Esta es la historia de Diego y Mariana, dos chicos que comienzan una relación que poco a poco se va enredando entre amor y engaños y en la cual el sexo juega un papel principal que va a definirlo todo. Esta historia es ficción, eso no quiere decir que algunos hechos no sean reales…
CAPITULO 1
Capítulo 2: Hasta el límite (Mariana)
No es fácil ser la chica perfecta para todo el mundo. El look de niña buena, amable y tierna nunca lo busqué pero es lo que al parecer todo el mundo ve en mí. No me sale a simple vista ser agresiva o violenta y me es imposible pensar en gritarle a alguien por más enojada que esté con esa persona. Obviamente me he ofendido y molestado en mi vida, pero no puedo demostrarlo y me es difícil enfrentarme a las personas. Es por eso que me costó muchísimo decirle a Lucas lo que sentía por él y confesarle que lo amaba con todo mi corazón.
Me llamo Mariana, tengo veintitrés años y desde que vivo en la ciudad las cosas poco a poco fueron cambiando. Me mudé ni bien terminé la secundaria junto a Sabrina y Soledad, mis dos mejores amigas a un departamento en el que las tres vivimos momentos excelentes. A los pocos meses Sabrina decidió mudarse a un nuevo lugar ella sola y dos años más tarde Soledad tomó el mismo camino, dejándome así con mi propio departamento. Las tres cursamos la misma carrera y tenemos un grupo en el que sumamos a Yamila y a dos hombres, Gastón y Lucas. Este último y yo tenemos una historia bastante larga y completa que voy a tratar de resumir para que no sea tan tedioso.
Él me encaró ni bien comenzamos la facultad, cuando teníamos dieciocho años y como yo estaba todavía en algo con alguien de mi pueblo le dije que no. Luego de eso, él se puso a salir con una Andrea y cuando yo me di cuenta de que mi relación a distancia no iba a funcionar lo fui a buscar y entonces Lucas me dijo que no. Casi todo un año estuvimos dando vueltas hasta que al comenzar segundo de la facultad terminamos concretando. Pero entonces él decidió volver con su chica y yo me enojé, pero obviamente no pude decirle lo molesta que estaba. Estuvo dos años de novio con Andrea pero cuando recién se cumplía uno me enteré que el la engañaba y de hecho me dijo que quería estar conmigo. Obviamente le dije que no iba a ser parte de su engaño por lo que me terminé alejando de él. Más allá de eso Lucas me mintió diciéndome que había cortado con su novia y al final estuvimos juntos. Tardé dos semanas en enterarme que me había mentido y le dije que eligiera si quería estar con Andrea o conmigo. Él terminó dejando a su novia pero por alguna razón dejé de tener confianza en él. El último año nos la pasamos yendo y viniendo pues los dos queríamos estar juntos pero a su vez no teníamos ganas de seguir complicando la relación. No fue hasta principios de ese año que Lucas me confesó que me quería y que deseaba ponerse en serio conmigo.
Sabrina y Soledad me decían que yo estaba loca, que no podían creer como seguía sintiéndome atraída por un pibe que me había usado de esa manera. Yamila fue la única que se animó a decirme que debía darle una oportunidad a Lucas, pues ni Germán opinaba que estaba bien que estuviéramos juntos. Él y Lucas se habían hecho muy amigos y había apoyado su relación con Andrea. De hecho Germán se había peleado con él al enterarse que engañaba a su novia. A pesar de eso Lucas y Andrea hacía un año que no estaban juntos y eso me dio a entender que ella era historia pasada.
Mientras tanto yo había estado con otros chicos, que a pesar de que en su tiempo fueron importantes para darle celos a Lucas, ahora no tiene relevancia nombrarlos. Uno solo de ellos resultó ser clave en mi vida pues me marcó a nivel sexual. Conocí a Facundo en un boliche e intercambiamos números para seguir hablando. Mensaje va, mensaje viene, tuvimos nuestro primer encuentro en su casa y dado que él vivía con sus viejos nos vimos obligados a hacerlo en silencio. Fue entonces cuando por primera vez desde que tengo relaciones sexuales le puse la mano en la boca a un hombre para que este no hablara. En ese momento me sentí sumamente poderosa y decidí repetirlo en nuestro siguiente encuentro por más que en esa oportunidad no había nadie en la casa.
Facundo se dejaba llevar y poco a poco me fui animando a más. Comencé a decirle lo que tenía que hacer, a ordenarle que me hiciera lo que yo quería, a pegarle cachetadas y retarlo por no obedecerme y llegué a ponerle una mano en el cuello para ahogarlo mientras me lo cogía encima suyo. A él le encantaba y a mí también. Me fascinaba ser así de dominante en el sexo y poderlo controlar de esa manera. Facundo cada vez pedía más y más hasta un punto que llegó a desear cosas que yo ya no estaba dispuesta a hacer (y no hace falta nombrar). Fue en ese momento cuando cada uno tomó su camino y yo seguí buscando hombres que estuvieran dispuestos a convertirse en mis esclavos sexuales.
Fue para ese entonces cuando Lucas cortó con Andrea y volvimos a tener encuentros ocasionales dado que yo todavía no quería confiar en él. El problema con Lucas era que él también era muy dominante en el sexo y eso a mí no me atraía. Desde que había innovado con Facundo, sentía la necesidad de dominar al hombre y de hacerle saber que era mi presa sexual. A veces disfrutaba de algo más convencional o no tan zarpado, pero Lucas era como yo, dominante y de esos que te convierten en su esclava sexual. Por lo que los pocos encuentros que tuvimos no fueron tan gratificantes para mí a pesar de que en su momento lo disfruté. Es por esa razón que cuando a principios de año él me pidió de volver a intentarlo pero de manera seria yo le puse una sola condición.
- Ya lo sabés, porque te lo dije y hablé de esto con vos. El sexo tiene que cambiar.- Le comenté sin dar muchas vueltas.
Él aceptó la condición pero me pidió que fuera yendo de manera progresiva, que no me volviera tan agresiva con él de un día para el otro. Obviamente no era esa mi idea, de hecho en nuestro primer encuentro después de tanto tiempo al principio dejé que él guiara la situación para después terminar dominando yo. Poco a poco fui añadiendo nuevos elementos que hacían que el sexo se volviera mucho más picante. Una noche le tapé los ojos mientras que con mi boca y mis manos hacía lo que quería por su cuerpo. En otra oportunidad le prohibí que hablada o emitiera algún sonido y cuando lo hacía le pellizcaba el cuerpo. Más adelante comencé a volverme agresiva con él y llegué a pegarle cachetadas e insultarlo. Lo más curioso fue a Lucas le terminó encantando ese juego y sus necesidades de dominar fueron desapareciendo poco a poco.
A principios de Mayo era el cumpleaños de Lucas y yo tenía preparada una sorpresa para él. Hacía ya tres meses que estábamos saliendo formalmente y como ya había incorporado varios elementos a nuestros encuentros íntimos, esa noche decidí añadir algunos nuevos. Ese viernes lo invité a dormir a mi casa y él decidió ir luego de cenar con su familia. Cuando llegó lo recibí con un conjuntito de cuero bastante revelador y atractivo. El short era muy corto y apretado, marcándome así bien la cola, mientras que el top no enseñaba tanto, pero tenía un agujero en el medio del pecho que se ve que a él le encantó. Las botas largas y de taco aguja obviamente no podían faltar y fueron el condimento para demostrarle que se encontraba frente a una diosa sexual.
Él pensó que yo lo iba a recibir con un beso y un abrazo, pero ni bien entró al departamento me transformé por completo en el personaje y agarrándolo del brazo con fuera lo senté en una silla en el centro del comedor. “Te vas a quedar acá quietito. ¿Me escuchaste?” le dije con voz seria y mirándolo fijo a los ojos. Lucas esbozó una leve sonrisa que inmediatamente se borró de su rostro cuando vio la mirada de desaprobación que le lancé. Me fui hasta la pieza a buscar varios de los objetos que iba a usar esa noche y volví para encontrarlo quietito en la silla donde lo había dejado.
Lo primero que hice fue ordenarle que se desnudara por completo y a pesar de su mirada de sorpresa, Lucas obedeció inmediatamente y se sacó la ropa para quedarse desnudo. Luego le enseñé unas esposas que usé para esposarle las manos detrás del respaldar de la silla. Acto seguido utilicé una soga para atarlo a la silla a la altura de la cintura y sobre todo inmovilizarle los brazos que él solía usar mucho. “¿Qué me vas a hacer?” me preguntó él al ver que era la primera vez que lo dejaba inmóvil pero mi respuesta fue un cachetazo bien fuerte en el lado derecho de su rostro.
- ¡Vas a hablar cuando te lo ordene! ¿Me entendiste?- Le dije con voz firme.
- ¡Sí! ¡Perdón!- Me dijo él y cerró la boca.
Una vez que lo tuve completamente inmóvil sobre la silla en medio del comedor decidí ser un poco bondadosa con él y le deseé un muy feliz cumpleaños al oído y le pasé la lengua por la oreja. Bajé con mis labios hasta su boca y lo besé apasionadamente para después morderle el labio y tirar de él hacia atrás. “¡Ay!” se quejó Lucas por lo que enseguida me vi obligada en castigarlo y le encajé nuevamente una cachetada. Él entendió lo sucedido y me volvió a pedir disculpas pero yo no quería sus disculpas, quería que se callara por lo que nuevamente le encajé una cachetada pero del otro lado. Me senté sobre sus piernas y lo agarré con firmeza de la cara y le hice saber que por más que fuera su cumpleaños no iba a tener paciencia con él, que de hecho estaba con muchas ganas de maltratarlo.
Sentí como su pija se iba poniendo dura ya que esta se elevó y chocó contra mi cuerpo y entonces lo miré con sorpresa. “Se ve que te gusta que te trate de esta forma” le dije riéndome y me levanté. Volví a agacharme frente a él y nuevamente lo besé con ganas, pasando mi lengua por su rostro y posteriormente bajándola hasta su cuello. Recorrí con mi boca todo su cuerpo, yendo hasta atrás de la silla y mordiéndole la punta de los dedos para luego volver hacia adelante y clavarle las uñas en los muslos. Lucas permanecía en silencio y aunque era evidente que se moría de ganas de quejarse del dolor, permanecía callado. Tomé su pija firmemente con mi mano y mientras mi boca subía por sus piernas, lo empecé a pajear.
Me arrodillé en frente suyo y me metí su verga en la boca para empezar a chuparla. No era tan grande como la de Facundo, pero movía mi boca de arriba hacia abajo babeándola por completo. Le lamía la punta y después volvía a chuparla toda, saboreándola por completo y disfrutándola toda. Él apenas podía moverse y sin embargo permanecía quieto y en silencio pues sabía que si se movía o emitía algún sonido iba a ser castigado. Eso me excitaba muchísimo y me calentaba de una manera única, haciendo que todo mi cuerpo sintiera un escalofrío sumamente tentador.
Volví a pararme y noté en su cara una expresión que mezclaba miedo y morbo y supe que él también estaba disfrutando de todo eso. Fui hasta la pieza y busqué un antifaz para colocárselo y dejarlo a ciegas. “¿Tenés miedo de lo que pueda llegar a hacer con vos?” le pregunté y él rápida e ingeniosamente me dijo que no, que confiaba en mí. Su respuesta correcta hizo que sujetara nuevamente su pija y que empezara a pajearlo mientras mis labios y mi lengua recorrían su pecho y lamian sus pezones. Entonces me alejé unos centímetros de él y me deshice del short engomado para quedar desnuda de la cintura para abajo y me acomodé sobre su cuerpo.
Lentamente comencé a bajar encima suyo hasta quedar sentada sobre él y con su pija toda adentro de mi conchita. Muy despacio empecé a moverme hacia adelante y hacia atrás haciendo que la silla rechinara y que su piel rozara muy sensualmente con la mía. Lucas no hablaba, no emitía sonido, apenas se movía y a pesar de que tenía puesto en antifaz, yo notaba en su rostro el deseo y el disfrute de estar viviendo eso. Me calentaba mucho su boca entreabierta y me volvía loca su pecho estirado hacia atrás con las manos atadas. Busqué sus labios y nuevamente los besé para morderlos una vez más pero en esa oportunidad él no emitió un solo sonido de queja.
Poco a poco comencé a aumentar la velocidad y sentía como su verga me partía al medio. Estaba completamente dura y firme adentro de mi conchita empapada y me volvía loca de placer. Mi pecho, que aún seguía tapado por el top de cuero, chocaba contra el suyo y me estimulaba rozando su cuerpo. De mi boca salía un cálido suspiro que iba a parar al rostro de Lucas y que cada vez se hacía más frecuente e intenso. Me costaba controlar mis movimientos, pues me estaba dejando llevar por el placer y la calentura. Mis manos ya no me respondían.
Fue en ese momento cuando sentí como mi mano derecha subía por el pecho de mi amante y terminó en su cuello sin que me diera cuenta. Comencé a hacer presión sobre este y noté enseguida que a Lucas le costaba tragar y se le hacía más difícil respirar. “Mariana…” comenzó a decirme Lucas pero enseguida levanté mi otra mano y le encajé una tremenda cachetada advirtiéndole que se callara. Él hizo silencio y dejó que siguiera apretándole el cuello con fuerzas mientras me movía cada vez más y más rápido. De mi boca empezaron a salir gemidos de placer que sonaban más fuertes que el anterior y sentía como el calor invadía todo mi cuerpo.
- ¡Ay sí! ¡Me encanta! ¡Ay sí!- Gritaba como loca mientras saltaba sobre la verga de mi amante.
Lucas no podía respirar, me daba cuenta que se estaba ahogando, pero dejaba que yo siguiera con mi juego y eso me excitaba muchísimo. Era increíble como disfrutaba de ese momento. Como si no fuera suficiente con tener una mano en su cuello, llevé la otra a su nuca y enredándola en su pelo la tiré hacia atrás. Él emitió una fuerte mueca de dolor y un quejido pero no me importó, pues en ese momento sentí como todo mi cuerpo se retorcía de placer. Comencé a acabar de una manera increíble, mojándome por completa y empapando el cuerpo de mi amante que se estremeció igual que el mío.
Antes de que él pudiera decir o hacer algo, me levanté y me arrodillé nuevamente adelante suyo. Le tomé la pija con la mano, lo empecé a pajear a toda velocidad y le ordené que acabara. “¡Dame la leche! ¡Dámela toda!” le dije sin dejar de mover mi mano a toda velocidad de arriba hacia abajo por sobre su verga. Lucas no pude aguantarse y comenzó a acabar una cantidad de semen sorprendente, llenándose las piernas y el cuerpo de leche. Varias gotas fueron a parar a mi boca y a mi rostro, pero la gran mayoría cayó sobre el suyo, por lo que me dediqué a lamerlo todo lo que pude con el fin de limpiarlo. Desde allí abajo podía notar claramente la marca de mi mano en su cuello y eso hizo que yo acabara un poquito más con una sonrisa en la boca.
Dejándolo ahí atado me levanté y me senté en el sillón del comedor para relajarme unos segundos. Me parecía increíble todo lo que acababa de suceder y como había logrado llevar mis morbos a un nuevo límite. Era evidente que a él le había encantado tanto como a mí, pues nunca lo había visto acabar de esa manera. Tomé mi celular para ver qué hora era y descubrí que tenía un mensaje de Soledad diciendo que el fin de semana siguiente era el cumpleaños de un conocido suyo y que Sabrina y yo estábamos invitadas. Lo dejé sin darle importancia pues en ese momento no era nada revelador para mí. Lo que yo no sabía en ese momento es que tan solo una semana más tarde iba a conocer a Diego en ese cumpleaños y que ese chico iba a cambiar mi vida para siempre.
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