Fuimos un matrimonio ajustado a las normas morales universalmente aceptadas, hasta que, un día, comenzamos a cometer algunas infidelidades e inmoralidades.
Ahora no estamos de acuerdo con una sociedad que pone la fidelidad como la obligación principal en una pareja.
En cambio ambos creemos que, si bien aún está mal visto, una transgresión de vez en cuando es saludable para tener una vida gratificante y que la emoción de estrenar es el mejor de todos los afrodisiacos.
Además acordamos que, no habría más tapujos entre nosotros: cualquier episodio extramatrimonial, lo hablaríamos sinceramente los dos, antes o después de que ocurriera.
Lo habitual es que, cuando se dan las condiciones, jugamos a los solteros.
Como excepción tenemos un “ménage à quatre” con otra pareja.
De uno de esos trata el relato que sigue, mezcla de ingredientes excitantes:
Novedad + prohibición + mar caribe + pareja europea = ¡Un cóctel impagable!
Cuando optamos por el hotel Tryp Cayo Coco, en Cuba, en la modalidad “All Inclusive”, no imaginábamos, ni por asomo, que “incluía” esta experiencia sexual.
Al segundo día, me demoré en cambiarme para la cena y, cuando alcancé a Carlos – mi esposo- lo encontré en el antesala del comedor, zalamero, sonriente, hablándole, vaso en mano, a una rubia – nada desdeñable - con lindas curvas, buena estatura, culito redondo agresivo y los senos altos, llenos y juntos, como le gustan a él, las piernas largas, dignas, merecedoras de admiración.
Me detuve a observarlos: la conversación era evidentemente grata, placentera con profusión de sonrisas. El acercarme hizo que la rubia se retirase.
Como el hotel estaba lleno de canadienses, inferí, erróneamente:
-Parece que tenés una amiga canadiense-
-Es italiana y sí, desde ayer hablamos un par de veces -
-¡Negro. ¡Más que hablar se estaban sobando…. verbalmente! Por el semblante te está tirando los galgos -
-Si hubiese sido canadiense me fugo. ¿Te imaginás que desastre en la cama sin entender lo que habla?-
-Ya veo. A esta si le entendés el chamuyo. ¿Estudiaste italiano para pervertidos?-
Al día siguiente, en la playa, reapareció la “tana” acompañada por un rubio, alto, pintón – Digno de apetecerse-
Abundaron las miradas cruzadas. Cero diálogos.
De manera intencionada, a la hora de la cena, volví a demorarme y, otra vez, encontré a Carlos con la blonda.
-¿Y, va tomando forma la cosa?-
-¡Callate, es de locos! No tiene inhibiciones. ¡Me dijo que le gustaría ducharse conmigo!-
-¿Y vos?-
-Le dije, en broma: ¿Qué hacemos con mi esposa y tu esposo? Me respondió: le digo a Livio, “mio marito”, que la distraiga. ¿Te das cuenta?-
Obvio. Estaba cantado que le – nos- proponía un intercambio. Él aseguró que, al llegar yo, la conversación quedó trunca. Deduje que no había descartado el convite. No estaba mal encaminada.
Entramos al comedor, nos servimos un primer plato. Ahí se acercó, platos en manos, la pareja a nuestra mesa y ella hizo las presentaciones:
-Permesso: questo é il ragazzo di chi t´ho parlato (este es el muchacho de quien te hablé) –. El rubio le tendió la mano:
- Livio ¿Carlos vero? Bé “Carlo” in italiano-
Carlos asintió y, sonriendo, aceptó el apretón de manos y me presentó:
-Marisa, Livio, esta es Inés, mi esposa-
Las dos mujeres nos saludamos con un beso
Cenamos, animadamente fingiendo ignorar el verdadero motivo de compartir la mesa. Nos despedimos.
Durante el tercer día, compartimos, las dos parejas, playa matutina, almuerzo, playa vespertina y cena.
Livio, no desperdició ocasión para halagarme, con piropos y frases para destacar mis atractivos.
Carlos, ídem, para franelear a Marisa.
Después de cenar, salimos del comedor y nos sentamos, los cuatro, a tomar unos tragos largos en uno de los bares.
En la segunda ronda de bebidas, quedaron blanqueadas las intenciones:
-Allora (entonces)- dijo Livio… y fue directo al grano.
* Según él Marisa estaba intrigada en cómo sería….. con un americano y, Carlos, le resultaba atractivo….
* Indagó que me parecía. Lo miré a Carlos, en sus ojos vi que quería “agarrar viaje”, como era de esperar, me lo confirmó con un leve gesto afirmativo con la cabeza.
-Solo una precisión: ustedes en Italia le dicen americanos a los nacidos en Estados Unidos. Soy sudamericano ¿vale, para el caso?- dijo con tono burlón.
Reímos los cuatro.
*Livio, aprovechó y “confesó” que él también alucinaba con una sudamericana y yo le parecía adorable y proclive a…..
-“¿Che ne dici Inés? Puó essere? (¿Qué decís Inés? ¿Puede ser?)-
Convinimos que las mujeres serían las anfitrionas, previo paso, de los dos hombres, por nuestras habitaciones para retirar ropa de cama y elementos de higiene personal (y preservativos, supongo).
En el cuarto, ni bien cerrada la puerta, Livio me tomó la cabeza con ambas manos y me dio un piquito.
-¡Finalmente soli! Senti ..(por fin solos! Escuchame…)- argumentó que nuestro encuentro no tenía por qué ser un “choque de trenes”, que estaba todo transpirado y me invitó, y yo acepté el convite, a ducharnos juntos.
(Pareciera que, esa pareja, no puede separar el sexo de la ducha).
Con exaltación y fogosidad del ánimo y de las manos me desnudó y, entre prenda y prenda, me sobó lascivamente,
Excitado ël y no menos yo, una vez que se desvistió, me llevó de la mano a la toilette.
Bajo la ducha fue un despropósito de caricias, manoseos, besos y chupones de tetas. Yo manoteé su verga dura. Me encantó y se lo hice saber al tano.
Abandonados en el piso los toallones, nos fuimos, abrazados, a la cama (King size de ese hotel), me hizo sentar en el borde y se dedicó de lleno a lamerme y mordisquearme la concha y el clítoris, me metió lengua y dedos, un rato largo hasta que le acabé en la cara gritando.
Amagó acostarme pero le exigí corresponder a su agasajo oral. Mi mamada le dio un placer superlativo y lo llevó a 1000 grados de excitación.
No me dejó terminar, me tumbó en el colchón, no sé dónde lo tenía pero con sus ojos en mis ojos se puso un condón. Me abrí de piernas, sabía qué quería y se lo ofrecí. Se subió sobre mí, su glande tocó mi entrada, mojada y comenzó a metérmela, suspiré, la metió más, gemí, un poquito más… grité y mi cuerpo se arqueó de goce, me la clavó hasta lo más hondo. Empiné mi pelvis, me moví, respiré hondo y gemí… su boca buscó la mía y empezó, pausadamente pero con vehemencia, el vaivén. Con cada embestida, con suspiros, ronroneos, gemidos, frases entrecortadas murmuradas, le hice saber el goce que experimentaba… aceleró el mete y ponga hasta que se rindió al orgasmo lanzando un grito estridente.
Siguió pistoneando por inercia, un poco más, pero lo suficiente para que yo le gritase, a todo el cayo, mi llegada al grado más elevado, extremado, del placer sexual.
Una vez relajados:
*Me comentó que en sus inicios, no le agradaba el sexo oral prolongado hasta el clímax de la compañera de sábanas., pero, con el correr de las experiencias se aficionó y le encanta que ella acabe… como había acabado yo.
Intercalando charlas entretenidas sobre nosotros, nuestros orígenes, nuestras experiencias, a dos nuevas cogidas, ambas con protección – la última mañanera, después de unas horitas de sueño – pasamos la noche juntos.
A media mañana sonó el teléfono. Era Carlos para saber a qué hora podía venir a buscar su malla.
Cuando me reuní, a solas, con Carlos lo encontré deslumbrado por su noche con la “tana” Marisa, casi un calco de la mía con el “tano” Livio.
Yo le conté, casi sin omitir detalle, mi experiencia. Él, a su turno, la suya, bastante pormenorizada.
Se ducharon juntos, por supuesto:
-…… parecíamos pulpos, nos metimos manos por todos lados…. Marisa ni bien manoteó mi verga, se declaró complacida: ¡ (Dio che bel pennello ho acquistato! (Dios que lindo “pincel” me conseguí), dijo en voz alta.
-Nos obsequiamos sexo oral y tres – fabulosos - polvos, en múltiples poses-
Aclaró que el primero fue sin protección. Después de los orgasmos, Marisa me pidió que:
-Per favore, che Livio non sappia che mi hai scopato senza gommino. S’ incazza. (por favor que Livio no se entere que me cogiste sin el globito. Se enfurece)-
-SI, de no creer, me calenté a punto tal de olvidar el preservativo al coger, y eyacularle adentro, una perfecta desconocida.
Las dos siguientes cogidas fueron con condón y
-.…… también le hice el culito un rato-
-……. me “doró la píldora”, no paró de decirme que le gustaba como no le había gustado, nunca, otro en la cama –
La italiana le dio motivos de satisfacción y envanecimiento, le “infló” su autoestima.
La va a recordar largo tiempo.
Al día siguiente, Marisa y Livio partieron de regreso a la península.
Nosotros disfrutamos 10 días más del caribe y seguimos gozando del sexo – ligeramente lavado por lo reiterado – pero recargado con el relatado episodio de “colaboración carnal Norte- Sur”.
1 comentarios - Intercambio en Cuba.