El corazón de Argentina
La historia de este relato empieza un poco antesdel momento que aquí narros, pero eso se los contaré más adelante, por ahorasólo nos ocuparemos del encuentro que ocurrió en una oficina de la Av General Paz, enCórdoba, Argentina, el propio corazón del país.
Fue uno de esos días en los que tenía curiosidadpor conocer a esta nación de música y hombres emotivos, como dicen que son lositalianos.
Había visto en un periódico de la ciudad unanuncio para entrar a trabajar a una empresa donde necesitaban editora. Fue enlos días en los que la idea de quedarme a vivir en Córdoba rondaba en micabeza, o por lo menos intentar pasar una temporada que superara los quincebrevísimos días de mis vacaciones.
Busqué la oficina que aparecía en el anuncio deldiario. Ahí me realizarían una entrevista, previamente acordada por teléfono:
Si, bueno –dije y alotro lado
Aló, escuché en un tono bastante dulce para serde un argentino que hablan rápido y casi no les entendía lo que decían.
Enseguida lo puse al tanto de la razón de millamada y me explico que debía acudir a una oficina en el centro de la ciudaden Av. General Paz, y la cita era en la mañana pues tenía ocupada la tarde. Nosé porqué razón aunque tenía muchas cosas que hacer a esas horas no protesté ymuy al estilo mexicano decidí demostrar que tenía interés en el trabajoacudiendo puntual a la cita.
Y aquí estaba, esperando afuera de la oficinaque parecía cerrada o al menos esa impresión me daba. Toqué y no obtuverespuesta. En el elevador me había quedado atorada entre piso y piso por labrillante idea de abrir la puerta cuando ya estaba moviéndose. Este raroelevador y muchas otras cosas distintas me hacían sentir rara.
No esperé mucho, llegó y abrió la puerta un tipocomo de 1.77, delgadísimo y de barba de candado, eso ya de por sí bastaba parallamar mi atención pues era algo que me atraía compulsivamente en un hombre. Loprimero que pensé fue que era interesante. Me saludó:
-Buenos días, pase usted.
Pasé a la oficina que era pequeña, apenas teníauna recepción pequeña y a un costado estaba el privado donde me haría laentrevista, solo había un escritorio y en el piso algunas almohadas, dossillas, una para él y otra que ocupe de inmediato. En la pared un cuadro con unmensaje que no entendí muy bien.
El hizo lo posible porque yo me sintiera a gustodesde el inicio de la entrevista, su tono de voz era mucho más dulce que alteléfono. Me presenté y de inmediato hizo la observación de mi origen aunque nosupo precisar de qué país latinoamericano…
-Mexicana, le dije.
Aunque había frío empecé a sentir calor en laentrevista y me quité el abrigo, olvidé por completo que me había puesto unablusa delgada y que no traía sostén, pero en ese momento no me fijé y seguíhaciendo los dibujos que me pedía. Cuando terminé levanté la vista y me dicuenta que estaba observándome los pechos cuyos pezones estaban parados yfirmes, apuntaban con decisión hacia sus ojos.
Siguió haciéndome preguntas y cuando lerespondía me di cuenta que miraba de vez en vez mis senos, me sentí estimuladay segura de su interés y respiré hondamente para que se notaran aún más, él sepercató de que yo lo había pillado mirándome y trató de evitarlo pero seruborizó un poco. Cuando extendió su mano para darme otras hojas yo disimuladamentese la rocé con mis dedos, y eso puso un poco nervioso al Lic. XXXX, como sellamaba mi entrevistador. Era un argentino -como la mayoría- de rasgositalianos, tenía unos ojos marrones, con unas cejas abundantes, la boca pequeñay rosadita, sus manos eran muy grandes y no pude dejar de pensar en laasociación obligada que se hace en México: “mírale las manos y los pies a unhombre y ahí sabrás el tamaño de su sexo”.
Mi blusa era de botones, así que fingí tenercalor y me desabroché uno, le dije: “Aquí adentro hace calorcito.
Ya podía ver mi cuello y el inicio de mis pechosque se hinchaban insistentemente con mi respiración y para hacerlo sufrir más,pues no era otra mi idea, decidí inclinarme un poco más hacía adelante. Paraentonces él ya estaba un poco erecto, lo podía ver porque se había echado unpoco para atrás en su asiento y su entrepierna lucía un bulto muy interesante.
No pude resistir más y dejé de escribir y ledije… ay me siento un poco mal, creo queel calor es porque me ha subido la presión, él se me quedó viendo un tantodesconcertado pues no sabía si lo que le decía era verdad por la sonrisacoqueta con la que lo miraba. Me puse de pie y le di la espalda, sabía que mitrasero era la parte que más llamaba la atención. Redondo y grande, con mibreve cintura enmarcada por esa falda entallada seguro harían el resto, almenos eso pensé. No me equivoqué, él se puso de pie inmediatamente y vino haciaa mi, se pegó a mí y me dijo al oído se sentirá mejor si aligera un poco suropa. Estaba tan cerca de mí que pude sentir su aliento, su boca casi rozó mioreja y su vientre se pegó a mis nalgas donde me dio una frotada suave perodecidida. De inmediato ladee la cabeza y le ofrecí mi cuello, pero al notar suindecisión eché el trasero un poco más hacia atrás para sentir la forma de supene que ya estaba dura. A propósito me moví frotando mi trasero contra esemiembro que se ofrecía tímido pero decidido, agarré su mano y la puse sobre mispechos:
-Siente cómo late mi corazón, está muy acelerado,creo que mi presión está alta –le dije.
Él no respondió, puso su mano sobre mi blusa yapretó un poco mi pecho, luego metió su mano derecha por mi escote y sentí susdedos tibios sobre mi piel, una caricia suave que me erizó. Me salió un gemidosuave de la garganta, su mano izquierda bajó en una caricia por mi cadera hastallegar al borde de la falda para meterse por debajo. Lo sentí acariciar mipierna mientras apretaba mi pecho.
Su mano se movió por mi pierna, acarició laparte interna de mis muslos y se posó sobre la tela de mi ropa interior, esedía traía medias de liguero y él se dio cuenta, acarició los bordes y luegoparo en la tela que cubría mi concha que ya estaba húmeda.
Sus largos dedos le bastaron para hacer a unlado la tela de mi ropa y decidido acarició mis labios vaginales lubricados,para ese momento ya estaba bastante excitada sintiendo el bulto que teníapegado a mis nalgas, lo sentía de muy buen tamaño y como hacía tantos días queno tenía sexo mi humedad estaba desbordada.
Sentí su dedo acariciar mi clítoris, tocarlo,recorrerlo y acomodarse entre mis labios frotando suavemente ese jugo queescurría de mi, era tan abundante que él lo noto y me dijo al oído:
“Esta mojadísima está conchita”.
Su mano acomodada bajo mis nalgas, entre mis piernascubrían toda mi concha, y su dedo era tan largo que, alojado entre mis labios, que podía tocar laparte frontal, y lo movía constantemente, frotando y yo gemía, luego se atrevióun poco más y de un rápido movimiento me metió el dedo mayor, fue una sensaciónextraña era tan largo que lo sentí moverse dentro de mí, acariciando lasparedes de mi vagina que casi lo succionaba.
Así, con su dedo clavado en mi vagina yapretándome el seno con la otra, me movió de ahí donde estábamos frente a lapared y me llevó hacia el escritorio, donde me inclinó. Me levantó la falda yfrente a él, quedó mi redondo trasero apenas cubierto por la breve tanguitanegra y los encajitos del liguero que traía para sujetar las medias negras.Debió ser un espectáculo para él porque me dijo:
-Qué buen culo tienes.
Mis zapatillas me hacían tensar las piernas yéstas se veían aún más firmes. Yo estaba super mojada y no hacía más que gemir,yo había provocado todo aquello y ahora estaba debatiéndome entre elremordimiento de sentirme una puta que andaba ofreciéndose así y el gusto quemedaba sentir su aliento cerca de mi vagina, él estaba ahí cerquita, hincadodetrás de mi trasero y se acercó lo suficiente para provocarme que yo me echarapara atrás tratando de hacer el contacto, sentí su lengua y eso bastó paracalentarme aún más, tensé la cadera y sin despegarme del escritorio me intentéacercar a él lo más que pude. No me equivoqué, cada vez que lo alcanzaba a rozacon mis labios vaginales su lengua me premiaba con un lengüetazo que recogía unpoco de mis jugos, su mano sujetaba mi tanga hacia un lado, y con la otra meapretaba fuerte una nalga, yo tenía las manos sobre el escritorio y apenaspodía respirar, agitada, mojada, ofreciendo mi concha lubricada al sicólogoentrevistador me hacía sentir muy caliente.
Su lengua hurgaba en mí, la sentía ir y venir deun lado, y yo gemía como perra a cada movimiento suyo, sus dedos no semantenían al margen, tocaban mis labios y los pellizcaban suavemente, siguióchupándome como si tuviera hambre, era el mejor comedor de conchas que me habíatopado. Mis gemidos le dieron el ritmo de mi orgasmo que terminó en su boca y unavez que vio que me había corrido acomodó mi tanga en su lugar.
Acarició mis nalgas, las magreó suavemente.Intenté ponerme en pie, pero no me dejó, su mano sobre mi espalda me indicó quesiguiera así, lo escuché bajar el cierre de su pantalón, apenas desabrochó sucinturón y se bajó un poco la ropa interior. Ahí tendida sobre el escritorio miperspectiva fue de un miembro de grandes dimensiones, de cabeza grande yredonda, se veía brillante por la lubricación que ya tenía, estabacompletamente erecto se acercó a mí y ya no pude ver sino sentir. Hizo a unlado mi tanga y sin quitármela me clavó.
Puso la cabeza sobre mis lubricados labiosvaginales y sentí el gran tamaño de su miembro. Empujó un poco suavemente ylogró colocar la cabeza en mi vagina, fue una sensación extraña, el enormetamaño de la cabeza anunciaba el pene que vendría para cargarse con toda sufuerza en mis entrañas. Mi concha al parecer le quedaba pequeña porque desde laentrada le costó un poco de trabajo, sea por la humedad o por la forma de supene, pero se salía y tenía que volver a intentar meterlo, finalmente logróacomodar la cabeza en la entrada de mi concha y sin dudarlo más me dio unfuerte empujó que me hizo lanzar un gemido mezcla de dolor y gozo, su miembroera muy grande, largo y cabezón hacía sufrir un poco a mi concha lubricada y loalcancé a escuchar decirme:
-Por eso te lubriqué bien para que lo gozarasmejor.
La excesiva lubricación de mi concha ayudaba, elenorme pene empujaba, entraba y salía con fuerza pero sin lastimarme, solocuando llegaba al fondo sentía que me empujaba con fuerza ahí dentro, lo sentítopar con fuerza en mis cavidades pero su movimiento firme y constante me hacíamojarme más y más, mi lubricación era tanta que me dijo: “Me tienes mojada todala ingle”.
Su pene estaba durísimo, firme y gordo, era unacosa deliciosa, así lo sentía, a cada embestida suya sentía sus testículos golpearcontra mis nalgas que servían para amortiguar cada golpe, aunque estaba tandelgado tenía una fuerza increíble que parecía querer partirme en dos. Con cadamovimiento de sus caderas contra mi culo, con su verga enhiesta clavada en miconcha me empujaba más sobre el escritorio. Me sujetó del cabello y con la otramano me sujetó el hombro jalándome hacia él, no había a dónde moverme, me teníacompletamente penetrada, con su enorme pene horadándome.
Gemía tan fuerte que me cubrió la boca para quenadie fuera a escucharme, él apenas murmuraba, me decía que tenía una conchamuy rica, mojadita y caliente.
-Qué rica concha mexicana. ¿Así son todas, onomás cuando las tiene clavada un buen trozo de carne argentina?
Aquella frase me hizo excitarme aún más y empecéa sentir de nuevo mi cuerpo tensarse a punto de estallar, mi vientre succionabasu miembro que bombeaba con fuerza, sus movimientos se hicieron más rápidos almismo tiempo que las contracciones en mí, todo mi cuerpo estaba amoldado a suritmo, al de su pene que empujaba, se movía en redondeles dentro de mi,acariciando mis paredes, no paraba, seguía y seguía, por un momento llegué asentir que las piernas me flaqueaban, que no era yo la que me sostenía conellas, sino era su verga la que me tenía sujetada en vilo.
Estaba a punto de correrme y cada vez que sentíaque ya estaba a punto, él cambiaba la forma de moverse dentro de mí, alargandoaún más ese doloso placer. Cuando creía que no podía experimentar más placer,él pareció adivinarlo y empezó a darme nalgadas que inmediatamente hicieron quemi cuerpo reaccionara contrayendo los músculos y apretando su verga dentro demí.
Estaba tan mojada que su cuerpo y el mío estabanpegajosos, sus nalgadas se hicieron cada vez más fuertes y sentía que la pielme ardía, podía imaginar mis nalgas rojas por “los chirlos” que me daba, aquéltipo era de largo alcance su pene entraba y salía y no parecía estar cansado.
Su pene entraba y salía con fuerza y me dijo:
A ver mexicanita, vamos a darte con patitas alhombro que esa es mi posición favorita, de inmediato me enderece y se retiró unmomento nada más para permitirme ponerme de frente a él, me soltó el liguero losuficiente para bajar un poco mi tanga y me subió al escritorio donde me senté,mis nalgas estaban justamente sobre las hojas que momentos antes había estabadibujando, de inmediato las quitó de ahí y mi concha quedó directamente con elmueble. Me abrió las piernas y se acomodó entre ellas, pude ver su pene quemomentos antes sentía, era enorme, sus manos lo sujetaban y apuntó directo a miconcha humeda donde lo introdujo suavemente, una vez que ya estaba la puntavolvió a dar un fuerte empujón y a clavarme, me levantó las piernas y colocócada una encima de sus hombros.
Estaba boca arriba y podía verlo frente a mí,mis piernas se flexionaban al ritmo de sus embestidas y pude sentir que en esaposición su miembro entraba con mucha más fuerza y sin mis nalgas de por mediosus testículos casi golpeaban mi concha. Un gemido ahogado salió de mi gargantay en mi cara se dibujó una expresión de dolor y placer, sentía que me lastimabael enorme miembro pero al mismo tiempo me gustaba y no iba a pedirle queparara, no podía al contrario quería que siguiera y solo abrí la boca paradejar escapar mis gemidos, mi tanga que estaba entre mis piernas, casi quedabaen mi cara de tan flexionadas que las tenía. El empujó la tela dentro de miboca para acallar un poco mis gemidos.
-Te van a escuchar en todo el edificio –murmuro.
Sus embestidas se hicieron más intensas yfuertes, tanto que sentí que me lastimaba un poco pero no quise parar, estabatan caliente que quise tener todo ese enorme pedazo de carne y le pedía: Así,anda clávame toda, hasta los testículos, sí, así aghhhh. Y sus huevos pegabancon fuerza en mi concha mojada. La expresión de su cara fue deliciosa, yoentrecerraba los ojos y él me miraba fijamente, besaba mi nariz y mis mejillaspor momentos, sus manos sobre mis hombros empujándome hacia abajo como para nodejarme escapar, y sentí que mi cuerpo explotaba en una descarga intensa de eseplacer acumulado al tiempo que él se retiraba de mi para rociarme el vientrecon toda su leche que salpicó mi ropa, su leche era espesa y abundante.
Se acercó suavemente y me dio un beso, se quedóahí encima de mi por un instante que me pareció el más cálido y dulce. Despuésse puso de pie y mirándome me dijo: creo que su examen sicológico va a tenermuy buenos resultados. Su ropa estaba limpia pero la mía estaba empapada de misjugos y la leche que acababa de vaciarme en el vientre, aún así la acomodérápidamente y me despedí de él con un beso en la mejilla. No le dije más nada ysalí de la oficina. Tenía mis datos para localizarme y si algo más habría depasar, ya estaba la pelota su cancha.
Ya en la calle sentí como escurría unos jugosentre mis labios vaginales y mi ropa toda mojada olía fuertemente a sexo,todavía tenía muchas cosas que hacer en el día y no iba a dejar de hacerlasaunque la humedad de su leche tibia me mojara la entrepierna.
La historia de este relato empieza un poco antesdel momento que aquí narros, pero eso se los contaré más adelante, por ahorasólo nos ocuparemos del encuentro que ocurrió en una oficina de la Av General Paz, enCórdoba, Argentina, el propio corazón del país.
Fue uno de esos días en los que tenía curiosidadpor conocer a esta nación de música y hombres emotivos, como dicen que son lositalianos.
Había visto en un periódico de la ciudad unanuncio para entrar a trabajar a una empresa donde necesitaban editora. Fue enlos días en los que la idea de quedarme a vivir en Córdoba rondaba en micabeza, o por lo menos intentar pasar una temporada que superara los quincebrevísimos días de mis vacaciones.
Busqué la oficina que aparecía en el anuncio deldiario. Ahí me realizarían una entrevista, previamente acordada por teléfono:
Si, bueno –dije y alotro lado
Aló, escuché en un tono bastante dulce para serde un argentino que hablan rápido y casi no les entendía lo que decían.
Enseguida lo puse al tanto de la razón de millamada y me explico que debía acudir a una oficina en el centro de la ciudaden Av. General Paz, y la cita era en la mañana pues tenía ocupada la tarde. Nosé porqué razón aunque tenía muchas cosas que hacer a esas horas no protesté ymuy al estilo mexicano decidí demostrar que tenía interés en el trabajoacudiendo puntual a la cita.
Y aquí estaba, esperando afuera de la oficinaque parecía cerrada o al menos esa impresión me daba. Toqué y no obtuverespuesta. En el elevador me había quedado atorada entre piso y piso por labrillante idea de abrir la puerta cuando ya estaba moviéndose. Este raroelevador y muchas otras cosas distintas me hacían sentir rara.
No esperé mucho, llegó y abrió la puerta un tipocomo de 1.77, delgadísimo y de barba de candado, eso ya de por sí bastaba parallamar mi atención pues era algo que me atraía compulsivamente en un hombre. Loprimero que pensé fue que era interesante. Me saludó:
-Buenos días, pase usted.
Pasé a la oficina que era pequeña, apenas teníauna recepción pequeña y a un costado estaba el privado donde me haría laentrevista, solo había un escritorio y en el piso algunas almohadas, dossillas, una para él y otra que ocupe de inmediato. En la pared un cuadro con unmensaje que no entendí muy bien.
El hizo lo posible porque yo me sintiera a gustodesde el inicio de la entrevista, su tono de voz era mucho más dulce que alteléfono. Me presenté y de inmediato hizo la observación de mi origen aunque nosupo precisar de qué país latinoamericano…
-Mexicana, le dije.
Aunque había frío empecé a sentir calor en laentrevista y me quité el abrigo, olvidé por completo que me había puesto unablusa delgada y que no traía sostén, pero en ese momento no me fijé y seguíhaciendo los dibujos que me pedía. Cuando terminé levanté la vista y me dicuenta que estaba observándome los pechos cuyos pezones estaban parados yfirmes, apuntaban con decisión hacia sus ojos.
Siguió haciéndome preguntas y cuando lerespondía me di cuenta que miraba de vez en vez mis senos, me sentí estimuladay segura de su interés y respiré hondamente para que se notaran aún más, él sepercató de que yo lo había pillado mirándome y trató de evitarlo pero seruborizó un poco. Cuando extendió su mano para darme otras hojas yo disimuladamentese la rocé con mis dedos, y eso puso un poco nervioso al Lic. XXXX, como sellamaba mi entrevistador. Era un argentino -como la mayoría- de rasgositalianos, tenía unos ojos marrones, con unas cejas abundantes, la boca pequeñay rosadita, sus manos eran muy grandes y no pude dejar de pensar en laasociación obligada que se hace en México: “mírale las manos y los pies a unhombre y ahí sabrás el tamaño de su sexo”.
Mi blusa era de botones, así que fingí tenercalor y me desabroché uno, le dije: “Aquí adentro hace calorcito.
Ya podía ver mi cuello y el inicio de mis pechosque se hinchaban insistentemente con mi respiración y para hacerlo sufrir más,pues no era otra mi idea, decidí inclinarme un poco más hacía adelante. Paraentonces él ya estaba un poco erecto, lo podía ver porque se había echado unpoco para atrás en su asiento y su entrepierna lucía un bulto muy interesante.
No pude resistir más y dejé de escribir y ledije… ay me siento un poco mal, creo queel calor es porque me ha subido la presión, él se me quedó viendo un tantodesconcertado pues no sabía si lo que le decía era verdad por la sonrisacoqueta con la que lo miraba. Me puse de pie y le di la espalda, sabía que mitrasero era la parte que más llamaba la atención. Redondo y grande, con mibreve cintura enmarcada por esa falda entallada seguro harían el resto, almenos eso pensé. No me equivoqué, él se puso de pie inmediatamente y vino haciaa mi, se pegó a mí y me dijo al oído se sentirá mejor si aligera un poco suropa. Estaba tan cerca de mí que pude sentir su aliento, su boca casi rozó mioreja y su vientre se pegó a mis nalgas donde me dio una frotada suave perodecidida. De inmediato ladee la cabeza y le ofrecí mi cuello, pero al notar suindecisión eché el trasero un poco más hacia atrás para sentir la forma de supene que ya estaba dura. A propósito me moví frotando mi trasero contra esemiembro que se ofrecía tímido pero decidido, agarré su mano y la puse sobre mispechos:
-Siente cómo late mi corazón, está muy acelerado,creo que mi presión está alta –le dije.
Él no respondió, puso su mano sobre mi blusa yapretó un poco mi pecho, luego metió su mano derecha por mi escote y sentí susdedos tibios sobre mi piel, una caricia suave que me erizó. Me salió un gemidosuave de la garganta, su mano izquierda bajó en una caricia por mi cadera hastallegar al borde de la falda para meterse por debajo. Lo sentí acariciar mipierna mientras apretaba mi pecho.
Su mano se movió por mi pierna, acarició laparte interna de mis muslos y se posó sobre la tela de mi ropa interior, esedía traía medias de liguero y él se dio cuenta, acarició los bordes y luegoparo en la tela que cubría mi concha que ya estaba húmeda.
Sus largos dedos le bastaron para hacer a unlado la tela de mi ropa y decidido acarició mis labios vaginales lubricados,para ese momento ya estaba bastante excitada sintiendo el bulto que teníapegado a mis nalgas, lo sentía de muy buen tamaño y como hacía tantos días queno tenía sexo mi humedad estaba desbordada.
Sentí su dedo acariciar mi clítoris, tocarlo,recorrerlo y acomodarse entre mis labios frotando suavemente ese jugo queescurría de mi, era tan abundante que él lo noto y me dijo al oído:
“Esta mojadísima está conchita”.
Su mano acomodada bajo mis nalgas, entre mis piernascubrían toda mi concha, y su dedo era tan largo que, alojado entre mis labios, que podía tocar laparte frontal, y lo movía constantemente, frotando y yo gemía, luego se atrevióun poco más y de un rápido movimiento me metió el dedo mayor, fue una sensaciónextraña era tan largo que lo sentí moverse dentro de mí, acariciando lasparedes de mi vagina que casi lo succionaba.
Así, con su dedo clavado en mi vagina yapretándome el seno con la otra, me movió de ahí donde estábamos frente a lapared y me llevó hacia el escritorio, donde me inclinó. Me levantó la falda yfrente a él, quedó mi redondo trasero apenas cubierto por la breve tanguitanegra y los encajitos del liguero que traía para sujetar las medias negras.Debió ser un espectáculo para él porque me dijo:
-Qué buen culo tienes.
Mis zapatillas me hacían tensar las piernas yéstas se veían aún más firmes. Yo estaba super mojada y no hacía más que gemir,yo había provocado todo aquello y ahora estaba debatiéndome entre elremordimiento de sentirme una puta que andaba ofreciéndose así y el gusto quemedaba sentir su aliento cerca de mi vagina, él estaba ahí cerquita, hincadodetrás de mi trasero y se acercó lo suficiente para provocarme que yo me echarapara atrás tratando de hacer el contacto, sentí su lengua y eso bastó paracalentarme aún más, tensé la cadera y sin despegarme del escritorio me intentéacercar a él lo más que pude. No me equivoqué, cada vez que lo alcanzaba a rozacon mis labios vaginales su lengua me premiaba con un lengüetazo que recogía unpoco de mis jugos, su mano sujetaba mi tanga hacia un lado, y con la otra meapretaba fuerte una nalga, yo tenía las manos sobre el escritorio y apenaspodía respirar, agitada, mojada, ofreciendo mi concha lubricada al sicólogoentrevistador me hacía sentir muy caliente.
Su lengua hurgaba en mí, la sentía ir y venir deun lado, y yo gemía como perra a cada movimiento suyo, sus dedos no semantenían al margen, tocaban mis labios y los pellizcaban suavemente, siguióchupándome como si tuviera hambre, era el mejor comedor de conchas que me habíatopado. Mis gemidos le dieron el ritmo de mi orgasmo que terminó en su boca y unavez que vio que me había corrido acomodó mi tanga en su lugar.
Acarició mis nalgas, las magreó suavemente.Intenté ponerme en pie, pero no me dejó, su mano sobre mi espalda me indicó quesiguiera así, lo escuché bajar el cierre de su pantalón, apenas desabrochó sucinturón y se bajó un poco la ropa interior. Ahí tendida sobre el escritorio miperspectiva fue de un miembro de grandes dimensiones, de cabeza grande yredonda, se veía brillante por la lubricación que ya tenía, estabacompletamente erecto se acercó a mí y ya no pude ver sino sentir. Hizo a unlado mi tanga y sin quitármela me clavó.
Puso la cabeza sobre mis lubricados labiosvaginales y sentí el gran tamaño de su miembro. Empujó un poco suavemente ylogró colocar la cabeza en mi vagina, fue una sensación extraña, el enormetamaño de la cabeza anunciaba el pene que vendría para cargarse con toda sufuerza en mis entrañas. Mi concha al parecer le quedaba pequeña porque desde laentrada le costó un poco de trabajo, sea por la humedad o por la forma de supene, pero se salía y tenía que volver a intentar meterlo, finalmente logróacomodar la cabeza en la entrada de mi concha y sin dudarlo más me dio unfuerte empujó que me hizo lanzar un gemido mezcla de dolor y gozo, su miembroera muy grande, largo y cabezón hacía sufrir un poco a mi concha lubricada y loalcancé a escuchar decirme:
-Por eso te lubriqué bien para que lo gozarasmejor.
La excesiva lubricación de mi concha ayudaba, elenorme pene empujaba, entraba y salía con fuerza pero sin lastimarme, solocuando llegaba al fondo sentía que me empujaba con fuerza ahí dentro, lo sentítopar con fuerza en mis cavidades pero su movimiento firme y constante me hacíamojarme más y más, mi lubricación era tanta que me dijo: “Me tienes mojada todala ingle”.
Su pene estaba durísimo, firme y gordo, era unacosa deliciosa, así lo sentía, a cada embestida suya sentía sus testículos golpearcontra mis nalgas que servían para amortiguar cada golpe, aunque estaba tandelgado tenía una fuerza increíble que parecía querer partirme en dos. Con cadamovimiento de sus caderas contra mi culo, con su verga enhiesta clavada en miconcha me empujaba más sobre el escritorio. Me sujetó del cabello y con la otramano me sujetó el hombro jalándome hacia él, no había a dónde moverme, me teníacompletamente penetrada, con su enorme pene horadándome.
Gemía tan fuerte que me cubrió la boca para quenadie fuera a escucharme, él apenas murmuraba, me decía que tenía una conchamuy rica, mojadita y caliente.
-Qué rica concha mexicana. ¿Así son todas, onomás cuando las tiene clavada un buen trozo de carne argentina?
Aquella frase me hizo excitarme aún más y empecéa sentir de nuevo mi cuerpo tensarse a punto de estallar, mi vientre succionabasu miembro que bombeaba con fuerza, sus movimientos se hicieron más rápidos almismo tiempo que las contracciones en mí, todo mi cuerpo estaba amoldado a suritmo, al de su pene que empujaba, se movía en redondeles dentro de mi,acariciando mis paredes, no paraba, seguía y seguía, por un momento llegué asentir que las piernas me flaqueaban, que no era yo la que me sostenía conellas, sino era su verga la que me tenía sujetada en vilo.
Estaba a punto de correrme y cada vez que sentíaque ya estaba a punto, él cambiaba la forma de moverse dentro de mí, alargandoaún más ese doloso placer. Cuando creía que no podía experimentar más placer,él pareció adivinarlo y empezó a darme nalgadas que inmediatamente hicieron quemi cuerpo reaccionara contrayendo los músculos y apretando su verga dentro demí.
Estaba tan mojada que su cuerpo y el mío estabanpegajosos, sus nalgadas se hicieron cada vez más fuertes y sentía que la pielme ardía, podía imaginar mis nalgas rojas por “los chirlos” que me daba, aquéltipo era de largo alcance su pene entraba y salía y no parecía estar cansado.
Su pene entraba y salía con fuerza y me dijo:
A ver mexicanita, vamos a darte con patitas alhombro que esa es mi posición favorita, de inmediato me enderece y se retiró unmomento nada más para permitirme ponerme de frente a él, me soltó el liguero losuficiente para bajar un poco mi tanga y me subió al escritorio donde me senté,mis nalgas estaban justamente sobre las hojas que momentos antes había estabadibujando, de inmediato las quitó de ahí y mi concha quedó directamente con elmueble. Me abrió las piernas y se acomodó entre ellas, pude ver su pene quemomentos antes sentía, era enorme, sus manos lo sujetaban y apuntó directo a miconcha humeda donde lo introdujo suavemente, una vez que ya estaba la puntavolvió a dar un fuerte empujón y a clavarme, me levantó las piernas y colocócada una encima de sus hombros.
Estaba boca arriba y podía verlo frente a mí,mis piernas se flexionaban al ritmo de sus embestidas y pude sentir que en esaposición su miembro entraba con mucha más fuerza y sin mis nalgas de por mediosus testículos casi golpeaban mi concha. Un gemido ahogado salió de mi gargantay en mi cara se dibujó una expresión de dolor y placer, sentía que me lastimabael enorme miembro pero al mismo tiempo me gustaba y no iba a pedirle queparara, no podía al contrario quería que siguiera y solo abrí la boca paradejar escapar mis gemidos, mi tanga que estaba entre mis piernas, casi quedabaen mi cara de tan flexionadas que las tenía. El empujó la tela dentro de miboca para acallar un poco mis gemidos.
-Te van a escuchar en todo el edificio –murmuro.
Sus embestidas se hicieron más intensas yfuertes, tanto que sentí que me lastimaba un poco pero no quise parar, estabatan caliente que quise tener todo ese enorme pedazo de carne y le pedía: Así,anda clávame toda, hasta los testículos, sí, así aghhhh. Y sus huevos pegabancon fuerza en mi concha mojada. La expresión de su cara fue deliciosa, yoentrecerraba los ojos y él me miraba fijamente, besaba mi nariz y mis mejillaspor momentos, sus manos sobre mis hombros empujándome hacia abajo como para nodejarme escapar, y sentí que mi cuerpo explotaba en una descarga intensa de eseplacer acumulado al tiempo que él se retiraba de mi para rociarme el vientrecon toda su leche que salpicó mi ropa, su leche era espesa y abundante.
Se acercó suavemente y me dio un beso, se quedóahí encima de mi por un instante que me pareció el más cálido y dulce. Despuésse puso de pie y mirándome me dijo: creo que su examen sicológico va a tenermuy buenos resultados. Su ropa estaba limpia pero la mía estaba empapada de misjugos y la leche que acababa de vaciarme en el vientre, aún así la acomodérápidamente y me despedí de él con un beso en la mejilla. No le dije más nada ysalí de la oficina. Tenía mis datos para localizarme y si algo más habría depasar, ya estaba la pelota su cancha.
Ya en la calle sentí como escurría unos jugosentre mis labios vaginales y mi ropa toda mojada olía fuertemente a sexo,todavía tenía muchas cosas que hacer en el día y no iba a dejar de hacerlasaunque la humedad de su leche tibia me mojara la entrepierna.
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