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Relato erotico: La Jefa

LA JEFA


Las relaciones laborales, debo decirlo, varias veces me acercaron a las relaciones sexuales.
El caso de Cata es otro. Trabajábamos juntos en unas oficinas y ella era mayor. Yo andaba por los 25 y Cata 42. Era una señora de buena figura y vestía sobriamente. Siempre que usaba pantalones, los llevaba solo ceñidos por la cintura y hasta las caderas, cayendo libres desde allí. No le marcaban la cola, pero se adivinaba que era importante. Como con otras y otros compañeros, tenía una buena relación.
El hecho de que ella estuviera algunos escalafones por encima, no impedía que conversáramos. Solía encargarme trabajos o gestiones y eso me llevaba con bastante frecuencia a su oficina. Era amable, conversadora y hasta a veces dicharachera. Sabía que era casada y que tenía algún hijo, menor que yo, que ya había decidido independizarse y vivir apartado del hogar. Por lo que ella y su esposo vivían solos. Nuestras charlas eran más que nada de temas laborales, aunque a veces se entremezclaban cosas de la vida cotidiana.
Un día estaba yo ya almorzando (Disponíamos de una hora para hacerlo y relajarnos antes de continuar con el trabajo). Repito que estaba ya almorzando en el bufete cuando apareció y al ver que no quedaban casi lugares, se acercó a la mesa donde estaba.
-Puedo sentarme contigo?
-Seguro. Con mucho gusto.
-Gracias. Como siempre muy amable tú…!
-Pues lo que corresponde. Espero no haya comentarios en cuanto a que comparte con un subalterno, dije y sonreí…
-Supongo que no…
Seguimos conversando de lo que habíamos hecho en la mañana… lo que nos quedaba por delante… cosas laborales.
Hasta que en un momento dado, dijo:
-Bueno, bueno… ya basta de hablar de trabajo. Cambiemos de tema…
-Como usted quiera…
-Sí, hablemos de otras cosas… no se… digamos… sexo, dijo bajando la voz para no ser oída por los que estaban más cerca.
La verdad me dejó sorprendido. Así que intenté seguirle la corriente como pude.
-Bueno… yo… usted ya es casada, tiene no muchos pero algunos años más y solo por eso seguramente no sé si podría.
-Gracias por lo de “algunos años más”. Son más que algunos pero te agradezco la galantería. Por otra parte el hecho de que seas soltero… no creo te limite. Ja!
-Bueno… siempre algo hay…!
-Pillos. Conozco a los de tu laya que se ponen el personaje de modestos! Ji.ji!
-Para nada. Y repito lo de “algo” hay.
-Te lo acepto!
Seguimos hablando del tema y le conté algunas experiencias, salvo las de índole familiar. Abuela y madre no entraron obviamente en el relato. Sí le hablé de la señora Martha y de la profesora Rebeca sin dar nombres. La mención de estas experiencias con señoras mayores, me percaté, le despertaron interés. Me pidió más detalles y le di algunos. Tampoco era que debiera contarle todo. Acabábamos de entrar en el tema pero no por eso podía considerarla confidente. Y por supuesto le pedí que ella por su parte me contara algo.
-Bueno… mi primera vez fue con un novio anterior a mi marido. Para ser el debut, nada especial según me di cuenta más tarde. Por supuesto en ese momento, fue la adrenalina de lo desconocido y digamos prohibido. Después conocí a Ernesto, mi esposo y tuvimos un noviazgo bastante apasionado, debo reconocerlo. Durante el matrimonio digamos que no me dejó de satisfacer. Después que nació mi hijo las cosas cambiaron un poco. Tal vez por el bebe o no sé porque, la frecuencia no fue la misma. No me quejo, pero no fue la misma. Debo reconocer también que estuve muy enfrascada en la crianza de mi hijo y seguramente eso influyó. Pero bueno, que ya te he contado demasiado y casi no me reconozco ventilando estas cuestiones. Igualmente me encantó hablar contigo y lo hice porque sé, estoy segura eres un caballero…!
-De eso no tenga duda alguna…
-Gracias. Volvamos al trabajo y en otro momento seguimos hablando…
Y efectivamente seguimos trabajando hasta que llegó el final de la jornada y nos despedimos hasta el día siguiente.
Al otro día volvimos a encontrarnos a la hora del almuerzo.
-Debo decirte que la charla de ayer me redituó anoche…
-De verdad…?
-Tal cual. Tuvimos buen sexo en pareja y lo pasé bien. Bueno, hubo placer pero faltó la “explosión” final… Ya me entiendes.
-Lástima…
-No importa… ya vendrá. Luego vente a la oficina que debemos organizar un trámite.
Más tarde fui hasta su despacho y ella, tras dejarme entrar, colocó el cartel de “NO MOLESTAR” en la puerta y la cerró con llave. Se usaba a veces cuando había cuestiones urgentes o más delicadas para tratar.
-Gerónimo… debo pedirte un favor aunque no creo sea necesario: Sobre esto que trataremos, te pido la más absoluta reserva. Confío en ti y has demostrado lealtad y discreción, pero no puedo evitar pedírtelo…
-Puede estar tranquila, Cata. Salvo cuestiones menores de afuera, no hablo de lo que se trata aquí dentro.
Estaba parada delante del escritorio y desde allí me pidió que me acercara.
-Real y sinceramente, no puedo esperar a terminar lo que mi marido dejó inconcluso. Ayúdame a cerrar ese “trámite”…
Dejó caer su amplio pantalón, hizo lugar sobre el escritorio y se tendió de espaldas.
-No me cojas por favor… solo quiero que me la acaricies y la chupes. Puedes?
Me acerqué, tomé los calzones por el elástico y se los quité. Tenía una concha con bastante pelo, que separé hasta descubrir los labios regordetes. El primer lametazo la hizo temblar. Con el resto de las lamidas y las caricias de mis dedos se puso aún más en trance. A falta de otra cosa, mordió sus propios calzones con tal de ahogar gemidos. Se notó que el orgasmo había quedado cerca la noche anterior porque le llegó casi enseguida. Así acostada como estaba, se giró de costado. Tomó mi mano y me hizo llegar hasta ese costado del escritorio. Me bajó el cierre del pantalón y hurgó hasta liberarme la verga. Me la chupó de maravillas y me hizo acabar en tiempo record.
Después pasé al baño para lavarme un poco y acomodar mis ropas. Ella entró, me dio un beso en la mejilla y se quedó recomponiendo su maquillaje y su aspecto en general. Yo tomé unas carpetas y salí del despacho fingiendo estar revisando folios con mucha atención. Durante el resto de la jornada no me volvió a solicitar y cada quien estuvo en lo suyo.
Por un par de días no volvimos a coincidir a la hora del almuerzo. Recién el viernes nos juntamos a almorzar.
-¿Cómo has estado? Me preguntó.
-Bien… trabajando.
-Sí, realmente han sido días atareados. Menos mal que ya ha llegado el ansiado viernes.
-Uf… sí, sí. Tiempo de relajarse!
-¿Tienes planes para el fin de semana?
-Nada en especial. Salir con amigos probablemente…
-¿No quieres venir a casa el sábado?
-¿Yo? No. Si ni nos conocemos con su esposo ¿Cómo podría aparecerme así como así?
-Bueno. Como invitado mío, claro. Le he hablado de ti y de lo útil y servicial que me resultas en las tareas… También suelo hablarle de los otros empleados, pero de ti le he hablado más…
-Preferiría en otra ocasión…
-Verás… Debo serte franca. Hace ya días que me viene rondando una idea, que más que idea ya es deseo y te involucra…
-A mi???
-Si. Pero bueno, tampoco es que te vaya a obligar a nada… es solo una locura mía!
-Y puedo saber de qué se trata?
-Eh… sí. No soy de andar con vuelta, así que te lo digo directamente: Hacer un trío con mi marido… Los dos para mí!
-Cata… Va usted muy rápido. He hecho algún trío pero con pleno conocimiento de las personas involucradas… Es decir ¿Usted realmente me dice que su esposo aceptaría que sin más yo me presente en su dormitorio y dijera permiso me vengo a coger a su esposa?
-Jajaja… Perdón. Me reí un poco alto y mejor no llamar la atención. Me hizo gracia… Bueno, tampoco sería tan de sorpresa. Debo confesarte que lo estuve conversando y convenciendo… je-je.
-Usted no deja de sorprenderme…
-Verás, Gerónimo… No fui ni soy una libertina. He tratado de disfrutar y pasarla bien lo más mesuradamente posible. Pero soy ya una cuarentona y lo que no haga aquí ya no lo haré. Solo se trata de vivir, muchacho! ¿Qué dices?
-Que tiene razón, pero… ¿Por qué yo…?
-Porque ya me has demostrado que puedes satisfacerme y a su vez resguardarme de la chusma…
-De eso no tenga dudas…
-Bien… te recuerdo que sábado es mañana y la invitación sigue en pie…
-Y… ¿cómo sería lo que tiene en mente?
-La concha para mi marido y lo otro para ti…
Me dejó aún más sorprendido. No podía creer que me estuviera ofreciendo el culo y fui por más.
-Bien… solo una cosa: Durante la tarde, le pido que ponga el dichoso cartelito de NO MOLESTAR y me muestre lo que ofrece…
-Ya decía yo que eres un pillo. Está bien… te dejaré ver aún a riesgo de que me dejes con las ganas. Si decides no ir mañana, digo…
Terminó el tiempo de almuerzo y nos volvimos a meter en nuestras tareas. Como dos horas después sonó el intercomunicador y oí su voz: “Gerónimo. Puede pasar a mi despacho… por favor?”. Sin apuro dejé lo que estaba haciendo y me encaminé a la oficina. Viendo de reojo me dí cuenta que todos estaban metidos en sus tareas y ni registraban mis movimientos. Entré y Cata se paró para poner el cartel y cerrar.
-Bueno… aquí estamos. Encárgate tú, dijo y me dio la espalda. Me arrimé y enseguida fui a palpar sus nalgas. El pantalón se sujetaba con un elástico, por lo que me resultó fácil bajarlo. El calzón negro de encaje resaltaba la blancura de sus carnes. Ese culo no sería ya tan joven pero se mantenía erguido… majestuosamente erguido. Palpé y acaricié otra vez, deslizando mi dedo por la ranura hasta acariciarle el ano. Sacó un poco la cola para facilitarme la tarea. Apoyé la punta del dedo como para comprobar la dureza del anillo que lo cerraba y comprobé lo apretado de aquel hoyo… Era un culo grande de nalgas pero pequeño de entrada.
-¿Qué dices?
-Que acepto…
Levanté otra vez su calzón y su pantalón para que ella se los terminara de acomodar.
-¿Puedo preguntar algo, Cata?
-Dime…
-No quiero ser bruto, pero… ¿Ha sido “profanado” ese “templo”?
-Jaaajaja… Ocurrente! Puedes creerme o no, pero en todos estos años de matrimonio he logrado mantenerlo virgen!
-Pero entonces su esposo me va a odiar!
-Tendrá su recompensa. No será el primero pero luego lo dejaré entrar las veces que quiera…
La verdad es que ya las dudas que tenía eran recuerdo. Quería coger ese culo y la cara que pusiese el marido no me importaban nada. Así que en la noche del sábado me preparé como para ir a dar un examen y fui directo a casa de Cata. Me recibió ella y me presentó a su consorte.
-Él es Gerónimo… mi fiel ayudante y quién me facilita la tarea en la empresa…
-Mucho gusto, dijo el señor y me tendió la mano.
No era muy alto y hasta me pareció más bajo que Cata. Aunque claro ella llevaba tacones. Y por cierto estaba radiante. Esta noche ya sin pantalones y con un vestido a la rodilla, con la espalda descubierta.
-Pasa y siéntate… dijo señalándome un sillón mientras ellos ocuparon el sofá.
Así lo hice. Acepté una cerveza y empezamos a conversar de temas varios. El señor no parecía tenerme mal carácter ni encono… como si aceptara lo que vendría y la parte que me tocaría.
La charla se fue haciendo cálida y hasta sugerente. Hasta que Cata se animó para acercarse al marido y besarlo. Él no se mantuvo pasivo, respondiendo al beso y acariciándole la espalda. Se acariciaron mutuamente mientras yo permanecía expectante. Todo se fue haciendo más intenso. Las caricias se hicieron atrevidas pero sin vergüenza a pesar de mi presencia. Las ropas empezaron a caer. Él se recostó en el sofá, en tanto Cata se inclinó para chuparle la verga. Así sin más. Yo para entonces me la sobaba por encima del pantalón. Después Cata colocó un almohadón en el piso para, desde ahí, seguir con la mamada. Casi sin darme cuenta también yo quedé en pelotas. Ella había dejado el culo apuntándome. Sin pedir permiso fui y le bajé la bombacha que aún tenía puesta. Sus nalgas me parecieron todavía más tentadoras que en la oficina. Se las separé y le mandé un par de lengüetazos. Arqueó como para ofrecerse más y aproveché para meterle bien la lengua en el ojete. Le descargué tanta saliva que la corría hacia los labios de la concha ya húmeda y ocupada por mis dedos.
Rato después el esposo bajó del sofá y se tendió boca arriba sobre la mullida alfombra. Me quedé arrodillado para ver como ella lo cabalgaba para enterrarse la verga en la concha y empezar a moverse. Estaba todo como predeterminado y sabido. Como siguiendo un libreto. Nadie hablaba. Primero Cata se mantuvo erguida para cogerse lenta y profundamente con la pija del marido. Después se fue agachando para abrazarlo y besarlo levantando el culo y dejándolo expuesto. Entonces volví a mis ataques de lengua. Ya el culo era un charco de babas. Probé con el dedo medio de mi mano y la pude penetrar. Ella se movió de otra forma como para invitarme. Supe que era la hora. Le apoyé la verga y ella se aquietó. Empecé a empujar despacio y los músculos se abrieron. De repente ya tuve la cabeza dentro. Ella suspiró, lanzó un gemido y me desafió con cierto meneo de caderas. Con una estocada llena de ganas, le abrí el ojete para alojarle más de media verga en el ano y se quejó. Empezó a moverse despacio. Hacia adelante iba por la verga de su marido y hacia atrás por la mía… La tomaba por las anchas caderas para perforarla una y otra vez. Por momentos se movía para mí y por momentos para el marido. Nuestras vergas la penetraban una cerca de la otra y competían en dureza.
-Cójanme los dos… así… sí. Quiero sentirme llena de vergas…!
El esposo mucho más no podía hacer porque estaba aprisionado bajo el cuerpo de Cata y era ella la que manejaba los movimientos. Pero yo si… yo estaba libre a sus espaldas y con su recién desvirgado ojete a mi voluntad. Así que la cogí fuerte y profundo… a mi antojo. Entraba y salía por ese ano que me apretaba y estrujaba la verga. Poco a poco me iba poniendo más y más caliente. Tan caliente como estaban ya ellos. Así todo empezó a precipitarse. Primero sentí que el marido le acababa en la concha. Ella resopló un aparatoso orgasmo. Y yo, para no ser menos, le solté toda la leche en la profundidad de su caverna! Entonces el mundo se detuvo. Me retiré y de su culo escapó un hilo de lefa. Se levantó para sacarse la verga de su marido de la concha y se tiró a su lado en la alfombra.
-Gracias… gracias a los dos por estos deliciosos momentos. Lo disfruté de verdad… Gracias Ernesto por darme el gusto… y a ti, Gerónimo, por venir a compartir con nosotros… Les propongo que apaguemos las luces del patio y nos tiremos a la pileta. Hace una noche maravillosa.
Pasamos por las duchas y nos tiramos a la pileta. La luz de un ventanal nos daba cierta claridad. Nadamos y nos divertimos un rato mientras nos tomamos alguna cerveza más. El agua estaba de maravillas y nos mecía y acariciaba. Cata aprovechaba las idas y venidas para rozarnos con sus nalgas o sus tetas. Entre ese juego y el de las aguas, nos empezamos otra vez a excitar y al menos mi verga a tomar cierta dureza. Ella volvió a pasar nadando y me la rozó.
-Creo que se viene una segunda parte… yo al menos estoy fresca y recuperada. ¿Ustedes?
-Compruébalo por ti misma, dijo Ernesto y sonrió.
Cata se le fue encima y obviamente con sus manos a la pija.
-Ay, papito… ya está dura otra vez. Déjame que vea como está nuestro invitado.
Vino hasta mí para aprisionar mi verga y mis bolas.
-Por aquí también hay predisposición, parece. Salgamos…
Salimos del agua y nos secamos. Después caminamos hasta dentro de la casa, bromeando y tocando nuestras partes. Una vez adentro, Cata nos llevó de la verga hasta el dormitorio. Bajó y nos las chupó alternadamente.
-Esposo mío, dijo… llegó la hora de que entres por mi puerta de servicio. Y te propongo que dejemos a Gero que use la principal, la que legalmente te pertenece! Ja-ja!
-Yo puedo esperar, respondí.
Ella se subió a la cama en cuatro patas. Tomó un pote de lubricante de la mesa de noche para dejarlo sobre el lecho. Se abrió las nalgas y exclamó: -Ven, Ernesto!
El hombre no se hizo esperar. Tomó el gel y le untó bien el culo. Con lo que le quedó en la mano se frotó la verga y se la masturbó para lograr más dureza. Después apuntó y entró. Así, sin aviso. Yo ya me estaba ubicando para dejarle mamar mi pija y la vi abrir los ojos…
-Ay, mi amor… despacito!. Mi culito ya no es virgen pero aún duele…
Él se calmó y fue más despacio. La verdad debo reconocer que de longitud nuestras vergas eran similares, solo que la de Ernesto era más gruesa. Entonces no era de extrañar que Cata sintiera la diferencia.
-Deja que me acomode y ya te atiendo, Gero…
Se movía para acomodarse y recibir mejor la ración de pija en el ojete. Hacía ciertos gestos que delataban la molestia y el dolor. Igualmente lo soportaba y Ernesto seguía empujando. Yo miraba y cada vez tenía la verga más agarrotada.
-Uy… entró todita, dijo la dama. Cógeme despacito, Ernesto mío!
Y la fue cogiendo mientras yo me acosté por delante de ella y le ofrecí mi miembro para que chupara. No se hizo esperar, haciéndome una lenta y deliciosa felación.
-Ernesto: Quítala un momento y dejemos que Gerónimo se acomode. Quiero otra vez dos vergas en mi interior.
Quedé boca arriba y ella vino a penetrarse. Una vez logrado ese cometido, Ernesto volvió al ataque y le calzó nuevamente su verga en la cola. Así, en trío nos fuimos acompasando para coger a ritmo sostenido. Nuevamente Cata marcaba el compás de las acciones y manejaba nuestras vergas con sus vaivenes. Me besaba, jadeaba, jadeaba y me besaba. Estaba como loca, como en transe.
El primero en acabar fue el marido. Se la sacó y con Cata nos miramos. Nos miramos y nos entendimos. Me dejó salir y quedó en pose, levantando el culo. Penetrarla fue solo un trámite de tan lubricada que estaba. Prendido de sus caderas se la metí hasta el fondo de su ser. Ella misma se manoteó la concha para masturbarse febrilmente.
-Dame tu leche que estoy acabando, me dijo
Y mi leche se derramó una vez más, regando su orgasmo…
Cuando me desperté, Cata dormía a mi lado y su esposo en el suelo sobre unos almohadones. Alguna mancha de semen se esparcía sobre la sábana. Cata yacía de costado y su culo estaba a centímetros de mi verga, que amanecía erecta. No fue más que verla y reaccionar. Le separé una nalga, empujé y entré. Se sorprendió y me sonrió medio dormida. Tiró su culo hacia atrás y me facilitó las cosas. Fue un polvo rápido pero estimulante. Después me retiré de su interior y la dejé dormir.
El lunes nos volvimos a encontrar en el trabajo. Nos cruzamos apenas durante la mañana y no coincidimos para almorzar.
Casi al final de tarde me llamo a su oficina y puso el ya famoso cartelito en la puerta. Pasé y vi en el monitor de su PC las imágenes de un video porno. Sexo anal más precisamente.
-Te llamé recién porque no tuve tiempo antes. Además necesitaba prepararme. Puso sus dedos a la altura de mi nariz y sentí el olor a jugos de concha. Se había estado masturbando.
-Debo decirte nuevamente que el sábado lo pasé genial… cumplí y me hicieron cumplir una fantasía maravillosa. Solo que hoy tengo que decir “eso fue todo”. Ya mi marido me dejó hacer y si esto continuara lo estaría engañando. Si tú quieres te ofrezco una despedida… ¿Me entiendes?
-Por supuesto. Es totalmente comprensible y lo acepto como no podría ser de otra manera, Cata… Gracias por la confianza.
-Toma, dijo y me alcanzó el gel lubricante. Se dio vuelta para apoyar el pecho en el escritorio y darme el culo.
Le bajé los pantalones, le bajé los calzones y le di varias lamidas en el ojete. Le unté con mucho gel y literalmente la violé. Le ensarté la verga de un solo golpe y ella lo soportó entre ahogados gemidos. Llevé y traje mi pija por su ya habituado canal, hasta que mis huevos le escupieron toda la simiente.
Pasamos al baño y mientras yo me lavaba la verga, ella se sentó a cagar leche. Me acomodé la ropa, le di un tierno beso y salí…Las relaciones laborales, debo decirlo, varias veces me acercaron a las relaciones sexuales.
El caso de Cata es otro. Trabajábamos juntos en unas oficinas y ella era mayor. Yo andaba por los 25 y Cata 42. Era una señora de buena figura y vestía sobriamente. Siempre que usaba pantalones, los llevaba solo ceñidos por la cintura y hasta las caderas, cayendo libres desde allí. No le marcaban la cola, pero se adivinaba que era importante. Como con otras y otros compañeros, tenía una buena relación.
El hecho de que ella estuviera algunos escalafones por encima, no impedía que conversáramos. Solía encargarme trabajos o gestiones y eso me llevaba con bastante frecuencia a su oficina. Era amable, conversadora y hasta a veces dicharachera. Sabía que era casada y que tenía algún hijo, menor que yo, que ya había decidido independizarse y vivir apartado del hogar. Por lo que ella y su esposo vivían solos. Nuestras charlas eran más que nada de temas laborales, aunque a veces se entremezclaban cosas de la vida cotidiana.
Un día estaba yo ya almorzando (Disponíamos de una hora para hacerlo y relajarnos antes de continuar con el trabajo). Repito que estaba ya almorzando en el bufete cuando apareció y al ver que no quedaban casi lugares, se acercó a la mesa donde estaba.
-Puedo sentarme contigo?
-Seguro. Con mucho gusto.
-Gracias. Como siempre muy amable tú…!
-Pues lo que corresponde. Espero no haya comentarios en cuanto a que comparte con un subalterno, dije y sonreí…
-Supongo que no…
Seguimos conversando de lo que habíamos hecho en la mañana… lo que nos quedaba por delante… cosas laborales.
Hasta que en un momento dado, dijo:
-Bueno, bueno… ya basta de hablar de trabajo. Cambiemos de tema…
-Como usted quiera…
-Sí, hablemos de otras cosas… no se… digamos… sexo, dijo bajando la voz para no ser oída por los que estaban más cerca.
La verdad me dejó sorprendido. Así que intenté seguirle la corriente como pude.
-Bueno… yo… usted ya es casada, tiene no muchos pero algunos años más y solo por eso seguramente no sé si podría.
-Gracias por lo de “algunos años más”. Son más que algunos pero te agradezco la galantería. Por otra parte el hecho de que seas soltero… no creo te limite. Ja!
-Bueno… siempre algo hay…!
-Pillos. Conozco a los de tu laya que se ponen el personaje de modestos! Ji.ji!
-Para nada. Y repito lo de “algo” hay.
-Te lo acepto!
Seguimos hablando del tema y le conté algunas experiencias, salvo las de índole familiar. Abuela y madre no entraron obviamente en el relato. Sí le hablé de la señora Martha y de la profesora Rebeca sin dar nombres. La mención de estas experiencias con señoras mayores, me percaté, le despertaron interés. Me pidió más detalles y le di algunos. Tampoco era que debiera contarle todo. Acabábamos de entrar en el tema pero no por eso podía considerarla confidente. Y por supuesto le pedí que ella por su parte me contara algo.
-Bueno… mi primera vez fue con un novio anterior a mi marido. Para ser el debut, nada especial según me di cuenta más tarde. Por supuesto en ese momento, fue la adrenalina de lo desconocido y digamos prohibido. Después conocí a Ernesto, mi esposo y tuvimos un noviazgo bastante apasionado, debo reconocerlo. Durante el matrimonio digamos que no me dejó de satisfacer. Después que nació mi hijo las cosas cambiaron un poco. Tal vez por el bebe o no sé porque, la frecuencia no fue la misma. No me quejo, pero no fue la misma. Debo reconocer también que estuve muy enfrascada en la crianza de mi hijo y seguramente eso influyó. Pero bueno, que ya te he contado demasiado y casi no me reconozco ventilando estas cuestiones. Igualmente me encantó hablar contigo y lo hice porque sé, estoy segura eres un caballero…!
-De eso no tenga duda alguna…
-Gracias. Volvamos al trabajo y en otro momento seguimos hablando…
Y efectivamente seguimos trabajando hasta que llegó el final de la jornada y nos despedimos hasta el día siguiente.
Al otro día volvimos a encontrarnos a la hora del almuerzo.
-Debo decirte que la charla de ayer me redituó anoche…
-De verdad…?
-Tal cual. Tuvimos buen sexo en pareja y lo pasé bien. Bueno, hubo placer pero faltó la “explosión” final… Ya me entiendes.
-Lástima…
-No importa… ya vendrá. Luego vente a la oficina que debemos organizar un trámite.
Más tarde fui hasta su despacho y ella, tras dejarme entrar, colocó el cartel de “NO MOLESTAR” en la puerta y la cerró con llave. Se usaba a veces cuando había cuestiones urgentes o más delicadas para tratar.
-Gerónimo… debo pedirte un favor aunque no creo sea necesario: Sobre esto que trataremos, te pido la más absoluta reserva. Confío en ti y has demostrado lealtad y discreción, pero no puedo evitar pedírtelo…
-Puede estar tranquila, Cata. Salvo cuestiones menores de afuera, no hablo de lo que se trata aquí dentro.
Estaba parada delante del escritorio y desde allí me pidió que me acercara.
-Real y sinceramente, no puedo esperar a terminar lo que mi marido dejó inconcluso. Ayúdame a cerrar ese “trámite”…
Dejó caer su amplio pantalón, hizo lugar sobre el escritorio y se tendió de espaldas.
-No me cojas por favor… solo quiero que me la acaricies y la chupes. Puedes?
Me acerqué, tomé los calzones por el elástico y se los quité. Tenía una concha con bastante pelo, que separé hasta descubrir los labios regordetes. El primer lametazo la hizo temblar. Con el resto de las lamidas y las caricias de mis dedos se puso aún más en trance. A falta de otra cosa, mordió sus propios calzones con tal de ahogar gemidos. Se notó que el orgasmo había quedado cerca la noche anterior porque le llegó casi enseguida. Así acostada como estaba, se giró de costado. Tomó mi mano y me hizo llegar hasta ese costado del escritorio. Me bajó el cierre del pantalón y hurgó hasta liberarme la verga. Me la chupó de maravillas y me hizo acabar en tiempo record.
Después pasé al baño para lavarme un poco y acomodar mis ropas. Ella entró, me dio un beso en la mejilla y se quedó recomponiendo su maquillaje y su aspecto en general. Yo tomé unas carpetas y salí del despacho fingiendo estar revisando folios con mucha atención. Durante el resto de la jornada no me volvió a solicitar y cada quien estuvo en lo suyo.
Por un par de días no volvimos a coincidir a la hora del almuerzo. Recién el viernes nos juntamos a almorzar.
-¿Cómo has estado? Me preguntó.
-Bien… trabajando.
-Sí, realmente han sido días atareados. Menos mal que ya ha llegado el ansiado viernes.
-Uf… sí, sí. Tiempo de relajarse!
-¿Tienes planes para el fin de semana?
-Nada en especial. Salir con amigos probablemente…
-¿No quieres venir a casa el sábado?
-¿Yo? No. Si ni nos conocemos con su esposo ¿Cómo podría aparecerme así como así?
-Bueno. Como invitado mío, claro. Le he hablado de ti y de lo útil y servicial que me resultas en las tareas… También suelo hablarle de los otros empleados, pero de ti le he hablado más…
-Preferiría en otra ocasión…
-Verás… Debo serte franca. Hace ya días que me viene rondando una idea, que más que idea ya es deseo y te involucra…
-A mi???
-Si. Pero bueno, tampoco es que te vaya a obligar a nada… es solo una locura mía!
-Y puedo saber de qué se trata?
-Eh… sí. No soy de andar con vuelta, así que te lo digo directamente: Hacer un trío con mi marido… Los dos para mí!
-Cata… Va usted muy rápido. He hecho algún trío pero con pleno conocimiento de las personas involucradas… Es decir ¿Usted realmente me dice que su esposo aceptaría que sin más yo me presente en su dormitorio y dijera permiso me vengo a coger a su esposa?
-Jajaja… Perdón. Me reí un poco alto y mejor no llamar la atención. Me hizo gracia… Bueno, tampoco sería tan de sorpresa. Debo confesarte que lo estuve conversando y convenciendo… je-je.
-Usted no deja de sorprenderme…
-Verás, Gerónimo… No fui ni soy una libertina. He tratado de disfrutar y pasarla bien lo más mesuradamente posible. Pero soy ya una cuarentona y lo que no haga aquí ya no lo haré. Solo se trata de vivir, muchacho! ¿Qué dices?
-Que tiene razón, pero… ¿Por qué yo…?
-Porque ya me has demostrado que puedes satisfacerme y a su vez resguardarme de la chusma…
-De eso no tenga dudas…
-Bien… te recuerdo que sábado es mañana y la invitación sigue en pie…
-Y… ¿cómo sería lo que tiene en mente?
-La concha para mi marido y lo otro para ti…
Me dejó aún más sorprendido. No podía creer que me estuviera ofreciendo el culo y fui por más.
-Bien… solo una cosa: Durante la tarde, le pido que ponga el dichoso cartelito de NO MOLESTAR y me muestre lo que ofrece…
-Ya decía yo que eres un pillo. Está bien… te dejaré ver aún a riesgo de que me dejes con las ganas. Si decides no ir mañana, digo…
Terminó el tiempo de almuerzo y nos volvimos a meter en nuestras tareas. Como dos horas después sonó el intercomunicador y oí su voz: “Gerónimo. Puede pasar a mi despacho… por favor?”. Sin apuro dejé lo que estaba haciendo y me encaminé a la oficina. Viendo de reojo me dí cuenta que todos estaban metidos en sus tareas y ni registraban mis movimientos. Entré y Cata se paró para poner el cartel y cerrar.
-Bueno… aquí estamos. Encárgate tú, dijo y me dio la espalda. Me arrimé y enseguida fui a palpar sus nalgas. El pantalón se sujetaba con un elástico, por lo que me resultó fácil bajarlo. El calzón negro de encaje resaltaba la blancura de sus carnes. Ese culo no sería ya tan joven pero se mantenía erguido… majestuosamente erguido. Palpé y acaricié otra vez, deslizando mi dedo por la ranura hasta acariciarle el ano. Sacó un poco la cola para facilitarme la tarea. Apoyé la punta del dedo como para comprobar la dureza del anillo que lo cerraba y comprobé lo apretado de aquel hoyo… Era un culo grande de nalgas pero pequeño de entrada.
-¿Qué dices?
-Que acepto…
Levanté otra vez su calzón y su pantalón para que ella se los terminara de acomodar.
-¿Puedo preguntar algo, Cata?
-Dime…
-No quiero ser bruto, pero… ¿Ha sido “profanado” ese “templo”?
-Jaaajaja… Ocurrente! Puedes creerme o no, pero en todos estos años de matrimonio he logrado mantenerlo virgen!
-Pero entonces su esposo me va a odiar!
-Tendrá su recompensa. No será el primero pero luego lo dejaré entrar las veces que quiera…
La verdad es que ya las dudas que tenía eran recuerdo. Quería coger ese culo y la cara que pusiese el marido no me importaban nada. Así que en la noche del sábado me preparé como para ir a dar un examen y fui directo a casa de Cata. Me recibió ella y me presentó a su consorte.
-Él es Gerónimo… mi fiel ayudante y quién me facilita la tarea en la empresa…
-Mucho gusto, dijo el señor y me tendió la mano.
No era muy alto y hasta me pareció más bajo que Cata. Aunque claro ella llevaba tacones. Y por cierto estaba radiante. Esta noche ya sin pantalones y con un vestido a la rodilla, con la espalda descubierta.
-Pasa y siéntate… dijo señalándome un sillón mientras ellos ocuparon el sofá.
Así lo hice. Acepté una cerveza y empezamos a conversar de temas varios. El señor no parecía tenerme mal carácter ni encono… como si aceptara lo que vendría y la parte que me tocaría.
La charla se fue haciendo cálida y hasta sugerente. Hasta que Cata se animó para acercarse al marido y besarlo. Él no se mantuvo pasivo, respondiendo al beso y acariciándole la espalda. Se acariciaron mutuamente mientras yo permanecía expectante. Todo se fue haciendo más intenso. Las caricias se hicieron atrevidas pero sin vergüenza a pesar de mi presencia. Las ropas empezaron a caer. Él se recostó en el sofá, en tanto Cata se inclinó para chuparle la verga. Así sin más. Yo para entonces me la sobaba por encima del pantalón. Después Cata colocó un almohadón en el piso para, desde ahí, seguir con la mamada. Casi sin darme cuenta también yo quedé en pelotas. Ella había dejado el culo apuntándome. Sin pedir permiso fui y le bajé la bombacha que aún tenía puesta. Sus nalgas me parecieron todavía más tentadoras que en la oficina. Se las separé y le mandé un par de lengüetazos. Arqueó como para ofrecerse más y aproveché para meterle bien la lengua en el ojete. Le descargué tanta saliva que la corría hacia los labios de la concha ya húmeda y ocupada por mis dedos.
Rato después el esposo bajó del sofá y se tendió boca arriba sobre la mullida alfombra. Me quedé arrodillado para ver como ella lo cabalgaba para enterrarse la verga en la concha y empezar a moverse. Estaba todo como predeterminado y sabido. Como siguiendo un libreto. Nadie hablaba. Primero Cata se mantuvo erguida para cogerse lenta y profundamente con la pija del marido. Después se fue agachando para abrazarlo y besarlo levantando el culo y dejándolo expuesto. Entonces volví a mis ataques de lengua. Ya el culo era un charco de babas. Probé con el dedo medio de mi mano y la pude penetrar. Ella se movió de otra forma como para invitarme. Supe que era la hora. Le apoyé la verga y ella se aquietó. Empecé a empujar despacio y los músculos se abrieron. De repente ya tuve la cabeza dentro. Ella suspiró, lanzó un gemido y me desafió con cierto meneo de caderas. Con una estocada llena de ganas, le abrí el ojete para alojarle más de media verga en el ano y se quejó. Empezó a moverse despacio. Hacia adelante iba por la verga de su marido y hacia atrás por la mía… La tomaba por las anchas caderas para perforarla una y otra vez. Por momentos se movía para mí y por momentos para el marido. Nuestras vergas la penetraban una cerca de la otra y competían en dureza.
-Cójanme los dos… así… sí. Quiero sentirme llena de vergas…!
El esposo mucho más no podía hacer porque estaba aprisionado bajo el cuerpo de Cata y era ella la que manejaba los movimientos. Pero yo si… yo estaba libre a sus espaldas y con su recién desvirgado ojete a mi voluntad. Así que la cogí fuerte y profundo… a mi antojo. Entraba y salía por ese ano que me apretaba y estrujaba la verga. Poco a poco me iba poniendo más y más caliente. Tan caliente como estaban ya ellos. Así todo empezó a precipitarse. Primero sentí que el marido le acababa en la concha. Ella resopló un aparatoso orgasmo. Y yo, para no ser menos, le solté toda la leche en la profundidad de su caverna! Entonces el mundo se detuvo. Me retiré y de su culo escapó un hilo de lefa. Se levantó para sacarse la verga de su marido de la concha y se tiró a su lado en la alfombra.
-Gracias… gracias a los dos por estos deliciosos momentos. Lo disfruté de verdad… Gracias Ernesto por darme el gusto… y a ti, Gerónimo, por venir a compartir con nosotros… Les propongo que apaguemos las luces del patio y nos tiremos a la pileta. Hace una noche maravillosa.
Pasamos por las duchas y nos tiramos a la pileta. La luz de un ventanal nos daba cierta claridad. Nadamos y nos divertimos un rato mientras nos tomamos alguna cerveza más. El agua estaba de maravillas y nos mecía y acariciaba. Cata aprovechaba las idas y venidas para rozarnos con sus nalgas o sus tetas. Entre ese juego y el de las aguas, nos empezamos otra vez a excitar y al menos mi verga a tomar cierta dureza. Ella volvió a pasar nadando y me la rozó.
-Creo que se viene una segunda parte… yo al menos estoy fresca y recuperada. ¿Ustedes?
-Compruébalo por ti misma, dijo Ernesto y sonrió.
Cata se le fue encima y obviamente con sus manos a la pija.
-Ay, papito… ya está dura otra vez. Déjame que vea como está nuestro invitado.
Vino hasta mí para aprisionar mi verga y mis bolas.
-Por aquí también hay predisposición, parece. Salgamos…
Salimos del agua y nos secamos. Después caminamos hasta dentro de la casa, bromeando y tocando nuestras partes. Una vez adentro, Cata nos llevó de la verga hasta el dormitorio. Bajó y nos las chupó alternadamente.
-Esposo mío, dijo… llegó la hora de que entres por mi puerta de servicio. Y te propongo que dejemos a Gero que use la principal, la que legalmente te pertenece! Ja-ja!
-Yo puedo esperar, respondí.
Ella se subió a la cama en cuatro patas. Tomó un pote de lubricante de la mesa de noche para dejarlo sobre el lecho. Se abrió las nalgas y exclamó: -Ven, Ernesto!
El hombre no se hizo esperar. Tomó el gel y le untó bien el culo. Con lo que le quedó en la mano se frotó la verga y se la masturbó para lograr más dureza. Después apuntó y entró. Así, sin aviso. Yo ya me estaba ubicando para dejarle mamar mi pija y la vi abrir los ojos…
-Ay, mi amor… despacito!. Mi culito ya no es virgen pero aún duele…
Él se calmó y fue más despacio. La verdad debo reconocer que de longitud nuestras vergas eran similares, solo que la de Ernesto era más gruesa. Entonces no era de extrañar que Cata sintiera la diferencia.
-Deja que me acomode y ya te atiendo, Gero…
Se movía para acomodarse y recibir mejor la ración de pija en el ojete. Hacía ciertos gestos que delataban la molestia y el dolor. Igualmente lo soportaba y Ernesto seguía empujando. Yo miraba y cada vez tenía la verga más agarrotada.
-Uy… entró todita, dijo la dama. Cógeme despacito, Ernesto mío!
Y la fue cogiendo mientras yo me acosté por delante de ella y le ofrecí mi miembro para que chupara. No se hizo esperar, haciéndome una lenta y deliciosa felación.
-Ernesto: Quítala un momento y dejemos que Gerónimo se acomode. Quiero otra vez dos vergas en mi interior.
Quedé boca arriba y ella vino a penetrarse. Una vez logrado ese cometido, Ernesto volvió al ataque y le calzó nuevamente su verga en la cola. Así, en trío nos fuimos acompasando para coger a ritmo sostenido. Nuevamente Cata marcaba el compás de las acciones y manejaba nuestras vergas con sus vaivenes. Me besaba, jadeaba, jadeaba y me besaba. Estaba como loca, como en transe.
El primero en acabar fue el marido. Se la sacó y con Cata nos miramos. Nos miramos y nos entendimos. Me dejó salir y quedó en pose, levantando el culo. Penetrarla fue solo un trámite de tan lubricada que estaba. Prendido de sus caderas se la metí hasta el fondo de su ser. Ella misma se manoteó la concha para masturbarse febrilmente.
-Dame tu leche que estoy acabando, me dijo
Y mi leche se derramó una vez más, regando su orgasmo…
Cuando me desperté, Cata dormía a mi lado y su esposo en el suelo sobre unos almohadones. Alguna mancha de semen se esparcía sobre la sábana. Cata yacía de costado y su culo estaba a centímetros de mi verga, que amanecía erecta. No fue más que verla y reaccionar. Le separé una nalga, empujé y entré. Se sorprendió y me sonrió medio dormida. Tiró su culo hacia atrás y me facilitó las cosas. Fue un polvo rápido pero estimulante. Después me retiré de su interior y la dejé dormir.
El lunes nos volvimos a encontrar en el trabajo. Nos cruzamos apenas durante la mañana y no coincidimos para almorzar.
Casi al final de tarde me llamo a su oficina y puso el ya famoso cartelito en la puerta. Pasé y vi en el monitor de su PC las imágenes de un video porno. Sexo anal más precisamente.
-Te llamé recién porque no tuve tiempo antes. Además necesitaba prepararme. Puso sus dedos a la altura de mi nariz y sentí el olor a jugos de concha. Se había estado masturbando.
-Debo decirte nuevamente que el sábado lo pasé genial… cumplí y me hicieron cumplir una fantasía maravillosa. Solo que hoy tengo que decir “eso fue todo”. Ya mi marido me dejó hacer y si esto continuara lo estaría engañando. Si tú quieres te ofrezco una despedida… ¿Me entiendes?
-Por supuesto. Es totalmente comprensible y lo acepto como no podría ser de otra manera, Cata… Gracias por la confianza.
-Toma, dijo y me alcanzó el gel lubricante. Se dio vuelta para apoyar el pecho en el escritorio y darme el culo.
Le bajé los pantalones, le bajé los calzones y le di varias lamidas en el ojete. Le unté con mucho gel y literalmente la violé. Le ensarté la verga de un solo golpe y ella lo soportó entre ahogados gemidos. Llevé y traje mi pija por su ya habituado canal, hasta que mis huevos le escupieron toda la simiente.
Pasamos al baño y mientras yo me lavaba la verga, ella se sentó a cagar leche. Me acomodé la ropa, le di un tierno beso y salí…


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