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Relato erotico: Valeria

VALERIA


Terminada mi carrera como Profesor, en 1990, me aboqué a llevar adelante hasta cuatro metas:
1.- Estudiar mi maestría.
2.- Formar una empresa educativa, que me permitiera llevar adelante los
planes de investigación científica educacional que tenía previstos.
3.- Hacer locución radial en un programa de música romántica.
4.- Casarme con Patricia.
Los primeros tres los cumplí tal lo previsto y el cuarto no por las razones descritas en mi anterior relato (ver La Irresistible Patricia).
Mi trabajo en radio me sirvió como punto de partida para un nuevo episodio amatorio, el mismo que relato en estas líneas.
Fue el lunes 07 de enero de 1991 que lancé al aire mi primer programa radial al que llamé ECUALIZANDO y fue a través de la frecuencia 1550AM. Debo decir que no fue fácil, pues, había estado como volante (cubría a cualquier locutor titular que faltase a su programa) desde el año 88’: pero, finalmente lo logré. Con ECUALIZANDO estuve cerca de un año hasta que firmé contrato con otra Radio Emisora y me mudé a la llamada Frecuencia Fina en los 94.1FM en donde lancé un espacio diario de dos horas con música romántica al que llame OF HERAT TO HERAT que en nuestro idioma sería DE CORAZON A CORAZON.
Con este programa estuve casi cinco años y durante ese tiempo coseché muchos éxitos, anécdotas y amistades; pero, sin lugar a dudas de aquellos años el recuerdo más sobresaliente y excitante es la experiencia que viví junto a Valeria o Valery, como solía llamarla.
Todo comenzó el viernes 14 de febrero de 1992 en que durante la emisión de un Programa Especial por el Día de San Valentín o Día de los Enamorados recibí la llamada de una oyente que entre lágrimas me confió que la había conmovido “Los Cinco Pasos para Ser Feliz” que acababa de leer minutos antes en el programa, pues, ella atravesaba el peor momento de su vida ya que estaba afectada de una extraña afección bronquial que la tenía en cama varios semanas razón por la cual había perdido su empleo y para colmo de males esa tarde había terminado con su novio para siempre, pues, a quien consideraba su mejor amiga estaba esperando un hijo de él.
No recuerdo exactamente que le dije para calmarla: pero, lo que si recuerdo es que terminada la emisión de esa noche fui hasta su casa para saludarla, conocerla y saber como se encontraba. Ella se mostró encantada en conocerme y a mí me resultó muy simpática.
Esa noche supe que se llamaba Valeria, que era secretaria y que tenía casi 28 años (cuatro años mayor que yo), aunque no los aparentaba.
Me invitó al día siguiente a cenar en su casa y para tal ocasión se esforzó por preparar un delicioso pastel y por levantarse de la cama; entonces, comprendí que su problema era emotivo y que lo que realmente necesitaba era sentirse querida y encontrar un motivo para seguir adelante.
Nos hicimos grandes amigos desde aquella noche y la pasábamos bien contándonos lo que nos había pasado desde antes de conocernos. A veces nos veíamos en su casa o me acompañaba a la radio y jugueteaba conmigo a que le recitara los poemas que solía declamar a mis oyentes; inclusive a veces pasábamos horas tras horas caminando por la ciudad bromeando y riendo mientras ella iba colgada de mi brazo. Todo esto provocó que muchas personas creyesen que Valeria y yo nos casaríamos; sin embargo, ni siquiera llegamos a ser novios; pero, a ella le encantaba alimentar esos comentarios y yo como buen caballero jamás los desmentí.
En cierta ocasión, Valeria, me confió que fue enamorada de Pedro –el que embarazó a su amiga- por casi ocho años y que lo había querido mucho porque con Pedro lo hizo por primera vez…
- Y… ¿viste fuegos artificiales? Como dicen –la interrogué-
- Nada que ver; pero, si me hizo ver estrellitas de dolor porque era un bruto.
- ¿Qué desperdicio? Hay que saber hacerle el amor a una chica virgen no se
trata de un sacrificio brutal… También tu por apurada me hubieses esperado
a mí.
- También lo he pensado, ese “regalito” debió ser para ti; pero, tu no te
hubieses animado…..
- ¿Por qué lo dices?
- Porque así me vieses desnudita no harías nada.
- No estés tan segura.
- Entonces, para cuando te animes recuerda que tengo otro “regalito” muy;
pero, muy especial….. para ti.
Este episodio quedó en mi recuerdo como una clara invitación a lo prohibido y aunque creí entender a que se refinería debieron pasar varios meses antes de que pudieses confirmarse mis sospechas.
En mayo del 93’ se me diagnosticó Glaucoma Crónica que es una enfermedad a los ojos que reduce irremediable e irreversiblemente la capacidad visual de modo paulatino; pero, progresivo. Eso significó un duro golpe en mi vida; sin embargo, acabe por aceptarlo y por superarlo rodeándome de personas que me ayudasen. Así que aunque caí en el ostracismo a los pocos meses me reanimé y seguí adelante con mi empresa educativa que recién cumplía un año de creación y con todos mis proyectos y metas, claro que a partir de entonces sabía que debía depender de los demás.
Fue así que llegó la oportunidad de presentar uno de mis proyectos científico-educativos en el III Encuentro Internacional de Investigadores Educacionales de Sud América, que se realizaría en la Universidad Nacional de Trujillo en La Libertad, uno de los departamentos más bellos del Perú en donde se encuentra el famoso Ciudadela de Chan-Chan, considerada la Ciudadela de Barro mas Grande de la América Pre Colombina.
El principal obstáculo que debí resolver era el movilizarme allá, pues, mi dolencia ocular me impedía cruzar calles, leer avisos, señales y cualquier documento con letra muy pequeña. Entonces se me ocurrió proponerle a Valeria hacer el viaje juntos ya que el final de cuentas era mi secretaria personal desde hacía un mes.
Ella estuvo complacida a pesar de que le advertí que el viaje podría resultarle aburrido; no sólo por lo extremadamente académico del certamen sino por el clima frío del lugar y porque debía ayudarme a ahorrar, pues, por esos días había adquirido mobiliario para el Centro Educativo.
Finalmente el sábado 31 de julio de 1993, llegamos a nuestro destino y Valeria insistió en que alquilásemos una recámara doble para economizar; así que nos hospedamos en la habitación 205 del Hotel de Turistas, uno de los mejores del lugar.
Desde que planificamos el viaje advertí en Valeria cierto morbo en cuanto al hospedaje y al estar allí supe que no estaba equivocado. Hubiese querido acelerar las cosas; pero, mi habitual y bien recompensada paciencia con las mujeres me hizo desistir y esperar. Además, esta vez estaba involucrado con una mujer mayor que yo y era la primera vez que no estaba con una novata y era mejor no correr riesgos.
- ¿Recuerdas que hace meses te ofrecí un “regalito”? _me preguntó con sus
brazos alrededor de mi cuello y sus labios cerca de los míos.
- Si, lo recuerdo.
- Pues,… quizás,… si te portas bien,… a lo mejor,… hoy te lo doy.
Antes de seguir debo aclarar que Valeria y yo jamás llegamos a ser novios aunque las circunstancias en algún momento así lo sugiriesen. Yo sabía; sin embargo, que aquel día algo ocurriría y mi morbo masculino me hacía suponer que el “regalito” en referencia representaría para mí mi primera experiencia de sexo anal un terreno en el cual era un neófito en cuanto a la práctica aunque en teoría me defendía bastante bien.
Valeria, para su conocimiento, era entonces una mujercita menudita (bajita y sumamente delgada), morenita, de cabellos cortos y lacios, con facciones finas sin llegar a ser guapa. Su busto era pequeño; pero, erguido que debido a su contextura delgada lucía bastante bien en su frágil cuerpecito. Demás esta decir que su cintura era bastante estrecha y que su trasero y piernas era toda una beldad. Tenía una colita bárbara, realmente apetitosa. Sí, una colita preciosa; durita, carnosita y bien paradita como dirían mis amigos “Una cola para campeonato”. Sus piernitas estaban bien formaditas, delgaditas; pero, armoniosas. Esa noche sería mía así que debía comportarme a la altura de las circunstancias mi orgullo no podía ser menoscabado ni mi virilidad puesta en duda ante quien, el sexo, no era un tema desconocido.
Por la mañana estuvimos visitando la majestuosa Ciudad de Chan-Chán y la misteriosa Huaca Del Sol y de La Luna. Durante ese tiempo ella permaneció enfundada en una falda larga de color azul, una blusita de seda celeste y un suéter que lucía bien con el atuendo; sin embargo al medio día cuando llegamos a la solitaria playa del Puerto de Salaverry me dejó sin palabras cuando la vi; mientras la cubría con una toalla, como se desprendía de cada una de sus prendas hasta quedarse con una diminuta tanguita roja que cubría apenas la tercera parte de cada uno de sus senitos y abajo un pequeño triangulito tapaba ligeramente su pubis; mientras que, por detrás un sugerente cordoncillo se perdía entre sus dos turgentes nalgas levantándolas aún más de lo normal ante mi atónita vista:
-¿Te gusta?
- Estás…..preciosa
- ¿Sólo eso?
- No, encanto, creo adivinar cual será mi…”regalito.
- Y te gusta el “regalito”-dijo coquetamente mostrándome su potito
- Me está alocando.
- Entonces, haz meritos, querido.
- Dime cuáles y los haré sin chistar.
- Adivínalos.
En el almuerzo comimos un afrodisíaco cebiche de mariscos y por la tarde recorrimos las construcciones coloniales de la ciudad como; por ejemplo, La Casa Bracamonte, la Casa Orbegoso, las iglesias del siglo XVIII y lo que el tiempo nos permitió.
Llegada la noche fuimos con Valeria a cenar y luego a bailar a una privada discoteca con ambientes casi privados y que nos predisponían a las manifestaciones de amor. Esa noche, Valeria, se había esforzado por estar más atractiva que nunca y lucía una diminuta faldita roja con una blusita de seda blanca que resaltaba la esbeltez de su figura.
Desde que llegamos al lugar la note más caliente que de costumbre y lo confirme cuando sentados a la mesa (en una especie de sofá), comenzó a juguetear con mi ensortijado cabello y luego a recorrer con uno de sus dedos mi brazo izquierdo mientras dejaba a su cabeza reposar sobre mi pecho. La invitación era clara así que no dejé pasar el momento y recorrí su espalda con suaves caricias de mi mano; entonces, …..
- Me pica… mi espalda ¿Por qué no me la rascas bajo la blusa?
- Sí, claro –y al hacerlo descubrí que bajo la blusa no llevaba sujetador-
- ¿Sorprendido? -me interrogó mientras esbozaba una pícara sonrisa en sus
labios al ver mi expresión- Sorpréndete más…bajo la falda sólo está mi…..piel
y mi…..jajaja- luego me aclararía que sólo bromeaba; pero, que le encantaba
verme en aprietos.
Fue entonces, que empezó a escucharse “Somos Dos” de Gianmarco (según Valeria, nuestra canción), y salimos a bailar. Ella me rodeó con sus brazos y yo la aferré por su cintura y mientras el cantante peruano entonaba diciendo “…Somos dos, yo el mar y tu la Luna, compartiendo amor en la penumbra…”; empecé a dar a ambos lados de su cuello besos rápidos e intermitentes que surtieron un insospechado efecto, pues, su excitación le impidió reprimir algún gemido y un suspiro delator. Supe que mis caricias iban por buen camino así que de regreso al sofá de nuestra mesa me esforcé por aumentar su placer y continué acariciando sus labios con los míos y con mis manos recorrí su cuerpo sin tocar su piel posándome sobre sus senos y luego sobre los muslos de sus piernas hasta que recibí por respuesta el que cogiera con sus manitas mi duro bulto que ya luchaba por abandonar el encierro obligado de mis pantalones.
Los niveles de nuestra excitación parecían no poder detener su ascenso hasta que los primeros compases de la canción de Debbie Gibson, “Podríamos Estar Juntos” nos arrancaron del sofá para llevarnos a la pista de baile en un inútil intento por escapar del deseo y de la excitación, pues, antes que terminara el tema estábamos abordando el automóvil que nos llevaría a nuestro hotel.
Ni bien cruzamos el umbral de la recámara empezamos a desnudarnos a toda prisa como si tuviésemos hambre de piel, como si del contacto de nuestros cuerpos dependiese nuestra existencia nos abrazamos y acariciamos y es que la excitación y la atracción de aquel momento era más fuerte que nuestra voluntad. Por primera vez sentí el deseo de copular a aquella hembra desnuda que lo único que podía ofrecerme aquella noche era sexo, placer y satisfacción carnal.
Me acerqué a ella y al estrecharla olí el perfume de su cuerpo y mi deseo aumento junto con mi erección y supe que ella estaba tan hambrienta de sexo como yo; sin embargo, no podía olvidar mi caballerosidad y me arriesgué a preguntar:
- ¿Este es mi regalo?
- Ah, ah, no, este no es.
- ¿y, entonces?, ¿A caso, aún no me lo he ganado?
- Claro que sí, tontito…..sígueme.
En el cuarto de baño de la habitación teníamos una gran tina y sobre ella había una regadera que dejamos abierta sin colocarle el tapón al resumidero de modo tal que el agua tibia resbalaba por nuestros cuerpos desnudos mientras nos besábamos y acariciamos aumentando a cada instante nuestra excitación. Debieron pasar algunos minutos antes de me inquiriese así:
- ¿Quieres saber cuál es el “regalito” que te ofrezco?
- Me muero de ganas por saberlo.
- Este –y llevando mis manos sujetas por las suyas hasta ese momento, las
colocó sobre sus dos carnosos y erguidos glúteos.
- ¿Este lindo potito es mi regalo?
- No es sólo mi potito; sino “el pito de mi potito”.
- Quieres decir que ¿nunca te lo han hecho por aquí? –dije esto último
mientras que con mis manos separaba ligeramente sus nalguitas e intentaba
hurgar con mi dedo entre ellas.
- ¡Oye…..atrevido –dijo fingiendo enojo mientras golpeaba despacito mi
mejilla con su mano- No seas ansioso primero es el plato de entrada, luego
el principal y al final te comerás el postre.
Terminado esto descendió con sus manos sobre mi dorso hasta llegar a mi herramienta; para entonces, dura y caliente como un fierro al rojo vivo y sin importarle sus dimensiones abrió sus labios y vi desaparecer como por arte de magia toda mi masa de carne en su boca con lo que inició una sesión de sexo oral jamás vivida. Sentía su lengüita juguetear en el espacio que queda entre el prepucio y mi pene llevándome a un placer supremo, sacaba todo mi aparato y presionaba con sus labios su cabecita (glande) y con sus manita acariciaba cada uno de mis huevos. Este placer aumentó cuando alternadamente fue llevándose a mis testículos dentro de su boca y a darles masajes con su lengua. Finalmente succionó a toda prisa mi pene con sus labios hasta hacerme descargar en su boca toda la caliente leche fruto de tanta excitación y ante mi asombro tragó cada chorro y gota que salió de mi cuerpo.
El turno era ahora mío y sin perder el tiempo la acosté bajo la ducha y empecé a besarla desde los dedos de sus pies mientras se los masajeaba con suavidad y firmeza. De este modo inicié un lento; pero, progresivo ascenso a lo largo de sus piernas mientras les prodigaba masajes, caricias, besos y pequeños mordiscos que la hacían retorcerse de placer mientras el agua resbalaba por su cuerpo. Al llegar a la segunda mitad de sus muslo me sujetó de los cabellos y me obligó a ascender mas de prisa hasta que me encontré frente a su jugoso y rosado conejito que latiendo le pedía a mi lengua y a mis labios darle placer. Así inicié mi atrevida invasión a su cavidad vaginal explorando cada milímetro de aquellos húmedos labios que mas tarde cobijarían a mi ardiente aparato ya erecto para entonces. Terminada mi exploración, ubique su botoncito del placer y entre mis labios lo succioné mientras le oía repetir incoherencias que reflejaban su febril delirio fruto del placer.
E medio sus “si…,no…,basta ya…,sigue…,ahora…,ya…,oh Dios…”; entendí que era el momento de enterrar mi verga en esa palpitante cavidad femenina y al hacerlo violentamente un “Ayyy…….” seguido de un profundo suspiro y repetidos gemidos me dieron la respuesta de que mis embestidas estaban provocando el efecto deseado.
El haber eyaculado minutos antes me daba mas resistencia así que pude brindarle mas placer sin el riesgo de venirme. Por ello, me mantuve dentro de ella hasta llevarla al orgasmo y sólo después de ello la induje a penetrarla estando ella en cuatro, de costado los dos frente a frente y con sus pies sobre mis hombros; y, en ese corto recorrido en torno a poses logré provocarle más orgasmos; sin embargo, aún me esperaba el postre y había que guardar fuerzas para tan placentera labor.
A esas alturas volvimos a abrir la ducha –que habíamos cortado después de su primer orgasmo- para refrescarnos y ella sugirió comenzar a trabajarle su culito. Parecía muy dispuesta; sin embargo,
- Primero méteme harto jaboncito y luego dedéame; pero, con cuidadito, mi
amorcito, que no me duela porfi,¿Sí?
- No te preocupes ni lo sentirás…..cuando salga porque lo tendrás adormecido.
- Payaso.
- jajaja, no te preocupes.
Tal como me dijo fui dedeándola con la ayuda de agua jabonosa y aunque al comienzo protestó por el dolorcito y un poquito de ardencia pronto se acostumbró a mi dedo índice dentro de su culito y me dejo avanzar con el dedo mayor, claro que tomándonos el tiempo suficiente. Luego lo haríamos con los dos dedos juntos y finalmente incorporamos a su bello traserito tres dedos incluyendo el anular. El proceso –teniendo en cuenta los descansos para acostumbrarla a ella y a su potito- debe habernos tomado mas de media hora y recién entonces le puse la cabeza de mi erecto órgano en la entrada de su agujero posterior previa lubricación de mi aparato con una buena mamada.
En un comienzo se quejó y fui paciente al írselo metiendo de a poquito hasta que se lo encajé hasta los huevos y a partir de allí inicié un mete y saca que se primero fue muy lento y terminó con unas embestidas bárbaras que nos hicieron gozar hasta explotar ambos en un éxtasis total que se reflejó en sus abundantes jugos vaginales y mi copiosa emisión de caliente semen con el que le apliqué una buena lavativa de leche masculina después de la cual caímos rendidos por unos instantes. Nos terminamos de duchar y fuimos presa de un profundo sueño que nos hizo dormir hasta el medio día de aquel inolvidable domingo 01 de agosto de 1993 en que enculé por primera vez a una mujer.
Durante los cinco días que tardo el evento hicimos el amor y probamos todas las poses que conocíamos y por sus tres agujeros sintiéndonos en la gloria.
Estuvimos como pareja hasta que terminamos después de muchos problemas previos el sábado 29 de julio de 1995 por celos fundados y por culpa mía desde entonces no la veo.


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