Buenas a todo el mundo! Muchas gracias por los puntos y los comentarios. La historia sigue su curso y espero que les guste el camino que está tomando.
Para quienes no leyeron la primera parte, acá les dejo el link: http://www.poringa.net/posts/relatos/3664815/Como-descubri-que-mi-hermana-adora-mi-pija-parte-I.html
Ahora sí, les dejo la segunda parte para que disfruten.
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Capítulo 2
-Che, el cumpleaños de Charly es el otro viernes a la noche. Vas a venir, ¿no? – Me preguntó Clara desde el otro lado de la mesa. Recién habíamos terminado de almorzar en la casa de mis viejos, como era costumbre de casi todos los domingos.
Charly era un amigo en común que teníamos, él se había criado con nosotros en el mismo barrio antes de mudarse a otra zona hacía cosa de unos cinco años. Pero el año anterior se había mudado no muy lejos de donde vivían mis viejos y mi hermana, y pudimos retomar el contacto. Ahora estaba en pareja y se lo veía bien, nada que ver con el pibe que solía acostarse con la primera que le decía que sí en un boliche.
-No sé, supongo que sí. – Le respondí, pensando que tendría que avisarle a Erica que esa noche no podría contar conmigo. Era una situación complicada, ya que los fines de semana casi siempre había alguna clienta esperando encontrarme disponible. O encontrar disponible a mi pija, más bien. – Pero en realidad no conozco a casi nadie. – Añadí, para justificarme un poco en caso de que Erica no me diera el OK.
-Dale, Charly te espera. – Insistió mi hermana. – Mirá que vamos con las chicas.
-Ah, mirá vos. – Comenté como de pasada, como para hacerme el desinteresado. A Jessica y a Betty las conocía de toda la vida. Ambas tenían la misma edad que mi hermana y eran inseparables desde jardín de infantes. Eran hijas únicas de sus respectivas familias, así que yo era lo más cercano a un hermano menor que tenían. Si ellas iban, era casi una garantía de que iba a pasarla bien. – Bueno, después te confirmo.
-Ay, él… Haciéndose rogar… - Comenzó a picanearme un poco. – Seguro que al final decís que sí. – Cerró con una sonrisa.
-Qué pesada te ponés, hermanita.
-¿Hermanita? Soy mayor que vos, nene. Te saco casi dos años. – Respondió indignada.
- Yo te saco dos cabezas – Le retruqué con una sonrisa. Ella siempre había renegado ante el hecho que yo fuese tan alto mientras ella apenas había crecido unos centímetros durante su adolescencia.
- Grandote al pedo. – Respondió en voz baja, pero no tanto como para que nadie la escuchara.
-Bueno, no empecemos una discusión ahora. – Mi viejo me cortó cuando estaba a punto de responderle a Clara. - ¿Cómo vas con los estudios vos? – Era un claro intento de cambiar de tema por parte de mi viejo, y Clara ya había aprovechado para levantarse, lo cual significaba que ella se quedó con la última palabra.
- Bien, dentro de todo. – La verdad era que seguía en la universidad a duras penas. El trabajo tenía horarios muy variados, y eso no me ayudaba para cursar. De todos modos tampoco perdía el sueño por eso, con lo que ganaba en mi laburo no había forma de que un título universitario me abriera las puertas a un mejor salario, pero prefería mantener las apariencias para que mis viejos no me molestaran con ese tema.
-¿Todavía te falta mucho? – La maldita pregunta de toda la vida. No había domingo que mi viejo no me preguntara eso.
- Me falta lo que me falta, viejo. No sé cuánto tiempo puede tardar. – Mi respuesta era automática, casi como si hubiera una grabación que saltaba sola apenas escuchaba esa pregunta. – Bueno, me voy a mi pieza un ratito – Dije, levantándome para no tener que soportar otro de los sermones de mi viejo sobre la importancia de terminar una carrera, de cómo mi hermana finalmente se había recibido a fines del año anterior, de que tenía un buen trabajo en el centro, y las mismas cosas de siempre.
Mi hermana la había pegado en un estudio grande de la ciudad y ganaba bien, pero estaba seguro que yo ganaba mejor. Una lástima que no pudiera decírselo en la cara, porque nadie sabía a qué me dedicaba realmente. De acuerdo con la historia que yo les había inventado, trabajaba de asistente en un estudio contable chico, y tenía que ir de un lado a otro de la ciudad. Eso me daba una buena excusa para mis horarios tan variados en el gloryhole.
De todos modos, ellos tampoco sabían exactamente cuánto ganaba, porque no había forma de que un empleo así pagara tan bien, y no tenía ganas de ver las caras espantadas de mis viejos si llegaban a enterarse de dónde sacaba la plata en realidad.
Subía la escalera hacia mi habitación en el primer piso mientras pensaba en todo eso, y en cómo podría tratar con Erica sobre la posibilidad de tomarme el viernes a la noche, cuando pasé por el pasillo y vi la puerta abierta de la pieza de mi hermana, que en ese momento se estaba cambiando de espaldas a mí.
Una cascada pelirroja le caía hasta la mitad de la espalda, por lo que no se veía mucho de su remera blanca. Pero no fue eso lo que me llamó la atención, sino el espectáculo que tenía lugar unos centímetros más abajo: Clara se bajaba hasta los tobillos el jean que había usado durante el almuerzo.
Yo siempre había sabido que mi hermana tenía un buen cuerpo, pero verle el culo apenas cubierto por una tanga blanca mientras ahora se ponía un shortcito negro de algodón era un tema completamente distinto. Apenas fueron unos segundos, pero pude notar cierta reacción en mi entrepierna. ¿Siempre había tenido tan buen culo? Se notaba que lo tenía bien trabajado, realmente esa cola parecía esculpido de tan bien que lo tenía. La tanga se le metía bien adentro entre los cachetes, y ahora estaba empezando a sacarse la remera.
-¿Qué mirás? – La pregunta me sacó de mi estado de trance. Mi hermana se dio cuenta de que yo estaba en el pasillo. Estaba completamente colorada, pero al mismo tiempo el enojo no tardó en reflejarse en su rostro. Se acercó a toda prisa a la puerta y la cerró al grito de ¡TARADO!
- ¿Y no sería mejor si dejás la puerta cerrada? – Le dije en voz alta a través de la puerta mientras me alejaba.
-¡Estúpido! – Pude escuchar su respuesta a pesar de que ya estaba abriendo la puerta de mi habitación.
Finalmente entré en mi pieza y me tiré en la cama para tratar de calmar mi cabeza. Miré alrededor, encontrando algunos recuerdos de los años que pasé ahí. Hace tiempo que me había mudado, pero era siempre había sido y sería mi habitación. Sin embargo mi poronga parecía decidida a no olvidar el culo de Clara y cómo se le clavaba la tanga. ¿Qué carajo me estaba pasando? ¡Era mi hermana!
Algo no estaba bien conmigo, no podía ser que me hubiera calentado con mi hermana. Era mi hermanita, por más que ella fuese la mayor, no podía verla de otra forma. Sí, era hermosa, no había forma de negar eso, pero de ahí a realmente pensar en ella como mujer era un paso que jamás me había planteado.
-Pero la puta madre… - Dije en voz baja, mientras sentía como mi erección seguía su camino hasta dejarme bien al palo.
Decidí mandarle un mensaje a Erica para sacarme la imagen del culo de mi hermana de mi cabeza. Siempre era complicado negociar con mi jefa, pero después de tanto tiempo había ganado algo de confianza con ella. A diferencia de algunos de mis compañeros del lugar, yo jamás había generado ninguna queja. Las clientas se iban siempre satisfechas y cumplía con mis análisis y con los consejos que me daba la doctora del grupo. En ese sentido mi dedicación al trabajo era ejemplar y me daba algo de margen para ciertas excepciones.
-Hola jefa. Quería pedir un favor.
-Qué necesitas? – Respondió unos segundos después. Ella siempre tenía su celular a mano, como toda empresaria que pretendía controlar su negocio al 100%.
-Habría algún problema si me pido el viernes a la noche? Puedo estar el resto del finde disponible si me necesitás para cubrir algún turno.
-Pasa algo?
-Nada que te tenga que preocupar, pero necesito pedirme el viernes a la noche.
-Ok. Pero más te vale que no la cagues. Si te toca el finde, más te vale que estés listo. Ya sabés lo que pasa si una clienta no se va satisfecha.
-Dale, muchas gracias.
Una persona que no se iba satisfecha significaba un recorte en el salario. Así era Erica, podías ganar muy bien si seguías sus reglas, pero romperlas te jodía bastante el bolsillo. De todos modos ganaba bien y tenía lo suficiente ahorrado como para poder arriesgarme a no dejar satisfecha a la clientela. Al menos sabía que no me arriesgaba a una patada en el culo. Ella ya había ganado suficiente plata conmigo como para rajarme por un desliz.
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La semana pasó rápido y el cumple de Charly llegó casi sin darme cuenta. El laburo me dejó un buen recuerdo, especialmente el miércoles al mediodía, donde mis tres fans se lucieron haciéndome ver las estrellas una vez más. No sé cómo lo hacían, pero cada vez que venían era como si hicieran algo nuevo y que lograba hacerme gemir más que con cualquier otra de las que venían regularmente al negocio.
Llegué con el auto y toqué bocina en la vereda de casa. Esperé unos segundos y vi que una de las amigas de mi hermana me hacía señas para que entre. Ya sabiendo cómo venía la mano, apagué el motor, cerré todo y entré a la casa.
-¡Hola Pedrito! – Sentí unos brazos que rodeaban mi cintura y una cabeza que se apoyaba en mi pecho apenas entré en el living. -¡Tanto tiempo sin vernos!
-Hola Jessi. – Dije amistosamente, mientras le respondía el abrazo y la levantaba unos centímetros.
Jessica no había tardado nada en abrazarme como lo hacía desde que yo recuerdo. Algo más alta que mi hermana, con una cortina de pelo negro lacio que le llegaba prácticamente a la cintura, ojos grandes y negros y una piel clara, lo que más llamaba su atención era su cara de chica buenita. Aunque yo sabía algunas historias de las que se había mandado, y ella era de todo menos un angelito.
-¡Pedrito! – Ahora le tocaba el turno a Betty de que la rodeara con mis brazos y la levantara también unos centímetros.
Betty (se llamaba Beatriz en realidad, pero todo el mundo le decía Betty) también era un poco más alta que mi hermana, con su piel igual de clara que la de mi hermana y Jessica, y sus ojos color miel que la caracterizaban. Ella y Jessica se parecían bastante, al punto que siempre jodíamos diciendo que ellas dos eran más hermanas que Clara y yo.
Betty siempre fue de hacerse cosas en el pelo, pero desde que había conseguido un trabajo más estable en un estudio de abogacía que quedaba cerca de la empresa donde trabajaba mi hermana, había abandonado esa costumbre. Esta vez había dejado que pelo negro alcanzara en ondas sus hombros, lo cual era una vista muy extraña para cualquiera que la conociera.
De todos modos había algo en ella que hacía que cualquier cosa que se hiciera en la cabeza le quedara bien, incluyendo la vez que decidió dejarse el pelo tan corto que casi había quedado pelada.
Como siempre que la abrazaba, pude sentir los pechos de Betty apretarse contra mí. Sus escotes eran legendarios y llamaban la atención adonde fuese que ella los llevara. Esa noche no era la excepción y llevaba una remera escotada blanca con detalles en dorado con un escote que terminaba un poco por arriba de su ombligo. El clima era un poco fresco, pero tanto ella como Jessi llevaban unos shortcitos negros bien ajustados que dejaban al descubierto sus torneadas piernas, fruto de sus sesiones de entrenamiento con mi hermanita.
-Bueno, ya dejó de ser Pedrito hace rato. – Comentó Jessica escaneándome con la mirada. Yo iba bastante normal, con un jean que tenía algo de uso y una camisa suelta. Teníamos un recorrido corto con el auto, pero a mí me gustaba ir cómodo siempre que manejaba. – ¡Ahora ya es Pedrote! – Añadió con una risita.
- ¿Cómo andan, chicas? – Les pregunté, sentándome en un sillón frente al sofá que ocupaban ellas.
- Esperando a Clara. – Respondió Betty. – Hace una hora que se está preparando.- Agregó, revoleando los ojos.
-¿Y cuándo es que no tarda mi hermanita en prepararse para salir? – Pregunté en una voz lo suficientemente alta como para que me escuchara mi hermana desde su habitación.
- Clarita SIEMPRE tarda. – Agregó Jessica, sumándose a la provocación.
- ¡Ya bajo! ¡Déjense de joder que ya bajo! – Fue la respuesta de mi hermana que se escuchó algo ahogada por la puerta de su habitación, lo que provocó las risas de nosotros tres mientras estábamos sentados en el living.
Apenas había alcanzado a servirme un vaso de gaseosa cuando a continuación se escuchó desde el piso de arriba el sonido puerta abriéndose y volviéndose a cerrar y un ruido de pasos por la escalera. Mi hermana por fin había hecho su entrada triunfal.
Había pasado algo de tiempo desde la última vez que había salido con ella, así que no estaba acostumbrado a verla tan producida. Decir que rajaba la tierra era quedarse corto, tranquilamente podría partir la Cordillera de los Andes al medio por cómo se veía. Llevaba el pelo suelto con sus características largas ondas, maquillada con sombra de color azul y los labios pintados de un rojo furioso. Se había puesto una camisa de seda azul eléctrico bien pegada al cuerpo, con algunos botones sueltos que dejaban a la vista un buen escote, y una calza engomada negra que le quedaba tan ceñida que parecía body painting. Remataba su look con unos zapatos de taco también azules, que le sumaban al menos unos 10 centímetros a su estatura.
-¡Por fin bajaste, yegua! – Le dijo Jessica apenas Clara entró en el living. - ¿Por qué siempre tardás tanto en prepararte?
-¡Bueno, es que no lograba decidirme! – Se excusó mi hermana. - ¿Cómo me veo? – Nos preguntó, dando una vuelta delante nuestro.
En el instante en que quedó de espaldas a mí otra vez pude sentir el cosquilleo en la entrepierna. Ese culo tendría que ser ilegal. En mi cerebro aparecieron deseos de convertirme en esa calza para no dejar nunca de estar en contacto con ese tesoro. A pesar de lo pegada que le quedaba, no pude evitar notar que no tenía ninguna marca de ropa interior, lo cual significaba que tenía puesto algo que ya se había perdido en el medio de su cola o, peor aún para mi imaginación, no tenía nada puesto debajo de la calza.
-Una perra, como siempre. – Respondió Betty largando una risotada. - ¿Ya estamos?
-Sí, dale, vamos que ya es tarde. Charly dijo que estemos para las 22. –Clara miró la hora en su celular. -¿Ya son las diez y media? ¡La puta madre! – Acto seguido, agarró su cartera y se dirigió a la puerta, seguida de sus amigas, mientras yo cerraba la comitiva tratando de no mirarle el culo a mi hermana, algo que parecía tan difícil como apagar el sol soplando desde la calle.
Finalmente nos subimos al auto y nos dirigimos a la casa de Charly. Clara iba sentada en el asiento del acompañante mientras Jessi y Betty habían acomodado en la parte de atrás. El trayecto fue rápido y en diez minutos ya estaba estacionando frente a la casa del cumpleañero.
-¡Al fin llegaron! – Charly nos recibió con su voz atronadora. Era un oso, no había otra forma de describirlo. Se acercaba al metro noventa y pasaba de cien kilos con facilidad, todo peludo y con una barba que le llegaba casi al pecho. Era Juan Pablo Sorín con cuarenta kilos y veinte centímetros más. – Ya estaba pensando que se habían perdido en el camino. – Nos invitó a entrar con una sonrisa de oreja a oreja.
De inmediato nos hizo pasar al fondo de su casa, que tenía un patio bastante grande y un quincho donde se veía que estaba la mayoría de la gente charlando, bebiendo, y alguno que otro bailando al ritmo que de unas cumbias de los 80 y 90.
-¡Diana! –La voz de Charly se hizo escuchar por encima de la música. -¡Vení a saludar a los chicos!
Yo todavía no había conocido a Diana, y por un momento me quedé sorprendido. Alta, melena rubia, ojos claros, cuerpo escultural, era como encontrarse con Erica pero hace veinte años. Llevaba puesto un vestido rojo ajustado que le llegaba hasta la mitad de los muslos, y con un escote infernal. Daban ganas de ponerse un gorro y zambullirse entre esos melones.
-Hola chicos. Encantada de conocerlos a todos. – Diana nos saludó con una sonrisa igual de grande que la de su novio. Inmediatamente me di cuenta que ella sólo se parecía a mi jefa en lo físico, porque desprendía una simpatía que nunca había visto en esa empresaria que por momentos se mostraba demasiado fría y calculadora. –¡Así que vos sos el famoso Pedrito del que tanto me habló Charly!
-Un gusto. -Dije, mientras recibía su abrazo y sentía sus pechos por debajo de la tela del vestido. -Espero que se haya guardado las partes ilegales, no sea cosa que después te acusen de ser cómplice. –Le dije a modo de broma.
-Quedate tranqui, nadie sabe lo del cadáver en el río –Agregó Charly siguiendo el chiste.
Todos nos reímos y Charly nos dejó para ir con Diana de vuelta a la puerta principal a recibir a otras personas que acababan de llegar a la fiesta.
La noche había transcurrido tranquila para mí, tomando solamente gaseosa y agua ya que después tenía que manejar a la vuelta. Mi hermana y sus amigas, sin embargo, se habían encargado de tomar por mí y ya se las veía un poco más alegres que de costumbre.
Me había retirado hasta la mesa donde Charly había dejado las bebidas y me puse a tomar algo fresco. Habíamos estado bailando un buen rato con mi hermana y sus amigas, pero tratando de evitar el contacto con Clara. No me sentía lo suficientemente fuerte como para controlarme si estaba demasiado cerca de ella, y no tenía ninguna excusa preparada si mi entrepierna me traicionaba una vez más. Decirle que ella y su cola perfecta eran las responsables de mi erección no era la mejor frase que podía decirle a mi hermanita esa noche, ni cualquier otra noche.
Dentro de todo había sobrevivido en ese momento, hasta que empezaron a sonar los reggeatones. ¡Qué manera de mover el culo que tenían esas tres! Después de unos minutos abandonaron la pista y las vi que se habían juntado las tres en un costado y se hablaban al oído entre ellas mientras reían. Cada tanto miraban para mi lado y se volvían a reír, lo cual me hizo sospechar que estaban hablando de mí. Mis sospechas se confirmaron cuando las vi cruzar la improvisada pista de baile para llegar a mi lado.
-Puffff… ¡Qué calorcito! – Dijo Betty mientras se apoyaba sobre la mesa al lado mío luego de haberse servido un vaso de fernet con coca. Incluso con la poca luz que había en esa zona, podía notar que estaba un poco colorada, aunque si era por bailar o por el alcohol, no podía saberlo.
- No hace tanto calor – Le comenté por encima de la música. –Pasa que ustedes no pararon de mover el culo desde que llegamos. – Siempre habíamos tenido esa confianza con Jessica y Betty, no teníamos que andar cuidándonos con las palabras que usábamos.
-Bueno, a ver si VOS –presionó mi pecho con uno de sus dedos como para reforzar el mensaje- movés el culo un poco que hace media hora que estás acá en un costado mirando la nada. – Jessica había vaciado su vaso y ahora me agarraba la mano para arrastrarme a la pista para ponerme de nuevo a bailar con ellas.
Era una batalla perdida. Las pocas veces que había salido con mi hermana y sus amigas siempre pasaba lo mismo. Me terminaban arrastrando de un lado a otro y yo me dejaba llevar. Resistirme sólo servía para que ellas insistieran aún más.
La música sonaba y ellas se movían alrededor mío, pero algo raro sentía que pasaba en ese momento. Era sutil, pero me daba la impresión de que estaban más pegadas que otras veces. Un roce de una mano, una cadera que chocaba suavemente con la mía, de repente una de ellas (no podía saber bien, pero casi seguro que era Jessica) se puso delante de mí, dio media vuelta y empezó a apoyar su cola contra mi entrepierna todavía bailando al ritmo de la música.
Sólo duró unos segundos, y siguieron bailando como si no hubiese pasado nada. Me pareció escuchar una risa detrás de mí, pero con la música tan alta no podía estar seguro. De a poco empezaba a entender el sentido de esas miradas que me lanzaban hace un rato desde el otro lado. Bueno, si querían jugar con esas reglas, íbamos a jugar con esas reglas.
Ahora me tocaba a mí empezar a jugar un poco con los roces. Una mano sobre la cadera de Jessica, o sobre la cintura de Betty, de repente atraía a Clara hacia mí y mis manos se paseaban suavemente unos segundos por su nuca (no me tenía confianza como para poner mis manos más abajo en ese momento, porque seguro que iban a terminar sobre el culo de mi hermana) para volver a soltarla y bailar como si todo fuese lo más normal.
Llegado el momento, ya habían mandado a la mierda las sutilezas. Al menos Jessica parecía decidida a hacerme calentar en serio. Si en lugar de un pantalón, hubiera tenido puesto un paño en el culo, ella me habría sacado lustre a mi entrepierna sin ningún problema de tan pegada que estaba a mí.
Y lo obvio sucedió. La hija de puta me había dejado completamente al palo y parecía que Jessica se había dado cuenta, porque una vez más apoyó su culo sobre mí y lo que sintió hizo que se olvidara de seguir moviéndolo como hasta entonces.
-¿Encontraste algo interesante? - Le dije al oído, lo suficientemente alto para que me escuche por sobre la música, pero no para que me escucharan las demás.
La rodeé con mis brazos y empujé mi entrepierna hacia adelante como para que no quedaran dudas de qué era lo que estaba sintiendo. Segundos después la solté y me excusé con que tenía que ir al baño. Cuando estaba llegando a la puerta de la casa, me di vuelta y la vi junto a mi hermana y a Betty. Estaban apartadas de la pista, y parecía que Jessica les estaba contando lo que su cola había sentido. Parecía que esa ronda la había ganado yo.
-¿Ibas para algún lado? – Escuché una voz a mis espaldas. Diana también venía del fondo y estaba entrando en la casa.
- Buscaba el baño.-Dije, encogiéndome de hombros.- Por cierto, ¿dónde está Charly? – pregunté. Hacía un rato que mi amigo se había retirado del quincho y no lo había vuelto a ver desde entonces.
-En la habitación, cogiéndose a mi amiga Natalia. –Contestó la rubia con total naturalidad, como si me hubiese dicho que había ido a comprar el pan un domingo al mediodía.
-Dale, en serio te pregunto. – Mi cerebro se negaba a aceptar lo que había dicho Diana como si fuese cierto.
-¿No me creés? –Levantó una ceja cuidadosamente delineada. - Vení un minuto, vas a ver que no miento.
Diana me tomó de la mano y me guió hasta una escalera que llevaba al primer piso. No le había dado mucha bola a la decoración, pero ahora que le prestaba atención, me daba cuenta que no la pasaban nada mal económicamente.
-No te lo dije antes, pero la verdad que está muy buena la casa. – Comenté a la pasada mientras subíamos la escalera.
-Sí, en realidad es de mi viejo, pero nos la dejó a nosotros. Bajá la voz ahora – Agregó, acercándose a una puerta al final de un pasillo. Se escuchaban unos gemidos del otro lado de la puerta.
-¿Así te gusta? –La voz de Charly era inconfundible, a pesar de que se lo escuchaba jadeante.
– Decime ahora si miento. –Susurró, desafiándome a llamarla mentirosa. Los gemidos de su amiga se habían intensificado. Parecía que le había intentado responder a Charly, pero su voz sonaba ahogada. -Seguro que se la acaba de mandar hasta la garganta. –Comentó en voz baja Diana, mientras nuevamente me tomaba la mano para guiarme de regreso.
- ¿Qué carajo hace Charly cogiendo con tu amiga hoy? – Le pregunté mientras transitábamos las escaleras hacia la planta baja.
No entendía nada de lo que estaba pasando. No estaba seguro que Charly había sentado cabeza por fin, pero de ahí que Diana se tomara con tanta tranquilidad el hecho de que su novio le estuviera metiendo los cuernos mientras ella charlaba conmigo no me cerraba en lo más mínimo.
-Es su regalo de cumpleaños. – Respondió, como si con eso estuviera zanjado el asunto y no hiciera falta decir nada más.
-¿Ah, sí? ¿Me podés hacer un regalo a mí para mi próximo cumpleaños entonces? –Era tan ridícula la situación para mí que no podía más que tomármelo en broma todo lo que acababa de decirme.
-Pensé que eras un poco más abierto de mente. –Me dijo, como si estuviera un poco decepcionada con mi actitud.
-No quise ofenderte, pero es que me sorprendí. – Era honesto con lo que le decía, realmente no me terminaba de entrar en la cabeza todo eso.
-Pará un poquito… ¿Charly nunca te lo contó? –Diana abrió los ojos bien grandes cuando me vio negar con la cabeza.
-Ah… ¡Con razón! –Se golpeó la frente levemente con la palma de su mano.- Ahora entendí. – Dijo, como si ella hubiera atado cabos por su cuenta. – ¡Charly es un pelotudo! Pensé que ya te lo había dicho. –Dijo entre risas. -Vení, sentate acá. Ahora te explico. – En lugar de llevarme de nuevo al quincho o indicarme dónde estaba el baño, Diana me llevó al living.
-¿Que ya me había dicho qué cosa? No estoy entendiendo una mierda. ¿Me podés explicar qué está pasando?- Estaba expectante por saber qué clase de explicación podía darme.
-Nada del otro mundo. Es que tenemos una relación abierta. –Se había sentado en un sillón frente a mí, cruzando sus largas piernas con parsimonia, brindándome un lindo espectáculo.
¡Ahora sí me había caído la ficha! Con razón Diana estaba tan tranquila… Pero algo no me cerraba de todos modos.
-¿Pero entonces qué tiene de especial que esté con tu amiga? –Si tenían ese tipo de relación, entonces que Charly estuviera con Natalia no debería considerarse algo como un regalo.
-Es que es una excepción a nuestras reglas. –Ahora la rubia usaba un tono didáctico, me sentía como si estuviera delante de una profesora del secundario. – Salvo alguna que otra excepción, no solemos involucrar a las amistades en nuestra relación. Si no tienen todos un nivel de confianza bastante fuerte, puede terminar rompiendo alguna pareja, y no es algo de lo que nos queramos sentir responsables. Entonces hoy es su cumpleaños, ya habíamos hablado con Nati, y ella estaba de acuerdo con la idea. Ella y yo siempre fuimos muy unidas y la verdad que le calienta Charly, así que era la persona ideal para esto.
-¿Y vos qué pensás hacer mientras tanto? –Ya me estaba por levantar para preguntarle a mi hermana si sabía lo de Charly y Diana cuando su respuesta me volvió a sorprender.
-Bueno, pensaba preguntarte si querías pegarme una buena garchada con ese tremendo bulto del que tanto me comentó Charly. – Sus ojos se habían clavado en mi entrepierna y su expresión había cambiado por completo. Ahora parecía una loba hambrienta que acababa de encontrar una presa completamente entregada para ser devorada.
-¿Q-Qué? –Una vez más las palabras llegaban a mis oídos, pero mi cerebro se negaba a entender lo que pasaba.
-Es mi parte del regalo de cumpleaños. – Diana descruzó sus piernas y se sentó a mi lado. –Siempre hacemos lo mismo en cada cumpleaños, tanto suyo como mío. –Me miraba a los ojos mientras su mano ahora se posaba sobre mi muslo, peligrosamente cerca del bulto que había llamado su atención hace unos minutos. –Dale, no te hagas el boludo, que te vi mirando mis tetas apenas entraste a la casa – Susurró, con su boca pegada a mi oreja.
-No sé qué decirte…-Me había tomado por sorpresa esa propuesta, y todavía estaba tratando de llegar a una decisión.- Uffff... –Solté todo el aire que tenía en mis pulmones. Su mano se había posado ahora sobre mi pija y la empezó a acariciar suavemente. Que fuese tan parecida a mi jefa no hacía más que alimentar mi calentura. Después de nuestra “entrevista”, nunca más le había vuelto a tocar ni un pelo a Erica, y la veterana era un camión, aunque para los empleados era literalmente un objeto prohibido si queríamos conservar nuestros laburos.
-Decí que sí y listo. –Ahora Diana empezaba a soltarme el cinturón de mi pantalón mientras su otra mano acariciaba mi nuca.
-N-Necesito ir al baño primero. –Todavía no estaba listo para decirle que sí, y por más caliente que me hubiera puesto, no pensaba arriesgarme a que mi hermana o sus amigas me encontraran en el living de la casa de Charly cogiendo con la pareja del anfitrión.
- Andá al del primer piso, es el que está a la derecha, segunda puerta – Me indicó ella, abandonando su intento de sacarme el pantalón por el momento.
Aproveché la oportunidad y subí las escaleras con prisa. Cuando por fin llegué al baño, me puse frente al espejo y me lavé la cara con agua bien fría. Primero mi hermana y sus amigas me quisieron boludear mientras bailábamos, después Jessica se me apoyó toda y me puso al palo, y ahora la novia de un viejo amigo me decía que tenía todas las ganas de coger conmigo. Era demasiado para una sola noche, necesitaba relajarme.
Ya que estaba ahí, aproveché aflojar el pantalón un poco y dejar que mi verga tomara aire. Tanto tiempo al palo me estaba molestando bastante. La idea de hacerme una paja en ese preciso instante se me vino a la cabeza. Al menos eso iba a ayudar a bajar la calentura y pensar con algo más claridad.
Estaba a punto de empezar, cuando la puerta del baño se abrió y entró Diana con los ojos brillantes de excitación al ver mi verga erecta en todo su esplendor y prácticamente lista para la acción.
-¿Interrumpo algo? –Entró y cerró la puerta detrás suyo -Parece que tu amigote ya tomó una decisión por vos – La rubia se acercó y tomó mi miembro con su mano mientras posaba sus labios suavemente sobre los míos. -¿Vos qué decís?
Jugado por jugado, a la mierda con todo. ¡Feliz cumpleaños, Charly! Nos empezamos a besar con desesperación ahí adentro del baño, nuestras manos iban y venían recorriendo nuestros cuerpos, aunque las mías no podían evitar ir cada tanto a sus tremendos pechos, y las de ella no paraban de estimularme abajo.
Finalmente la rubia se bajó el cierre del vestido para dejar esos melones al descubierto, los cuales empecé a besar de inmediato, para luego concentrarme en sus pezones, los cuales ya estaban bien duros. Un brazo me rodeó la cabeza, dando a entender claramente que no quería que abandonara mi tarea, la cual yo cumplía con mucho deleite, especialmente alentado por los gemidos de Diana, que lo estaba disfrutando bastante. Cuando finalmente su brazo me soltó, me senté en el inodoro y me abrí de piernas, como diciéndole que ahora era el turno de ella de usar su boca para darme placer.
Diana miraba mi verga del mismo modo que yo había visto sus tetas, como un manjar que se le ofrecía para que disfrute todo lo posible. Ni lerda ni perezosa, se puso de rodillas y empezó a chupármela con maestría.
No quería dármela de experto en la materia ni mucho menos, pero después de un par de años recibiendo petes de todo tipo, yo podía asegurar que ella era muy buena en eso. Puse mi mano en su nuca y se ve que ella lo tomó bien, porque se dejó guiar un poco por mí, pidiéndole que aumente la intensidad del movimiento.
Finalmente me puse de pie, tomé con las dos manos la cabeza de Diana y empecé a hacer presión suavemente, atento a cualquier señal que me diera ella de que no siguiera con ello. En lugar de quejarse, relajó la garganta y permitió que un par de centímetros más ingresaran por su boca. Ahí fue cuando empecé a moverme un poco, con movimientos cortitos pero rápidos, como si me la estuviera cogiendo. Unos segundos después, Diana me dio un par de golpecitos en la pierna. Entendiendo de inmediato el gesto, retiré mi miembro de su boca y le permití tomar aire.
-¡Dios, lo que es esa pija! – Dijo, luego de tomar un par de bocanadas de aire. –No aguanto más, metela ya mismo. – Acto seguido, se puso de pie y me empujó para que me sentara en el inodoro. Una vez ahí, ella se levantó el vestido y se puso de espaldas a mí, usando una mano para correrse la diminuta tanga negra que llevaba puesta en ese momento y dejando al descubierto su concha completamente depilada.
Le pasé la mano por su entrepierna y estaba completamente mojada. Aproveché el momento para acercar mi cara y saborear esos jugos brillantes que me pedían a gritos ser lamidos.
-¡Dale, por favorrrrr! ¡La quiero adentro!
Diana ya empezaba a rogar, pero yo no le hice caso. La dejé unos instantes más ahí parada con las piernas ligeramente separadas mientras yo le devolvía la gentileza y me dedicaba a provocarle placer con mi lengua tanto en la conchita como en la entrada del culo.
Ya le empezaban a temblar un poco las piernas y sus muslos brillaban de tanto flujo que largaba, cuando finalmente di por terminada mi labor y me incliné otra vez hacia atrás, tomando su cintura y guiándola hacia el manjar que su concha deseaba devorar con tantas ganas.
-Esta cosa me va a partir al medio –Suspiró mientras empezaba a ingresar mi glande lentamente.
Una vez que mi cabeza se abrió camino, empecé a empujar mientras ella hacía fuerza para bajar. Sólo Erica había sido capaz de soportar mi miembro con facilidad, pero ella era claramente una experta en la materia, seguramente de tantas “entrevistas” que había realizado antes de estar conmigo.
Cuando finalmente terminó de entrar por completo, mi mano derecha se acercó a su entrepierna y comencé a frotar con suavidad, arrancándole varios gemidos mientras ella empezaba a cabalgarme con lentitud.
Dejaba que ella llevara las riendas, y ella disfrutaba del lento movimiento y de toda la longitud de mi miembro. Luego pegó su espalda a mi pecho, ofreciéndome sus tetas para disfrute de mis manos, las cuales empezaron a masajearlas con ganas. De vez en cuando le apretaba un poco los pezones, lo que le hacía soltar un suave gemido, mientras un espasmo recorría su cuerpo por completo hasta que yo sentía como su interior tan caliente me apretaba un poco más.
Después de un rato estar así, ella se levantó y se apoyó sobre el lavatorio, levantando bien su culo. El mensaje no podía ser más claro, sólo faltaba una pancarta colgando del techo del baño que dijese “dame con todo”.
Si la rubia lo pedía… Me levanté y me acerqué por detrás, tomé su cintura con una de mis manos y con la otra sujeté mi verga hasta dejarla pegada a su entrepierna. A continuación empecé a pasarle la punta con lentitud, disfrutando de los gemidos que le provocaba y la anticipación de volver a entrar en esa cavidad tan húmeda.
-Hijo de puta… -Decía entre gemidos la rubia – Mandala de una puta vez.
Apoyé el glande en la entrada de su concha y la penetré hasta llegar que sus nalgas chocaron con mi cuerpo.
-Ay, sí... así… ¡Dame bomba!¡Partime al medio!
Veía su cara reflejada en el espejo y una vez más noté el gran parecido que tenía con mi jefa. Eso me dio más manija y comencé a incrementar el ritmo de mis embestidas. Diana empezó a gemir con fuerza, podía verla con la boca abierta, jadeando de placer, empañando el espejo de tan cerca que había puesto su cara.
Era demasiado como para mantenerme en mis casillas, la calentura era total y decidí darle con todo.
-¿Te gusta? –Le pregunté mientras yo también había empezado a jadear por el esfuerzo.
-Por dioooooosss… Siiiiiiii –Era todo lo que podía llegar a responderme. Parecía que había entrado en trance, las piernas le temblaban con violencia y prácticamente se mantenía de pie porque la sostenía de la cintura.
De repente se separó de mí y cuando mi pija terminó de salir de ese infierno, Diana largó un fuerte grito mientras acababa de una forma violenta. El piso del baño empezó a mojarse de tanto fluido que salía de Diana. Era un squirt con todas las letras. Ella se apoyó como pudo en el lavatorio, su cara era la expresión del puro placer, todavía luchaba por no caer al piso al mismo tiempo que jadeaba para recuperar el aire.
-Ahora te toca la lechita. –Le dije, indicándole que se arrodillara para recibirla.
Obediente, Diana se puso nuevamente de rodillas, ahora con una sonrisa que parecía que no se le iba a borrar por un tiempo, poniendo su rostro a disposición y abriendo ligeramente la boca mientras veía cómo me masturbaba para recibir mi semen que estaba por salir en cualquier momento.
Finalmente alcancé el éxtasis y un potente chorro le atravesó la cara. Toda la noche había estado al palo y había acumulado bastante, Diana se había llevado el premio mayor. Ella sonrió, recogió parte del semen con sus dedos y los lamió con deleite, luego se acercó y una vez más introdujo mi verga en su boca, decidida a beberse hasta la última gota que tuviera para darle.
-¿Qué pasó? ¿Están todos bien? –La puerta del baño se abrió de golpe sin previo aviso. –Pensamos que… -La voz de Clara se interrumpió al instante cuando entendió lo que estaba pasando. Abrió los ojos tan grandes como si hubiera visto un dinosaurio. Jessica y Betty observaban la escena por encima del hombro de mi hermanita con los ojos igual de abiertos por la sorpresa.
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Bueno, hasta acá la segunda parte. Espero que la hayan disfrutado.
Con algo de suerte tendré la tercera parte lista dentro de un par de días, pero les pido paciencia si tardo un poco más. La idea es siempre escribir la mejor historia posible y muchas veces hay cosas que no convencen de una y hay que corregir.
Nos leemos en unos días.
Para quienes no leyeron la primera parte, acá les dejo el link: http://www.poringa.net/posts/relatos/3664815/Como-descubri-que-mi-hermana-adora-mi-pija-parte-I.html
Ahora sí, les dejo la segunda parte para que disfruten.
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Capítulo 2
-Che, el cumpleaños de Charly es el otro viernes a la noche. Vas a venir, ¿no? – Me preguntó Clara desde el otro lado de la mesa. Recién habíamos terminado de almorzar en la casa de mis viejos, como era costumbre de casi todos los domingos.
Charly era un amigo en común que teníamos, él se había criado con nosotros en el mismo barrio antes de mudarse a otra zona hacía cosa de unos cinco años. Pero el año anterior se había mudado no muy lejos de donde vivían mis viejos y mi hermana, y pudimos retomar el contacto. Ahora estaba en pareja y se lo veía bien, nada que ver con el pibe que solía acostarse con la primera que le decía que sí en un boliche.
-No sé, supongo que sí. – Le respondí, pensando que tendría que avisarle a Erica que esa noche no podría contar conmigo. Era una situación complicada, ya que los fines de semana casi siempre había alguna clienta esperando encontrarme disponible. O encontrar disponible a mi pija, más bien. – Pero en realidad no conozco a casi nadie. – Añadí, para justificarme un poco en caso de que Erica no me diera el OK.
-Dale, Charly te espera. – Insistió mi hermana. – Mirá que vamos con las chicas.
-Ah, mirá vos. – Comenté como de pasada, como para hacerme el desinteresado. A Jessica y a Betty las conocía de toda la vida. Ambas tenían la misma edad que mi hermana y eran inseparables desde jardín de infantes. Eran hijas únicas de sus respectivas familias, así que yo era lo más cercano a un hermano menor que tenían. Si ellas iban, era casi una garantía de que iba a pasarla bien. – Bueno, después te confirmo.
-Ay, él… Haciéndose rogar… - Comenzó a picanearme un poco. – Seguro que al final decís que sí. – Cerró con una sonrisa.
-Qué pesada te ponés, hermanita.
-¿Hermanita? Soy mayor que vos, nene. Te saco casi dos años. – Respondió indignada.
- Yo te saco dos cabezas – Le retruqué con una sonrisa. Ella siempre había renegado ante el hecho que yo fuese tan alto mientras ella apenas había crecido unos centímetros durante su adolescencia.
- Grandote al pedo. – Respondió en voz baja, pero no tanto como para que nadie la escuchara.
-Bueno, no empecemos una discusión ahora. – Mi viejo me cortó cuando estaba a punto de responderle a Clara. - ¿Cómo vas con los estudios vos? – Era un claro intento de cambiar de tema por parte de mi viejo, y Clara ya había aprovechado para levantarse, lo cual significaba que ella se quedó con la última palabra.
- Bien, dentro de todo. – La verdad era que seguía en la universidad a duras penas. El trabajo tenía horarios muy variados, y eso no me ayudaba para cursar. De todos modos tampoco perdía el sueño por eso, con lo que ganaba en mi laburo no había forma de que un título universitario me abriera las puertas a un mejor salario, pero prefería mantener las apariencias para que mis viejos no me molestaran con ese tema.
-¿Todavía te falta mucho? – La maldita pregunta de toda la vida. No había domingo que mi viejo no me preguntara eso.
- Me falta lo que me falta, viejo. No sé cuánto tiempo puede tardar. – Mi respuesta era automática, casi como si hubiera una grabación que saltaba sola apenas escuchaba esa pregunta. – Bueno, me voy a mi pieza un ratito – Dije, levantándome para no tener que soportar otro de los sermones de mi viejo sobre la importancia de terminar una carrera, de cómo mi hermana finalmente se había recibido a fines del año anterior, de que tenía un buen trabajo en el centro, y las mismas cosas de siempre.
Mi hermana la había pegado en un estudio grande de la ciudad y ganaba bien, pero estaba seguro que yo ganaba mejor. Una lástima que no pudiera decírselo en la cara, porque nadie sabía a qué me dedicaba realmente. De acuerdo con la historia que yo les había inventado, trabajaba de asistente en un estudio contable chico, y tenía que ir de un lado a otro de la ciudad. Eso me daba una buena excusa para mis horarios tan variados en el gloryhole.
De todos modos, ellos tampoco sabían exactamente cuánto ganaba, porque no había forma de que un empleo así pagara tan bien, y no tenía ganas de ver las caras espantadas de mis viejos si llegaban a enterarse de dónde sacaba la plata en realidad.
Subía la escalera hacia mi habitación en el primer piso mientras pensaba en todo eso, y en cómo podría tratar con Erica sobre la posibilidad de tomarme el viernes a la noche, cuando pasé por el pasillo y vi la puerta abierta de la pieza de mi hermana, que en ese momento se estaba cambiando de espaldas a mí.
Una cascada pelirroja le caía hasta la mitad de la espalda, por lo que no se veía mucho de su remera blanca. Pero no fue eso lo que me llamó la atención, sino el espectáculo que tenía lugar unos centímetros más abajo: Clara se bajaba hasta los tobillos el jean que había usado durante el almuerzo.
Yo siempre había sabido que mi hermana tenía un buen cuerpo, pero verle el culo apenas cubierto por una tanga blanca mientras ahora se ponía un shortcito negro de algodón era un tema completamente distinto. Apenas fueron unos segundos, pero pude notar cierta reacción en mi entrepierna. ¿Siempre había tenido tan buen culo? Se notaba que lo tenía bien trabajado, realmente esa cola parecía esculpido de tan bien que lo tenía. La tanga se le metía bien adentro entre los cachetes, y ahora estaba empezando a sacarse la remera.
-¿Qué mirás? – La pregunta me sacó de mi estado de trance. Mi hermana se dio cuenta de que yo estaba en el pasillo. Estaba completamente colorada, pero al mismo tiempo el enojo no tardó en reflejarse en su rostro. Se acercó a toda prisa a la puerta y la cerró al grito de ¡TARADO!
- ¿Y no sería mejor si dejás la puerta cerrada? – Le dije en voz alta a través de la puerta mientras me alejaba.
-¡Estúpido! – Pude escuchar su respuesta a pesar de que ya estaba abriendo la puerta de mi habitación.
Finalmente entré en mi pieza y me tiré en la cama para tratar de calmar mi cabeza. Miré alrededor, encontrando algunos recuerdos de los años que pasé ahí. Hace tiempo que me había mudado, pero era siempre había sido y sería mi habitación. Sin embargo mi poronga parecía decidida a no olvidar el culo de Clara y cómo se le clavaba la tanga. ¿Qué carajo me estaba pasando? ¡Era mi hermana!
Algo no estaba bien conmigo, no podía ser que me hubiera calentado con mi hermana. Era mi hermanita, por más que ella fuese la mayor, no podía verla de otra forma. Sí, era hermosa, no había forma de negar eso, pero de ahí a realmente pensar en ella como mujer era un paso que jamás me había planteado.
-Pero la puta madre… - Dije en voz baja, mientras sentía como mi erección seguía su camino hasta dejarme bien al palo.
Decidí mandarle un mensaje a Erica para sacarme la imagen del culo de mi hermana de mi cabeza. Siempre era complicado negociar con mi jefa, pero después de tanto tiempo había ganado algo de confianza con ella. A diferencia de algunos de mis compañeros del lugar, yo jamás había generado ninguna queja. Las clientas se iban siempre satisfechas y cumplía con mis análisis y con los consejos que me daba la doctora del grupo. En ese sentido mi dedicación al trabajo era ejemplar y me daba algo de margen para ciertas excepciones.
-Hola jefa. Quería pedir un favor.
-Qué necesitas? – Respondió unos segundos después. Ella siempre tenía su celular a mano, como toda empresaria que pretendía controlar su negocio al 100%.
-Habría algún problema si me pido el viernes a la noche? Puedo estar el resto del finde disponible si me necesitás para cubrir algún turno.
-Pasa algo?
-Nada que te tenga que preocupar, pero necesito pedirme el viernes a la noche.
-Ok. Pero más te vale que no la cagues. Si te toca el finde, más te vale que estés listo. Ya sabés lo que pasa si una clienta no se va satisfecha.
-Dale, muchas gracias.
Una persona que no se iba satisfecha significaba un recorte en el salario. Así era Erica, podías ganar muy bien si seguías sus reglas, pero romperlas te jodía bastante el bolsillo. De todos modos ganaba bien y tenía lo suficiente ahorrado como para poder arriesgarme a no dejar satisfecha a la clientela. Al menos sabía que no me arriesgaba a una patada en el culo. Ella ya había ganado suficiente plata conmigo como para rajarme por un desliz.
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La semana pasó rápido y el cumple de Charly llegó casi sin darme cuenta. El laburo me dejó un buen recuerdo, especialmente el miércoles al mediodía, donde mis tres fans se lucieron haciéndome ver las estrellas una vez más. No sé cómo lo hacían, pero cada vez que venían era como si hicieran algo nuevo y que lograba hacerme gemir más que con cualquier otra de las que venían regularmente al negocio.
Llegué con el auto y toqué bocina en la vereda de casa. Esperé unos segundos y vi que una de las amigas de mi hermana me hacía señas para que entre. Ya sabiendo cómo venía la mano, apagué el motor, cerré todo y entré a la casa.
-¡Hola Pedrito! – Sentí unos brazos que rodeaban mi cintura y una cabeza que se apoyaba en mi pecho apenas entré en el living. -¡Tanto tiempo sin vernos!
-Hola Jessi. – Dije amistosamente, mientras le respondía el abrazo y la levantaba unos centímetros.
Jessica no había tardado nada en abrazarme como lo hacía desde que yo recuerdo. Algo más alta que mi hermana, con una cortina de pelo negro lacio que le llegaba prácticamente a la cintura, ojos grandes y negros y una piel clara, lo que más llamaba su atención era su cara de chica buenita. Aunque yo sabía algunas historias de las que se había mandado, y ella era de todo menos un angelito.
-¡Pedrito! – Ahora le tocaba el turno a Betty de que la rodeara con mis brazos y la levantara también unos centímetros.
Betty (se llamaba Beatriz en realidad, pero todo el mundo le decía Betty) también era un poco más alta que mi hermana, con su piel igual de clara que la de mi hermana y Jessica, y sus ojos color miel que la caracterizaban. Ella y Jessica se parecían bastante, al punto que siempre jodíamos diciendo que ellas dos eran más hermanas que Clara y yo.
Betty siempre fue de hacerse cosas en el pelo, pero desde que había conseguido un trabajo más estable en un estudio de abogacía que quedaba cerca de la empresa donde trabajaba mi hermana, había abandonado esa costumbre. Esta vez había dejado que pelo negro alcanzara en ondas sus hombros, lo cual era una vista muy extraña para cualquiera que la conociera.
De todos modos había algo en ella que hacía que cualquier cosa que se hiciera en la cabeza le quedara bien, incluyendo la vez que decidió dejarse el pelo tan corto que casi había quedado pelada.
Como siempre que la abrazaba, pude sentir los pechos de Betty apretarse contra mí. Sus escotes eran legendarios y llamaban la atención adonde fuese que ella los llevara. Esa noche no era la excepción y llevaba una remera escotada blanca con detalles en dorado con un escote que terminaba un poco por arriba de su ombligo. El clima era un poco fresco, pero tanto ella como Jessi llevaban unos shortcitos negros bien ajustados que dejaban al descubierto sus torneadas piernas, fruto de sus sesiones de entrenamiento con mi hermanita.
-Bueno, ya dejó de ser Pedrito hace rato. – Comentó Jessica escaneándome con la mirada. Yo iba bastante normal, con un jean que tenía algo de uso y una camisa suelta. Teníamos un recorrido corto con el auto, pero a mí me gustaba ir cómodo siempre que manejaba. – ¡Ahora ya es Pedrote! – Añadió con una risita.
- ¿Cómo andan, chicas? – Les pregunté, sentándome en un sillón frente al sofá que ocupaban ellas.
- Esperando a Clara. – Respondió Betty. – Hace una hora que se está preparando.- Agregó, revoleando los ojos.
-¿Y cuándo es que no tarda mi hermanita en prepararse para salir? – Pregunté en una voz lo suficientemente alta como para que me escuchara mi hermana desde su habitación.
- Clarita SIEMPRE tarda. – Agregó Jessica, sumándose a la provocación.
- ¡Ya bajo! ¡Déjense de joder que ya bajo! – Fue la respuesta de mi hermana que se escuchó algo ahogada por la puerta de su habitación, lo que provocó las risas de nosotros tres mientras estábamos sentados en el living.
Apenas había alcanzado a servirme un vaso de gaseosa cuando a continuación se escuchó desde el piso de arriba el sonido puerta abriéndose y volviéndose a cerrar y un ruido de pasos por la escalera. Mi hermana por fin había hecho su entrada triunfal.
Había pasado algo de tiempo desde la última vez que había salido con ella, así que no estaba acostumbrado a verla tan producida. Decir que rajaba la tierra era quedarse corto, tranquilamente podría partir la Cordillera de los Andes al medio por cómo se veía. Llevaba el pelo suelto con sus características largas ondas, maquillada con sombra de color azul y los labios pintados de un rojo furioso. Se había puesto una camisa de seda azul eléctrico bien pegada al cuerpo, con algunos botones sueltos que dejaban a la vista un buen escote, y una calza engomada negra que le quedaba tan ceñida que parecía body painting. Remataba su look con unos zapatos de taco también azules, que le sumaban al menos unos 10 centímetros a su estatura.
-¡Por fin bajaste, yegua! – Le dijo Jessica apenas Clara entró en el living. - ¿Por qué siempre tardás tanto en prepararte?
-¡Bueno, es que no lograba decidirme! – Se excusó mi hermana. - ¿Cómo me veo? – Nos preguntó, dando una vuelta delante nuestro.
En el instante en que quedó de espaldas a mí otra vez pude sentir el cosquilleo en la entrepierna. Ese culo tendría que ser ilegal. En mi cerebro aparecieron deseos de convertirme en esa calza para no dejar nunca de estar en contacto con ese tesoro. A pesar de lo pegada que le quedaba, no pude evitar notar que no tenía ninguna marca de ropa interior, lo cual significaba que tenía puesto algo que ya se había perdido en el medio de su cola o, peor aún para mi imaginación, no tenía nada puesto debajo de la calza.
-Una perra, como siempre. – Respondió Betty largando una risotada. - ¿Ya estamos?
-Sí, dale, vamos que ya es tarde. Charly dijo que estemos para las 22. –Clara miró la hora en su celular. -¿Ya son las diez y media? ¡La puta madre! – Acto seguido, agarró su cartera y se dirigió a la puerta, seguida de sus amigas, mientras yo cerraba la comitiva tratando de no mirarle el culo a mi hermana, algo que parecía tan difícil como apagar el sol soplando desde la calle.
Finalmente nos subimos al auto y nos dirigimos a la casa de Charly. Clara iba sentada en el asiento del acompañante mientras Jessi y Betty habían acomodado en la parte de atrás. El trayecto fue rápido y en diez minutos ya estaba estacionando frente a la casa del cumpleañero.
-¡Al fin llegaron! – Charly nos recibió con su voz atronadora. Era un oso, no había otra forma de describirlo. Se acercaba al metro noventa y pasaba de cien kilos con facilidad, todo peludo y con una barba que le llegaba casi al pecho. Era Juan Pablo Sorín con cuarenta kilos y veinte centímetros más. – Ya estaba pensando que se habían perdido en el camino. – Nos invitó a entrar con una sonrisa de oreja a oreja.
De inmediato nos hizo pasar al fondo de su casa, que tenía un patio bastante grande y un quincho donde se veía que estaba la mayoría de la gente charlando, bebiendo, y alguno que otro bailando al ritmo que de unas cumbias de los 80 y 90.
-¡Diana! –La voz de Charly se hizo escuchar por encima de la música. -¡Vení a saludar a los chicos!
Yo todavía no había conocido a Diana, y por un momento me quedé sorprendido. Alta, melena rubia, ojos claros, cuerpo escultural, era como encontrarse con Erica pero hace veinte años. Llevaba puesto un vestido rojo ajustado que le llegaba hasta la mitad de los muslos, y con un escote infernal. Daban ganas de ponerse un gorro y zambullirse entre esos melones.
-Hola chicos. Encantada de conocerlos a todos. – Diana nos saludó con una sonrisa igual de grande que la de su novio. Inmediatamente me di cuenta que ella sólo se parecía a mi jefa en lo físico, porque desprendía una simpatía que nunca había visto en esa empresaria que por momentos se mostraba demasiado fría y calculadora. –¡Así que vos sos el famoso Pedrito del que tanto me habló Charly!
-Un gusto. -Dije, mientras recibía su abrazo y sentía sus pechos por debajo de la tela del vestido. -Espero que se haya guardado las partes ilegales, no sea cosa que después te acusen de ser cómplice. –Le dije a modo de broma.
-Quedate tranqui, nadie sabe lo del cadáver en el río –Agregó Charly siguiendo el chiste.
Todos nos reímos y Charly nos dejó para ir con Diana de vuelta a la puerta principal a recibir a otras personas que acababan de llegar a la fiesta.
La noche había transcurrido tranquila para mí, tomando solamente gaseosa y agua ya que después tenía que manejar a la vuelta. Mi hermana y sus amigas, sin embargo, se habían encargado de tomar por mí y ya se las veía un poco más alegres que de costumbre.
Me había retirado hasta la mesa donde Charly había dejado las bebidas y me puse a tomar algo fresco. Habíamos estado bailando un buen rato con mi hermana y sus amigas, pero tratando de evitar el contacto con Clara. No me sentía lo suficientemente fuerte como para controlarme si estaba demasiado cerca de ella, y no tenía ninguna excusa preparada si mi entrepierna me traicionaba una vez más. Decirle que ella y su cola perfecta eran las responsables de mi erección no era la mejor frase que podía decirle a mi hermanita esa noche, ni cualquier otra noche.
Dentro de todo había sobrevivido en ese momento, hasta que empezaron a sonar los reggeatones. ¡Qué manera de mover el culo que tenían esas tres! Después de unos minutos abandonaron la pista y las vi que se habían juntado las tres en un costado y se hablaban al oído entre ellas mientras reían. Cada tanto miraban para mi lado y se volvían a reír, lo cual me hizo sospechar que estaban hablando de mí. Mis sospechas se confirmaron cuando las vi cruzar la improvisada pista de baile para llegar a mi lado.
-Puffff… ¡Qué calorcito! – Dijo Betty mientras se apoyaba sobre la mesa al lado mío luego de haberse servido un vaso de fernet con coca. Incluso con la poca luz que había en esa zona, podía notar que estaba un poco colorada, aunque si era por bailar o por el alcohol, no podía saberlo.
- No hace tanto calor – Le comenté por encima de la música. –Pasa que ustedes no pararon de mover el culo desde que llegamos. – Siempre habíamos tenido esa confianza con Jessica y Betty, no teníamos que andar cuidándonos con las palabras que usábamos.
-Bueno, a ver si VOS –presionó mi pecho con uno de sus dedos como para reforzar el mensaje- movés el culo un poco que hace media hora que estás acá en un costado mirando la nada. – Jessica había vaciado su vaso y ahora me agarraba la mano para arrastrarme a la pista para ponerme de nuevo a bailar con ellas.
Era una batalla perdida. Las pocas veces que había salido con mi hermana y sus amigas siempre pasaba lo mismo. Me terminaban arrastrando de un lado a otro y yo me dejaba llevar. Resistirme sólo servía para que ellas insistieran aún más.
La música sonaba y ellas se movían alrededor mío, pero algo raro sentía que pasaba en ese momento. Era sutil, pero me daba la impresión de que estaban más pegadas que otras veces. Un roce de una mano, una cadera que chocaba suavemente con la mía, de repente una de ellas (no podía saber bien, pero casi seguro que era Jessica) se puso delante de mí, dio media vuelta y empezó a apoyar su cola contra mi entrepierna todavía bailando al ritmo de la música.
Sólo duró unos segundos, y siguieron bailando como si no hubiese pasado nada. Me pareció escuchar una risa detrás de mí, pero con la música tan alta no podía estar seguro. De a poco empezaba a entender el sentido de esas miradas que me lanzaban hace un rato desde el otro lado. Bueno, si querían jugar con esas reglas, íbamos a jugar con esas reglas.
Ahora me tocaba a mí empezar a jugar un poco con los roces. Una mano sobre la cadera de Jessica, o sobre la cintura de Betty, de repente atraía a Clara hacia mí y mis manos se paseaban suavemente unos segundos por su nuca (no me tenía confianza como para poner mis manos más abajo en ese momento, porque seguro que iban a terminar sobre el culo de mi hermana) para volver a soltarla y bailar como si todo fuese lo más normal.
Llegado el momento, ya habían mandado a la mierda las sutilezas. Al menos Jessica parecía decidida a hacerme calentar en serio. Si en lugar de un pantalón, hubiera tenido puesto un paño en el culo, ella me habría sacado lustre a mi entrepierna sin ningún problema de tan pegada que estaba a mí.
Y lo obvio sucedió. La hija de puta me había dejado completamente al palo y parecía que Jessica se había dado cuenta, porque una vez más apoyó su culo sobre mí y lo que sintió hizo que se olvidara de seguir moviéndolo como hasta entonces.
-¿Encontraste algo interesante? - Le dije al oído, lo suficientemente alto para que me escuche por sobre la música, pero no para que me escucharan las demás.
La rodeé con mis brazos y empujé mi entrepierna hacia adelante como para que no quedaran dudas de qué era lo que estaba sintiendo. Segundos después la solté y me excusé con que tenía que ir al baño. Cuando estaba llegando a la puerta de la casa, me di vuelta y la vi junto a mi hermana y a Betty. Estaban apartadas de la pista, y parecía que Jessica les estaba contando lo que su cola había sentido. Parecía que esa ronda la había ganado yo.
-¿Ibas para algún lado? – Escuché una voz a mis espaldas. Diana también venía del fondo y estaba entrando en la casa.
- Buscaba el baño.-Dije, encogiéndome de hombros.- Por cierto, ¿dónde está Charly? – pregunté. Hacía un rato que mi amigo se había retirado del quincho y no lo había vuelto a ver desde entonces.
-En la habitación, cogiéndose a mi amiga Natalia. –Contestó la rubia con total naturalidad, como si me hubiese dicho que había ido a comprar el pan un domingo al mediodía.
-Dale, en serio te pregunto. – Mi cerebro se negaba a aceptar lo que había dicho Diana como si fuese cierto.
-¿No me creés? –Levantó una ceja cuidadosamente delineada. - Vení un minuto, vas a ver que no miento.
Diana me tomó de la mano y me guió hasta una escalera que llevaba al primer piso. No le había dado mucha bola a la decoración, pero ahora que le prestaba atención, me daba cuenta que no la pasaban nada mal económicamente.
-No te lo dije antes, pero la verdad que está muy buena la casa. – Comenté a la pasada mientras subíamos la escalera.
-Sí, en realidad es de mi viejo, pero nos la dejó a nosotros. Bajá la voz ahora – Agregó, acercándose a una puerta al final de un pasillo. Se escuchaban unos gemidos del otro lado de la puerta.
-¿Así te gusta? –La voz de Charly era inconfundible, a pesar de que se lo escuchaba jadeante.
– Decime ahora si miento. –Susurró, desafiándome a llamarla mentirosa. Los gemidos de su amiga se habían intensificado. Parecía que le había intentado responder a Charly, pero su voz sonaba ahogada. -Seguro que se la acaba de mandar hasta la garganta. –Comentó en voz baja Diana, mientras nuevamente me tomaba la mano para guiarme de regreso.
- ¿Qué carajo hace Charly cogiendo con tu amiga hoy? – Le pregunté mientras transitábamos las escaleras hacia la planta baja.
No entendía nada de lo que estaba pasando. No estaba seguro que Charly había sentado cabeza por fin, pero de ahí que Diana se tomara con tanta tranquilidad el hecho de que su novio le estuviera metiendo los cuernos mientras ella charlaba conmigo no me cerraba en lo más mínimo.
-Es su regalo de cumpleaños. – Respondió, como si con eso estuviera zanjado el asunto y no hiciera falta decir nada más.
-¿Ah, sí? ¿Me podés hacer un regalo a mí para mi próximo cumpleaños entonces? –Era tan ridícula la situación para mí que no podía más que tomármelo en broma todo lo que acababa de decirme.
-Pensé que eras un poco más abierto de mente. –Me dijo, como si estuviera un poco decepcionada con mi actitud.
-No quise ofenderte, pero es que me sorprendí. – Era honesto con lo que le decía, realmente no me terminaba de entrar en la cabeza todo eso.
-Pará un poquito… ¿Charly nunca te lo contó? –Diana abrió los ojos bien grandes cuando me vio negar con la cabeza.
-Ah… ¡Con razón! –Se golpeó la frente levemente con la palma de su mano.- Ahora entendí. – Dijo, como si ella hubiera atado cabos por su cuenta. – ¡Charly es un pelotudo! Pensé que ya te lo había dicho. –Dijo entre risas. -Vení, sentate acá. Ahora te explico. – En lugar de llevarme de nuevo al quincho o indicarme dónde estaba el baño, Diana me llevó al living.
-¿Que ya me había dicho qué cosa? No estoy entendiendo una mierda. ¿Me podés explicar qué está pasando?- Estaba expectante por saber qué clase de explicación podía darme.
-Nada del otro mundo. Es que tenemos una relación abierta. –Se había sentado en un sillón frente a mí, cruzando sus largas piernas con parsimonia, brindándome un lindo espectáculo.
¡Ahora sí me había caído la ficha! Con razón Diana estaba tan tranquila… Pero algo no me cerraba de todos modos.
-¿Pero entonces qué tiene de especial que esté con tu amiga? –Si tenían ese tipo de relación, entonces que Charly estuviera con Natalia no debería considerarse algo como un regalo.
-Es que es una excepción a nuestras reglas. –Ahora la rubia usaba un tono didáctico, me sentía como si estuviera delante de una profesora del secundario. – Salvo alguna que otra excepción, no solemos involucrar a las amistades en nuestra relación. Si no tienen todos un nivel de confianza bastante fuerte, puede terminar rompiendo alguna pareja, y no es algo de lo que nos queramos sentir responsables. Entonces hoy es su cumpleaños, ya habíamos hablado con Nati, y ella estaba de acuerdo con la idea. Ella y yo siempre fuimos muy unidas y la verdad que le calienta Charly, así que era la persona ideal para esto.
-¿Y vos qué pensás hacer mientras tanto? –Ya me estaba por levantar para preguntarle a mi hermana si sabía lo de Charly y Diana cuando su respuesta me volvió a sorprender.
-Bueno, pensaba preguntarte si querías pegarme una buena garchada con ese tremendo bulto del que tanto me comentó Charly. – Sus ojos se habían clavado en mi entrepierna y su expresión había cambiado por completo. Ahora parecía una loba hambrienta que acababa de encontrar una presa completamente entregada para ser devorada.
-¿Q-Qué? –Una vez más las palabras llegaban a mis oídos, pero mi cerebro se negaba a entender lo que pasaba.
-Es mi parte del regalo de cumpleaños. – Diana descruzó sus piernas y se sentó a mi lado. –Siempre hacemos lo mismo en cada cumpleaños, tanto suyo como mío. –Me miraba a los ojos mientras su mano ahora se posaba sobre mi muslo, peligrosamente cerca del bulto que había llamado su atención hace unos minutos. –Dale, no te hagas el boludo, que te vi mirando mis tetas apenas entraste a la casa – Susurró, con su boca pegada a mi oreja.
-No sé qué decirte…-Me había tomado por sorpresa esa propuesta, y todavía estaba tratando de llegar a una decisión.- Uffff... –Solté todo el aire que tenía en mis pulmones. Su mano se había posado ahora sobre mi pija y la empezó a acariciar suavemente. Que fuese tan parecida a mi jefa no hacía más que alimentar mi calentura. Después de nuestra “entrevista”, nunca más le había vuelto a tocar ni un pelo a Erica, y la veterana era un camión, aunque para los empleados era literalmente un objeto prohibido si queríamos conservar nuestros laburos.
-Decí que sí y listo. –Ahora Diana empezaba a soltarme el cinturón de mi pantalón mientras su otra mano acariciaba mi nuca.
-N-Necesito ir al baño primero. –Todavía no estaba listo para decirle que sí, y por más caliente que me hubiera puesto, no pensaba arriesgarme a que mi hermana o sus amigas me encontraran en el living de la casa de Charly cogiendo con la pareja del anfitrión.
- Andá al del primer piso, es el que está a la derecha, segunda puerta – Me indicó ella, abandonando su intento de sacarme el pantalón por el momento.
Aproveché la oportunidad y subí las escaleras con prisa. Cuando por fin llegué al baño, me puse frente al espejo y me lavé la cara con agua bien fría. Primero mi hermana y sus amigas me quisieron boludear mientras bailábamos, después Jessica se me apoyó toda y me puso al palo, y ahora la novia de un viejo amigo me decía que tenía todas las ganas de coger conmigo. Era demasiado para una sola noche, necesitaba relajarme.
Ya que estaba ahí, aproveché aflojar el pantalón un poco y dejar que mi verga tomara aire. Tanto tiempo al palo me estaba molestando bastante. La idea de hacerme una paja en ese preciso instante se me vino a la cabeza. Al menos eso iba a ayudar a bajar la calentura y pensar con algo más claridad.
Estaba a punto de empezar, cuando la puerta del baño se abrió y entró Diana con los ojos brillantes de excitación al ver mi verga erecta en todo su esplendor y prácticamente lista para la acción.
-¿Interrumpo algo? –Entró y cerró la puerta detrás suyo -Parece que tu amigote ya tomó una decisión por vos – La rubia se acercó y tomó mi miembro con su mano mientras posaba sus labios suavemente sobre los míos. -¿Vos qué decís?
Jugado por jugado, a la mierda con todo. ¡Feliz cumpleaños, Charly! Nos empezamos a besar con desesperación ahí adentro del baño, nuestras manos iban y venían recorriendo nuestros cuerpos, aunque las mías no podían evitar ir cada tanto a sus tremendos pechos, y las de ella no paraban de estimularme abajo.
Finalmente la rubia se bajó el cierre del vestido para dejar esos melones al descubierto, los cuales empecé a besar de inmediato, para luego concentrarme en sus pezones, los cuales ya estaban bien duros. Un brazo me rodeó la cabeza, dando a entender claramente que no quería que abandonara mi tarea, la cual yo cumplía con mucho deleite, especialmente alentado por los gemidos de Diana, que lo estaba disfrutando bastante. Cuando finalmente su brazo me soltó, me senté en el inodoro y me abrí de piernas, como diciéndole que ahora era el turno de ella de usar su boca para darme placer.
Diana miraba mi verga del mismo modo que yo había visto sus tetas, como un manjar que se le ofrecía para que disfrute todo lo posible. Ni lerda ni perezosa, se puso de rodillas y empezó a chupármela con maestría.
No quería dármela de experto en la materia ni mucho menos, pero después de un par de años recibiendo petes de todo tipo, yo podía asegurar que ella era muy buena en eso. Puse mi mano en su nuca y se ve que ella lo tomó bien, porque se dejó guiar un poco por mí, pidiéndole que aumente la intensidad del movimiento.
Finalmente me puse de pie, tomé con las dos manos la cabeza de Diana y empecé a hacer presión suavemente, atento a cualquier señal que me diera ella de que no siguiera con ello. En lugar de quejarse, relajó la garganta y permitió que un par de centímetros más ingresaran por su boca. Ahí fue cuando empecé a moverme un poco, con movimientos cortitos pero rápidos, como si me la estuviera cogiendo. Unos segundos después, Diana me dio un par de golpecitos en la pierna. Entendiendo de inmediato el gesto, retiré mi miembro de su boca y le permití tomar aire.
-¡Dios, lo que es esa pija! – Dijo, luego de tomar un par de bocanadas de aire. –No aguanto más, metela ya mismo. – Acto seguido, se puso de pie y me empujó para que me sentara en el inodoro. Una vez ahí, ella se levantó el vestido y se puso de espaldas a mí, usando una mano para correrse la diminuta tanga negra que llevaba puesta en ese momento y dejando al descubierto su concha completamente depilada.
Le pasé la mano por su entrepierna y estaba completamente mojada. Aproveché el momento para acercar mi cara y saborear esos jugos brillantes que me pedían a gritos ser lamidos.
-¡Dale, por favorrrrr! ¡La quiero adentro!
Diana ya empezaba a rogar, pero yo no le hice caso. La dejé unos instantes más ahí parada con las piernas ligeramente separadas mientras yo le devolvía la gentileza y me dedicaba a provocarle placer con mi lengua tanto en la conchita como en la entrada del culo.
Ya le empezaban a temblar un poco las piernas y sus muslos brillaban de tanto flujo que largaba, cuando finalmente di por terminada mi labor y me incliné otra vez hacia atrás, tomando su cintura y guiándola hacia el manjar que su concha deseaba devorar con tantas ganas.
-Esta cosa me va a partir al medio –Suspiró mientras empezaba a ingresar mi glande lentamente.
Una vez que mi cabeza se abrió camino, empecé a empujar mientras ella hacía fuerza para bajar. Sólo Erica había sido capaz de soportar mi miembro con facilidad, pero ella era claramente una experta en la materia, seguramente de tantas “entrevistas” que había realizado antes de estar conmigo.
Cuando finalmente terminó de entrar por completo, mi mano derecha se acercó a su entrepierna y comencé a frotar con suavidad, arrancándole varios gemidos mientras ella empezaba a cabalgarme con lentitud.
Dejaba que ella llevara las riendas, y ella disfrutaba del lento movimiento y de toda la longitud de mi miembro. Luego pegó su espalda a mi pecho, ofreciéndome sus tetas para disfrute de mis manos, las cuales empezaron a masajearlas con ganas. De vez en cuando le apretaba un poco los pezones, lo que le hacía soltar un suave gemido, mientras un espasmo recorría su cuerpo por completo hasta que yo sentía como su interior tan caliente me apretaba un poco más.
Después de un rato estar así, ella se levantó y se apoyó sobre el lavatorio, levantando bien su culo. El mensaje no podía ser más claro, sólo faltaba una pancarta colgando del techo del baño que dijese “dame con todo”.
Si la rubia lo pedía… Me levanté y me acerqué por detrás, tomé su cintura con una de mis manos y con la otra sujeté mi verga hasta dejarla pegada a su entrepierna. A continuación empecé a pasarle la punta con lentitud, disfrutando de los gemidos que le provocaba y la anticipación de volver a entrar en esa cavidad tan húmeda.
-Hijo de puta… -Decía entre gemidos la rubia – Mandala de una puta vez.
Apoyé el glande en la entrada de su concha y la penetré hasta llegar que sus nalgas chocaron con mi cuerpo.
-Ay, sí... así… ¡Dame bomba!¡Partime al medio!
Veía su cara reflejada en el espejo y una vez más noté el gran parecido que tenía con mi jefa. Eso me dio más manija y comencé a incrementar el ritmo de mis embestidas. Diana empezó a gemir con fuerza, podía verla con la boca abierta, jadeando de placer, empañando el espejo de tan cerca que había puesto su cara.
Era demasiado como para mantenerme en mis casillas, la calentura era total y decidí darle con todo.
-¿Te gusta? –Le pregunté mientras yo también había empezado a jadear por el esfuerzo.
-Por dioooooosss… Siiiiiiii –Era todo lo que podía llegar a responderme. Parecía que había entrado en trance, las piernas le temblaban con violencia y prácticamente se mantenía de pie porque la sostenía de la cintura.
De repente se separó de mí y cuando mi pija terminó de salir de ese infierno, Diana largó un fuerte grito mientras acababa de una forma violenta. El piso del baño empezó a mojarse de tanto fluido que salía de Diana. Era un squirt con todas las letras. Ella se apoyó como pudo en el lavatorio, su cara era la expresión del puro placer, todavía luchaba por no caer al piso al mismo tiempo que jadeaba para recuperar el aire.
-Ahora te toca la lechita. –Le dije, indicándole que se arrodillara para recibirla.
Obediente, Diana se puso nuevamente de rodillas, ahora con una sonrisa que parecía que no se le iba a borrar por un tiempo, poniendo su rostro a disposición y abriendo ligeramente la boca mientras veía cómo me masturbaba para recibir mi semen que estaba por salir en cualquier momento.
Finalmente alcancé el éxtasis y un potente chorro le atravesó la cara. Toda la noche había estado al palo y había acumulado bastante, Diana se había llevado el premio mayor. Ella sonrió, recogió parte del semen con sus dedos y los lamió con deleite, luego se acercó y una vez más introdujo mi verga en su boca, decidida a beberse hasta la última gota que tuviera para darle.
-¿Qué pasó? ¿Están todos bien? –La puerta del baño se abrió de golpe sin previo aviso. –Pensamos que… -La voz de Clara se interrumpió al instante cuando entendió lo que estaba pasando. Abrió los ojos tan grandes como si hubiera visto un dinosaurio. Jessica y Betty observaban la escena por encima del hombro de mi hermanita con los ojos igual de abiertos por la sorpresa.
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Bueno, hasta acá la segunda parte. Espero que la hayan disfrutado.
Con algo de suerte tendré la tercera parte lista dentro de un par de días, pero les pido paciencia si tardo un poco más. La idea es siempre escribir la mejor historia posible y muchas veces hay cosas que no convencen de una y hay que corregir.
Nos leemos en unos días.
16 comentarios - Cómo descubrí que mi hermana adora mi pija (parte II)