"A un click de distancia" decía la promo. Tentadora.
Siempre le dio vergüenza entrar a ese local. Cada vez que pasaba miraba para adentro para chusmear, aminoraba la marcha y se veía reflejada en la vidriera imaginándose cómo le quedaría ese disfraz. Estaba segura que por el polarizado se daban cuenta de eso, y también se avivó que 9menos5 él se acercaba hasta el vidrio para verla pasar, como religión.
Para adentro veía un mundo de libertad que siempre le fue prohibido.
Era un minuto de morbo que la ponía en la luna, pero enseguida la culpa la carcomía y seguía rapidito, como para recuperar ese minutito. La excusa de llegar tarde siempre le venía bien, que quedaba dos cuadras antes de la oficina también, por la vergüenza de ser vista por algún compañero, por su jefa. ¿Qué iban a pensar de la egresada con honores de la Universidad Católica? Toda una infancia y una adolescencia enfocadas en esos 7 sacramentos, que de un momento a otro quería convertir en los 7 pecados capitales.
Pero esto del home office le vino bien. En soledad esa culpa no existía, asique se decidió a darse su tan postergado gustito de entrar en ese local, aunque sea virtualmente. Volvió la paranoia al pedirle tarjeta de crédito.
-No! Ni loca!!! Pensó, y clickeó "efectivo".
-Y dirección?!!!! Se va a enterar todo el mundo!!! Y la puso, pero sin indicar piso ni departamento.
Dio tres clicks y se fue a bañar para esperar su pedido.
Salió como nueva, prendió una tuquita, y se fue al balcón a vigilar.
A los 10 minutos se empezó a desesperar. Era él!!!!
Tantas mañanas viéndolo en contraluz, a través del reflejo de la vidriera, imaginándose cómo con sus brazotes la metía para adentro, dedicándole pajas apenas llegada para poder trabajar tranquila. Y ahora lo tenía en la puerta de su casa con su pedido!! Bajó desesperada.
-Pasá!! Me ayudas a probar la compra??
Siempre le dio vergüenza entrar a ese local. Cada vez que pasaba miraba para adentro para chusmear, aminoraba la marcha y se veía reflejada en la vidriera imaginándose cómo le quedaría ese disfraz. Estaba segura que por el polarizado se daban cuenta de eso, y también se avivó que 9menos5 él se acercaba hasta el vidrio para verla pasar, como religión.
Para adentro veía un mundo de libertad que siempre le fue prohibido.
Era un minuto de morbo que la ponía en la luna, pero enseguida la culpa la carcomía y seguía rapidito, como para recuperar ese minutito. La excusa de llegar tarde siempre le venía bien, que quedaba dos cuadras antes de la oficina también, por la vergüenza de ser vista por algún compañero, por su jefa. ¿Qué iban a pensar de la egresada con honores de la Universidad Católica? Toda una infancia y una adolescencia enfocadas en esos 7 sacramentos, que de un momento a otro quería convertir en los 7 pecados capitales.
Pero esto del home office le vino bien. En soledad esa culpa no existía, asique se decidió a darse su tan postergado gustito de entrar en ese local, aunque sea virtualmente. Volvió la paranoia al pedirle tarjeta de crédito.
-No! Ni loca!!! Pensó, y clickeó "efectivo".
-Y dirección?!!!! Se va a enterar todo el mundo!!! Y la puso, pero sin indicar piso ni departamento.
Dio tres clicks y se fue a bañar para esperar su pedido.
Salió como nueva, prendió una tuquita, y se fue al balcón a vigilar.
A los 10 minutos se empezó a desesperar. Era él!!!!
Tantas mañanas viéndolo en contraluz, a través del reflejo de la vidriera, imaginándose cómo con sus brazotes la metía para adentro, dedicándole pajas apenas llegada para poder trabajar tranquila. Y ahora lo tenía en la puerta de su casa con su pedido!! Bajó desesperada.
-Pasá!! Me ayudas a probar la compra??
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