Buenas a todo el mundo. Muchas gracias por los puntos y los comentarios. Me alegra saber que les gusta cómo sigue el relato.
Para los que no lo leyeron, acá les dejo las dos primeras partes:
http://www.poringa.net/posts/relatos/3664815/Como-descubri-que-mi-hermana-adora-mi-pija-parte-I.html
http://www.poringa.net/posts/relatos/3667785/Como-descubri-que-mi-hermana-adora-mi-pija-parte-II.html
Sin más demoras, les dejo la tercera parte:
Capítulo 3
Yo estaba congelado, tan sorprendido de verlas a las chicas como ellas de verme a mí. Los ojos de las tres pasaban constantemente de mi cara, a la de Diana (que ya se había levantado y ahora volvía a acomodarse el vestido), a mi verga que todavía seguía erecta y brillante, cubierta por la saliva de la novia de Charly.
-Tranqui, chicas, no pasó nada malo. –Empezó Diana con tono conciliador.
-¿Cómo que no pasó nada malo? –Con cada palabra, Clara levantaba un poco su tono de voz. -¡Le estabas chupando la pija a mi hermano! –Tanto ella como sus amigas seguían mirando mi pija. Rojo por la situación, me apresuré a volver a vestirme. No me interesaba en lo más mínimo seguir desnudo en esa situación, especialmente delante de mi hermanita.
Daba la impresión de que Clara en cualquier momento iba a tirársele encima a Diana. Yo por fin me terminé de vestir y estaba atento por si tenía que evitar que mi hermana se agarrara de los pelos con la novia de Charly.
-Y también hicimos otras cosas más. –La rubia no se mostraba intimidada en lo más mínimo, si no que sonreía con satisfacción. Aunque claramente no conocía a mi hermana cuando se enojaba.
-Escuchame una cosita… -Empezó la pelirroja, pero Diana la cortó en seco.
-No, escuchame vos a mí. –Se irguió en toda su altura. Mi hermana tenía sus buenos tacos, pero la rubia todavía le sacaba unos buenos centímetros. –Tu hermano es bastante mayor como para hacer las cosas por su cuenta sin que vos tengas que meterte. Sí, me pegó una buena garchada. De hecho, muy buena. –Se giró para dedicarme una fugaz sonrisa antes de volver a hablar con mi hermana. –Y antes que lo menciones a mi novio y empieces a acusarme de traicionarlo, te aviso que él estaba garchándose a mi amiga Natalia en nuestra pieza. Esa es nuestra relación y no voy a permitir que nadie nos cuestione qué hacemos y con quiénes lo hacemos. Si no te gusta, mala suerte, pero no tengo que pedirte permiso a vos para acostarme con nadie, sea o no tu hermano.
-Bueno, bueno, bueno… -La voz de Charly se escuchaba desde el pasillo. – ¿Tenemos una fiesta privada? A ver si salen todos que la fiesta en el fondo, no acá.
Jessica y Betty salieron de inmediato del baño, Clara le dedicó una última mirada de furia a Diana antes de salir ella también. La rubia mientras tanto, se acercó a su novio y le dio un beso cariñoso en la boca, con la misma boca que acababa de usar para engullirse mi verga unos minutos antes.
Ya en el pasillo, era obvio que Clara iba a decir algo, pero mi amigo la interrumpió otra vez. No recordaba muchas ocasiones en la que no dejaran a mi hermana hablar, una cosa más que tenía que agregar a la lista de eventos memorables de esa noche.
-Antes que nada, les pido disculpas a todos. –Empezó mi amigo. –Ya escuché lo que les dijo Diana. Supongo que tendría que haberles explicado antes cómo era la relación entre ella y yo. –Dicho esto, tomó de la cintura a su novia para tenerla pegada a él. –Quizás así al menos habría sido un poco menos escandaloso todo esto. Pero bueno, ahora les pido por favor que bajemos para seguir con la fiesta. En otro momento podremos hablar para resolver todas las dudas.
Mi hermana no parecía haberse calmado para nada, sino que daba la impresión de que en cualquier momento iba a decir todo lo que le habían dejado atragantado, pero Jessica y Betty la agarraron por los hombros y se la llevaron entre las dos, dejándome a mí con Charly y Diana.
-Voy bajando yo también. – Dijo Charly, dedicándome una sonrisa. –Gracias.
-¿Gracias? –No salía de mi asombro. -¿Gracias por qué?
-¿No le estás viendo la cara?. –Respondió, mirando a su novia, que sonreía de oreja a oreja en ese momento. –Si la dejaste así de contenta, no puedo reprocharte nada. –Concluyó el también con una sonrisa, y a continuación desapareció por las escaleras.
-No entiendo un carajo lo que acaba de decirme. –Miré a Diana en busca de una explicación.
-Las personas que se aman quieren ver que sus parejas son felices, ¿o no? -Dijo ella.
- Sí, más bien.
-Y bueno, Charly y yo somos felices así. Nos amamos, y nos encanta coger con otros. Mientras los dos estemos de acuerdo y no hagamos nada a espaldas del otro, no le veo el problema.
-¿Entonces Charly sabía que ibas a coger conmigo? –Me quedé boquiabierto.
-¡Desde que me comentó el tremendo pedazo que tenés que le dije que esta noche eras para mí! –La rubia se reía con ganas ante mi cara de sorpresa. –Nunca te hizo ningún comentario, pero cuando compartían vestuario y se cambiaban después de los partidos de fútbol, me dijo que más de un chico se sentía intimidado. También, cualquiera se habría sentido miserable si se comparaba con esa anaconda. –Agregó, con la vista clavada en mi entrepierna.
-Esta noche fue demasiado para mí. –Mi cabeza daba demasiadas vueltas considerando que no había probado ni una gota de alcohol.
-Por cierto… ¿vos sos de cuidarte? Porque acabamos de hacerlo sin forro y espero no encontrarme con ninguna sorpresa. –Dijo, mirándome inquisitivamente.
-La puta madre… -De tanta calentura ni me puse a pensar en ponerme forro. Erica me podría crucificar si se enteraba. –Sí, siempre me cuido, pero lo de recién fue… Bueno, no tendríamos que haber hecho eso.
-No te preocupes, que con Charly nos cuidamos más que cualquier otro que conozca. Si esto fue una excepción, entonces no va a pasar nada raro. Además tomo pastillas, así que no va a haber un Pedrito Junior dando vueltas por tu casa –Largó una fuerte carcajada que ayudó bastante a aliviarme. No pude evitar reír yo también. –Andá bajando, que yo termino de limpiar acá. Lindo enchastre hicimos en el baño. –Me dirigió una última sonrisa y me dejó solo en el pasillo.
Volví a la planta baja pensando que al pie de las escaleras estaría mi hermana lista para matarme, pero no había nadie ahí. Salí al fondo y las vi a un costado de todo, algo alejadas del quincho. Parecían estar teniendo una charla bastante intensa, con muchos movimientos de manos. Cada tanto señalaban para la casa, aunque no se habían dado cuenta que yo me dirigía hacia ellas.
-Ahí viene. –Fueron las primeras palabras que llegué a escuchar con claridad. Habían notado mi presencia.
-Vamos a casa. –Dijo mi hermana apenas llegué donde estaban ellas. Betty y Jessica miraron primero a su amiga y luego a mí, con cara de “ni se te ocurra discutir un carajo después de la que te mandaste”.
-Está bien. –Respondí con resignación. -Vamos.
Fui a saludar a Charly y le expliqué que nos íbamos.
-¿Clara?
-¿Querés intentar frenarla vos? Si la dejó acá, se tira encima de Diana en cualquier momento. -Respondí. -–A pesar de la situación, no pude evitar pensar lo divertido que habría sido ver a Clara tratando de forcejear con alguien que pesaba al menos el doble que ella y medía casi cuarenta centímetros más.
Mi amigo no pareció sorprendido por eso, simplemente sonrío levemente, asintió, nos llevó hasta la puerta de su casa y nos despidió.
El viaje de vuelta fue tortuoso. Nadie dijo absolutamente nada durante todo el camino. Apenas llegué a la casa, mi hermana se bajó del auto y se metió adentro. Yo me bajé para seguirla y tratar de hacer las paces con ella, pero Betty se bajó y me agarró la mano para detenerme.
-Dejame a mí mejor. Voy a hablar con ella, a ver si se calma un poco. –Dijo, mientras se dirigía también a la casa. –Buenas noches, Pedrito. –Volvió a acercarse a mí, me dio un beso en la mejilla y se metió en la casa también.
-Buenas noches, Betty. –Me quedé mirando la puerta de la casa por unos segundos.
-Entendela, está enojada. – Dijo Jessica, que también había bajado del auto.
-¿Enojada? Está furiosa.
-Y sí, ¿vos cómo pretendías que reaccione? –Puso los brazos en jarra.
-No sé, más tranquila. –Respondí encogiéndome de hombros.
-Claro… ¿vos cómo habrías reaccionado si te encontrabas a tu hermana aullando de placer en el baño mientras se la garchaba algún conocido de Charly? –Me preguntó Jessi taladrándome con la mirada.
-Yo no… -Empecé, pero no sabía cómo defenderme. Ambos teníamos muy claro que posiblemente me hubiera agarrado a trompadas ahí mismo, y no había forma de decir lo contrario.
-Te la re mandaste, Pedrito. Es así de simple.
-Tenés razón. –Dije, bajando la cabeza.
-Imaginate la situación. –Me explicaba Jessica. -Nosotras te fuimos a buscar porque estabas tardando un montón y cuando entramos a la casa escuchamos unos gritos que parecían que estaban matando a alguien en el piso de arriba. Abrimos un par de puertas, y cuando finalmente abrimos la del baño, la vemos a la novia de Charly con tu pija en la boca. –Jessica se empezó a reír.
-Dale boluda, encima que se armó todo ese quilombo por mi culpa, ¿vos te empezás a reír? –Me estaba sintiendo más pelotudo que nunca y Jessica no me estaba ayudando mucho.
-¿Qué querés que te diga? No sabíamos que tenías semejante pedazo ahí abajo. –Todavía estaba un poco colorada, se veía que el alcohol le había aflojado la lengua.- Casi no podía creerlo cuando me apoyaste.
-Sí, ahí también me la mandé. –Reconocí. El silencio se extendió por unos segundos.
-La dejaste re feliz a la novia de Charly. –Soltó de repente Jessica.
-¿Qué cosa? –El comentario me había agarrado de sorpresa.
-Y sí, ¿no le viste la cara de feliz cumpleaños que tenía? El piso estaba mojado, y no era porque hubiera caído agua. –Concluyó, con una sonrisa de picardía asomando por sus labios.
-Sí, acabó re fuerte… -Dije, pero ella parecía que estaba perdida en sus pensamientos mientras hablaba.
-¡Hace cuánto que no termino con esa cara después de garchar! Y cuando te la vi en el baño, que la tenías re parada, uffff… -Los ojos le brillaban. –A todas las mujeres nos gustaría sentir una cosa así. Si no fueses el hermano de Clara, te juro que… -Abrió los ojos como si recién acabara de darse cuenta que estaba hablando en voz alta y se puso roja como un tomate. Se dio vuelta de inmediato y se metió en la casa sin decir ni una palabra más.
¡Listo, la frutilla del postre para coronar la noche! Ahora resultaba que Jessica me tenía ganas. Jessica, que nos conocíamos de toda la vida y jamás me había hecho ningún comentario, ni una mirada, nada. Nunca me había planteado nada con ella, siendo una de las mejores amigas de mi hermana. Eso básicamente la convertía en intocable, y por eso siempre la había visto como una amiga, innegablemente hermosa, pero nada más que una amiga.
Ahora la situación era distinta, ella básicamente estaba diciendo que yo tenía todas las chances con ella. Pero había un obstáculo pelirrojo en el medio de ese camino. Si le llegaba a tocar un pelo a Jessica (o a Betty, para el caso), ahí sí que nadie me salvaba de la furia de mi hermana.
Obviamente no iba a resolver esa situación en la vereda de la casa de mis viejos un sábado a la madrugada. Sin otra opción, me metí en el auto, me senté y apoyé la cabeza en el volante, tratando de acomodar mis ideas, pero sin éxito.
Arranqué el auto y me puse a manejar sin dejar de pensar en todo lo que había pasado. El perfecto culo de mi hermana con esa calza que le quedaba pintada, Jessica poniéndome bien al palo, Charly con su relación abierta, Diana diciéndome que me quería garchar ahí mismo y luego cogiendo conmigo en el baño, sus gemidos, el tremendo squirt que se mandó, Clara y sus amigas sorprendiéndonos, Jessica diciendo que me tenía ganas… Era mucho por una noche.
Cuando realmente me puse a prestar atención a lo que hacía, estaba por llegar al edificio. Entré el auto, subí por el ascensor, me metí en mi departamento y apenas alcancé a tirarme en mi cama que me quedé dormido.
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Sentía que apenas había parpadeado cuando me di cuenta que ya eran casi mediodía. Me despertó la notificación de que había recibido un mensaje de Erica. Desbloqueé la pantalla y abrí el Whatsapp, era un mensaje sencillo y directo, bien al estilo de mi jefa.
-Te espero a partir de las 18.
-Ok, a las 18 estoy allá.
Parecía que me iba a hacer trabajar horas extra ese día. Nunca arrancaba tan temprano un fin de semana. Generalmente yo tenía que ir de noche los días que me tocaba trabajar un viernes o un sábado, pero hoy no era el caso. Me tocaba compensar por tomarme la noche anterior, así que me levanté de la cama y empecé a prepararme para el trabajo.
Cuando finalmente terminé la jornada y volví al departamento ya estaba amaneciendo. Ese día me habían exprimido casi literalmente. Entre una cosa y otra había estado prácticamente recibiendo petes durante doce horas. No de continuo, obvio, porque había tenido descansos regulares, pero igualmente había sido un día agotador. ¡Jamás pensé que algún día iba a quejarme de mi laburo!
Erica no había tenido piedad de mí, me dijo que estuviera listo y lo había dicho en serio. Pero por otro lado, había ganado una buena cantidad de guita ese día, así que algo a favor pude rescatar. Eso sí, lo iba a pensar muy detenidamente antes de volver a pedirme un día de trabajo, al menos por un tiempo pensaba respetar mi cronograma a la perfección para no repetir algo como lo de ese sábado.
Me hubiera gustado dormir hasta el próximo mes, pero no tenía ninguna excusa preparada para decirles a mis viejos que no iba a almorzar con ellos y la frase “me duele la verga de tantas veces que me la chuparon en una noche” no parecía ser la mejor opción.
Llegué a la casa de mis viejos sin saber cómo iba a hacer con Clara. Si llegaba a decir algo de lo que había pasado en lo de Charly se iba a pudrir todo. No era que mis viejos creyeran que yo fuera un santo, pero había una diferencia entre eso y que se enteraran que había tenido sexo con la novia de mi amigo en el baño de su casa y en su propia fiesta de cumpleaños.
-Hola Pedrito –Me saludó mi mamá apenas pasé por la cocina, donde ella estaba preparando el almuerzo. – ¡Qué carita que tenés! ¿Pasó algo? –Me miraba con un poco de preocupación.
-No ma, no te preocupes, sólo dormí mal. Empezó a sonar la alarma de un auto anoche y me volvió loco toda la noche. –Al menos eso explicaría mi cara de dormido.
-Bueno amor, pero a ver si descansás mejor esta noche, no me gusta verte así. –La misma madre preocupada de siempre, para ella iba a ser eternamente su nene, aunque fuese un jubilado y tuviese veinte nietos.
-Sí, seguro, quedate tranquila.
Seguí avanzando hasta el comedor, pero no había rastros de mi hermana. Sólo estaba mi viejo sentado frente a la mesa, tomando un vaso de tinto y mirando un partido de fútbol de España.
-Hola pa, ¿y Clara?
-En su pieza, ni idea qué estará haciendo. –Respondió sin quitar la vista del televisor, atento a un tiro de esquina. –Haceme el favor de subir y decirle que baje, que ya vamos a comer. Que ayude a poner la mesa.
Subí las escaleras y me acerqué a la habitación de mi hermana mientras mi cabeza volvía a repasar los hechos del viernes. Me sentía Indiana Jones recorriendo un templo antiguo donde había un gran tesoro, pero también miles de trampas mortales esperando que las activara. Finalmente alcancé mi destino y golpeé la puerta despacio, aunque no hubo respuesta.
-¿Clara? –Una vez más sin respuesta. -Dice papá que bajes, que ya va a estar la comida. –Dije, sin saber si me estaba escuchando siquiera.
La puerta se abrió y ahí estaba mi hermanita. El pelo atado en una colita medio suelta, llevaba una remera holgada y un short suelto. Estaba vestida de la forma menos sensual posible, pero yo no podía dejar de pensar en lo hermosa que se veía. Mal síntoma si quería hablar las cosas de forma calmada.
-Hola… Este… -Empecé a balbucear inseguro. Ella me miraba directo a los ojos, y no había ningún rastro de simpatía en su cara. –Sobre lo que pasó en lo de Charly…
-Callate. –Esa palabra sonó como si hubiera saltado la trampa mortal que deseaba esquivar. –No digas nada. Ahora bajo y vamos a almorzar como si no hubiera pasado nada, pero después no quiero que digas nada, no te quiero escuchar. –Sin mediar más palabras, me esquivó y siguió su camino hacia el comedor para darle una mano a mi vieja.
En mi cabeza sabía que no tenía que hacerlo, que estaba mal, pero fue más fuerte que yo. Giré la cabeza apenas pasó delante de mí y seguí su culo durante los escasos segundos que lo tuve a la vista. Con la ropa que llevaba puesta no podía notarse demasiado, pero tenía grabado a fuego en las retinas cómo le quedaba la calza que había usado en el cumpleaños de Charly, así que no me costó mucho imaginar cómo se vería en ese momento.
Volví a sentir ese familiar cosquilleo en la entrepierna y me acordé lo que me había dicho Jessica sobre que a todas les gustaba una pija bien grande. ¿Esa afirmación incluía a mi hermana? ¿Ella también tendría una expresión de deseo si viera mi pija? ¿Estaría ansiosa de chuparla? La imagen de ella mirándome con sus ojazos verdes, sonriendo, mientras yo se la mandaba hasta la garganta invadió mi cerebro.
Ya estaba empezando a notar cómo comenzaba a ponerme al palo cuando volví a la realidad. Eso no podía pasar jamás, era mi hermana. La puta madre, era mi hermana. No tenía que olvidarlo nunca. Aunque Jessica y Betty, por otro lado… No, ellas también estaban fuera de toda discusión. Clara me iba a crucificar y después me iba a prender fuego si me llegaba a meter con ellas.
Con la cabeza trabajando a mil por hora, luchando entre mis deseos y la realidad de la situación, bajé también para ayudar con la mesa.
El almuerzo transcurrió con normalidad. Clara no daba señales del enojo que había mostrado minutos antes cuando fui a llamarla, pero yo sabía que seguía ahí escondido, listo para explotar en cuanto fuera tan estúpido de provocarla.
Así pasaron otros dos domingos sin poder hablar con mi hermana sobre lo que había pasado. Ella estaba decidida a permanecer enojada conmigo y no tenía chance de poder resolver ese asunto. Lamentablemente no me quedaba otra opción más que esperar a que se le pase. Todavía recuerdo cuando estuvo casi dos meses sin hablarme por la vez que le manché su remera favorita con gaseosa. En comparación, si volvía a hablarme después de un mes, podría decir que la había sacado barata.
A pesar de todo, ese domingo no había sido tan malo. Esa tarde llegó un mensaje a mi celular que me hizo levantar el ánimo, y también hizo que mi entrepierna se entusiasmara un poco. Era de Erica y, fiel a su estilo bien directo, no había escrito demasiado.
Miércoles, mediodía. Venite bien cargado. Pedido especial.
Miércoles al mediodía. Parecía que por fin mis clientas favoritas volvían a la acción. Pero había algo más en el mensaje que llamó mi atención. ¿Que vaya bien cargado? ¿Qué clase de pedido especial hicieron estas chicas? Erica tampoco había mencionado otros turnos para los siguientes días. Generalmente siempre tenía una o dos clientas para atender durante los días de semana… ¿Eso significaba que me pensaba dejar tres días sin turnos para atenderlas únicamente a ellas? La idea me entusiasmó aún más.
El miércoles llegué al local y me dirigí a la cabina para prepararme unos minutos antes que se hiciera la hora de empezar. Ya me empezaba a doler un poco los huevos de lo que venía acumulando esos días, y me imaginaba lo que sería poder acabar para las tres clientas del día. Era una pena no poder verles nunca las caras, especialmente considerando que habían hecho un pedido especial por mí para que les diera una buena descarga.
Cuando entré a mi lugar asignado vi los elementos de siempre. Preservativos de todo tipo, toallitas húmedas descartables para limpiarme, un par de toallas, agua mineral y energizantes (esos venían muy bien para las ocasiones en que tenía que atender varios turnos en un día), y la tarjeta que indicaba el tipo de atención que iba a brindar ese día, en este caso de color amarillo.
Los servicios que se prestaban en el local se identificaban con tarjetas. La lista empezaba con una tarjeta azul, lo que representaba un pedido de lo más básico, es decir sólo habría sexo oral, usando preservativo todo el tiempo. Ese nivel lo pedían las clientas que más precauciones querían tomar, pero no era el más común.
El verde era el siguiente nivel, y representaba que me iban a practicar sexo oral sin preservativo, pero al momento de eyacular debería usarlo sí o sí. Siempre la idea era prevenir cualquier clase de contagio, tanto como para la clientela como para los empleados. Y además representaba que Erica podría pedir un poco más de dinero para usar los siguientes niveles. Ella no era ninguna boluda, si la clientela estaba dispuesta a pagar un poco más, Erica no pensaba desaprovecharlo.
El tercer nivel correspondía a una tarjeta amarilla, y era el servicio más utilizado. Esos días indicaban que no iba a necesitar usar preservativo durante el turno. Esta era la tarjeta más común. En realidad Erica casi no necesitaba tener disponibles la tarjeta verde y la azul, pero eso le permitía cobrar mucho más por usar la amarilla. Era una estrategia sencilla, pero muy efectiva a la hora de ganar más plata.
Para poder utilizar el tercer nivel, además, la clientela debía presentar cada cierta cantidad de meses análisis de sangre para prevenir que los empleados estuvieran en contacto con cualquier persona que pudiera tener alguna enfermedad de transmisión sexual. Que un empleado se contagiara de algo representaba una fuerte pérdida para el negocio y ponía en peligro la reputación del local, así que no había forma de esquivar ese requisito.
Cuando aparecía una tarjeta de color rojo las cosas empezaban a ponerse muy interesantes. Ese color significaba que habría penetración durante la sesión. No era tan común ver esa tarjeta, especialmente porque la tarifa era más cara, pero dos o tres veces por mes me tocaba atender a alguna que quería darse un gustito.
Finalmente la tarjeta dorada era la mejor por lejos: penetración sin preservativo. Esa era bastante más rara, ya que Erica era muy exigente con la clientela para poder conseguir uno de esos turnos, y había que poner una buena cantidad de guita. No había muchas que pagaran por algo así, y yo sospechaba que las veces que me había tocado un turno de esos eran por despedidas de solteras o quizás algún cumpleaños especial donde se iban sonriendo de oreja a oreja luego de haber recibido una buena acabada directo en la concha.
Siempre fantaseaba con la idea de encontrarme una tarjeta dorada un miércoles al mediodía, pero todavía no había tenido tanta suerte. El hecho de que Erica hubiera mencionado un “pedido especial” me había ilusionado, así que no pude evitar sentirme un poco decepcionado cuando encontré una tarjeta amarilla.
El sonido de la puerta abriéndose del otro lado de la división de la cabina me hizo volver a la realidad, mis clientas favoritas ya habían arribado. Les di unos segundos para que se acomodaran y luego procedí a pasar mi miembro, ya listo para la acción, para disfrute de las habitantes del otro lado del panel.
Una mano levemente lubricada me agarró con firmeza y empezó a deslizarse desde la cabeza hasta la base una y otra vez. Otra mano se sumó pronto, jugueteando con la base mientras la primera se ocupaba de la punta.
Las manos fueron cambiando durante un par de minutos, y luego empezaron a usar sus bocas. Primero una empezó a lamer la punta, despacio, como para calentar motores, y luego las otras dos se ocuparon del tronco, una a cada lado, yendo y viniendo de manera paralela. Así fueron cambiando de lugar cada pocos segundos, para luego empezar a meterse mi miembro en sus bocas con más fuerza, luchando por lograr que avanzara hasta sus gargantas.
Siempre que llegaban a ese punto, se iniciaba una pequeña competencia para ver quién de ellas aguantaba más tiempo con mi verga en sus bocas y para ver quién la metía más adentro. Esta vez parecía que la competencia sería feroz, porque ya la primera había estado cerca de treinta segundos. Tuve que empezar a luchar contra el cosquilleo que sentía, indicándome que estaba cerca de acabar.
Por suerte justo en ese momento liberaron mi verga, lo que me dio un respiro momentáneo, aunque no duró mucho, porque ya otra de ellas estaba iniciando su turno en la competencia. No fueron tantos segundos como la anterior, pero llegó a pasar la mitad de mi mástil, lo cual me hizo largar un largo resoplido de placer.
Se veía que me habían escuchado, porque oí unas pequeñas risas de celebración del otro lado. Lo estaban pasando tan bien como yo y eso me encantaba.
Finalmente la tercera amiga tuvo su oportunidad, y esta vez debía tener algún incentivo especial, porque no sabía cómo, pero al menos había metido tres cuartas partes de mi verga en su boca. Así se mantuvo un tiempo que se me hizo eterno, casi me hacía preocupar por su salud. Pero finalmente sentí cómo iba retirándose de a poco.
Tuve que luchar con todas mis fuerzas para no decir nada en voz alta, pero ellas también estaban ocupadas. No logré entender lo que decían, porque hablaban en susurros, pero supuse que estaban hablando con la que recién había ganado la competencia, porque escuché algunos jadeos intensos, como si estuviera tratando de recuperar el aire.
Yo ya estaba a punto caramelo, en cuanto ellas quisieran podrían hacerme largar lo que había mantenido reservado especialmente para ellas, pero se ve que tenían otros planes en mente y no incluían hacerme acabar todavía.
Ahí fue cuando realmente subieron el nivel con respecto a lo que venían haciendo otras veces. Escuché unos sonidos durante un par de segundos, un par de cierres y algunas cosas cayendo al suelo, luego sentí una mano que me agarraba con un poco más de fuerza de lo normal, como para asegurarse de que no me fuera a ningún lado y luego pude notar cómo mi verga entraba en contacto con algo más caliente. Me estaban apoyando la cabeza de la verga en la entrada de la concha de una de ellas.
Apenas fue un segundo, pero fue suficiente como para que no hubiera dudas de lo que había sentido. Ellas tenían prohibido realizar cualquier clase de penetración, pero las reglas no decían nada de que no pudiera pasarles la punta por fuera, así que estaban aprovechando ese pequeño vacío legal para elevar el placer, tanto mío como de ellas.
Era un juego muy peligroso ese, porque no estaba seguro de que Erica aprobara que hicieran algo así, pero mientras todos mantuviésemos silencio, era algo que podíamos disfrutar sin problemas.
Otra vez volví a sentir cómo me apoyaban la punta sobre la entrada de otra de ellas. Presionó un poco más, dejándome sentir el calor de su cuerpo, y una humedad que me decía a gritos que ella estaba muy mojada y lista para ser penetrada.
Pero no podía obedecer a ese llamado, porque se mantenía a la distancia justa para evitarlo y me estaban volviendo loco con esos amagues y todavía mantenían una mano sobre el tronco para evitar que yo quisiera pasarme de vivo. Las reglas las estaban poniendo ellas en ese momento y yo tenía que obedecer si quería seguir gozando.
Entonces empecé a sentir cómo sacudían mi verga y golpeaba contra sus cuerpos, a veces en sus colas, otras veces notaba el contacto con sus húmedas cuevitas.
Y justo cuando pensaba que no podían calentarme más, empecé a sentir lamidas entre cada apoyada. ¡Me la estaban chupando directamente después de que me refregaran sus conchas por la punta! ¡Estaban saboreando sus fluidos directo desde la punta de mi pija!
Me quería matar. Jamás me habían hecho calentar así, era demasiado. Si hubiese dependido de mí, les pagaría tarjetas doradas de por vida con tal de tener la oportunidad de meterles mi verga hasta sentir sus colas chocando con mis muslos.
Finalmente llegó el final de esa deliciosa tortura. Una de ellas empezó a masturbarme y a elevar cada vez más el ritmo, hasta que tuve que morderme la lengua para no gemir en voz alta. Ellas captaron el mensaje y justo cuando estaba por acabar sentí cómo la boca de una de mis clientas favoritas tragaba la cabeza de mi pija para recibir todo lo que había acumulado desde el fin de semana.
Parecía que no iba a terminar más, mi verga dio una, dos, tres, cuatro sacudidas y cada una iba acompañada de una buena cantidad de semen que se dirigía directo a la boca de esa mujer desconocida que no se despegaba. Finalmente pude sentir cómo había largado todo, y dejé escapar un inevitable gemido de placer. Esa había sido una experiencia que nunca iba a olvidar.
La frutilla del postre fue cuando pude escuchar unos ligeros sonidos seguidos de indistinguibles ruidos de alguien que tragaba un líquido. No estaba seguro del todo, pero me daba la impresión de que habían compartido la lechita entre las tres.
Mi cerebro estaba dividido entre lo estimulado que había quedado por lo que acababa de pasar y la bronca por no ser capaz de verles las caras.
Terminaron su turno como de costumbre, dejándome unos suaves besos en la cabeza de mi pija, agradeciendo los servicios prestados, y yo respondí a cada beso con una suave sacudida. No recordaba cuándo había nacido esa costumbre, pero siempre me hacía sonreír. Era un pequeño gesto que había entre ellas y yo, lo más cercano a darnos un beso de despedida que teníamos.
Estaba por sacar mi miembro cuando sentí que una mano me sujetaba una vez más, luego algo extraño había envolviendo mi verga y que quedó sujeto con lo que supuse que era una bandita elástica. No entendía lo que había pasado, pero mi curiosidad iba a ser saciada un instante después.
Cuando por fin escuché el sonido de la puerta cerrándose del otro lado, retiré mi miembro del agujero y pude ver lo que me habían dejado: había acertado lo de la bandita elástica, que habían usado para mantener un pequeño pedacito de papel. Lo retiré y extendí el papel para ver su contenido. Me habían dejado un mensaje.
¿Te gustó lo de hoy?
A modo de firma habían dejado tres corazoncitos. Y lo más importante de todo, había un número de celular debajo de todo. Querían comunicarse conmigo.
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Hasta acá el capítulo 3. Sé que estarán ansiosos por leer el próximo capítulo, pero les vuelvo a pedir paciencia. En cuanto pueda, subiré la próxima parte.
Dejen puntos y comentarios, y si les parece, compartan en los shouts para que otras personas puedan leerlo.
Nos leemos en unos días.
Para los que no lo leyeron, acá les dejo las dos primeras partes:
http://www.poringa.net/posts/relatos/3664815/Como-descubri-que-mi-hermana-adora-mi-pija-parte-I.html
http://www.poringa.net/posts/relatos/3667785/Como-descubri-que-mi-hermana-adora-mi-pija-parte-II.html
Sin más demoras, les dejo la tercera parte:
Capítulo 3
Yo estaba congelado, tan sorprendido de verlas a las chicas como ellas de verme a mí. Los ojos de las tres pasaban constantemente de mi cara, a la de Diana (que ya se había levantado y ahora volvía a acomodarse el vestido), a mi verga que todavía seguía erecta y brillante, cubierta por la saliva de la novia de Charly.
-Tranqui, chicas, no pasó nada malo. –Empezó Diana con tono conciliador.
-¿Cómo que no pasó nada malo? –Con cada palabra, Clara levantaba un poco su tono de voz. -¡Le estabas chupando la pija a mi hermano! –Tanto ella como sus amigas seguían mirando mi pija. Rojo por la situación, me apresuré a volver a vestirme. No me interesaba en lo más mínimo seguir desnudo en esa situación, especialmente delante de mi hermanita.
Daba la impresión de que Clara en cualquier momento iba a tirársele encima a Diana. Yo por fin me terminé de vestir y estaba atento por si tenía que evitar que mi hermana se agarrara de los pelos con la novia de Charly.
-Y también hicimos otras cosas más. –La rubia no se mostraba intimidada en lo más mínimo, si no que sonreía con satisfacción. Aunque claramente no conocía a mi hermana cuando se enojaba.
-Escuchame una cosita… -Empezó la pelirroja, pero Diana la cortó en seco.
-No, escuchame vos a mí. –Se irguió en toda su altura. Mi hermana tenía sus buenos tacos, pero la rubia todavía le sacaba unos buenos centímetros. –Tu hermano es bastante mayor como para hacer las cosas por su cuenta sin que vos tengas que meterte. Sí, me pegó una buena garchada. De hecho, muy buena. –Se giró para dedicarme una fugaz sonrisa antes de volver a hablar con mi hermana. –Y antes que lo menciones a mi novio y empieces a acusarme de traicionarlo, te aviso que él estaba garchándose a mi amiga Natalia en nuestra pieza. Esa es nuestra relación y no voy a permitir que nadie nos cuestione qué hacemos y con quiénes lo hacemos. Si no te gusta, mala suerte, pero no tengo que pedirte permiso a vos para acostarme con nadie, sea o no tu hermano.
-Bueno, bueno, bueno… -La voz de Charly se escuchaba desde el pasillo. – ¿Tenemos una fiesta privada? A ver si salen todos que la fiesta en el fondo, no acá.
Jessica y Betty salieron de inmediato del baño, Clara le dedicó una última mirada de furia a Diana antes de salir ella también. La rubia mientras tanto, se acercó a su novio y le dio un beso cariñoso en la boca, con la misma boca que acababa de usar para engullirse mi verga unos minutos antes.
Ya en el pasillo, era obvio que Clara iba a decir algo, pero mi amigo la interrumpió otra vez. No recordaba muchas ocasiones en la que no dejaran a mi hermana hablar, una cosa más que tenía que agregar a la lista de eventos memorables de esa noche.
-Antes que nada, les pido disculpas a todos. –Empezó mi amigo. –Ya escuché lo que les dijo Diana. Supongo que tendría que haberles explicado antes cómo era la relación entre ella y yo. –Dicho esto, tomó de la cintura a su novia para tenerla pegada a él. –Quizás así al menos habría sido un poco menos escandaloso todo esto. Pero bueno, ahora les pido por favor que bajemos para seguir con la fiesta. En otro momento podremos hablar para resolver todas las dudas.
Mi hermana no parecía haberse calmado para nada, sino que daba la impresión de que en cualquier momento iba a decir todo lo que le habían dejado atragantado, pero Jessica y Betty la agarraron por los hombros y se la llevaron entre las dos, dejándome a mí con Charly y Diana.
-Voy bajando yo también. – Dijo Charly, dedicándome una sonrisa. –Gracias.
-¿Gracias? –No salía de mi asombro. -¿Gracias por qué?
-¿No le estás viendo la cara?. –Respondió, mirando a su novia, que sonreía de oreja a oreja en ese momento. –Si la dejaste así de contenta, no puedo reprocharte nada. –Concluyó el también con una sonrisa, y a continuación desapareció por las escaleras.
-No entiendo un carajo lo que acaba de decirme. –Miré a Diana en busca de una explicación.
-Las personas que se aman quieren ver que sus parejas son felices, ¿o no? -Dijo ella.
- Sí, más bien.
-Y bueno, Charly y yo somos felices así. Nos amamos, y nos encanta coger con otros. Mientras los dos estemos de acuerdo y no hagamos nada a espaldas del otro, no le veo el problema.
-¿Entonces Charly sabía que ibas a coger conmigo? –Me quedé boquiabierto.
-¡Desde que me comentó el tremendo pedazo que tenés que le dije que esta noche eras para mí! –La rubia se reía con ganas ante mi cara de sorpresa. –Nunca te hizo ningún comentario, pero cuando compartían vestuario y se cambiaban después de los partidos de fútbol, me dijo que más de un chico se sentía intimidado. También, cualquiera se habría sentido miserable si se comparaba con esa anaconda. –Agregó, con la vista clavada en mi entrepierna.
-Esta noche fue demasiado para mí. –Mi cabeza daba demasiadas vueltas considerando que no había probado ni una gota de alcohol.
-Por cierto… ¿vos sos de cuidarte? Porque acabamos de hacerlo sin forro y espero no encontrarme con ninguna sorpresa. –Dijo, mirándome inquisitivamente.
-La puta madre… -De tanta calentura ni me puse a pensar en ponerme forro. Erica me podría crucificar si se enteraba. –Sí, siempre me cuido, pero lo de recién fue… Bueno, no tendríamos que haber hecho eso.
-No te preocupes, que con Charly nos cuidamos más que cualquier otro que conozca. Si esto fue una excepción, entonces no va a pasar nada raro. Además tomo pastillas, así que no va a haber un Pedrito Junior dando vueltas por tu casa –Largó una fuerte carcajada que ayudó bastante a aliviarme. No pude evitar reír yo también. –Andá bajando, que yo termino de limpiar acá. Lindo enchastre hicimos en el baño. –Me dirigió una última sonrisa y me dejó solo en el pasillo.
Volví a la planta baja pensando que al pie de las escaleras estaría mi hermana lista para matarme, pero no había nadie ahí. Salí al fondo y las vi a un costado de todo, algo alejadas del quincho. Parecían estar teniendo una charla bastante intensa, con muchos movimientos de manos. Cada tanto señalaban para la casa, aunque no se habían dado cuenta que yo me dirigía hacia ellas.
-Ahí viene. –Fueron las primeras palabras que llegué a escuchar con claridad. Habían notado mi presencia.
-Vamos a casa. –Dijo mi hermana apenas llegué donde estaban ellas. Betty y Jessica miraron primero a su amiga y luego a mí, con cara de “ni se te ocurra discutir un carajo después de la que te mandaste”.
-Está bien. –Respondí con resignación. -Vamos.
Fui a saludar a Charly y le expliqué que nos íbamos.
-¿Clara?
-¿Querés intentar frenarla vos? Si la dejó acá, se tira encima de Diana en cualquier momento. -Respondí. -–A pesar de la situación, no pude evitar pensar lo divertido que habría sido ver a Clara tratando de forcejear con alguien que pesaba al menos el doble que ella y medía casi cuarenta centímetros más.
Mi amigo no pareció sorprendido por eso, simplemente sonrío levemente, asintió, nos llevó hasta la puerta de su casa y nos despidió.
El viaje de vuelta fue tortuoso. Nadie dijo absolutamente nada durante todo el camino. Apenas llegué a la casa, mi hermana se bajó del auto y se metió adentro. Yo me bajé para seguirla y tratar de hacer las paces con ella, pero Betty se bajó y me agarró la mano para detenerme.
-Dejame a mí mejor. Voy a hablar con ella, a ver si se calma un poco. –Dijo, mientras se dirigía también a la casa. –Buenas noches, Pedrito. –Volvió a acercarse a mí, me dio un beso en la mejilla y se metió en la casa también.
-Buenas noches, Betty. –Me quedé mirando la puerta de la casa por unos segundos.
-Entendela, está enojada. – Dijo Jessica, que también había bajado del auto.
-¿Enojada? Está furiosa.
-Y sí, ¿vos cómo pretendías que reaccione? –Puso los brazos en jarra.
-No sé, más tranquila. –Respondí encogiéndome de hombros.
-Claro… ¿vos cómo habrías reaccionado si te encontrabas a tu hermana aullando de placer en el baño mientras se la garchaba algún conocido de Charly? –Me preguntó Jessi taladrándome con la mirada.
-Yo no… -Empecé, pero no sabía cómo defenderme. Ambos teníamos muy claro que posiblemente me hubiera agarrado a trompadas ahí mismo, y no había forma de decir lo contrario.
-Te la re mandaste, Pedrito. Es así de simple.
-Tenés razón. –Dije, bajando la cabeza.
-Imaginate la situación. –Me explicaba Jessica. -Nosotras te fuimos a buscar porque estabas tardando un montón y cuando entramos a la casa escuchamos unos gritos que parecían que estaban matando a alguien en el piso de arriba. Abrimos un par de puertas, y cuando finalmente abrimos la del baño, la vemos a la novia de Charly con tu pija en la boca. –Jessica se empezó a reír.
-Dale boluda, encima que se armó todo ese quilombo por mi culpa, ¿vos te empezás a reír? –Me estaba sintiendo más pelotudo que nunca y Jessica no me estaba ayudando mucho.
-¿Qué querés que te diga? No sabíamos que tenías semejante pedazo ahí abajo. –Todavía estaba un poco colorada, se veía que el alcohol le había aflojado la lengua.- Casi no podía creerlo cuando me apoyaste.
-Sí, ahí también me la mandé. –Reconocí. El silencio se extendió por unos segundos.
-La dejaste re feliz a la novia de Charly. –Soltó de repente Jessica.
-¿Qué cosa? –El comentario me había agarrado de sorpresa.
-Y sí, ¿no le viste la cara de feliz cumpleaños que tenía? El piso estaba mojado, y no era porque hubiera caído agua. –Concluyó, con una sonrisa de picardía asomando por sus labios.
-Sí, acabó re fuerte… -Dije, pero ella parecía que estaba perdida en sus pensamientos mientras hablaba.
-¡Hace cuánto que no termino con esa cara después de garchar! Y cuando te la vi en el baño, que la tenías re parada, uffff… -Los ojos le brillaban. –A todas las mujeres nos gustaría sentir una cosa así. Si no fueses el hermano de Clara, te juro que… -Abrió los ojos como si recién acabara de darse cuenta que estaba hablando en voz alta y se puso roja como un tomate. Se dio vuelta de inmediato y se metió en la casa sin decir ni una palabra más.
¡Listo, la frutilla del postre para coronar la noche! Ahora resultaba que Jessica me tenía ganas. Jessica, que nos conocíamos de toda la vida y jamás me había hecho ningún comentario, ni una mirada, nada. Nunca me había planteado nada con ella, siendo una de las mejores amigas de mi hermana. Eso básicamente la convertía en intocable, y por eso siempre la había visto como una amiga, innegablemente hermosa, pero nada más que una amiga.
Ahora la situación era distinta, ella básicamente estaba diciendo que yo tenía todas las chances con ella. Pero había un obstáculo pelirrojo en el medio de ese camino. Si le llegaba a tocar un pelo a Jessica (o a Betty, para el caso), ahí sí que nadie me salvaba de la furia de mi hermana.
Obviamente no iba a resolver esa situación en la vereda de la casa de mis viejos un sábado a la madrugada. Sin otra opción, me metí en el auto, me senté y apoyé la cabeza en el volante, tratando de acomodar mis ideas, pero sin éxito.
Arranqué el auto y me puse a manejar sin dejar de pensar en todo lo que había pasado. El perfecto culo de mi hermana con esa calza que le quedaba pintada, Jessica poniéndome bien al palo, Charly con su relación abierta, Diana diciéndome que me quería garchar ahí mismo y luego cogiendo conmigo en el baño, sus gemidos, el tremendo squirt que se mandó, Clara y sus amigas sorprendiéndonos, Jessica diciendo que me tenía ganas… Era mucho por una noche.
Cuando realmente me puse a prestar atención a lo que hacía, estaba por llegar al edificio. Entré el auto, subí por el ascensor, me metí en mi departamento y apenas alcancé a tirarme en mi cama que me quedé dormido.
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Sentía que apenas había parpadeado cuando me di cuenta que ya eran casi mediodía. Me despertó la notificación de que había recibido un mensaje de Erica. Desbloqueé la pantalla y abrí el Whatsapp, era un mensaje sencillo y directo, bien al estilo de mi jefa.
-Te espero a partir de las 18.
-Ok, a las 18 estoy allá.
Parecía que me iba a hacer trabajar horas extra ese día. Nunca arrancaba tan temprano un fin de semana. Generalmente yo tenía que ir de noche los días que me tocaba trabajar un viernes o un sábado, pero hoy no era el caso. Me tocaba compensar por tomarme la noche anterior, así que me levanté de la cama y empecé a prepararme para el trabajo.
Cuando finalmente terminé la jornada y volví al departamento ya estaba amaneciendo. Ese día me habían exprimido casi literalmente. Entre una cosa y otra había estado prácticamente recibiendo petes durante doce horas. No de continuo, obvio, porque había tenido descansos regulares, pero igualmente había sido un día agotador. ¡Jamás pensé que algún día iba a quejarme de mi laburo!
Erica no había tenido piedad de mí, me dijo que estuviera listo y lo había dicho en serio. Pero por otro lado, había ganado una buena cantidad de guita ese día, así que algo a favor pude rescatar. Eso sí, lo iba a pensar muy detenidamente antes de volver a pedirme un día de trabajo, al menos por un tiempo pensaba respetar mi cronograma a la perfección para no repetir algo como lo de ese sábado.
Me hubiera gustado dormir hasta el próximo mes, pero no tenía ninguna excusa preparada para decirles a mis viejos que no iba a almorzar con ellos y la frase “me duele la verga de tantas veces que me la chuparon en una noche” no parecía ser la mejor opción.
Llegué a la casa de mis viejos sin saber cómo iba a hacer con Clara. Si llegaba a decir algo de lo que había pasado en lo de Charly se iba a pudrir todo. No era que mis viejos creyeran que yo fuera un santo, pero había una diferencia entre eso y que se enteraran que había tenido sexo con la novia de mi amigo en el baño de su casa y en su propia fiesta de cumpleaños.
-Hola Pedrito –Me saludó mi mamá apenas pasé por la cocina, donde ella estaba preparando el almuerzo. – ¡Qué carita que tenés! ¿Pasó algo? –Me miraba con un poco de preocupación.
-No ma, no te preocupes, sólo dormí mal. Empezó a sonar la alarma de un auto anoche y me volvió loco toda la noche. –Al menos eso explicaría mi cara de dormido.
-Bueno amor, pero a ver si descansás mejor esta noche, no me gusta verte así. –La misma madre preocupada de siempre, para ella iba a ser eternamente su nene, aunque fuese un jubilado y tuviese veinte nietos.
-Sí, seguro, quedate tranquila.
Seguí avanzando hasta el comedor, pero no había rastros de mi hermana. Sólo estaba mi viejo sentado frente a la mesa, tomando un vaso de tinto y mirando un partido de fútbol de España.
-Hola pa, ¿y Clara?
-En su pieza, ni idea qué estará haciendo. –Respondió sin quitar la vista del televisor, atento a un tiro de esquina. –Haceme el favor de subir y decirle que baje, que ya vamos a comer. Que ayude a poner la mesa.
Subí las escaleras y me acerqué a la habitación de mi hermana mientras mi cabeza volvía a repasar los hechos del viernes. Me sentía Indiana Jones recorriendo un templo antiguo donde había un gran tesoro, pero también miles de trampas mortales esperando que las activara. Finalmente alcancé mi destino y golpeé la puerta despacio, aunque no hubo respuesta.
-¿Clara? –Una vez más sin respuesta. -Dice papá que bajes, que ya va a estar la comida. –Dije, sin saber si me estaba escuchando siquiera.
La puerta se abrió y ahí estaba mi hermanita. El pelo atado en una colita medio suelta, llevaba una remera holgada y un short suelto. Estaba vestida de la forma menos sensual posible, pero yo no podía dejar de pensar en lo hermosa que se veía. Mal síntoma si quería hablar las cosas de forma calmada.
-Hola… Este… -Empecé a balbucear inseguro. Ella me miraba directo a los ojos, y no había ningún rastro de simpatía en su cara. –Sobre lo que pasó en lo de Charly…
-Callate. –Esa palabra sonó como si hubiera saltado la trampa mortal que deseaba esquivar. –No digas nada. Ahora bajo y vamos a almorzar como si no hubiera pasado nada, pero después no quiero que digas nada, no te quiero escuchar. –Sin mediar más palabras, me esquivó y siguió su camino hacia el comedor para darle una mano a mi vieja.
En mi cabeza sabía que no tenía que hacerlo, que estaba mal, pero fue más fuerte que yo. Giré la cabeza apenas pasó delante de mí y seguí su culo durante los escasos segundos que lo tuve a la vista. Con la ropa que llevaba puesta no podía notarse demasiado, pero tenía grabado a fuego en las retinas cómo le quedaba la calza que había usado en el cumpleaños de Charly, así que no me costó mucho imaginar cómo se vería en ese momento.
Volví a sentir ese familiar cosquilleo en la entrepierna y me acordé lo que me había dicho Jessica sobre que a todas les gustaba una pija bien grande. ¿Esa afirmación incluía a mi hermana? ¿Ella también tendría una expresión de deseo si viera mi pija? ¿Estaría ansiosa de chuparla? La imagen de ella mirándome con sus ojazos verdes, sonriendo, mientras yo se la mandaba hasta la garganta invadió mi cerebro.
Ya estaba empezando a notar cómo comenzaba a ponerme al palo cuando volví a la realidad. Eso no podía pasar jamás, era mi hermana. La puta madre, era mi hermana. No tenía que olvidarlo nunca. Aunque Jessica y Betty, por otro lado… No, ellas también estaban fuera de toda discusión. Clara me iba a crucificar y después me iba a prender fuego si me llegaba a meter con ellas.
Con la cabeza trabajando a mil por hora, luchando entre mis deseos y la realidad de la situación, bajé también para ayudar con la mesa.
El almuerzo transcurrió con normalidad. Clara no daba señales del enojo que había mostrado minutos antes cuando fui a llamarla, pero yo sabía que seguía ahí escondido, listo para explotar en cuanto fuera tan estúpido de provocarla.
Así pasaron otros dos domingos sin poder hablar con mi hermana sobre lo que había pasado. Ella estaba decidida a permanecer enojada conmigo y no tenía chance de poder resolver ese asunto. Lamentablemente no me quedaba otra opción más que esperar a que se le pase. Todavía recuerdo cuando estuvo casi dos meses sin hablarme por la vez que le manché su remera favorita con gaseosa. En comparación, si volvía a hablarme después de un mes, podría decir que la había sacado barata.
A pesar de todo, ese domingo no había sido tan malo. Esa tarde llegó un mensaje a mi celular que me hizo levantar el ánimo, y también hizo que mi entrepierna se entusiasmara un poco. Era de Erica y, fiel a su estilo bien directo, no había escrito demasiado.
Miércoles, mediodía. Venite bien cargado. Pedido especial.
Miércoles al mediodía. Parecía que por fin mis clientas favoritas volvían a la acción. Pero había algo más en el mensaje que llamó mi atención. ¿Que vaya bien cargado? ¿Qué clase de pedido especial hicieron estas chicas? Erica tampoco había mencionado otros turnos para los siguientes días. Generalmente siempre tenía una o dos clientas para atender durante los días de semana… ¿Eso significaba que me pensaba dejar tres días sin turnos para atenderlas únicamente a ellas? La idea me entusiasmó aún más.
El miércoles llegué al local y me dirigí a la cabina para prepararme unos minutos antes que se hiciera la hora de empezar. Ya me empezaba a doler un poco los huevos de lo que venía acumulando esos días, y me imaginaba lo que sería poder acabar para las tres clientas del día. Era una pena no poder verles nunca las caras, especialmente considerando que habían hecho un pedido especial por mí para que les diera una buena descarga.
Cuando entré a mi lugar asignado vi los elementos de siempre. Preservativos de todo tipo, toallitas húmedas descartables para limpiarme, un par de toallas, agua mineral y energizantes (esos venían muy bien para las ocasiones en que tenía que atender varios turnos en un día), y la tarjeta que indicaba el tipo de atención que iba a brindar ese día, en este caso de color amarillo.
Los servicios que se prestaban en el local se identificaban con tarjetas. La lista empezaba con una tarjeta azul, lo que representaba un pedido de lo más básico, es decir sólo habría sexo oral, usando preservativo todo el tiempo. Ese nivel lo pedían las clientas que más precauciones querían tomar, pero no era el más común.
El verde era el siguiente nivel, y representaba que me iban a practicar sexo oral sin preservativo, pero al momento de eyacular debería usarlo sí o sí. Siempre la idea era prevenir cualquier clase de contagio, tanto como para la clientela como para los empleados. Y además representaba que Erica podría pedir un poco más de dinero para usar los siguientes niveles. Ella no era ninguna boluda, si la clientela estaba dispuesta a pagar un poco más, Erica no pensaba desaprovecharlo.
El tercer nivel correspondía a una tarjeta amarilla, y era el servicio más utilizado. Esos días indicaban que no iba a necesitar usar preservativo durante el turno. Esta era la tarjeta más común. En realidad Erica casi no necesitaba tener disponibles la tarjeta verde y la azul, pero eso le permitía cobrar mucho más por usar la amarilla. Era una estrategia sencilla, pero muy efectiva a la hora de ganar más plata.
Para poder utilizar el tercer nivel, además, la clientela debía presentar cada cierta cantidad de meses análisis de sangre para prevenir que los empleados estuvieran en contacto con cualquier persona que pudiera tener alguna enfermedad de transmisión sexual. Que un empleado se contagiara de algo representaba una fuerte pérdida para el negocio y ponía en peligro la reputación del local, así que no había forma de esquivar ese requisito.
Cuando aparecía una tarjeta de color rojo las cosas empezaban a ponerse muy interesantes. Ese color significaba que habría penetración durante la sesión. No era tan común ver esa tarjeta, especialmente porque la tarifa era más cara, pero dos o tres veces por mes me tocaba atender a alguna que quería darse un gustito.
Finalmente la tarjeta dorada era la mejor por lejos: penetración sin preservativo. Esa era bastante más rara, ya que Erica era muy exigente con la clientela para poder conseguir uno de esos turnos, y había que poner una buena cantidad de guita. No había muchas que pagaran por algo así, y yo sospechaba que las veces que me había tocado un turno de esos eran por despedidas de solteras o quizás algún cumpleaños especial donde se iban sonriendo de oreja a oreja luego de haber recibido una buena acabada directo en la concha.
Siempre fantaseaba con la idea de encontrarme una tarjeta dorada un miércoles al mediodía, pero todavía no había tenido tanta suerte. El hecho de que Erica hubiera mencionado un “pedido especial” me había ilusionado, así que no pude evitar sentirme un poco decepcionado cuando encontré una tarjeta amarilla.
El sonido de la puerta abriéndose del otro lado de la división de la cabina me hizo volver a la realidad, mis clientas favoritas ya habían arribado. Les di unos segundos para que se acomodaran y luego procedí a pasar mi miembro, ya listo para la acción, para disfrute de las habitantes del otro lado del panel.
Una mano levemente lubricada me agarró con firmeza y empezó a deslizarse desde la cabeza hasta la base una y otra vez. Otra mano se sumó pronto, jugueteando con la base mientras la primera se ocupaba de la punta.
Las manos fueron cambiando durante un par de minutos, y luego empezaron a usar sus bocas. Primero una empezó a lamer la punta, despacio, como para calentar motores, y luego las otras dos se ocuparon del tronco, una a cada lado, yendo y viniendo de manera paralela. Así fueron cambiando de lugar cada pocos segundos, para luego empezar a meterse mi miembro en sus bocas con más fuerza, luchando por lograr que avanzara hasta sus gargantas.
Siempre que llegaban a ese punto, se iniciaba una pequeña competencia para ver quién de ellas aguantaba más tiempo con mi verga en sus bocas y para ver quién la metía más adentro. Esta vez parecía que la competencia sería feroz, porque ya la primera había estado cerca de treinta segundos. Tuve que empezar a luchar contra el cosquilleo que sentía, indicándome que estaba cerca de acabar.
Por suerte justo en ese momento liberaron mi verga, lo que me dio un respiro momentáneo, aunque no duró mucho, porque ya otra de ellas estaba iniciando su turno en la competencia. No fueron tantos segundos como la anterior, pero llegó a pasar la mitad de mi mástil, lo cual me hizo largar un largo resoplido de placer.
Se veía que me habían escuchado, porque oí unas pequeñas risas de celebración del otro lado. Lo estaban pasando tan bien como yo y eso me encantaba.
Finalmente la tercera amiga tuvo su oportunidad, y esta vez debía tener algún incentivo especial, porque no sabía cómo, pero al menos había metido tres cuartas partes de mi verga en su boca. Así se mantuvo un tiempo que se me hizo eterno, casi me hacía preocupar por su salud. Pero finalmente sentí cómo iba retirándose de a poco.
Tuve que luchar con todas mis fuerzas para no decir nada en voz alta, pero ellas también estaban ocupadas. No logré entender lo que decían, porque hablaban en susurros, pero supuse que estaban hablando con la que recién había ganado la competencia, porque escuché algunos jadeos intensos, como si estuviera tratando de recuperar el aire.
Yo ya estaba a punto caramelo, en cuanto ellas quisieran podrían hacerme largar lo que había mantenido reservado especialmente para ellas, pero se ve que tenían otros planes en mente y no incluían hacerme acabar todavía.
Ahí fue cuando realmente subieron el nivel con respecto a lo que venían haciendo otras veces. Escuché unos sonidos durante un par de segundos, un par de cierres y algunas cosas cayendo al suelo, luego sentí una mano que me agarraba con un poco más de fuerza de lo normal, como para asegurarse de que no me fuera a ningún lado y luego pude notar cómo mi verga entraba en contacto con algo más caliente. Me estaban apoyando la cabeza de la verga en la entrada de la concha de una de ellas.
Apenas fue un segundo, pero fue suficiente como para que no hubiera dudas de lo que había sentido. Ellas tenían prohibido realizar cualquier clase de penetración, pero las reglas no decían nada de que no pudiera pasarles la punta por fuera, así que estaban aprovechando ese pequeño vacío legal para elevar el placer, tanto mío como de ellas.
Era un juego muy peligroso ese, porque no estaba seguro de que Erica aprobara que hicieran algo así, pero mientras todos mantuviésemos silencio, era algo que podíamos disfrutar sin problemas.
Otra vez volví a sentir cómo me apoyaban la punta sobre la entrada de otra de ellas. Presionó un poco más, dejándome sentir el calor de su cuerpo, y una humedad que me decía a gritos que ella estaba muy mojada y lista para ser penetrada.
Pero no podía obedecer a ese llamado, porque se mantenía a la distancia justa para evitarlo y me estaban volviendo loco con esos amagues y todavía mantenían una mano sobre el tronco para evitar que yo quisiera pasarme de vivo. Las reglas las estaban poniendo ellas en ese momento y yo tenía que obedecer si quería seguir gozando.
Entonces empecé a sentir cómo sacudían mi verga y golpeaba contra sus cuerpos, a veces en sus colas, otras veces notaba el contacto con sus húmedas cuevitas.
Y justo cuando pensaba que no podían calentarme más, empecé a sentir lamidas entre cada apoyada. ¡Me la estaban chupando directamente después de que me refregaran sus conchas por la punta! ¡Estaban saboreando sus fluidos directo desde la punta de mi pija!
Me quería matar. Jamás me habían hecho calentar así, era demasiado. Si hubiese dependido de mí, les pagaría tarjetas doradas de por vida con tal de tener la oportunidad de meterles mi verga hasta sentir sus colas chocando con mis muslos.
Finalmente llegó el final de esa deliciosa tortura. Una de ellas empezó a masturbarme y a elevar cada vez más el ritmo, hasta que tuve que morderme la lengua para no gemir en voz alta. Ellas captaron el mensaje y justo cuando estaba por acabar sentí cómo la boca de una de mis clientas favoritas tragaba la cabeza de mi pija para recibir todo lo que había acumulado desde el fin de semana.
Parecía que no iba a terminar más, mi verga dio una, dos, tres, cuatro sacudidas y cada una iba acompañada de una buena cantidad de semen que se dirigía directo a la boca de esa mujer desconocida que no se despegaba. Finalmente pude sentir cómo había largado todo, y dejé escapar un inevitable gemido de placer. Esa había sido una experiencia que nunca iba a olvidar.
La frutilla del postre fue cuando pude escuchar unos ligeros sonidos seguidos de indistinguibles ruidos de alguien que tragaba un líquido. No estaba seguro del todo, pero me daba la impresión de que habían compartido la lechita entre las tres.
Mi cerebro estaba dividido entre lo estimulado que había quedado por lo que acababa de pasar y la bronca por no ser capaz de verles las caras.
Terminaron su turno como de costumbre, dejándome unos suaves besos en la cabeza de mi pija, agradeciendo los servicios prestados, y yo respondí a cada beso con una suave sacudida. No recordaba cuándo había nacido esa costumbre, pero siempre me hacía sonreír. Era un pequeño gesto que había entre ellas y yo, lo más cercano a darnos un beso de despedida que teníamos.
Estaba por sacar mi miembro cuando sentí que una mano me sujetaba una vez más, luego algo extraño había envolviendo mi verga y que quedó sujeto con lo que supuse que era una bandita elástica. No entendía lo que había pasado, pero mi curiosidad iba a ser saciada un instante después.
Cuando por fin escuché el sonido de la puerta cerrándose del otro lado, retiré mi miembro del agujero y pude ver lo que me habían dejado: había acertado lo de la bandita elástica, que habían usado para mantener un pequeño pedacito de papel. Lo retiré y extendí el papel para ver su contenido. Me habían dejado un mensaje.
¿Te gustó lo de hoy?
A modo de firma habían dejado tres corazoncitos. Y lo más importante de todo, había un número de celular debajo de todo. Querían comunicarse conmigo.
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Hasta acá el capítulo 3. Sé que estarán ansiosos por leer el próximo capítulo, pero les vuelvo a pedir paciencia. En cuanto pueda, subiré la próxima parte.
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Nos leemos en unos días.
27 comentarios - Cómo descubrí que mi hermana adora mi pija (Parte III)