la mayor de cuatro hermanas, y como la mayoría de los hijos primerizos cargaba con la responsabilidad de haber sido un poco madre y ejemplo para sus hermanas menores, además fue criada en el seno de una familia muy católica donde la infidelidad era un tema tabú como pocos.
Estábamos muy enamorados, o al menos eso creí, si yo lo estaba de ella, de eso no tengo dudas, nunca las tuve.
Todo empezó cuando pusieron la casa contigua a la nuestra a remodelar, era una vieja casona con poco mantenimiento y los nuevos vecinos que habían llegado al barrio quisieron darle un aire fresco y moderno. Y se hizo habitual que una plantilla de operarios estuviera haciendo ruido a diario, golpeado, cortando, amolando y todo trabajo referido a la construcción.
Mi mujer era quien me contaba todo lo que sucedía, ella estaba en casa todo el día y yo estaba siempre trabajando fuera, volvía al anochecer. Así, por labios de Stefany me enteré de la existencia del señor Daniel, un muchacho alto y fornido de tez trigueña, mucho más joven que yo, creí entender que tenía veintiséis años, el capataz de la obra, quien disfrutaba sus ratos libres para remar en kayak, algo que en esos momentos solo fue chisme del día.
Al tiempo, ella me dijo que lo había contratado para que hiciera una limpieza profunda del jardín, era cierto, el césped estaba descuidado, las rejas del frente necesitaban un poco de mantenimiento, lucían oxidadas y descoloridas, y las paredes linderas mostraban revoques caídos en varias partes. Así fue que me enteré de que habían cambiado números y se contactaban por WhatsApp, y también se me hizo costumbre que en su boca siempre hubiese un comentario sobre el ‘señor Daniel’.
-‘Sabes, al señor Daniel se le murió una novia en un accidente y nunca ha podido olvidarla’
-‘Pobre señor Daniel, me dice que esta triste, si hasta se nota en su mirada’
-‘Mira lo que hizo el señor Daniel, también le pedí que hiciera esto otro’
Tal vez mi error fue no darles importancia a esas cosas en esos momentos, yo vivía muy abstraído con mis temas laborares. El siguiente llamado de atención fue cuando Stefany me dijo como si nada que había resuelto remodelar la cocina, obviamente había contratado al señor Daniel, y bueno, solo la dejé hacer, estaba en esos momentos con problemas laborales, tenía ue presentar el desarrollo de un software y no lograba que funcionara a la perfección, y la fecha de presentación se me venía encima.
Remodelar la cocina completa era un arduo trabajo, así que el señor Daniel y su cuadrilla iban a cada casi todos los días, haciendo jornadas completas, almorzando en el galpón de casa, mientras yo solo trabajaba fuera. No sé cuándo pasó, pero noté que ya Stefany ya no hablaba del ‘señor Daniel’, solo hablaba de ‘Daniel’, y muchas cosas empezaron a llamarme la atención, mi esposa empezaba a darme señales que hicieron sonar mis alarmas.
Después de unos meses de arduos trabajos la cocina quedó terminada y Daniel y su cuadrilla desaparecieron de casa, pero no de la vida de mi esposa, a pesar de eso, ellos seguían chateando a diario. Empecé a averiguar un poco, por internet, cuáles eran los comportamientos por observar para saber si tu mujer te era infiel, había varios tips, y para mi pesar, Stefany encuadraba en muchos de ellos.
Ella había cambiado muchos de sus comportamientos, noté que le daba mayor importancia a su manera de vestir, si bien nunca salía mal vestida, ahora parecía lucir todo el día sexi, con calzas, polleras cortas, remeras ajustadas, se maquillaba y se miraba al espejo seguido para acomodar sus cabellos, su ropa interior había cambiado, conjuntos con transparencia, incluso sus tangas fueron progresivamente habían perdido tamaño. Sus programas de tv, yo también, incluso las niñas parecimos quedar en segundo plano, ella vivía pegada a su celular, chateando, riendo, y no se apartaba de el por nada en el mundo y lo más llamativo, se rasuraba la vagina por completo, nada de bellos, ella me dijo que así lucía más fresca y a la moda, pero conocía a Stefany, ella siempre había preferido su vulva al natural. También cambió algunos horarios, salidas imprevistas con amigas imprevistas, ella era muy ‘de casa’ y de repente tenía una visa social que nunca había existido.
Sabía que mi matrimonio estaba en juego, traté de reconquistarla, sorprendiéndola con regalos, con flores, llevándola a cenar o a bailar como en las viejas épocas, pero era duro asimilar que estaba perdiendo la partida, pero si yo tenía las mejores cartas, incluso nuestra relación, y hasta las niñas eran un plus a mi favor, pero día a día mi esposa parecía desconectarse más y más de nuestras vidas.
Y hasta donde sabía ese bastardo seguía endulzándole los oídos, por lo que apenas podía espiar en su móvil en sus descuidos, eran simples saludos, aunque él le escribía a veces con doble sentido, no pasaba un solo día sin que chatearan y me sentí acorralado, tomé una decisión drástica, no me enorgullezco de lo que hice, pero no sabía qué hacer, cuando se estaba duchando, tomé su celular y le descargué una aplicación, lo cloné con el mío y así yo podría leer en mi móvil todo lo que ella hiciera con el suyo, esas cosas eran parte de mi trabajo, así que en adelante, podría estar al tanto cada palabra que cruzaran Daniel y mi mujer.
Me transformé en sus ojos en la oscuridad, en su espía nocturno, yo me levanto cada día a las cuatro de la mañana para comenzar mi trabajo, ese era el momento, mientras desayunaba solo y en silencio revisaba todos sus chats del día anterior, los cuales ella borraba sistemáticamente, sin imaginar que todo lo que hacía se copiaba a mi propio móvil gracias a la aplicación que yo le había instalado.
Comprobé que Daniel, tal cual lo había imaginado la acorralaba lentamente, como el cazador a la presa, y ella se dejaba acorralar
‘Quiero ver tu cosita, depilada como me gusta’
Ella respondía con un emoji sonrojada
Él nuevamente, la mandaba una foto de su pene erecto, a punto de estallar, no tengo porque negarlo, era llamativamente más grande que el mío, pero esos no eran detalles que le importaran a Stefany, aunque ya a esas alturas empezaba a dudar todo sobre la extraña que vivía a mi lado.
Las siguientes fotos eran de mi mujer, su vagina, su trasero, sus pechos, y aunque en ese momento la furia me invadía también y una erección contenida por mi pantalón me sorprendía por debajo de la mesa. Una vez más traté de ponerla contra las cuerdas, le pedí que ya no se rasurara la vagina, que quería recordarla tal cual la había conocido, sabía que ella pondría excusas, y así lo hizo, una vez más perdía la partida.
Y con el correr de los días mi sorpresa fue en aumento, las primeras fotos promiscuas que le enviaba pasaron a ser fotos de puta pornográfica, incluso aparecían videos masturbándose, todo para él cómo él quería, cuando él quería. Poco a poco mi mujer cayo del pedestal donde en mi mente la tenía puesta como una mujer fiel.
Esas madrugadas en soledad viendo las fotos de mi mujer en el celular me desconcertaban sin remedio, recuerdo una mañana que en mi descuido tomé la cafetera con la mano sin notar que estaba hirviendo, sentí una profunda quemazón, pero saben que es lo que mas me dolía? el corazón…
Cada mañana partía a mi trabajo desconcertado, perdido en mis pensamientos, tenía demasiadas preguntas, tenía pocas respuestas, tratando de atar cabos sueltos. Stefany de repente había tomado la costumbre de chatearme al trabajo, preguntando donde estaba, o que estaba haciendo, cual era mi ruta para ese día o a qué hora llegaría a casa, evidentemente buscaba estar con el otro sin que yo la importunara. Y yo me hacía el tonto, pero no lo era, recuerdo las palabras de una vecina, esas viejas chusmas que se meten en la vida de todos, una tardecita me preguntó ‘cuándo terminaríamos de arreglar nuestra vivienda, puesto que casi todas las mañanas el coche plateado del contratista estaba en la puerta de casa’, maldita vieja víbora, sus palabras no eran simple curiosidad.
Y una mañana volví a casa de improviso, el Chevrolet de Daniel estaba cerca de la entrada de casa, tragué saliva, apreté los puños y abrí la puerta con el mayor de los silencios, Stefany estaba en la cocina, y obviamente se mostró sorprendida ante mi inoportuna visita, sus ojos se abrieron inconscientemente, pero noté que Daniel a un lado, se ponía terriblemente nervioso e incómodo al verme, nada raro estaban haciendo, pero que hacía ahí ese hombre?
Soné casual con una tonta excusa, mi esposa con la culpa sobre sus hombros, sin que yo preguntara, tartamudeando me dijo que lo había llamado porque su plancha se había descompuesto, sonreí, le acaricié con amor sus cabellos, miré en derredor, no estaba la plancha a la vista, ni herramientas, ni nada que sustentara esa nueva mentira.
Tragué saliva, besé sus labios, imaginando que el había hecho lo mismo antes que yo llegara, estaban fríos como la muerte, quien era esa extraña?
Yo necesitaba asegurarme, necesitaba saber que sucedía a mis espaldas, solo no sabía cómo hacerlo y cada noche me quedaba en la cama, en la oscuridad de nuestro cuarto, con los ojos abiertos mirando la nada misma pensando y pensando, sintiendo a mi lado la respiración calma y despreocupada de la mujer que tanto amaba y que se me estaba escurriendo como arena entre los dedos, mis ideas daban vueltas en mi cabeza, una y otra vez hasta que el sueño me vencía, y a las cuatro de la mañana, solo era volver a empezar.
Tal vez debí enfrentarlos, mil veces lo pensé, a ella, e él, pero me aterraba el miedo a perderla, y si ella lo eligiera a el? No estaba preparado para eso, creo que nunca lo estaría.
Fue la inocencia de mi hija menor quien me dio una idea, como las mayores por la mañana iban al colegio y no volvían hasta las dos de la tarde, ella se quedaba sola en casa con Stefany. La había llevado a la plaza, y solo bromeaba con ella, hasta que me dijo en su aun no pulido castellano ‘el tío Daniel me empuja más fete’, y eso dio pie a un improvisado interrogatorio. Me enteré por su boca que mamá lo llevaba ‘al tío Daniel’ al galpón a arreglar las máquinas, mientras la dejaban a ella mirando los dibujitos con su mamadera caliente, como no lo había imaginado, cuantas veces no me habían puesto los cuernos!!!
Tenía que hacer algo más, sabía qué hacer y cómo hacerlo. Esperé a que mi mujer no estuviera en casa, fui al cuarto trasero, y cablee en forma bien oculta, tres cámaras donde nadie pudiera notarlas, me aseguré de que todo funcionara, tendría la señal en mi móvil, en vivo y directo, la trampa estaba tendida, solo era cuestión de tiempo para que cayeran las víctimas.
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