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Segundo encuentro con el negro Jeffrey y su venosa verga

Y llegó el día en que por fin nos sentamos con Jeffrey a acordar la próxima encamada con mi mujer, pero esta vez quería sí o sí ser testigo de tremendo acto.
El tipo era realmente imponente. Yo soy un tipo alto, algo dotado y nada feo, pero el negro era superior en todo. Tenía unas manos enormes, brazos y piernas largas y fornidas, un torso bastante trabajado y una actitud de seguridad que envolvía a cualquiera.
Las condiciones eran; respetar los límites que Adriana impusiera. Dejarme participar de ciertas acciones, siempre que ambos estuviesen cómodos. Usar forro.
Estuvimos un rato en el bar, y al pasar la medianoche, y ya con unas copitas de más, nos fuimos a nuestra discoteca favorita a calentar motores.
Los dejé solos en una mesa, cerca de la pista de baile y me senté en otra mesa un tanto cercana a la de ellos.
A la hora de bailar salsa, Adriana era una bestia y Jeffrey ya había experimentado el placer de verla y sentirla bailar.
Podía ver las ganas que ambos se tenían, cómo se movían, cómo se tocaban. Como Adriana frotaba su culo contra la verga de Jeffrey y como el negro la tomaba de las caderas y la empujaba contra él con fuerza.
Estaba tan caliente que tuve que ir a pajearme al baño del local.
Pasó cerca de una hora y ya estábamos listos para irnos a casa. 
Tomamos un taxi y me senté en la parte del copiloto, dejando a Jeffrey y a mi mujer solos en la parte trasera.
Le puse un billete sobre el tablero al taxista y le pedí discreción.
Ella empezó a tocar el bulto a esa altura, gigante del negro, podía oler su conchita mojada a metros, y podía ver en su cara, cuan caliente estaba por aquel morocho de tres piernas. El negro no se quedó atrás y comenzó a meterle mano bajo la mini. De repente sacó sus dedos, se los llevó a la boca y pude entender que le decía a mi mujer que tenía un sabor exquisito.
El viaje a casa duró al menos diez minutos y el taxista iba tan caliente como yo. 
Podía oír como Adriana trataba de contener sus gemidos, pero el negro tenía todo enorme, hasta los dedos, así que le era muy difícil disimular el placer.
Llegamos a casa y apenas cerré la puerta, Adriana se sacó la tanguita, me la puso en la cara y me dijo: "siente como me caliente este negro, siente cuánto me moja recordar su pico tratando de entrar en mi conchita apretada".
Morí, literalmente quería que el negro la partiera en dos y mirar todo el proceso con lujo de detalles.
Adriana se agachó, tomó por las caderas a Jeffrey y se lo acercó. Le bajó los pantalones, mientras el negro se quitaba la camisa, dejando al descubierto su hermoso cuerpo. Cuando cayó el pantalón de Jeffrey, pude ver lo enorme de su paquete. El calzoncillo tipo sunga, no podía cubrir ni un cuarto de su miembro. Era el pene más grande que había visto y entendí porque mi mujer no había podido con él.
Ella le corrió un poco el sunga hacia el lado, dejando caer el bulto del negro. Era más grande de lo que creí. Al menos 35 a 38 centímetros de largo, que colgaban erectos por su gran peso. Era del grosor de mi antebrazo, y venoso como ninguno que haya visto antes, era una verga hermosa y sentí unas tremendas ganas de chuparla. Pero no quería asustar al negro, así que me contuve. Adriana tomó aquel pedazo enorme de carne negra y trató de meterlo en su boquita, pero era en verdad enorme, tenía una cabeza brutal que con suerte mi mujer podía manejar. Ella empezó a lamer desde sus bolas hasta su cabeza, en repetidas ocasiones y de vez en cuando volvía a intentar meterse en la boca ese pedazo de pico gigante.
Yo le decía que ella podía, que intentará abriendo más, pero era imposible.
Siguió chupando sus bolas, cuando el negro me pidió si podía mostrarle que tan caliente estaba yo, y que quería también ver de qué tamaño era mi pene. Me desvestí y estaba tan erecto que creía que mi miembro iba a explotar. Jeffrey me miró de pies a cabeza mientras mi mujer seguía en su rutina de lamer desde los testículos hasta la cabeza de aquel majestuoso pico. Me dijo que lleváramos a Adriana a la cama y que la penetrara para ver qué posiciones hacíamos generalmente.
Fuimos hasta la pieza los tres, Adriana se recostó abriéndose de piernas sobre la cama y me pidió si Jeffrey le podía lamer la concha un poco antes de que yo entrara. El negro se abalanzó como puma sobre su presa, tenía un culo hermoso el negro. Y la manera en que chupaba la pequeña vagina de mi mujer, era formidable. Se movía a un ritmo exquisito y Adriana no tardó en pedir que parara porque iba a acabar. El negro se detuvo y procedí a penetrar a mi mujer. Esta estaba tan mojada que mi verga resbaló y entró al instante. Nunca la vi gemir así. Luego de unos minutos el negro me pidió que cambiaramos de posición y la puse en cuatro patas. El mismo resultado, mi verga entró de una en ese coño a esa altura ya cremoso. El negro se acercó a mi mujer mientras yo la penetraba con rudeza y le preguntó: "¿Cuál verga prefieres?" Y ella gritando pidió que Jeffrey la penetrara. Jeffrey me miró y me dijo que iba a culiar a Adriana, así que me aparté dejando el culo de mi mujer levantado con el coño húmedo esperando aquella enorme verga de chocolate.
Jeffrey posó la cabeza de su miembro en el coñito de Adriana y esta comenzó a pedirle que solo le metiera la cabeza y después ir probando hasta donde podía tragar. El negro comenzó a frotar su enorme sexo contra el coñito cremoso de mi mujer y Adriana empezó a gritar como loca que quería su verga dentro, que quería sentirlo. Entonces el negro comenzó a tratar de entrar, ese coño estaba tan mojado y cremoso que la cabeza del pico enorme de Jeffrey entró sin mayores dificultades. Mi mujer estaba en shock. Me decía: "amor, nunca sentí algo tan grande, nunca". "Este negro me va a partir en dos". Este negro me va a dejar el choro destrozado". Me pedía perdón por estar disfrutando así de ese hombre.
 Yo a esa altura ya estaba masturbándome viendo la hermosa escena.
Jeffrey siguió empujando su verga contra el coñito de Adriana y esta no paraba de gemir y gritar, y por fin entró la mitad de su enorme pico negro, grueso y venoso. Adriana no podía creerlo. Me decía que sentía que el negro le estaba llegando al estómago. Jeffrey me indicó que pusiera mi verga en la boca de mi mujer para que no gritara tanto, así que le metí la verga y la Adriana estaba demasiado caliente, nunca la había visto así. Pasaron un par de minutos y ella da un grito gigante de placer, el negro había por fin entrado entero, sin dejar un solo centímetro fuera del coñito de mi mujer, y esta acabó apenas sintió todo ese trozo de chocolate negro en su interior. Adriana no paraba de gemir y retorcerse en la cama. Paramos hasta que ella se repusiera. Le ofrecí a Jeffrey un trago y aceptó, fui hasta la cocina a servir los tragos y oí nuevamente a mi mujer gritar por los embates de aquel hombre de verga gigante. Los dejé a solas un rato mientras me bebía mi trago.
Adriana estaba como loca, gritaba y gemía como bestia agonizando de placer y el negro hacía lo propio frente a ese coño (ya no) tan apretado. Pasó cerca de media hora y oí a mi mujer pedir una pausa, estaba destruida, y como no, si semejante bestia podría agotar a cualquiera.
Fui hasta el cuarto con los tragos en las manos y cuando llegué, Vi a mi mujer muerta de tanto placer en nuestra cama y al negro tendido a su lado, era una escena hermosa. El contraste de la piel blanca de Adriana, frente al color ebano de Jeffrey, era bestialmente precioso. 
Jeffrey me vio entrar y me dijo "acabó seis vece" mientras sonreía. 
No pude evitar quedarme pegado mirando su enorme pene. Y él se dió cuenta. Me preguntó si alguna vez ví algo tan grande, le respondí que ni en las pelis porno. Me dijo que tocara si quería, que yo era marido moderno. Así que no lo dudé y me eché sobre el negro. Me costó trabajo manejar tremenda verga. La sostuve con ambas manos y comencé a masturbarlo. Jeffrey se veía relajado y contento, así que le pregunté si algún hombre le había chupado el pico. Me respondió que si quería ser yo el primero, así que sin pensarlo dos veces me metí ese animal en la boca. Experimenté algo exquisito, el sabor de ese pene, su textura, el olor y sabor de su semen, eran increíbles. Comencé a tratar de introducir más pene dentro de mi boca, pero era imposible, el pico de ese negro era demasiado grueso.
Pasó un rato hasta que mi mujer se reincorporó y al ver que tenía tremendo pedazo de morcilla en mi boca, comenzó a tocarse. Me agarró del pelo y comenzó a jalarme hacía arriba y hacia abajo, para masturbar al negro con mi boca. El negro me detuvo y le preguntó a Adriana si ya estaba lista, que tenía una idea.
Sacó otro condón de su pantalón, me lo entregó, se echó sobre la cama y con dificultad pude ponerle la goma.
Sentó a Adriana sobre su miembro erecto, introduciendo todo ese monstruo en su coñito y me dijo: "ven, chupa mis bolas con tu mujer ahí". Y empecé a lamer desde sus testículos firmes y afeitados, hasta la parte en que su pico entraba en el coño de Adriana. Era una escena excitante. Ver el coñito de mi mujer abierto de esa manera, con esa crema chorreando por el pico de Jeffrey, me dejó durísimo. Comencé a masturbarme nuevamente mientras seguía con lo de chupar su pene, hasta encontrar el coño de mi mujer. 
Adriana me volvió a tomar del pelo y arrastró mi boca hasta su clitoris y apenas puse mi lengua ahí, ella acabó, lanzando chorros como grifo. Gritaba como animal, y tuvo que bajar del pene enorme de Jeffrey porque ya no podía más, había llegado a su límite. 
Cuando creí que ya había que parar, el negro me tomó las manos y las puso rodeando su rabo duro, grueso, venoso y palpitante. Me dijo: "chupa hasta que yo vaya, sin condón". Así que, como el pico de ese negro exquisito me tenía tan caliente como a mí mujer, no dude. Le saque la goma y lo metí en mi boca. Chupé ese pene tanto como pude. Toqué al negro por todos lados, tenía un cuerpo hermoso, apetitoso. Su culo firme y duro, sus pectorales y su abdomen, esas piernas gruesas que le venían a su enorme pico, esos brazos gigantes, sus enormes manos que, incluso siendo muy grandes, no alcanzaban a cubrir por completo su miembro.
Chupé y chupé hasta que Jeffrey se vino en mi boca. Nunca antes había metido un pene en mi boca, menos semen. Pero es que el negro lo valía. Al incorporarse nuevamente Adriana, me besó y dió las gracias. Besó apasionadamente al negro y fue a la ducha. Jeffrey se vistió y después de un apretón de manos, se marchó.
Con mi mujer disfrutamos cada centímetro de ese negro pedazo de carne que Jeffrey cargaba entre sus piernas, y por supuesto este no fue el último encuentro con Jeffrey.

3 comentarios - Segundo encuentro con el negro Jeffrey y su venosa verga

Bicasado2016 +1
Genial..van 10+...y bueno que te decidieras a probar la verga del macho.... lo otro..me recalento la frase..ESTE NEGRO ME VA A DEJAR EL CHORO DESTRAZADO....
Erstdur94 -1
Uff que rico mamar una 🍆 así y ver vomo satisface a tu mujer. 🔥