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Cené con Isabel de cuero y me la comí cruda

Ahora vamos a Isabel, ladivina, fuertona, yegua de la paciente de mi psiquiatra, el doctor Armansetti.Un día de gran calor de verano la llamé porque, claro, la extrañaba. Y quécuando Isabel, dulce como pocas, me atendió recontenta: "Hooolaa amor,Diegui, te re extrañé, ¿cómo estás?, venite que quiero verte, tenerte, estoysola…", decía con una calentura evidente. Dije sí, me bañé, perfumé hastaabajo empapado, me puse camisa, pantalón y zapatos finos y fui para su lindodepartamento de Munro con un paquete con fiambre, queso y demás parasandwichitos.
 
Muy pero muy excitado,llegué y cuando Isabel me abrió, me hice casi encima: espectacular, blusitafina, pollera de cuero ajustada y unos tacos aguja de qué sé yo cuántoscentímetros. Muy maquillada, la cara supercolorada de rubor, labios de rojofuerte con brillo, perfume exquisito, crema de las manos. Y encima, dulce,mimosa, amable, Isabel me besuqueó encantada de verme, me llevó para elcomedor, donde me sentó en un sofá, preparó todo, me agradeció por lo que letraje, y tras hacerme mimos, me empezó a hacer sandwiches de fiambre conmayonesa y a darme queso y fiambre en la boca, además de comer y disfrutarconmigo. Charlamos, nos contamos todo el verano, ella cogió con cuanto chongoencontró, ya separada de ese Roberto de mierda que la jodía, pero lo mejor:"Igual siempre me acuerdo de vos, amor, sos el mejor cogiendo, me encantócuando me diste acá en diciembre". Yo ni me acordaba, ella me recordótodo. Ahí entré en hervor, y luego le pregunté desatado por si está usandocuero, si se maquilla, qué usa para dormir. Isabel me contó todo, mientras yaestaba por traerme un postre que según dijo hizo especialmente para mí.
 
Pero no pude comer elpostre. No porque estuviera mal del estómago, sino porque estaba que volaba dela locura. Bien suelto, me levanté, la seguí a Isabel a la cocina, mirándole elculo perfecto recubierto por su pollera de cuero ajustada, y al llegar, ni ladejé hacer nada. Ni tiempo tuvo de preguntarme qué hacía ahí que  la embestí, la aplasté contra la heladera, lamanoseé toda, Isabel jadeó y agarró viaje, yo pensé que no, y nomás se entregó.Loco, no aguanté, le bajé el cierre de la pollera de cuero, se la bajé hasta elpiso, le vi su bombacha negra erótica, se la bajé y tras bajar mi pantalón,pelé y se la metí por la cola. Isabel gritó de placer enloquecida, pidió duro yle froté con tutti, adelante y atrás, con una potencia que la mayonesa y elfiambre me dieron, tanto que en menos de 15 eyaculé abundante semen en su cola."Ay, mi amor, qué bien me cogés, pero no te esperaste el postre",reía. "Vos sos mi postre, Isita", le contesté mimoso.
 
Y la morocha de pelolargo no se quedó atrás, fuertona como es. "¿Así que yo soy tu postre?Bueno, vení y chupame toda amor", dijo y empezó a jadear. Ahí sí, nossacamos el uno al otro, fuimos subiendo de clima, hervimos, Isabel se quitóexcitada la bombacha y se la di con furia por la vagina, adelante y atrás."Aaah, estoy muy caliente, dame dame, Diegui dame, llename de tu semen,quiero semen", alcanzaba a decir entre jadeos y respiración agitada.Isabel fue largando flujo, eso me hizo explotar, me vine y eyaculéde nuevotremendo semen espeso en su vagina, haciéndola gritar de inmenso placer. El"aaahhh" de Isabel entre mi chorro y el suyo hizo que me volvieraloco, la agarré, amasijé toda y enfurecido fui un trueno arriba suyo, dándolepor cola, luego vagina, llenándola de semen y pasándole el pene mojadísimo porsu boca, que Isabel lamió, chupó y tragó semen con ganas. "Quieromás", dijo la morocha, y nomás me masturbé, froté y acabé semen en la bocade Isabel que lo tragó todo. Y antes de irnos a dormir, como quedé tanencantado con su cuero, me fui al carajo y le pedí que me prestara su pollera.Y tan copada, Isabel me dio no sólo su pollera, sino una bombacha suya y uncamisón para que me acostara de mujer. ¿El postre? "Mi amor, lo puse en laheladera, después llevalo y te lo comés en tu casa, es un regalo míodulce", me avisó a los besos en la boca. Qué flan de dulce de lecheIsabel. Tremenda mujer, de cuero,, y encima, gaucha. Y encima, un postre conleche.

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