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Cuarentena dia 58. Delivery de sexo.

Cuarentena dia 58. Delivery de sexo.
El timbre del departamento que compartía con Raquel sonó, quitándome de mis pensamientos. 
Desde hacía dos noches que la pasaba sola, a Raquel le tocaba esta semana trabajar al otro lado de la ciudad, como la ciudad estaba sumida aún en cuarentena, a ella le tocaba trabajar semana de por medio. Mi trabajo no era esencial, de modo que yo continuaba aburriéndome a ratos.
Me había mudado con Raquel hace semanas atrás y eso fue un gran cambio. Al principio fue excelente, pero esta semana la llamaron para reanudar las actividades, una semana sin ella.
Afuera caía una leve llovizna y los días de frío se acercaban lentamente. Dentro del departamento no se sentía absolutamente nada lo que me permitía la mayor parte del día en ropa interior o sin ella. De modo que ahora no era la excepción. Lamenté no haber previsto eso cuando el timbre sonó por segunda vez. Debía de ser, sin error, el delivery que había llamado. Hoy se me antojó una deliciosa pizza a la leña que hacían a unas calles de aquí.
Salté de la cama, apurada busqué la ropa que no me había puesto pero no lo encontré por ningún lado, como la puerta estaba más cerca que mi ropero lo que hice fue agarrar mi bata de baño que estaba colgada de la puerta. Pensé que hasta era una buena escusa por tardar tanto en abrir la puerta.
Debajo traía mi pantie rosado con ositos, mi favorito, en los pies tenía unas medias largas afelpadas y no tuve tiempo de colocarme mis pantunflas. No traía sostén y mis tetas colgaban majestuosas debajo de la bata, si son mujeres no hará falta explicar esa parte.
Mientras llegaba a la puerta el timbre sonó por tercera vez. Me molesté, pero no con mi delivery ni conmigo. El enojó brotó de mí como un cuenco antiguo que amenazaba con romperse y el contenido se derramó incontrolable por mi cuerpo.
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Abrí la puerta de un empujón.
- Hola, traigo un pedido a nombre de... - el muchacho aparentaba ser muy joven - de Elizabeth...
- Hola, sí, soy yo - respondí no muy amablemente.
El joven me tendió el recibo y en ese momento recordé que no había traído conmigo la monedera. Estúpida total. Agarré la factura y ya empezaba a maldecir por lo bajo cuando noté un pequeño temblor en la mano del joven. Fue ahí cuando lo miré con más detenimiento.
Rubió debajo de la gorra desteñida, más alto que yo, aunque cualquiera es más alto que yo. Ojos claros, no tan atractivo. Diría que algo flaco. Me miraba con disimulo y se lo notaba un poco nervioso. Algo empezó a prenderse dentro de mí.
Y de pronto dejé de sentirme molesta. No debía de pensar demasiado la razón. Hace días, meses, que no sentía como alguien me miraba con esos ojos, con hambre. Aveces olvido lo bonita que puedo llegar a ser, y lo ingenua, había abierto la puerta en bata, con medias. La bata se cerraba por la cintura y dejaba un gran escote que yo cerraba inconscientemente con la mano. Pero había más.
Era Raquel. Ella era la razón de mi molestia. Las primeras semanas fueron geniales, las dos nos habíamos devorado todo el cuerpo todos los días. Las primera semanas. Luego, el sexo había ido menguando cada vez más y no precisamente por mi culpa. Ella había puesto cada vez más excusas, empezando por negarme besos. Para que entiendan un poco mi situación, yo soy bisexual y ella era oro puro para mí pues yo era para ella la primera mujer con la que había estado, pero después de un tiempo era como si yo la aburría. Las últimas dos semanas yo fui quien, con mi boca, la satisfacía por las noches sin recibir una caricia a cambio. No sabía a que punto eso me afectaba hasta ese momento.
-¿Disculpe? - el joven habló y su voz me despertó de la revelación.
- ¿Ah? Sí, si, perdón. Me quedé bloqueada - me disculpé con una pícara risita - no traje el dinero conmigo, soy una tonta, iré a buscarlo de mi cuarto. Ya vuelvo. - me dí la vuelta pero me detuve, miré hacia atrás y añadí - si quieres puedes pasar a esperar.
Esperé unos segundos para dejar que el muchacho lo procese y al final dije con la voz más puta que puedo tener.
- Y me puedes acompañar a cenar...
Claramente turbado el joven demostró ser un gran tonto o un gran caballero.
- Gracias señorita, pero tengo prohibido comer lo que entrego.
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No me dí por vencida y sujeté mi bata con las dos manos - No me entendiste, no te invité a comer la pizza - y con un solo movimiento me quité la bata de encima. Me quedé desnuda, de espaldas a él con solo las medias y las bragas. Me mordí un labio y dije muy lentamente.
- Me puedes cenar a mí.
Lo demás sucedió muy rápido. Caóticamente nos enredamos en una confusión de besos, caricias y abrazos. Cerramos la puerta y avanzamos como pudimos al cuarto. Pero no lo alcanzamos, cuando él quedó sin pantalones recién llevamos al baño. Yo ya no traía mis panties, pero me había dejado las medias. No importó.
Me di la vuelta y parada en frente de la pared me apoyé a ella, separé un poco piernas y prácticamente le rogué:
- Cómeme.
Ni bien terminé de decirlo él ya estaba en el piso y al instante sentí su lengua entre mis labios. Un terrible escalofrío me sacudió. No hubo momento en que no dejará quieta la lengua.
Apoyé mis pechos contra la pared y con mis manos separé mis nalgas para dejárselo libre a él. Desde atrás me comió con ansias. Sentía su lengua en mi vulva, separando mis labios mayores y moviéndose entre los menores, entraba en mí a lapsos y no se olvidaba de enterrar todo su rostro en mis nalgas para alcanzar mi clítoris. Estaba en las nubes, o al menos eso creía por que después se puso mejor.
Con un largo lengüetazo recorrió toda mi vulva, subiendo, no se detuvo cuando mis labios se acabaron y siguió hasta pasar encima de mi ano.
Otra sensación indescriptible me recorrió. Él lo entendió y metió la lengua por mi culito. Lo lamió, lo besó, lo devoró. Hace tiempo que no lo sentía y me rendí ante tal placer. Ni siquiera sentí sus dedos en mi vagina, ni cuántos tenía dentro mío. El orgasmo llegó, floreció y no se fue. Me sentía la fruta más dulce del Edén y me estaban comiendo con gusto.
No sé cuánto tiempo pasó. Pero fue como salir de una relajante sesión de masajes. Él se levantó y me sujetó de mi cintura. Estaba tan a gusto con lo que hizo que estaba dispuesta a devolvérselo. Iba a comunicárselo cuando sentí su penetración. Mi vagina, húmeda como campos en rocío, no demostró ser obstáculo y su verga, grande y venosa, entró dentro mío sin dificultad. Entró tan dentro que pude sentir la piel de su escroto apretarse contra mí. Como aún sostenía mis nalgas con mis manos, aproveché su cercanía y toqué la unión. No había centímetro de pene que no estuviera dentro mío. Abrí la boca y coloqué las manos en la pared para separarme de ella, no pude emitir sonido alguno.
El joven levantó las manos hacia mis pechos y sujetándolos empezó a follarme.
El movimiento fue lento, pero duro. Muy duro. La polla entraba y salía de mí, mis nalgas chocaban contra su pelvis y sus manos recorrían mis tetas.
La intensidad aumentó. Para cuando él estaba a sus anchas garchándome a toda velocidad yo estaba totalmente entregada.
Mis piernas temblaban, estaba de puntitas en el baño siendo cogida. El pene salía y entraba de mi vagina con vigor. El paso de tiempo volvió a escaparse de mí y regresó cuando el muchacho empezó a dar señales de llegar al fin.
- Voy a terminar - anunció entre jadeos.
Me puse a pensar en donde lo quería. Mis tetas le gustó, no dejó de tocarlos, su semen en ellas le encantaría. En mis nalgas también era una opción, así aprovechaba su último empuje. O en mi boca quizás, así le agradecía la celestial atención. También estaba mi puerta trasera, no la había usado a excepción de mis propios dedos, no me vendría mal una sesión de plomería. 
En ese momento escuché la puerta del departamento abrirse.
- Eli - gritó Raquel - volví, al final no voy a quedarme, te llamé pero no atendias - su voz se escuchaba más cerca, caminaba por el pasillo - ¿Eli? 
- Estoy en el baño, ya salgo - le respondí, no sé como logré hacerlo, el susto me congelo los movimientos.
Pero a mi caballerono, reaccionó rápido y estiró el brazo para alcanzar el seguro de la puerta del baño. Todo sin sacar su verga de mí. No pude evitar la risa. Eso me ayudó a pensar.
- ¿Quieres entrar? - pregunté en voz alta y la voz de Raquel sonó más lejos, estaba en la habitación.
- No, tranquila. Me cambiaré de ropa. ¿Compraste pizza? La dejaste en el suelo.
La oportunidad abrió la ventana en ese momento. Tomé a mi chico y lo miré directamente a los ojos.
- Termina ahora mismo.
Mis deseos fueron órdenes y volvió a cojerme con fuerzas. Tras unas embestidas gruñó y yo sentí el espeso y caliente semen llenar mi vagina.
Quedamos unos segundos así y luego lo empujé juguetonamente. Una vez más lo entendió todo. Se vistió rápidamente y yo abrí la puerta para echarle un vistazo al pasillo, estaba desierto y le hice señas a mi galán. 
Llegamos a la puerta y lo despedí rápidamente con un beso. Cerré la puerta y respiré. Tenía el corazón en la garganta.
Regresé al baño para arreglar lo que hubiese quedado mal. Luego fuí junto a Raquel quién salía de la habitación sin sospechar absolutamente nada.
Las dos fuimos a la cocina, yo con mi bata y ella con su pijama a disfrutar la pizza. Lo noté mas exquisita que antes. 
- Eli, lo siento, se que no te hecho mucho caso estos días. Y lo siento - soltó de repente Raquel - te prometo que esta noche te lo retribuyo con creces.
- No te preocupes - dije con pizza en la boca y sintiendo como una gota de semen resbalaba de mi vagina a mi pierna. - te disculpo. Pero creo que esta noche estarás cansada. No te preocupes. Mejor nos dormimos temprano amor.
- Eres un amor Eli.
Sonreí sintiendo el hilo semen caer por mi pierna hasta alcanzar mis afelpadas medias.
- Lo soy, lo soy.
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2 comentarios - Cuarentena dia 58. Delivery de sexo.

barnum77
Que morbo.... aunque me hubiese gustado más que Raquel entrase en el baño y se uniese....jijijij
eli_zorch
Jaja tu nunca estás saciado
may6369
Delicioso relato, ya te extrañaba Eli.
Hubieras estado mejor que de esa llegada se hubiera generado un trío, no crees.

Saludos hermosa