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Mi novia su madre y sus hermanas lll

Habían pasado unos meses ya desde la noche del doblete. Majo y yo continuamos nuestra relación, cogiendo en su departamento, a veces en el mío, en el de algún amigo y hasta en sitios públicos. Con Majo no se escatima en nada cuando a sexo se refiere. En ocasiones, cuando iba a visitarla a su departamento, me encontraba con Esperanza. De verdad, que me hacía sentir incómodo. Más si se tiene en cuenta que ella aprovechaba cualquier distracción para coquetear o insinuarse. Pero poco a poco lo ocurrido con Esperanza fue convirtiéndose en un recuerdo lejano. 
Un miércoles en la tarde que salí temprano del trabajo decidí llegar de sorpresa al departamento de Majo. Me encantaba ir sin avisar y sorprenderla con un lindo detalle, una salida o sencillamente una visita que no se esperaba. 
Toqué el timbre y me contestó su madre. “Ella no está, está en la universidad. Tiene clase hasta las siete de la noche. ¿Querés entrar y esperarla?”. Faltaba solo una hora para las siete, así que le dije que sí. Subí por la escalera para hacer algo de tiempo y así pensar que la espera en su departamento no se me haría eterna. 
Mi relación con la mamá de Majo era bastante cordial. Era una señora de unos 52 años, calculo yo. Muy amable y extrovertida. Bastante bien conservada para su edad y más si se tiene en cuenta que ha tenido cuatro hijas. Toqué el timbre del departamento y me abrió, la saludé y me hizo entrar. Me preguntó si quería esperar a Majo allí en la sala y si quería tomar algo mientras la esperaba. Le pedí un café. Siguió de largo hacia la cocina a preparar el café. Me quedé observándole el culo mientras caminaba hacia la cocina. Como me calentaba esta mujer, con el solo hecho de caminar me hacía delirar y desearla. Pero yo sabía que era solo eso, fantasía, era algo imposible. Más si tenía en cuenta la gran angustia que sentí la noche del doblete. Sentí curiosidad por averiguar si estaba Esperanza. Así que me acerqué a la cocina y empecé a charlar con la hermosa madura, madre de mi novia. Fingí interés por conocer el paradero de los miembros de su familia, le pregunté por su esposo, por Esperanza y por sus otras dos hijas, Laura y Karla. De inmediato me enteré que solo estábamos los dos en el departamento, con lo cual sentí alivio; no tendría que soportar momentos incómodos con la pesada de Esperanza. Una vez que tuvo el café listo, le ofrecí mi ayuda para llevarlo a la sala; ella también se sirvió una taza y me acompañó en la sala mientras tomábamos el café. Encendió un cigarrillo y empezó a hacerme conversación. Me preguntó por el trabajo, el estudio y por cómo me sentía siendo el novio de su hija. 
Majo, la madura madre de mi novia, llevaba una camisa escotada. Realmente era una camisa de seda, de botones. Los llevaba apuntados hasta la altura de su pecho, por lo que yo no podía dejar de mirarlos mientras hablábamos en la sala. Sus senos eran hermosos, o por lo menos parecían serlo atrapados bajo esa camisa. Le respondí que estaba perdidamente enamorado de su hija, que no imaginaba mi vida estando sin ella. Quizás una respuesta de cajón, pero de sencillamente le estaba contestando con la verdad. Luego me preguntó si peleábamos mucho, respondí diciéndole que lo normal en cualquier pareja, pero que lo bueno era que siempre nos reconciliábamos. Seguía con sus preguntas, parecía como si fuera un interrogatorio, pero a mí no me molestaba, de hecho, sentía mucha confianza con esta mujer. 
Me preguntó si alguna vez le había sido infiel. En ese momento me inquieté muchísimo, empecé a imaginarme que Esperanza había abierto la boca y le había contado todo. Le respondí firmemente que no, mirando fijamente hacia sus ojos, utilizando mi voz en un tono seco y contundente. Evidentemente no sabía lo de Esperanza, si lo supiera me habría corrido a patadas de su casa, podía estar tranquilo. Luego empezó con preguntas más subidas de tono. “¿son felices?... ¿son felices en la cama?” 
Quedé bastante sorprendido con la pregunta. Me dije a mi mismo “¿qué más da si se lo digo o no?, Realmente no me lo esperaba, pero se la respondí. Le dije con certeza que sí, que nuestra relación tenía una sólida base gracias al sexo y que por ello es que podían vernos profundamente enamorados. 
Encendió otro cigarrillo, sostuvo el humo por un rato largo, luego de soltar una gran bocanada de humo marcó una sonrisa complaciente en su rostro y me dijo sentirse feliz por nosotros. Volvió a dar una pitada a su cigarro y luego me manifestó su apreció. Me dijo que si en algún momento yo me volviera parte de su familia me acogería con orgullo y cariño. Miró su reloj y vio que ya eran las siete, Majo ya había salido de clase. “¿por qué no la llamas y le avisas que estás acá?”
La llamé y le dije que estaba en su departamento, respondió que ya iba camino a casa y que demoraría aproximadamente unos 45 minutos.
“Si querés prende la tele mientras la esperas” dijo la amable madre de mi novia. Ella se fue hacia la cocina meneando ese redondo culo. De verdad que sabía hacerlo, esta señora era sensual en todo momento. Aliviado de estar solo allí en la sala, sin la presencia de Esperanza y habiendo superado el interrogatorio de la madre de mi novia, empecé a cambiar los canales para ver si estaban dando algo bueno en la tele. Nada bueno, una gran cantidad de noticieros morbosos, mucha novela mexicana y venezolana, la repetición de algún partido de fútbol que a nadie importa; el empate a cero en la semifinal de la sudamericana de 2007 entre Tigre y Millonarios, en el otro canal de deportes estaban dando luchas falsas; de esas en las que se rompen sillas en la espalda pero no sangran, uno que otro reality de cocina o de supervivencia, monjas enseñando cocina española, jóvenes haciendo el ridículo en cuanto canal adolescente existe, en fin, no había nada bueno.
Cuando me resignaba pensando que iba a ser presa del aburrimiento por 45 minutos, entró nuevamente en la sala la madre de mi novia. Se sentó junto a mí, traía un cenicero en su mano y en la otra un cigarro. “¿Qué ves?” pregunto la sensual mujer. “Nada interesante”. Y apagué el televisor. Le pregunté que si era habitual que estuviera sola en casa. Respondió diciendo que por lo general no, su marido casi siempre estaba, o alguna de sus hijas, y cuando no generalmente alguna visita tendría. Luego quiso saber qué tenía planeado hacer con Majo.
Ese día quería invitarla a comer a un sitio bastante exclusivo, había que tener reserva y yo quería darle esa sorpresa. Ahí permanecimos en silencio por un rato. Qué incómodo que era, pero seguramente a ninguno de los dos se nos ocurrió nada por decir. Estuvimos así por un rato, calculo que sería más o menos un minuto.
 “¿Son felices?”, repitió la pregunta y yo me quedé extrañado. ¿por qué la hacía de nuevo?
Le respondí nuevamente que sí. Permaneció callada por un par de segundos y me dijo… “Entonces por qué miras tanto mi escote?”. Quedé helado cuando me dijo esto. No sabía que responderle; fui lento, muy lento, mientras pensaba en cómo zafar, ella continuó… “Quedate tranquilo, no pasa nada. Es más habitual de lo que crees. Pero no me mientas. Si me dices que estás tan enamorado de mi hija ¿por qué miras a otras mujeres?”. Yo permanecía callado, sabía que tenía toda la razón, pero aún continuaba pensando en qué decirle para salir de esto.
“Me pones a dudar. Quizás creas que son felices con Majo, probablemente no son felices los dos. No lo dudo por vos, lo dudo por ella; si obvservas otras mujeres es porque ella no satisface todo tu deseo y eso implica que cuando coges con ella no lo haces como ella lo merece… pero no te preocupes. Voy a ser yo quien juzgue eso”.
Apenas terminó la frase se soltó todos los botones de su camisa, se la quitó y la hizo a un lado. Siguió con su sostén, los dos permanecíamos en silencio mientras ella se desvestía. Su torso estaba al desnudo, sus senos eran una de las grandes maravillas de la naturaleza. Prendió un cigarro y apenas le dio la primera pitada me preguntó, “¿qué tal me ves?”
Yo tartamudeaba para responder. Pero esta preciosa madura me dio aliento, “no te pongas nervioso que ya sabes en qué va a terminar esto”. Se las juntaba con las dos manos, meneaba sus caderas mientras lo hacía. En menos de cinco segundos me había puesto muy caliente. “¡Vaya que era una diosa esta mujer!”. Se desapuntó el pantalón mientras se meneaba sensualmente, se lo sacó y posteriormente hizo lo mismo con su tanga. Una vez que estaba completamente desnuda me pidió que sacara mi pene. Lo hice, lo saqué con una mano mientras que con la otra agarraba el celular para ver qué hora era. Siete y diez, tenía 35 minutos para coger con la madre de Majo. No era mucho tiempo, pero sabía que debía aprovecharlos. En esta ocasión no sentí el remordimiento que había sentido cuando pasó lo de Esperanza. Era algo que yo consideraba imposible, era quizás una de mis más grandes fantasías y ante la real evidencia de que estaba a punto de cumplirla no podía darme el lujo de negarme.
Agarró mi pene entre sus manos, con mucha suavidad. Poco a poco acercaba su cara, sacaba la puntita de la lengua y giraba su cabeza y, cuando ya estaba a punto de introducirla en su boca, retiraba la cara. Luego hacía una pausa para verme a la cara. Sonría la condenada y caliente madura, luego repitió lo hecho un par de veces. Acerco sus senos y ubicó mi pene en medio de los dos. Empezó a hacerme una paja con sus preciosos senos. A esta altura estaba por reventar y sabía que hasta ahora estábamos empezando. Luego de hacer esto por un par de minutos, se metió, por fin, mi pene en su boca. Esta señora sí que sabía de ese tema.
Les conté que Majo era una diosa dando mamadas. Su madre la superaba con creces, era la diosa mayor en lo que a mamadas se refiere. Un par de minutos con mi pene en su boca le bastó para hacerme venir. Cuándo eso ocurrió me dijo, “¿no será solo esto lo que le das a Majo?”
Pero ciertamente esta mujer no sabía el deseo que despertaba en mí. Se podía quedar tranquila porque si se trataba de ella, les digo, esto hasta ahora empieza. Sonreí y la aparté un poco. Le di la vuelta y la hice subirse al sofá apoyándose en cuatro. Empecé a chuparle la concha; no sé si por su edad o por falta de deseo demoró en lubricarse. Pero luego de unos minutos y de un buen masaje de lengua lo conseguí. Empecé a desvestirme y aproveché para ver por última vez el celular. Iba a dejarlo de lado para concentrarme en coger de la mejor manera posible a esta caliente señora. Siete y veinte, tenía 25 minutos para lograrlo.
Introduje mi pene fácilmente en ella. Estaba durísimo a pesar de que había conseguido hacerme venir hace solo unos minutos. La agarré fuerte de las caderas y empecé a empujarla con mi pene adentro. La caliente madre de mi novia, se resistía a dejarme ver sus gestos de placer. Fingía no disfrutarlo, pero ocasionalmente se le escapan unos deliciosos gemidos. “¡Cómo me ponía esta mujer!”
Incrementé el ritmo, a medida que la cogía más fuerte ella dejaba deslizar sus brazos hacia delante, elevando así más su culo y aplastando su pecho y su cara contra los cojines del sofá. Pasados unos minutos y habiéndonos sumergido, ya esa altura, en nuestros deseos de placer; Majo, la mujer que había parido a la mujer que amaba, no solo gemía si no que gritaba a plena confianza. Nos dejamos llevar, yo quería que nunca terminara esto.
Cuando la vi al borde de la inconsciencia del placer me detuve. La hice voltear y antes de hacer o decir cualquier cosa, levanté y dejé caer rápidamente mis cejas mientras le sonreía. Sin soltar palabra me respondió con una sonrisa cómplice. La acosté y empecé a cogerla en la posición tradicional. Ahora estábamos frente a frente, viéndonos la cara mientras cogíamos desenfrenados. Empecé lentamente, buscando también recuperar un poco el aliento. Nuevamente fui incrementando el ritmo a medida que pasaban los minutos. La forma de gozar el sexo de esta señora es inigualable, pero, a decir verdad, si tengo que comparar lo exquisito de un gemido, me quedo con los de Majo, mi novia. Igual, los de esta experimentada señora no desentonaban.
De verdad que la estaba cogiendo con muchas ganas, chocando nuestros cuerpos sin ningún tipo de delicadeza, buscando penetrar todo lo que fuese posible. “Dale, dale, dale”, me decía la señora entre jadeos y gemidos. Estando así, cogiendo con todo el empeño del mundo; abrió los ojos y marcó en su rostro un gesto de terror. “¡Para!”, me grito. Asustado quedé inmóvil, me imaginé lo peor, había llegado alguien, quizás Majo.
Rápidamente me volvió el alma al cuerpo cuando esta mujer me dijo que no se trataba de eso si no de que nos habíamos olvidado de usar un condón. Le dije que yo no tenía; como solo tenía planeado ir a comer con su hija no llevaba ningún forro conmigo. Fue rápidamente a su habitación a buscar si había alguno en la cómoda de su marido. Yo aproveché para ver la hora. Eran las ocho, inmediatamente me pregunté por Majo. La llamé y me dijo que estaba atrapada en el tráfico. Según ella llegaría tipo nueve o pasadas las nueve porque la congestión de las vías era fatal.
 “Querido, no te distraigas”, escuché apenas colgué el celular. Allí estaba nuevamente esta señora ya con un forro para así continuar en lo que estábamos. Se paró en frente mío, se agachó y me puso el condón con la boca. Me dijo, “¿Majo te hace esto?”. Yo respondí diciéndole que sería buenísimo que lo hiciera. Me pidió que me sentara en el sofá, luego ella se subió encima mío. Apenas empecé a penetrarla le pregunté si ella era feliz. Si era feliz con su marido. “No del todo. Me hace feliz que juntos hayamos sacado a nuestras hijas adelante. Me hace infeliz que en la cama no dure, aunque sea un par de minutos”. Fue contundente la respuesta de esta mujer.
Empezó a sacudirse fuertemente sobre mi, yo la agarraba por ratos de los senos y por ratos del culo. Otra vez estábamos cogiendo fuertemente, sin reparos. Mientras saltaba fuertemente sobre mi y con la respiración algo cortada me dijo que debía apurarme porque en cualquier momento llegaba Laura. Ella parecía ya bastante conforme con el rato que le había hecho pasar y yo, al verla inmersa en un inmenso delirio de placer me dejé sumergir en un profundo orgasmo que me será imposible de olvidar. Ella me miraba directamente a la cara mientras veía como yo me deshacía en medio del placer extremo. Una vez recuperé la conciencia, situé mis ojos en su rostro. Sonreía con mucha picardía.
Se levantó, tomó el condón, con la otra mano alzó rápidamente su ropa y salió corriendo. Mientras corría hacia su cuarto me dijo que me vistiera rápido. Me levanté y me vestí. Fui al baño a mojarme la cara y a recomponerme un poco la ropa y el pelo. Estando allí en el baño llamé nuevamente a Majo. Ya eran las nueve y cuarto y ella aún no aparecía en casa.
Aún estaba atascada en el tráfico, estaba contemplando quedarse en la casa de su amiga Catalina, que le quedaba cerca del lugar en el que se encontraba ahora. Al escuchar esto me decepcioné bastante. Inmediatamente lo pensé y me convencí que daba igual, porque de ninguna manera había perdido el tiempo. Es más, había vivido una de las situaciones más extremas posibles. De hecho, me quedé divagando por unos momentos, pensando en la posibilidad de quedarme y repetir lo que había terminado hace menos de diez minutos. Pero fue un pensamiento que se fue rápidamente; Laura, su hija mayor que aún vive con ella estaba por llegar. Quizás su esposo también o quizás Esperanza, eso yo no lo sabía, pero si tenía claro que era imposible cumplir con ese deseo. Salí del baño y fui a buscar a la madre de Majo para despedirme, me iría a casa ya que Majo finalmente no llegaría esa noche.
Ella se despidió de una forma muy fría, no entendí ese drástico cambio de actitud. Me acompañó a la puerta y yo emprendí mi camino. Llamé el ascensor y apenas se abrió la puerta me llevé una gran sorpresa. Esperanza venía en este, me quedé parado esperando a que saliera para luego yo entrar; ella permaneció inmóvil en el ascensor. “¿No me vas a saludar?”
Fui a darle un beso en su mejilla, pero ella corrió su cara y nos besamos. Ella reía y se iba tomando confianza sin reparo alguno. Me tomó con su mano por detrás de la cabeza, como queriendo continuar, pero yo se lo dije muy claro. “No estoy de ánimo”. Por primera vez la vi actuar consecuentemente, entendió mis palabras y me besó la mejilla, luego salió y se quedó parada en frente al ascensor. Mientras este cerraba la puerta me picó el ojo y me deseo una linda noche.
Este relato es 99% real. Los nombres de los personajes y algunas situaciones fueron modificados para proteger la identidad de las personas.
El que quiera imágenes de la protagonista de este relato me avisa.
 
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CUARTA PARTE: Rompiendo esquemas y algo más
 

Camino a casa pensaba en varias cosas. ¿Por qué el drástico cambio de actitud de la madre de Majo después de que cogimos? ¿Le habría pasado algo a Majo? ¿Habría llegado ya a casa de su amiga? ¿en verdad habría ido a casa de su amiga o a otro sitio?... 

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