You are now viewing Poringa in Spanish.
Switch to English

Placer 2.0. Capítulo 12

Placer 2.0. Capítulo 12

Esta es la historia de Ailín, una chica católica de un pueblo con sueños y ambiciones de progresar para poder casarse con su novio, que va a descubrir un mundo nuevo en la ciudad, lleno de deseos y fantasías que van a poner su vida perfecta en jaque. Esta historia es ficción, eso no quiere decir que algunos hechos no sean reales…

CAPITULO 1

ANTERIOR

Capítulo 12: Sin límites
   Una nueva recaída emocional comenzó luego de esa noche de pasión con mi amante virtual, la primera recaída del año. Fue un periodo bastante largo en el que pasé por muchas emociones que me llevaron hasta inclusive pensar por momentos que mi relación con Gastón iba a terminar. Me sentí sola, abandonada, utilizada y hasta una puta. Pero por sobre todas las cosas me sentí confundida, no sabía que era lo correcto y que estaba mal, no era capaz de distinguir el placer del engaño. Por esa razón estuve casi dos meses sin hablarle a Gabriel.
   El comienzo de las clases y la vuelta a la facultad se suponía que iba a ser un alivio y una distracción. Sin embargo por cuestiones de horario y por no coincidir en las clases, Josefina y Mariana, las dos que eran mis mejores amigas de la facu, terminaron separándose un poco de mí. Ya no nos veíamos casi todos los días y dejamos de juntarnos seguido, como o habíamos hecho el año anterior. Algo similar sucedió con Valerio, quien se terminó acercando mucho más a ellas y de golpe se convirtieron en un trío inseparable. Agustín, por el contrario, se acercó a mi mucho más que el año anterior y a pesar de que yo sabía que él gustaba de mí, no me animé a distanciarme de él. Al final fue el único que permaneció a mi lado durante esos meses en los que yo tuve un huracán de emociones y eso hizo que terminara convirtiéndose en alguien de suma confianza para mí.
   Por otro lado, Julia, Lorena y Magalí, mis tres amigas del pueblo que se habían mudado a Buenos Aires para estudiar, parecían haberse dado cuenta que yo me sentía alejada a ellas por lo que volvieron a estar mucho más activas a través del grupo de WhatsApp. Durante el verano yo les había hecho un reclamo acerca de su falta de comunicación y de su distanciamiento, algo que ellas tomaron de buena manera. Al final terminamos arreglando las cosas y acordamos en que al menos una vez ellas me iban a ir a visitar y yo las iba a ir a visitar a ellas a la capital. El problema es que eso me hacía pensar en estar cerca de Gabriel. “La ciudad tienen millones y millones de personas boluda, no te lo vas a cruzar” me decía a mí misma pero me deprimía cada vez que pasaba por mi mente la idea de verlo en cualquier lugar.
   Pero lo que más me afectó durante esos meses fue el distanciamiento que hubo con Gastón, mi novio, mi prometido. Durante el primer año que estuve en la ciudad, nos hablábamos todos los días, conversábamos siempre y deseábamos estar juntos en todo momento. En una sola oportunidad no conversamos y ese día me sentí muy mal, me sentí horrible y llegué hasta pensar que lo había abandonado. Pero en esos dos meses esa situación pasó varias veces. Me encontraba de noche en mi casa, cenando o estudiando y tras comprobar que ese día no había tenido noticias de mi novio, dejaba el celular en la mesa sin importarme. Era evidente que él pasaba por lo mismo, que él sentía abandono y desinterés, pero mi novio siempre era más fuerte que yo y me escribía al día siguiente para ver cómo estaba.
   Luego de nuestro primer fin de semana separados, acordamos que cada quince días el viajaría a la ciudad o yo volvería nuestro pueblo para visitarlo y así fue. Sin embargo los encuentros no eran lo que yo esperaba. Por alguna razón imaginaba que durante esos fines de semana iba a pasar algo, que no íbamos a poder resistir la tentación de comernos a besos e íbamos a terminar teniendo sexo (o haciendo algo para sacarnos la calentura). Pero no, Gastón estaba más metido en su postura de castidad que antes y eso me ponía los pelos de punta.
   El cuarto fin de semana seguido que nos vimos coincidió con el fin de semana en el que Agustín cumplía años. Obviamente a Gastón no le agradó en lo más mínimo la idea de ir juntos al cumpleaños de mi compañero, de quien él estaba muy celoso. “Andá sola. Yo me quedo acá” me dijo sentándose en el sillón del comedor y yo sentí tanta bronca que me fui a cambiar a la pieza odiándolo. Me puse un short bien corto que me marcaba la cola y un top bastante ajustado que resaltaba mis pequeñas pero hermosas tetas y que dejaba ver mi pancita. El maquillaje fue el toque final, resaltando mis labios de rojo y haciéndome ver sumamente sexy.
   - ¿Así vas a ir?- Me preguntó mi novio cuando salí de la pieza.
   - ¡Sí! ¿Por? ¿Algún problema?- Le pregunté yo con tono de odio.
   - No, no. Ninguno.- Dijo él pero pude ver como sus ojos se detenían en la parte de atrás de mi short y como admiraba mi cola.
   Llegué al boliche y Agustín me recibió con un beso en el cachete y un abrazo bien largo. “¡Estas increíble!” me dijo admirándome de arriba hacia abajo y yo le agradecí con una risita tonta. Mariana, Josefina y Valerio estaban ahí y a pesar que estuve todo el tiempo con ellos, me sentí un poco alejada de los tres, ya que no paraban de cuchichear y de hacer chistes sobre gente que no conocía. Agustín por su parte bailaba con sus amigos y se divertía con ellos, haciéndome sentir de nuevo muy sola. Lo peor de todo fue cuando Mariana me preguntó por Gastón, pues sabía que él estaba en la ciudad. Tuve que mentirle diciendo que se sentía mal, pero el golpe de realidad me pegó en el cerebro e hizo que me alejara del grupo y terminara sentándome en un sillón en la oscuridad.
   “Estás?” le pregunté a Gabriel luego de durar varios minutos para terminar desbloqueándolo y hablándole. Él me contestó al rato, diciéndome que estaba y preguntándome como estaba yo. “Estoy en un boliche en el cumpleaños de un amigo. Muy aburrida” le respondí yo y él me dijo que estaba volviendo a su casa después de comer un asado con sus amigos. Me preguntó si quería volverme a mi casa para conectarme al Skype y hablar por ahí, pero le dije que por el momento no quería irme del boliche. “Llego a casa y te escribo. Dale?” me puso después y en mi rostro se dibujó una sonrisa.
   “No podés dejar de pensar en mí?” me preguntó Gabriel minutos más tarde y ni bien vi su mensaje le contesté diciéndole que estaba aburrida y con ganas de divertirme. Obviamente la situación hacía que él se agrandara y que se sintiera poderoso, algo que era real pero que a mí me molestaba admitir, por lo que evité ese tipo de comentarios y traté de hacer que entrara en el juego. “Qué tenés puesto?” me preguntó y en vez de describirlo le mandé una foto mía que me había sacado antes de ir al boliche. “Estas hermosa!” me respondió él y nuevamente una sonrisa se dibujó en mi rostro.
   Empezamos a hablar, comenzando con una conversación más bien suave, en la que él decía que le aburrían los boliches y en la que yo admitía que tampoco me gustaban. Poco a poco la conversación se fue poniendo interesante cuando Gabriel me dijo que se había acostado en la cama totalmente desnudo y se había quedado hipnotizado con mi foto. “Me mostrás?” le pregunté yo y él enseguida me respondió con una foto de su pija bien dura entre sus dedos. Abrí la foto con cautela luego de mirar en todas direcciones y asegurarme que no había nadie cerca de mí que pudiera verla. “Me encanta!” le dije yo notando como todo un cosquilleo recorría mi cuerpo de abajo hacia arriba.
   La conversación se fue poniendo cada vez más caliente, en la que él me decía que le encantaría que yo estuviese en su pieza y que pudiera besarme por todo el cuerpo. Sin embargo, a diferencia de nuestro encuentro anterior, esa noche yo no me sentía para nada culpable y en lo más mínimo intimidada, por lo que me animé a decirle que de estar ahí solo podría pensar en chuparle la pija. “Y comémela toda, nena” me escribió él y volvió a mandarme una foto de su verga en la que se apreciaba lo dura que estaba y lo grande que era. Pasé mi lengua por mis labios lentamente, imaginándome que Gabriel estaba en frente de mí y que su pija se encontraba a centímetros de mi cara.
   “Te la agarraría con firmeza y te empezaría a pajear lentamente, mientras te beso las piernas y la cintura” comencé escribiéndole y en esa oportunidad la escena me la imaginaba yo. “Lentamente voy pasando mi lengua por la cabecita, en forma de círculos, haciendo que se ponga bien dura” seguí escribiendo. Mis dedos se movían más rápido que mi mente, escribiendo y describiendo una escena sumamente estimulante que se iba reproduciendo en mi cabeza, como si no estuviese en ese boliche. “Me encanta nena! Me fascina como me la chupás!” me decía él y yo sentía en mi boca la necesidad de comerme su verga.
   Una nueva imagen de su cuerpo desnudo con su miembro endurecido entre sus dedos le siguió a una descripción bien gráfica de todo lo que le haría si lo tuviera en frente mío en ese momento. Era yo la que dominaba en esa situación, la que dirigía la noche y la que describía lo que estábamos haciendo, algo que no había sucedido hasta ese entonces. Comencé a sentir un cosquilleo entre mis piernas y la necesidad de tocarme, algo que comencé haciendo por encima de la ropa aprovechando la oscuridad del boliche. Pero no era suficiente, pues la temperatura iba a ir subiendo.
   El maestro se dedicó a describir la situación luego de que yo lo pusiera al palo con mi relato de cómo le chuparía la pija. “Te pondría en cuatro y te comería la conchita hasta dejártela toda empapada” me escribió y yo cerré mis piernas para evitar que mi mano entrara en mi short. Ni bien comenzó a describir detalladamente todas las cosas que haría con su lengua sobre mi cuerpo sentí como un calor agobiante me recorría todo el cuerpo. No quería frenar, no quería dejarlo en nada, pero tenía miedo a ser descubierta. Lo peor de todo era que ese miedo me motivaba a seguir respondiéndole, a decirle que siguiera moviendo su lengua de esa manera, a pedirle que no se detuviera.
   Me levanté de golpe del sillón y busqué la salida del boliche sin hacerle caso a las miradas de Josefina y Mariana cuando pasé por al lado de ellas. Salí del lugar y me subí a un taxi para ver que Gabriel me había dicho que su lengua me dejaría empapada y temblando de placer. Le di al taxista la dirección de mi casa y rápidamente le contesté a mi amante diciéndole que deseaba mucho que me cogiera en esa posición. Él me devolvió una nueva foto de su cuerpo tomada desde arriba, en esa oportunidad arrodillado sobre la cama, con la pija firme apuntando hacia el frente. “Ufff que ganas de sentir esa pija en mi cuerpo” le escribí yo y noté el deseo casi urgente de llegar a mi casa para colarme los dedos.
   Pero ni bien me bajé recordé que mi novio estaba en la ciudad ese fin de semana. ¡Se me había olvidado por completo! Entré al palier mientras que mi maestro me decía que iba metiendo su pija lentamente en mi cuerpo y podía sentir lo abierta que estaba mi conchita. Me subí al ascensor y sin pensarlo metí mi mano en mi short y comencé a tocarme por encima de la ropa interior. “Entra despacito, bien suave. Siento como tu conchita mojada se va abriendo camino hasta que la tenés toda adentro de tu cuerpo” me dijo justo cuando el ascensor se abrió en mi piso. Entré despacio, sin hacer ruido y comprobé que Gastón se había quedado dormido en el sillón. Sin hacer el más mínimo ruido me fui hasta mi pieza, donde me encerré y me acosté en la cama para seguir hablando con mi amante.
   “Me encanta. Me encanta como me cogés” le escribí cuando él me decía que me daba bien duro, metiendo y sacando su pija por completo de mi cuerpo. Yo me había desvestido hasta quedar desnuda sobre el colchón, apenas tapada por las sábanas que solo servían por si mi novio entrara para que no me viera colándome dos dedos en ese momento. “Te la meto bien duro. Escucho tus gemidos y me vuelven loco” relató Gabriel y en ese momento me animé a mandarle un audio (muy bajito) en el que se escuchaba como gemía de placer.
   Su respuesta enseguida fue otra foto en la que se veía como se sujetaba la pija con fuerza, para luego decirme que se estaba pajeando a más no poder. “Después voy a sentarme encima tuyo. Clavándome tu pije hasta el fondo y haciéndote mío” le respondí yo y él nuevamente me dibujó parte de la escena enviándome una foto suya recostado nuevamente en la cama boca arriba. Me ponía loca, me excitaba muchísimo verlo desnudo, admirar su cuerpo trabajado y su pija bien firme. “No podría aguantarme las ganas de cogerte. De saltar sobre tu pija y de gritar como loca” continué escribiéndole, haciéndome cargo de la situación nuevamente.
   “Si nena! Volvete loca con mi poronga! Hacé lo que quieras!” me escribió Gabriel y de golpe mi mano se aceleró, haciendo que mis dedos entraran y salieran a toda velocidad. Me costaba escribir con una mano, por lo que me animé a mandarle un audio. “Voy a saltar sobre tu pija hasta que no pueda más. Me voy a poner loca mientras vos me agarras con fuerza las tetas. Voy a saltar sobre tu cuerpo hasta acabar toda” le dije susurrando entre gemidos y gozando con mis dedos. Sentí de golpe como todo mi cuerpo se prendía fuero. “No pares. No pares” me escribió el maestro repitiendo sus palabras y acto seguido me envió un video de diez segundos en los que se veía como se masturbaba a toda velocidad como si fuese la que estuviera encima de él.
   Ese video me volvió loca, me calentó tanto que no pude controlar mis dedos que se empezaron a mover frenéticamente adentro de mi cuerpo al punto tal que me llevaron al orgasmo. Empecé a gemir sin importarme que mi novio estuviera durmiendo al otro lado de la puerta. Acabé chorándome toda la mano, mojándome por completo la entrepierna y sintiendo como todo mi cuerpo vibraba descontroladamente. Enseguida me saqué una foto y se la mandé a Gabriel con el mensaje de: “Mirá como me hiciste acabar”. Obviamente él se volvió loco con la foto y me respondió con un nuevo video de él masturbándose a toda velocidad y en el que me decía que estaba a punto de acabar.
   “Dame la leche! Quiero que me acabes toda!” le escribí para poder conseguir que él se viniera adentro de mi cuerpo. Sin embargo el maestro me pidió que se lo pidiera con un audio y yo, que todavía seguía temblando del orgasmo que acababa de tener, le envié un audio de unos veinte segundos en los que le decía que quería que me acabe entera, que me bañe en semen y que me deje repleta de su leche. La respuesta llegó segundos más tarde, cuando me contestó nuevamente con una foto suya, con la pija aun en su mano y su cuerpo cubierto en semen. “Me encanta!” le escribí con una sonrisa en la boca.
   Nos despedimos segundos más tarde y apoyé el celular en la mesita de luz para acomodarme en la cama tratando de evitar la parte mojada de las sábanas. Aún tenía la respiración agitada y sentía que mi corazón latía a toda velocidad. Era increíble como Gabriel lograba sacar de mí, a la mujer más atrevida y sarpada que nunca pensé que iba a animarse a salir. Pero lo más sorprendente de todo era que lograba hacer que me olvidara por completo de mi prometido, quien en ese momento dormía a metros de distancia de mí. No quise hacerlo, traté de evitarlo por todos los medios, pero la mente es más fuerte que uno y en ese momento me hice la pregunta que no quería hacerme: "¿Amo de verdad a Gastón?"


SIGUIENTE


OTRAS HISTORIAS:
LA APUESTA (HISTORIA CORTA)
UNA DIOSA. CAPÍTULO 1
CUARENTENA TOTAL. CAPÍTULO 1

3 comentarios - Placer 2.0. Capítulo 12

juuli88 +1
tuve una amiga asi. cuando se desato quiso probar todo jeje... 😉
HistoriasDe +1
Jajaja gracias por comentar!
daros82 +1
que trola esta pendeja me encanta
HistoriasDe
Jajaja gracias por pasar!