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Javier nos ayuda (Capítulos 7 y 8 )

Capítulo 7
 
Nos quedamos solos en el salón los dos muy juntos en el sofá y la abracé desde atrás apoyándola en mi pecho.
 
-Vaya escenita de puta que te has marcado.
 
-Lo que tú querías cornudo.
 
-Ya te falta poco para que te folle Javier.
 
-De eso nada, de ahí no vamos a pasar a ver si te crees que soy una cualquiera.
 
-Se dice una puta cualquiera golfa, que le acabas de coger la polla al cabrón ese.
 
-Porque tú querías que la cogiera, la próxima vez se la coges tú.
 
-¿Yo? Yo soy muy macho para eso.
 
-¿Seguro? Acabo de notar algo muy duro ahí detrás.
 
-Me estás poniendo hecho un berraco zorra.
 
-¿Por mi culpa o por culpa de la polla de Javier?
 
-Por las dos cabrona, me estáis poniendo a mil.
 
-Pues tranquilízate un poco “macho”, que desde que lo conocimos ya me has pegado dos polvos cornudito mío.
 
-Como me sigas diciendo cornudo te voy a follar aquí mismo.
 
-Qué miedo me das... huy...
 
-No te follo ya porque tenemos visita y nos tenemos que comportar, si no te ibas a enterar lo que es un polvo de verdad.
 
-Anda, anda que estás más caliente que los palillos de un churrero -me dijo separándose para quedar sentada a mi lado.
 
-Serás cabrona... me podrías hacer una mamada, no creo que Javier venga ahora al salón.
 
Para llevarme la contraria se escuchó abrirse la puerta del baño y Javier se asomó al salón.
 
-Perdonadme pero he tenido que utilizar vuestro gel, champú y el body milk, nunca llevo porque siempre cojo el del hotel, el próximo día lo traeré.
 
Venía con una toalla nuestra anudada a la cintura y el torso al aire. El poco vello de su pecho se iba haciendo más estrecho, hasta perderse bajo la toalla.
 
-¿Te has echado el perfume de ella? -le pregunté.
 
Echamos unas risitas los tres.
 
-Pues no creas que porque he estado a punto, me hubiera tenido que duchar después otra vez.
 
-Pues que sepas que huele muy bien.
 
-Bueno qué hacemos ahora, ¿Cenamos fuera o pedimos algo? -dijo él.
 
-Te vas a resfriar así -le dijo mi novia-, mejor te viste y lo hablamos.
 
-Que va, no tengo nada de frío -y se vino a sentarse al otro lado de ella.
 
Empezamos otra vez, pensé yo.
 
-¿Os gusta la comida china?
 
-Nos encanta -le respondí-, espera que tenemos aquí un folleto para pedir.
 
Me acerqué a la cómoda y cogí el folleto de un cajón.
 
-Mira a ver que te gusta -le di el folleto y me senté otra vez al lado de Ana.
 
-Me gusta casi todo, así que pedirme lo mismo que a vosotros. Luego vamos a la disco, ¿No?
 
-Sí, claro -dijo ella-, oye que tienes aquí y le hizo girar el hombro un poco donde aparecía un pequeño moratón.
 
-¿Tengo algo? Es que hace dos días me dí contra el pico de un mueble mientras me ponía de pie.
 
Ella le masajeó la zona con la palma de la mano.
 
-Sana, sana, curita de rana -le dijo dándole un breve pico en la moradura.
 
-Seguro que ya estará sanado para siempre, mira a ver si tengo alguno más -y se giró para mostrarle toda la espalda.
 
-Ahí no, como no lo tengas en el culo -le respondió ella y nos reímos los tres.
 
-¿Lo quieres inspeccionar por si acaso? -dijo él poniéndose de pie y quedando de espalda a nosotros mientra no parábamos de reír.
 
Ella le soltó una nalgada muy fuerte.
 
-Ayyy... serás mala, seguro que ahora sí tengo algún daño ahí -se quejó mientras deshizo el nudo y la toalla se giró para quedar sujeta por una mano  quedando su culo desnudo ante nosotros.
 
-No tienes nada guarro, anda tápate otra vez que te vas a resfriar -le dijo Ana.
 
El se giró hacia nosotros mostrándonos una polla morcillona doblada sobre unos grandes huevos totalmente depilados. Después se volvió a poner la toalla cogida con una mano por delante sin cerrar del todo dejando ver parte de sus genitales, por último se volvió a sentar de nuevo.
 
-Has visto al tío éste -dijo mirándome-, debe ser exhibicionista o algo así.
 
-Tampoco te vas a asustar con la de veces que hemos ido a playas nudistas, -le respondí.
 
-Sí, pero las personas decentes no enseñan esas cosas en un salón de su casa.
 
-Pues podemos hacer como si los tres estuviésemos en una playa nudista -dijo Javier.
 
-Anda, anda, tápate eso que no haces más que provocar mamoncete, -le requirió ella.
 
-Vale, me voy a vestir -dijo levantándose totalmente desnudo-, te devuelvo la toalla. También tengo que comprar toallas.
 
Se fue andando con pasos largos y aquellas piernas tan fuertes que dejaban ver su culo apretado cubierto con un vello muy fino, mientras su polla morcillona iba pegándole de un muslo a otro con cierta violencia.
 
-Joder con el Javiercito éste -le dije-, está muy lanzado.
 
-Sí, y tú callado o de parte de él, en vez de defenderme.
 
-Pero si ni siquiera te ha tocado...
 
-Eso hacía falta, que también me diera un sobeo.
 
-¿Quieres que intervenga si te da un sobeo?
 
-No hace falta, me defenderé sola de los dos, porque tú eres peor que él.
 
-Venga vamos a pedir al chino que se nos hace tarde, -le dije cogiendo el folleto.
 
Seleccionamos lo que íbamos a pedir, y encargué la comida aprovechando para borrar un par de llamadas desconocidas, que serían para interesarse por el anuncio, a pesar que ya los había eliminado.
 
Ella se fue al dormitorio con la toalla de Javier,  seguramente a ordenar un poco el baño y echar la toalla al cesto de la ropa para lavar.
 
-¡Pero tío todavía estás desnudo y con la puerta abierta! -Exclamó mi novia cuando iba por el pasillo.
 
-Ah, perdona ya me visto, es que me he distraído un poco.
 
Y oí como se cerraba la puerta mientras los pasos de ella se alejaban por nuestra habitación que también cerró. Menudo peligro tenía el Javier éste.
 
Como me tenía que duchar porque había sudado un poco pedaleando, me fui también a nuestro dormitorio.
 
-¿Cariño me ducho ahora? -le dije entrando al aseo con ella que estaba reponiendo la toalla de baño.
 
-Vale, yo lo haré después de cenar.
 
Me duché cantando la canción de Calamaro, lo más desafinado que pude y mi novia no paraba de reír.
 
-Qué cabrón eres, que sepas que yo no la canto así, que me la sé entera y la canto como él de bien -decía, mientras se daba un retoque en la cara mirándose en el espejo.
 
Tuve que soltar una carcajada en medio de un tatareo porque no sabía la letra.
 
Me estaba vistiendo cuando sonó el interfono del portero electrónico y mi novia se fue a atenderlo. Al momento me fui al salón para cenar y Javier ya se encontraba allí sentado en el sofá, en el mismo sitio de antes, se ve que ese iba a ser su lugar en el sofá. Mi novia entraba al salón con la comida que habían traído. Ahora llevaba una falda un poco acampanada que le quedaba por encima de las rodillas y una sudadera.
 
-Voy a por vasos -le dije mientras nos cruzábamos.
 
-Hombre menos mal que ya te has vestido -le dijo  a Javier.
 
-Bueno es solo para cenar, después si quieres nos desnudamos los tres, ya sabes, como dice el refrán “lo que se han de comer los gusanos, que lo disfruten los humanos”.
 
-Eso es verdad -dije yo que venía de la cocina con los tres vasos.
 
-Sí, tú dale alas al pervertido éste que vamos a tener polla hasta en la sopa -dijo con una sonrisa.
 
-Oye que si molesto no la enseño más. A mí no me molesta que tú nos enseñes las tetas -dijo él.
 
-Ya te dije que yo no os he enseñado las tetas, solo el sujetador, y vamos a comer que esto se enfría.
 
La cena fue muy amena pues ellos dos seguían con aquel diálogo extrovertido y simpático. Yo intervenía para ponerme una vez de parte de ella y otra de él.
 
Cuando terminamos fuimos los tres a llevar los restos a la cocina y allí mismo preparamos un café cargado para cada uno, porque seguro que nos quedaba noche para rato.
 
Volvimos al salón cada uno con su café y nos sentamos como venía siendo habitual con Ana en medio de los dos.
 
Mi novia le preguntó por su familia.
 
Javier nos explicó que sus padres habían fallecido. Su madre al poco de nacer él y su padre hacía cinco años. No tenía hermanos y su única familia eran primos de su madre, con los que no tenía ninguna relación. El padre le había dejado la casa y algo de dinero. Hacía un año que había comenzado su negocio cuando su padre falleció.
 
Aquello nos dejó un poco tristes. Cuando terminó de contarnos su situación, Ana le dio un abrazo. Sus ojos lagrimosos mostraban la pena que sintió por él en esos momentos. Yo alargué mi mano y le di un fuerte apretón en su hombro.
 
-Que sepas que nos tendrás a nosotros para lo que necesites -le dije algo emocionado.
 
-Os lo agradezco y espero corresponderos igualmente. No vais a arrepentiros de tenerme aquí con vosotros, -decía mientras terminaba el abrazo con mi chica.
 
Estuvimos unos momentos en silencio y fue el propio Javier el que nos devolvió a la vida real.
 
 
-He estado viendo algunas tiendas de mobiliario de oficinas que hay por el polígono industrial y si os parece nos llegamos el martes por la tarde que es cuando Ana está libre, ¿No?
 
-Sí, -le respondí yo-, pero mejor vais los dos, porque Ana es la que tiene mejor gusto para esas cosas y yo lo único que voy a hacer es crearos dudas. Lo que sí haré es medir bien las paredes y os lleváis un croquis de la habitación con todas sus medidas. Lo haré por el portátil y os lo lleváis impreso.
 
-Está bien, también podríamos acercarnos a un centro comercial para comprar toallas, mi cesta de la ropa para lavar, las cosas del baño, además de los televisores para las dos habitaciones.
 
-Bueno, si nos da tiempo veremos eso también -dijo Ana.
 
Ya nos habíamos tomado los cafés, así que propuse unas copas que aceptaron y preparé tres gin-tonic.
 
-Por nosotros -brindé con la mía y ellos chocaron con ella para echarnos el primer trago al gaznate.
 
-Ten cuidado cariño que tú tienes mal beber y te da por provocar a los demás.
 
Ella se echó a reír.
 
-Serás cabrito, pues que sepas que no me doy por enterada.
 
-¿Y qué le da por hacer? -me preguntó Javier.
 
-Nada, que se insinúa un poco a los tíos, ya sabes, y como está tan buena la jodía... los pone a mil.
 
-Yo me conformaría con que me pusiera a cien -dijo él.
 
-Otra vez hablando de mí como si yo no estuviera aquí.
 
-Pero Diego ha dicho la verdad.
 
-¿Y tú como sabes si me insinúo o no? -le preguntó.
 
-No, lo digo por lo de que estás muy buena.
 
-Bueno, solo he dicho buena, no, muy buena -le rectifiqué.
 
-Perdón, no sé en qué estaría yo pensando -me respondió mirando hacia ella con su gran sonrisa.
 
-Yo creo que tú siempre estás pensando en lo mismo -le contestó mi novia.
 
-¡Qué va! También pienso en tus piernas.
 
-¿Porqué piensas en ellas? ¿También te gustan?
 
-Me encantan y ahora con esa faldita mucho más.
 
Ella se echó instintivamente más abajo la falda tirando de ella con las dos manos, quedándose prácticamente en el mismo sitio que estaba.
 
-Pues ya has visto bastante, ahora me puedes mirar la oreja, ¿No te gusta mi oreja?
 
-Mucho -le respondió-, pero tu culo me pone más y si tú ya has visto el mío...
 
-Pues te vas a quedar con las ganas.
 
-Pero Diego un culo es un culo y todos tenemos uno -me dijo-, a no ser que el de Ana sea especial.
 
-Mira Javier no solo es especial, es el mejor que has visto en tu vida.
 
-¿Pero bueno queréis dejar de hablar de mi culo?
 
-Cariño, después si lo hablamos los dos solos querrás que te lo cuente.
 
-Menuda cara tenéis los dos, pues no vais a ver mi culo.
 
-Cielo yo te lo he visto hoy como diez veces ya.
 
-Me refería a éste granuja que tengo a mi derecha.
 
-Yo no te he tocado ni he hecho nada malo, tampoco era para que te echaras la falda una cuarta más abajo, la podrías dejar donde estaba, ¿No?
 
-¿Una cuarta? ¡Si estaba aquí mismo!
 
-¿Diego donde estaba la falda? Pónsela tú donde la tenía.
 
El cabronazo estaba lanzado, y ahora me hacía las propuestas a mí para que me involucrara en sus propósitos.
 
-Mira yo creo que estaba por aquí más o menos -y le subí la falda unos diez centímetros-, o quizás más alta es que no me fijé mucho.
 
Los muslos de Ana quedaron al descubierto en gran parte hasta que casi se podía intuir el tanga. Ella en ningún momento hizo ademán de volver a bajarla.
 
-Joder Ana, lleva razón Diego, con esos muslos pones caliente a todo el mundo. ¿Cuántas copas necesitas para provocarnos?
 
-Ninguna, yo nunca provoco a nadie con las copas.
 
-¿Puedes subirla un poco más? -le dijo señalando la falda con su mirada.
 
-¿Es que no tienes bastante con lo que ves? -le respondió-, no quiero ser la culpable de que te tengas que dar otra ducha fría.
 
-Pero sabes que también hay otros remedios mucho más agradables -le dije a mi novia.
 
-¿Ves? Los dos queremos verte otra vez el tanguita.
 
-Tú nunca lo has visto ni lo vas a ver.
 
-Pero Diego sí y te lo quiere ver otra vez, ¿Verdad?
 
-Ella me miró y yo solo mostré una sonrisa.
 
-Javier, solo si ella quiere lo enseñará -le frené un poco y quizás les corté el rollo a los dos.
 
-Bueno vamos a arreglarnos para ir a la disco que ahora es cuando empieza a animarse -dijo ella incorporándose y los tres fuimos a cambiarnos.
 
 
Capítulo 8
 
Entramos a la discoteca que estaba frente a la playa cruzando el paseo marítimo. Había mucha gente, pero era muy grande y pudimos ubicarnos al fondo de la misma. Allí disponíamos de un pequeño sofá para dos y un par de butacones, con una mesa redonda y baja en medio de los asientos.
 
Ana y yo nos sentamos en el sofá y Javier enfrente de nosotros, en el butacón más cercano a ella. Enseguida se acercó un camarero y en un momento estábamos servidos con nuestras bebidas en la mesita y charlando sobre lo bien que estaba aquella disco.
 
Al poco entramos en calor teniéndonos que quitar las cazadoras que llevábamos puesta, dejándolas en el otro butacón. Ana descubrió una camisa negra muy escotada y transparente que dejaba ver un sujetador también negro de tamaño normal, pero que en las tetas de Ana permitían ver mucho más de lo normal. Lo completaba con una falda blanca, corta de gasa plisada y una botas negras de media caña.
 
Ana con cualquier ropa está preciosa pero cuando se arregla como esta noche, estaba para comérsela.
 
Sabía que cualquier movimiento en sus piernas iba a ser captado sin remisión por Javier que no dejaba de mirarla de arriba abajo, o sea, de sus tetas a sus muslos.
 
-Cuando salimos de chicas, mis amigas y yo siempre nos llegamos aquí para acabar la noche.
 
-Diego, ¿Tú sales también con los amigos?
 
-Sí, claro, solemos quedar a cenar y tomarnos unas copas, ya sabes, si te vienes una noche de esas te los presento, son muy guays, entre ellos está Carlos que es mi mejor amigo, él también ha pasado algunos días con nosotros en el ático el verano pasado.
 
-Está bien, veo que sois una pareja moderna y abierta, ¿No?
 
-Sí, pero respetándonos siempre el uno al otro y que no me entere yo que éste mira a otra chica, porque se la corto.
 
Nos echamos unas risitas.
 
-No sabes tú el peligro que tiene mi novia, más vale no cabrearla.
 
-Están poniendo una balada, ¿Quieres bailar? -le pidió a Ana que aceptó enseguida y cogidos de la mano se fueron a la pista que teníamos más cerca.
 
Desde mi posición les miraba porque entre otras cosas no tenía nada mejor que hacer. Vi que hacían una buena pareja, ella con su figura espectacular y él muy alto con buen cuerpo, estilizado pero fuerte con sus piernas que daban potencia a ese cuerpo. Él la rodeaba por la cintura y ella le tenía echado los brazos al cuello con las cabezas algo retiradas pues hablaban bastante y los dos reían de vez en cuando.
 
Sus tetas, eso sí, estaban en contacto permanente con el pecho de él porque no podía ser de otra manera, con las tetas que tenía Ana. Se les veía muy igualados por los tacones que tenían aquellas botas de media caña, y los 174 centímetros de mi novia. Cuando dejaban de hablar, ella apoyaba la cabeza en el hombro de él mientras se rozaban las mejillas, pero sabía que allí no estaba pasando nada y cuando terminó la balada, esperaron un poco la siguiente canción que no les gustó y se vinieron a la mesa cogidos de la mano.
 
-Le decía a Ana lo bien que huele y lo preciosa que está, ¿Has visto como se ha vestido esta noche? -me preguntó.
 
-Ya te digo, la he ayudado con los botines, es que tengo la novia más guapa del universo. Ah, y el perfume se lo regalé yo -le respondí con una sonrisa que podía hacerle competencia a la suya.
 
Seguíamos hablando de la música y de otras banalidades y ya estábamos en la segunda copa mi novia y yo, Javier se pidió un refresco porque era el que llevaba el coche.
 
Nos alternamos para bailar con ella y lo estábamos pasando muy bien.
 
Algo más tarde vimos a dos chicas que se acercaba a nosotros con caras muy risueñas y mi novia pegó un brinco del asiento y se abrazó con ellas entre risas.
 
Una era Cristina la mejor amiga de mi novia que también pasó unos días con nosotros el verano anterior, era su compañera de trabajo y se conocieron allí donde Cris llevaba algo más de un año trabajando cuando Ana se incorporó. Tenía creo que un año más que Ana y también era alta pero un poco menos que mi novia, su cuerpo es delgado con tetas de tamaño medio, su pelo era rubio, creo que pintado, pero yo siempre la he visto así por lo que no lo puedo asegurar, su cara es preciosa. En definitiva es una chica muy llamativa. A la otra no la conocía.
 
Nosotros estábamos de pie esperando que nos presentaran. Mi novia se giró y Cris se vino hacia mí y nos dimos dos besos en las mejillas.
 
-Mira este es mi novio Diego y esta es Nati -me presentó-, una amiga de Cris que nos acompaña algunas veces en nuestras noches de chicas.
 
Nos dimos dos besos con una sonrisa.
 
-Este es Javier nuestro inquilino, ya te contaré el lunes porque ha sido todo muy precipitado. Él dio cuatro besos casi consecutivos saludando a las dos chicas.
 
Nati era más baja pero con curvas casi exageradas porque tenía unas buenas tetas y un culazo grande con piernas algo gruesas, sin embargo su cintura era bastante estrecha. Se veía como una morena muy guapa.
 
Cris no le quitaba ojo a Javier, al que miraba de forma casi descarada. Ella está soltera y se por mi novia que de momento no quiere compromisos y se tira todo lo que se mueve. Nati sin embargo parecía mucho más prudente.
 
Seguían hablando más entre ellas mismas que con nosotros. Hasta que Ana se volvió para decirme que iba a saludar al resto de las chicas y que enseguida volvía.
 
Javier aprovechó para ir al servicio y yo me quedé viendo el móvil y la gente que bailaba en la pista, al rato llegó Javier y me fui yo. Tuve que esperar porque había una pequeña cola. Cuando volví los dos estaban sentados en el pequeño sofá, así que me senté en el butacón que ocupaba antes Javier.
 
-Perdona, ¿Nos cambiamos? -me preguntó.
 
-No, no hace falta, así descansa mi novia de mí un rato.
 
Ella me miró como regañándome por lo que había dicho y yo le sonreí.
 
-Pues que sepas que desde aquí hay mejores vistas -les dije mirando la falda algo subida de mi novia.
 
-Bueno pero desde aquí puedo ver las ubres del Kilimanjaro... perdón las cumbres.
 
Los tres soltamos una carcajada por la ocurrencia de él.
 
-Pero lo que estás viendo ahora ya lo habías visto antes y algo más -le dijo ella.
 
-Sí, pero si tienes calor y te levantas un poco la camisa para refrescarte, las vistas pueden mejorar muchísimo.
 
-Muchísimo son los pezones guarro -le regañó a Javier.
 
El estaba sentado con el brazo izquierdo por encima del sofá sin tocar los hombros de ella, lo que hacía que el escote estuviera a diez centímetros de su cara y casi debajo de él.
 
-¿Y me los enseñarías en medio de tanta gente? ¿Diego la dejas?
 
-Primero que no te va a dejar y segundo que los pezones son míos y no los enseño.
 
-Diego regáñale que no te hace caso y no nos quiere enseñar las tetas.
 
-Ana, ¿Tú quieres que los vea? -le pregunté a mi novia con una sonrisa.
 
-No se, hay mucha gente y nos pueden ver, mejor en la casa.
 
-Bueno en la casa también, pero aquí nadie nos mira tampoco.
 
Ella se llevó la mano izquierda a su escote y elevó su lado derecho arrastrando la camisa y el sujetador lo suficiente para que él pudiera ver toda su teta por la parte superior, incluyendo su pezón y su areola completos. Luego lo dejó caer de nuevo.
 
-Joder Ana que cosa más bonita.
 
-¿Te ha gustado?
 
-Me ha encantado pero casi no me ha dado tiempo a disfrutarlo como se merece ese pecho.
 
-Solo una vez más, luego en la casa ya veremos.
 
Y volvió a repetir la operación de antes por algo más de tiempo. Javier bajó su brazo hasta apoyar su mano en su hombro izquierdo y le dio un achuchón contra su pecho y un beso en la mejilla.
 
-Gracias guapísima, ha sido un momento para no olvidarlo nunca.
 
Ella miró su entrepierna y luego la mía y se echó a reír.
 
-¿No os da vergüenza empalmaros delante de una chica decente?
 
-Una chica decente no va enseñando las tetas a todo el mundo guarrilla -le dije.
 
-Yo no le enseño las tetas a todo el mundo, solo a Javier y porque tú has insistido.
 
-Serás zorra... yo no he insistido y tú casi tienes tu codo encima de su paquete.
 
Ella soltó una risotada y colocó el codo definitivamente encima de aquel pollón y lo restregó muy despacio por todo su rabo.
 
-Me matas Ana, me estás matando.
 
Así estuvo un minuto al menos hasta que se irguió un poco más procurando que él le quitara la mano del hombro quedando los dos en posición normal.
 
-Cambiaros de sitio los dos -nos pidió-, dentro de un rato nos iremos.
 
Al momento nos cambiamos, luego descruzó las piernas con mucha parsimonia y colocando sus manos en los muslos se subió muy disimuladamente la falda de forma que Javier pudo verle el triángulo del tanga blanco que llevaba puesto, después retiró sus manos pero dejó la falda en aquella posición.
 
-¿Te gusta lo que ves cabronazo? -le preguntó a él.
 
-Ya te digo, de aquí no salgo vivo, levanta un poco una pierna -le dijo.
 
-Ella levantó una pierna al mismo tiempo que la desplazaba hacia afuera, quedando sus piernas más abiertas y mostrándole el tanga con mucha más claridad que antes. También a partir de ese momento se quedó en esa postura para que él lo pudiera disfrutar todo lo que quisiera.
 
-Fantástico -decía él-, qué muslos más bonitos y qué tanga tan precioso. No tengo palabras para darte el homenaje que mereces. Estoy a punto de desgraciarme.
 
Los dos nos tuvimos que reír y él seguía con la vista fija en las piernas y en el tanga de Ana. Luego ella volvió a una posición normal.
 
-Anda vete enfriando que nos vamos y vas a dar un espectáculo.
 
-Joder es que no sabéis el morbo que me ha dado todo esto.
 
-Pues mi amiga Cris ha quedado encantada contigo y si quieres la llamo para que se venga con nosotros al ático. ¿Qué dices? ¿Te gustaría pasar la noche con ella?
 
Nos miró con cara de cordero degollado.
 
-Hoy no quiero pasar la noche con otra chica, otro día quizás.
 
-Vale, pues cuando estéis en un estado más decente nos vamos.
 
Al rato estábamos los tres en el coche de Javier camino del apartamento.

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