Mi marido y yo venimos de familias españolas, con más de 200 años de nobleza. Tanto en casa de mi marido, como en la mía, había criadas para complacer a los señores, mi padre tenía 3 criadas, todas eran de los pueblos cercanos, cuando entraban a serví en una casa noble, tenían que ser vírgenes.
Mi marido me pidió que buscara dos chicas para él. Fui a mi confesor, para que buscara entre las feligresas y me dijo que todas eran unas putas. Que buscara entre las mujeres casadas que teníamos a nuestro servicio.
Lo mejor y menos follado que encontré fue a mi madre o eso creía, porque cara a la gente era una señora noble, casta y muy católica. Y resulta que mi confesor la follaba todas las semanas, los mozos de los caballos, la follaban dos juntos. Y mi padre una vez al mes.
Después de la noche de bodas, mi estrenado marido me follaba todas las mañanas, fui otra vez a mi confesor y le pregunté si podía follarme como lo hacía con mi madre. Me desnudó, nunca ningún hombre, ni mi marido me había visto desnuda. Él me desnudó entera, sacó una polla como el badajo de la campana grande y me dijo que la chupara.
La metí lo que pude en mi boca y empecé a subir y bajar mis labios por ese tronco, cuando se cansó me puso como una perra y metió toda la verga en mi chochete. Grité porque me desgarraba mi coño, él empezó a mete y sacar, yo empecé a sentir unas cosquillas dentro de mi chocho, pero se corrió dentro y la sacó.
Yo me quedé como si me hubieran quitado un pastel de la boca.
Me fui a ver a los mozos de los caballos, les dije que tenían que follarme hasta que tuviera un orgasmo.
Entre los tres mi coño descubrió que follando llegaba obtener un placer que nadie me había contado.
Esa noche mi marido estaba follando a mi madre, me metí con ellos en la cama, conseguí que mi marido me llenara dos veces el coño de leche. Sabía que los mozos de los caballos me habían preñado.
Al día siguiente fui a mi suegro, y le pedí que me preparara. Me folló durante una semana, tres veces al día. Pero mi hijo era de Pablo, un hijo bastardo de mi suegro, al final todo quedaba en casa.
Mi marido me pidió que buscara dos chicas para él. Fui a mi confesor, para que buscara entre las feligresas y me dijo que todas eran unas putas. Que buscara entre las mujeres casadas que teníamos a nuestro servicio.
Lo mejor y menos follado que encontré fue a mi madre o eso creía, porque cara a la gente era una señora noble, casta y muy católica. Y resulta que mi confesor la follaba todas las semanas, los mozos de los caballos, la follaban dos juntos. Y mi padre una vez al mes.
Después de la noche de bodas, mi estrenado marido me follaba todas las mañanas, fui otra vez a mi confesor y le pregunté si podía follarme como lo hacía con mi madre. Me desnudó, nunca ningún hombre, ni mi marido me había visto desnuda. Él me desnudó entera, sacó una polla como el badajo de la campana grande y me dijo que la chupara.
La metí lo que pude en mi boca y empecé a subir y bajar mis labios por ese tronco, cuando se cansó me puso como una perra y metió toda la verga en mi chochete. Grité porque me desgarraba mi coño, él empezó a mete y sacar, yo empecé a sentir unas cosquillas dentro de mi chocho, pero se corrió dentro y la sacó.
Yo me quedé como si me hubieran quitado un pastel de la boca.
Me fui a ver a los mozos de los caballos, les dije que tenían que follarme hasta que tuviera un orgasmo.
Entre los tres mi coño descubrió que follando llegaba obtener un placer que nadie me había contado.
Esa noche mi marido estaba follando a mi madre, me metí con ellos en la cama, conseguí que mi marido me llenara dos veces el coño de leche. Sabía que los mozos de los caballos me habían preñado.
Al día siguiente fui a mi suegro, y le pedí que me preparara. Me folló durante una semana, tres veces al día. Pero mi hijo era de Pablo, un hijo bastardo de mi suegro, al final todo quedaba en casa.
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