Hola, mi nombre es Oscar y el de mi esposa Alba, ella tiene 42 años muy bien llevados, mide 1,65, es castaña con media melena, talla 95 de pecho y ojos oscuros. Tenemos hijos y me excita calificarla como una milf. Como a tantos muchos nuestra vida sexual es un poco rutinaria y se limita prácticamente a una vez por semana, si acaso.
Ella trabaja en una empresa de ambulancias, y por tal motivo en algunas ocasiones hace guardias, las cuales, le son bien retribuidas, quizás demasiado bien. Su jefe se llama Alfredo, es un señor de unos 60 años de edad, bajo, calvo y un poco tripudo, bastante desagradable y putero. Su compadre se llama Juan Carlos, es uno de los conductores, tiene unos 55 años, divorciado también bajo, muy velludo y aficionado al porno en internet.
Los dos tipejos siempre han deseado a mi esposa, la miran con descaro, devorándola y desnudándola con la vista. Una vez, sin que ellos se percatasen de mi presencia, escuché con todo detalle como les gustaría follársela, lo cual, y ante mi estupor no me produjo indignación alguna todo lo contrario, excitación al recordar lo que aquellos desgraciados comentaban sobre mi mujer.
Recuerdo perfectamente aquella noche. Ali tuvo que ir a trabajar al turno de guardia de 10 de la noche a 7 de la mañana. Se vistíó con ropa cómoda, un jersey de punto, sujetador de color azul con tanga a juego, y unos leggins que realzaban su trasero y piernas.
A las 0,35 horas mi esposa se encaminó al baño y pasó por delante de la oficina de su jefe, la puerta estaba entreabierta y de espaldas al ordenador se encontraba Juan Carlos. La pantalla del ordenador se reflejaba en un cristal y Ali acertó a ver una escena porno, una chica rubia preciosa era follada por dos auténticos sementales, la chica comía una de las vergas mientras la otra perforaba su coño.
Mi mujer escuchó unos leves gemidos y pudo ver como Juan Carlos con su verga en la mano se masturbaba frenéticamente, su mano subía y bajaba por aquel pollón de unos veinte centímetros, mucho más grande y gordo que el mío. No se que pasó por la cabeza de mi esposa, no podía quitar la vista del enorme pene de su compañero de trabajo, alternativamente miraba esa verga y la película, en la cual, los dos hombres finalmente se corrían en la cara, pechos y cuerpo de la espléndida protagonista.
Alba se sintió humedecer e instintivamente deslizó una de sus manos por debajo de su tanga, que estaba totalmente empapado, y se introdujo un par de dedos en su húmedo coño. Con gran rapidez y ansiedad buscó su clítoris y empezó a masturbarse.
Pasado un rato, unas manos poderosas atraparon desde atrás los pechos de mi esposa. Alba dio un gran alarido e intentó zafarse de aquellas manazas. Una de las manos se deslizó por debajo del jersey y apartando la copa del sujetador, agarró uno de los pechos magreándolo a su antojo pellizcando su duro pezón. La otra mano se deslizó por debajo de su tanga y dos dedos muy largos y gruesos profanaron su húmeda vulva.
Alfredo llevaba un rato viendo como Alba se masturbaba y cuando notó que mi esposa estaba muy caliente la abordó. La manoseó todo lo que quiso, la masturbó y apoyó su paquete contra las nalgas de mi esposa.
Mira que puta tan caliente tenemos aquí Juan Carlos, te espiaba mientras te pajeabas viendo porno, dijo Alfredo.
Suélteme por favor dijo mi esposa mientras pataleaba con la intención de separarse de su jefe. Alfredo hizo caso omiso y apretándose con más fuerza al culo de mi esposa continuó masturbándola.
Juan Carlos con su verga colgando se acercó a Alba, y sin más preámbulo cogiendo la cabeza de mi mujer le estampó un beso húmedo y obsceno, su lengua atrapó la de mi mujer llenándola de sus asquerosas babas. Acto seguido agarró el jersey de Alba y tirando del mismo se lo arrancó quedando mi mujer en leggins y sujetador delante de aquellos dos desgraciados.
Mi esposa intentó zafarse pero el dedo de Alfredo en el interior de su vagina, el arte con el que el viejo la masturbaba, hizo que sus defensas flaqueaen, siendo sustituidas por audibles gemidos de placer y un continuo restregar su trasero contra el bulto de Alfredo. Los dos compinches terminaron de desnudar a mi mujer.
-Que buena estas zorra, dijo Alfredo. Durante todos estos años he tenido envidia del marica de tu marido, pero esta noche voy a vengarme de él por todas las pajas que me cascado en tu honor.
-Cuantas veces hemos soñado con follarte, continuó Juan Carlos, y ahora te tenemos aquí desnuda mientras te sobamos ese cuerpo de puta.
Alfredo abrazó a mi esposa por delante mientras Juan Carlos abrazando a mi esposa por detrás empezó a apretar los pezones de Alba con fuerza. La emparedaron entre sus desagradables cuerpos. Dos hombres, dos verdaderos machos estaban punteando el coño y el culo de mi esposa. Cuatro manos acariciaban y sobaban a su antojo su deseable cuerpo.
Alba totalmente entregada y muy excitada por los insultos y obscenidades que la dedicaban, empezó a pajear a Alfredo y Juan Carlos.
- Puta ponte de rodillas y quítame el boxer, dijo Alfredo.
-Todas las casadas sois unas zorras que necesitáis una buena ración de polla, gritó Alfredo. Trágatela hasta los huevos puta le ordenó.
Mi esposa, con una mano bajo el glande del vergón de su jefe mientras que con la otra acariciaba sus enormes testículos.
- Que suerte tiene el hijo puta de tu marido, así se la chupas pedazo de puta, dijo Juan Carlos meneándosela viendo la escena. Zorra asquerosa, cuantas pajas me he cascado pensando que te follaba por todos tus agujeros, y ahora estás de rodillas como una perra mamando la polla de tu jefe.
Juan Carlos se puso delante de mi esposa y cogiéndola de la cabeza la obligó a tragar su enorme verga. Alba, de forma alternativa, masturbaba y comía la polla de aquellos dos machos, mientras ellos se reían de ella, de lo recatada y modosita que parecía, de la suerte que yo tenía, y de lo cornudo y cabrón que me iban a hacer aquella noche.
Transcurrido un buen rato, Alfredo y Juan Carlos llevaron en volandas a mi esposa hasta un sofá. Alfredo se sentó, separó las nalgas de mi mujer y untando sus dedos con los propios flujos que destilaba el coño de mi esposa, los fue introduciendo en el ano de Alba. Mi esposa gritó pero los dedos perforaron su culo dilatándolo hasta que Alfredo cogiéndola de sus hombros la hizo sentarse sobre él clavando su verga en su dilatado ano.
Juan Carlos por su parte, separando las piernas de mi esposa, la penetró de un solo golpe.
Los dos machos durante mas de un cuarto de hora montaron y empalaron a mi amada mujer. Alba gemía y jadeaba como perra en celo por el placer que su jefe y compinche le estaban proporcionando.
-Suplica que te follemos, dijo Alfredo.
-Follarme cabrones, dadme el gusto que mi marido no es capaz de proporcionarme, gritó Alba.
-Nuestras vergas son más grandes y duras que las del hijo puta de mi marido, ¿verdad putita?, dijo Juan Carlos.
-Si darme más duro, nunca he sentido algo así, darme todo el placer que el cornudo de mi esposo no sabe darme
No se cuantas veces llegó a correrse mi esposa, pero Alfredo y Juan Carlos entre rugidos y humillaciones hacia mi persona se corrieron dentro de Alba. Cuando los dos machos descabalgaron a mi esposa chorros de semen corrieron por el coño y culo de mi mujer.
- Con un poco de suerte se la vamos a devolver preñada al cornudo de su maridito se rió Alfredo.
Aquella noche Alfredo y Juan Carlos se follaron a mi mujer todas las veces que quisieron, intercambiaron de posiciones de forma reiterada, se corrieron en su vagina y ano, en su cara y en sus tetas mientras sometían a mi esposa una y otra vez.
Todo esto me lo contaron Alfredo y Juan Carlos tomando unas cervezas. Lejos de pegarles un par de h..., me excité mucho y tuve que masturbarme como un mono en los urinarios, simplemente negué todo, mi esposa nunca me engañaría. A los pocos días recibí un video en mi correo electrónico, lo abrí y os podéis imaginar lo que en el aparecía.
Había pasado aproximadamente mes y medio desde que recibí el primer vídeo de Alba, en ese intervalo recibí otros dos, en los cuales mi esposa era bañada en semen por su jefe Alfredo y su compañero de correrías Juan Carlos. Al visionarlos me excitaba contemplando extasiado como dos verdaderos machos follaban a mi esposa de todas las maneras posibles provocándola orgasmo tras orgasmo, pero lo que más caliente me ponía eran los comentarios que Alfredo y Carlos vertían en relación con mi persona.
Me trataban de marido cornudo, cabrón, pajillero y demás insultos que lejos de ofenderme me excitaban y hacían que mis masturbaciones cada vez fuesen más frecuentes.
Un jueves me armé de valor y fui a hablar con Alfredo el jefe de Alba. Aprovechando que mi esposa estaba de compras, llamé a la empresa donde trabaja mi esposa, cogió el teléfono Alfredo y colgué inmediatamente, estaba en su oficina. Me encaminé hacia allí con la intención de poner fin a esta situación. Entré en su despacho y dando un fuerte portazo cerré la puerta. Alfredo levantando la vista me dijo:
-Hola cornudo pichafloja, esperaba tu visita. Se que llamaste y colgaste ya que tengo tu teléfono grabado en la memoria del mío.
-Sabrás el motivo de mi visita, tu y tu compinche tenéis que dejar de follaros a Alba, o sino.
-Sino que cornudito, ¿vas a hacerme algo?, dijo Alfredo levantando la voz. Sabes mierda voy a subir a la red los vídeos de tu esposa y en unos minutos todo el mundo verá lo puta que es tu ardiente mujercita, y la gente sabrá lo que eres, un mierda de cornudo.
-No te atreverás bastardo, contesté.
-¿que no?, lo primero que tengo que decirte es que tu insulto me ha ofendido, a partir de ahora te dirigirás a mi como Don Alfredo, ¿entendido?.
-Pero yo ....., acerté a contestar.
-Nada de peros cornudo, ordenó Alfredo.
-Si Alfredo, digo Don Alfredo.
-Así está mucho mejor cornudo. replicó.
No podía creerlo, aquel viejo asqueroso al que fui con la intención de partirle la cara, me estaba humillando y lejos de reaccionar me estaba excitando con sus vejaciones. En ese momento Don Alfredo giró la pantalla de su ordenador, y poniéndola delante mío me dijo:
-¿Te gusta lo que ves cerdo?. En la pantalla apareció mi esposa tragando la verga de Juan Carlos, mientras que Alfredo, Don Alfredo, penetraba muy duro y profundamente a mi esposa a cuatro patas. Los jadeos y gemidos de placer de Ali eran tremendos. ¿Te excita cornudito?.
Mi polla empezó a endurecerse por momentos. ¿Te gusta?.
-Si, acerté a contestar.
-Si, que exclamo.
-Si, Don Alfredo, me excita ver como Ud. y Juan Carlos se follan a mi esposa.
-Lo sabia desde el primer momento en que te ví, eres un picha floja que no sabe dar gusto a su mujercita, Ali necesita de verdaderos machos que le den el gusto y placer que su maridito no sabe proporcionarle, dijo Don Alfredo. Vamos a hacer una cosa cabrón, quiero que te bajes los pantalones, solo los pantalones, y pajéate con el boxer puesto viendo como dos verdaderos machos se follan a tu deseable esposa.
-No, contesté.
Don Alfredo abrió el cajón del escritorio, sacó un tanga usado de mi mujer y oliéndolo me lo entregó.
-Cógelo y pajéate con su tanga como el mierda que eres ordenó Don Alfredo elevando el tono de voz de forma autoritaria, quiero ver como te corres y te manchas.
Me bajé los pantalones, Don Alfredo percatándose de mi erección me dijo: estás empalmado cornudito, menéatela.
Saqué mi pollita, la envolví en el tanga de Alba introduciéndola debajo de mi boxer, y comencé a pajearme acariciando mi verga, ver como mi esposa era follada repetidamente por esos dos degenerados hizo que me corriese inmediatamente, manchando la ropa íntima de mi mujer y mi propio boxer.
Don Alfredo riéndose con grandes carcajadas dijo: vete a casa todo sucio cabrón, no quiero que te duches. Como sabes esta noche tu mujercita tiene guardia y aunque Juan Carlos no estará pienso follarme a Alba, ven un cuarto de hora antes de que entre tu esposa a trabajar y te esconderé para que puedas ver como la monto.
Totalmente humillado me subí los pantalones y salí de la oficina de Don Alfredo, mientras sus carcajadas resonaban en mis oídos, El resto del día transcurrió muy despacio, las palabras de Don Alfredo se repetían en mi mente y mi excitación crecía por momentos.
Me inventé una excusa y salí de mi casa una hora antes de que mi esposa empezase su turno de trabajo, me dirigí a la empresa de ambulancias y entré en el despacho de Don Alfredo.
-Hola cornudo de mierda, ¿vienes a ver como me follo a tu linda mujercita?. Pensé que tendrías un poco de dignidad y no vendrías pero ya veo como eres.
Salimos de su oficina y nos dirigimos a una habitación más grande, pude ver el sofá donde Alfredo y Juan Carlos tantas veces se habían follado a Alba. Don Alfredo me dijo: escóndete en ese armario maridito, tendrás que esperar un rato.
Me introduje en él y esperé. No se cuanto tiempo transcurrió, finalmente oí unas voces y Don Alfredo y Alba, mi Alba, entraron en la habitación. Mi esposa estaba preciosa, jersey hasta el cuello, falda hasta media rodilla, medias negras y botas altas.
-Ven aquí putita, no está Juan Carlos pero no te vas a quedar sin tu ración diaria de verga.
-Esto no puede continuar Alfredo, soy una mujer casada y no quiero hacer daño a mi marido, dijo Alba.
Alfredo se rió con sonoras carcajadas y abrazó a mi esposa, sus manazas agarraron con fuerza el trasero de mi esposa y dijo: ¿tu marido?, quien ¿el cornudo maricón?, y cogiendo con brusquedad la cabeza de mi esposa le estampó un beso. Mi polla empezó a dar señales de vida, mi excitación hizo que tuviese una formidable erección e inconscientemente comencé a masturbarme.
Alba intentó zafarse de las manazas de aquel patán, pero Don Alfredo dio la vuelta a mi esposa, pasó sus brazos por debajo de las axilas y empezó a magrear las tetas de Alba. Sus manos se introdujeron por debajo del suéter de mi mujercita y pude contemplar como acariciaba sus pechos. Alba se resistía pero sus defensas acabaron cediendo ante la fuerza y caricias de su macho. Una mano de Don Alfredo bajó por las piernas de mi esposa y subiendo su falda se introdujo en el tanga de mi mujer para pajearla.
-Estás totalmente empapada zorrita, dijo Don Alfredo.
-Si cabrón me pones a mil, dijo mi esposa mientras jadeaba como una perra,
Una de las manos de Alba se dirigió al bulto de su jefe y bajando la cremallera de su pantalón introdujo su mano dentro del mugriento slip de Don Alfredo.
-Que dura, gorda y mojada la tienes, dijo mi esposa.
-Es toda para ti putita, quiero que te la comas ahora mismo contestó Don Alfredo.
Poniéndose de rodillas mi mujer bajo los pantalones y la ropa interior de su jefe. Una descomunal verga apareció. Alba descapulló el glande de ese pollón y empezó a besar su punta llena de líquido precoital, acariciando con sus manos los testículos de Don Alfredo. Acto seguido se la introdujo hasta el fondo de su garganta.
Don Alfredo puso sus manos en la cabeza de mi esposa y comenzó a follar la boca de mi mujer con deseperación. En ese momento el tipejo miró hacia el armario donde estaba yo escondido y con su mano me hizo el signo de los cuernos de forma triunfal.
- Como me gustaría que nos viese el marica de tu esposo, me encantaría que viese como estoy follando a la putita de su esposa. ¿quien te da más gusto, yo o ese hijo puta que tienes por esposo?, dijo Don Alfredo.
-Tú cabrón, solo tú. La pollita de mi marido no me da el placer que me da la tuya, la de mi esposo casi ni la siento gritó Alba.
En ese instante me corrí como un cerdo por segunda vez en ese día, lejos de estar indignado me sentía en la gloria viendo en directo como mi mujer, mi querida esposa, me hacía más cornudo aún si cabe.
Don Alfredo desnudó a mi esposa y tumbándola en el sofá, ordeno a Alba:
-Abre bien tus piernas quiero ver como te masturbas para mi.
Alba introdujo un par de dedos en su húmedo coño acariciando su duro clítoris. Don Alfredo se quitó el resto de su ropa y ordenó a mi mujer que se tumbase en el sofá.
Mi esposa se tumbó completamente desnuda, y Don Alfredo empezó a acariciar con sus enormes manazas el cuerpo de mi mujer, su pelo, su cara, sus tetas, sus muslos. Dos de sus dedos se introdujeron en el coño de Alba mientras su otra mano magreaba las nalgas de mi linda mujercita, para introducir finalmente un par de dedos en su ano. Transcurrido un rato, Ali tuvo un orgasmo bestial.
Dentro del armario tuve de nuevo la imperiosa necesidad de masturbarme y otra vez comencé a acariciar mi polla.
Don Alfredo se sentó en el sofá y cogiendo en volandas a Alba la obligó a sentarse encima de él. Su verga ensartó el coño de mi esposa y comenzó una penetración, un mete saca, brutal. Las tetas de mi mujer botaban acompasadamente al ritmo de la follada que le estaba dando su macho, los tremendo cojones del jefe chocaban con la entrepierna de mi esposa. Los gemidos y aullidos de placer de Don Alfredo y Alba se oían en toda la empresa, mientras que mi condición de cornudo apaleado crecía por momentos.
Transcurrido un buen rato, y tras los insultos y humillaciones que Don Alfredo y mi propia esposa me dedicaron, Alba tuvo un nuevo orgasmo y Don Alfredo incrementando el ritmo se su follada se corrió dentro del coño de mi esposa. Al descabalgar a mi mujer pude contemplar como hilos de leche salían del coño de mi mujer y me corrí nuevamente como el cerdo que soy.
-Vete a ducharte zorrita dijo Don Alfredo a mi esposa, sentándose nuevamente en el sofá. Que pena que el marica de tu esposo no esté aquí para ver que follada te he pegado, dijo mientras se reía a carcajadas. De todas maneras esto no ha acabado, luego volveré a follarte y darte toda la leche que tengo para ti putita, quiero petar tu culito de zorra que yo, y no el hijo puta de tu esposo, ha desvirgado.
Alba abandonó la habitación y al poco rato se oyó el ruido de la ducha. Salí del armario y Don Alfredo dijo:
-¿Has visto el zorrón que tienes por esposa cornudo maricón?.
No pude replicarle, y cuando pensaba que no podía sentirme más humillado y vejado, Don Alfredo me ordenó: arrodíllate delante mío y limpia la verga que acaba de follarse a tu esposa.
Ni siquiera protesté, me arrodillé y comencé a lamer y limpiar la verga que tanto placer había proporcionado a Alba y porque no decirlo a mi también. Sorpresivamente, Don Alfredo agarrando mi cabeza hizo que me tragase su verga hasta el fondo, tuve grandes arcadas, no podía respirar, finalmente soltó mi cabeza y me obligó a comer su pedazo de carne y testículos hasta que grandes borbotones de semen inundaron mi garganta y mancharon mi cara, mi pelo y mi ropa.
Vete a casa cornudo de mierda y pajéate como el mono que eres, esta noche volveré a follarme a tu mujercita las veces que quiera y grabaré más vídeos a tu salud. La próxima vez me follaré a tu linda esposa en vuestra cama de matrimonio, y ese día estarás tu delante de tu esposa.
Salí de la habitación mientras resonaban las carcajadas de Alfredo, quise decir el macho Don Alfredo y volví a mi casa. Los días pasaban, mi excitación se incrementaba por momentos. Alba con la excusa del cansancio me negaba el sexo de forma reiteradada. Su carácter se había transformado.
Un viernes, lo recuerdo perfectamente, mi móvil sonó, era el degenerado de Don Alfredo:
-Hola cornudito.
-Mi verga se empalmó, buenos dáis Don Alfredo contesté.
-Don Alfredo: ¿sabrás porqué te llamo?, marica.
-Yo: no lo sé.
-Don Alfredo: la última vez que estuvimos juntos te dije que iba a follarme a tu linda esposa en tu propia cama, ¿recuerdas?.
-Yo: eres un hijo puta.
-Don Alfredo: ¿quieres que suba a internet los vídeos de tu mujercita?, pichafloja.
-Yo: no se le ocurrirá.
-Don Alfredo: ponme a prueba cornudo. Voy a follarme a tu esposa esta misma noche, y en tu propia cama de matrimonio. He quedado con tu mujercita esta noche en tu casa a las nueve de la noche para ver de que forma puedo comprar una nueva ambulancia para la empresa, y repasar las cuentas. Quiero que te inventes cualquier excusa y te presentes en tu casa más tarde y entres en tu propio dormitorio para ver como me monto a tu querida mujercita, cornudito. Sino apareces juró que colgaré los vídeos en la red.
-Yo: eso no puede ser .....
Don Alfredo había colgado.
Toda la mañana estuve muy excitado, sabía perfectamente lo que haría ese degenerado, estábamos en sus manos. A la hora de comer le comenté a Alba que sorpresivamente me habían impuesto una cena de trabajo. Mi esposa se puso muy inquieta e intranquila.
-Alba: ¿por qué no me avisaste antes?.
-Yo: te lo he dicho antes me han llamado a última hora unos clientes y no he podido darles largas
-Alba: es que esta noche va a venir mi jefe, quiere comprar una ambulancia y quiere revisar conmigo unas cuentas.
-Yo: tranquila cariño trataré de terminar lo antes posible y llegar pronto a casa.
-Alba: está bien sino queda otro remedio.
A las ocho y media salí de mi casa, cogí el coche y lo metí en un garage existente en una calle cercana a mi casa. Volví y escondido tras una esquina pude ver al rato como llegaba Don Alfredo. Se bajo de su flamante coche y mi sorpresa fue mayúscula, Don Alfredo iba acompañado por otro hombre al que no pude identificar, parecía marroquí o argelino, alto, joven de unos 30 años y piel muy oscura.
Por mi cabeza rápidamente pasó una idea, Alba mi querida esposa, iba a ser follada, no solo por el degenerado de Don Alfredo sino también por un árabe. Mi excitación se acrecentó aún más y mi polla tuvo una erección tremenda. A las nueve y cuarto subí a mi casa, mi polla goteaba líquido preseminal manchando mi boxer. Entre sigilosamente en mi casa y me dirigí hacia nuestro dormitorio. Escuché la voz de mi esposa:
-Alba: esto no puede continuar Alfredo, tu y Juan Carlos hacéis conmigo lo que queréis, pero esto tiene que acabarse y encima quieres que este moro me folle para que te rebaje el precio de la ambulancia. Eres un hijo de puta. Le voy a contar todo a mi marido, no querrá saber nada más de mi pero a vosotros os hará trizas.
-Don Alfredo: Ja, Ja, pues bien gozabas y gemías las veces que te hemos follado Juan Carlos y yo, por cierto ahora que hablas del cornudito quiero informarte que el muy cabrón está al corriente de todo. Entra oscar, pasa maldito alce.
Entré en mi dormitorio, la cara de mi esposa se volvió de todos los colores habidos y por haber, Alba acertó a balbucear: ¿que es esto?, ¿es cierto estás al corriente de todo?.
-Yo: si Alba lo sé todo, balbuceé.
-Don Alfredo: es más, incluso ha visto en la empresa como te follaba por todos tus agujeros.
-Alba: ¿es eso cierto?, Oscar.
Yo: sí.
-¿Y no hiciste nada?, ¿porqué?.
-Don Alfredo: yo contestaré, porque tu marido en un cornudo cabrón que se excita, disfruta y pajea viendo como dos machos se follan a su linda mujercita, y en ese momento empezó a acariciar el trasero de mi querida Alba. ¿te gusta ver como acaricio el culo de tu mujercita cabrón?, contesta.
-Yo: Si.
-Don Alfredo: Si qué.
-Yo: me excita ver como acaricia el culo de mi esposa y ver como se la folla en mi presencia.
En ese instante oí unas carcajadas y una voz habló: esto promete Alfredo, está ocurriendo lo que de dijiste que pasaría.
-Don Alfredo: cornudito te presento a Hamed, le voy a comprar una ambulancia, le enseñé los vídeos y si consigo que se folle a tu esposa me hará un gran descuento.
-Alba: ¿que videos?.
-Don Alfredo: creo que tu maridito puede contarlo mejor que yo.
Le conté a mi esposa la existencia de los videos y con voz muy dura me dijo: no has hecho nada cabrón, ni siquiera echarme de casa, lo sabías todo y lo único que has hecho ha sido pajearte. Contesta hijo puta.
-Yo: sí.
Alb se volvió a Don Alfredo y Hamed y dijo: quiero que me folléis delante de este mierda, hacerme vuestra y darme todo lo que este poco hombre no es capaz de darme.
-Don Alfredo: así me gusta putita, pero el cornudito va a participar. Oscar quítate la ropa menos el boxer.
Sumisamente me desvestí y me quedé solo con mi prenda más íntima que apenas podía contener mi pequeña erección.
-Pero mira, si está empalmado y ha manchado su boxer el cornudito dijo Don Alfredo riéndose de mi. Desnuda a tu esposa para que Hamed pueda contemplarla.
Obedeciendo la orden dada por Don Alfredo, desabroché la blusa de Alba dejando a la vista sus preciosas tetas cubiertas por un sujetador negro de encaje, acto seguido bajé la cremallera de su falda y ésta cayo a los pies de mi esposa quedando a la vista de los dos machos en tanga y sujetador a juego.
Por su parte Hamed y Don Alfredo se habían desvestido totalmente, sus vergas eran enormes, muy gruesas y venosas sobre todo la del moro.
-Continúa marica de mierda, desnuda a tu esposa para los machos que se la van a follar, dijo Don Alfredo.
Le quité el sujetador a mi mujer y sus esplendidos pechos saltaron al aire, después arrodillándome delante de ella baje su tanga dejándola totalmente desnuda ante aquellos dos machos.
-Hamed: dame el tanga cerdo quiero olerlo.
Sumisamente se lo entregué y Hamed lo olio y chupó como si la vida le fuese en ello.
-Que rico y que bien huele dijo Hamed.
Bien, bien, bien, dijo Don Alfredo. Esto promete, Alba túmbate en la cama. Mi esposa se acostó en nuestra cama, y tu cabrón coge la mano de Hamed, quiero que la restriegues por el cuerpo de tu linda mujercita.
Hamed se acercó hasta el borde de nuestra cama matrimonial, una foto de nuestra boda estaba encima de la mesita auxiliar, y cogiendo la mano del macho la puse encima del cuerpo de Alba. Dirigí la mano del moro por todo el cuerpo de mi esposa, los pies, tobillos, pierna, muslo, culo y tetas que magreó a su antojo. Finalmente puse la mano de Hamed en la entrepierna de mi esposa, y cogiendo dos de sus dedos los metí en el empapado coño de mi mujer. Alba empezó a gemir.
Marica, mama la verga de Hamed, dijo Don Alfredo, quiero que pongas muy dura la verga del macho que se va a follar a tu bella esposa.
Me arrodillé sumisamente delante del moro e introduje su verga en mi boca, primero el glande y luego hasta el fondo mientras que con una de mis manos acariciaba sus enormes testículos. Sentía arcadas y gruesos lagrimones corrían por mis mejillas mientras el pollón del moro alcanzaba lo más hondo de mi garganta, pero sentía un placer indescriptible al tener aquel miembro en mi boca y al escuchar los gemidos de placer de mi mujer al ser sabiamente masturbada por Hamed.
Deja de mamar cabrón dijo Don Alfredo, coge esa polla y llévala hasta el coño de tu mujercita. Acaté la orden de Don Alfredo y sin que nadie me lo ordenase abrí las piernas de Alba y restregué la polla de Hamed por la entrada del coño de mi esposa. Alba jadeaba como una cerda al sentir el glande del árabe jugando con sus labios vaginales sin todavía llegar a penetrarla. Finalmente, empuje y el pollón de Hamed entró en el chorreante coño de mi esposa mientras mi esposa gemía de puro placer al ser penetrada por otro macho. En ese instante y sin tocarme me corrí como el cerdo pajillero que soy.
Hamed se estaba follando a mi esposa como un verdadero animal, los gritos de placer y los gemidos seguro que fueron oídos en todo el vecindario, mientras por mi parte asumía mi condición de cornudo mamporrero. Estaba extasiado contemplando la escena cuando escuché la voz de Don Alfredo: acércate cornudo y pon más dura mi verga, voy a follar el culito de tu mujercita.
Me arrodillé delante de Don Alfredo y volví a mamar esa verga y testículos que tanto placer ya había dado a mi esposa y me daba a mí. Una vez que estuvo muy dura voltée un poco a mi esposa mientras Hamed continuaba taladrando el coño de mi mujer, y abriendo las nalgas de Alba le ofrecí su ano al macho dominante.
-Que cabrón y buen cornudo servicial eres, dijo Don Alfredo, y sin ningún miramiento introdujo su verga en el culito de mi esposa.
Alba gritó con la profanación de su ano, los machos perfectamente acoplados en las entrañas de mi esposa coordinaron sus embestidas mientras mi esposa gozaba como una perra al ser follada por dos verdaderos hombres, no sabría decir los orgasmos que pudieron darla.
Por mi parte me senté en un sillón y volví a pajearme viendo como dos hombres, dos verdaderos machos se follaban a mi esposa. Aquella fue la mejor noche de mi vida, Hamed, Don Alfredo y mi propia mujer se rieron de mi y me humillaron, follaron todas las veces que quisieron y tuve que limpiar con mi boca la leche que, en varias ocasiones, descargaron las vergas de aquellos dos machos, en el coño y ano de Alba.
Tras la orgia montada por Don Alfredo y Hamed con mi esposa y conmigo como complaciente colaborador y espectador, los acontecimientos se desbordaron, Mi esposa y yo ya no compartíamos cama durmiendo yo en el sofá, sexo con Ali en absoluto, es más Don Alfredo vino algunas noches a mi casa a dormir, bueno dormir, se encerraba en el dormitorio y follaba con mi mujer. No me dejaban entrar y yo tras la puerta escuchaba los gemidos de Ali y los bufidos de Don Alfredo, mientras me masturbaba como un mono.
Un día Don Alfredo me llamó por teléfono, me comentó que estaba cansado de mi esposa, había conocido otra putita y que accedía a terminar con este juego. Me citó en su oficina a las diez de la noche aprovechando que Alba estaría también ya que tenían guardia aquella noche.
Llegué puntual a mi cita, Don Alfredo estaba sentado frente a su escritorio, al instante noté unas fuertes manos que me agarraron mis brazos desde detrás, y una cuerda apretó inmediatamente mis muñecas con mucha dureza, intenté soltarme pero no pude. Giré mi cabeza viendo a Juan Carlos que sonreía con una mueca de burla.
-¿Que ocurre?, soltarme inmediatamente.
-No pasa nada cornudito dijo Don Alfredo, sólo queremos divertirnos un poco.
-¿Divertiros? acerté a contestar. Soltarme de una vez.
-Las cosas se piden por favor dijo Juan Carlos.
-Eres tan necio que pensaste que todo se había acabado dijo Don Alfredo, pues las cosas no son así. Alba sal del armario, el marica de tu marido ya está aquí.
Mi esposa salió del armario en el que yo una vez estuve escondido, estaba preciosa y totalmente desnuda. Hilos de semen corrían por su vagina y culo hasta juntarse en sus muslos.
-Bien Alba, eres una amante viciosa y una perfecta esposa, te hemos emputecido lo que hemos querido, pero esta noche es tu noche dijo Don Alfredo.
Alba tomó la palabra y contestó:
- Desnudar a este cabrón, hoy ya he recibido mi ración diaria de leche caliente, ha llegado el momento de que también os folléis al maricón de mi marido.
Me quedé helado, intenté contestar pero Juan Carlos introdujo en mi boca un tanga de mi mujer y puso cinta adhesiva. Pataleé, intenté suplicar pero fue en vano, Don Alfredo y Juan Carlos con sendos cuchillos literalmente destrozaron mi ropa quedando desnudo ante los tres.
Alba volvió a tomar la palabra y dijo: Alfredo dale al play.
Alfredo fue hacia su mesa giró la pantalla del ordenador y al instante ví en el monitor nuevamente como Don Alfredo y Juan Carlos follaban a mi esposa a la vez. No quise mirar pero no pude evitarlo, mi polla empezó a endurecerse y gotitas de líquido presiminal empezaron a manchar el suelo.
-Como te gusta ver a tu esposa bien follada por todos sus agujeros, verdad cornudito dijo Don Alfredo.
Ella trabaja en una empresa de ambulancias, y por tal motivo en algunas ocasiones hace guardias, las cuales, le son bien retribuidas, quizás demasiado bien. Su jefe se llama Alfredo, es un señor de unos 60 años de edad, bajo, calvo y un poco tripudo, bastante desagradable y putero. Su compadre se llama Juan Carlos, es uno de los conductores, tiene unos 55 años, divorciado también bajo, muy velludo y aficionado al porno en internet.
Los dos tipejos siempre han deseado a mi esposa, la miran con descaro, devorándola y desnudándola con la vista. Una vez, sin que ellos se percatasen de mi presencia, escuché con todo detalle como les gustaría follársela, lo cual, y ante mi estupor no me produjo indignación alguna todo lo contrario, excitación al recordar lo que aquellos desgraciados comentaban sobre mi mujer.
Recuerdo perfectamente aquella noche. Ali tuvo que ir a trabajar al turno de guardia de 10 de la noche a 7 de la mañana. Se vistíó con ropa cómoda, un jersey de punto, sujetador de color azul con tanga a juego, y unos leggins que realzaban su trasero y piernas.
A las 0,35 horas mi esposa se encaminó al baño y pasó por delante de la oficina de su jefe, la puerta estaba entreabierta y de espaldas al ordenador se encontraba Juan Carlos. La pantalla del ordenador se reflejaba en un cristal y Ali acertó a ver una escena porno, una chica rubia preciosa era follada por dos auténticos sementales, la chica comía una de las vergas mientras la otra perforaba su coño.
Mi mujer escuchó unos leves gemidos y pudo ver como Juan Carlos con su verga en la mano se masturbaba frenéticamente, su mano subía y bajaba por aquel pollón de unos veinte centímetros, mucho más grande y gordo que el mío. No se que pasó por la cabeza de mi esposa, no podía quitar la vista del enorme pene de su compañero de trabajo, alternativamente miraba esa verga y la película, en la cual, los dos hombres finalmente se corrían en la cara, pechos y cuerpo de la espléndida protagonista.
Alba se sintió humedecer e instintivamente deslizó una de sus manos por debajo de su tanga, que estaba totalmente empapado, y se introdujo un par de dedos en su húmedo coño. Con gran rapidez y ansiedad buscó su clítoris y empezó a masturbarse.
Pasado un rato, unas manos poderosas atraparon desde atrás los pechos de mi esposa. Alba dio un gran alarido e intentó zafarse de aquellas manazas. Una de las manos se deslizó por debajo del jersey y apartando la copa del sujetador, agarró uno de los pechos magreándolo a su antojo pellizcando su duro pezón. La otra mano se deslizó por debajo de su tanga y dos dedos muy largos y gruesos profanaron su húmeda vulva.
Alfredo llevaba un rato viendo como Alba se masturbaba y cuando notó que mi esposa estaba muy caliente la abordó. La manoseó todo lo que quiso, la masturbó y apoyó su paquete contra las nalgas de mi esposa.
Mira que puta tan caliente tenemos aquí Juan Carlos, te espiaba mientras te pajeabas viendo porno, dijo Alfredo.
Suélteme por favor dijo mi esposa mientras pataleaba con la intención de separarse de su jefe. Alfredo hizo caso omiso y apretándose con más fuerza al culo de mi esposa continuó masturbándola.
Juan Carlos con su verga colgando se acercó a Alba, y sin más preámbulo cogiendo la cabeza de mi mujer le estampó un beso húmedo y obsceno, su lengua atrapó la de mi mujer llenándola de sus asquerosas babas. Acto seguido agarró el jersey de Alba y tirando del mismo se lo arrancó quedando mi mujer en leggins y sujetador delante de aquellos dos desgraciados.
Mi esposa intentó zafarse pero el dedo de Alfredo en el interior de su vagina, el arte con el que el viejo la masturbaba, hizo que sus defensas flaqueaen, siendo sustituidas por audibles gemidos de placer y un continuo restregar su trasero contra el bulto de Alfredo. Los dos compinches terminaron de desnudar a mi mujer.
-Que buena estas zorra, dijo Alfredo. Durante todos estos años he tenido envidia del marica de tu marido, pero esta noche voy a vengarme de él por todas las pajas que me cascado en tu honor.
-Cuantas veces hemos soñado con follarte, continuó Juan Carlos, y ahora te tenemos aquí desnuda mientras te sobamos ese cuerpo de puta.
Alfredo abrazó a mi esposa por delante mientras Juan Carlos abrazando a mi esposa por detrás empezó a apretar los pezones de Alba con fuerza. La emparedaron entre sus desagradables cuerpos. Dos hombres, dos verdaderos machos estaban punteando el coño y el culo de mi esposa. Cuatro manos acariciaban y sobaban a su antojo su deseable cuerpo.
Alba totalmente entregada y muy excitada por los insultos y obscenidades que la dedicaban, empezó a pajear a Alfredo y Juan Carlos.
- Puta ponte de rodillas y quítame el boxer, dijo Alfredo.
-Todas las casadas sois unas zorras que necesitáis una buena ración de polla, gritó Alfredo. Trágatela hasta los huevos puta le ordenó.
Mi esposa, con una mano bajo el glande del vergón de su jefe mientras que con la otra acariciaba sus enormes testículos.
- Que suerte tiene el hijo puta de tu marido, así se la chupas pedazo de puta, dijo Juan Carlos meneándosela viendo la escena. Zorra asquerosa, cuantas pajas me he cascado pensando que te follaba por todos tus agujeros, y ahora estás de rodillas como una perra mamando la polla de tu jefe.
Juan Carlos se puso delante de mi esposa y cogiéndola de la cabeza la obligó a tragar su enorme verga. Alba, de forma alternativa, masturbaba y comía la polla de aquellos dos machos, mientras ellos se reían de ella, de lo recatada y modosita que parecía, de la suerte que yo tenía, y de lo cornudo y cabrón que me iban a hacer aquella noche.
Transcurrido un buen rato, Alfredo y Juan Carlos llevaron en volandas a mi esposa hasta un sofá. Alfredo se sentó, separó las nalgas de mi mujer y untando sus dedos con los propios flujos que destilaba el coño de mi esposa, los fue introduciendo en el ano de Alba. Mi esposa gritó pero los dedos perforaron su culo dilatándolo hasta que Alfredo cogiéndola de sus hombros la hizo sentarse sobre él clavando su verga en su dilatado ano.
Juan Carlos por su parte, separando las piernas de mi esposa, la penetró de un solo golpe.
Los dos machos durante mas de un cuarto de hora montaron y empalaron a mi amada mujer. Alba gemía y jadeaba como perra en celo por el placer que su jefe y compinche le estaban proporcionando.
-Suplica que te follemos, dijo Alfredo.
-Follarme cabrones, dadme el gusto que mi marido no es capaz de proporcionarme, gritó Alba.
-Nuestras vergas son más grandes y duras que las del hijo puta de mi marido, ¿verdad putita?, dijo Juan Carlos.
-Si darme más duro, nunca he sentido algo así, darme todo el placer que el cornudo de mi esposo no sabe darme
No se cuantas veces llegó a correrse mi esposa, pero Alfredo y Juan Carlos entre rugidos y humillaciones hacia mi persona se corrieron dentro de Alba. Cuando los dos machos descabalgaron a mi esposa chorros de semen corrieron por el coño y culo de mi mujer.
- Con un poco de suerte se la vamos a devolver preñada al cornudo de su maridito se rió Alfredo.
Aquella noche Alfredo y Juan Carlos se follaron a mi mujer todas las veces que quisieron, intercambiaron de posiciones de forma reiterada, se corrieron en su vagina y ano, en su cara y en sus tetas mientras sometían a mi esposa una y otra vez.
Todo esto me lo contaron Alfredo y Juan Carlos tomando unas cervezas. Lejos de pegarles un par de h..., me excité mucho y tuve que masturbarme como un mono en los urinarios, simplemente negué todo, mi esposa nunca me engañaría. A los pocos días recibí un video en mi correo electrónico, lo abrí y os podéis imaginar lo que en el aparecía.
Había pasado aproximadamente mes y medio desde que recibí el primer vídeo de Alba, en ese intervalo recibí otros dos, en los cuales mi esposa era bañada en semen por su jefe Alfredo y su compañero de correrías Juan Carlos. Al visionarlos me excitaba contemplando extasiado como dos verdaderos machos follaban a mi esposa de todas las maneras posibles provocándola orgasmo tras orgasmo, pero lo que más caliente me ponía eran los comentarios que Alfredo y Carlos vertían en relación con mi persona.
Me trataban de marido cornudo, cabrón, pajillero y demás insultos que lejos de ofenderme me excitaban y hacían que mis masturbaciones cada vez fuesen más frecuentes.
Un jueves me armé de valor y fui a hablar con Alfredo el jefe de Alba. Aprovechando que mi esposa estaba de compras, llamé a la empresa donde trabaja mi esposa, cogió el teléfono Alfredo y colgué inmediatamente, estaba en su oficina. Me encaminé hacia allí con la intención de poner fin a esta situación. Entré en su despacho y dando un fuerte portazo cerré la puerta. Alfredo levantando la vista me dijo:
-Hola cornudo pichafloja, esperaba tu visita. Se que llamaste y colgaste ya que tengo tu teléfono grabado en la memoria del mío.
-Sabrás el motivo de mi visita, tu y tu compinche tenéis que dejar de follaros a Alba, o sino.
-Sino que cornudito, ¿vas a hacerme algo?, dijo Alfredo levantando la voz. Sabes mierda voy a subir a la red los vídeos de tu esposa y en unos minutos todo el mundo verá lo puta que es tu ardiente mujercita, y la gente sabrá lo que eres, un mierda de cornudo.
-No te atreverás bastardo, contesté.
-¿que no?, lo primero que tengo que decirte es que tu insulto me ha ofendido, a partir de ahora te dirigirás a mi como Don Alfredo, ¿entendido?.
-Pero yo ....., acerté a contestar.
-Nada de peros cornudo, ordenó Alfredo.
-Si Alfredo, digo Don Alfredo.
-Así está mucho mejor cornudo. replicó.
No podía creerlo, aquel viejo asqueroso al que fui con la intención de partirle la cara, me estaba humillando y lejos de reaccionar me estaba excitando con sus vejaciones. En ese momento Don Alfredo giró la pantalla de su ordenador, y poniéndola delante mío me dijo:
-¿Te gusta lo que ves cerdo?. En la pantalla apareció mi esposa tragando la verga de Juan Carlos, mientras que Alfredo, Don Alfredo, penetraba muy duro y profundamente a mi esposa a cuatro patas. Los jadeos y gemidos de placer de Ali eran tremendos. ¿Te excita cornudito?.
Mi polla empezó a endurecerse por momentos. ¿Te gusta?.
-Si, acerté a contestar.
-Si, que exclamo.
-Si, Don Alfredo, me excita ver como Ud. y Juan Carlos se follan a mi esposa.
-Lo sabia desde el primer momento en que te ví, eres un picha floja que no sabe dar gusto a su mujercita, Ali necesita de verdaderos machos que le den el gusto y placer que su maridito no sabe proporcionarle, dijo Don Alfredo. Vamos a hacer una cosa cabrón, quiero que te bajes los pantalones, solo los pantalones, y pajéate con el boxer puesto viendo como dos verdaderos machos se follan a tu deseable esposa.
-No, contesté.
Don Alfredo abrió el cajón del escritorio, sacó un tanga usado de mi mujer y oliéndolo me lo entregó.
-Cógelo y pajéate con su tanga como el mierda que eres ordenó Don Alfredo elevando el tono de voz de forma autoritaria, quiero ver como te corres y te manchas.
Me bajé los pantalones, Don Alfredo percatándose de mi erección me dijo: estás empalmado cornudito, menéatela.
Saqué mi pollita, la envolví en el tanga de Alba introduciéndola debajo de mi boxer, y comencé a pajearme acariciando mi verga, ver como mi esposa era follada repetidamente por esos dos degenerados hizo que me corriese inmediatamente, manchando la ropa íntima de mi mujer y mi propio boxer.
Don Alfredo riéndose con grandes carcajadas dijo: vete a casa todo sucio cabrón, no quiero que te duches. Como sabes esta noche tu mujercita tiene guardia y aunque Juan Carlos no estará pienso follarme a Alba, ven un cuarto de hora antes de que entre tu esposa a trabajar y te esconderé para que puedas ver como la monto.
Totalmente humillado me subí los pantalones y salí de la oficina de Don Alfredo, mientras sus carcajadas resonaban en mis oídos, El resto del día transcurrió muy despacio, las palabras de Don Alfredo se repetían en mi mente y mi excitación crecía por momentos.
Me inventé una excusa y salí de mi casa una hora antes de que mi esposa empezase su turno de trabajo, me dirigí a la empresa de ambulancias y entré en el despacho de Don Alfredo.
-Hola cornudo de mierda, ¿vienes a ver como me follo a tu linda mujercita?. Pensé que tendrías un poco de dignidad y no vendrías pero ya veo como eres.
Salimos de su oficina y nos dirigimos a una habitación más grande, pude ver el sofá donde Alfredo y Juan Carlos tantas veces se habían follado a Alba. Don Alfredo me dijo: escóndete en ese armario maridito, tendrás que esperar un rato.
Me introduje en él y esperé. No se cuanto tiempo transcurrió, finalmente oí unas voces y Don Alfredo y Alba, mi Alba, entraron en la habitación. Mi esposa estaba preciosa, jersey hasta el cuello, falda hasta media rodilla, medias negras y botas altas.
-Ven aquí putita, no está Juan Carlos pero no te vas a quedar sin tu ración diaria de verga.
-Esto no puede continuar Alfredo, soy una mujer casada y no quiero hacer daño a mi marido, dijo Alba.
Alfredo se rió con sonoras carcajadas y abrazó a mi esposa, sus manazas agarraron con fuerza el trasero de mi esposa y dijo: ¿tu marido?, quien ¿el cornudo maricón?, y cogiendo con brusquedad la cabeza de mi esposa le estampó un beso. Mi polla empezó a dar señales de vida, mi excitación hizo que tuviese una formidable erección e inconscientemente comencé a masturbarme.
Alba intentó zafarse de las manazas de aquel patán, pero Don Alfredo dio la vuelta a mi esposa, pasó sus brazos por debajo de las axilas y empezó a magrear las tetas de Alba. Sus manos se introdujeron por debajo del suéter de mi mujercita y pude contemplar como acariciaba sus pechos. Alba se resistía pero sus defensas acabaron cediendo ante la fuerza y caricias de su macho. Una mano de Don Alfredo bajó por las piernas de mi esposa y subiendo su falda se introdujo en el tanga de mi mujer para pajearla.
-Estás totalmente empapada zorrita, dijo Don Alfredo.
-Si cabrón me pones a mil, dijo mi esposa mientras jadeaba como una perra,
Una de las manos de Alba se dirigió al bulto de su jefe y bajando la cremallera de su pantalón introdujo su mano dentro del mugriento slip de Don Alfredo.
-Que dura, gorda y mojada la tienes, dijo mi esposa.
-Es toda para ti putita, quiero que te la comas ahora mismo contestó Don Alfredo.
Poniéndose de rodillas mi mujer bajo los pantalones y la ropa interior de su jefe. Una descomunal verga apareció. Alba descapulló el glande de ese pollón y empezó a besar su punta llena de líquido precoital, acariciando con sus manos los testículos de Don Alfredo. Acto seguido se la introdujo hasta el fondo de su garganta.
Don Alfredo puso sus manos en la cabeza de mi esposa y comenzó a follar la boca de mi mujer con deseperación. En ese momento el tipejo miró hacia el armario donde estaba yo escondido y con su mano me hizo el signo de los cuernos de forma triunfal.
- Como me gustaría que nos viese el marica de tu esposo, me encantaría que viese como estoy follando a la putita de su esposa. ¿quien te da más gusto, yo o ese hijo puta que tienes por esposo?, dijo Don Alfredo.
-Tú cabrón, solo tú. La pollita de mi marido no me da el placer que me da la tuya, la de mi esposo casi ni la siento gritó Alba.
En ese instante me corrí como un cerdo por segunda vez en ese día, lejos de estar indignado me sentía en la gloria viendo en directo como mi mujer, mi querida esposa, me hacía más cornudo aún si cabe.
Don Alfredo desnudó a mi esposa y tumbándola en el sofá, ordeno a Alba:
-Abre bien tus piernas quiero ver como te masturbas para mi.
Alba introdujo un par de dedos en su húmedo coño acariciando su duro clítoris. Don Alfredo se quitó el resto de su ropa y ordenó a mi mujer que se tumbase en el sofá.
Mi esposa se tumbó completamente desnuda, y Don Alfredo empezó a acariciar con sus enormes manazas el cuerpo de mi mujer, su pelo, su cara, sus tetas, sus muslos. Dos de sus dedos se introdujeron en el coño de Alba mientras su otra mano magreaba las nalgas de mi linda mujercita, para introducir finalmente un par de dedos en su ano. Transcurrido un rato, Ali tuvo un orgasmo bestial.
Dentro del armario tuve de nuevo la imperiosa necesidad de masturbarme y otra vez comencé a acariciar mi polla.
Don Alfredo se sentó en el sofá y cogiendo en volandas a Alba la obligó a sentarse encima de él. Su verga ensartó el coño de mi esposa y comenzó una penetración, un mete saca, brutal. Las tetas de mi mujer botaban acompasadamente al ritmo de la follada que le estaba dando su macho, los tremendo cojones del jefe chocaban con la entrepierna de mi esposa. Los gemidos y aullidos de placer de Don Alfredo y Alba se oían en toda la empresa, mientras que mi condición de cornudo apaleado crecía por momentos.
Transcurrido un buen rato, y tras los insultos y humillaciones que Don Alfredo y mi propia esposa me dedicaron, Alba tuvo un nuevo orgasmo y Don Alfredo incrementando el ritmo se su follada se corrió dentro del coño de mi esposa. Al descabalgar a mi mujer pude contemplar como hilos de leche salían del coño de mi mujer y me corrí nuevamente como el cerdo que soy.
-Vete a ducharte zorrita dijo Don Alfredo a mi esposa, sentándose nuevamente en el sofá. Que pena que el marica de tu esposo no esté aquí para ver que follada te he pegado, dijo mientras se reía a carcajadas. De todas maneras esto no ha acabado, luego volveré a follarte y darte toda la leche que tengo para ti putita, quiero petar tu culito de zorra que yo, y no el hijo puta de tu esposo, ha desvirgado.
Alba abandonó la habitación y al poco rato se oyó el ruido de la ducha. Salí del armario y Don Alfredo dijo:
-¿Has visto el zorrón que tienes por esposa cornudo maricón?.
No pude replicarle, y cuando pensaba que no podía sentirme más humillado y vejado, Don Alfredo me ordenó: arrodíllate delante mío y limpia la verga que acaba de follarse a tu esposa.
Ni siquiera protesté, me arrodillé y comencé a lamer y limpiar la verga que tanto placer había proporcionado a Alba y porque no decirlo a mi también. Sorpresivamente, Don Alfredo agarrando mi cabeza hizo que me tragase su verga hasta el fondo, tuve grandes arcadas, no podía respirar, finalmente soltó mi cabeza y me obligó a comer su pedazo de carne y testículos hasta que grandes borbotones de semen inundaron mi garganta y mancharon mi cara, mi pelo y mi ropa.
Vete a casa cornudo de mierda y pajéate como el mono que eres, esta noche volveré a follarme a tu mujercita las veces que quiera y grabaré más vídeos a tu salud. La próxima vez me follaré a tu linda esposa en vuestra cama de matrimonio, y ese día estarás tu delante de tu esposa.
Salí de la habitación mientras resonaban las carcajadas de Alfredo, quise decir el macho Don Alfredo y volví a mi casa. Los días pasaban, mi excitación se incrementaba por momentos. Alba con la excusa del cansancio me negaba el sexo de forma reiteradada. Su carácter se había transformado.
Un viernes, lo recuerdo perfectamente, mi móvil sonó, era el degenerado de Don Alfredo:
-Hola cornudito.
-Mi verga se empalmó, buenos dáis Don Alfredo contesté.
-Don Alfredo: ¿sabrás porqué te llamo?, marica.
-Yo: no lo sé.
-Don Alfredo: la última vez que estuvimos juntos te dije que iba a follarme a tu linda esposa en tu propia cama, ¿recuerdas?.
-Yo: eres un hijo puta.
-Don Alfredo: ¿quieres que suba a internet los vídeos de tu mujercita?, pichafloja.
-Yo: no se le ocurrirá.
-Don Alfredo: ponme a prueba cornudo. Voy a follarme a tu esposa esta misma noche, y en tu propia cama de matrimonio. He quedado con tu mujercita esta noche en tu casa a las nueve de la noche para ver de que forma puedo comprar una nueva ambulancia para la empresa, y repasar las cuentas. Quiero que te inventes cualquier excusa y te presentes en tu casa más tarde y entres en tu propio dormitorio para ver como me monto a tu querida mujercita, cornudito. Sino apareces juró que colgaré los vídeos en la red.
-Yo: eso no puede ser .....
Don Alfredo había colgado.
Toda la mañana estuve muy excitado, sabía perfectamente lo que haría ese degenerado, estábamos en sus manos. A la hora de comer le comenté a Alba que sorpresivamente me habían impuesto una cena de trabajo. Mi esposa se puso muy inquieta e intranquila.
-Alba: ¿por qué no me avisaste antes?.
-Yo: te lo he dicho antes me han llamado a última hora unos clientes y no he podido darles largas
-Alba: es que esta noche va a venir mi jefe, quiere comprar una ambulancia y quiere revisar conmigo unas cuentas.
-Yo: tranquila cariño trataré de terminar lo antes posible y llegar pronto a casa.
-Alba: está bien sino queda otro remedio.
A las ocho y media salí de mi casa, cogí el coche y lo metí en un garage existente en una calle cercana a mi casa. Volví y escondido tras una esquina pude ver al rato como llegaba Don Alfredo. Se bajo de su flamante coche y mi sorpresa fue mayúscula, Don Alfredo iba acompañado por otro hombre al que no pude identificar, parecía marroquí o argelino, alto, joven de unos 30 años y piel muy oscura.
Por mi cabeza rápidamente pasó una idea, Alba mi querida esposa, iba a ser follada, no solo por el degenerado de Don Alfredo sino también por un árabe. Mi excitación se acrecentó aún más y mi polla tuvo una erección tremenda. A las nueve y cuarto subí a mi casa, mi polla goteaba líquido preseminal manchando mi boxer. Entre sigilosamente en mi casa y me dirigí hacia nuestro dormitorio. Escuché la voz de mi esposa:
-Alba: esto no puede continuar Alfredo, tu y Juan Carlos hacéis conmigo lo que queréis, pero esto tiene que acabarse y encima quieres que este moro me folle para que te rebaje el precio de la ambulancia. Eres un hijo de puta. Le voy a contar todo a mi marido, no querrá saber nada más de mi pero a vosotros os hará trizas.
-Don Alfredo: Ja, Ja, pues bien gozabas y gemías las veces que te hemos follado Juan Carlos y yo, por cierto ahora que hablas del cornudito quiero informarte que el muy cabrón está al corriente de todo. Entra oscar, pasa maldito alce.
Entré en mi dormitorio, la cara de mi esposa se volvió de todos los colores habidos y por haber, Alba acertó a balbucear: ¿que es esto?, ¿es cierto estás al corriente de todo?.
-Yo: si Alba lo sé todo, balbuceé.
-Don Alfredo: es más, incluso ha visto en la empresa como te follaba por todos tus agujeros.
-Alba: ¿es eso cierto?, Oscar.
Yo: sí.
-¿Y no hiciste nada?, ¿porqué?.
-Don Alfredo: yo contestaré, porque tu marido en un cornudo cabrón que se excita, disfruta y pajea viendo como dos machos se follan a su linda mujercita, y en ese momento empezó a acariciar el trasero de mi querida Alba. ¿te gusta ver como acaricio el culo de tu mujercita cabrón?, contesta.
-Yo: Si.
-Don Alfredo: Si qué.
-Yo: me excita ver como acaricia el culo de mi esposa y ver como se la folla en mi presencia.
En ese instante oí unas carcajadas y una voz habló: esto promete Alfredo, está ocurriendo lo que de dijiste que pasaría.
-Don Alfredo: cornudito te presento a Hamed, le voy a comprar una ambulancia, le enseñé los vídeos y si consigo que se folle a tu esposa me hará un gran descuento.
-Alba: ¿que videos?.
-Don Alfredo: creo que tu maridito puede contarlo mejor que yo.
Le conté a mi esposa la existencia de los videos y con voz muy dura me dijo: no has hecho nada cabrón, ni siquiera echarme de casa, lo sabías todo y lo único que has hecho ha sido pajearte. Contesta hijo puta.
-Yo: sí.
Alb se volvió a Don Alfredo y Hamed y dijo: quiero que me folléis delante de este mierda, hacerme vuestra y darme todo lo que este poco hombre no es capaz de darme.
-Don Alfredo: así me gusta putita, pero el cornudito va a participar. Oscar quítate la ropa menos el boxer.
Sumisamente me desvestí y me quedé solo con mi prenda más íntima que apenas podía contener mi pequeña erección.
-Pero mira, si está empalmado y ha manchado su boxer el cornudito dijo Don Alfredo riéndose de mi. Desnuda a tu esposa para que Hamed pueda contemplarla.
Obedeciendo la orden dada por Don Alfredo, desabroché la blusa de Alba dejando a la vista sus preciosas tetas cubiertas por un sujetador negro de encaje, acto seguido bajé la cremallera de su falda y ésta cayo a los pies de mi esposa quedando a la vista de los dos machos en tanga y sujetador a juego.
Por su parte Hamed y Don Alfredo se habían desvestido totalmente, sus vergas eran enormes, muy gruesas y venosas sobre todo la del moro.
-Continúa marica de mierda, desnuda a tu esposa para los machos que se la van a follar, dijo Don Alfredo.
Le quité el sujetador a mi mujer y sus esplendidos pechos saltaron al aire, después arrodillándome delante de ella baje su tanga dejándola totalmente desnuda ante aquellos dos machos.
-Hamed: dame el tanga cerdo quiero olerlo.
Sumisamente se lo entregué y Hamed lo olio y chupó como si la vida le fuese en ello.
-Que rico y que bien huele dijo Hamed.
Bien, bien, bien, dijo Don Alfredo. Esto promete, Alba túmbate en la cama. Mi esposa se acostó en nuestra cama, y tu cabrón coge la mano de Hamed, quiero que la restriegues por el cuerpo de tu linda mujercita.
Hamed se acercó hasta el borde de nuestra cama matrimonial, una foto de nuestra boda estaba encima de la mesita auxiliar, y cogiendo la mano del macho la puse encima del cuerpo de Alba. Dirigí la mano del moro por todo el cuerpo de mi esposa, los pies, tobillos, pierna, muslo, culo y tetas que magreó a su antojo. Finalmente puse la mano de Hamed en la entrepierna de mi esposa, y cogiendo dos de sus dedos los metí en el empapado coño de mi mujer. Alba empezó a gemir.
Marica, mama la verga de Hamed, dijo Don Alfredo, quiero que pongas muy dura la verga del macho que se va a follar a tu bella esposa.
Me arrodillé sumisamente delante del moro e introduje su verga en mi boca, primero el glande y luego hasta el fondo mientras que con una de mis manos acariciaba sus enormes testículos. Sentía arcadas y gruesos lagrimones corrían por mis mejillas mientras el pollón del moro alcanzaba lo más hondo de mi garganta, pero sentía un placer indescriptible al tener aquel miembro en mi boca y al escuchar los gemidos de placer de mi mujer al ser sabiamente masturbada por Hamed.
Deja de mamar cabrón dijo Don Alfredo, coge esa polla y llévala hasta el coño de tu mujercita. Acaté la orden de Don Alfredo y sin que nadie me lo ordenase abrí las piernas de Alba y restregué la polla de Hamed por la entrada del coño de mi esposa. Alba jadeaba como una cerda al sentir el glande del árabe jugando con sus labios vaginales sin todavía llegar a penetrarla. Finalmente, empuje y el pollón de Hamed entró en el chorreante coño de mi esposa mientras mi esposa gemía de puro placer al ser penetrada por otro macho. En ese instante y sin tocarme me corrí como el cerdo pajillero que soy.
Hamed se estaba follando a mi esposa como un verdadero animal, los gritos de placer y los gemidos seguro que fueron oídos en todo el vecindario, mientras por mi parte asumía mi condición de cornudo mamporrero. Estaba extasiado contemplando la escena cuando escuché la voz de Don Alfredo: acércate cornudo y pon más dura mi verga, voy a follar el culito de tu mujercita.
Me arrodillé delante de Don Alfredo y volví a mamar esa verga y testículos que tanto placer ya había dado a mi esposa y me daba a mí. Una vez que estuvo muy dura voltée un poco a mi esposa mientras Hamed continuaba taladrando el coño de mi mujer, y abriendo las nalgas de Alba le ofrecí su ano al macho dominante.
-Que cabrón y buen cornudo servicial eres, dijo Don Alfredo, y sin ningún miramiento introdujo su verga en el culito de mi esposa.
Alba gritó con la profanación de su ano, los machos perfectamente acoplados en las entrañas de mi esposa coordinaron sus embestidas mientras mi esposa gozaba como una perra al ser follada por dos verdaderos hombres, no sabría decir los orgasmos que pudieron darla.
Por mi parte me senté en un sillón y volví a pajearme viendo como dos hombres, dos verdaderos machos se follaban a mi esposa. Aquella fue la mejor noche de mi vida, Hamed, Don Alfredo y mi propia mujer se rieron de mi y me humillaron, follaron todas las veces que quisieron y tuve que limpiar con mi boca la leche que, en varias ocasiones, descargaron las vergas de aquellos dos machos, en el coño y ano de Alba.
Tras la orgia montada por Don Alfredo y Hamed con mi esposa y conmigo como complaciente colaborador y espectador, los acontecimientos se desbordaron, Mi esposa y yo ya no compartíamos cama durmiendo yo en el sofá, sexo con Ali en absoluto, es más Don Alfredo vino algunas noches a mi casa a dormir, bueno dormir, se encerraba en el dormitorio y follaba con mi mujer. No me dejaban entrar y yo tras la puerta escuchaba los gemidos de Ali y los bufidos de Don Alfredo, mientras me masturbaba como un mono.
Un día Don Alfredo me llamó por teléfono, me comentó que estaba cansado de mi esposa, había conocido otra putita y que accedía a terminar con este juego. Me citó en su oficina a las diez de la noche aprovechando que Alba estaría también ya que tenían guardia aquella noche.
Llegué puntual a mi cita, Don Alfredo estaba sentado frente a su escritorio, al instante noté unas fuertes manos que me agarraron mis brazos desde detrás, y una cuerda apretó inmediatamente mis muñecas con mucha dureza, intenté soltarme pero no pude. Giré mi cabeza viendo a Juan Carlos que sonreía con una mueca de burla.
-¿Que ocurre?, soltarme inmediatamente.
-No pasa nada cornudito dijo Don Alfredo, sólo queremos divertirnos un poco.
-¿Divertiros? acerté a contestar. Soltarme de una vez.
-Las cosas se piden por favor dijo Juan Carlos.
-Eres tan necio que pensaste que todo se había acabado dijo Don Alfredo, pues las cosas no son así. Alba sal del armario, el marica de tu marido ya está aquí.
Mi esposa salió del armario en el que yo una vez estuve escondido, estaba preciosa y totalmente desnuda. Hilos de semen corrían por su vagina y culo hasta juntarse en sus muslos.
-Bien Alba, eres una amante viciosa y una perfecta esposa, te hemos emputecido lo que hemos querido, pero esta noche es tu noche dijo Don Alfredo.
Alba tomó la palabra y contestó:
- Desnudar a este cabrón, hoy ya he recibido mi ración diaria de leche caliente, ha llegado el momento de que también os folléis al maricón de mi marido.
Me quedé helado, intenté contestar pero Juan Carlos introdujo en mi boca un tanga de mi mujer y puso cinta adhesiva. Pataleé, intenté suplicar pero fue en vano, Don Alfredo y Juan Carlos con sendos cuchillos literalmente destrozaron mi ropa quedando desnudo ante los tres.
Alba volvió a tomar la palabra y dijo: Alfredo dale al play.
Alfredo fue hacia su mesa giró la pantalla del ordenador y al instante ví en el monitor nuevamente como Don Alfredo y Juan Carlos follaban a mi esposa a la vez. No quise mirar pero no pude evitarlo, mi polla empezó a endurecerse y gotitas de líquido presiminal empezaron a manchar el suelo.
-Como te gusta ver a tu esposa bien follada por todos sus agujeros, verdad cornudito dijo Don Alfredo.
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