Cómo ya les conté, trabajo en construcción hace rato. En este rubro, uno convive con muchos hombres de distintas nacionalidades, entre ellos, haitianos.
Si bien, antes de Jeffrey yo fantaseaba con ser cornudo, no había visto a mis colegas negros con los ojos que los veo ahora. Y es que, ver una verga gruesa de color negro, entrando y saliendo de tu mujer, estirando su blanca vagina hasta el límite, te cambia la vida.
En el sector en donde trabajo, hay seis negros; cuatro haitianos, un ecuatoriano y un dominicano. Y desde hace meses antes de la crisis sanitaria le estuve echando el ojo a Fred, el dominicano. Me llamó la atención por su contextura, porque a veces se le marcaba tremendo paquete y porque tiene nombre de actor porno negro (Fred mandingo).
Le conté a mi esposa sobre Fred y se entusiasmó demasiado, pero quería ver a los otros negros a modo de cata. Coordinamos un día para que fuera a buscarme a la salida del trabajo. Obviamente se vistió provocativa, resaltando con un vestidito blanco, sus curvas. El culo es lo que más llama la atención de Adriana y con esas tanguitas tipo hilo dental, genera la ilusión de no llevar nada y eso calienta a cualquiera. En fin, le presenté a dos haitianos, al ecuatoriano y a Fred, el dominicano. Los cuatro babearon con ella.
Adriana hace rato que estaba tratando de probar con otros negros, ya que con Jeffrey las cosas se anduvieron poniendo tensas, pero ya habrá oportunidad de hablar sobre eso.
Mi mujer me pidió que por unos días me duchara en el trabajo, para poder ver bien a cada uno de los posibles candidatos.
Yo le tenía toda la fé a Fred y el negro no decepcionó. Tuve que disimular demasiado para que Fred no notara la manera en que miraba su enorme pene negro. Era un poco más corta que la de Jeffrey, pero el grosor era grotesco. Y es que tiene uno de esos penes que parecen monstruos gordos y venosos.
Los otros negros no se quedaban atrás, pero el cuerpo de Fred era el de un toro.
Me di el placer de hacer la rutina de la ducha durante varios días para poder observar bien ese monstruo que Fred llevaba entre sus piernas. Adriana estaba cada día más impaciente, ya que hace meses no veíamos a Jeffrey y estaba deseosa de carne negra.
Cuando me preguntaba por Fred, yo le decía que tenía un pene un poquito más grande que el mío, pero que no le llegaba ni a la sombra a Jeffrey.
Al cabo de unas semanas, y habiendo entablado una pequeña amistad con el dominicano, me animé a invitar a Fred a unas cervezas. Fue un martes, fuimos varios del equipo de trabajo, al final nos quedamos Fred, yo y otro muchacho de nacionalidad colombiana. No hallaba como sacarme de encima al "Colombia" que le dicen, pero la suerte estaba de mi lado y después de un rato, se marchó. Al fin Fred era mío y como estábamos un tanto ebrios, podríamos hablar con un poco más de soltura.
Justo cuando le iba a preguntar qué que opinaba sobre mi mujer, él se lanzó.
"Es muy guapa tu hembra, hay que hacer buen trabajo para mantener feliz a una mujer así".
Y siguió con un "si tiene una hermana o algo, podríamos organizar una salida los cuatro".
Listo, Fred se había entregado. Le pregunté si había estado con alguna chilena, me dijo que sí, y que le encantaba lo calientes que son. Le dije que mi mujer era muy caliente y que tenía preferencia por la carne negra. Fred río nervioso y trató de cambiar el tema, pero insistí.
"Soy un hombre moderno, Fred, con una mentalidad libre, mi mujer es más mi compañera que mi propiedad y solo quiero darle lo mejor, la quiero ver feliz".
Fred río nervioso nuevamente. Volví a la carga.
"Es más, tenemos un amigo haitiano con el que a veces nos juntamos a explorar, nuevas sensaciones le llaman".
Me preguntó si estaba hablando en serio.
"Sí, Fred, con algo así no se bromea".
Me preguntó si le estaba haciendo una propuesta y le respondí que era obvio que sí.
Terminamos las cervezas y cada uno para su casa.
Mi mujer estaba emocionada. Y ya que Fred me había dado su número telefónico, lo llamé para que pudiera hablar con Adriana.
Dejé que Adriana lo envolviera y resultó.
Al otro día, Fred se me acercó y me agradeció que lo haya elegido a él.
Estábamos casi listos, solo faltaba la hora y el día. Viernes, después del trabajo, nos iríamos juntos a mi casa.
Llegó el día, y Fred se veía nervioso. De camino a casa, traté de relajarlo, contándole algunas anécdotas graciosas y otras un tanto calientes.
Fred se soltó al fin. Llegamos. A casa y Adriana nos esperaba lista en nuestra cama. Le di un trago al negro, para que se soltara aún más. Mi mujer vestía una pequeña tanga con diseño de leopardo, no llevaba sostén y en sus piernas lucía unas ligas de color negro. Apenas Fred la vio, se le echó encima. Comenzaron a besarse y Adriana estaba tan mojada que llegaba a gotear manchando la cama. Ella me pidió que sacará mi pene, creyendo que Fred no tenía un monstruo por verga. Le dije que primero fuera por el negro, que disfrutara de ese pico. Adriana le bajó los pantalones y quedó al descubierto mi pequeño engaño, Fred tenía un pene enorme, demasiado gordo y ella si que sabía de penes negros gruesos. "Es gigante" nos dijo, mientras de agachaba a mirar más de cerca. Fred tomó la cabeza de mi mujer y la acercó a su miembro y la Adriana empezó a chupar esa verga gigante. Era excitante volver a ver después de tantos meses, a mi mujer metiéndose un trozo enorme de carne negra en su boquita. Chupaba ese miembro con tanta pasión que Fred le pedía que parara un poco porque iba a hacerlo acabar muy rápido. Adriana se levantó, tendió al negrazo sobre la cama y comenzó a chuparle el cuerpo, lamió cada centímetro de ese hermoso cuerpo de color ebano. Cuando mi mujer le pidió que se pusiera en cuatro patas para darle un beso negro, la verga de Fred tocaba la cama junto a sus rodillas, se veía espectacular. Después de un buen y apasionado beso negro, mi hembra volvió a tender a Fred sobre la cama, y puso su culo sobre su cara, moviéndose para alternar la concha y el culo sobre la boca del negro.
Estuvo así unos minutos y Adriana acabó.
El negro aún estaba un poco tímido, así que comencé a penetrar a mi mujer para que él entrara un poco más en el juego. Le metí el pico tan rico a mi mujer y esta gemía tanto y pedía tan fuerte la verga del negro, que esté por fin salió de su timidez y me pidió penetrarla.
La puso en cuatro patas, y empezó a tratar de meter su cabeza en la concha de mi mujer. Adriana estaba desesperada, quería que esa verga estuviera dentro de ella pronto y el negro no tardó en empujar con fuerza bruta y meter su pico entero dentro de mi mujer. La Adri gritaba de placer, me decía que nunca le habían llegado tan adentro, y que este negro si que la iba a partir por la mitad.
Acabó a los pocos minutos y el negro estaba muy caliente. Esta vez yo tomé un rol más activo en la encamada, ya que con Jeffrey me dedicaba solo a pajearme mientras él destrozaba la vagina y el culo de Adriana.
Mientras ella seguía tendida en la cama tratando de recuperar el aire, comencé a lamerle el coño que estaba hinchado de tanta verga. Le dije a Fred que su verga había dejado buen sabor en la concha de mi mujer, todo esto con la esperanza de que este me invitara a gozar de su mounstroso pedazo de pico negro.
Cómo no se pronunció al respecto, le pregunté y este después de dudarlo un poco, aceptó. Jeffrey me dejaba chuparle la verga cuando Adriana acababa antes que él y se quedaba con las ganas, tomé el mismo papel con Fred. Por fin la verga del gran dominicano estaba en mi boca. Era enorme, tanto así que se me anduvo trancando la mandíbula. Mi mujer comenzó a lamer las bolas del negro, mientras yo chupaba la gran cabeza de su monstruo.
No duró ni un minuto y se vino en mi boca. Sabroso el Fred.
Después de un breve descanso, decidí irme a la otra habitación para que pudieran estar solos, pero Fred me pidió que siguiera mirando y participando. Esta vez me senté sobre la silla y me dediqué a masturbarme mientras el negro metía con brutal pasión su enorme pico dentro de Adriana. Esta vez el negro la levanto en el aire con sus musculosos brazos y comenzó a penetrarla. Adriana de nuevo comenzó a gritar cosas como "este es el pico más rico que me he comido", o "nunca había tenido a un monstruo tan rico dentro de mí".
Le pedía a Fred que le hiciera la cola, pero el negro tras un par de intentos, echó a un lado la idea por temor a desgarrarla.
Adriana no tardó mucho en venirse nuevamente y Fred otra vez quedó con la verga dura y acumulada, así que de nuevo a lo mío. Le chupé tanto la verga al negro y a este le encantó. Tuvimos un par de encuentros más hace unos meses, pero el maldito virus nos alejó un poco, aunque Adriana sigue haciendo sexting con Fred y con frecuencia me uno al juego.
Si bien, antes de Jeffrey yo fantaseaba con ser cornudo, no había visto a mis colegas negros con los ojos que los veo ahora. Y es que, ver una verga gruesa de color negro, entrando y saliendo de tu mujer, estirando su blanca vagina hasta el límite, te cambia la vida.
En el sector en donde trabajo, hay seis negros; cuatro haitianos, un ecuatoriano y un dominicano. Y desde hace meses antes de la crisis sanitaria le estuve echando el ojo a Fred, el dominicano. Me llamó la atención por su contextura, porque a veces se le marcaba tremendo paquete y porque tiene nombre de actor porno negro (Fred mandingo).
Le conté a mi esposa sobre Fred y se entusiasmó demasiado, pero quería ver a los otros negros a modo de cata. Coordinamos un día para que fuera a buscarme a la salida del trabajo. Obviamente se vistió provocativa, resaltando con un vestidito blanco, sus curvas. El culo es lo que más llama la atención de Adriana y con esas tanguitas tipo hilo dental, genera la ilusión de no llevar nada y eso calienta a cualquiera. En fin, le presenté a dos haitianos, al ecuatoriano y a Fred, el dominicano. Los cuatro babearon con ella.
Adriana hace rato que estaba tratando de probar con otros negros, ya que con Jeffrey las cosas se anduvieron poniendo tensas, pero ya habrá oportunidad de hablar sobre eso.
Mi mujer me pidió que por unos días me duchara en el trabajo, para poder ver bien a cada uno de los posibles candidatos.
Yo le tenía toda la fé a Fred y el negro no decepcionó. Tuve que disimular demasiado para que Fred no notara la manera en que miraba su enorme pene negro. Era un poco más corta que la de Jeffrey, pero el grosor era grotesco. Y es que tiene uno de esos penes que parecen monstruos gordos y venosos.
Los otros negros no se quedaban atrás, pero el cuerpo de Fred era el de un toro.
Me di el placer de hacer la rutina de la ducha durante varios días para poder observar bien ese monstruo que Fred llevaba entre sus piernas. Adriana estaba cada día más impaciente, ya que hace meses no veíamos a Jeffrey y estaba deseosa de carne negra.
Cuando me preguntaba por Fred, yo le decía que tenía un pene un poquito más grande que el mío, pero que no le llegaba ni a la sombra a Jeffrey.
Al cabo de unas semanas, y habiendo entablado una pequeña amistad con el dominicano, me animé a invitar a Fred a unas cervezas. Fue un martes, fuimos varios del equipo de trabajo, al final nos quedamos Fred, yo y otro muchacho de nacionalidad colombiana. No hallaba como sacarme de encima al "Colombia" que le dicen, pero la suerte estaba de mi lado y después de un rato, se marchó. Al fin Fred era mío y como estábamos un tanto ebrios, podríamos hablar con un poco más de soltura.
Justo cuando le iba a preguntar qué que opinaba sobre mi mujer, él se lanzó.
"Es muy guapa tu hembra, hay que hacer buen trabajo para mantener feliz a una mujer así".
Y siguió con un "si tiene una hermana o algo, podríamos organizar una salida los cuatro".
Listo, Fred se había entregado. Le pregunté si había estado con alguna chilena, me dijo que sí, y que le encantaba lo calientes que son. Le dije que mi mujer era muy caliente y que tenía preferencia por la carne negra. Fred río nervioso y trató de cambiar el tema, pero insistí.
"Soy un hombre moderno, Fred, con una mentalidad libre, mi mujer es más mi compañera que mi propiedad y solo quiero darle lo mejor, la quiero ver feliz".
Fred río nervioso nuevamente. Volví a la carga.
"Es más, tenemos un amigo haitiano con el que a veces nos juntamos a explorar, nuevas sensaciones le llaman".
Me preguntó si estaba hablando en serio.
"Sí, Fred, con algo así no se bromea".
Me preguntó si le estaba haciendo una propuesta y le respondí que era obvio que sí.
Terminamos las cervezas y cada uno para su casa.
Mi mujer estaba emocionada. Y ya que Fred me había dado su número telefónico, lo llamé para que pudiera hablar con Adriana.
Dejé que Adriana lo envolviera y resultó.
Al otro día, Fred se me acercó y me agradeció que lo haya elegido a él.
Estábamos casi listos, solo faltaba la hora y el día. Viernes, después del trabajo, nos iríamos juntos a mi casa.
Llegó el día, y Fred se veía nervioso. De camino a casa, traté de relajarlo, contándole algunas anécdotas graciosas y otras un tanto calientes.
Fred se soltó al fin. Llegamos. A casa y Adriana nos esperaba lista en nuestra cama. Le di un trago al negro, para que se soltara aún más. Mi mujer vestía una pequeña tanga con diseño de leopardo, no llevaba sostén y en sus piernas lucía unas ligas de color negro. Apenas Fred la vio, se le echó encima. Comenzaron a besarse y Adriana estaba tan mojada que llegaba a gotear manchando la cama. Ella me pidió que sacará mi pene, creyendo que Fred no tenía un monstruo por verga. Le dije que primero fuera por el negro, que disfrutara de ese pico. Adriana le bajó los pantalones y quedó al descubierto mi pequeño engaño, Fred tenía un pene enorme, demasiado gordo y ella si que sabía de penes negros gruesos. "Es gigante" nos dijo, mientras de agachaba a mirar más de cerca. Fred tomó la cabeza de mi mujer y la acercó a su miembro y la Adriana empezó a chupar esa verga gigante. Era excitante volver a ver después de tantos meses, a mi mujer metiéndose un trozo enorme de carne negra en su boquita. Chupaba ese miembro con tanta pasión que Fred le pedía que parara un poco porque iba a hacerlo acabar muy rápido. Adriana se levantó, tendió al negrazo sobre la cama y comenzó a chuparle el cuerpo, lamió cada centímetro de ese hermoso cuerpo de color ebano. Cuando mi mujer le pidió que se pusiera en cuatro patas para darle un beso negro, la verga de Fred tocaba la cama junto a sus rodillas, se veía espectacular. Después de un buen y apasionado beso negro, mi hembra volvió a tender a Fred sobre la cama, y puso su culo sobre su cara, moviéndose para alternar la concha y el culo sobre la boca del negro.
Estuvo así unos minutos y Adriana acabó.
El negro aún estaba un poco tímido, así que comencé a penetrar a mi mujer para que él entrara un poco más en el juego. Le metí el pico tan rico a mi mujer y esta gemía tanto y pedía tan fuerte la verga del negro, que esté por fin salió de su timidez y me pidió penetrarla.
La puso en cuatro patas, y empezó a tratar de meter su cabeza en la concha de mi mujer. Adriana estaba desesperada, quería que esa verga estuviera dentro de ella pronto y el negro no tardó en empujar con fuerza bruta y meter su pico entero dentro de mi mujer. La Adri gritaba de placer, me decía que nunca le habían llegado tan adentro, y que este negro si que la iba a partir por la mitad.
Acabó a los pocos minutos y el negro estaba muy caliente. Esta vez yo tomé un rol más activo en la encamada, ya que con Jeffrey me dedicaba solo a pajearme mientras él destrozaba la vagina y el culo de Adriana.
Mientras ella seguía tendida en la cama tratando de recuperar el aire, comencé a lamerle el coño que estaba hinchado de tanta verga. Le dije a Fred que su verga había dejado buen sabor en la concha de mi mujer, todo esto con la esperanza de que este me invitara a gozar de su mounstroso pedazo de pico negro.
Cómo no se pronunció al respecto, le pregunté y este después de dudarlo un poco, aceptó. Jeffrey me dejaba chuparle la verga cuando Adriana acababa antes que él y se quedaba con las ganas, tomé el mismo papel con Fred. Por fin la verga del gran dominicano estaba en mi boca. Era enorme, tanto así que se me anduvo trancando la mandíbula. Mi mujer comenzó a lamer las bolas del negro, mientras yo chupaba la gran cabeza de su monstruo.
No duró ni un minuto y se vino en mi boca. Sabroso el Fred.
Después de un breve descanso, decidí irme a la otra habitación para que pudieran estar solos, pero Fred me pidió que siguiera mirando y participando. Esta vez me senté sobre la silla y me dediqué a masturbarme mientras el negro metía con brutal pasión su enorme pico dentro de Adriana. Esta vez el negro la levanto en el aire con sus musculosos brazos y comenzó a penetrarla. Adriana de nuevo comenzó a gritar cosas como "este es el pico más rico que me he comido", o "nunca había tenido a un monstruo tan rico dentro de mí".
Le pedía a Fred que le hiciera la cola, pero el negro tras un par de intentos, echó a un lado la idea por temor a desgarrarla.
Adriana no tardó mucho en venirse nuevamente y Fred otra vez quedó con la verga dura y acumulada, así que de nuevo a lo mío. Le chupé tanto la verga al negro y a este le encantó. Tuvimos un par de encuentros más hace unos meses, pero el maldito virus nos alejó un poco, aunque Adriana sigue haciendo sexting con Fred y con frecuencia me uno al juego.
6 comentarios - El monstruo negro de Fred y mi mujer
van 10