Mi nombre no importa, actualmente tengo 31 años y lo que les voy a contar pasó hace 5 años, es decir cuando tenía 26 años y es de como pagué para tener sexo por primera vez.
En la adolescencia me empezó a llamar la atención el sexo, como a cualquier joven de mi edad, pero era muy tímida y no me relacionaba con chicos y en realidad no preocupaba tener novio, ni nada de eso, disfrutaba estando sola. Luego entré a la universidad y me dediqué a mis estudios. Cuando mis amigos hablaban sobre sexo, simplemente evadía el tema. Para ese entonces el sexo me llamaba más la atención, pero ningún chico o chica con quien hacerlo, así lo fui postergando hasta que cumplí los 26 años siendo virgen.
-------------
Llevaba un año viviendo sola, lejos de mis padres. Había terminado mi carrera y estaba trabajando en una empresa donde me pagaban lo suficiente para vivir bien, sin carencias, pero sin excentricidades.
En mis noches de mayor excitación, que eran frecuentes, pasaba horas viendo porno y masturbándome. Nunca se me ocurrió comprar consoladores o vibradores, pero una noche me vino una idea a la cabeza, tal vez un poco extrema. Si los hombres pagan por tener sexo, ¿por qué no hacerlo una mujer? Busqué en internet y ual-la, encontré una página de varios hombres que ofrecían distintos servicios y mostraban sus herramientas de trabajo. En ese momento pensé en contratar esos servicios y empecé a ver prospectos y aunque dicen que el tamaño no importa, buscaba uno de tamaño generoso. Encontré uno que decía medirle 19 cm, pero más adelante encontré a un negro súper acuerpado de 21 años, quien decía que le medía 24 cm y por su tamaño, no lo ponía en duda. Agendé su número en mi teléfono móvil y me dormí. Tenía que pensar cómo iba a planear aquello y también, darme tiempo para arrepentirme.
Estuve pensándolo por 5 días y de repente me decidí. Era martes y el fin de semana sería largo porque había lunes festivo. Lo primero que pensé fue invitarlo a mi casa, pero me parecía muy riesgoso, tal vez un vecino lo viera entrar a mi piso y prefería evitar comentarios sobre mí. Entonces se me ocurrió ir a un hotel con él. Era la mejor opción.
Le escribí al WhatsApp, le dije que me interesaba tener su servicio y si podía decirme su costo. Tenía unos ahorros para comprarme un nuevo TV, pero pensé que esa sería una mejor inversión. Me llamó para acordar mejor nuestra cita. Su voz grave, me hizo temblar cuando lo escuché. Le hablé sobre mi idea de ir a un hotel y le pareció una buena idea.
- ¿Por una noche?
- No, estaba pensando dos días, si te parece bien.
- Para mí está perfecto
- Siendo así, el sábado te envió la dirección del lugar donde nos encontraremos.
- Perfecto
Faltaban 4 días para el encuentro. Durante el día me parecía la peor de las ideas, y pensaba que era mejor seguir esperando a que llegara el chico indicado para perder la virginidad, no con un extraño y mucho menos, pagando. Pero eso había pensado durando los últimos 6 años y aún no pasaba. ¿Y si moría virgen?... Por las noches, cuando estaba más caliente, no veía la hora que llegara el día acordado.
Llegó el viernes, pensaba que no había comprado ropa interior, y fui a una tienda después de salir del trabajo. Compré algo bonito, pero nada excéntrico. Obvio, negra para que contrastara con mi piel clara. Aunque no me he descrito, tengo que decir que no me considero fea, simplemente soy extremadamente tímida, por lo cual había llegado a los 26 años siendo virgen.
Al llegar a mi casa se me cruzó un pensamiento por la mente, en el dolor que sentiría. Había leído que la primera vez dolía, y yo que pensaba hacerlo con uno bien dotado, es decir, me dolería más y más aún cuando yo nunca me había introducido ni un dedo en mi vagina por temor y solo me masturbaba frotando mi clítoris. Esa idea me asustaba, pero no quería pensar en eso.
Lo llamé para confirmar nuestra cita y antes de colgar le comenté mi estado. Le dije que era virgen y que estaba un poco temerosa. Me dijo, tranquila, que voy a consentir tu coño como lo merece. Cuando me dijo aquello sentí como empezaba a mojarme.
Esa noche me dormí como a las 2 am pensado en todo lo que pasaría ese fin de semana. Pero eso sí, estaba decidida a disfrutar lo que me había perdido los últimos años.
Llegué al hotel primero que él, pregunté por mi reservación, pagué los dos días que estaríamos en el hotel y me fui a la habitación. Estaba nerviosa, así que me tomé una cerveza mientras llegaba mi acompañante. A la media hora tocaron la puerta de la habitación. Al verlo me quedé muda, era un hombre muy atractivo, alto, como de 1.80, musculoso, con unos dientes perfectos. Era muy guapo. Yo de 1.65 me sentía pequeña a su lado. Me saludo con dos besos. Hasta ese momento no sabíamos nuestros nombres y para mí era mejor así.
¿Bueno qué quieres que hagamos? Me preguntó. No sé. Pero al mal paso, darle prisa. Le dije. Reímos los dos.
- ¿Te parece bien si nos duchamos?
- Claro. ¿Juntos o separados?
- Por ahora, separados.
Entre primero yo, me enjaboné el cuerpo y salí envuelta en una toalla. Mi turno, dijo.
Estuvo un rato en la ducha y salió envuelto en una toalla. Aunque su pene no estaba erecto, se le notaba por encima de la toalla. Yo solo tragaba saliva.
Me acosté en la cama y tiré la toalla a un lado. A los segundos ya lo tenía sobre mí besándome el cuello.
- Te voy a hacer gozar como una perrita, mami.
Eso me encendió.Mientras me besaba el cuello, me masajeaba las tetas, con fuerza, me tocaba y apretaba los pezones sin hacerme daño. Luego me besó y su lengua se apoderó de la mía. Aunque sí había besado, nunca lo habían hecho como él lo estaba haciendo. Luego de un rato bajo a mis senos. Comenzó a lamerlos, chuparlos. Y con sus dedos largos me frotaba el clítoris. Yo sentía que me moría. Pero estaba más viva que nunca. Fue dejando besos por mi abdomen luego bajó a mis pies y empezó a besarlos, a chupar mis dedos. Subió por mis piernas y las besó. Y llegó a donde quería que llegara. Nunca me habían hecho sexo oral, y lo estaba deseando con todas mis ganas. Se acercó a mi vagina, sopló sobre ella, y dio un lametón desde mi culo hasta mi clítoris, que me hizo ver las estrellas. Luego con su lengua la metió entre mis labios mayores, y la subía y bajaba sin rozar mi clítoris. Luego se concentró en él. Con la punta de su lengua lo acarició. Y lo apretó con sus labios. Empezó a frotarlo de un lado a otro y en círculos, y yo ya no veía estrellas, sino constelaciones, galaxias, de todos los colores. Así estuvo como por 10 minutos hasta que sentí como me llegaba un fuerte orgasmo y como brotaban fluidos de mi vagina. - Sabes deliciosa mami. Que me dijera mami me ponía a mil. Regreso otra vez a mi punto de placer y luego empezó a meter su largo dedo índice dentro de mí. No me dolía para nada. Lo metía y lo sacaba, primero lento, luego rápido. Y lo turnaba con su lengua que la introducía como queriendo encontrar un tesoro. Luego me metió dos dedos. Y seguía chupando y lamiendo mi clítoris. Luego subió a mi boca y me besaba mientras metía y sacaba sus dedos de mi ser.
Voy por un condón. Me dijo. Prefiero sin. Le dije. Estaba tan caliente que no pensaba las consecuencias de eso. Mucho mejor, me respondió.
- ¿Entonces voy a ser el primero que te estrene?
- Sí, así que procura hacer lo mejor que puedas. Le guiñé el ojo.
En eso agarró su pene que ya estaba erecto y empezó a frotar mi clítoris con él. Lo frotaba y frotaba la entrada de mi vagina. Mientras yo cerraba los ojos preparándome para recibir ese pene dentro de mí.
Empezó a empujar despacio la cabeza de su pene en la entrada de mi vagina, obviamente no quería entrar. Me metía los dedos, primero dos y luego tres para dilatarme. Volvió a intentarlo y esta vez entró su enorme glande. Yo sentía que me quemaba por dentro, pero no quería que se detuviera, quería más. Y me dio más. Siguió empujando y cuando no podía más, lo sacaba y lo volvía a meter. Así estuvimos un largo rato. Hasta que llegó el dolor más intenso que he sentido. Y aún podía ver que aún no entraba completo. Poco a poco lo fue metiendo y sin entrar por completo empezó a meterlo y a sacarlo. Yo sentía ráfagas de dolor y placer que se mezclaban. Apretaba mis pechos mientras me miraba fijamente.
- ¿Te gusta mami?
- Sí, sí, me gusta, me encanta.
- ¿Quieres que te dé más?
- Sí, sí, dame más.
Y volví a sentir otro dolor punzante que me hizo gritar como una loca. Ahora sí estaba llena de su gran verga. Estaba como loca, le pedía que me diera más, que me diera más duro. Puso mis piernas sobre sus hombros y me penetraba a buen ritmo. En ese momento pensaba que era la mejor decisión que había tomado en mi vida.
Siguió dándome duro y sin parar, no sé a cuántos orgasmos llegué, pero él después de un largo rato se vino y me echó su leche en mis senos.
Ambos estábamos agotadísimos, pero muy satisfechos. Recuperamos el aliento y fui al baño. En ese momento vi como un hilo de sangre bajaba por mi pierna izquierda y como la sábana se había manchado. Me metí a la ducha, me lavé, lavé un poco la sábana para quitarle la mancha. Luego él también se limpió y pedimos algo de comer. Pedimos unas bebidas y me sugirió comer algo ligero, porque esa noche sería larga. Me mojé de sólo escucharlo.
Luego de comer vimos un rato la TV y nos quedamos dormidos.
Estaba todo oscuro cuando sentí como acariciaba mis senos y mis pezones se ponían duros al instante. ¿Quieres retomar? Me dijo. Por supuesto, le contesté.
Sentía mi vagina un poco rara, pero pidiéndome más.
Hasta ese momento, no había tenido su pene en mis manos, sentía nervios de tocarlo, pero sin pensarlo lo agarré con una mano. Era pesado, casi no podía con él, me acomodé mejor y empecé a acariciarlo. Él me mostró cómo hacerlo. Si quieres lo puedes chupar. Me dijo. Nunca había chupado un pene, pero sería una nueva experiencia. Le di un tímido beso sobre su glande y luego empecé a lamerlo, alrededor. En mis manos se iba haciendo cada vez más grande y más duro. Sentía como sobresalían sus venas. Estuve un buen rato chupándoselo. Luego nos besamos como si nuestras bocas se conocieran desde siempre. Bajó a mis senos y los chupó y luego regresó al lugar donde había izado bandera. Lamió mi clítoris, quien ya extrañaba aquella ágil lengua y volví a llegar al orgasmo.
Ven súbete sobre mí, me dijo. No lo dudé ni un segundo. Me senté sobre aquel pene, que en ese momento era mío, y lo froté con mi clítoris. Luego con una mano, lo conduje a aquel agujero que tenía su forma. Fue entrando poco a poco.
Sin mucha pericia, intentaba subir y bajar de él. En ese momento sentí como el hombre que estaba dentro de mí empezaba a moverse, entraba y salía rápidamente. Yo sentía que mis piernas temblaban y mi mente se nublaba del placer que me estaba haciendo sentir ese gran trozo de carne. Luego me puso en cuatro y siguió dándome sin cansarse.
Su lengua lamía otra vez mi clítoris, aunque solo por un rato, porque me la volvió a meter, está vez yo abajo de él. Sentía sus jadeos en mi cuello, mientras me penetraba lo más rápido que podía. Descansaba por segundos y luego volvía a embestirme con sus manos en mi culo, una en cada nalga. Volví a sentir un orgasmo llegar y a un poco rato me dijo que también se iba a venir. Cuando lo iba a sacar lo detuve agarrándolo de su culo. Déjalo dentro de mí, le pedí. Sentí como me inundaba las entrañas con su leche. Eres bien perrita. Me dijo.
Esa noche dormí como nunca antes, estaba cansada, satisfecha, pero con ganas de más y ¿lo mejor? Todavía nos quedaba un día para disfrutar.
Me desperté súper pronto. Él todavía seguía durmiendo. Pensé en seguir durmiendo, pero no podía, los recuerdos recientes pasaban por mi mente. Aproveché para revisar mi móvil, que hace horas no revisaba. No tenía muchos mensajes.
Fui al baño, aún tenía semen que me escurría por mis piernas. En ese momento pensé en lo loca que estaba por hacer aquello y que podía quedar embarazada. Pensé que luego de salir del hotel, iría por una pastilla del día después para evitar cualquier tragedia. Pero por el momento quería seguir disfrutando.
Me bañé, pedí el desayuno. Desayuné y mi hombre seguía dormido. Pobre, lo tenía trabajando horas extras. Al rato se despertó y comió su desayuno.
-¿Lista para hoy? Me guiñó el ojo.
-¿Tú lo estás?
-Siempre.
Después de reposarse se bañó y hablamos un rato de cosas triviales, nada personal. En ese momento yo estaba esperando que él tomará la iniciativa para seguir. No quería presionarlo. A lo mejor seguía cansado. Pero el escuchó mis pensamientos y puso una mano sobre mi pierna y empezó a acariciarla. Esta vez no tardó mucho en llegar a mi punto de placer máximo. Me encanta tu sabor. Me decía. Metía su lengua dentro de mi vagina y sin esperar más, volvió a penetrarme con su pene que ya había crecido. Otra vez él sobre mí. Me encantaba esa posición. Agarraba mis nalgas con sus manos grandes y me atraía más a él, como queriendo introducirlo hasta tocar mis entrañas. Yo disfrutaba y me movía para ayudarlo en esa labor. Así estuvimos como 10 minutos. El insaciable parecía ser él y yo encantada de que así fuera. Me puso en cuatro y estuvo penetrándome otros 5 minutos. Se acercó a mi oreja, me chupó el lóbulo y me preguntó... ¿Quieres que te la meta por el culo, mami? Sentí un escalofrío cuando me dijo aquello. Sin esperar mi respuesta se lanzó a mi culo y empezó a lamerlo. Te va a encantar. ¿Qué dices? Yo ya estaba en otro mundo, uno donde no me importaba nada y en el que mis deseos eran dueños de mí. Hazlo. Le dije. Vine preparado. Fue a su bolso y sacó un tarro de lubricante. Se lo agradecí con la mirada. Untó una gran cantidad sobre mi ano y luego posó su pene en él. Lo fue metiendo poco a poco. El dolor era indescriptible. Pero también sentía un cosquilleo que no me dejaba pedirle que parara. Continuó y llegó el momento en que sentía que ya no me cabía más. Empezó a meterlo y sacarlo lento y rápido. Y yo cada vez sentía más placer. Sigue, sigue, le pedía.
-Te encanta verdad, zorrita.
-Sí, me encanta, me encanta que me la metas por el culo. Dame más.
Yo estaba fuera de mí. Y él seguía dentro. Hasta que se vino dentro de mi culo. Esa vez descansamos durante más tiempo, ahora la que necesitaba recuperarse, era yo.
Comimos, nos metimos al jacuzzi, dormimos otro rato y como a las 9 de la noche, fui yo la que le pregunté si quería seguir. Siempre, me contestó. Pero te tengo una sugerencia. ¿Cuál? Le pregunté. Se levantó, fue a su bolso y sacó un consolador. Esto. Me lo mostró. Lo hicieron con mi molde, y lo uso solo con chicas especiales como tú. No se me ocurría para que lo podíamos usar, además, con él de carne, era más que suficiente más para mí. Ya verás cómo vas gozar, me dijo.
Date vuelta. Le hice caso y empezó a comerme la vagina otra vez, pero está vez también se comía mi culito que estaba algo sensible. Pero listo para recibir visitas. Se acostó a mi lado y empezó a meter su pene en mi culo, y fue dándome. Yo que estaba sensible llegué rápido al orgasmo. Se dio cuenta y me acostó boca arriba sobre él, seguía penetrándome cuando sentí que algo entraba por mi otro hueco. Era su pene de goma. Me sorprendía su agilidad para hacer todo a la vez. Al mismo ritmo, llenaba mis huecos, brindándome el mayor placer que he sentido. Al rato me vine otra vez. Así estuvimos un largo rato, hasta que volvió a llenarme el culo de su leche.
Sin duda no olvidaré ese fin de semana jamás, ni a ese hombre que dejó su forma dentro de mi ser.
En la adolescencia me empezó a llamar la atención el sexo, como a cualquier joven de mi edad, pero era muy tímida y no me relacionaba con chicos y en realidad no preocupaba tener novio, ni nada de eso, disfrutaba estando sola. Luego entré a la universidad y me dediqué a mis estudios. Cuando mis amigos hablaban sobre sexo, simplemente evadía el tema. Para ese entonces el sexo me llamaba más la atención, pero ningún chico o chica con quien hacerlo, así lo fui postergando hasta que cumplí los 26 años siendo virgen.
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Llevaba un año viviendo sola, lejos de mis padres. Había terminado mi carrera y estaba trabajando en una empresa donde me pagaban lo suficiente para vivir bien, sin carencias, pero sin excentricidades.
En mis noches de mayor excitación, que eran frecuentes, pasaba horas viendo porno y masturbándome. Nunca se me ocurrió comprar consoladores o vibradores, pero una noche me vino una idea a la cabeza, tal vez un poco extrema. Si los hombres pagan por tener sexo, ¿por qué no hacerlo una mujer? Busqué en internet y ual-la, encontré una página de varios hombres que ofrecían distintos servicios y mostraban sus herramientas de trabajo. En ese momento pensé en contratar esos servicios y empecé a ver prospectos y aunque dicen que el tamaño no importa, buscaba uno de tamaño generoso. Encontré uno que decía medirle 19 cm, pero más adelante encontré a un negro súper acuerpado de 21 años, quien decía que le medía 24 cm y por su tamaño, no lo ponía en duda. Agendé su número en mi teléfono móvil y me dormí. Tenía que pensar cómo iba a planear aquello y también, darme tiempo para arrepentirme.
Estuve pensándolo por 5 días y de repente me decidí. Era martes y el fin de semana sería largo porque había lunes festivo. Lo primero que pensé fue invitarlo a mi casa, pero me parecía muy riesgoso, tal vez un vecino lo viera entrar a mi piso y prefería evitar comentarios sobre mí. Entonces se me ocurrió ir a un hotel con él. Era la mejor opción.
Le escribí al WhatsApp, le dije que me interesaba tener su servicio y si podía decirme su costo. Tenía unos ahorros para comprarme un nuevo TV, pero pensé que esa sería una mejor inversión. Me llamó para acordar mejor nuestra cita. Su voz grave, me hizo temblar cuando lo escuché. Le hablé sobre mi idea de ir a un hotel y le pareció una buena idea.
- ¿Por una noche?
- No, estaba pensando dos días, si te parece bien.
- Para mí está perfecto
- Siendo así, el sábado te envió la dirección del lugar donde nos encontraremos.
- Perfecto
Faltaban 4 días para el encuentro. Durante el día me parecía la peor de las ideas, y pensaba que era mejor seguir esperando a que llegara el chico indicado para perder la virginidad, no con un extraño y mucho menos, pagando. Pero eso había pensado durando los últimos 6 años y aún no pasaba. ¿Y si moría virgen?... Por las noches, cuando estaba más caliente, no veía la hora que llegara el día acordado.
Llegó el viernes, pensaba que no había comprado ropa interior, y fui a una tienda después de salir del trabajo. Compré algo bonito, pero nada excéntrico. Obvio, negra para que contrastara con mi piel clara. Aunque no me he descrito, tengo que decir que no me considero fea, simplemente soy extremadamente tímida, por lo cual había llegado a los 26 años siendo virgen.
Al llegar a mi casa se me cruzó un pensamiento por la mente, en el dolor que sentiría. Había leído que la primera vez dolía, y yo que pensaba hacerlo con uno bien dotado, es decir, me dolería más y más aún cuando yo nunca me había introducido ni un dedo en mi vagina por temor y solo me masturbaba frotando mi clítoris. Esa idea me asustaba, pero no quería pensar en eso.
Lo llamé para confirmar nuestra cita y antes de colgar le comenté mi estado. Le dije que era virgen y que estaba un poco temerosa. Me dijo, tranquila, que voy a consentir tu coño como lo merece. Cuando me dijo aquello sentí como empezaba a mojarme.
Esa noche me dormí como a las 2 am pensado en todo lo que pasaría ese fin de semana. Pero eso sí, estaba decidida a disfrutar lo que me había perdido los últimos años.
Llegué al hotel primero que él, pregunté por mi reservación, pagué los dos días que estaríamos en el hotel y me fui a la habitación. Estaba nerviosa, así que me tomé una cerveza mientras llegaba mi acompañante. A la media hora tocaron la puerta de la habitación. Al verlo me quedé muda, era un hombre muy atractivo, alto, como de 1.80, musculoso, con unos dientes perfectos. Era muy guapo. Yo de 1.65 me sentía pequeña a su lado. Me saludo con dos besos. Hasta ese momento no sabíamos nuestros nombres y para mí era mejor así.
¿Bueno qué quieres que hagamos? Me preguntó. No sé. Pero al mal paso, darle prisa. Le dije. Reímos los dos.
- ¿Te parece bien si nos duchamos?
- Claro. ¿Juntos o separados?
- Por ahora, separados.
Entre primero yo, me enjaboné el cuerpo y salí envuelta en una toalla. Mi turno, dijo.
Estuvo un rato en la ducha y salió envuelto en una toalla. Aunque su pene no estaba erecto, se le notaba por encima de la toalla. Yo solo tragaba saliva.
Me acosté en la cama y tiré la toalla a un lado. A los segundos ya lo tenía sobre mí besándome el cuello.
- Te voy a hacer gozar como una perrita, mami.
Eso me encendió.Mientras me besaba el cuello, me masajeaba las tetas, con fuerza, me tocaba y apretaba los pezones sin hacerme daño. Luego me besó y su lengua se apoderó de la mía. Aunque sí había besado, nunca lo habían hecho como él lo estaba haciendo. Luego de un rato bajo a mis senos. Comenzó a lamerlos, chuparlos. Y con sus dedos largos me frotaba el clítoris. Yo sentía que me moría. Pero estaba más viva que nunca. Fue dejando besos por mi abdomen luego bajó a mis pies y empezó a besarlos, a chupar mis dedos. Subió por mis piernas y las besó. Y llegó a donde quería que llegara. Nunca me habían hecho sexo oral, y lo estaba deseando con todas mis ganas. Se acercó a mi vagina, sopló sobre ella, y dio un lametón desde mi culo hasta mi clítoris, que me hizo ver las estrellas. Luego con su lengua la metió entre mis labios mayores, y la subía y bajaba sin rozar mi clítoris. Luego se concentró en él. Con la punta de su lengua lo acarició. Y lo apretó con sus labios. Empezó a frotarlo de un lado a otro y en círculos, y yo ya no veía estrellas, sino constelaciones, galaxias, de todos los colores. Así estuvo como por 10 minutos hasta que sentí como me llegaba un fuerte orgasmo y como brotaban fluidos de mi vagina. - Sabes deliciosa mami. Que me dijera mami me ponía a mil. Regreso otra vez a mi punto de placer y luego empezó a meter su largo dedo índice dentro de mí. No me dolía para nada. Lo metía y lo sacaba, primero lento, luego rápido. Y lo turnaba con su lengua que la introducía como queriendo encontrar un tesoro. Luego me metió dos dedos. Y seguía chupando y lamiendo mi clítoris. Luego subió a mi boca y me besaba mientras metía y sacaba sus dedos de mi ser.
Voy por un condón. Me dijo. Prefiero sin. Le dije. Estaba tan caliente que no pensaba las consecuencias de eso. Mucho mejor, me respondió.
- ¿Entonces voy a ser el primero que te estrene?
- Sí, así que procura hacer lo mejor que puedas. Le guiñé el ojo.
En eso agarró su pene que ya estaba erecto y empezó a frotar mi clítoris con él. Lo frotaba y frotaba la entrada de mi vagina. Mientras yo cerraba los ojos preparándome para recibir ese pene dentro de mí.
Empezó a empujar despacio la cabeza de su pene en la entrada de mi vagina, obviamente no quería entrar. Me metía los dedos, primero dos y luego tres para dilatarme. Volvió a intentarlo y esta vez entró su enorme glande. Yo sentía que me quemaba por dentro, pero no quería que se detuviera, quería más. Y me dio más. Siguió empujando y cuando no podía más, lo sacaba y lo volvía a meter. Así estuvimos un largo rato. Hasta que llegó el dolor más intenso que he sentido. Y aún podía ver que aún no entraba completo. Poco a poco lo fue metiendo y sin entrar por completo empezó a meterlo y a sacarlo. Yo sentía ráfagas de dolor y placer que se mezclaban. Apretaba mis pechos mientras me miraba fijamente.
- ¿Te gusta mami?
- Sí, sí, me gusta, me encanta.
- ¿Quieres que te dé más?
- Sí, sí, dame más.
Y volví a sentir otro dolor punzante que me hizo gritar como una loca. Ahora sí estaba llena de su gran verga. Estaba como loca, le pedía que me diera más, que me diera más duro. Puso mis piernas sobre sus hombros y me penetraba a buen ritmo. En ese momento pensaba que era la mejor decisión que había tomado en mi vida.
Siguió dándome duro y sin parar, no sé a cuántos orgasmos llegué, pero él después de un largo rato se vino y me echó su leche en mis senos.
Ambos estábamos agotadísimos, pero muy satisfechos. Recuperamos el aliento y fui al baño. En ese momento vi como un hilo de sangre bajaba por mi pierna izquierda y como la sábana se había manchado. Me metí a la ducha, me lavé, lavé un poco la sábana para quitarle la mancha. Luego él también se limpió y pedimos algo de comer. Pedimos unas bebidas y me sugirió comer algo ligero, porque esa noche sería larga. Me mojé de sólo escucharlo.
Luego de comer vimos un rato la TV y nos quedamos dormidos.
Estaba todo oscuro cuando sentí como acariciaba mis senos y mis pezones se ponían duros al instante. ¿Quieres retomar? Me dijo. Por supuesto, le contesté.
Sentía mi vagina un poco rara, pero pidiéndome más.
Hasta ese momento, no había tenido su pene en mis manos, sentía nervios de tocarlo, pero sin pensarlo lo agarré con una mano. Era pesado, casi no podía con él, me acomodé mejor y empecé a acariciarlo. Él me mostró cómo hacerlo. Si quieres lo puedes chupar. Me dijo. Nunca había chupado un pene, pero sería una nueva experiencia. Le di un tímido beso sobre su glande y luego empecé a lamerlo, alrededor. En mis manos se iba haciendo cada vez más grande y más duro. Sentía como sobresalían sus venas. Estuve un buen rato chupándoselo. Luego nos besamos como si nuestras bocas se conocieran desde siempre. Bajó a mis senos y los chupó y luego regresó al lugar donde había izado bandera. Lamió mi clítoris, quien ya extrañaba aquella ágil lengua y volví a llegar al orgasmo.
Ven súbete sobre mí, me dijo. No lo dudé ni un segundo. Me senté sobre aquel pene, que en ese momento era mío, y lo froté con mi clítoris. Luego con una mano, lo conduje a aquel agujero que tenía su forma. Fue entrando poco a poco.
Sin mucha pericia, intentaba subir y bajar de él. En ese momento sentí como el hombre que estaba dentro de mí empezaba a moverse, entraba y salía rápidamente. Yo sentía que mis piernas temblaban y mi mente se nublaba del placer que me estaba haciendo sentir ese gran trozo de carne. Luego me puso en cuatro y siguió dándome sin cansarse.
Su lengua lamía otra vez mi clítoris, aunque solo por un rato, porque me la volvió a meter, está vez yo abajo de él. Sentía sus jadeos en mi cuello, mientras me penetraba lo más rápido que podía. Descansaba por segundos y luego volvía a embestirme con sus manos en mi culo, una en cada nalga. Volví a sentir un orgasmo llegar y a un poco rato me dijo que también se iba a venir. Cuando lo iba a sacar lo detuve agarrándolo de su culo. Déjalo dentro de mí, le pedí. Sentí como me inundaba las entrañas con su leche. Eres bien perrita. Me dijo.
Esa noche dormí como nunca antes, estaba cansada, satisfecha, pero con ganas de más y ¿lo mejor? Todavía nos quedaba un día para disfrutar.
Me desperté súper pronto. Él todavía seguía durmiendo. Pensé en seguir durmiendo, pero no podía, los recuerdos recientes pasaban por mi mente. Aproveché para revisar mi móvil, que hace horas no revisaba. No tenía muchos mensajes.
Fui al baño, aún tenía semen que me escurría por mis piernas. En ese momento pensé en lo loca que estaba por hacer aquello y que podía quedar embarazada. Pensé que luego de salir del hotel, iría por una pastilla del día después para evitar cualquier tragedia. Pero por el momento quería seguir disfrutando.
Me bañé, pedí el desayuno. Desayuné y mi hombre seguía dormido. Pobre, lo tenía trabajando horas extras. Al rato se despertó y comió su desayuno.
-¿Lista para hoy? Me guiñó el ojo.
-¿Tú lo estás?
-Siempre.
Después de reposarse se bañó y hablamos un rato de cosas triviales, nada personal. En ese momento yo estaba esperando que él tomará la iniciativa para seguir. No quería presionarlo. A lo mejor seguía cansado. Pero el escuchó mis pensamientos y puso una mano sobre mi pierna y empezó a acariciarla. Esta vez no tardó mucho en llegar a mi punto de placer máximo. Me encanta tu sabor. Me decía. Metía su lengua dentro de mi vagina y sin esperar más, volvió a penetrarme con su pene que ya había crecido. Otra vez él sobre mí. Me encantaba esa posición. Agarraba mis nalgas con sus manos grandes y me atraía más a él, como queriendo introducirlo hasta tocar mis entrañas. Yo disfrutaba y me movía para ayudarlo en esa labor. Así estuvimos como 10 minutos. El insaciable parecía ser él y yo encantada de que así fuera. Me puso en cuatro y estuvo penetrándome otros 5 minutos. Se acercó a mi oreja, me chupó el lóbulo y me preguntó... ¿Quieres que te la meta por el culo, mami? Sentí un escalofrío cuando me dijo aquello. Sin esperar mi respuesta se lanzó a mi culo y empezó a lamerlo. Te va a encantar. ¿Qué dices? Yo ya estaba en otro mundo, uno donde no me importaba nada y en el que mis deseos eran dueños de mí. Hazlo. Le dije. Vine preparado. Fue a su bolso y sacó un tarro de lubricante. Se lo agradecí con la mirada. Untó una gran cantidad sobre mi ano y luego posó su pene en él. Lo fue metiendo poco a poco. El dolor era indescriptible. Pero también sentía un cosquilleo que no me dejaba pedirle que parara. Continuó y llegó el momento en que sentía que ya no me cabía más. Empezó a meterlo y sacarlo lento y rápido. Y yo cada vez sentía más placer. Sigue, sigue, le pedía.
-Te encanta verdad, zorrita.
-Sí, me encanta, me encanta que me la metas por el culo. Dame más.
Yo estaba fuera de mí. Y él seguía dentro. Hasta que se vino dentro de mi culo. Esa vez descansamos durante más tiempo, ahora la que necesitaba recuperarse, era yo.
Comimos, nos metimos al jacuzzi, dormimos otro rato y como a las 9 de la noche, fui yo la que le pregunté si quería seguir. Siempre, me contestó. Pero te tengo una sugerencia. ¿Cuál? Le pregunté. Se levantó, fue a su bolso y sacó un consolador. Esto. Me lo mostró. Lo hicieron con mi molde, y lo uso solo con chicas especiales como tú. No se me ocurría para que lo podíamos usar, además, con él de carne, era más que suficiente más para mí. Ya verás cómo vas gozar, me dijo.
Date vuelta. Le hice caso y empezó a comerme la vagina otra vez, pero está vez también se comía mi culito que estaba algo sensible. Pero listo para recibir visitas. Se acostó a mi lado y empezó a meter su pene en mi culo, y fue dándome. Yo que estaba sensible llegué rápido al orgasmo. Se dio cuenta y me acostó boca arriba sobre él, seguía penetrándome cuando sentí que algo entraba por mi otro hueco. Era su pene de goma. Me sorprendía su agilidad para hacer todo a la vez. Al mismo ritmo, llenaba mis huecos, brindándome el mayor placer que he sentido. Al rato me vine otra vez. Así estuvimos un largo rato, hasta que volvió a llenarme el culo de su leche.
Sin duda no olvidaré ese fin de semana jamás, ni a ese hombre que dejó su forma dentro de mi ser.
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