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Fue en esta semana en que Brenda empezó a sospechar de su madre y se notó porque en sus conversaciones por Whatsapp, intentaba averiguar con discreción si mi esposa se percataba de un cambio en mí.
Pero en mi caso, yo mantenía la misma rutina que llevo hasta ahora.
A pesar que comprendo a quienes esta cuarentena resulta un martirio, para mí, ha sido una bendición.
Puesto que mi esposa tiene bloques de clases muy seguido, las niñas prefieren hacer sus actividades conmigo. En especial, los días que hacemos calistenia, donde me piden que también participe con ellas.
También, aprovechan de acompañarme y ayudarme mientras cocino y he ido en cierta forma, compensando los años que pasé en faena y he ido conociéndolas más a fondo.
En lo laboral, por otra parte, también estaba motivado. Finalmente, tras algunos sinsabores al final del año pasado, conseguí conformar un equipo de trabajo, trayendo a mi buen amigo Nelson, a quien conocí en faena y a Gloria, que oficialmente, se encarga de las mediaciones y normas ambientalistas.
Pero creo que esos fueron las razones, sumados al espaciado entre nuestros encuentros, que no estaba tan motivado a encontrarme con Sarah.
En ese aspecto (y conforme a mis expectativas), Sarah es la amante perfecta, dado que aunque conversábamos por Whatsapp y me preguntaba si podía hacerme un tiempo adicional para encontrarnos, vivir con Brenda y estar confinada en su hogar tampoco le daba muchas libertades.
Para Marisol, esto no pasó desapercibido y tras algunas noches donde la encontré más excitada de lo normal, me terminó confesando que quería que tuviésemos un trío con ella.
A mí, todavía me asombra, puesto que mi mujer sigue luciendo y siendo como una jovencita normal y dudo que alguien se espere a que ella tenga este tipo de antojos.
Pero le pregunté si acaso no le interesaba tener un trío con otro hombre (idea que no me atrae y me mortifica, pero ella sí se la merece), a lo que me terminó respondiendo que no.
Y es que dado que en su juventud tuvo experiencias desagradables con hombres mayores que ella, señaló que solamente conmigo que se siente más cómoda y es la misma razón por la que le desagradan los hombres con muchos músculos y teme levemente a los hombres de color, ante la posibilidad que puedan propasarse con ella.
No así con otra mujer y tal vez, lo que volvió a sorprenderme, fue oír que ella quiere verme penetrando a Sarah.
No es la primera vez que tenemos un trío y en varias ocasiones, lo hemos hecho con algunas de sus familiares. Pero oírlo de ella, expresándolo como una necesidad imperiosa, sigue impresionándome.
El siguiente sábado, vino con una falda color crema, que hacía juego con su chaqueta, pantys negras y una camisa blanca, que traslucía de forma discreta su sostén e incluso, muchísimo más cómoda y aprovechando la soledad del estacionamiento, se llevó la mano a la cintura y meneó levemente su trasero, haciendo una coqueta pose, que celebró con mi sonrisa de asombro.
Y le contaba a Marisol que eso me pasa con Sarah: que me baja el antojo cuando la veo.
A diferencia de lo que ocurría con Hannah o con Gloria, con Sarah, habíamos pasado casi directamente al sexo y era algo que mi mente acostumbrada al romance y cortejo previo, todavía le cuesta asimilar, aspecto que llenó de admiración a mi Ruiseñor, ya que tampoco podía comprender cómo una mujer tan atractiva como Sarah apenas me llamaba la atención.
En el trayecto al hotel, no podía dejar de contemplar sus piernas, que ella, esforzándose para pasarlo con discreción, hacía el intento por levantar su falda lo mejor que podía.
Pero tras llegar al hotel y entrar a la habitación, a diferencia de las otras veces, me contuve y mantuve mi distancia, haciendo que Sarah me contemplase intrigada.
- Hay algo que quiero pedirte…-solté en un tono inseguro.
Ella, más coqueta y risueña, respondió de forma sensual.
* Dime.
- Verás…-empecé a duras penas, jugando con mis manos para soltar mis palabras.- Sé que tú dijiste que no lo hacías… pero quería preguntarte si…
* ¿Sí?- preguntó, enarcando levemente las cejas y abriendo un poco más sus ojos, sin borrar esa sonrisa de satisfacción.
- Si me chuparías un poco a mí…
(If you could blow me a bit…)
Su mirada se llenó de sorpresa y se llevó la mano al mentón, sopesando la situación.
- Quiero decir… si no quieres hacerlo, lo entiendo.- exclamé, tratando de bajarle el perfil.
* ¡No! ¡No! ¡Está bien!- Señaló ella, tan nerviosa como yo.-… quiero decir… es lo más justo… tú lo has hecho todo el tiempo conmigo.
- ¡Pero no te sientas comprometida! ¡Lo hice porque me gusta hacerlo!
* ¡Lo sé! ¡Lo sé! ¡Y te lo agradezco!- expresó con un nerviosismo creciendo en exponencial.-… pero… pero es demasiado grande.
Sentí como si me diera un jab en la mandíbula, pensando que tendría que resignarme.
* No es que no lo haya pensado…-prosiguió en voz suave, meditando.
(It isn’t that I haven’t thought about it…)
Nos miramos nuevamente, sorprendidos de la mirada del otro.
*¡No es que piense en ti cuando duermo!- Prosiguió frenética.- Quiero decir… no es que los escuche por la noche… solo quiero decir…
- ¡Disculpa por haber preguntado!- interrumpí, para que no siguiera hablando.
Enrojecida, con una mirada atónita, con leves aires de alivio, se calló.
- Quiero decir, no es que no me la chupen.- proseguí, cerrando los ojos.- Marisol lo hace mínimo una o 2 veces al día…
* ¡Dos veces!- repitió sorprendida y en voz baja.
Tuve que morderme la lengua. No podía decirle que en “días normales”, Marisol me da una o 2 mamadas.
Hay domingos que me da 4 a 5 veces (y solamente, porque anda aburrida y no se le ocurre nada mejor que hacer) y que cuando comenzamos nuestra relación, su obsesión bucólica con mi instrumento ejercía una gran influencia sobre mí.
- Pero conozco la física y sé la sensación.- repliqué con mi parte racional.- Aun así, me preguntó cómo se sentirán tus labios.
Le llamó la atención que fuera tan honesto y al verla en silencio, tuve que hablar.
- Quiero decir, tus labios son más rellenos que los de Marisol…
Por reflejo e impresionada, se llevó los dedos a sus labios, palpando la carnosidad.
Mientras yo lo hacía, los comparaba con los carnosos y tormentosos labios de Pamela, que besan de una manera increíble y cuyas mamadas son únicas.
Y empecé a sacarme la idea de la cabeza y a acercarme a soltar la falda, cuando ella retrocedió.
* ¿Cómo… cómo debería hacerlo?- tartamudeó, alejándose de mí.
- ¿Qué?
* ¿Cómo… te gustaría que lo hiciera?
(How… would you like me to do it?)
Y tenerla ahí, titubeando y diciéndome eso, me congeló en mis pasos.
A lo que me refiero es que tenía a la fiera abogada que vive al lado, una mujer físicamente escultural, mirándome con ojos desafiantes, esperando saber cómo quería que me diera una mamada.
En el fondo, una mujer rubia, desafiante, con ojos azules y un cuerpo estupendo, estaba dispuesta a devolverme el placer que le había dado en las últimas semanas.
A mí. Que en mi país, apenas destacaba de la norma…
- Que… te pusieras de rodilla.-se movió mi boca, sin poder procesar con mi cerebro lo que pasaba.
Y la secuencia, en sí, fue excitante:
Como mencioné, Sarah usaba una falda larga y ceñida. Pero al arrodillarse al estilo geisha, la tela se estiró, manifestando la carnosidad de sus muslos.
El borde de su falda, por su parte, se levantó, dejando ver sus pantys oscuras, recordándome nuevamente, que es una abogada prestigiosa.
Y sus exquisitos y maleables pechos se mecieron con violencia, cuando sus rodillas llegaron al suelo.
* Debería sacártela.- manifestó, al ver mi estupefacción, mirando la hebilla de mi cinturón.
La removió y desabrochó el pantalón, bajándolo a la mitad de mis muslos.
Pero el arma del crimen estaba cargada…
* Es… grande.- exclamó, como mirándome en reproche.
En efecto, no la culpaba, porque con todo lo ocurrido, la punta sobresalía del bóxer.
- Es por ti.- respondí.
Sonrió complacida y empezó a bajármelo.
Cayó como un mazo de juez…
Muy interesada, lo tomó entre sus manos y desde mi perspectiva, me daba cuenta que al igual que a Marisol, abarcaba el alto de su rostro y que incluso, si se escondiera tras ella, podría ocultar hasta un poco más de la mitad de su cara.
Sonriendo entretenida, explorándola con la yema de sus dedos, me preguntó:
* ¿Qué hago ahora?
- ¡No sé!- dije, con una amplia sonrisa.- si quieres, bésala.
Hizo un leve gesto de desconfianza…
* Pero ¿Estarás bien?
- ¿Qué quieres decir?
Miró mi falo de nuevo y entendí a lo que se refería.
- ¡Sí, puedo controlarme!-sonreí, asombrado.- ¿Gavin no podía?
Hizo un gesto de desagrado. Un mal recuerdo…
- Solo lo hice un par de veces. ¿No te molesta?- respondió, desviando la pregunta.
En cierta forma, sentí un latido sobre mi miembro y me hinché levemente.
Sería su primera mamada, tras 20 años.
- ¡No! Haz lo que quieras…-respondí con entusiasmo.
Volvió a sonreír y sopesarla entre sus manos. Tocaba el glande con delicadeza, sujetándolo con un par de dedos.
También atendió mis testículos, acunándolos en la palma de sus tibias manos.
Al ir comprendiendo que no le mentía y que podía mantener mi control, su mirada se tornó más osada y picarona, masajeando el tronco y de un momento a otro, cerró sus labios y dejó salir un pequeño soplido.
Su aliento fresco era llamativo y su mirada, cautivante y preocupada, con sus preciosos ojos celestes, buscaba leer mi resistencia.
Era una sensación agradable y distinta y a medida que empezó a ganar más y más confianza, comenzó a masajear mi tronco suavemente.
* ¿Te gusta?
- ¡Sí, es algo que no me lo han hecho a menudo!
Su sonrisa radiante y angelical me recordó a una niña.
* ¿Creerás que esto creía que era una mamada?
No pude evitar sonreír, poniéndome en sus zapatos.
En efecto, “blow” también se entiende como “soplar” y para una mujer joven como ella, cuyo primer hombre fue un casado, en un periodo donde el internet recién empezaba a despegar, me parecía muy creíble.
- ¿Gavin podía controlarse?-pregunté, disfrutando de su inusual atención.
Volvió a sonreír.
* En realidad, no. En un par de ocasiones, terminé con mi cara y mis ropas sucias.
- Debió ser difícil.- contesté, recordando lo que conversábamos las otras semanas.- Estar en la práctica de una firma…
Se detuvo y me miró complacida con aquel detalle.
- Conmigo, no debes preocuparte.-respondí, mirando a los ojos.- Marisol me preparó bien para aguantar…
Me pareció notar un cierto aire de celos.
Pero duró poco, al recalcarle que mi joven novia estaba obsesionada sexualmente, mi preocupación por mi diferencia de edad y los muchos avatares que viví para mantenerla alejada de mis pantalones.
Y finalmente, llegó el momento de la verdad.
En efecto, fiel a mi promesa, me había controlado todo ese tiempo, a pesar que Sarah no lo había soltado de sus manos. Y por lo mismo, lo miraba con mayor detalle, en especial, la cabeza.
- Me lavo todos los días.
* ¿Qué dices?- preguntó, rompiendo el trance.
- Que me la lavo todos los días.-repetí.-Ya te dije que Marisol lo chupa cada día.
Una vez más, ese cortocircuito controlado en su mirada, como si le tuviera celos a Marisol.
* ¿Debo lamer en alguna zona en particular?
- No, donde tú quieras.- respondí en el tono más comprensible que tuve.- Es tu primera vez…
Eso volvió a llenar sus ánimos.
Abrió su boca y sentí su tibio halito sobre mi falo…
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2 comentarios - El siguiente nivel (III, parte 1 de 2)
Qué excitante !!!