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Javier nos ayuda (Capítulo 37)

Capítulo 37
 
 
El fin de semana cambiamos la visita a la casa de Javier que casi teníamos concertada, por volver el domingo a una barbacoa en casa de Rafa. Fuimos invitados junto a Javier y bastantes personas más, entre ellos sus padres que también acudieron con dos nietos.
 
Se trataba de una reunión de amigos de él más otro matrimonio de más edad amigos de los padres. Él nos presentó a todos los invitados, entre ellos dos parejas, una de novios y otra casada. El resto eran dos chicos y una chica que no tenían pareja, todos, sin excepción eran conocidos también de Javier.
 
Mi novia enseguida hizo migas con todas las chicas que eran más o menos de nuestra edad y yo no le fui a la zaga con los chicos, al tiempo que casi todos íbamos ayudando a Rafa con la barbacoa.
 
Nadie se bañó porque ese día corría un aire un poco fresco que no lo facilitaba. Más tarde tomábamos cafés y copas todos sentados alrededor de la mesa del cenador y en varias mesas de jardín, siendo una de ellas la que compartimos los cuatro mientras tomábamos una copa.
 
Rafa estuvo muy acertado en no sacar el tema sexo que casi teníamos pendiente con él. En el fondo le agradecía su discreción. Tenía clarísimo que estaba al día de todo lo que ocurría entre nosotros tres.
 
-Os quiero felicitar por haberos prometidos, os deseo lo mejor en esa nueva aventura, no conozco pareja más idónea que la vuestra para convertirse en matrimonio.
 
Mi novia le detalló cómo la sorprendí en el restaurante y los cuatro reíamos de buena gana.
 
-Hombre Rafa, ¿Cómo iba a pedirle que se casara conmigo con unas pizzas por delante? -le dije siguiendo con las bromas y el buen rollo.
 
-Bueno, ahora te toca a ti desembuchar. Anda cuéntanos qué es de tu vida -le preguntó mi chica.
 
-Si ya lo sabéis casi todo, estuve casado 3 años, hasta que hace dos nos divorciamos. El motivo fue por incompatibilidad de caracteres, aunque la realidad era que ella se fue con otro. Yo quedé muy jodido, y con pocas ganas de volver a intentarlo de nuevo.
 
-Entonces no quieres tener ningún compromiso con otra chica -le aseveré.
 
-Exacto -me confirmó-, hombre, con alguna repito, pero es porque los dos sabemos que solo es sexo.
 
-¿Tienes familia aquí? -le preguntó Ana.
 
-Sí, mis padres, pero ellos viven en el centro, aunque pasan temporadas en la finca de la sierra, a unos veinte kilómetros de aquí. También me visitan aquí en mi casa cuando nos juntamos con mi hermano Luis, que vive en Madrid. A él le gusta más estar en la costa que en el centro. Está casado con Tere y tienen la parejita que hoy han traído mis padres que los van a tener una semana. A ver si otro día que estén ellos os llegáis para conocerlos. Tú ten cuidado -le dijo a mi novia-, porque Luis es un salido con muy poca vergüenza.
 
-Pero si está su mujer no se va a salir del tiesto, ¿No? -le pregunté.
 
-¡Que va! Si son los dos iguales. Ella tampoco se corta conmigo ni un pelo. Es más, Ana tendrá que vigilar que no te tire los tiestos a ti.
 
-Pues vaya dos perlas -le dijo Ana con una sonrisa.
 
-Ya te digo, pero son muy cariñosos.
 
-¿Y te podemos preguntar a qué te dedicas? -le dije.
 
-Veréis, hice la carrera de empresariales. Luego trabajé en la empresa de mi padre y ahora la dirijo yo, aunque él sigue siendo el presidente. Nuestro negocio principal es la hostelería, siempre en grupos empresariales. También tenemos algo invertido en la compañía en la que vas a trabajar.
 
-¿Pero has intervenido en mi contratación? -le preguntó ella de al conocer este dato.
 
-Muy poco, de verdad, no puedo quitarle ningún mérito a Javier. Él es quien lo ha movido todo.
 
-¿Formas parte del consejo de administración? -le pregunté.
 
-No, al menos de momento solo soy accionista. Pero no lo descarto porque estamos ampliando nuestro paquete de acciones.
 
Así seguimos charlando y tomando alguna copa. Ya se estaba haciendo tarde y decidimos marcharnos a casa.
 
Más tarde nos fuimos los tres al salón. Nosotros con bermudas y Ana con un pequeño short muy ajustado que se habría comprado el último día porque era nuevo para mí. El cuello de su camiseta era cerrado por lo que no mostraba ningún escote, sin embargo sus tetas al no tener sujetador, se dibujaban perfectamente en esa camiseta que de recatada de inicio, pasaba después a ser casi escandalosa por lo que contenía, pero sobre todo por cómo se balanceaban al más mínimo movimiento de ella.
 
Estuvimos comentando las anécdotas del día. En un momento Ana se interesó por los días que estuvo él de viaje.
 
-Ahora cuéntanos con quien has cenado estas noches atrás -le dijo ella.
 
Él soltó una carcajada.
 
-La primera noche encargué la cena a un chino. El martes con Claudia mi clienta y el polvo de postre como siempre.
 
-¿Y el miércoles? -le pregunté yo.
 
Él volvió a reír.
 
-Esto es un interrogatorio en toda regla. Vaya dos.
 
-Aquí el que folla, tiene que contarlo, -le dijo mi novia.
 
-Vale, pero esa anoche no follé. La cena fue con un cliente, además un poco calvo y con barriga, o sea, nada atractivo.
 
Los tres nos reímos nuevamente.
 
-¿Cómo se ha tomado tu amiga que no hayamos ido este fin de semana a tu casa?
 
-Normal, le dije que había surgido otro compromiso con Rafa, incluso le propuse que se viniera, pero no podía, así que quedamos en que iríamos otro fin de semana. No me dijo nada, solo que tenía ganas de conoceros.
 
-Javier si quieres vamos a conocer tu casa y a Claudia, pero ya sabes que no vamos a hacer ningún cuarteto ni nada por el estilo.
 
-Claro Diego, ya no tenemos que hablar más de esas cosas. El fin de semana que viene nos vamos los tres a mi casa y os presento a Claudia sin más historias de por medio.
 
-Bueno, la semana que viene regresaré tarde el viernes de Madrid, mejor para el otro fin de semana.
 
-Tengo muchas ganas de ir allí y conocer a Claudia, creo que ella me va a gustar -le dijo mi chica.
 
-Claro que sí, ya verás lo buena gente que es.
 
La semana siguiente era la del curso de formación de tres días en Madrid. Me tenía que marchar el martes a última hora y regresar el viernes por la noche.
 
El lunes por la tarde mi prometida no se movió de mi lado en ningún momento. Javier al notar su nerviosismo nos dijo que tenía mucho trabajo en su despacho y nos dejó solos.
 
Nosotros nos fuimos a nuestro dormitorio, donde hicimos el amor dos veces antes de cenar. Los dos disfrutamos aquellos orgasmos, pero estábamos algo tristes por los tres días de separación que nos esperaban. Ella no dejaba de darme consejos sobre la ropa que debería llevarme, cómo ponerla en el armario, tener el móvil siempre encendido y cargado, en fin, que estaba muy preocupada por mi bienestar, sabiendo que no iba a poder estar a mi lado para ayudarme en los cientos de peripecias que me podrían ocurrir.
 
Luego, junto con Javier, nos fuimos a la cocina para prepararnos algo de cenar. Ella solo se preparó una ensalada, de la que se comió solo la mitad porque el resto no le entraba.
 
Después nos fuimos los tres al salón y preparamos unas copas.
 
-Ana cielo, relájate que voy a estar bien. Haremos videoconferencias para que te quedes más tranquila. El hotel es un cuatro estrellas y tiene de todo. No te preocupes que no me va a pasar nada.
 
-Sí, pero no voy a ver lo que comes, si duermes bien sin mí y todas esas cosas que no voy a poder ver en una videoconferencia. Ten mucho cuidado que en Madrid hay mucho tráfico y tú eres muy despistado con los pasos de cebra y los semáforos.
 
Javier comenzó a hacer de las suyas detrás de ella y yo no sabía donde mirar y en qué pensar para no verle y no soltar las carcajadas que reprimía como podía. Me hice de una coraza mental porque aquel cabrón me las estaba haciendo pasar canutas cada vez que ella le daba la espalda.
 
Menos mal que poco después decidió volver al despacho.
 
-Tengo que terminar unos presupuestos que me quedan pendientes y los necesito para mañana. Me quedaré hasta tarde, así que antes de de iros a la cama, pasad para que me pueda despedir de ti.
 
Para que se olvidara un poco de mi viaje, le pedí que me pusiera al día de como iban sus tareas en la nueva compañía.
 
-Ya me he puesto en contacto con las empresas que nos van a hacer las campañas en los tres países más importantes. La semana que viene tendré que ir a que nos hagan la presentación de cómo van a llevar a cabo la puesta en marcha de cada campaña. El gerente me ha dicho que se está estructurando el consejo de administración y que si no puede acompañarme algún consejero, intentará ir él mismo.
 
-Yo creía que ibas a ir sola.
 
-Solo me acompañará en los primeros viajes por si se plantea algún problema que obligue a tomar decisiones in situ. El gerente no quiere que se demoren las campañas. Están muy preocupados porque el nivel de ocupación está bajando con la llegada del verano, cuando tendría que ser al revés.
 
-Bueno, ya me irás diciendo como van las cosas cuando hablemos por teléfono estos días.
 
Más tarde decidimos irnos a dormir, ya era un poco tarde. Pasamos por el despacho de Javier para despedirme de él.
 
-Bueno tío, dame un abrazo porque mañana me levantaré tarde y no podré despedirme de ti -me dijo abriendo sus brazos para darnos un abrazo con palmetadas en las espaldas incluido.
 
-Cuida de mi chica estos días. ¿Piensas viajar?
 
-No, puede que algún día llegue más tarde pero dormiré aquí en casa. Vete tranquilo que la cuidaré muy bien.
 
-Cualquier cosa me llamas, ¡Eh!
 
-Claro hombre, estaremos en contacto.
 
Nos fuimos al dormitorio y ella cogió la maleta que me iba a llevar. Me dijo que iba a meter algunas cosas y en diez minutos la tenía casi hecha, a falta del neceser y la maquinilla de afeitar.
 
Me dejó sin las zapatillas de dormir porque no quería que se me olvidase de llevarla al día siguiente. Después nos duchamos y nos fuimos a la cama.
 
Comencé a besarla en la boca, las mejillas y chuparle el lóbulo de la oreja, cosa que le encanta. Luego bajé por el cuello, hasta alcanzar sus pechos donde me entretuve un rato. Seguí bajando dándole besos y lametones por el vientre y el pubis. Después alcancé su sexo donde me deleité en su clítoris.
 
Ella flexionó las piernas y las abrió al máximo para facilitar los chupetones que le daba a ese clítoris, que en esas ocasiones parecía un micro pene. Cuando vi que asomaban sus primeros flujos, la penetré con dos dedos en su vagina, primero lentamente para luego incrementar el ritmo hasta hacerla gemir como una loca.
 
Incrementé la chupada y las penetraciones. Sus gemidos se convirtieron en gritos que no podía contener.
 
-Agggg... cabrón que me haces... ahhhhh... uhmmmm... no paressss... más fuerteeeee... me corrooooo... aggggg...
 
Los gritos se debieron escuchar hasta en el portal de la casa. Menudos alaridos soltó la muy puta.
 
Entonces me subí con ella para darle mil besos en el hombro, cuello, cara y boca, mientras seguía estremeciéndose con las piernas temblando. Últimamente estaba consiguiendo que ella repitiera esos orgasmos.
 
Poco después se recuperó.
 
-Vaya trabajito que me has hecho en los bajos cabronazo -me dijo con una risilla que no podía aguantar.
 
-Lo que tú te mereces cielo. Me gusta verte gritar como la mejor putilla del burdel.
 
Los dos reímos. Ella se abrazó a mí, dándome un morreo de lo más guarro, pues llegaba a poner su lengua casi como un cilindro que penetraba mi boca una y otra vez, esa era una especialidad suya que repercutía inexorablemente en otro cilindro que tenía yo por ahí abajo. Luego se fue bajando por todo mi cuerpo sin dejar de acariciarme, besarme y morderme, haciendo que mi polla lagrimeara como una plañidera. Se quería esmerar y la verdad es que lo estaba haciendo fenomenal.
 
Cuando llegó a mi rabo, lo lamió de arriba abajo, metiéndose un testículo en la boca mientras no dejaba de pajearme suave y lentamente. Luego se cambió al otro, pero cuando creía que se iba a subir a chupármela, siguió bajando por el perineo hasta llegar a mi ano. Allí me dio con la lengua de tal modo, que parecía que me la iba a meter dentro. Entonces acercó su boca al glande y lo engulló para degustarlo como si fuese el mejor de los caramelos. Su lengua hacía círculos alrededor de él. Después se ensalivó el dedo medio y me coló la primera falange en el ano.
 
-Cielo no puedo más... no te pares por favor... necesito correrme yaaaa... ufffff... sigueeee...
 
No aguanté más y le solté un primer trallazo de semen en la boca que le debió doblar la campanilla. A éste siguieron unos pocos más, hasta que mis huevos dijeron basta. La tuve que parar con la mano derecha porque ella seguía pajeándome y chupando el glande a pesar que de allí ya no salía nada más.
 
Se subió conmigo para darme cien besos por minuto, mientras yo resoplaba como un búfalo después de una estampida.
 
Poco a poco me fui recuperando y en mi cara apareció una sonrisa de bobo que no podía con ella. Acababa de estar en la gloria acompañado de la mujer que más quería en el mundo.
 
-Ufff cariño, me has dejado para el arrastre. Qué placer cielo.
 
La subí encima mía y la apreté como si quisiera fundirme con ella en un solo cuerpo. Te quiero amor mío y te voy a querer hasta el día del fin del mundo. Luego pediré una prórroga de un millón de años.
 
Ella se apretaba a mí comenzando a emocionarse. Sus sollozos hacía que su pecho se estremeciera sobre el mío. Las lágrimas comenzaron a derramarse por mi oreja izquierda y todo el cuello. Como yo soy hijo de mi madre que se emociona por todo, mis lágrimas no tardaron en mezclarse con las suyas.
 
Al rato nos fuimos relajando, hasta que nos separamos un poco para mirarnos a los ojos. Después soltamos unas risillas y nos dimos varios picos en la boca.
 
-¿Estás a gusto con este colchón de huesos que te has buscado? -le pregunté.
 
-Es el mejor que hemos tenido nunca. Me encanta acostarme encima de él.
 
Ella me acercó el dedo culpable a la boca, intentando metérmelo dentro.
 
-¿Serás guarra? Eso no se hace con un novio tan decente como yo.
 
Entonces ella hizo como si lo fuera a chupar.
 
-No hagas eso que puede estar contaminado -le dije con una carcajada que ella secundó.
 
Después cogí una toallita húmeda y se lo limpié a fondo. Ahora sí, le di un chupetón como si fuera el mejor chupachups del mundo.
 
Nos retrepamos sobre el cabecero de la cama, mirando en el móvil las obras de teatro que podría ver en Madrid aprovechando las tardes libres, aunque la verdad es que sin ella, no creía que fuera a ver ninguna.
 
El martes nos levantamos un poco antes de la hora habitual. Teníamos que terminar de hacer la maleta.
 
En cuanto terminé de asearme, mi novia guardó todos los productos del aseo en un neceser y los metió en la maleta junto con la maquinilla de afeitar. La vi muy preocupada por si se le olvidaba algo.
 
-Cielo no te preocupes, si me falta alguna cosa, la compro y ya está, que te veo muy preocupada.
 
-Está bien, llevas razón. Pero es que quiero que estés lo más cómodo posible. Vas a estar solo cariño y no podré ayudarte en todas esas cosas.
 
-Anda, vamos a desayunar a ver si te relajas. Hoy solo trabajo hasta el mediodía, así que tendré tiempo para cerrar definitivamente la maleta.
 
-Yo me vendré una hora antes para tener tiempo de estar un rato contigo y llevarte luego al aeropuerto.
 
Nos fuimos a desayunar. Javier tenía su puerta abierta y estaba boca abajo en su cama, totalmente desnudo. Dormía como un lirón.
 
Ella me miró algo preocupada, sabiendo que iba a estar tres días a solas con él y que el muy cabrón no se cortaba para nada a la hora de exhibirse.
 
-Le tendrás que insistir que se esmere en su comportamiento mientras estés sola aquí con él. Te hará caso, en eso sabes que es muy respetuoso contigo.
 
-Ya sabes como es su táctica, te dice que llevas razón pero no ceja en el empeño.
 
-Pues se lo repites algo más seria y te hará caso de inmediato.
 
A mediodía comí con mis compañeros y me marché a casa. Más tarde llegó mi prometida a la que veía algo nerviosa.
 
-Amor mío, relájate, de verdad, solo van a ser tres días y antes de que te des cuenta estaré de vuelta.
 
Estábamos sentados en el sofá del salón con nuestras manos entrelazadas, ella cabizbaja, sin atreverse a mirarme porque sabía que se iba a emocionar.
 
-Anda, nos hacemos un café y me cuentas como te ha ido el día en la oficina.
 
Se lo pedí para ver si le servía de distracción y la verdad es que acerté. En la cocina no me dejó hacer nada.
 
-Siéntate que yo te lo hago -me dijo muy dispuesta.
 
-Que bien, con lo que me gusta hacer el vago.
 
-¿Sí? Pues cuando vuelvas, vas a estar un mes haciéndolo tú.
 
Solté una carcajada que ella secundó y que nos quitó un montón de tensión interna. Luego nos fuimos al salón.
 
-Esta mañana, el gerente me ha confirmado que va a ser él quien me acompañe. Están muy preocupados porque la ocupación sigue bajando. Todo el consejo ha puesto sus esperanzas en las acciones de marketing para que esta tendencia se de la vuelta.
 
-¿Y tú que piensas ante ese problema?
 
-Creo que vamos a tener éxito en nuestras campañas. Es que ahora no tienen nada de nada. Solo se ha negociado con algunos operadores de Inglaterra y Alemania, así que prácticamente nadie conoce la realidad de nuestras posibilidades de alojamiento. En fin, menudo rollo te estoy metiendo, cuando tú supongo que estarás preocupado por tu viaje.
 
Solté otra carcajada.
 
-Que no cielo, que no estoy preocupado por mí, de verdad, si lo estoy es por ti porque te veo muy inquieta.
 
Un rato más tarde, nos fuimos al aeropuerto en su maravilloso coche. La despedida fue en el parking, pues no quise que me acompañara a la terminal de salida.
 
Me quedé pasmado cuando me enseñó una aplicación del móvil, donde ella seguiría mi vuelo desde el despegue hasta el aterrizaje.
 
-¿No me habrás puesto una cámara oculta en la maleta?
 
Ella se echó a reír.
 
-Me acabas de dar ideas para tu próximo viaje.
 
Los dos soltamos una carcajada y aprovechando el buen momento, me despedí de ella con un fuerte abrazo para dirigirme enseguida a la terminal.
 
Me estuvo mandando mensajes hasta que nos obligaron a cortar el Internet de nuestros móviles.
 
El viaje fue muy bueno y en una hora estábamos en Barajas. Cuando nos autorizaron a utilizar nuevamente el Internet, ya tenía varios mensajes de ella. En el primero me decía que el avión estaba aterrizando. Vaya con la bendita aplicación.
 
Un taxi me trasladó al hotel, que estaba al lado de la Gran Vía en el centro de la ciudad. Muy cerca de donde recibiría el curso de formación, al que me podría ir a pie.
 
De inmediato me llamó mi prometida.
 
-Hola preciosa, ya estoy instalado en la habitación del hotel. Estoy deshaciendo la maleta.
 
-Pues hazme una videoconferencia y me lo vas mostrando todo.
 
-Estás sola, porque estoy casi desnudo.
 
-Pues claro, con quien voy a estar.
 
Colgué y la volví a llamar utilizando la videoconferencia.
 
-Hola otra vez, espera que te enseño la habitación.
 
-Oye tiene terraza, ¿No?
 
-Sí, se ve la calle que da a la Gran Vía.
 
-Bueno pero tú échale el pestillo y no te asomes mucho.
 
No pude reprimir una carcajada.
 
-Tranquila cielo, ¿Quien va a entrar por la terraza de una décima planta? La más próxima está a más de cinco metros.
 
-Sí tú ríete, pero prométeme que le vas a echar el pestillo.
 
-Claro cariño, lo que tú me pidas va a misa, ya lo sabes.
 
-Mira, ahora está entrando Javier, espera que él vea la habitación también.
 
-Hola Javier.
 
-Hola Diego, ¿Que tal el viaje?
 
-Mejor te lo puede explicar mi prometida que me ha estado siguiendo todo el vuelo -le dije soltando una carcajada.
 
-Porque me preocupo por ti, solo por eso, -me dijo, comenzando a emocionarse.
 
En la pantalla pude ver el puchero que se le mostraba en la cara.
 
-Vale, vale, amor mío, no vayas a llorar. Si sabes lo que me gusta que te preocupes por mí. Me siento el prometido más afortunado del mundo, viendo como una preciosidad como tú se desvive por un pedazo de alcornoque como yo. No llores cielo que no voy a poder dormir esta noche.
 
Javier le dio un pañuelo y ella se sonó la nariz.
 
-Ya está, perdona pero es que sabes que hoy estoy muy sensible por tu ausencia.
 
-¿Que yo te perdone? Pero si me tenías que haber mandado a tomar por... eso, vamos.
 
-Anda tonto, bueno ¿Qué vas a hacer para cenar?
 
-Iré al restaurante del hotel, luego me subo que quiero acostarme temprano para estar fresco mañana en el curso.
 
-Javier, yo no tengo ganas de cenar, pero si quieres pides una pizza y me comeré un trozo. ¿Te parece bien amor mío? -me preguntó.
 
-Ana no quiero que dejes de comer porque yo no esté ahí contigo. Javier a ver si la animas un poco.
 
-No te preocupes, ahora hablo con ella.
 
-Vale, pues termino de deshacer la maleta y me bajo a cenar. Chao cabrones.
 
-Chao mamoncete -me dijo él.
 
-Hasta luego mi amor -me dijo ella.
 
-Ana, por favor... -le regañé.
 
-Hasta luego mamonazo.
 
Javier y yo soltamos una carcajada y corté la comunicación.
 
El hotel merecía las cuatro estrella, me gustaron mucho las instalaciones, la habitación y el restaurante donde hice una cena lo más liviana posible, pues yo tampoco tenía hambre.
 
Luego me subí nuevamente a la habitación. Me cambié de ropa y me eché en el cabecero de la cama para ver un poco la tele.
 
Poco después cogí el móvil y le envié un mensaje a mi novia para que supiera que ya iba a dormir.
 
El sonido de una llamada entrante hizo que lo volviera a coger.
 
-Hola cariño.
 
-Hola cielo, ¿Has cenado bien?
 
-Claro amor mío. El restaurante está muy bien pero no he cenado mucho, no tenía hambre.
 
-Javier me ha obligado a comerme dos trozos de pizza y los tengo atravesado en la garganta.
 
-Anda mujer, si eso te lo comes tú en un pis pas. Tómate una sal de fruta y se te bajará.
 
-Sí, eso voy a hacer.
 
-¿Qué haces ahora? ¿Estáis en el salón?
 
-No, Javier se ha ido a su despacho y yo me he venido al dormitorio, a ver si puedo dormirme pronto.
 
-Entonces hasta mañana querida, un beso muy fuerte en donde tú quieras.
 
-Menudo golfo, en la boca, donde lo voy a querer.
 
-Pues en la boca, chao preciosa.
 
-Chao mi amor.
 
La verdad es que estaba un poco cansado, así que apagué la luz y en unos minutos estaba como un tronco.
 
Tres horas después sonó mi móvil y casi lo tiro al suelo cuando lo cogí. Estaba medio dormido y no distinguía quien me llamaba.
 
-¿Diga?
 
-Diego, no sabes la que se está liando aquí.
 
Poco a poco me fui despertando y terminé de hacerlo al escuchar un grito de Ana.
 
-Ahhhhh... Jesús que miedo.
 
-Pero Ana cielo, ¿Qué pasa?
 
En ese momento al parecer entraba Javier en nuestro dormitorio.
 
-Tranquila Ana que solo es una tormenta un poco fuerte.
 
-Cierra bien las persianas -le gritaba ella-, no vaya a ser que entre un rayo.
 
Yo me había sentado en el borde de la cama muy desesperado por no poder abrazarla en esos momentos.
 
-Ana, Ana, ¿Qué pasa cielo?
 
-Una tormenta grandísima está encima nuestra ahora mismo y no paran los relámpagos y los truenos. Estoy aterrorizada Diego.
 
En esos momentos oí un gran trueno por el móvil.
 
-¡Ayyyyyy! Javierrrrr... ¿Donde estás?
 
Javier debía de venir corriendo por el pasillo.
 
-Estoy aquí cielo, ya estoy aquí. -le dijo entendiendo yo que al mismo tiempo que la acogía entre sus brazos.
 
-No me dejes sola, que estoy aterrada. ¿Porqué te has ido?
 
-Pero cariño, si me has pedido que baje todas las persianas.
 
La situación para ella era crítica, pero yo me estaba despelotando interiormente ante la impotencia de Javier.
 
-Sí, pero mira el trueno que me ha pillado sola. Ha sido terrible.
 
-Vale, ya no te dejo sola.
 
-¿Has podido cerrar todas las persianas?
 
Yo me partía de risa pero sin hacer el menor ruido.
 
-No, me quedan las de la terraza. Acompáñame, así no te dejo sola.
 
-Pero Javier, ¿Qué haces desnudo? Tienes que estar vestido cuando estés conmigo.
 
-Sí, espera. Los bóxer de Diego están aquí, ¿No?
 
-Sí, en el segundo cajón.
 
Él cogió un bóxer mío y se lo puso.
 
-Ya está cariño, vamos al salón a bajar la persiana.
 
-¿Ana cielo me oyes?
 
-Sí, claro, es que no hablas y estoy muy nerviosa.
 
La tormenta debía de estar encima de nuestra casa porque los truenos los escuchaba sin parar, sonando muy potentes a través del auricular del móvil.
 
-Sí, os estoy oyendo a los dos y a la tormenta. Pero no te preocupes que pronto se alejará. Además Javier está contigo y él te cuidará cariño.
 
-Menos mal porque si hubiera estado sola, me muero del susto.
 
-Javier, ¿Me escuchas? -le pregunté.
 
-Sí Diego, no te preocupes que todo está bien. Tendré que dormir con ella, pero quédate tranquilo que solo es por no dejarla sola.
 
-Claro que sí Javier, a ver si puede dormir un poco que mañana va a estar echa polvo en el trabajo.
 
-Mira ya estamos los dos en la cama, de cucharita como siempre. Ahora a dormir. Chao, hasta mañana.
 
-Hasta mañana Javier. Ana, ¿Estás más tranquila ahora?
 
-Sí, gracias a los dos, ya estoy mejor. Pero la tormenta no se va y sigo con mucho miedo en el cuerpo.
 
-Javier te va a proteger, duerme tranquila mi amor. Hasta mañana.
 
-Adiós amor mío, mañana hablamos.
 
Me costó coger el sueño nuevamente, pero lo conseguí un rato más tarde. De todos modos yo tenía más tiempo para dormir que ella. El curso comenzaba a las diez de la mañana y la alarma del móvil la tenía para las ocho.
 
-Pero dos horas más tarde volvía a sonar mi móvil y otra vez tuve que hacer un esfuerzo para despertarme.
 
-Hola cielo, ¿Estás despierto?
 
Menuda pregunta.
 
-¿Qué ocurre mi amor? ¿Sigue la tormenta?
 
-No, mi vida, no te llamo por la tormenta -me dijo con una voz que no le salía del cuerpo.
 
-¿Qué pasa entonces? -le dije y mis manos comenzaron a temblar temiendo lo peor.
 
-Es que Javier está muy excitado y yo también, pero no vamos a hacer nada, ¿Verdad?
 
Sus palabras sonaban algo extrañas y yo me quería morir. Por la forma de hablar allí estaba pasando algo más de lo que mi novia me decía que podía pasar.
 
-Ana, ¿Estáis haciéndolo en estos momentos?
 
-No, pero casi. Cariño no puedo más, estamos despiertos desde hace casi media hora.
 
-¿Javier me escuchas?
 
-Sí, Diego estoy detrás de Ana.
 
-Javier, te pido que abandones la cama de inmediato. Ya hablaré contigo mañana, pero ahora quiero que te vayas de nuestra habitación. Ahora mismo, por favor.
 
-Ellos, al parecer ante mi negativa se cortaron y la lucidez volvió de repente a sus cabezas calenturientas.
 
-Ya se ha marchado cariño. Ha sido una mala idea que se viniera aquí conmigo. Él no tiene la culpa, es como es, y nosotros lo sabemos muy bien.
 
-¿Y tú como te encuentras?
 
-No he parado de negarme todo el rato, pero es que ya no podía aguantar más, estaba medio desnuda, lo mismo que estaba él. Me ha estado restregando la polla todo este tiempo y ya te dije que no soy de piedra, que tengo un límite de aguante. Entonces es cuando he decidido llamarte. Él me decía que tú seguro que nos darías permiso, lo decía como si estuviera medio dormido y no recordara nuestro último acuerdo.
 
-Siento mucho lo que ha pasado. En el trabajo vas a estar muy cansada por el poco descanso. No sabes lo preocupado que me quedo. No esperaba lo que ha hecho Javier, cielo.
 
-Pero Diego, no seas duro con él. Sé que ahora mismo debe estar echo polvo, arrepintiéndose de lo que ha provocado y del disgusto que te has llevado tú.
 
-Pero Ana cielo, es que siempre es igual, primero nos promete que no va a hacer nada para luego comportarse totalmente al revés.
 
-Ya lo sé, pero deja que sea yo la que hable con él antes de que lo hagas tú y si me apuras, debería hacerlo ahora mismo, antes de que todo empeore entre nosotros. Y te pido que seas magnánimo con él, tenemos que seguir queriéndole cariño. Solo que tiene que aprender que si hemos acordado parar, no debe perder las formas. ¿Estás de acuerdo mi vida?.
 
-Claro que sí, menos mal que te tengo porque nadie como tú para razonar los problemas y poner a cada uno en su sitio.
 
-Bueno, pues entonces con tu permiso, voy a hablar con él. De todos modos ya no voy a poder dormir. Mañana descansaré cuando vuelva del trabajo.
 
-Yo tampoco voy a dormir más. Llámame cuando acabes de hablar con Javier.
 
-Vale, pues ahora te llamo, un beso mi amor.
 
-Otro para ti mi vida.
 
Cortamos la comunicación que fue motivada por lo que menos me esperaba esa noche. No pensé que Javier iba a ser tan insensato como para hacer una cosa así. Es un tío estupendo y un mejor amigo, pero en el sexo no controla nada y su fogosidad lo debilita y lo puede. Estaba claro que pensaría que controlarse era una tontería después de todo lo que habíamos hecho.
 
Eran las seis de la mañana cuando ella volvió a llamarme.
 
-Hola cielo, ¿Has terminado de hablar con Javier?
 
-Sí, de momento sí. Como te dije está muy arrepentido por la situación que ha provocado. Le he tenido que parar porque se quería ir a un hotel, al menos mientras tú estuvieras en Madrid.
 
-Joder Ana, eso no se lo permitas de ninguna manera. Ya lo conozco y sé que debe estar pasándolo muy mal, pero por ese mal comportamiento que además tú has sabido parar a pesar de todo, no debemos permitir que haya malos rollos entre nosotros. ¿Al final en qué habéis quedado?
 
-Le he dicho que una vez superado lo que ha ocurrido en la cama, que se haga la idea que no va a haber más relaciones sexuales, que ya lo hemos hablado, que ya no hay ni permisos ni nada, que se lo meta en la cabeza de una vez.
 
-Joder, menudo rapapolvos le has echado. Estoy orgulloso de ti, mi vida. ¿Qué ha dicho él?
 
-Que está de acuerdo en todo lo que nosotros decidamos y que nos pide perdón, que ha sido un calentón que él es incapaz de parar en una situación como ésta, con los dos juntos, semi desnudos y en una cama. También le he dicho que ya no dormirá más con nosotros.
 
-Bueno, pues duerme un poco. Aunque sea una hora, te vendrá bien en tu trabajo.
 
-A ver si puedo, ojalá pueda echar una cabezada. Luego hablamos. Un beso cielo.
 
-Otro para ti amor mío. Te quiero.
 
-Y yo.
 
Los dos primeros días el curso terminaba a las seis de la tarde. El viernes, que era el último,  terminaba al mediodía.
 
Ese primer día fui a comer solo a mi hotel, pues no tenía el cuerpo para ir haciendo amigos por ahí y por otra parte, quería estar tranquilo por si podía hablar con mi prometida.
 
Pero me acababa de sentar cuando recibí una llamada de Javier.
 
-Hola Javier.
 
-Hola Diego, ¿Tienes un momento?
 
-Sí claro, para ti siempre.
 
-Diego no merezco ni un minuto de tu atención. Me he portado muy mal con Ana y contigo. No sé como pude llegar a casi forzar a Ana a tener sexo conmigo.
 
-Mira Javier, el problema tuyo es que no eres capaz de controlar un calentón. Gracias a mi novia anoche por segunda vez no llegó a consumarse ese acto, pero la pobre ya casi estaba entregada por la forma en que me llamó. No puedes hacer eso Javier, nunca más debes intentarlo. Eso quiero que te quede claro.
 
-Te juro Diego que eso no va a ocurrir nunca más. La única excusa que yo mismo me doy es que al estar tan excitado, llegué a suponer que tú nos ibas a dar permiso para hacerlo y que tenía que convencer a Ana de ello.
 
-No Javier, nunca te arrogues mi permiso partiendo de ti. Te lo he explicado varias veces y anoche me sentó muy mal lo que hiciste. Luego Ana me explicó lo que hablasteis y espero que te haya quedado clara nuestra postura que es común.
 
-¿Quieres que me vaya a un hotel hasta que vuelvas el viernes?
 
-No, no creo que vuelvas a caer en ese error, pero tienes que parar eso ya tío, ¿No comprendes? Es que no puede ser que cada vez que me ausento vuelvas a incidir.
 
-Te juro Diego que todo a ocurrido por la maldita tormenta que me obligó a tranquilizarla acompañándola en la cama. Perdóname porque no sabes lo mal que me encuentro.
 
-Bueno, por mi parte ya estás perdonado y que sepas que te sigo queriendo igual que antes.
 
-Yo también Diego, yo os quiero muchísimo a los dos, por eso me siento tan mal.
 
-Vale, pues te dejo que voy a comer y quiero hablar con Ana aunque sea un minuto.
 
-Claro, hasta luego Diego, un abrazo.
 
-Otro para ti, chao.
 
Pensé que podría haber sido más duro con él, pero mi novia tenía razón, debía ser magnánimo pues a pesar de lo que hizo, todo fue producto de otro calentón, aunque también creo que ella lo tenía que haber mandado a su cuarto en el primer exceso de él.
 
Mientras el camarero me traía el café, llamé a Ana.
 
-Hola cariño. Espera un momento -me dijo-, es que estoy comiendo con el gerente y algunos consejeros. -Me volvió a hablar algo más bajito-, ya podemos seguir.
 
-Antes de nada, ¿Cómo estás tú? Pudiste dormir algo más.
 
-Que va y parece que mi cuerpo es de corcho. En cuanto llegue a la casa me acuesto. El gerente ha notado que algo me ocurre y le he dicho que he dormido poco porque la tormenta de anoche me desveló. Tengo que tener muy mala cara, porque me ha pedido que de la comida me vaya a casa a descansar.
 
-¿Y que vas a hacer?
 
-Me iré a casa. Es que no sabes lo cansada que estoy.
 
-No te quiero entretener, solo era para ver cómo estabas y decirte que Javier me ha llamado hace un rato. Pero luego te lo cuento, anda regresa a la mesa.
 
-Joder Diego, hazme un resumen al menos.
 
-Nada, que hemos terminado bien, que le he perdonado y nos hemos despedido con un abrazo.
 
-Me alegro que haya sido así. Luego hablamos a las seis cuando salgas del curso.
 
-Vale un beso mi amor.
 
-Otro para ti mi vida.
 
Me tomé el café y me fui pitando para reanudar el curso.
 
Cuando salí esperaba que ella me volviera a llamar, pero no lo hizo. Estaba seguro que se habría echado en la cama y se había quedado dormida, así que no quise llamarla yo para no despertarla.
 
Luego bajé a la cafetería del hotel para hacer algo más amena la espera y junto a otros clientes, me quedé viendo un partido de la Champions. Uno de ellos considerando que yo era muy aficionado, no dejó de hacerme todo tipo de comentarios sobre el partido y los jugadores. La verdad es que nunca veo un partido de fútbol, pero afirmaba con la cabeza a todo lo que me decía. No me costaba trabajo hacerlo y estaba entretenido sin pensar en otras cosas.
 
Casi una hora más tarde, por fin me llamó mi chica.
 
-Hola Ana cielo, espero que hayas dormido un poco.
 
-¿Un poco? He dormido casi cinco horas y eso que mi intención era despertarme a las seis para llamarte.
 
-Me lo he imaginado. ¿Cómo estás?
 
-Mejor claro, ahora a ver si puedo coger el sueño esta noche. Vas a cenar ya, ¿No?
 
-Sí, pero tengo tiempo para hablar contigo -le dije mientras me iba a un butacón que estaba algo más apartado.
 
Luego me hizo contarle toda la conversación que mantuve con Javier. Sabía que me lo iba a pedir.
 
-Él ha llegado hace un rato y está en su despacho. Solo me ha saludado y se ha encerrado ahí diciéndome que tenía mucho trabajo.
 
-Tendrás que cenar con él, ¿No?
 
-Creo que es lo que debería hacer, así que ahora le diré que si quiere que pidamos una pizza o algo del chino.
 
-¿Porqué no vais los dos a cenar fuera? Me gustaría que recuperase la normalidad en el trato con nosotros.
 
-Como quieras, ahora se lo propongo, pero primero cuéntame lo que has hecho hoy.
 
No pude resumirle mucho, pues me pidió todos los detalles. Cuando le dije que éramos siete chicos y cinco chicas, le tuve que decir la edad aproximada de cada una, cómo iban vestidas, si eran unas frescas... en fin, las cosas de mi novia.
 
-¿Has reflexionado algo más sobre lo que pasó esta noche?
 
-Sí, claro. Pero me gustaría que me dijeras qué pasó en esas dos horas que estuvo acostado contigo.
 
No contestó al momento. Parecía que le costaba contarme los detalles.
 
-¿Cielo? -le apremié.
 
-Sí, cariño, es que no quiero ni recordarlo. En principio todo iba muy bien, la tormenta se estaba alejando y ya más relajada me iba quedando dormida. Media hora antes de llamarte, noté que me estaba tocando las tetas y refregando su pene entre mis glúteos, me volví y le aparté con la mano mientras seguía medio adormilada, luego volvió a espabilarme cuando me dijo que si podíamos hacerlo, porque seguro que  tú nos darías permiso. Entonces noté que se arrimaba más a mí con su miembro erecto y yo con mi tanga bajado en mitad de los muslos. Me volví a subir el tanga y le dije que se despegara de mí y así lo hizo en principio. Eso lo repitió otro par de veces aunque no estoy segura si ocurrió alguna más. En la última me enfadé porque cuando me desveló estaba intentando penetrarme, al tiempo que me decía que tú nos dabas permiso...
 
Hizo una pausa para tomar el aire que no le llegaba a los pulmones.
 
-Tranquila mi amor, relájate y termina de contármelo.
 
-En esos momentos te juro que no sabía ya qué hacer. Te dije que yo tampoco soy tan fuerte como pararlo en un momento así y casi me iba a dejar hacer. Entonces me pregunté que ¿Porqué no confirmaba con una simple llamada que tú nos daba el permiso? Así que le dije que se esperara y te llamé. El resto ya lo sabes, solo que cuando le dijiste que se marchara su cara ya mostraba su total arrepentimiento por lo que había hecho, como si se recuperara de golpe de un sonambulismo crónico.
 
-Está bien cielo, te agradezco otra vez que ganara tu fuerza de voluntad. Eres única, te quiero mi amor.
 
-Sí, pero ¿Y si no se me hubiera ocurrido llamarte?
 
-No lo sé Ana, prefiero no pensarlo, pero seguro que mi mente buscaría una excusa para ti, porque no sé vivir sin tenerte a mi lado. Yo te perdono todo, hagas lo que hagas, menos que te alejes de mí, eso jamás mi amor.
 
-No digas eso ni en broma amor mío. Llevamos seis años llenos de felicidad y amor. No me cambiaría por nada ni por nadie. Quiero seguir llenando años y años de esa felicidad hasta el final de mis días. Te quiero cielo... -otra vez se le fue la voz para oírse sus sollozos.
 
-Cariño no llores, por favor no lo hagas que no puedo abrazarte para sosegar tu llanto. Dime que estás bien, por favor...
 
-Ojalá estuvieras aquí porque necesito que me des consuelo con tus abrazos, -me dijo entre sollozos.
 
Luego oí cómo se sonaba la nariz y tomaba una bocanada de aire.
 
-Dentro de dos días estaremos juntos de nuevo cielo... pero después no te quejes si te aprieto demasiado so quejica.
 
Escuché unas risas abruptas como mezcladas con hipo y vuelta a aspirar aire.
 
-No me quejaré ni aunque me rompas tres costillas, canalla -me decía mientras yo soltaba una carcajada flojita.
 
-Venga, iros a cenar ya que se os va a hacer muy tarde zorrita mía.
 
-Eres lo que no hay, en fin, te dejo que voy a ver si Javier prefiere cenar fuera.
 
-Llámame luego, yo voy a cenar ahora también. Un beso cielo.
 
-Otro para ti. Te quiero mi vida.
 
Dos horas más tarde estaba ya en la cama con la ropa de dormir, viendo los correos electrónicos, las últimas noticias, vamos lo que hago todas las noches antes de dormir.
 
Un poco más tarde me llamó Ana.
 
-Hola de nuevo cariño.
 
-Acabamos de volver del restaurante de siempre. Hemos cenado en nuestra mesa. Todo ha ido muy bien, ahora me voy a duchar y a ver si puedo dormir.
 
-Cuéntame algo más de lo que habéis hablado y de su actitud.
 
-No hemos sacado el tema de anoche para nada. Me ha estado hablando de lo que tiene que hacer los próximos días y yo le he comentado cómo van las tareas en mi nuevo trabajo. Se ha interesado mucho por los viajes que tengo que hacer la próxima semana. Ya te digo, todo bien.
 
-¿Se le ve algo más alegre?
 
-Casi como siempre, aunque de vez en cuando parece que piensa en el daño que nos hizo anoche y se pone algo más serio.
 
-Tengo muchas ganas de volver a casa y que él vea que las cosas siguen como antes, excepto claro, que no va a tener más sexo con nosotros.
 
-Eso por supuesto, faltaría más.
 
-Pero hay otra cosa, cielo.
 
-¿Cual?
 
-Que Javier va a llevar a otras chicas a la casa. Eso es seguro.
 
Se quedó algo callada.
 
-Tampoco lo habías pensado, ¿No cariño?
 
-Tampoco, joder vaya marrón. Bueno pues tendremos que aceptarlo, que le vamos a hacer. Vamos a tener que comprar más toallitas -me dijo y los dos soltamos una carcajada.
 
-Espero que no lo haga antes de que yo vuelva.
 
-Que va, tal como están las cosas, eso no lo va a hacer estando yo sola en la casa.
 
-Pues este cabrón no va a aguantar tres noches seguidas sin follar, eso te lo digo yo.
 
-No creo, pero vamos ya te diré si pasa algo así.
 
-Está bien, como siempre llevas razón y perdona por mis gilipolleces. Un beso y hasta mañana.
 
-Un beso amor mío, hasta mañana.
 
Pero media hora más tarde me volvió a llamar.
 
-¿Cariño pasa algo? -le dije un poco preocupado.
 
-Javier está vomitando desde hace diez minutos. No sé qué hacer, se ha puesto fatal.
 
-Vete con él mientras llamo a Rafa para que se acerque a la casa. Todavía no es muy tarde y estará levantado. Cuelga, ahora te llamo.
 
-Vale, me llevo el móvil al baño.
 
Llamé de inmediato a Rafa y le expliqué lo que pasaba y antes de que terminara de hablar ya iba camino de su coche. Luego llamé a mi prometida para tranquilizarla.
 
-Ana Rafa ya está camino de casa. ¿Cómo sigue Javier?
 
-Está fatal, me dice que ha estado toda la tarde algo incómodo y en la cena apenas ha comido nada. Habrá sido algo que comió antes.
 
-Bueno, Rafa está al llegar, pero si quieres llamo a una ambulancia.
 
-No, mejor esperamos a que venga Rafa, seguro que él tiene más mano para eso que nosotros.
 
-Bueno, pues me llamas luego y me dices como va todo.
 
-Ok, ahora te llamo.
 
Me quedé hecho polvo, esperando que Ana me volviera a dar noticias de cómo evolucionaba Javier. Además no me llamó hasta casi una hora después.
 
-Diego, tranquilo que todo va mejor. Ha llegado Rafa y detrás el médico que suele atender a su familia.
 
-¿Y qué ha dicho el médico?
 
-Dice que no es nada grave, pues no tiene diarreas ni otros síntomas. Puede que haya sido algo alérgico, pero que tampoco lo puede afirmar, ya que no ha comido nada distinto a lo habitual en él al mediodía, o bien, algún alimento que no ha digerido bien. En fin, que le ha recetado unas cápsulas contra los vómitos y me ha ayudado a preparar un caldo que se debe tomar a pequeñas cucharadas. Rafa está a punto de regresar de la farmacia de guardia.
 
-Pero y Javier, ¿Sigue con los vómitos?
 
-Dice que tiene ganas de seguir vomitando, pero cuando lo intenta no hecha nada. Eso sí, tiene muy mala cara el pobre. Ya ha empezado a tomar el caldo y parece que lo retiene bien en el estómago.
 
-¿El médico sigue en la casa?
 
-Se va a quedar un poco más de tiempo y me ha dejado su tarjeta para que lo llame si veo que no mejora durante la noche. Bueno te llamo más tarde, que ya está llamando Rafa al portero electrónico. Chao cielo.
 
Menuda segunda noche se presentaba estando yo fuera. No me lo podía creer.
 
Me eché un poco en la cama esperando la nueva llamada de mi prometida, quedándome en un duermevela de inmediato.
 
Cuando oí la nueva llamada no sabía ni la hora que era. Me había quedado dormido del todo.
 
-Hola cariño, ¿Cómo va todo?
 
-Estabas dormido, ¿Verdad? No te tenía que haber llamado esta vez.
 
-¿Pero qué dices? Estaba un poco adormilado nada más, anda cuéntame.
 
-Lo hemos llevado al salón porque dice que no se quiere acostar, que se siente mejor estando sentado. Ya se ha ido el médico y se ha tomado la primera cápsula. También se está tomando el caldo y no ha vuelto a vomitar. Rafa también está con nosotros, pero Javier quiere que se vaya a dormir porque ya se encuentra mejor. Quiere que me acueste yo también.
 
-¿Y que vais a hacer?
 
-Mira Diego, hasta que no lo vea mejor no lo voy a dejar solo en el salón. Rafa tampoco se quiere ir de momento. A ver si se puede acostar y si veo que se duerme, me acostaré yo también.
 
-Ana, creo que lo mejor es que lo acuestes en nuestra cama, así lo podrás vigilar mejor si se vuelve a sentir mal. Pero si mejora, tú podrás dormir el resto de la noche.
 
-Se lo voy a proponer ahora mismo, a ver si acepta y duermo algo esta noche.
 
-Joder cariño, vaya dos noches. Nunca pasa nada cuando estoy ahí y mira ahora. Si quieres me pones con él y se lo pido yo.
 
-No hace falta, yo se lo digo. Duérmete tú también que tienes que estar despejado para el curso.
 
-Bueno, pero si ocurre alguna otra cosa me llamas, ¡Eh!
 
-Que sí. Hasta mañana cielo, un beso muy fuerte.
 
-Hasta mañana, otro para ti.
 
Cuando sonó la alarma a las ocho de la mañana, tenía además un mensaje de Ana de hacía una hora.
 
Javier está mejor. Ha dormido conmigo y Rafa en la cama de Javier. Me voy a trabajar. Ellos siguen durmiendo
 
En el descanso de la mañana, llamé a Rafa.
 
-Hola Diego.
 
-Hola Rafa, antes de nada dime cómo sigue Javier.
 
-Sigo en tu casa. Estoy con él, no lo he querido dejar solo pero ya está mucho mejor. Lleva media hora diciéndome que me vaya, que ya está recuperado, pero voy a esperar un poco más.
 
-Bueno pues dale un abrazo de mi parte y que se mejore. Y otro abrazo para ti por lo que has ayudado a la pobre Ana, que vaya noche que habrá pasado.
 
-Faltaría más Diego. Tú no te preocupes por nosotros y céntrate en tu curso, que bastante tienes con eso. Un abrazo. Chao.
 
-Chao.

1 comentarios - Javier nos ayuda (Capítulo 37)

Si-Nombre +1
Excelente Post muy bueno gracias por compartir