Hola a toda la comunidad! Una vez más, gracias por los puntos y comentarios.
Increíble que esta historia ya haya llegado a los 10 capítulos. Al menos le estoy sacando algo de provecho a esta cuarentena eterna.
Para los que recién se enganchan, la recomendación de siempre de entrar a mi perfil y buscar las partes anteriores.
Ahora sí, les dejo el décimo capítulo del relato para que disfruten:
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Capítulo 10
¿Y ahora qué carajo hago?
Esa era la pregunta del millón. Del millón de repeticiones más bien, porque no paré de preguntarme eso una vez que me había caído la ficha de lo que acababa de suceder al finalizar el turno.
Tenía que avisarle a Clara, sin dudas. ¿O no? Era una oportunidad de oro para estar con Jessi, y quizás con Betty también. Si Jessi lo sabía, seguro que Betty también tenía que saberlo. O no, o sí. ¿Clara sabría que sus amigas sabían? ¿Habría hablado del tema con ellas antes del turno? Eso significaría que les habría confesado lo que había pasado conmigo, que les habría contado cómo tuvimos sexo en mi habitación con nuestros viejos durmiendo a metros de distancia.
Era imposible. Mi hermana podía ser tremendamente morbosa cuando se lo proponía, y tener mucha confianza en sus amigas, pero eso no era algo que le contabas a alguien así nomás. No era como si se tratara de no contarle a nadie sobre algún momento vergonzoso.
¿Quién sabía qué cosa y quién no estaba enterada de nada? Puta madre, era un quilombo mi cabeza.
En mi mente ya se había formado una fantasía en la que me encontraba mano a mano con Jessi y teníamos el mejor sexo de la historia, pero la imagen de mi hermana en plena escena de celos se apareció para pincharme el globo. Por mucho que hubiera dicho que había sido en broma, yo no terminaba de creerme que no quisiera tenerme para ella sola.
Clara siempre había sido del tipo de hermana sobreprotectora, aunque yo fuera el doble de grande que ella, y no tenía dudas de que vería como una traición imperdonable que me metiera con alguna de sus amigas. ¿Valdría la pena hacer algo con Jessi aunque corriera riesgo mi relación con mi hermana? ¿Jessi se animaría a arriesgar la relación con Clara por tener sexo conmigo?
Eran demasiadas preguntas a las que no tenía ninguna respuesta convincente.
Pero Jessi había esperado a que Betty y Clara se fueran, o al menos a que mi hermana saliera. Eso mínimamente tenía que significar que quería hacer algo a espaldas de mi hermana. Quizás quería hacer lo mismo que Clara y actuar antes de que las demás supieran algo.
Convencido de que esa era la mejor explicación, esperé que pasaran un par de horas antes de intentar ponerme en contacto con ella.
No tenía su número de celular, pero sí la tenía como amiga en Facebook, así que, una vez que pasó un tiempo prudencial y me aseguré de que mi hermana no pudiera enterarse de lo que estaba a punto de hacer, abrí la aplicación y le envié un mensaje.
Tenemos que hablar de lo que pasó al mediodía.
Vos decís, Pedrito? Yo diría que hay que hablar de lo que pasó al mediodía y de lo que pasó en muchos otros mediodías… No sé si me explico 😉😉😉
La puta que lo parió, ni una sola duda de que ella sabía. No podía decir si se había enterado antes que mi hermana, o quizás sólo tenía la sospecha y se había tirado un lance diciendo mi nombre en el local, a ver si yo caía. De haber sido eso último, yo acababa de entrar como un caballo.
Sí, hay varias cosas que me tenés que explicar.
Cuándo querés que hablemos?
Te parece hoy? Tengo todo el tiempo del mundo después de que salga del laburo.
Después mandame la dirección de tu departamento y hablamos allá.
Dale, después te la paso.
Nos vemos en tu departamento entonces, Pedrito
Hasta luego!!! 😘😘😘
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Unas horas más tarde estaba esperando en mi departamento a que se escuchara el timbre para dejar entrar a Jessi. Hasta ese momento no había hablado con Clara y todavía me preguntaba si había tomado la decisión correcta.
Estaba por agarrar el teléfono para avisarle a mi hermana que Jessi también sabía que era yo el que las había atendido en el local, cuando finalmente se escuchó el timbre. Me quedé unos segundos sentado, mirando el teléfono. Todavía estaba a tiempo de avisarle a Clara, era cuestión de llamarla, explicarle la situación y decirle que viniera a mi departamento. Pero una parte de mí me frenaba. Tenía a Jessi ahí a mano, ella había venido a mi departamento y no había nada que se interpusiera entre nosotros si es que llegaba a suceder algo.
El timbre volvió a sonar. Me resigné a que pasara lo que tuviera que pasar, dejé el teléfono en la mesa y apreté el botón para dejar que Jessi entrara en el edificio.
Cuando finalmente abrí la puerta del departamento me encontré con algo que no me esperaba: Betty también había venido. No hay forma de explicar todo lo que pasó por mi cabeza en el momento que las vi a las dos paradas frente a mí.
Podría decir que estaba aterrado, y eso sería cierto, porque no tenía la menor idea de qué podía llegar a pasar una vez que las dejara entrar. También había dudas, planteándome por enésima vez si tendría que haber llamado a Clara cuando tuve la oportunidad. La excitación también dijo presente, porque dos mujeres hermosas como ellas habían venido a verme específicamente a mí, siendo conscientes de a qué me dedicaba y de que ellas habían saboreado mi verga durante mucho tiempo. Para resumir, tenía un circo en la cabeza y no había nadie que pudiera controlar el torbellino de emociones que sentía en ese momento.
-¡Hola Pedrito! –Saludó Jessi, como si esa visita fuera de lo más normal.
-¡Pedrote, más bien! –Corrigió Betty, con una sonrisa llena de picardía.
-Hola chicas. –Mi voz sonaba como la de un condenado a muerte. –Pasen.
Para colmo de males, las chicas seguían con la ropa de oficina puesta. Se veían tremendamente perras. El escote de Betty, las piernas de Jessi… Podía apreciar cada detalle de sus atuendos y eso no hacía más que calentarme, lo cual me jugaba muy en contra, considerando que necesitaba charlar con ellas de manera tranquila para saber qué pasos podría dar.
-Apa… ¡Lindo departamento tenés acá, Pedrito! –Exclamó Betty, escaneando todo con su mirada.
-¡Hijo de puta! –Dijo Jessi, apreciando mi biblioteca. -¿Esta no es la colección deluxe de Asimov?
Me quedé mirándola, sorprendido de que conociera algo de escritores de ciencia ficción. De hecho, era la primera persona que notaba que tenía esa colección. Casi nadie le daba bola a mi biblioteca, a todos los que visitaban mi departamento les parecía una rareza que alguien de mi edad se interesara por ese tipo de cosas. De repente me di cuenta de que en realidad no sabía gran cosa sobre las amigas de mi hermana, más allá de que habíamos compartido muchos momentos.
-¿Conocés a Asimov? –Le pregunté. Esa colección era uno de los lujos que me había permitido gracias a mi salario. Incluso los libros tenían su autógrafo, no se trataba de algo que cualquiera pudiera comprar.
-¡Me encanta!
-Esos son los de la edición de lujo, encuadernados en cuero, y autografiados por el mismo Asimov. –Le expliqué, orgulloso de mi compra.
-No te lo puedo creer…
-Ejem… -Betty nos sacó de nuestra distracción. –Ya tenía que salir esa nerd que llevás adentro.
-Bueno che… Sólo estaba viendo los libros que tenía. –Jessica se había puesto tremendamente colorada. Se veía que ese lado suyo le provocaba vergüenza.
-Ya sé, pero vinimos por otra cosa. –Le recordó, mientras ponía los ojos en blanco.
-Bueno, chicas, siéntense en el sofá. –Les indiqué, señalándoles el lugar. –Pónganse cómodas. ¿Quieren un café? ¿Té?
-Café para las dos, con lechita. –Respondió Jessi por ambas, con toda la inocencia del mundo reflejada en su rostro, como si el hecho de que esa última palabra tuviera un sentido completamente ajeno al de un café hubiera sido impensable.
Me refugié en la cocina y puse el agua a calentar para ganar algo de tiempo. Mi cabeza corría a toda velocidad tratando de entender en qué situación me había metido. Todavía no habíamos tocado el tema por el que habían venido a mi departamento, pero era obvio que no se las veía muy escandalizadas.
A ellas parecía gustarles que fuera yo el dueño de la verga que tantas veces habían chupado, pero ¿acaso no les importaba que también mi propia hermana me hubiera chupado la pija? ¿Mi hermana sabía o no sabía? Tenía que tratar de averiguar eso antes de hacer algún movimiento.
Terminé de preparar las tazas y se las llevé a la mesita ratona. Ellas se encargaron de poner azúcar y se pusieron a beber. Yo las imité y me mantuve en silencio, expectante hasta que decidieran iniciar la charla. Finalmente fue Betty la que decidió romper el hielo.
-A ver, Pedrito, necesitamos saber algunas cosas.
-¿Cómo qué?
-Y… por ejemplo saber cómo carajo fue que terminamos chupándote la pija durante todo este tiempo sin que vos nos hubieras dicho nada. –Respondió Jessi, levantando una ceja. –O cómo es que vos terminaste laburando en un lugar así. Cosas por el estilo, no sé si se entiende hacia dónde queremos apuntar.
Me revolví en el sillón, sintiéndome extremadamente incómodo. No era como si yo hubiera sabido esas cosas desde el principio, pero algo de razón tenían con respecto a que yo me había enterado antes que nadie y no les había dicho nada. Pero no pensaba mandarme al frente yo mismo.
-Antes que nada, yo me di cuenta de todo esto hace poco… -Empecé mi defensa.
-¿Desde cuándo? –Quiso saber Betty.
-Desde el día del recital. La llamé a Clara a su teléfono del laburo y después me fijé en su imagen de perfil del Whatsapp. Ahí me di cuenta de que había sido con ella que me había mandado los mensajes. Y cuando me di cuenta de eso, era obvio que ustedes dos eran las que la habían acompañado todo este tiempo.
-Sos un hijo de puta. –Dijo Jessi. –¿Lo supiste durante todo este tiempo y no nos dijiste nada? ¡Nos vimos el lunes a la noche! ¿Por qué carajo no lo dijiste ese día?
-Claro, porque es re fácil decirle a mi hermana que me estuvo chupando la pija durante un par de años. Re normal todo, ¿no? “Chicas, ¿saben algo? Resulta que esa verga que las tres van a chupar cada tanto al centro es la mía. ¿Vieron que loco todo?” Total, ¿a qué pibe no le chupan la pija la hermana y sus amigas? Y después todos nos reímos de lo divertidas que son las cosas de la vida, por supuesto.
Mi risa sarcástica remató la explicación, como para que las chicas no tuvieran dudas del tono en que les decía las cosas. No estaba del todo errado tampoco, al fin y al cabo me había costado un huevo animarme a decirle a Clara lo que había descubierto.
-Sí, no… Bueno, tenés algo de razón. –Comentó Betty luego de unos segundos de silencio.
-¿Y cómo fue que empezaron a ir con mi hermana al local? –Pregunté, tratando de hacerme el que no conocía la historia. Jessi fue la que empezó la historia, como había supuesto.
-Una amiga de mi vieja me contó sobre el lugar. La tipa es un tiro al aire, pero de mucha guita, así que podía darse lujos que nosotros no. Así que domingo al mediodía había venido de visita a casa y estuvieron tomando con mi vieja durante un buen rato, para la tarde ya estaban medio en pedo. Cuestión que yo me había ido a mi pieza, y cuando bajé la escuché que contaba su historia de cómo había ido a ese lugar y se había encontrado con tremendas vergas. –Se quedó en silencio unos segundos, sin animarse a seguir con la historia.
-¿Y entonces? -Yo escuchaba con atención todo el relato. Hasta ese momento no se había desviado de lo que me había contado mi hermana, pero igual quería saber si había algún detalle que me hubiera ocultado.
-¡Ya va, nene! ¡Tené paciencia! –Me retó Jessi antes de continuar. -Obvio que a mí me picó la curiosidad cuando escuché eso y, cuando mi vieja se fue unos segundos, le pedí que me diera los detalles, la dirección y demás. Unos días más tarde les conté a las chicas. Más adelante llegó mi cumpleaños, y ahí se me ocurrió que fuéramos a probar un turno a ver qué onda. Les dije de ir al mediodía porque era más fácil para todas escaparnos un rato de nuestros laburos, y de paso nos venía bien una distracción así. –Se quedó en silencio una vez más, con una leve sonrisa, como si en su cabeza estuviera rememorando un buen momento.
-Bueno, entonces cuando finalmente llegamos y entramos en esa habitación, terminamos encontrando una tremenda verga esperándonos. –Continuó Betty, tomando la posta. –Yo casi pego media vuelta la primera vez que la vimos. Que te la vimos, más bien. –Se corrigió, dirigiéndome una sonrisa. -¡Esa cosa metía miedo! Pero al final Clara dio el primer paso y se mandó. Desde ese primer momento que se la metió en la boca que está obsesionada con ir a ese lugar. Casi siempre ella terminaba cubriéndonos si la guita no alcanzaba para pagar un turno… La volviste adicta a tu verga. –Cerró, estallando en carcajadas.
-¡Nos volviste adictas a las tres, más bien! –Agregó Jessi, sumándose a las risas.
Esa última parte mi hermanita no me la había contado. ¡Cómo la habían mandado al frente sus amigas! Así que en realidad ella había sido la primera en chupármela… Y no sólo eso, sino que, por lo que acababa de escuchar, ella estaba obsesionada con mi verga. Bueno, eso por lo menos explicaba las ganas que había tenido de chuparla en el auto.
-¡Y ni hablar ese día que nos la metiste! –Prosiguió Jessica. –¡Nos partiste al medio a las tres! A mí y a Betty nos provocaste varios orgasmos, y a Clara directamente la dejaste tirada en el piso de tan fuerte que acabó. –Bajó la mirada para dirigirla a mi entrepierna, que se encontraba bastante endurecida luego de escuchar esa historia.
Tranquilamente podría haberme puesto en pelotas ahí mismo para que pudieran apreciar con lujo de detalle la verga que tanto les gustaba, sin panel de por medio, pero en mi cabeza aparecía la imagen de mi hermana clavándome un juego de llaves en el ojo luego de sorprendernos a mí y sus amigas teniendo sexo. Tratando de ganar algo de tiempo, decidí cambiar de tema.
-Y ustedes entonces también se enteraron de que era yo antes del miércoles. ¿Cómo fue que se dieron cuenta?
Para toda respuesta Jessi tomó su celular y unos segundos más tarde me mostró lo que había en la pantalla: era la foto que había enviado yo al pobre pibe que la había molestado por Whatsapp cuando habíamos estado en casa de mis viejos.
-¿No era que habías borrado esa foto? –Pregunté, haciendo algo de memoria.
-Sí, esa la borré, pero Clara no me dijo nada de borrar la copia que le reenvié a Betty. –Replicó con una sonrisa traviesa.
-O sea que desde el lunes ustedes ya sabían que era yo y no le dijeron nada a Clara.
Mi conclusión las había dejando incómodas. Era evidente que mi hermana no sabía nada acerca de que sus amigas ya estaban al tanto de mi verdadero laburo.
-No… Bueno… Es como vos dijiste… -Empezó a balbucear Betty. –No es tan fácil decir una cosa así…
-Sí, no… por supuesto. –Una idea cruzó por mi mente y decidí presionar por ese lado. -¿Qué tan calientes se pusieron ustedes dos al ver a mi hermana chupándome la verga?
-¿De qué carajo estás hablando? –Replicó Jessi, tratando de sonar espantada por la acusación, pero tanto ella como su amiga se habían vuelto a ruborizar.
Así que ese era el motivo por el que no le habían dicho nada a mi hermana... Por mucho que intentaban mirarme a los ojos, sus miradas volvían constantemente a mi entrepierna.
-Hablo de que ustedes dos se re calentaron cuando miraron a mi hermana chupar esa pija… Porque sabían que la verga que estaba chupando era la mía. La misma verga que ahora mismo ustedes tienen tantas ganas de volver a chupar.
Las dos se quedaron con la vista clavada en mi erección, que ya era bastante notoria a pesar de que tenía puesto un pantalón bastante suelto. En mi cabeza ya se había borrado cualquier rastro de duda y no me importaba en lo absoluto lo que pudiera decir mi hermana. Ella ya había tenido sexo conmigo a espaldas de sus amigas, así que no tenía derecho a decirme nada si me acostaba con Jessi y Betty a espaldas de ella.
-Vos también te calentaste sabiendo que éramos nosotras tres, ¿no? –Preguntó Betty de repente.
-Sí, obvio.
-¿Y también te calentó saber que te la estaba chupando Clara?
Me quedé en silencio unos segundos, aunque ya me había dado cuenta de que ellas no necesitaban escuchar mi respuesta para saber que sí me había calentado.
-Dale, Pedrito. –Insistió Jessi. –Tenés razón vos, a mí se me puso la concha a mil cuando vi a Clara meterse tu verga en la boca. Ahora mismo me acuerdo y me sigue calentando, no lo puedo evitar.
-Clara es mi hermana…
-Pero igual te calentó, ¿no? –Prosiguió, sin esperar a que respondiera. –Es una chica hermosa, tiene un cuerpo que raja la tierra… A cualquier hombre le calentaría eso, sea o no sea tu hermana. Y a cualquier chica le calienta una verga como la que tenés vos, Pedrito. A mí me importaría un carajo si fueras mi hermano, yo me tiro de cabeza si la tengo a mano.
Tanto Jessi como Betty se quedaron en silencio, disfrutando del efecto que las palabras que la primera de ellas había pronunciado producían en mí. No era algo fácil de decir en voz alta a nadie, por mucho que las conociera, pero finalmente las palabras brotaron de mi boca.
-Sí, es cierto, me re calentó que me la chupara.
Esa había sido una confesión liberadora. Me sentía en una situación extraña. Me encontraba hablando abiertamente de sexo con las amigas de mi hermana y sin que ella estuviera presente. Encima acababa de decirles que me re calentaba mi hermana. Y no sólo eso, sino que, si no había interpretado mal lo que había dicho Jessi, básicamente me daba a entender que tenía todas las ganas de lanzarse de cabeza hacia mi verga.
-Así que… ¿Qué hacemos ahora? –Pregunté, tentándolas a ver si se animaban a dar el paso.
Las dos amigas se miraron entre ellas, los ojos llenos de deseo y de dudas al mismo tiempo. Era demasiado obvio que tenían muchas ganas de sentir mi verga una vez más, pero la figura de mi hermana, por pequeña que fuera ella en la realidad, en sus cabezas seguramente se imponía por encima de ellas.
-Yo no las voy a obligar a nada, chicas. –Les dije para tranquilizarlas. –Pero estén seguras que pase lo que pase, de acá no va a salir.
-¡Cómo te gusta tentarnos, hijo de puta! –Exclamó Jessi, su voz llena de angustia al saber que tenía servido en bandeja lo que tanto quería tener, pero al mismo tiempo ponía en riesgo muchas cosas. –La puta madre… -Finalmente suspiró, como quien estaba resignada a hacer algo que no podía evitar por mucho que quisiera.
Jessi se puso de pie y se acercó hacia donde estaba yo sentado, tratando de mantener una expresión serena, aunque en mi cabeza estuvieran estallando fuegos artificiales y lloviera papel picado, celebrando y agradeciendo a los cielos por lo que acababa de suceder.
Se colocó encima de mí, mirándome de frente, y se sentó sobre mi verga para sentirla sobre su entrepierna a través de la tela. Sus manos estaban sobre el respaldo del sillón y su cara se había acercado hasta que su nariz quedó a milímetros de la mía. Sus grandes ojos negros estaban clavados en los míos.
-No hagas que nos arrepintamos de esto, Pedrito. Más te vale que valga la pena. –Susurró en mi oído mientras empezaba a mover su cuerpo lentamente, rozando mi erección y potenciándola aún más.
-Nos la estamos jugando muchísimo haciendo esto. –Dijo la voz de Betty en mi otro oído.
Había estado tan concentrado en Jessi que ni me había dado cuenta de que su amiga se había levantado. Sus manos empezaron a acariciar mi pecho y luego bajaron hasta mi cintura.
–Pero esta verga nos puede mucho, así que no la cagues. –Añadió, ubicando su mano entre la entrepierna de Jessi y la mía, y comenzando a palpar mi erección.
Los labios de Jessi se posaron en los míos. ¿Era posible tener unos labios tan suaves? Su lengua asomó y yo abrí mi boca para recibirla con amabilidad, una amabilidad que duró medio segundo. Se desató una batalla en nuestras bocas, mientras mis manos se paseaban por su espalda y se separaban a mitad de camino. Una de ellas se escapó hasta su nuca, para recorrer su cabellera, mientras que la otra bajaba hasta su culo, dándole una buena nalgada.
El aumento en la intensidad de sus besos fue indicio suficiente para saber que le había gustado. Una vez más mi mano se estrelló contra esa tremenda cola que tenía. Estaba tan firme que era casi como darle una cachetada a una estatua.
-Pedrito… todo muy lindo, pero no te olvides de mí. –Reclamó Betty, aún detrás de mí, poniendo sus manos en mi cara, obligándome a despegarme de su amiga, exigiendo su turno para jugar con mi boca.
Ni en mis más elaboradas fantasías podría haber imaginado algo así. Tener a las dos mejores amigas de mi hermana en mi departamento, solos, básicamente entregadas en bandeja de plata para que yo hiciera lo que se me cantara con ellas… Si la reencarnación existía, en una vida pasada deseguro había sido Ghandi o algo por el estilo.
Betty sólo se despegó de mi boca para permitir que Jessi terminara de retirar mi remera, para luego recorrer mi pecho con sus uñas. Jessi luego se ocupó de soltar mi cinturón y de bajar el cierre de mi pantalón, para meter sus manos dentro de mi ropa interior y por fin permitir que mi verga saliera a la luz.
Jessi se alejó un paso, Betty rodeó el sillón para colocarse a su lado, y empezaron a desvestirse con parsimonia. Ambas tenían sus ojos clavados en mí mientras iban desprendiendo los botones de sus camisas. Sonreían, sabiendo que me tenían completamente hipnotizado.
Sólo habían soltado la mitad de los botones cuando se acercaron y me tomaron de las manos para guiarme a mi habitación. Una vez allí, me empujaron para dejarme sentado en la cama, se arrodillaron y se colocaron delante de mí para terminar de desnudarme. Cuando finalmente cumplieron con esa tarea, pusieron sus manos sobre mi miembro para conocer cada rincón mediante el tacto.
-Esta parte nunca la habíamos podido conocer. –Comentó Betty mientras me acariciaba los huevos.
-Si quieren hago las presentaciones. –Comenté con una sonrisa. -Betty, Jessi, les presento a mi verga. Verga, te presento a Jessi y Betty. –Anuncié, tomando mi verga con mi mano e inclinándola hacia ellas a medida que las presentaba.
-Mucho gusto, un placer. –Dijo Jessi, tomando mi verga con su mano y sacudiéndola como si estuviera estrechando la mano de otra persona.
-¿No te parece demasiado formal?
-Tenés razón, Pedrito. Hay que saludarla con un buen beso. –Estando de acuerdo conmigo, Betty se decidió a introducir mi glande en su boca para darle el saludo que correspondía.
A partir de ese momento mi mente empezó a abandonar cualquier clase de pensamiento que se pudiera relacionar con algo que no fueran las bocas de las amigas de mi hermana recorriendo cada centímetro de mi verga.
Del mismo modo que habían hecho incontables veces en aquella habitación, donde había un panel interponiéndose entre nosotros, las dos chicas se encargaron de juguetear con mi verga usando sus manos y sus bocas.
En realidad no del mismo modo, ya que ahora tenían a su alcance todo lo que quisieran tocar, y lo estaban aprovechando al máximo. Ya no sólo se quedaban en el tronco de mi verga, sino que bajaban hasta mis huevos, recorrían mis muslos y también pasaban por mi torso, provocando que varios gemidos brotaran de mis labios a cada rato.
Si alguna vez había creído que mis clientas favoritas sabían muy bien cómo se chupaba una pija, me había quedado muy corto con los halagos. Ahora estaban haciendo gala de técnicas que por culpa de ese maldito panel yo nunca había podido experimentar.
Cuando volví a la realidad, vi que sólo Jessi estaba en mi habitación. Pero antes de que pudiera preguntarle dónde se había metido su amiga, Betty apareció en la puerta, ingresando nuevamente.
Ya se había desprendido de su ropa y su piel sólo estaba cubierta por un conjunto de un corpiño de encaje negro que, no sin esfuerzo, se las ingeniaba para contener sus pechos, y un hilo que apenas cubría su conchita con un pequeño triángulo de encaje.
¡Alabados sean los genes de Betty que la habían bendecido con semejantes tetas! Eran sencillamente una obra maestra. Ese escote era una invitación a hundir la cabeza ahí dentro y quedarse a vivir cómodo y calentito por el resto de mi vida.
Eso no quería decir que ese fuese su único atributo. Las horas de gimnasio que había pasado con mi Jessi y mi hermana le habían dejado un enjambre de curvas en las que podría derrapar cualquiera que se atreviera a recorrerlas.
-¿Te gusta cómo me veo? –Preguntó sensualmente, dejando que sus manos recorrieran su cuerpo como si fuesen las de un amante.
-Ufffffffffffffffffffffff… -Fue todo lo que alcancé a decir, pero para ella parecía que había dicho suficiente, ya que rió al escucharme.
-Jessi, a ver si largás un poco que no sos la única que quiere disfrutar. –Reclamó, tocando a su amiga en el hombro, arrodillada a su lado, lista para tomar su lugar.
Jessi se despegó de mi verga haciendo pucherito, claramente sin ganas de dejar su tesoro en manos de alguien más. Pero sabiendo que era injusto que ella sola disfrutara, luego sonrió hacia su amiga y permitió que ella también pudiera divertirse con mi verga.
Betty tomó mi miembro con sus manos, y se quedó observándolo embelesada. Parecía que estaba mirando el paisaje más hermoso que había contemplado en toda su vida. Se relamió un segundo y empezó a masturbarme con lentitud, agarrándome con firmeza. Luego introdujo mi glande en su boca y empezó a provocarme oleada tras oleada de placer mientras realizaba diversos movimientos con su lengua.
Su amiga, por su parte, se puso de pie para brindarle un hipnótico espectáculo a mis ojos al empezar a desvestirse. Soltó los botones que quedaban de su camisa y dejó su torso al descubierto. Sus pechos parecían mucho más pequeños de lo que eran en realidad, aunque igualmente nadie podía tildarla de plana.
Sus manos subieron lentamente por los costados de su cuerpo para finalmente liberarse de su camisa. Luego se dio media vuelta y dejó que sus manos bajaran nuevamente para llegar al cierre de su pollera. Se inclinó para que su culo apuntara directamente hacia mi rostro y con delicadeza fue bajando su prenda para permitir que mis ojos se llenaran con ese maravilloso par de nalgas.
Al igual que Betty, un conjunto de encaje, esta vez de color azul marino, tapaba lo justo y necesario de su piel. Considerando que, por lo poco que sabía de ropa interior femenina, no parecían conjuntos nada baratos, se notaba que habían venido a mi departamento con claras intenciones de no abandonar el lugar sin haberse acostado conmigo.
¡Y pensar que se habían hecho las que tenían que pensarlo mucho antes de decir que sí! Esas dos me habían tenido comiendo de su mano desde el momento en que Jessi me mandó el mensaje.
Terminado el espectáculo, Jessi se arrodilló junto a su amiga para compartir la tarea que Betty estaba realizando. Tantas veces que había fantaseado con algo así, tantas pajas que les había dedicado en mi adolescencia, y todavía no podía terminar de creer que eso estuviera pasando en realidad. Estaba volando de placer hasta que la puerta de mi habitación se abrió de golpe, bajándome a la tierra sin aviso previo.
-¿Qué carajo está pasando acá? –Preguntó la voz de mi hermana, mirando horrorizada la escena.
A pesar de lo menudita que era, en ese momento parecía como si una especie de demonio se hubiera hecho presente en mi departamento. Su cabellera, más que pelirroja, parecía estar hecha realmente de fuego, de tan enojada que se la veía.
Saqué tan rápido a las chicas que casi me arrancan la mitad de la verga con los dientes. Las primeras preguntas que se me vinieron a la mente tenían que ver con saber cómo carajo había hecho mi hermana para entrar en mi departamento. ¿Acaso tenía una copia de mis llaves? No tenía sentido. Pero lo más importante: ¿cómo mierda iba a salir vivo de esa situación?
-¡Clara! –Alcancé a decir antes que la furia de mi hermana se desatara sobre los tres.
-¡Ni se te ocurra decirme que no estaba pasando nada! ¡Las acabo de ver con tu verga metida hasta la garganta! ¡Sos un hijo de mil putas! ¿Cómo vas a hacer eso con mis amigas? ¡No tenés el menor de los códigos! ¡Te voy a cortar la poronga y se la voy a dar de comer a los perros de la calle! –Pausó para tomar aire antes de dirigirse a sus amigas. - ¡Y ustedes! ¡Se suponen que eran mis amigas! ¿Cómo mierda se atreven a chuparle la pija a mi hermano? ¡Ustedes no tienen respeto para nada! ¡Años de amistad a la basura por una pija! ¡Se pueden ir todos a la puta que los parió!
Decir que me había quedado de piedra es poco. Nunca había visto a mi hermana tan furiosa. Ni hablar de verla tan enojada con sus amigas. Era como escucharle decir una crítica despiadada a los Backstreet Boys, algo completamente impensado. Y cuando por fin parecía que Clara se iba a lanzar encima de nosotros para arrancarnos los ojos, la situación dio un vuelco que jamás me hubiera podido imaginar.
-Se suponía que no iban a empezar sin mí.
No sólo mi hermana había dejado de gritar, sino que el tono que usaba era de reproche, quizás con un poco de decepción.
-Perdón, Clarita, pero es que… ¡mirá lo que es eso! –Respondió Jessi, en tono de disculpa, señalando mi verga. –No nos pudimos aguantar.
-Pobre Pedrito… ¡Lo dejamos tildado! –Observó Betty, riéndose de la cara que había puesto.
El comentario hizo que sus dos amigas miraran mi cara. Tenía razón ella, mi cerebro se había quedado totalmente en blanco. No entendía nada de lo que acababa de suceder. Todavía estaba tratando de recuperarme del susto que me había provocado la aparición de mi hermana, menos que menos iba a entender cómo era que había cambiado de tono con tanta facilidad.
Las tres se empezaron a reír a carcajadas al notar mi expresión. Seguro que yo tenía una cara de pelotudo bárbaro. Sus risas finalmente alcanzaron mi cerebro y me sacaron de mi estado de aturdimiento.
-¿Qué? –Pregunté, apenas entendiendo algo de lo que decían.
Sacudí la cabeza como un perro que se estaba secando a ver si con eso hacía que mi cabeza volviera a la realidad. Obviamente que eso hizo que mi hermana y sus amigas explotaran de la risa una vez más.
-Ay, hermanito… -Empezó mi hermana, secándose las lágrimas provocadas por la risa. –Perdoná, pero es que fue muy gracioso verte así.
-¿Me podés explicar qué carajo acaba de pasar? ¿Cómo mierda hiciste para entrar al edificio? ¿Cómo te metiste en mi departamento?
Las preguntas brotaron de mi boca a toda velocidad, como si mi cerebro quisiera compensar todos los segundos en los que se había quedado en suspenso.
-Eso fue fácil hermanito. Entré con las chicas cuando llegamos al edificio y me quedé esperando un rato afuera, en el pasillo. –Dijo, como si fuera lo más normal del mundo.
-¿Y cómo hiciste para entrar en el departamento? Yo cerré la puerta con llave. ¿Qué hiciste? ¿Te mandaste a hacer una copia de mi juego? –Insistí, con tono acusador.
Para mi sorpresa, no fue ella quien respondió, sino Betty.
-¿No te acordás cuando salí al baño? Primero pasé por la puerta para dejarla pasar.
-Hasta asomé la cabeza un poco para mirar en la habitación y vos estabas con los ojos cerrados mientras la yegua esta –señaló a Jessi –te cabeceaba la poronga. ¡Ni te enteraste de nada! Podría haberme puesto a bailar delante tuyo que ibas a seguir con los ojos cerrados y una terrible cara de boludo mientras te hacían un pete.
-Es que la chupa muy bien.
No era la mejor defensa de la historia, pero al menos había conseguido una sonrisa y un guiño por parte de Jessi.
-Ya vamos a definir bien eso en un ratito. –Intervino Betty desde un costado.
-¿Qué cosa? –Me sentía tan aturdido por todo lo que había sucedido que no terminaba de comprender hacia dónde se dirigía esa conversación.
-Se lo tengo que explicar con manzanitas a mi hermano… -Comentó Clara, con un resoplido.
De repente me cayó la ficha como si hubieran lanzado un cascote sobre mi cabeza desde un avión volando a diez mil metros de altura.
-Jodeme que lo dicen en serio. –Dije, sin animarme a aceptar que lo que yo creía que iba a pasar, realmente estaba a punto de pasar. –Sos mi hermana, boluda, ¿estás loca?
-Clara ya nos contó todo, Pedrito. –Me frenó Betty, sonriendo con picardía, antes de que yo pudiera seguir haciéndome el boludo, como si no hubiera pasado nada entre mi hermana y yo. –Nos contó lo bien que te la cogiste y los tremendos orgasmos que le provocaste. Así que esperemos que tengas algo igual reservado para hoy.
-¿Desde cuándo tiene planeado todo esto? –Pregunté, cayendo finalmente en la cuenta de que todo lo que había sucedido no sólo no había sido improvisado, sino que lo habían planificado al detalle.
-Desde que nos acostamos en casa. –Respondió mi hermana. –No había forma en que no se los pudiera contar después de eso.
-Aunque nos lo podría haber contado bastante antes, diría yo. –Refunfuñó Jessi.
-Bueno che, ya te dije que después pasó lo de mi viejo y no hubo chances de vernos para contárselos bien.
-Sí, ya lo sé.
-O sea que hace un par de meses que las tres sabían que era yo el que estaba en ese lugar y nadie me comentó nada.
-Y bueno, hermanito, había cosas que teníamos que planificar. ¿Por qué no divertirnos un poco con vos antes de esto?
-Pendeja de mierda… ¡Me estuviste boludeando todo este tiempo! Yo a cada rato cagado en las patas pensando en lo que podía pasar si Jessi y Betty nos descubrían, ¡y resulta que las tres estaban conspirando para esto!
-Perdón Pedrito, tenés razón. –Intervino Jessi para defender a mi hermana. –¡Pero te juro que te lo vamos a compensar de maravillas!
-Hay algo que no te contamos. –Agregó Clara. –Después de la primera vez que te la chupamos en el local, quedamos tan encantadas que nos hicimos una promesa.
-¿Ah, sí? ¿Cuál?
-Nos prometimos que si alguna vez llegábamos a averiguar quién era el dueño de esa verga, lo íbamos a buscar entre las tres y lo íbamos a dar vuelta como a una media.
Guardé silencio. No podía ser cierto lo que acababa de escuchar. Como si me hubiera leído la mente, Clara me terminó de convencer.
-Así que agarrate bien fuerte, hermanito, porque hoy las tres vamos a cumplir esa promesa.
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Por fin llegamos al momento más interesante de la historia, pero de eso se van a enterar en el próximo capítulo.
Desde ya les agradezco a todos los que siguen la historia.
Nos vemos la próxima.
Increíble que esta historia ya haya llegado a los 10 capítulos. Al menos le estoy sacando algo de provecho a esta cuarentena eterna.
Para los que recién se enganchan, la recomendación de siempre de entrar a mi perfil y buscar las partes anteriores.
Ahora sí, les dejo el décimo capítulo del relato para que disfruten:
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Capítulo 10
¿Y ahora qué carajo hago?
Esa era la pregunta del millón. Del millón de repeticiones más bien, porque no paré de preguntarme eso una vez que me había caído la ficha de lo que acababa de suceder al finalizar el turno.
Tenía que avisarle a Clara, sin dudas. ¿O no? Era una oportunidad de oro para estar con Jessi, y quizás con Betty también. Si Jessi lo sabía, seguro que Betty también tenía que saberlo. O no, o sí. ¿Clara sabría que sus amigas sabían? ¿Habría hablado del tema con ellas antes del turno? Eso significaría que les habría confesado lo que había pasado conmigo, que les habría contado cómo tuvimos sexo en mi habitación con nuestros viejos durmiendo a metros de distancia.
Era imposible. Mi hermana podía ser tremendamente morbosa cuando se lo proponía, y tener mucha confianza en sus amigas, pero eso no era algo que le contabas a alguien así nomás. No era como si se tratara de no contarle a nadie sobre algún momento vergonzoso.
¿Quién sabía qué cosa y quién no estaba enterada de nada? Puta madre, era un quilombo mi cabeza.
En mi mente ya se había formado una fantasía en la que me encontraba mano a mano con Jessi y teníamos el mejor sexo de la historia, pero la imagen de mi hermana en plena escena de celos se apareció para pincharme el globo. Por mucho que hubiera dicho que había sido en broma, yo no terminaba de creerme que no quisiera tenerme para ella sola.
Clara siempre había sido del tipo de hermana sobreprotectora, aunque yo fuera el doble de grande que ella, y no tenía dudas de que vería como una traición imperdonable que me metiera con alguna de sus amigas. ¿Valdría la pena hacer algo con Jessi aunque corriera riesgo mi relación con mi hermana? ¿Jessi se animaría a arriesgar la relación con Clara por tener sexo conmigo?
Eran demasiadas preguntas a las que no tenía ninguna respuesta convincente.
Pero Jessi había esperado a que Betty y Clara se fueran, o al menos a que mi hermana saliera. Eso mínimamente tenía que significar que quería hacer algo a espaldas de mi hermana. Quizás quería hacer lo mismo que Clara y actuar antes de que las demás supieran algo.
Convencido de que esa era la mejor explicación, esperé que pasaran un par de horas antes de intentar ponerme en contacto con ella.
No tenía su número de celular, pero sí la tenía como amiga en Facebook, así que, una vez que pasó un tiempo prudencial y me aseguré de que mi hermana no pudiera enterarse de lo que estaba a punto de hacer, abrí la aplicación y le envié un mensaje.
Tenemos que hablar de lo que pasó al mediodía.
Vos decís, Pedrito? Yo diría que hay que hablar de lo que pasó al mediodía y de lo que pasó en muchos otros mediodías… No sé si me explico 😉😉😉
La puta que lo parió, ni una sola duda de que ella sabía. No podía decir si se había enterado antes que mi hermana, o quizás sólo tenía la sospecha y se había tirado un lance diciendo mi nombre en el local, a ver si yo caía. De haber sido eso último, yo acababa de entrar como un caballo.
Sí, hay varias cosas que me tenés que explicar.
Cuándo querés que hablemos?
Te parece hoy? Tengo todo el tiempo del mundo después de que salga del laburo.
Después mandame la dirección de tu departamento y hablamos allá.
Dale, después te la paso.
Nos vemos en tu departamento entonces, Pedrito
Hasta luego!!! 😘😘😘
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Unas horas más tarde estaba esperando en mi departamento a que se escuchara el timbre para dejar entrar a Jessi. Hasta ese momento no había hablado con Clara y todavía me preguntaba si había tomado la decisión correcta.
Estaba por agarrar el teléfono para avisarle a mi hermana que Jessi también sabía que era yo el que las había atendido en el local, cuando finalmente se escuchó el timbre. Me quedé unos segundos sentado, mirando el teléfono. Todavía estaba a tiempo de avisarle a Clara, era cuestión de llamarla, explicarle la situación y decirle que viniera a mi departamento. Pero una parte de mí me frenaba. Tenía a Jessi ahí a mano, ella había venido a mi departamento y no había nada que se interpusiera entre nosotros si es que llegaba a suceder algo.
El timbre volvió a sonar. Me resigné a que pasara lo que tuviera que pasar, dejé el teléfono en la mesa y apreté el botón para dejar que Jessi entrara en el edificio.
Cuando finalmente abrí la puerta del departamento me encontré con algo que no me esperaba: Betty también había venido. No hay forma de explicar todo lo que pasó por mi cabeza en el momento que las vi a las dos paradas frente a mí.
Podría decir que estaba aterrado, y eso sería cierto, porque no tenía la menor idea de qué podía llegar a pasar una vez que las dejara entrar. También había dudas, planteándome por enésima vez si tendría que haber llamado a Clara cuando tuve la oportunidad. La excitación también dijo presente, porque dos mujeres hermosas como ellas habían venido a verme específicamente a mí, siendo conscientes de a qué me dedicaba y de que ellas habían saboreado mi verga durante mucho tiempo. Para resumir, tenía un circo en la cabeza y no había nadie que pudiera controlar el torbellino de emociones que sentía en ese momento.
-¡Hola Pedrito! –Saludó Jessi, como si esa visita fuera de lo más normal.
-¡Pedrote, más bien! –Corrigió Betty, con una sonrisa llena de picardía.
-Hola chicas. –Mi voz sonaba como la de un condenado a muerte. –Pasen.
Para colmo de males, las chicas seguían con la ropa de oficina puesta. Se veían tremendamente perras. El escote de Betty, las piernas de Jessi… Podía apreciar cada detalle de sus atuendos y eso no hacía más que calentarme, lo cual me jugaba muy en contra, considerando que necesitaba charlar con ellas de manera tranquila para saber qué pasos podría dar.
-Apa… ¡Lindo departamento tenés acá, Pedrito! –Exclamó Betty, escaneando todo con su mirada.
-¡Hijo de puta! –Dijo Jessi, apreciando mi biblioteca. -¿Esta no es la colección deluxe de Asimov?
Me quedé mirándola, sorprendido de que conociera algo de escritores de ciencia ficción. De hecho, era la primera persona que notaba que tenía esa colección. Casi nadie le daba bola a mi biblioteca, a todos los que visitaban mi departamento les parecía una rareza que alguien de mi edad se interesara por ese tipo de cosas. De repente me di cuenta de que en realidad no sabía gran cosa sobre las amigas de mi hermana, más allá de que habíamos compartido muchos momentos.
-¿Conocés a Asimov? –Le pregunté. Esa colección era uno de los lujos que me había permitido gracias a mi salario. Incluso los libros tenían su autógrafo, no se trataba de algo que cualquiera pudiera comprar.
-¡Me encanta!
-Esos son los de la edición de lujo, encuadernados en cuero, y autografiados por el mismo Asimov. –Le expliqué, orgulloso de mi compra.
-No te lo puedo creer…
-Ejem… -Betty nos sacó de nuestra distracción. –Ya tenía que salir esa nerd que llevás adentro.
-Bueno che… Sólo estaba viendo los libros que tenía. –Jessica se había puesto tremendamente colorada. Se veía que ese lado suyo le provocaba vergüenza.
-Ya sé, pero vinimos por otra cosa. –Le recordó, mientras ponía los ojos en blanco.
-Bueno, chicas, siéntense en el sofá. –Les indiqué, señalándoles el lugar. –Pónganse cómodas. ¿Quieren un café? ¿Té?
-Café para las dos, con lechita. –Respondió Jessi por ambas, con toda la inocencia del mundo reflejada en su rostro, como si el hecho de que esa última palabra tuviera un sentido completamente ajeno al de un café hubiera sido impensable.
Me refugié en la cocina y puse el agua a calentar para ganar algo de tiempo. Mi cabeza corría a toda velocidad tratando de entender en qué situación me había metido. Todavía no habíamos tocado el tema por el que habían venido a mi departamento, pero era obvio que no se las veía muy escandalizadas.
A ellas parecía gustarles que fuera yo el dueño de la verga que tantas veces habían chupado, pero ¿acaso no les importaba que también mi propia hermana me hubiera chupado la pija? ¿Mi hermana sabía o no sabía? Tenía que tratar de averiguar eso antes de hacer algún movimiento.
Terminé de preparar las tazas y se las llevé a la mesita ratona. Ellas se encargaron de poner azúcar y se pusieron a beber. Yo las imité y me mantuve en silencio, expectante hasta que decidieran iniciar la charla. Finalmente fue Betty la que decidió romper el hielo.
-A ver, Pedrito, necesitamos saber algunas cosas.
-¿Cómo qué?
-Y… por ejemplo saber cómo carajo fue que terminamos chupándote la pija durante todo este tiempo sin que vos nos hubieras dicho nada. –Respondió Jessi, levantando una ceja. –O cómo es que vos terminaste laburando en un lugar así. Cosas por el estilo, no sé si se entiende hacia dónde queremos apuntar.
Me revolví en el sillón, sintiéndome extremadamente incómodo. No era como si yo hubiera sabido esas cosas desde el principio, pero algo de razón tenían con respecto a que yo me había enterado antes que nadie y no les había dicho nada. Pero no pensaba mandarme al frente yo mismo.
-Antes que nada, yo me di cuenta de todo esto hace poco… -Empecé mi defensa.
-¿Desde cuándo? –Quiso saber Betty.
-Desde el día del recital. La llamé a Clara a su teléfono del laburo y después me fijé en su imagen de perfil del Whatsapp. Ahí me di cuenta de que había sido con ella que me había mandado los mensajes. Y cuando me di cuenta de eso, era obvio que ustedes dos eran las que la habían acompañado todo este tiempo.
-Sos un hijo de puta. –Dijo Jessi. –¿Lo supiste durante todo este tiempo y no nos dijiste nada? ¡Nos vimos el lunes a la noche! ¿Por qué carajo no lo dijiste ese día?
-Claro, porque es re fácil decirle a mi hermana que me estuvo chupando la pija durante un par de años. Re normal todo, ¿no? “Chicas, ¿saben algo? Resulta que esa verga que las tres van a chupar cada tanto al centro es la mía. ¿Vieron que loco todo?” Total, ¿a qué pibe no le chupan la pija la hermana y sus amigas? Y después todos nos reímos de lo divertidas que son las cosas de la vida, por supuesto.
Mi risa sarcástica remató la explicación, como para que las chicas no tuvieran dudas del tono en que les decía las cosas. No estaba del todo errado tampoco, al fin y al cabo me había costado un huevo animarme a decirle a Clara lo que había descubierto.
-Sí, no… Bueno, tenés algo de razón. –Comentó Betty luego de unos segundos de silencio.
-¿Y cómo fue que empezaron a ir con mi hermana al local? –Pregunté, tratando de hacerme el que no conocía la historia. Jessi fue la que empezó la historia, como había supuesto.
-Una amiga de mi vieja me contó sobre el lugar. La tipa es un tiro al aire, pero de mucha guita, así que podía darse lujos que nosotros no. Así que domingo al mediodía había venido de visita a casa y estuvieron tomando con mi vieja durante un buen rato, para la tarde ya estaban medio en pedo. Cuestión que yo me había ido a mi pieza, y cuando bajé la escuché que contaba su historia de cómo había ido a ese lugar y se había encontrado con tremendas vergas. –Se quedó en silencio unos segundos, sin animarse a seguir con la historia.
-¿Y entonces? -Yo escuchaba con atención todo el relato. Hasta ese momento no se había desviado de lo que me había contado mi hermana, pero igual quería saber si había algún detalle que me hubiera ocultado.
-¡Ya va, nene! ¡Tené paciencia! –Me retó Jessi antes de continuar. -Obvio que a mí me picó la curiosidad cuando escuché eso y, cuando mi vieja se fue unos segundos, le pedí que me diera los detalles, la dirección y demás. Unos días más tarde les conté a las chicas. Más adelante llegó mi cumpleaños, y ahí se me ocurrió que fuéramos a probar un turno a ver qué onda. Les dije de ir al mediodía porque era más fácil para todas escaparnos un rato de nuestros laburos, y de paso nos venía bien una distracción así. –Se quedó en silencio una vez más, con una leve sonrisa, como si en su cabeza estuviera rememorando un buen momento.
-Bueno, entonces cuando finalmente llegamos y entramos en esa habitación, terminamos encontrando una tremenda verga esperándonos. –Continuó Betty, tomando la posta. –Yo casi pego media vuelta la primera vez que la vimos. Que te la vimos, más bien. –Se corrigió, dirigiéndome una sonrisa. -¡Esa cosa metía miedo! Pero al final Clara dio el primer paso y se mandó. Desde ese primer momento que se la metió en la boca que está obsesionada con ir a ese lugar. Casi siempre ella terminaba cubriéndonos si la guita no alcanzaba para pagar un turno… La volviste adicta a tu verga. –Cerró, estallando en carcajadas.
-¡Nos volviste adictas a las tres, más bien! –Agregó Jessi, sumándose a las risas.
Esa última parte mi hermanita no me la había contado. ¡Cómo la habían mandado al frente sus amigas! Así que en realidad ella había sido la primera en chupármela… Y no sólo eso, sino que, por lo que acababa de escuchar, ella estaba obsesionada con mi verga. Bueno, eso por lo menos explicaba las ganas que había tenido de chuparla en el auto.
-¡Y ni hablar ese día que nos la metiste! –Prosiguió Jessica. –¡Nos partiste al medio a las tres! A mí y a Betty nos provocaste varios orgasmos, y a Clara directamente la dejaste tirada en el piso de tan fuerte que acabó. –Bajó la mirada para dirigirla a mi entrepierna, que se encontraba bastante endurecida luego de escuchar esa historia.
Tranquilamente podría haberme puesto en pelotas ahí mismo para que pudieran apreciar con lujo de detalle la verga que tanto les gustaba, sin panel de por medio, pero en mi cabeza aparecía la imagen de mi hermana clavándome un juego de llaves en el ojo luego de sorprendernos a mí y sus amigas teniendo sexo. Tratando de ganar algo de tiempo, decidí cambiar de tema.
-Y ustedes entonces también se enteraron de que era yo antes del miércoles. ¿Cómo fue que se dieron cuenta?
Para toda respuesta Jessi tomó su celular y unos segundos más tarde me mostró lo que había en la pantalla: era la foto que había enviado yo al pobre pibe que la había molestado por Whatsapp cuando habíamos estado en casa de mis viejos.
-¿No era que habías borrado esa foto? –Pregunté, haciendo algo de memoria.
-Sí, esa la borré, pero Clara no me dijo nada de borrar la copia que le reenvié a Betty. –Replicó con una sonrisa traviesa.
-O sea que desde el lunes ustedes ya sabían que era yo y no le dijeron nada a Clara.
Mi conclusión las había dejando incómodas. Era evidente que mi hermana no sabía nada acerca de que sus amigas ya estaban al tanto de mi verdadero laburo.
-No… Bueno… Es como vos dijiste… -Empezó a balbucear Betty. –No es tan fácil decir una cosa así…
-Sí, no… por supuesto. –Una idea cruzó por mi mente y decidí presionar por ese lado. -¿Qué tan calientes se pusieron ustedes dos al ver a mi hermana chupándome la verga?
-¿De qué carajo estás hablando? –Replicó Jessi, tratando de sonar espantada por la acusación, pero tanto ella como su amiga se habían vuelto a ruborizar.
Así que ese era el motivo por el que no le habían dicho nada a mi hermana... Por mucho que intentaban mirarme a los ojos, sus miradas volvían constantemente a mi entrepierna.
-Hablo de que ustedes dos se re calentaron cuando miraron a mi hermana chupar esa pija… Porque sabían que la verga que estaba chupando era la mía. La misma verga que ahora mismo ustedes tienen tantas ganas de volver a chupar.
Las dos se quedaron con la vista clavada en mi erección, que ya era bastante notoria a pesar de que tenía puesto un pantalón bastante suelto. En mi cabeza ya se había borrado cualquier rastro de duda y no me importaba en lo absoluto lo que pudiera decir mi hermana. Ella ya había tenido sexo conmigo a espaldas de sus amigas, así que no tenía derecho a decirme nada si me acostaba con Jessi y Betty a espaldas de ella.
-Vos también te calentaste sabiendo que éramos nosotras tres, ¿no? –Preguntó Betty de repente.
-Sí, obvio.
-¿Y también te calentó saber que te la estaba chupando Clara?
Me quedé en silencio unos segundos, aunque ya me había dado cuenta de que ellas no necesitaban escuchar mi respuesta para saber que sí me había calentado.
-Dale, Pedrito. –Insistió Jessi. –Tenés razón vos, a mí se me puso la concha a mil cuando vi a Clara meterse tu verga en la boca. Ahora mismo me acuerdo y me sigue calentando, no lo puedo evitar.
-Clara es mi hermana…
-Pero igual te calentó, ¿no? –Prosiguió, sin esperar a que respondiera. –Es una chica hermosa, tiene un cuerpo que raja la tierra… A cualquier hombre le calentaría eso, sea o no sea tu hermana. Y a cualquier chica le calienta una verga como la que tenés vos, Pedrito. A mí me importaría un carajo si fueras mi hermano, yo me tiro de cabeza si la tengo a mano.
Tanto Jessi como Betty se quedaron en silencio, disfrutando del efecto que las palabras que la primera de ellas había pronunciado producían en mí. No era algo fácil de decir en voz alta a nadie, por mucho que las conociera, pero finalmente las palabras brotaron de mi boca.
-Sí, es cierto, me re calentó que me la chupara.
Esa había sido una confesión liberadora. Me sentía en una situación extraña. Me encontraba hablando abiertamente de sexo con las amigas de mi hermana y sin que ella estuviera presente. Encima acababa de decirles que me re calentaba mi hermana. Y no sólo eso, sino que, si no había interpretado mal lo que había dicho Jessi, básicamente me daba a entender que tenía todas las ganas de lanzarse de cabeza hacia mi verga.
-Así que… ¿Qué hacemos ahora? –Pregunté, tentándolas a ver si se animaban a dar el paso.
Las dos amigas se miraron entre ellas, los ojos llenos de deseo y de dudas al mismo tiempo. Era demasiado obvio que tenían muchas ganas de sentir mi verga una vez más, pero la figura de mi hermana, por pequeña que fuera ella en la realidad, en sus cabezas seguramente se imponía por encima de ellas.
-Yo no las voy a obligar a nada, chicas. –Les dije para tranquilizarlas. –Pero estén seguras que pase lo que pase, de acá no va a salir.
-¡Cómo te gusta tentarnos, hijo de puta! –Exclamó Jessi, su voz llena de angustia al saber que tenía servido en bandeja lo que tanto quería tener, pero al mismo tiempo ponía en riesgo muchas cosas. –La puta madre… -Finalmente suspiró, como quien estaba resignada a hacer algo que no podía evitar por mucho que quisiera.
Jessi se puso de pie y se acercó hacia donde estaba yo sentado, tratando de mantener una expresión serena, aunque en mi cabeza estuvieran estallando fuegos artificiales y lloviera papel picado, celebrando y agradeciendo a los cielos por lo que acababa de suceder.
Se colocó encima de mí, mirándome de frente, y se sentó sobre mi verga para sentirla sobre su entrepierna a través de la tela. Sus manos estaban sobre el respaldo del sillón y su cara se había acercado hasta que su nariz quedó a milímetros de la mía. Sus grandes ojos negros estaban clavados en los míos.
-No hagas que nos arrepintamos de esto, Pedrito. Más te vale que valga la pena. –Susurró en mi oído mientras empezaba a mover su cuerpo lentamente, rozando mi erección y potenciándola aún más.
-Nos la estamos jugando muchísimo haciendo esto. –Dijo la voz de Betty en mi otro oído.
Había estado tan concentrado en Jessi que ni me había dado cuenta de que su amiga se había levantado. Sus manos empezaron a acariciar mi pecho y luego bajaron hasta mi cintura.
–Pero esta verga nos puede mucho, así que no la cagues. –Añadió, ubicando su mano entre la entrepierna de Jessi y la mía, y comenzando a palpar mi erección.
Los labios de Jessi se posaron en los míos. ¿Era posible tener unos labios tan suaves? Su lengua asomó y yo abrí mi boca para recibirla con amabilidad, una amabilidad que duró medio segundo. Se desató una batalla en nuestras bocas, mientras mis manos se paseaban por su espalda y se separaban a mitad de camino. Una de ellas se escapó hasta su nuca, para recorrer su cabellera, mientras que la otra bajaba hasta su culo, dándole una buena nalgada.
El aumento en la intensidad de sus besos fue indicio suficiente para saber que le había gustado. Una vez más mi mano se estrelló contra esa tremenda cola que tenía. Estaba tan firme que era casi como darle una cachetada a una estatua.
-Pedrito… todo muy lindo, pero no te olvides de mí. –Reclamó Betty, aún detrás de mí, poniendo sus manos en mi cara, obligándome a despegarme de su amiga, exigiendo su turno para jugar con mi boca.
Ni en mis más elaboradas fantasías podría haber imaginado algo así. Tener a las dos mejores amigas de mi hermana en mi departamento, solos, básicamente entregadas en bandeja de plata para que yo hiciera lo que se me cantara con ellas… Si la reencarnación existía, en una vida pasada deseguro había sido Ghandi o algo por el estilo.
Betty sólo se despegó de mi boca para permitir que Jessi terminara de retirar mi remera, para luego recorrer mi pecho con sus uñas. Jessi luego se ocupó de soltar mi cinturón y de bajar el cierre de mi pantalón, para meter sus manos dentro de mi ropa interior y por fin permitir que mi verga saliera a la luz.
Jessi se alejó un paso, Betty rodeó el sillón para colocarse a su lado, y empezaron a desvestirse con parsimonia. Ambas tenían sus ojos clavados en mí mientras iban desprendiendo los botones de sus camisas. Sonreían, sabiendo que me tenían completamente hipnotizado.
Sólo habían soltado la mitad de los botones cuando se acercaron y me tomaron de las manos para guiarme a mi habitación. Una vez allí, me empujaron para dejarme sentado en la cama, se arrodillaron y se colocaron delante de mí para terminar de desnudarme. Cuando finalmente cumplieron con esa tarea, pusieron sus manos sobre mi miembro para conocer cada rincón mediante el tacto.
-Esta parte nunca la habíamos podido conocer. –Comentó Betty mientras me acariciaba los huevos.
-Si quieren hago las presentaciones. –Comenté con una sonrisa. -Betty, Jessi, les presento a mi verga. Verga, te presento a Jessi y Betty. –Anuncié, tomando mi verga con mi mano e inclinándola hacia ellas a medida que las presentaba.
-Mucho gusto, un placer. –Dijo Jessi, tomando mi verga con su mano y sacudiéndola como si estuviera estrechando la mano de otra persona.
-¿No te parece demasiado formal?
-Tenés razón, Pedrito. Hay que saludarla con un buen beso. –Estando de acuerdo conmigo, Betty se decidió a introducir mi glande en su boca para darle el saludo que correspondía.
A partir de ese momento mi mente empezó a abandonar cualquier clase de pensamiento que se pudiera relacionar con algo que no fueran las bocas de las amigas de mi hermana recorriendo cada centímetro de mi verga.
Del mismo modo que habían hecho incontables veces en aquella habitación, donde había un panel interponiéndose entre nosotros, las dos chicas se encargaron de juguetear con mi verga usando sus manos y sus bocas.
En realidad no del mismo modo, ya que ahora tenían a su alcance todo lo que quisieran tocar, y lo estaban aprovechando al máximo. Ya no sólo se quedaban en el tronco de mi verga, sino que bajaban hasta mis huevos, recorrían mis muslos y también pasaban por mi torso, provocando que varios gemidos brotaran de mis labios a cada rato.
Si alguna vez había creído que mis clientas favoritas sabían muy bien cómo se chupaba una pija, me había quedado muy corto con los halagos. Ahora estaban haciendo gala de técnicas que por culpa de ese maldito panel yo nunca había podido experimentar.
Cuando volví a la realidad, vi que sólo Jessi estaba en mi habitación. Pero antes de que pudiera preguntarle dónde se había metido su amiga, Betty apareció en la puerta, ingresando nuevamente.
Ya se había desprendido de su ropa y su piel sólo estaba cubierta por un conjunto de un corpiño de encaje negro que, no sin esfuerzo, se las ingeniaba para contener sus pechos, y un hilo que apenas cubría su conchita con un pequeño triángulo de encaje.
¡Alabados sean los genes de Betty que la habían bendecido con semejantes tetas! Eran sencillamente una obra maestra. Ese escote era una invitación a hundir la cabeza ahí dentro y quedarse a vivir cómodo y calentito por el resto de mi vida.
Eso no quería decir que ese fuese su único atributo. Las horas de gimnasio que había pasado con mi Jessi y mi hermana le habían dejado un enjambre de curvas en las que podría derrapar cualquiera que se atreviera a recorrerlas.
-¿Te gusta cómo me veo? –Preguntó sensualmente, dejando que sus manos recorrieran su cuerpo como si fuesen las de un amante.
-Ufffffffffffffffffffffff… -Fue todo lo que alcancé a decir, pero para ella parecía que había dicho suficiente, ya que rió al escucharme.
-Jessi, a ver si largás un poco que no sos la única que quiere disfrutar. –Reclamó, tocando a su amiga en el hombro, arrodillada a su lado, lista para tomar su lugar.
Jessi se despegó de mi verga haciendo pucherito, claramente sin ganas de dejar su tesoro en manos de alguien más. Pero sabiendo que era injusto que ella sola disfrutara, luego sonrió hacia su amiga y permitió que ella también pudiera divertirse con mi verga.
Betty tomó mi miembro con sus manos, y se quedó observándolo embelesada. Parecía que estaba mirando el paisaje más hermoso que había contemplado en toda su vida. Se relamió un segundo y empezó a masturbarme con lentitud, agarrándome con firmeza. Luego introdujo mi glande en su boca y empezó a provocarme oleada tras oleada de placer mientras realizaba diversos movimientos con su lengua.
Su amiga, por su parte, se puso de pie para brindarle un hipnótico espectáculo a mis ojos al empezar a desvestirse. Soltó los botones que quedaban de su camisa y dejó su torso al descubierto. Sus pechos parecían mucho más pequeños de lo que eran en realidad, aunque igualmente nadie podía tildarla de plana.
Sus manos subieron lentamente por los costados de su cuerpo para finalmente liberarse de su camisa. Luego se dio media vuelta y dejó que sus manos bajaran nuevamente para llegar al cierre de su pollera. Se inclinó para que su culo apuntara directamente hacia mi rostro y con delicadeza fue bajando su prenda para permitir que mis ojos se llenaran con ese maravilloso par de nalgas.
Al igual que Betty, un conjunto de encaje, esta vez de color azul marino, tapaba lo justo y necesario de su piel. Considerando que, por lo poco que sabía de ropa interior femenina, no parecían conjuntos nada baratos, se notaba que habían venido a mi departamento con claras intenciones de no abandonar el lugar sin haberse acostado conmigo.
¡Y pensar que se habían hecho las que tenían que pensarlo mucho antes de decir que sí! Esas dos me habían tenido comiendo de su mano desde el momento en que Jessi me mandó el mensaje.
Terminado el espectáculo, Jessi se arrodilló junto a su amiga para compartir la tarea que Betty estaba realizando. Tantas veces que había fantaseado con algo así, tantas pajas que les había dedicado en mi adolescencia, y todavía no podía terminar de creer que eso estuviera pasando en realidad. Estaba volando de placer hasta que la puerta de mi habitación se abrió de golpe, bajándome a la tierra sin aviso previo.
-¿Qué carajo está pasando acá? –Preguntó la voz de mi hermana, mirando horrorizada la escena.
A pesar de lo menudita que era, en ese momento parecía como si una especie de demonio se hubiera hecho presente en mi departamento. Su cabellera, más que pelirroja, parecía estar hecha realmente de fuego, de tan enojada que se la veía.
Saqué tan rápido a las chicas que casi me arrancan la mitad de la verga con los dientes. Las primeras preguntas que se me vinieron a la mente tenían que ver con saber cómo carajo había hecho mi hermana para entrar en mi departamento. ¿Acaso tenía una copia de mis llaves? No tenía sentido. Pero lo más importante: ¿cómo mierda iba a salir vivo de esa situación?
-¡Clara! –Alcancé a decir antes que la furia de mi hermana se desatara sobre los tres.
-¡Ni se te ocurra decirme que no estaba pasando nada! ¡Las acabo de ver con tu verga metida hasta la garganta! ¡Sos un hijo de mil putas! ¿Cómo vas a hacer eso con mis amigas? ¡No tenés el menor de los códigos! ¡Te voy a cortar la poronga y se la voy a dar de comer a los perros de la calle! –Pausó para tomar aire antes de dirigirse a sus amigas. - ¡Y ustedes! ¡Se suponen que eran mis amigas! ¿Cómo mierda se atreven a chuparle la pija a mi hermano? ¡Ustedes no tienen respeto para nada! ¡Años de amistad a la basura por una pija! ¡Se pueden ir todos a la puta que los parió!
Decir que me había quedado de piedra es poco. Nunca había visto a mi hermana tan furiosa. Ni hablar de verla tan enojada con sus amigas. Era como escucharle decir una crítica despiadada a los Backstreet Boys, algo completamente impensado. Y cuando por fin parecía que Clara se iba a lanzar encima de nosotros para arrancarnos los ojos, la situación dio un vuelco que jamás me hubiera podido imaginar.
-Se suponía que no iban a empezar sin mí.
No sólo mi hermana había dejado de gritar, sino que el tono que usaba era de reproche, quizás con un poco de decepción.
-Perdón, Clarita, pero es que… ¡mirá lo que es eso! –Respondió Jessi, en tono de disculpa, señalando mi verga. –No nos pudimos aguantar.
-Pobre Pedrito… ¡Lo dejamos tildado! –Observó Betty, riéndose de la cara que había puesto.
El comentario hizo que sus dos amigas miraran mi cara. Tenía razón ella, mi cerebro se había quedado totalmente en blanco. No entendía nada de lo que acababa de suceder. Todavía estaba tratando de recuperarme del susto que me había provocado la aparición de mi hermana, menos que menos iba a entender cómo era que había cambiado de tono con tanta facilidad.
Las tres se empezaron a reír a carcajadas al notar mi expresión. Seguro que yo tenía una cara de pelotudo bárbaro. Sus risas finalmente alcanzaron mi cerebro y me sacaron de mi estado de aturdimiento.
-¿Qué? –Pregunté, apenas entendiendo algo de lo que decían.
Sacudí la cabeza como un perro que se estaba secando a ver si con eso hacía que mi cabeza volviera a la realidad. Obviamente que eso hizo que mi hermana y sus amigas explotaran de la risa una vez más.
-Ay, hermanito… -Empezó mi hermana, secándose las lágrimas provocadas por la risa. –Perdoná, pero es que fue muy gracioso verte así.
-¿Me podés explicar qué carajo acaba de pasar? ¿Cómo mierda hiciste para entrar al edificio? ¿Cómo te metiste en mi departamento?
Las preguntas brotaron de mi boca a toda velocidad, como si mi cerebro quisiera compensar todos los segundos en los que se había quedado en suspenso.
-Eso fue fácil hermanito. Entré con las chicas cuando llegamos al edificio y me quedé esperando un rato afuera, en el pasillo. –Dijo, como si fuera lo más normal del mundo.
-¿Y cómo hiciste para entrar en el departamento? Yo cerré la puerta con llave. ¿Qué hiciste? ¿Te mandaste a hacer una copia de mi juego? –Insistí, con tono acusador.
Para mi sorpresa, no fue ella quien respondió, sino Betty.
-¿No te acordás cuando salí al baño? Primero pasé por la puerta para dejarla pasar.
-Hasta asomé la cabeza un poco para mirar en la habitación y vos estabas con los ojos cerrados mientras la yegua esta –señaló a Jessi –te cabeceaba la poronga. ¡Ni te enteraste de nada! Podría haberme puesto a bailar delante tuyo que ibas a seguir con los ojos cerrados y una terrible cara de boludo mientras te hacían un pete.
-Es que la chupa muy bien.
No era la mejor defensa de la historia, pero al menos había conseguido una sonrisa y un guiño por parte de Jessi.
-Ya vamos a definir bien eso en un ratito. –Intervino Betty desde un costado.
-¿Qué cosa? –Me sentía tan aturdido por todo lo que había sucedido que no terminaba de comprender hacia dónde se dirigía esa conversación.
-Se lo tengo que explicar con manzanitas a mi hermano… -Comentó Clara, con un resoplido.
De repente me cayó la ficha como si hubieran lanzado un cascote sobre mi cabeza desde un avión volando a diez mil metros de altura.
-Jodeme que lo dicen en serio. –Dije, sin animarme a aceptar que lo que yo creía que iba a pasar, realmente estaba a punto de pasar. –Sos mi hermana, boluda, ¿estás loca?
-Clara ya nos contó todo, Pedrito. –Me frenó Betty, sonriendo con picardía, antes de que yo pudiera seguir haciéndome el boludo, como si no hubiera pasado nada entre mi hermana y yo. –Nos contó lo bien que te la cogiste y los tremendos orgasmos que le provocaste. Así que esperemos que tengas algo igual reservado para hoy.
-¿Desde cuándo tiene planeado todo esto? –Pregunté, cayendo finalmente en la cuenta de que todo lo que había sucedido no sólo no había sido improvisado, sino que lo habían planificado al detalle.
-Desde que nos acostamos en casa. –Respondió mi hermana. –No había forma en que no se los pudiera contar después de eso.
-Aunque nos lo podría haber contado bastante antes, diría yo. –Refunfuñó Jessi.
-Bueno che, ya te dije que después pasó lo de mi viejo y no hubo chances de vernos para contárselos bien.
-Sí, ya lo sé.
-O sea que hace un par de meses que las tres sabían que era yo el que estaba en ese lugar y nadie me comentó nada.
-Y bueno, hermanito, había cosas que teníamos que planificar. ¿Por qué no divertirnos un poco con vos antes de esto?
-Pendeja de mierda… ¡Me estuviste boludeando todo este tiempo! Yo a cada rato cagado en las patas pensando en lo que podía pasar si Jessi y Betty nos descubrían, ¡y resulta que las tres estaban conspirando para esto!
-Perdón Pedrito, tenés razón. –Intervino Jessi para defender a mi hermana. –¡Pero te juro que te lo vamos a compensar de maravillas!
-Hay algo que no te contamos. –Agregó Clara. –Después de la primera vez que te la chupamos en el local, quedamos tan encantadas que nos hicimos una promesa.
-¿Ah, sí? ¿Cuál?
-Nos prometimos que si alguna vez llegábamos a averiguar quién era el dueño de esa verga, lo íbamos a buscar entre las tres y lo íbamos a dar vuelta como a una media.
Guardé silencio. No podía ser cierto lo que acababa de escuchar. Como si me hubiera leído la mente, Clara me terminó de convencer.
-Así que agarrate bien fuerte, hermanito, porque hoy las tres vamos a cumplir esa promesa.
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Por fin llegamos al momento más interesante de la historia, pero de eso se van a enterar en el próximo capítulo.
Desde ya les agradezco a todos los que siguen la historia.
Nos vemos la próxima.
26 comentarios - Cómo descubrí que mi hermana adora mi pija (Parte X )
van10+
A ver si ahondamos en detalles de una interminable cogida de 6 horas, EN UN SOLO CAPÍTULO de ser posible, jeje
Y ya que estamos, por qué no hacerlo sólo "el PRIMER" gran momento interesante de la historia, de muchos tantos otros, que hay para hacer dulce con éstas tres.
genio es por este camino ...segui asi
van 10
jajaja la tribuna esta de la cabeza!!!