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Fisura2...

Me faltó contar mi último encuentro con Juan Carlos en la casa de Santos Lugares. Fue unos días después de que Antonio reapareciera en mi vida.
Una noche recibo un mensaje suyo:
"Sonamos, vuelven los dueños de la casa".
Le pongo caritas de sorpresa y estupor.
"Viaje humanitario", me contesta.
Para los recién llegados, les cuento que ante la imposibilidad de contar con un lugar en dónde expresar nuestra calentura, (los telos están cerrados por la pandemia), hicimos usufructo de una casa en la que su mujer hace la limpieza tres veces por semana. 
Los dueños fueron sorprendidos por la cuarentena en plenas vacaciones, por lo que quedaron varados en el exterior.
Pero esa semana, la mujer de Juan Carlos, recibió un llamado de sus patrones avisándole que volvían en un vuelo humanitario, que tuviera en orden la casa.
Rápido para los mandados, al enterarse, el colectivero me escribe para decirme que teníamos una última oportunidad de "sacarle el jugo a la casa".
-Más bien, de que yo te saque el jugo a vos- le respondo.
Justo ese día estaba con el período, y no sé si será por la edad o qué, pero me vino como nunca, con molestias y abundante sangrado. Igual, nunca dejé pasar un buen polvo porque estuviera con dolores menstruales. Siempre hay otras alternativas. Y en ese aspecto, el colectivero es todo un maestro del sexo anal.
-Nos vemos, pero vas a tener que usar la colectora, estoy con la regla- le aviso, como para que esté prevenido.
-Te doy por dónde sea- me contesta, bruto, zarpado.
En ocasiones he cogido estando con el período, y no tuve problema. Siempre y cuándo quién esté conmigo no le tenga asco a la sangre, todo bien. Pero ahora realmente sentía molestias y me daba cuenta de qué no iba a soportar ni que me pusiera la puntita. Pero por el culito, bueno, mi culo se aguanta lo que venga.
Lo pasé a buscar a Juan Carlos por la esquina de su casa y de ahí nos fuimos a Santos Lugares, al que había sido nuestro nidito de amor éstas últimas semanas.
Una de las características del colectivero es que es muy mano larga, siempre que nos encontramos, no le alcanza con los besos que ya me está tocando por aquí y por allá. Su objetivo predilecto es mi entrepierna, y aunque nunca me molestó que me tocara, ésta vez dí un respingo.
Me había tomado un ibuprofeno antes de salir, pero por lo visto y sentido, ya estaba dejando de hacerme efecto.
Le agarro la mano y se la subo hasta mis pechos.
-Solo por hoy, esa zona está vedada- le recuerdo.
Estaciono frente a la casa, bajamos y entramos. No pudiendo con su genio, Juan Carlos me da una palmada en la cola justo cuándo traspasamos la puerta.
Desconecta la alarma y subimos al cuarto que ya hemos utilizado anteriormente. Pero no podemos culear en la cama, estoy sangrando y dejaría todo hecho un desastre. Así que la solución es hacerlo en el baño, que es amplio y confortable, y además fácil de limpiar.
Juan Carlos echa mano a una sábana y un par de toallas, que seguramente no echarán de menos, y las pone en el suelo, para brindarme cierto reparo.
Cuándo se levanta, luego de extender todo prolijamente, lo abrazo y lo beso. Me agarra con sus manotas de la cola y me atrae hacia su cuerpo. Me quiere frotar el paquete por el vientre, pero por los dolores, me hago a un lado, de modo que termina restregándose contra mi cadera. Igual puedo sentir como se le va poniendo dura y más gruesa a medida que los besos y el refriegue se intensifica.
Le bajo el cierre del pantalón, se la saco toda empinada, y poniéndome de rodillas en el suelo, sobre las toallas, oportunamente mullidas, se la chupo.
Bueno, primero me la hundo hasta la garganta, hasta que siento una arcada y tengo que retroceder, pero sin soltársela, manteniéndola siempre dentro de mi boca.
Lo agarro por los huevos y mientras se los acaricio y amaso, ahí sí, me pongo a chupársela.
Juan Carlos pone los brazos en jarra, y se dedica a disfrutar del pete que le hago. Un pete que que pretende compensar el sexo limitado que tendremos.
Se la babeo toda, como a él le gusta, formando un caldito tibio y espeso, que con la lengua esparzo hasta los huevos.
Me saco la blusa, me desabrocho el corpiño, y poniéndome la pija entre las tetas, le hago terrible turca.
Me encanta sentirla ahí, en el surco, toda dura y pegajosa, resbalando arriba y abajo, entumecida, con la cabeza que parece cada vez más enrojecida cuándo emerge por entre mis ubres.
Así recuerdo que me dijo una vez Juan Carlos en plena calentura:
-¡Que pedazo de ubres que tenés, mamita!-
Mis ubres ahora le están sacando lustre a su poronga, la que se alza exuberante y respingona, con las venas tan marcadas que parecen estar impresas a fuego sobre la piel.
Me levanto, dejándolo con el pantalón y el calzoncillo a medio bajar, y volvemos a besarnos, ahora con el sabor de su verga impregnado en mis labios y en mi lengua.
Nos desnudamos, sin dejar de mirarnos, deseándonos con los ojos, con el sexo, con todo el cuerpo.
Me pongo en cuatro en el suelo y levanto la cola bien en pompa, ofreciéndosela, entregándosela para la masacre.
Se echa tras de mí, me separa las nalgas con ambas manos y mete la lengua por entremedio. Me lame toda la zanja, yendo y viniendo varias veces, llenándomela de saliva.
Siento como me escupe varias veces hacia el final de la espalda, dejando que la baba se escurra hacia abajo. Cuando me llega al agujero del culo, me la mete adentro con los dedos, lubricándome con entusiasmo y esmero.
Me mete los dedos casi hasta los nudillos, para dilatarme y abrirme el ojete hasta lo máximo posible.
Estoy tan excitada, tan caliente que casi me olvido de la regla y de los dolores menstruales, pero la sangre que me gotea de la concha me recuerda que estoy en ése día del mes.
Aún así me abstraigo de todo eso y me concentro en disfrutar de la forma en que Juan Carlos me prepara para romperme el culo. Porque eso es lo que hace el colectivero cada vez que me da por atrás, me rompe, me destroza, me parte al medio.
Por supuesto que me gusta, me encanta que me reviente bien el orto. Si querés ternura, cariño, lo hacés de la forma tradicional, pero si dejás que te la metan por la cola, es para que te la demuelan a pijazos.
Más allá de que era algo que haríamos obligados por las circunstancias, ansiaba que el colectivero sometiera a mi culito a un tratamiento intensivo. Que por una vez se dedique exclusivamente a mi entrada posterior. 
Cuando me pone la punta en el centro del agujero, apoyándola y ejerciendo presión, tiemblo toda, más aún cuándo empieza a empujar con ese vigor que no admite ninguna resistencia.
Siento como se me abre el esfinter, a medida que la tubería del colectivero va ganando terreno dentro de mi ojete. Pero no me la mete toda. Se detiene a mitad de camino, me agarra fuerte de la cintura y... ¡PAM!... no me embiste, sino que me atrae mediante un tirón y ahí sí, me la calza toda.
Pego un grito, tanto de dolor como de placer, emociones que se mezclan y mimetizan la una con la otra.
Me duele, sí, pero como me gusta...
Me la deja ahí, palpitando en mi interior, dejándome disfrutar esa sensación maravillosa que me produce tener el culo lleno de pija. Puedo sentir sus pelos rozándome las nalgas de tan adentro que me la puso.
No me suelta, teniéndome bien sujeta, retrocede, sin sacármela del todo, y arremete de nuevo... ¡PAM!... y otra vez... ¡PAM!... y otra... ¡PAM! ¡PAM! ¡PAM!...
Me sacude toda con cada embestida, haciéndome vibrar de puro placer. 
Me echo en el suelo y apoyando la cabeza sobre mis brazos entrecruzados, levanto todavía más la cola, entregándome plenamente y sin renuencia a tan agradable sacrificio.
Juan Carlos, que hasta entonces estaba de rodillas, se alza sobre sus pies, y manteniéndome bien sujeta, me descose a pijazos, olvidándose por completo de mis dolores menstruales.
Yo no me olvido, obviamente, todavía siento ese dolor en el vientre, pero la forma en que me bombea, en que me hace retumbar la verga entre las nalgas, me abstrae de cualquier posible molestia.
Cuándo me la saca, tras un buen rato de estar dándome sin parar, el culo me hace ese típico ruido de vacío... PPPRRRRRR... PPPRRRRRR... varias veces.
Los dos caemos al suelo riéndonos, divertidos con tal estridencia. Nos besamos y así, de costado, él tras de mí, me la vuelve a meter.
Parece mentira, pero durante ese breve lapso en que estuvo afuera, parecía como si me faltara algo adentro. Cuándo me vuelve a rellenar el ojete, me siento completa de nuevo.
Abotonados en el suelo del baño de una casa ajena, me revienta el culo como si no tuviera fondo, queriendo ir incluso más allá pese al freno que le ponen sus huevos.
De vuelta el dolor se funde con el placer, nublándome los sentidos, elevándome hacia un estado en el que lo físico se mezcla con lo emocional.
Me agarra y estruja las tetas, pellizcándome los pezones, sin dejar de embocarme, hundiéndose hasta más allá de los intestinos.
Trato de seguirle el ritmo acariciándome el clítoris, sin demasiado énfasis, ya que las molestias menstruales repercuten en toda esa zona.
Siento como se agita y enardece tras de mí, por lo que me pego todavía más a su cuerpo, ansiosa por sentir el bálsamo de la felicidad.
Sé que después me va a arder horrores el culo, pero es un precio justo que pagar por semejante disfrute.
Entre exaltados bufidos, el colectivero se queda bien adosado a mis atributos posteriores, y con una fuerza que me resulta imparable, me llena, me ahoga, me desborda de leche.
Echando los brazos hacia atrás, me aferro a él, frotándome con intensidad, disfrutando con todas mis ganas esa recompensa por la cuál me había entregado sin renuencia ni condiciones.
Nos quedamos un rato, ahí en el suelo, deshechos, desarmados, ya sin fuerza ni energía para mover un solo músculo.
Recién entonces me doy cuenta del tremendo desastre que tengo debajo. Tanto las toallas como la sábana, están completamente ensangrentadas, al igual que mi vientre, sobre el cuál había estado apoyada. 
Si alguien entrara en ese momento y nos viera, creería que hubo una masacre. Aunque, claro, la víctima no fuí yo, sino mi culito.
Una vez repuestos, nos levantamos, limpiamos, nos deshacemos de la evidencia y salimos de la casa. Me dió un poquito de nostalgia cuando cerramos la puerta, ya que nunca más volveríamos a estar allí.
En el auto, al sentarme, siento una punzada tan fuerte que me obliga a pegar un salto.
-¡Ay...!- alcanzo a exclamar.
-¿Que pasó?- me pregunta Juan Carlos.
Ya mientras caminaba había comenzado a sentir cierta molestia, pero ahora lo confirmaba.
-Nada...- le digo, sentándome medio de costado -Solo que... me rompiste el culo-
Una fisura anal, eso es lo que me provocó el colectivero de tanto culearme. Por supuesto, no es la primera ni la última que tendré. A ésta altura de mi vida ya sé cómo tratar mis heridas de guerra. 
Esa misma noche, me paró el sangrado y los dolores de la regla terminaron, pero eso sí, el culo me siguió doliendo toda la semana...


Fisura2...





















20 comentarios - Fisura2...

jonhiiy
Muy buen relato como siempre
Elpndjomacho
como siempre excelente relato @maritainfiel como vos sabés hacer, con detalle, pasión y vocabulario adecuado para describir lo que te gusta la chota....eso de las ubres...sensacional, suelo utilizar la palabra, produce efectos indescriptibles, a favoritos y gracias por compartir +10
omar698
Buen relato Mari
Culo fisurado, pero quien te quita lo bailado... perdon lo garchado 😋
gerardoriker
mi envida total y absoluta a ese colectivero, quisiera ser tu amante diosa, me volves loco
Arupicom
buen relato, mejores pechos.
kellcito
debes preferir el dolor del culo roto, que el dolor menstrual ajaja
MIsko-Jones
hermosas las ubres y cuide un poco ese culito que no se lo rompan tan seguido jajaja

besos Misko
criselkpo
👍💦💦💦💦💦💦
Sute41
@Maritainfiel, como siempre espectacular tu relato. Que pedazo de hembra que sos... y para rematar la foto. Lo que daría por pasar una noche con vos...
gust7387
Como siempre muy buenos tus relatos van mis 10 puntos
Marianitog75
La frutilla del postre la foto de las tetotas... 👏👏👏👏
chelocabito
Excelente relato como siempre,+10,vos si que dejas todo y te rompes el culito a la hora del sexo jaja
mdzterracota
Muy Buen post Marita, como siempre un placer leerte y recrear el relato
Pervberto
Marita, tan intensa, chancha y literata como siempre, dando placer presencial a sus machos y a todos nosotros acá a través de sus letras.
visiopro
maribe barbona???
gallo7553
No nada que ver
lycan_P
excelente relato , gracias por esas imagenes al final de alguno de esos ultimos relatos , ayudan a los desafortunados como yo a pasar estos momentos donde los telos estan cerrados y no hay lugar hacen complicada ciertas situaciones . segui asi