Hola banda, acabo de escribir un relato pornográfico. Se llama "Abuelo perverso" y lo comparto por acá. Espero les guste. Cualquier crítica, tradicional o estructural,será bien recibida. Muchas gracias.
Abuelo perverso
Soy un hombre enfermo, jubilado. Tengo cincuenta y tres años y estoy harto de esta vida. Quiero morir en poco tiempo. No recuerdo la última vez que le entré a una piba. Puede que hayan pasado largos años. O quizás no. Quién sabe. Mi memoria falla a cada rato.
Me dirigí a un Club Nocturno. Era un viernes por la tarde en el Barrio Diagonal. Había ahorrado algunos pesos, y decidí gastarlos maltratando a una mujer. No me importaba si era joven o madura, bastaba con romperle el culo. Así se debe tratar a estas yeguas de mierda. que por unos mangos se entregan fácilmente.
Entré angustiado. La fila era inmensa. Nos sentaron en un banco a que esperasemos el turno. Había de todo. Discapacitados, mogólicos, gordos estúpidos e inclusive morochos con el autoestima bien alta. Pobrecitos. Yo a su edad me levantaba lo que sea, y si me rechazaban igual me la garchaba. Pero, los años te arruinan todo y no nos queda más remedio que rebajarnos como esta gente.
Llegó mi momento. El tiempo de espera había terminado. Escogí a una flaquita bastante alta. De piel blanca, ojitos claros ,con un pelo lacio color marrón que sobrepasaba su cintura. Era un sueño que alguien como ella esté a mi lado. Su inseguridad y timidez me la pusieron dura por completo. Parecía una joven que me había rechazado en el pasado.
Pregunté su nombre. Se llamaba Lucy. Desconozco si tenía el documento. Le pedí que se arrodillara en el suelo. Acató la orden la hija de mil puta. Luego bajé mis pantalones y le pillé toda la cara. Lloraba como yegua. No podía abandonarme porque yo ya había pagado. Entonces la tomé de los cabellos, y le di su cabeza contra la pared varias veces. Al caer inconsciente en el suelo, puse mi culo en su cara y le llené de mierda los ojos. Fue placentero. Fue realmente placentero.
Cuando despertó, me preguntó porque sólo no la había garchado como tantos otros. Le dije que no fue así porque era una sidosa de mierda. Que para lo único que servía era para que le entren por dos mangos. Luego la cacheteé y le escupí la cara. Me retiré sin arrepentirme de haber pagado.
Les doy un consejo. Haganme caso. Paguen por cojer de vez en cuando. Uno allí puede hacer lo que quiera. El poder es nuestro, no de ellas. Solo nos sirven sus orificios, nada más. Y si se cansan de la misma, la matan y listo. Total hay varias dando vueltas por ahí.
Abuelo perverso
Soy un hombre enfermo, jubilado. Tengo cincuenta y tres años y estoy harto de esta vida. Quiero morir en poco tiempo. No recuerdo la última vez que le entré a una piba. Puede que hayan pasado largos años. O quizás no. Quién sabe. Mi memoria falla a cada rato.
Me dirigí a un Club Nocturno. Era un viernes por la tarde en el Barrio Diagonal. Había ahorrado algunos pesos, y decidí gastarlos maltratando a una mujer. No me importaba si era joven o madura, bastaba con romperle el culo. Así se debe tratar a estas yeguas de mierda. que por unos mangos se entregan fácilmente.
Entré angustiado. La fila era inmensa. Nos sentaron en un banco a que esperasemos el turno. Había de todo. Discapacitados, mogólicos, gordos estúpidos e inclusive morochos con el autoestima bien alta. Pobrecitos. Yo a su edad me levantaba lo que sea, y si me rechazaban igual me la garchaba. Pero, los años te arruinan todo y no nos queda más remedio que rebajarnos como esta gente.
Llegó mi momento. El tiempo de espera había terminado. Escogí a una flaquita bastante alta. De piel blanca, ojitos claros ,con un pelo lacio color marrón que sobrepasaba su cintura. Era un sueño que alguien como ella esté a mi lado. Su inseguridad y timidez me la pusieron dura por completo. Parecía una joven que me había rechazado en el pasado.
Pregunté su nombre. Se llamaba Lucy. Desconozco si tenía el documento. Le pedí que se arrodillara en el suelo. Acató la orden la hija de mil puta. Luego bajé mis pantalones y le pillé toda la cara. Lloraba como yegua. No podía abandonarme porque yo ya había pagado. Entonces la tomé de los cabellos, y le di su cabeza contra la pared varias veces. Al caer inconsciente en el suelo, puse mi culo en su cara y le llené de mierda los ojos. Fue placentero. Fue realmente placentero.
Cuando despertó, me preguntó porque sólo no la había garchado como tantos otros. Le dije que no fue así porque era una sidosa de mierda. Que para lo único que servía era para que le entren por dos mangos. Luego la cacheteé y le escupí la cara. Me retiré sin arrepentirme de haber pagado.
Les doy un consejo. Haganme caso. Paguen por cojer de vez en cuando. Uno allí puede hacer lo que quiera. El poder es nuestro, no de ellas. Solo nos sirven sus orificios, nada más. Y si se cansan de la misma, la matan y listo. Total hay varias dando vueltas por ahí.
0 comentarios - Escribí un cuento pornográfico y te lo muestro