Espero que recuerden a Julieta (@Juliet97) y a su novio Fernando, los jóvenes que me contactaron porque estaban buscando nuevas experiencias
http://www.poringa.net/posts/relatos/3708535/Nuevas-Amistades.html.
Ellos son hermosos, jóvenes, y se dejaron llevar por mis manos hacia ese primer orgasmo que ella recibió con los ojos vendados, y él dejándose cabalgar por su hembrita en celo.
Pero en todo encuentro, los hielos se derriten, los muros se caen, y las vergüenzas se diluyen. Los roles van cambiando a cada momento, y cuando ocurre la magia de dos o tres personas que se desean y se dejan llevar por el ardor, las cosas ocurren.
Tuvo su orgasmo arriba de su hombre, cabalgándolo, pero con el ritmo que yo le iba marcando en el movimiento de sus nalgas. Por eso, porque no podía manejar el ritmo, es que empezó a decir cosas sucias, que en boca de esta niña angelical, sonaban hermosas.
Apenas acabó y se derrumbó en la cama, se sacó la venda, y lo vio a Fernando que también había acabado, pero su pija seguía dura, y tenia cara de que no podía creer lo que estaba pasando.
Me miró a mi y me dijo con voz gruesa, como poseída
-¿Y vos? ¿Qué haces todavía con la ropa puesta?
Yo seguía con mi camisa blanca abrochada y el pantalón del traje negro puesto. Mi rol, hasta ese momento era el de anfitrión, de director de la escena en la que la pequeña hermosa mujer de poco más de un metro y medio de curvas, se trepaba en la belleza hombría del más de metro ochenta de su pareja.
Pero ya no había frenos inhibitorios, y el primer polvo, lejos de calmarla, la había encendido. Casi con voz ronca me pidió que me acercara, y se abalanzó sobre el cierre de mi pantalón, liberó mi instrumento y sin mirarlo, se lo metió en su boca. Parecía hambrienta, y la dejé que hiciera. Claro, porque me gustaba sentir su boca en mi pija, pero también porque lo que había ocurrido hacia un instante había estado muy bien.
De todas formas, yo no descuidé nunca mi rol, y miré a Fernando a los ojos. Tenía una mirada extraña. Estaba caliente, excitado y celoso. Todo a la vez. Y si ganaba el celoso, el juego terminaría y yo no lo iba a permitir. De hecho, yo estaba ahí para que eso no pasara.
Le hice una seña para que se acercara, y le guié la mano para que la agarre del pelo, y para que sea él, el que la guiara en la chupada de pija que me estaba haciendo. Le estaba ofreciendo un poco del rol de director, para que supiera que él también podía tener el control de la situación.
No iba a perder el control. Por eso la agarré del pelo, saqué mi pija de su boca, la dejé así, sostenida en el aire, para que la vea, chorreando y palpitante.
-¿La querés?
-Sabés que sí- me contestó con voz de sacada
-Vas a aprender a rogar por pija. Ahora vas a hacer lo que yo te digo.
Entonces le hice señas a Fernando para que se tumbe boca arriba en la cama, y le pedí a la pequeña que se la chupara hasta que la tuviera dura. El espectáculo era precioso. El hombre gimiendo apenas por cada una de las embestidas de la boca de ella. Ella en cuatro patas, concentradísima en su tarea.
El plan ya se había puesto en marcha. Me senté detrás de ella, cómodamente, en la silla que acerqué al borde de la cama, y apoyé mis manos en sus nalgas. Su respuesta fue inmediata, soltando un gemido y un si, largo, profundo.
Solo abrí sus nalgas y le pasé un dedo por todo su culo. Se estremeció, pero le pedí que no se detenga, que siguiera con lo suyo. Fernando seguía disfrutando de la mamada que le estaban pegando, mientras yo esparcía los jugos de Julietita por el culo cerrado de la nena.
-Cogeme, hijo de puta
-Disfrutá de mi ventaja, pendeja. Soy un hombre grande… para alborotados, lo tenés a él y a tus amiguitos. Yo te voy a coger muy lentamente, muy profundamente, y muy, muy intensamente, pero quizás eso no ocurra hoy.
Mientras le decía todo eso, sentía en mi dedo índice como los pliegues de su culo se iban abriendo, cediendo, pidiendo más, y entonces fue cuando le pasé mi lengua por todo su ojete.
Su gemido fue brutal y automático. Apenas sintió mi lengua gruesa y caliente intentando atravesar su esfinter, sentí como se mojaba su concha con sus jugos. Aproveché para lubricarla aun más.
El cuarto se había llenado de gemidos, y los cuerpos ardían de modo tal que la temperatura había llegado a lugares muy cálidos. No es posible describir los olores que emanaban de los tres cuerpos involucrados en el acto.
Apoyé la punta de mi pija en su culo y se la hice puertear. Me puteó una vez más. Sentía que su culito quería devorarme la pija. Pero no la penetré. Salí de allí y le pedí que se diera vuelta.
Le besé la boca y empecé a dejarla caer sobre el cuerpo de Fernando. La pija de Fernando estaba tal cual como yo quería: dura, parada, roja, lubricada por la saliva de Juli. Y ella, estaba preciosa: abierta, lista para ser desvirgada del culo.
Se afirmó bien, y se dejó caer lentamente sobre la pija de su novio. Abrió la boca, como si tomar todo el aire de la habitación le permitiera abrirse aún más. Cuando se dio cuenta de que tenía en su culo toda la pija de Fernando, se quedó quieta, sintiendo las manos de él que la sostenían de la cintura. Nunca dejó de mirarme fijamente. Le bese la boca, y agarrándola de los pechos, la empecé a guiar para que empiece a balancearse muy lentamente.
Ya el dolor había quedado atrás. Ya estaba gozando. Arqueó su espalda. Como tomándose revancha de la venda que le tapaba la visión en la primera parte del juego, ahora tenía los ojos bien abiertos, disfrutando lo que veía, disfrutando sus nuevos goces.
Ya gemía y cabalgaba sobre la pija de Fernando. Pero todavía faltaba lo mejor.
Me acerqué con mi pija en la mano. Apoyé la cabeza en su clitoris. Soltó un grito de placer ante el menor contacto. Empecé a rozarla, a masturbarla con todo el tronco de mi pija. La respuesta fue asombrosa. Nunca escuché decir tantas suciedades de la boca de una mujer.
Simulé enojo por sus insultos -puto, era lo más suavecito que me decía- y me aparté de ella. También le tomé las manos y la saqué de la pija de Fernando, que le atravesaba el orto.
Me tumbé en la cama boca arriba, y la envolví en un abrazo contra mí. Hundí mi pija en su concha que estaba muy mojada. Fernando entendió mi seña. Se subió encima de ella, y empezó a darle por el culo.
La pendeja estaba experimentando no solo el desvirgue de su ojete, sino una doble penetración preciosa. Todo transcurría armoniosamente. Yo estático, dentro de su concha. Ella quieta, sostenida por mis manos. Y Fernando dándole duro por su culo, sintiendo como tope, mi pija. Los roces provocaban situaciones intensas en los tres. No tardaron en acabar. Fernando primero, y Julieta después.
Salió de encima mío.
La parejita se quedó mirando como mi pija estaba palpitando. Con una gota de miel en la punta. De un color morado que, se notaba, necesitaba de un alivio.
Ya habían desaparecido todas las barreras.
Fernando puso sos dos manos en mi pecho, mientras Julieta usaba su boca y sus manos. Esta vez no tuvo que trabajar demasiado. Un torbellino empezó a generarse detrás de mi nuca. Bajó por mi espalda. Y desarrolló su eclosión en mis huevos. Un estertor, luego otro, y detrás de ellos tres, cuatro más, todos cargados de leche espesa, caliente, esparcida por todos lados, las manos de Fernando, la cara de Julieta.
Y mi cuerpo que encontraba la calma, y la sonrisa cómplice de los jóvenes que sabían, habían sido protagonistas de un momento hermoso.
http://www.poringa.net/posts/relatos/3708535/Nuevas-Amistades.html.
Ellos son hermosos, jóvenes, y se dejaron llevar por mis manos hacia ese primer orgasmo que ella recibió con los ojos vendados, y él dejándose cabalgar por su hembrita en celo.
Pero en todo encuentro, los hielos se derriten, los muros se caen, y las vergüenzas se diluyen. Los roles van cambiando a cada momento, y cuando ocurre la magia de dos o tres personas que se desean y se dejan llevar por el ardor, las cosas ocurren.
Tuvo su orgasmo arriba de su hombre, cabalgándolo, pero con el ritmo que yo le iba marcando en el movimiento de sus nalgas. Por eso, porque no podía manejar el ritmo, es que empezó a decir cosas sucias, que en boca de esta niña angelical, sonaban hermosas.
Apenas acabó y se derrumbó en la cama, se sacó la venda, y lo vio a Fernando que también había acabado, pero su pija seguía dura, y tenia cara de que no podía creer lo que estaba pasando.
Me miró a mi y me dijo con voz gruesa, como poseída
-¿Y vos? ¿Qué haces todavía con la ropa puesta?
Yo seguía con mi camisa blanca abrochada y el pantalón del traje negro puesto. Mi rol, hasta ese momento era el de anfitrión, de director de la escena en la que la pequeña hermosa mujer de poco más de un metro y medio de curvas, se trepaba en la belleza hombría del más de metro ochenta de su pareja.
Pero ya no había frenos inhibitorios, y el primer polvo, lejos de calmarla, la había encendido. Casi con voz ronca me pidió que me acercara, y se abalanzó sobre el cierre de mi pantalón, liberó mi instrumento y sin mirarlo, se lo metió en su boca. Parecía hambrienta, y la dejé que hiciera. Claro, porque me gustaba sentir su boca en mi pija, pero también porque lo que había ocurrido hacia un instante había estado muy bien.
De todas formas, yo no descuidé nunca mi rol, y miré a Fernando a los ojos. Tenía una mirada extraña. Estaba caliente, excitado y celoso. Todo a la vez. Y si ganaba el celoso, el juego terminaría y yo no lo iba a permitir. De hecho, yo estaba ahí para que eso no pasara.
Le hice una seña para que se acercara, y le guié la mano para que la agarre del pelo, y para que sea él, el que la guiara en la chupada de pija que me estaba haciendo. Le estaba ofreciendo un poco del rol de director, para que supiera que él también podía tener el control de la situación.
No iba a perder el control. Por eso la agarré del pelo, saqué mi pija de su boca, la dejé así, sostenida en el aire, para que la vea, chorreando y palpitante.
-¿La querés?
-Sabés que sí- me contestó con voz de sacada
-Vas a aprender a rogar por pija. Ahora vas a hacer lo que yo te digo.
Entonces le hice señas a Fernando para que se tumbe boca arriba en la cama, y le pedí a la pequeña que se la chupara hasta que la tuviera dura. El espectáculo era precioso. El hombre gimiendo apenas por cada una de las embestidas de la boca de ella. Ella en cuatro patas, concentradísima en su tarea.
El plan ya se había puesto en marcha. Me senté detrás de ella, cómodamente, en la silla que acerqué al borde de la cama, y apoyé mis manos en sus nalgas. Su respuesta fue inmediata, soltando un gemido y un si, largo, profundo.
Solo abrí sus nalgas y le pasé un dedo por todo su culo. Se estremeció, pero le pedí que no se detenga, que siguiera con lo suyo. Fernando seguía disfrutando de la mamada que le estaban pegando, mientras yo esparcía los jugos de Julietita por el culo cerrado de la nena.
-Cogeme, hijo de puta
-Disfrutá de mi ventaja, pendeja. Soy un hombre grande… para alborotados, lo tenés a él y a tus amiguitos. Yo te voy a coger muy lentamente, muy profundamente, y muy, muy intensamente, pero quizás eso no ocurra hoy.
Mientras le decía todo eso, sentía en mi dedo índice como los pliegues de su culo se iban abriendo, cediendo, pidiendo más, y entonces fue cuando le pasé mi lengua por todo su ojete.
Su gemido fue brutal y automático. Apenas sintió mi lengua gruesa y caliente intentando atravesar su esfinter, sentí como se mojaba su concha con sus jugos. Aproveché para lubricarla aun más.
El cuarto se había llenado de gemidos, y los cuerpos ardían de modo tal que la temperatura había llegado a lugares muy cálidos. No es posible describir los olores que emanaban de los tres cuerpos involucrados en el acto.
Apoyé la punta de mi pija en su culo y se la hice puertear. Me puteó una vez más. Sentía que su culito quería devorarme la pija. Pero no la penetré. Salí de allí y le pedí que se diera vuelta.
Le besé la boca y empecé a dejarla caer sobre el cuerpo de Fernando. La pija de Fernando estaba tal cual como yo quería: dura, parada, roja, lubricada por la saliva de Juli. Y ella, estaba preciosa: abierta, lista para ser desvirgada del culo.
Se afirmó bien, y se dejó caer lentamente sobre la pija de su novio. Abrió la boca, como si tomar todo el aire de la habitación le permitiera abrirse aún más. Cuando se dio cuenta de que tenía en su culo toda la pija de Fernando, se quedó quieta, sintiendo las manos de él que la sostenían de la cintura. Nunca dejó de mirarme fijamente. Le bese la boca, y agarrándola de los pechos, la empecé a guiar para que empiece a balancearse muy lentamente.
Ya el dolor había quedado atrás. Ya estaba gozando. Arqueó su espalda. Como tomándose revancha de la venda que le tapaba la visión en la primera parte del juego, ahora tenía los ojos bien abiertos, disfrutando lo que veía, disfrutando sus nuevos goces.
Ya gemía y cabalgaba sobre la pija de Fernando. Pero todavía faltaba lo mejor.
Me acerqué con mi pija en la mano. Apoyé la cabeza en su clitoris. Soltó un grito de placer ante el menor contacto. Empecé a rozarla, a masturbarla con todo el tronco de mi pija. La respuesta fue asombrosa. Nunca escuché decir tantas suciedades de la boca de una mujer.
Simulé enojo por sus insultos -puto, era lo más suavecito que me decía- y me aparté de ella. También le tomé las manos y la saqué de la pija de Fernando, que le atravesaba el orto.
Me tumbé en la cama boca arriba, y la envolví en un abrazo contra mí. Hundí mi pija en su concha que estaba muy mojada. Fernando entendió mi seña. Se subió encima de ella, y empezó a darle por el culo.
La pendeja estaba experimentando no solo el desvirgue de su ojete, sino una doble penetración preciosa. Todo transcurría armoniosamente. Yo estático, dentro de su concha. Ella quieta, sostenida por mis manos. Y Fernando dándole duro por su culo, sintiendo como tope, mi pija. Los roces provocaban situaciones intensas en los tres. No tardaron en acabar. Fernando primero, y Julieta después.
Salió de encima mío.
La parejita se quedó mirando como mi pija estaba palpitando. Con una gota de miel en la punta. De un color morado que, se notaba, necesitaba de un alivio.
Ya habían desaparecido todas las barreras.
Fernando puso sos dos manos en mi pecho, mientras Julieta usaba su boca y sus manos. Esta vez no tuvo que trabajar demasiado. Un torbellino empezó a generarse detrás de mi nuca. Bajó por mi espalda. Y desarrolló su eclosión en mis huevos. Un estertor, luego otro, y detrás de ellos tres, cuatro más, todos cargados de leche espesa, caliente, esparcida por todos lados, las manos de Fernando, la cara de Julieta.
Y mi cuerpo que encontraba la calma, y la sonrisa cómplice de los jóvenes que sabían, habían sido protagonistas de un momento hermoso.
3 comentarios - Nuevos amigos (parte final)
-me encanta provocarte eso-