Capítulo3: un porro, un polvo y mil orgasmos
De hecho, yo no planeaba dejar de culear con Alexandra másallá de la monotonía del sexo con ella, pues para ese momento era lo único quetenía a la mano, y era ella o nada. Pero cuando Katherine apareció las cosascambiaron. Yo en un comienzo no imaginé que algo fuera a suceder con ella, yaque era la menor de las hermanas de Camilo y me daba cierto remordimientometerme con alguien tan menor.
Claro que eso fue un error de apreciación mío, pues yotenía 21 años, y pensándolo bien nohabía nada de malo en entablar una relación, amorosa o sexual, con alguienapenas tres años menor que yo. Pero en un comienzo no fue así.
En lo que no escatimé en ningún momento fue en contemplarsu belleza de pies a cabeza, o como decimos acá en Colombia: pegarle una buenamorboseada.
Katherine era una chica hermosa. Su rostro era angelical,de facciones muy finas; una nariz pequeña y sin imperfecciones; ojos oscuros,grandes y muy expresivos, decorados además por unas largas pestañas; sus labiosrosas, de un grosor ideal, ni muy grandes ni muy pequeños, invitaban a lafantasía, a imaginar tiernos o apasionados besos, de estos que vienen conmordisco incluido. Su pelo era negro, largo, liso, sedoso, parecía de comercialde champú, cortaba a la perfección con la palidez de su piel, que a la vez lahacía ver más delicada e inocente. Como casi toda chica de esta edad, Katherineera delgada, o más bien esbelta. Sus piernas eran largas, bien torneadas, quizáun poco carentes de carne o grosor, pero sin llegar a producir lástima por laextrema delgadez. De hecho, eran unas piernas que invitaban al pecado, más quetodo porque a Katherine le encantaba usar faldas o los muy conocidos “pantaloncitoscalientes”, que permitían contemplar y admirar sus piernas como se debe. Suculo era más bien pequeño, muy lejos del prominente par de nalgas de Alexandra.Pero no nos vamos a mentir, el culo de una chica al desnudo siempre seráexcitante, por más pequeño que este sea.Además, el culo de Katherine era pequeñito pero bien formado, muy redondito ymuy en su sitio. Su abdomen era completamente plano, y al recorrerlo con la mirada invitaba aseguir mirándola, ya fuera hacia abajo o hacia arriba, pero no tenía pierde. Sucintura no era muy pronunciada, quizá esa era su mayor falencia física, pues esbien sabido que una cinturita es extremadamente sexy ante los ojos de cualquierhombre. Sus senos tampoco eran grandes, pero estaban acorde a las dimensionesde su cuerpo, pues se trataba de una mujer esbelta. Katherine cumplía a laperfección con las características físicas con las que idealizo a una mujer:era delgada, de lindas piernas, de apariencia delicada, de cuerpo pequeño, deesos tan fáciles de manejar a la hora del sexo; era toda una tentación.
El día que la conocí, evidentemente me encontraba en elapartamento de Camilo. Estaba sentado en la sala, concentrado mientras rascabaunos cogollos de marihuana para armar unos porros que pretendíamos fumar conCamilo.
Katherine llegó acompañada de Diana. Estaba en la ciudadpresentando exámenes y entrevistas para ingreso a la universidad.
Cuando entraron al apartamento me sorprendieron ahísentado, muy concentrado en la labor de armar un buen porro. Diana sabía queCamilo y yo consumíamos hierba, no se oponía, pero ella no lo hacía. Sinembargo, esa tarde me reprendió porque su pequeña hermana lo había visto todo.Yo permanecí en silencio inicialmente, y luego le pedí perdón por laimprudencia.
Al rato apareció Camilo y me tranquilizó haciéndome saberque no pasaba nada, que era una reacción normal en su hermana, que además erala mayor de todos y ese día estaba a cargo de la “pequeña e inocente”Katherine.
Camilo y yo nos fumamos un par de porros, cenamos,charlamos un rato y luego él se fue a dormir. En su apartamento habían trescuartos, el suyo, el de Alexandra y el de Diana; y esa noche tenían previstoque Katherine dormiría con Diana. Yo, cada vez que iba a casa de Camilo teníados opciones, dormir en una colchoneta tendida en el piso en el cuarto de Camilo,o en un sofacama que había en la sala. Yo prefería la segunda opción, pues mequedaba muy cerca el balcón, y como en ese entonces tenía una gran adicción altabaco, era más cómodo salir a fumar desde allí.
Esa noche cuando Camilo se fue a dormir, decidí armar y fumarun porro más antes de hacer lo mismo. Estaba en el balcón fumándolo cuando derepente escuché una voz que me dijo “¿me compartes un poco?”. Se trataba deKatherine, que había llegado al balcón sin hacer ruido, yo por lo menos no notécuando llegó.
En un comienzo me negué a compartirle, no por tacañeríasino por los inconvenientes que podría traerme ofrecerle marihuana, másteniendo en cuenta el regaño que me había dado Diana horas atrás.
Ella insistió en que no se iría de allí hasta que yo lecompartiera un poco, “aunque sea un plon (calada)”
- ¿Has fumado alguna vez?, le pregunté
- Nunca. Pero justo hoy he sentido muchacuriosidad por probar, respondió
- No quiero que sea por mí que empieces a fumarhierba
- Si no es contigo igual la voy a probar porquela curiosidad ya la tengo y amigos mariguaneros también
- Deberías pensártelo bien, pues tampoco es unjuego de niños
- Lo sé, lo he pensado un montón de veces, puesen varias ocasiones me han ofrecido y me he negado, pero hoy tengo curiosidad.Dame un poco que no me voy a poder dormir por la curiosidad
- Quizá no duermes, quizá te da una sensaciónde pánico que no puedes controlar
- No creo, pero si pasa, tú me tranquilizarás
- No es algo que yo pueda controlar
- Dame un poco de una buena vez, que no me voya ir hasta que me dejes probar
- Bueno, pero entonces alista un vaso o unabotella de agua porque te va a dar mucha sed, y no dormirás si tienes quepararte cada rato para ir por agua. La pruebas y te vas a dormir ¿Estamos?
- Me quedo acá mientras lo fumamos. Luego mevoy.
La extensa negociación del porro provocó que el que yotenía encendido se consumiera, así que tuve que armar uno nuevo. Katherine sesentó en el suelo. En ese momento estaba vestida con un buzo de rapero que lehacía como camisón. Supongo que no era suyo, ni de sus hermanas; seguramenteera de Camilo. Esa prenda cubría lo suficiente para no hacerla pasar porindecente pero permitía ver sus piernas en todo su esplendor.
Cuando empezamos a fumar el porro yo no podía dejar demirarle sus piernas. Ella parecía haber sufrido los efectos del THCrápidamente, lucía dispersa y desconcentrada. Sin embargo, tras un par deminutos notó que yo la miraba con deseo.
- ¿Te gusto?, preguntó
- Eres una mujer hermosa sin duda alguna,contesté en medio de titubeos
- Pero no te gusto…
Negué cualquier fijación o atracción por ella, solo lerepetí que era una chica hermosa. Al escuchar mi respuesta negativa, se paró,se dio vuelta y trató de irse, pero justo ahí la agarré de la mano. Le pedí queno se fuera. Mantuve silencio por un par de segundos y luego le admití que síme atraía.
- - Claro que me gustas. No solo eso, medespiertas todo tipo de deseos. Me vuelves loco. Pero eres la hermana de miamigo, y uno no se mete con las hermanas de los amigos, menos si es la máspequeña y consentida
- Pues que idea tan tonta. Como si mi hermanose fuera a dar cuenta
- Son códigos entre amigos
- Pues quédate con tus códigos, yo me voy adormir. Gracias por el porro
Nuevamente trató de emprender su camino y de nuevo lavolví a agarrar del brazo.
- ¿Guardarías el secreto?
- Claro. No veo por qué ir contándolo por ahí
La besé. La tome de la cabeza con suavidad y uní mislabios con los suyos por unos cuantos segundos. Ella agarró mi otra mano, laque estaba libre, y la condujo hacia su pubis. A pesar de tener las bragaspuestas, se sentía el ardor de su vagina. Le dije que teníamos que serabsolutamente silenciosos, pues Camilo y sus hermanas estaban en elapartamento, y cualquier ruido podía dejarnos en evidencia. Ella solo respondiócon un “sí, ya tranquilo, que no nos sorprenderán, relájate”.
Abandonamos el balcón, entramos de nuevo al living delapartamento y seguimos besándonos. La agarraba de sus nalgas mientras la besaba,mientras que ella entrecruzaba sus brazos tras mi espalda. Frotábamos nuestroscuerpos aún vestidos, como emulando los movimientos y la penetración queocurriría unos minutos después.
Empecé a acariciar su torso aún con el buzo puesto. Suabdomen era perfecto, muy plano y conuna piel muy suave. Fui subiendo lentamente con mis manos por su espalda,notando que bajó ese buzo no había más que su humanidad, no llevaba sostén, loque me hizo apresurar a sentir sus senos en mis manos. Eran pequeños, tal ycomo lo había podido apreciar con solo mirarlos. Sus pezones también lo eran,pero eso no era obstáculo para jugar con ellos entre mis dedos.
Ella desabrochó mi pantalón y yo empecé a moverme paradejarlo caer. Una vez sin pantalón, ella empezó a frotarse cada vez con másintensidad. Era evidente que anhelaba ser follada, su calentura era más queevidente.
Yo interrumpí la escena preguntándole si se trataba de suprimera vez, a lo que ella respondió con un “jajajaja si sigues preguntandotonterías, voy a tener que dejarte aquí con la calentura”. Así que decidícallarme y disfrutar del momento.
Le quité el buzo tratando de ser muy delicado. Ella quedóahí parada, apenas vistiendo las bragas; con sus tetitas al aire, mirándome einvitándome a cogerlas, a besarlas, a jugar con ellas. Así lo hice.
Pero no eran solo sus senos los que me invitaban a lalujuria, era todo su cuerpo; delgado, frágil y a mi completa disposición. Denuevo la acaricié por el torso, le agarraba su tierno culito, y pasabasuavemente mis manos por su entrepierna.
Deslicé una de mis manos lentamente hasta introducirladebajo de su calzón. Su humedad delataba su alto estado de excitación. La palpéy en ningún momento me apresuré a introducir uno de mis dedos, más bien jugué aacariciarla superficialmente. Para ese entonces su calzón estaba empapado. Ellaya no me besaba sino que reclinaba su cabeza hacia atrás, dejándose llevar porel placer. Yo la besaba por el cuello mientras seguía jugando con la superficiede su vagina.
Me detuve y la hice recostar en el sofacama. Corrí sus bragashacia un costado y empecé a deslizar mi lengua sobre su vagina. Hasta eseentonces y en medio de la oscuridad no había podido apreciarla, pero ahoraestábamos cara a cara, o cara a vagina mejor dicho. Estaba completamenterasurada, y lucía tan tierna como todo el resto de su ser.
Jugaba con mi lengua por sobre sus labios vaginales. A lavez acariciaba la cara interior de sus muslos con mis manos. Ella me agarrabadel pelo y ocasionalmente hundía mi cara contra su vagina, ocasionalmentelevantaba su pubis para juntarlo contra mi cara. Era evidente que la estabapasando bien.
Luego me animé a introducir mi dedo índice, a hundirlopoco a poco y lentamente, y jugar con él en su interior. Acompañaba esto aúncon las caricias de mi lengua.
A esa altura de la faena, Katherine me pedía que lapenetrara. Yo estaba muy tentado a hacerlo, pero a la vez quería continuar conmi juego de darle placer. Ella empezaba a soltar unos ligeros gemidos. Lo quedesató mi preocupación, pues podía alertar a los demás y hacer que nuestroencuentro terminara en escándalo.
Me detuve, y con mi dedo, aún empapado por sus fluidos,le hice el habitual gesto de guardar silencio, posándolo en mis labios. Volví aposar mi cara frente a su vagina y a deslizar mi lengua sobre ella, pero estavez seguí de largo deslizándola hacia arriba, de modo que poco a poco fuisubiendo por su abdomen, por sus senos, por sus hombros y su cuello, hasta denuevo volver a besarla.
Agarré mi pene con una mano y empecé a frotarlo contra suvagina, sin penetrarla; solo pasándolo por allí para sentir su humedad con mimiembro. Pero no aguanté mucho tiempo haciendo esto, pues era inminente mideseo por follarla.
Empecé haciéndolo suavemente, pero ella me agarraba porlas nalgas y me empujaba, como tratando de controlar mis movimientos.
Yo seguía contemplándola como una pequeña y dulce chica,por lo que no quería ser agresivo ni brusco con mis movimientos. Pero ella noquería que le hicieran el amor, ella quería ser follada. Tuvo que decirme quela follara duro para que yo lo comprendiera. Así lo hice.
Ella me agarraba por el pelo, con su mano tras mi cabeza,mientras yo la penetraba a profundidad y con rapidez. Nos mirábamos fijamente alos ojos mientras nos hacíamos gestos de deseo.
Sus suspiros rápidamente se convirtieron en gemidos. Yobuscaba silenciarlos con besos y ocasionalmente poniendo mi mano sobre su boca.Lo que era imposible de reprimir era el sonido que hacían nuestros cuerpos alchocar, por lo que decidí que había que bajar la intensidad de los movimientos,a menos de que buscáramos ser descubiertos.
Ella se cansó de asumir el rol sumiso en la relación, asíque me pidió cambiar de posición. Ella me montaba, cara a cara, mientras yopermanecía sentado. Apenas mi pene se deslizo por entre su vagina, susmovimientos se hicieron rápidos y agresivos. Era evidente la calentura de estachica. Yo no sabía si siempre era así o si es que andaba mucho tiempo sinculear; el caso es que era más que notoria su fogosidad. Mientras ella me cabalgaba, yo besaba sus pequeños senos,que justo había quedado situados frente a mi cara. Los amasaba, los apretaba, losbesaba y los chupaba; me daba un completo festín con ellos.
Ella interrumpió dicho festín tomándome del pelo ylevantando mi rostro para poder besarme. Seguía meneándose sobre mí como si nohubiera mañana. Yo sentí que iba a terminar, y como no llevábamos protecciónpuesta se lo dije. Por lo que ella se levantó, luego se agachó y me masturbóhasta hacerme venir sobre su cara. Instantes después del orgasmo yo seguía estupefacto porel voltaje de esta chica. Incluso llegué a pensar que no había dado la talla,que no había correspondido al tremendo polvo que era Katherine. Le propusedarme un par de minutos para recuperar el aliento y echar otro polvo. Pero elladijo estar satisfecha, me dio un largo beso, se puso su buzo y se fue a dormir.
Al otro día, muy temprano, cuando apenas se aprecian losprimeros destellos del sol al amanecer, desperté con una maravillosa sorpresa.Sentí un ligero cosquilleo en el cuello, se trataba de Katherine que estababesándome allí. Le pregunté y le reproché por lo que hacía, no porque memolestara, sino por el enorme riesgo de ser descubiertos.
Me dijo que ese iba a ser su última día en Bogotá,presentaría pruebas en un par de universidades donde había realizadopreinscirpción, y luego partiría de nuevo a su casa, por lo que queríadespedirse de mí dejándome el mejor de los recuerdos. “Me has dado un ratoinigualable por lo que me siento obligada a recompensártelo”.
A continuación se dirigió hacia mi entrepierna, sacó mipene, lo tomó entre sus manos y lo introdujo en su boca para darme unafelación, un poco precaria y carente de técnica, pero inolvidable para mí.
Yo permanecía acostado en el sofacama, vigilando de reojocualquier movimiento, que pudiera interrumpir este hermoso momento. Esto noocurrió a pesar de que la mamada se extendió por un largo rato.
Todo terminó con mi descarga en la boca de Katherine. Eraevidente que esta era la primera vez que hacía una mamada, o por lo menos quealguien le terminaba en la boca, pues apenas lo hice, corrió desesperada aescupir el semen. Era notorio el asco que le dio, por lo que tuve que pedirledisculpas.
Ella no hizo mayor drama, me dijo que no me preocupara,que entendía lo ocurrido.
Luego intercambiamos números telefónicos para no perderel contacto, aunque yo no sabía qué tanto podía hablar con esta chica, con laque más allá del sexo, no había cruzado palabras por más de 15 minutos en lavida. Como último gesto de contacto en esa ocasión, Katherine se sacó suscalzones, me los tiró encima y dijo que me los dejaba como recuerdo. Según ellaporque los había mojado tanto, que emanaban un fuerte olor a coño, queseguramente no le convenía llevar consigo en un día de entrevistas enuniversidades.
Capítulo4: Volviendo al origen
El encuentro sexual con Katherine fue un punto de quiebreen mi vida. Me llenó de la confianza de la que carecí por tanto tiempo. Luegode varios años fui capaz de nuevo de encarar mujeres y tener relaciones conalgunas. Sin embargo, ninguna logró generarme lo que sí logró Katherine, pero aella no le vería, por lo menos, hasta el siguiente año.
Twitter: @felodel2016
De hecho, yo no planeaba dejar de culear con Alexandra másallá de la monotonía del sexo con ella, pues para ese momento era lo único quetenía a la mano, y era ella o nada. Pero cuando Katherine apareció las cosascambiaron. Yo en un comienzo no imaginé que algo fuera a suceder con ella, yaque era la menor de las hermanas de Camilo y me daba cierto remordimientometerme con alguien tan menor.
Claro que eso fue un error de apreciación mío, pues yotenía 21 años, y pensándolo bien nohabía nada de malo en entablar una relación, amorosa o sexual, con alguienapenas tres años menor que yo. Pero en un comienzo no fue así.
En lo que no escatimé en ningún momento fue en contemplarsu belleza de pies a cabeza, o como decimos acá en Colombia: pegarle una buenamorboseada.
Katherine era una chica hermosa. Su rostro era angelical,de facciones muy finas; una nariz pequeña y sin imperfecciones; ojos oscuros,grandes y muy expresivos, decorados además por unas largas pestañas; sus labiosrosas, de un grosor ideal, ni muy grandes ni muy pequeños, invitaban a lafantasía, a imaginar tiernos o apasionados besos, de estos que vienen conmordisco incluido. Su pelo era negro, largo, liso, sedoso, parecía de comercialde champú, cortaba a la perfección con la palidez de su piel, que a la vez lahacía ver más delicada e inocente. Como casi toda chica de esta edad, Katherineera delgada, o más bien esbelta. Sus piernas eran largas, bien torneadas, quizáun poco carentes de carne o grosor, pero sin llegar a producir lástima por laextrema delgadez. De hecho, eran unas piernas que invitaban al pecado, más quetodo porque a Katherine le encantaba usar faldas o los muy conocidos “pantaloncitoscalientes”, que permitían contemplar y admirar sus piernas como se debe. Suculo era más bien pequeño, muy lejos del prominente par de nalgas de Alexandra.Pero no nos vamos a mentir, el culo de una chica al desnudo siempre seráexcitante, por más pequeño que este sea.Además, el culo de Katherine era pequeñito pero bien formado, muy redondito ymuy en su sitio. Su abdomen era completamente plano, y al recorrerlo con la mirada invitaba aseguir mirándola, ya fuera hacia abajo o hacia arriba, pero no tenía pierde. Sucintura no era muy pronunciada, quizá esa era su mayor falencia física, pues esbien sabido que una cinturita es extremadamente sexy ante los ojos de cualquierhombre. Sus senos tampoco eran grandes, pero estaban acorde a las dimensionesde su cuerpo, pues se trataba de una mujer esbelta. Katherine cumplía a laperfección con las características físicas con las que idealizo a una mujer:era delgada, de lindas piernas, de apariencia delicada, de cuerpo pequeño, deesos tan fáciles de manejar a la hora del sexo; era toda una tentación.
El día que la conocí, evidentemente me encontraba en elapartamento de Camilo. Estaba sentado en la sala, concentrado mientras rascabaunos cogollos de marihuana para armar unos porros que pretendíamos fumar conCamilo.
Katherine llegó acompañada de Diana. Estaba en la ciudadpresentando exámenes y entrevistas para ingreso a la universidad.
Cuando entraron al apartamento me sorprendieron ahísentado, muy concentrado en la labor de armar un buen porro. Diana sabía queCamilo y yo consumíamos hierba, no se oponía, pero ella no lo hacía. Sinembargo, esa tarde me reprendió porque su pequeña hermana lo había visto todo.Yo permanecí en silencio inicialmente, y luego le pedí perdón por laimprudencia.
Al rato apareció Camilo y me tranquilizó haciéndome saberque no pasaba nada, que era una reacción normal en su hermana, que además erala mayor de todos y ese día estaba a cargo de la “pequeña e inocente”Katherine.
Camilo y yo nos fumamos un par de porros, cenamos,charlamos un rato y luego él se fue a dormir. En su apartamento habían trescuartos, el suyo, el de Alexandra y el de Diana; y esa noche tenían previstoque Katherine dormiría con Diana. Yo, cada vez que iba a casa de Camilo teníados opciones, dormir en una colchoneta tendida en el piso en el cuarto de Camilo,o en un sofacama que había en la sala. Yo prefería la segunda opción, pues mequedaba muy cerca el balcón, y como en ese entonces tenía una gran adicción altabaco, era más cómodo salir a fumar desde allí.
Esa noche cuando Camilo se fue a dormir, decidí armar y fumarun porro más antes de hacer lo mismo. Estaba en el balcón fumándolo cuando derepente escuché una voz que me dijo “¿me compartes un poco?”. Se trataba deKatherine, que había llegado al balcón sin hacer ruido, yo por lo menos no notécuando llegó.
En un comienzo me negué a compartirle, no por tacañeríasino por los inconvenientes que podría traerme ofrecerle marihuana, másteniendo en cuenta el regaño que me había dado Diana horas atrás.
Ella insistió en que no se iría de allí hasta que yo lecompartiera un poco, “aunque sea un plon (calada)”
- ¿Has fumado alguna vez?, le pregunté
- Nunca. Pero justo hoy he sentido muchacuriosidad por probar, respondió
- No quiero que sea por mí que empieces a fumarhierba
- Si no es contigo igual la voy a probar porquela curiosidad ya la tengo y amigos mariguaneros también
- Deberías pensártelo bien, pues tampoco es unjuego de niños
- Lo sé, lo he pensado un montón de veces, puesen varias ocasiones me han ofrecido y me he negado, pero hoy tengo curiosidad.Dame un poco que no me voy a poder dormir por la curiosidad
- Quizá no duermes, quizá te da una sensaciónde pánico que no puedes controlar
- No creo, pero si pasa, tú me tranquilizarás
- No es algo que yo pueda controlar
- Dame un poco de una buena vez, que no me voya ir hasta que me dejes probar
- Bueno, pero entonces alista un vaso o unabotella de agua porque te va a dar mucha sed, y no dormirás si tienes quepararte cada rato para ir por agua. La pruebas y te vas a dormir ¿Estamos?
- Me quedo acá mientras lo fumamos. Luego mevoy.
La extensa negociación del porro provocó que el que yotenía encendido se consumiera, así que tuve que armar uno nuevo. Katherine sesentó en el suelo. En ese momento estaba vestida con un buzo de rapero que lehacía como camisón. Supongo que no era suyo, ni de sus hermanas; seguramenteera de Camilo. Esa prenda cubría lo suficiente para no hacerla pasar porindecente pero permitía ver sus piernas en todo su esplendor.
Cuando empezamos a fumar el porro yo no podía dejar demirarle sus piernas. Ella parecía haber sufrido los efectos del THCrápidamente, lucía dispersa y desconcentrada. Sin embargo, tras un par deminutos notó que yo la miraba con deseo.
- ¿Te gusto?, preguntó
- Eres una mujer hermosa sin duda alguna,contesté en medio de titubeos
- Pero no te gusto…
Negué cualquier fijación o atracción por ella, solo lerepetí que era una chica hermosa. Al escuchar mi respuesta negativa, se paró,se dio vuelta y trató de irse, pero justo ahí la agarré de la mano. Le pedí queno se fuera. Mantuve silencio por un par de segundos y luego le admití que síme atraía.
- - Claro que me gustas. No solo eso, medespiertas todo tipo de deseos. Me vuelves loco. Pero eres la hermana de miamigo, y uno no se mete con las hermanas de los amigos, menos si es la máspequeña y consentida
- Pues que idea tan tonta. Como si mi hermanose fuera a dar cuenta
- Son códigos entre amigos
- Pues quédate con tus códigos, yo me voy adormir. Gracias por el porro
Nuevamente trató de emprender su camino y de nuevo lavolví a agarrar del brazo.
- ¿Guardarías el secreto?
- Claro. No veo por qué ir contándolo por ahí
La besé. La tome de la cabeza con suavidad y uní mislabios con los suyos por unos cuantos segundos. Ella agarró mi otra mano, laque estaba libre, y la condujo hacia su pubis. A pesar de tener las bragaspuestas, se sentía el ardor de su vagina. Le dije que teníamos que serabsolutamente silenciosos, pues Camilo y sus hermanas estaban en elapartamento, y cualquier ruido podía dejarnos en evidencia. Ella solo respondiócon un “sí, ya tranquilo, que no nos sorprenderán, relájate”.
Abandonamos el balcón, entramos de nuevo al living delapartamento y seguimos besándonos. La agarraba de sus nalgas mientras la besaba,mientras que ella entrecruzaba sus brazos tras mi espalda. Frotábamos nuestroscuerpos aún vestidos, como emulando los movimientos y la penetración queocurriría unos minutos después.
Empecé a acariciar su torso aún con el buzo puesto. Suabdomen era perfecto, muy plano y conuna piel muy suave. Fui subiendo lentamente con mis manos por su espalda,notando que bajó ese buzo no había más que su humanidad, no llevaba sostén, loque me hizo apresurar a sentir sus senos en mis manos. Eran pequeños, tal ycomo lo había podido apreciar con solo mirarlos. Sus pezones también lo eran,pero eso no era obstáculo para jugar con ellos entre mis dedos.
Ella desabrochó mi pantalón y yo empecé a moverme paradejarlo caer. Una vez sin pantalón, ella empezó a frotarse cada vez con másintensidad. Era evidente que anhelaba ser follada, su calentura era más queevidente.
Yo interrumpí la escena preguntándole si se trataba de suprimera vez, a lo que ella respondió con un “jajajaja si sigues preguntandotonterías, voy a tener que dejarte aquí con la calentura”. Así que decidícallarme y disfrutar del momento.
Le quité el buzo tratando de ser muy delicado. Ella quedóahí parada, apenas vistiendo las bragas; con sus tetitas al aire, mirándome einvitándome a cogerlas, a besarlas, a jugar con ellas. Así lo hice.
Pero no eran solo sus senos los que me invitaban a lalujuria, era todo su cuerpo; delgado, frágil y a mi completa disposición. Denuevo la acaricié por el torso, le agarraba su tierno culito, y pasabasuavemente mis manos por su entrepierna.
Deslicé una de mis manos lentamente hasta introducirladebajo de su calzón. Su humedad delataba su alto estado de excitación. La palpéy en ningún momento me apresuré a introducir uno de mis dedos, más bien jugué aacariciarla superficialmente. Para ese entonces su calzón estaba empapado. Ellaya no me besaba sino que reclinaba su cabeza hacia atrás, dejándose llevar porel placer. Yo la besaba por el cuello mientras seguía jugando con la superficiede su vagina.
Me detuve y la hice recostar en el sofacama. Corrí sus bragashacia un costado y empecé a deslizar mi lengua sobre su vagina. Hasta eseentonces y en medio de la oscuridad no había podido apreciarla, pero ahoraestábamos cara a cara, o cara a vagina mejor dicho. Estaba completamenterasurada, y lucía tan tierna como todo el resto de su ser.
Jugaba con mi lengua por sobre sus labios vaginales. A lavez acariciaba la cara interior de sus muslos con mis manos. Ella me agarrabadel pelo y ocasionalmente hundía mi cara contra su vagina, ocasionalmentelevantaba su pubis para juntarlo contra mi cara. Era evidente que la estabapasando bien.
Luego me animé a introducir mi dedo índice, a hundirlopoco a poco y lentamente, y jugar con él en su interior. Acompañaba esto aúncon las caricias de mi lengua.
A esa altura de la faena, Katherine me pedía que lapenetrara. Yo estaba muy tentado a hacerlo, pero a la vez quería continuar conmi juego de darle placer. Ella empezaba a soltar unos ligeros gemidos. Lo quedesató mi preocupación, pues podía alertar a los demás y hacer que nuestroencuentro terminara en escándalo.
Me detuve, y con mi dedo, aún empapado por sus fluidos,le hice el habitual gesto de guardar silencio, posándolo en mis labios. Volví aposar mi cara frente a su vagina y a deslizar mi lengua sobre ella, pero estavez seguí de largo deslizándola hacia arriba, de modo que poco a poco fuisubiendo por su abdomen, por sus senos, por sus hombros y su cuello, hasta denuevo volver a besarla.
Agarré mi pene con una mano y empecé a frotarlo contra suvagina, sin penetrarla; solo pasándolo por allí para sentir su humedad con mimiembro. Pero no aguanté mucho tiempo haciendo esto, pues era inminente mideseo por follarla.
Empecé haciéndolo suavemente, pero ella me agarraba porlas nalgas y me empujaba, como tratando de controlar mis movimientos.
Yo seguía contemplándola como una pequeña y dulce chica,por lo que no quería ser agresivo ni brusco con mis movimientos. Pero ella noquería que le hicieran el amor, ella quería ser follada. Tuvo que decirme quela follara duro para que yo lo comprendiera. Así lo hice.
Ella me agarraba por el pelo, con su mano tras mi cabeza,mientras yo la penetraba a profundidad y con rapidez. Nos mirábamos fijamente alos ojos mientras nos hacíamos gestos de deseo.
Sus suspiros rápidamente se convirtieron en gemidos. Yobuscaba silenciarlos con besos y ocasionalmente poniendo mi mano sobre su boca.Lo que era imposible de reprimir era el sonido que hacían nuestros cuerpos alchocar, por lo que decidí que había que bajar la intensidad de los movimientos,a menos de que buscáramos ser descubiertos.
Ella se cansó de asumir el rol sumiso en la relación, asíque me pidió cambiar de posición. Ella me montaba, cara a cara, mientras yopermanecía sentado. Apenas mi pene se deslizo por entre su vagina, susmovimientos se hicieron rápidos y agresivos. Era evidente la calentura de estachica. Yo no sabía si siempre era así o si es que andaba mucho tiempo sinculear; el caso es que era más que notoria su fogosidad. Mientras ella me cabalgaba, yo besaba sus pequeños senos,que justo había quedado situados frente a mi cara. Los amasaba, los apretaba, losbesaba y los chupaba; me daba un completo festín con ellos.
Ella interrumpió dicho festín tomándome del pelo ylevantando mi rostro para poder besarme. Seguía meneándose sobre mí como si nohubiera mañana. Yo sentí que iba a terminar, y como no llevábamos protecciónpuesta se lo dije. Por lo que ella se levantó, luego se agachó y me masturbóhasta hacerme venir sobre su cara. Instantes después del orgasmo yo seguía estupefacto porel voltaje de esta chica. Incluso llegué a pensar que no había dado la talla,que no había correspondido al tremendo polvo que era Katherine. Le propusedarme un par de minutos para recuperar el aliento y echar otro polvo. Pero elladijo estar satisfecha, me dio un largo beso, se puso su buzo y se fue a dormir.
Al otro día, muy temprano, cuando apenas se aprecian losprimeros destellos del sol al amanecer, desperté con una maravillosa sorpresa.Sentí un ligero cosquilleo en el cuello, se trataba de Katherine que estababesándome allí. Le pregunté y le reproché por lo que hacía, no porque memolestara, sino por el enorme riesgo de ser descubiertos.
Me dijo que ese iba a ser su última día en Bogotá,presentaría pruebas en un par de universidades donde había realizadopreinscirpción, y luego partiría de nuevo a su casa, por lo que queríadespedirse de mí dejándome el mejor de los recuerdos. “Me has dado un ratoinigualable por lo que me siento obligada a recompensártelo”.
A continuación se dirigió hacia mi entrepierna, sacó mipene, lo tomó entre sus manos y lo introdujo en su boca para darme unafelación, un poco precaria y carente de técnica, pero inolvidable para mí.
Yo permanecía acostado en el sofacama, vigilando de reojocualquier movimiento, que pudiera interrumpir este hermoso momento. Esto noocurrió a pesar de que la mamada se extendió por un largo rato.
Todo terminó con mi descarga en la boca de Katherine. Eraevidente que esta era la primera vez que hacía una mamada, o por lo menos quealguien le terminaba en la boca, pues apenas lo hice, corrió desesperada aescupir el semen. Era notorio el asco que le dio, por lo que tuve que pedirledisculpas.
Ella no hizo mayor drama, me dijo que no me preocupara,que entendía lo ocurrido.
Luego intercambiamos números telefónicos para no perderel contacto, aunque yo no sabía qué tanto podía hablar con esta chica, con laque más allá del sexo, no había cruzado palabras por más de 15 minutos en lavida. Como último gesto de contacto en esa ocasión, Katherine se sacó suscalzones, me los tiró encima y dijo que me los dejaba como recuerdo. Según ellaporque los había mojado tanto, que emanaban un fuerte olor a coño, queseguramente no le convenía llevar consigo en un día de entrevistas enuniversidades.
Capítulo4: Volviendo al origen
El encuentro sexual con Katherine fue un punto de quiebreen mi vida. Me llenó de la confianza de la que carecí por tanto tiempo. Luegode varios años fui capaz de nuevo de encarar mujeres y tener relaciones conalgunas. Sin embargo, ninguna logró generarme lo que sí logró Katherine, pero aella no le vería, por lo menos, hasta el siguiente año.
Twitter: @felodel2016
1 comentarios - Las hermanas de Camilo (Capítulo 3)
Buen relato van puntos.