Llegaste cansada, muy estresada el trabajo, fue una semana muy dura y ahora, viernes a la noche, solo querías un buen baño caliente e irte a dormir.
El acostarnos desnudos como siempre, el perfume de tu piel recién bañada, el contacto con tu suave cola mientras te acomodabas para dormir en cucharita como más te gusta hicieron que me ponga a full, sentiste mi verga dura y palpitante bien en medio de tu cola y no hizo falta de que te pidiera nada. Sabías bien que quería cogerte de la manera más caliente, pero hoy no ibas a poder soportar eso, estabas destruida.
Yo también lo sabía y te amo tanto que no iba a someterte a algo que no quisieras.
Solo querías algo para poder terminar de relajarte y dandote vuelta, poniendote boca arriba me lo pediste:
-Haceme una pajita...
Te di un tierno beso en los labios y fuí corriendo mi mano hasta rozar por encima tu conchita. Pasé por tus pelitos prolijamente recortados como te gusta llevarlos, acaricié los labios por afuera, aflojaste las piernas y las separaste para dejarme hacer. Varias caricias así hasta que un dedo fue buscando la humedad interior que me sirva de lubricante y ahí llegar hasta el clítoris sacandote tu primer suspiro profundo. Juegos suaves de ida y vuelta bien lubricados por tus propios jugos, caricias a tu palpitante botoncito de placer, mis dedos acariciando tus humedos labios, rozando la entrada de tu vagina que se hinchaba de tibia sangre y placer, un primer orgasmo, leve, suave, cuando mis dedos masajearon lentamente tu clítoris. Pero acá no terminaba la cosa, sabes que iba por el más profundo y salvaje de tus orgasmos y esto era solo un preliminar.
Dejé tu clítoris reposar y me dirigí hacia tu entrada que ya estaba bien mojada. En otra ocación me hubiera puesto a beber tu preciado nectar a lengüetazos, pero hoy no era el día de esas prácticas, hoy el juego era otro.
Bien lubricada, la yema de mi dedo índice fue estimulando en circulos tu caliente interior. Te retorcías de placer, me decías
-Seguí asi hijo de puta que me estas volviendo loca...
Y yo seguí, te hice caso, continué estimulando cada centímetro de tu concha que palpitaba y chorreaba sus jugos, tomaba tus labios y los masajeaba en circulos para luego volver a entrar y seguir estimulando todo tu interior.
Tu respiración se agitaba y tus gemidos eran una música que me instaban a seguir acariciandote, a seguir torturandote dulcemente hasta que volviste a estallar en un orgasmo mucho más profundo, mucho más intenso.
Salí y te acaricié la zona hasta que te calmaste. Te llevé a un orgasmo de clítoris y otro de vagina, pero ahora sabías lo que venía, lo que tanto esperabas, uno simultaneo de clítoris y vagina, ese que te volviera loca, ese que tanto te gusta.
Volví a entrar en tu conchita, esta vez con dos dedos, el índice y el mayor comenzaron a acariciar tu interior en círculos y suspiraste fuerte.
Fuí recorriendo todo tu interior muy suavemente y tu respiración se fué agitando, me fuí acercando hasta la zona de tu punto G y cuando llegué me digiste:
- Si ahi hijo de puta, ahi.... seguí ahi... no pares...
No sos mujer de andar puteando, pero en tus momentos de calentura, ese hijo de puta es para decirme que estoy haciendo justo lo que queres, que mis dedos son muy habiles para sacarte el mayor de los placeres, entonces si, soy un hijo de puta en el más argentino de los significados, y eso me alaga.
Mis dos dedos daban golpecitos con las yemas y pequeños circulos mientras que con la otra mano comencé a tomar control de tu clítoris.
Ya no hablaste, tu respiración se fué poniendo pesada y agitada, cada exalación arrastraba un fuerte jadeo, apretaste tus puños y tus musculos se fueron tensando.
Tu concha era un mar de jugos que no solo bañaban mis manos sino que chorreaban por tus piernas y hacían un charquito en la cama.
Yo, sentado, con ganas de comerte la concha, con ganas de darte la mejor cogida de nuestras vidas, seguía ahi, dandote el placer que me pedías, el que necesitabas, llevando el control de tu placer con ambas manos.
Tu cuerpo se puso muy tenso, tus jadeos ya eran gritos, y de pronto explotaste, tu concha se volvió de fuego abrasador, tu clítoris te daba miles de descargas eléctricas, tus jugos inundaron todo y tu cuerpo se sacudía en espasmos.
Retiré mis dedos, sabía que la hipersensibilidad de toda la zona hacía que no resistas ni el menor roce.
Te fuí acariciando y te fuiste calmando, tu cara reflejaba mucha paz, te fuiste durmiendo y te abrace.
Mi pija estaba muy dura y palpitante, mis huevos estaban que explotaban pidiendo a gritos que los vacíes.
No me importó, sabía que en la mañana, bien temprano, ibas a saber agradecer muy bien mi tarea, que tus labios no iban a dejar de escapar ni una gotita de la cuantiosa leche que había generado toda esta calentura.
Y despues, ya que teniamos el sabado libre, nos ibamos a quedar cogiendo largo y tendido durante ese día.
El acostarnos desnudos como siempre, el perfume de tu piel recién bañada, el contacto con tu suave cola mientras te acomodabas para dormir en cucharita como más te gusta hicieron que me ponga a full, sentiste mi verga dura y palpitante bien en medio de tu cola y no hizo falta de que te pidiera nada. Sabías bien que quería cogerte de la manera más caliente, pero hoy no ibas a poder soportar eso, estabas destruida.
Yo también lo sabía y te amo tanto que no iba a someterte a algo que no quisieras.
Solo querías algo para poder terminar de relajarte y dandote vuelta, poniendote boca arriba me lo pediste:
-Haceme una pajita...
Te di un tierno beso en los labios y fuí corriendo mi mano hasta rozar por encima tu conchita. Pasé por tus pelitos prolijamente recortados como te gusta llevarlos, acaricié los labios por afuera, aflojaste las piernas y las separaste para dejarme hacer. Varias caricias así hasta que un dedo fue buscando la humedad interior que me sirva de lubricante y ahí llegar hasta el clítoris sacandote tu primer suspiro profundo. Juegos suaves de ida y vuelta bien lubricados por tus propios jugos, caricias a tu palpitante botoncito de placer, mis dedos acariciando tus humedos labios, rozando la entrada de tu vagina que se hinchaba de tibia sangre y placer, un primer orgasmo, leve, suave, cuando mis dedos masajearon lentamente tu clítoris. Pero acá no terminaba la cosa, sabes que iba por el más profundo y salvaje de tus orgasmos y esto era solo un preliminar.
Dejé tu clítoris reposar y me dirigí hacia tu entrada que ya estaba bien mojada. En otra ocación me hubiera puesto a beber tu preciado nectar a lengüetazos, pero hoy no era el día de esas prácticas, hoy el juego era otro.
Bien lubricada, la yema de mi dedo índice fue estimulando en circulos tu caliente interior. Te retorcías de placer, me decías
-Seguí asi hijo de puta que me estas volviendo loca...
Y yo seguí, te hice caso, continué estimulando cada centímetro de tu concha que palpitaba y chorreaba sus jugos, tomaba tus labios y los masajeaba en circulos para luego volver a entrar y seguir estimulando todo tu interior.
Tu respiración se agitaba y tus gemidos eran una música que me instaban a seguir acariciandote, a seguir torturandote dulcemente hasta que volviste a estallar en un orgasmo mucho más profundo, mucho más intenso.
Salí y te acaricié la zona hasta que te calmaste. Te llevé a un orgasmo de clítoris y otro de vagina, pero ahora sabías lo que venía, lo que tanto esperabas, uno simultaneo de clítoris y vagina, ese que te volviera loca, ese que tanto te gusta.
Volví a entrar en tu conchita, esta vez con dos dedos, el índice y el mayor comenzaron a acariciar tu interior en círculos y suspiraste fuerte.
Fuí recorriendo todo tu interior muy suavemente y tu respiración se fué agitando, me fuí acercando hasta la zona de tu punto G y cuando llegué me digiste:
- Si ahi hijo de puta, ahi.... seguí ahi... no pares...
No sos mujer de andar puteando, pero en tus momentos de calentura, ese hijo de puta es para decirme que estoy haciendo justo lo que queres, que mis dedos son muy habiles para sacarte el mayor de los placeres, entonces si, soy un hijo de puta en el más argentino de los significados, y eso me alaga.
Mis dos dedos daban golpecitos con las yemas y pequeños circulos mientras que con la otra mano comencé a tomar control de tu clítoris.
Ya no hablaste, tu respiración se fué poniendo pesada y agitada, cada exalación arrastraba un fuerte jadeo, apretaste tus puños y tus musculos se fueron tensando.
Tu concha era un mar de jugos que no solo bañaban mis manos sino que chorreaban por tus piernas y hacían un charquito en la cama.
Yo, sentado, con ganas de comerte la concha, con ganas de darte la mejor cogida de nuestras vidas, seguía ahi, dandote el placer que me pedías, el que necesitabas, llevando el control de tu placer con ambas manos.
Tu cuerpo se puso muy tenso, tus jadeos ya eran gritos, y de pronto explotaste, tu concha se volvió de fuego abrasador, tu clítoris te daba miles de descargas eléctricas, tus jugos inundaron todo y tu cuerpo se sacudía en espasmos.
Retiré mis dedos, sabía que la hipersensibilidad de toda la zona hacía que no resistas ni el menor roce.
Te fuí acariciando y te fuiste calmando, tu cara reflejaba mucha paz, te fuiste durmiendo y te abrace.
Mi pija estaba muy dura y palpitante, mis huevos estaban que explotaban pidiendo a gritos que los vacíes.
No me importó, sabía que en la mañana, bien temprano, ibas a saber agradecer muy bien mi tarea, que tus labios no iban a dejar de escapar ni una gotita de la cuantiosa leche que había generado toda esta calentura.
Y despues, ya que teniamos el sabado libre, nos ibamos a quedar cogiendo largo y tendido durante ese día.
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