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Javier nos ayuda (Capítulos 18)

Capítulo 18
 
Cuando por la mañana nos fuimos los dos a la oficina de Ana, Javier seguía durmiendo. Al final iba a resultar que nuestro amigo, era de carne y hueso.
 
La verdad es que ella iba con mucha falta de sueño, incluso aprovechó el rato que estuvo en el coche para dar una cabezada.
 
-¿Estás muy cansada? -le pregunté para espabilarla.
 
-¿Ya hemos llegado? -respondió dando un repullo en el asiento.
 
-Sí, cielo, luego vengo a recogerte para llevarte a casa, te veo súper cansada.
 
-Gracias mi amor, eres mi novio favorito -me dijo intentando mostrarse muy dispuesta a comenzar su jornada laboral con buen humor.
 
Reí su ocurrencia, nos dimos un beso y se marchó deprisa, porque iba con la hora justa.
 
Después desayuné en una cafetería. Cuando entré de nuevo en casa, Javier estaba tomando café en la cocina. Su cara mostraba algo de cansancio por la falta de sueño.
 
-Ah, hola Javier.
 
-Buenos días tío, supongo que has llevado a Ana al trabajo, ¿No?
 
-Sí, así ha podido descansar media hora más, luego iré también a recogerla, porque está muerta de cansancio y lo poco que ha dormido esta noche.
 
-Lo siento, debí parar anoche y no hacerlo esa última vez.
 
-Creo que sí, pero bueno las normas se deben cumplir a partir de hoy, todas sin excepción.
 
-Cuenta con mi disposición total. A partir de hoy no me saltaré ninguna de ellas -me confirmó él.
 
-Eso espero Javier, sé que eres un buen tío.
 
-Bueno Diego, me tengo que ir ya, regresaré tarde pues tengo una cena con un cliente.
 
Nos despedimos y se marchó. Me fui al salón pensando si lo que habíamos empezado, se podía parar en algún momento. Javier era muy fogoso, y Ana cuando se lanzaba no le iba a la zaga, no había más que ver la disposición de ella cuando él le propuso follarla por última vez la noche anterior.
 
¿Pero y yo? Yo podría haberlo parado, pero estaba tan caliente como ellos, lo que hizo aquella tarea imposible. En fin, a ver como se desarrollaban los acontecimientos en los próximos días.
 
Después de comer, nos fuimos a la cama porque estábamos muy cansados, sobre todo ella.
 
Cuando desperté tres horas más tarde, seguía dormida, por lo que me levanté sin despertarla y me fui al salón.
 
Estuve trasteando con los nuevos canales de la tele, hasta que me decidí por poner una película, de los cientos que ofrecía aquel operador.
 
Casi una hora después oí la ducha y me fui al aseo.
 
-¿Hoy no cantas bajo la ducha cielo?
 
-Me estoy duchando para ver si me despierto de una vez.
 
-Pues has dormido más de cinco horas cabrona.
 
-Estaba muy cansada y encima esta mañana no he parado en el trabajo.
 
-Eso te pasa por trasnochar.
 
Ella se echó a reír, mientras abría la mampara de la ducha, cogiendo la toalla para secarse.
 
-Todavía no me puedo creer lo que hicimos anoche.
 
-Te juro que yo puedo dar fe de cómo te folló Javier.
 
-Mira que eres bruto hablando.
 
-Bueno podría decir, de cómo te introdujo el pene en tu agujerito del placer. Así queda más fino.
 
Ella volvió a reír y yo solté una carcajada.
 
-Vaya pieza que estás echo cornudito.
 
-¿Qué quieres cenar? -le pregunté-, ¿Te preparo algo?
 
-No se, prefiero comerme una fruta, no hagas nada.
 
Un rato después estábamos los dos en el salón, allí le hice un resumen de la película que estaba viendo, para después seguir viéndola entre los dos.
 
Estábamos vestidos como siempre hacíamos cuando estábamos solos, las camisetas y el bóxer yo y las bragas ella, que aunque pequeña, no era un tanga.
 
-¿Hoy no te pones la faldita?
 
-Para qué, después de lo que hicimos anoche, no tiene ningún sentido que ahora me tape con esa faldita.
 
-También es verdad -le respondí.
 
-¿Has pensado en la propuesta de Javier?
 
-Sí, cariño, estoy de acuerdo con darle un tiempo inicial. Y tú ¿Lo has pensado también? -le pregunté.
 
-No mucho pero si tú se lo quieres dar, yo estoy de acuerdo -me respondió.
 
-El dilema es cuánto le damos. ¿Se te ocurre algo?
 
-Si te parece, le damos lo que queda de esta semana, y la que viene hasta el domingo siguiente.
 
-Creo que con esta propuesta, no va a querer ir a su casa estos dos fines de semana.
 
-Casi seguro que no, entonces, ¿Estás de acuerdo?
 
-Por mí creo que está bien. ¿Lo esperamos esta noche?
 
-Si se demora mucho, mejor nos acostamos -me dijo.
 
-¿Incluimos la cláusula de las siete horas de sueño?
 
-Sí, pero mejor ocho, porque si nos tenemos que duchar y todo eso, vamos a dormir poco.
 
-Llevas razón, pondremos ocho.
 
-Otra cosa cielo, los días que no le toque follar contigo, ¿Cómo vamos a proceder?
 
-Pues nada de nada, como si fuera tu amigo Carlos. Imagina que estamos solos él y yo en la casa, no podemos aceptar ningún tipo de tocamiento entre los dos.
 
-No había pensado en eso último, tendremos que incluir esas normas también en la lista que hemos hecho. Todo debe quedar muy claro para los tres.
 
-Espera lo voy poner ahora mismo y lo imprimo, así si llegara más temprano se lo damos a leer.
 
Me levanté y en cinco minutos estaba de vuelta con el nuevo folio, dejándolo encima de la mesa por si venía antes de acostarnos.
 
-¿Quieres tomar algo? Yo me voy a preparar un descafeinado.
 
-Ponme un té -me pidió.
 
Eran las diez de la noche cuando Javier entraba a la casa. Su cara era un poema, se veía muy cansado.
 
-Hola chicos -nos saludó en un plan jovial que no le pegaba nada.
 
Se quedó mirando la vestimenta que llevábamos puesta.
 
-Suelto esto, me cambio y estoy con vosotros en un momento.
 
-Se ve muy cansado -le dije a mi novia y ella asintió.
 
La atraje hacia mí y le dí un morreo. La verdad es que los dos nos pusimos algo nerviosos con la llegada de Javier, sabíamos que no le iba a frenar su cansancio, esa noche tocaba y no la iba a desperdiciar.
 
Mi polla pasó de flácida a morcillona, más aún cuando ella me la acarició por encima del bóxer.
 
En eso estábamos cuando Javier volvió al salón,  sentándose al lado de Ana, vestido igual que nosotros. Después se quedó mirando el folio que había encima de la mesa.
 
-¿Habéis actualizado las condiciones? -nos preguntó.
 
-Sí, -le respondió ella-, mejor lo lees todo otra vez, y no empieces por el final, que eres muy impaciente.
 
Le hizo caso, y vimos como lo leía desde el principio hasta el final, de un tirón. Luego nos miró con una gran sonrisa.
 
-Gracias por darme estos días de inicio. Sois maravillosos, me he tirado todo el día pensando en esto.
 
-¿Has leído todo el documento? -le preguntó Ana.
 
-Sí, todo está muy claro y lo cumpliremos los tres a rajatabla. Los días que no toque, pues nada, como amigos y ya está, sin problemas.
 
-Mira el documento quedará solo en nuestro portátil, así que si lo has memorizado ya, rómpelo, no queremos que ese folio ande por ningún lado.
 
Él lo rompió haciéndole caso a Ana y lo dejó en la mesa.
 
-¿A qué hora te levantas mañana? -le preguntó a mi novia.
 
-A las 7:15 como todos los días que trabajo.
 
-Entonces solo nos queda media hora esta noche, ¿No?
 
-Eso es -le dije yo-, pero Javier se te ve muy cansado.
 
-Llevas razón Diego, mejor nos vamos a dormir, mañana será otro día, ¿Me das un beso cielo?
 
Ella se giró hacia él y le echó los brazos al cuello, luego acercaron sus bocas y se dieron un morreo de campeonato. Ana le acarició su paquete tal como hizo antes con el mío. Su polla reaccionó de inmediato y se puso como un garrote. Después  metió la mano por encima de la cinturilla del bóxer,  le sacó la polla y comenzó un suave meneo arriba y abajo, sin dejar de besarse los dos.
 
-¿Cuánto nos queda? -me preguntó ella.
 
-Unos veinte minutos -le respondí.
 
-Vamos a tu cuarto, tendrás allí el preservativo, ¿No?
 
Nos levantamos los tres y nos fuimos a su habitación.
 
-Diego ve poniéndole el condón -me ordenó y yo cogí uno de lo alto de la mesita de noche.
 
Ana se había desnudado y le estaba sacando la camiseta a él, mientras yo le ponía la goma. Luego quitó la colcha de la cama, tendiéndole boca arriba en el centro de la misma. Entonces se sentó a horcajadas sobre él, para inmediatamente meterse aquel vergón en su coño.
 
Lo cabalgó sin descanso, mientras él le daba un homenaje a sus tetas, retorciéndole los pezones sin dejar de apretarlas, unas veces más suaves y otras más fuerte, haciendo que los gemidos de ella fueran aumentando de tono.
 
Yo me había desnudado, pero sabía que no tenían tiempo para distraerse con otros juegos, así que no los incomodé en ningún momento.
 
Unos minutos después Ana comenzó a dar muestras de que se iba a correr.
 
-Estoy a punto, no te corras dentro, quiero tu leche en mis tetas, esperaaa... me viene agggg... uhmmm... me corrooo... ahhhh...
 
Mi novia se estremeció dejándose caer hacia él, que la abrazó acariciándole la espalda, esperando que ella se recuperara. Cuando lo hizo se volvió a incorporar, sentándose a continuación en el borde de la cama.
 
-Diego ponte a mi lado, quiero compartir contigo la leche de Javier -la muy puta me lo soltó sin ningún tipo de reparo.
 
No hice ningún comentario, aunque la cabrona de mi polla hablaba por mí, poniéndose más dura que el poste de una farola. Javier estaba delante de los dos.
 
-Termínale tú cielo y reparte su leche entre los dos.
 
Él me miró con una sonrisa pícara en la boca.
 
-Tú ríete cabrón que ya te tocará -le dije yo, mientras cogía aquella polla, a la que por cierto, ya le iba cogiendo gusto.
 
-Dale fuerte -me dijo ella poniéndose de pie, para morrearse con él-, chúpasela un poco.
 
Estaba seguro que me lo iba a pedir, así que sin protestar le hice caso. Tampoco era la primera vez y sabía que no iba a ser la última. Incrementé la paja subiendo el ritmo, hasta que Javier no pudo aguantar más aquellos dos frentes, y dijo que se corría ya.
 
Mi novia se sentó a mi lado, pero antes de hacerse cargo de la polla, él me soltó un primer disparo de lefa en la boca, que casi me provocó una arcada, lo que me hizo soltarla sacándomela de la boca, entonces me soltó otro que me atravesó toda la cara, por fin ella la agarró y la dirigió a sus tetas alternando su pecho con el mío. El cabrón no dejaba de soltar lechazos, hasta que nos puso hecho un desastre a mi novia y a mi.
 
Después ellos miraban mi cara y se partían de risa. Me tuve que tragar lo que tenía en la boca para poder hablar.
 
-Serás cabrón, esta me las pagas, ya verás mamonazo -le decía mientras ellos más reían.
 
-Pero Ana que me ha llenado toda la boca de leche -le dije para que no se riera más, pero el efecto fue todo lo contrario-, serás puta, ¿Es que estabais conchabados?
 
Ella sin parar de reír, me dijo que sí con los gestos de su cabeza.
 
-¿Pero es que no te ha gustado? -pudo decir cuando se recuperó.
 
-Mira que eres zorra, eso no se hace guarra, por poco me ahogo con tanta leche.
 
-Anda tonto, en el fondo me lo agradeces, a que sí.
 
Al final sonreí mirando a los dos, lo que provocó un estallido de carcajadas entre los tres.
 
-O sea que tú me lo has soltado a conciencia, ¿No? -le pregunté a Javier.
 
-Me lo pidió Ana ayer y sabes que a ella no le podemos negar nada, así que a aguantar toca.
 
-Quien ríe el último ríe mejor, ya sabes -le respondí con una sonrisa de oreja a oreja.
 
Mi novia y yo teníamos una cantidad asombrosa de lefa sobre nuestros cuerpos, hasta el punto que a los dos nos bajaban los goterones sin parar, depositándose en cascada sobre nuestros muslos.
 
-Pero cómo sueltas tanta leche, es increíble -le dije cuando miré hacia abajo.
 
Mi novia comenzó a restregarse aquel semen por las tetas, con la intención de que aquellos goterones cesaran, yo la imité haciendo lo mismo.
 
Javier nos dio una toalla y por fin, nos pudimos limpiar todo aquel estropicio.
 
-Anda vámonos a nuestro dormitorio, que me tienes que follar -me dijo Ana-, que este pobre hombre tiene que dormir.
 
-Una follada rápida, una ducha y a dormir -le dije cogiéndola de la mano para marcharnos.
 
-¿Puedo veros? -nos dijo Javier-, solo miro.
 
-Claro que sí, ¿porqué no? -le dije, yéndonos los tres a nuestra habitación.
 
Allí en principio ella adoptó la postura del perrito y me acerqué para darle desde atrás. Mi polla estaba algo más que morcillona así que comencé a darme unos meneos para ponerla a tope.
 
-Anda Javier, hazle una mamadita que este cornudito mío no termina de empalmarse.
 
-Joder, si lo sé me quedo en mi cuarto -dijo él.
 
Ella le soltó un cachete en el culo y él sin quejarse más me agarró el rabo, que la verdad ya no necesitaba de aquella ayuda, pero de todos modos me dio un buen meneo primero y una buena chupada después. Al momento me soltó y se fue a besarse con mi novia mientras yo la penetraba a fondo.
 
Durante todo el polvo no pararon de acariciarse y morrearse, lo cual provocó que ella se corriera en un tiempo más breve de lo habitual entre los dos. La dejé recuperarse para volverla a follar ahora de costado los dos mirando hacia Javier. Ya no podía aguantar más y aprovechando que Ana se volvió a correr con la ayuda también de él que no paraba de frotarle el clítoris, junto con las contracciones que sentía en mi rabo, me corrí vaciando todo lo que mis testículos almacenaban, llenando las entrañas de mi novia.
 
Pasado ese buen momento, me giré hacia arriba y mi novia se abrazó a mí para darnos un montón de besos y abrazos, esta vez sin decirnos nada, solo transmitiéndonos esa sensación de bienestar y gratitud por el placer que mutuamente nos habíamos dado.
 
Nos duchamos y volvimos a la cama donde Javier estaba en uno de los lados, dormido como un tronco.
 
Nos quedamos mirando sin saber qué hacer con él, pero Ana se puso en medio lo abrazó desde atrás, haciendo lo mismo yo con ella.
 
 
-Ana lo que era unos antojos tuyos en principio muy inocentes, se están convirtiendo en una relación totalmente bisexual entre los dos.
 
-Es que me encanta veros cómo os tocáis cuando os lo pido, además a ti tampoco te disgusta mucho.
 
-Es que no sé qué responderte, sabes que no soy bisexual, ni se me pasa por la cabeza liarme con un tío ni nada por el estilo, pero será porque me da mucho morbo que su polla es la que te va a follar, la cosa es que me gusta cogerla, chuparla o lo que sea, sabiendo que la estoy compartiendo contigo.
 
Todo esto lo hablábamos entre susurros para no despertar a Javier, pero yo creo que a éste no lo despertaba ya ni una bomba. Ella se había girado hacia mí desde que comenzamos a hablar.
 
Enseguida nos dimos un primer pico en los labios, después me llevé su mano a mi boca y le di un montón de besos.
 
-Te quiero Ana, te amo más que a mi propia vida. Sé que lo que hemos comenzado conlleva un riesgo, grande o pequeño, pero existe y no lo quiero parar, hasta me doy miedo porque deseo verte con él cada vez más.
 
Ella me miraba con los ojos como platos, como dudando de si lo que yo le decía, fuera cierto.
 
-No sé qué decirte, todavía no me puedo creer lo que hemos hecho. Solo te pido que no dudes de que quiero con locura, que deseo pasar el resto de mis días contigo, tener hijos y formar una familia. Aunque me veas muy entregada a él en algunas ocasiones, que sepas que solo es sexo y que mientras tú lo desees, no voy a rechazar tener estas relaciones los días que toque.
 
-Ana me están dando ganas de hacerte el amor, ¿nos vamos a la cama de Javier?
 
Ella asintió con una gran sonrisa. Nos levantamos y nos fuimos a su cuarto. Mi novia prefirió empezar encima de mí, cosa que me encanta porque al no tener que apoyarme, me puedo deleitar con sus tremendos y firmes pechos, sus muslos maravillosos e interminables, sus besos cuando se inclina para hacerlo muy suavemente, ver cómo su cara va cambiando al mismo tiempo que va creciendo el placer entre nosotros. Todo eso me provocaban unas vivencias de las que quisiera que no se acabaran nunca.
 
Estos polvos los disfrutábamos con frases llenas de amor y ternura, nada de palabras fuertes, cachetadas o menciones a terceros. Los dos lo disfrutábamos hasta que nos llegaba el climax.
 
Cambiamos varias veces de postura, aunque nunca a cuatro patas cuando hacíamos el amor de esta manera. A ella le encanta hacerlo en misionero. En esa postura nos besamos largamente, nos damos besos por el cuello, nos lamemos los lóbulos de las orejas, cosa que a ella la pone a cien si los muerdo muy suave y por supuesto nos acariciamos todo lo que está al alcance de nuestras manos.
 
Al final incrementé algo más el ritmo de las penetraciones y en menos de un minuto disfrutamos de un orgasmo mutuo muy intenso. Nuestros gemidos fueron absorbidos por el beso en el estábamos unidos. Sus piernas comenzaron a temblar como solía hacer en sus mejores orgasmos y yo no dejaba de vibrar con las contracciones de su vagina, haciéndome tener una de las mejores eyaculaciones de mi vida.
 
No queríamos recuperarnos de éste éxtasis en que nos encontrábamos y aguantamos la posición durante un largo rato. Pero todo se acaba y una vez que terminó nuestra relajación me eché a su lado quedando los dos boca arriba cogidos de la mano.
 
-Ha sido un polvo divino cielo. Que sepas que no me ha hecho falta recurrir a nadie más que a nosotros, -le dije ahora sí, pensando en nuestro amigo-. Te amo, te quiero, te adoro, eres mi princesa, mi cielo, mi vida...
 
 
Ella no me dejó seguir y me abrazó por el cuello apretándose contra mí al mismo tiempo que puso su pierna derecha encima de mis muslos.
 
 
Incapaz de poder hablar, noté cómo sus lágrimas mojaban mi nuca y unos leves sollozos hicieron estremecer su pecho contra el mío. Así estuvimos un buen rato hasta que poco a poco se despegó para mirarme a la cara, momento en que advirtió mis ojos acuosos. Me dedicó una gran sonrisa volviéndonos a besar de nuevo.
 
-Y tú sí que eres mi príncipe azul, con el que siempre he soñado desde que era una niña. No concibo mi vida sin estar a tu lado. Me considero la mujer más afortunada del mundo por tener el novio que tengo. Ah, y tampoco pienso nunca en nadie más que en ti cuando hacemos el amor.
 
Seguimos besándonos mirándonos a los ojos para expresarnos todo ese amor durante unos minutos.
 
 -Se nos está haciendo un poco tarde para dormir -le dije con una sonrisa.
 
-Contigo no existen horas ni límites para nuestras relaciones, ya lo sabes -me respondió dándome un besaso de cuidado.
 
Nos aseamos un poco antes de regresar a nuestra cama. Ella volvió a abrazarlo a él por la espalda y yo a ella de la misma forma.
 
En unos minutos nos quedamos dormidos, eso sí, los tres en pelotas

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