Mercedes, ojos marrones, en el trabajo utiliza gafas, lleva el pelo castaño oscuro, no demasiado alta, ancha, lo que más destacan en ella son sus grandes tetas, siempre enfundadas en sujetadores de los que de verdad sujetan ante el tamaño y el volumen de esos pechos tan llamativos. Buen culo, de buen tamaño, muslos bien formados y piernas hermosas. Siempre vestida de sport elegante, de manera discreta. Madura, poco más de 40, soltera.
Educada, amable, simpática, las más jóvenes de las secretarias de Administración le tienen cierta manía porque es su jefa directa y se pone muy seria y estricta en lo que al trabajo se refiere y, también se dice, que le tienen envidia por sus grandes tetas. Es muy apreciada por nuestros jefes. A mí me trata bien y siempre que tenemos que hablar de asuntos de trabajo, relacionados con cuestiones informáticas, se nota que es una mujer responsable y capaz. Hemos tomado juntos algún café, algunas cervezas en grupo y las consabidas cenas navideñas o de jubilación. Esa es la relación que tenemos hasta ahora, la misma que con muchos otros compañeros y compañeras de los más de trescientos que trabajamos en una conocida e importante empresa.
Hoy es viernes y esta noche es la cena de jubilación de Martín, jefe del personal de mantenimiento, un tipo excelente y una de las personas más apreciadas por parte de todos los que estamos en la empresa.
A eso de la una de la mañana la cena está degenerando en un pequeño desmadre colectivo. Hicimos bien en apalabrar barra libre, porque se ve que hay ganas de darle al tequila, bebida con muchos adeptos. Los jefes de la empresa se han ido marchando discretamente y el grupo musical que anima el evento no está nada mal, por lo que hay varias docenas de parejas bailando. Yo estoy intentando acercarme a una de las secretarias de mi departamento con la que vacilo de vez en cuando para ver si pillo algio, pero me detiene el homenajeado Martín, me da un fuerte abrazo y dice con voz ligeramente aguardentosa:
—¿Has traído coche?. ¿Me quieres llevar a casa?. Quiero marcharme ahora que aún no estoy borracho del todo y con toda la gente despidiéndose de mí
—Claro Martín, cuando quieras (intento que no se note mi contrariedad por tener que irme ya de la fiesta sin intentar ligar)—Pues espérame junto a la salida que paso a recoger a Merche que también se viene
Hace buena noche, estamos en primavera y ya se va a gusto en mangas de camisa. Martín se despide de algunos compañeros a gritos y oigo a Mercedes reír. No hemos coincidido durante la cena y no me había fijado en ella, y la verdad es que está atractiva con un traje de chaqueta de un bonito color azul con la falda tipo mini, sin exagerar, y una ajustada camisa blanca con un par de botones desabrochados enseñando canalillo. Vaya.
Dentro del coche Martín tiene ganas de hablar.
—El domingo tempranito me marcho a mi pueblo con mi mujer y el perro y ya no aparezco por acá ni aunque me maten. Cuarenta y un años esperando y por fin lo he conseguido
—No te quejes Martín que en aquí te ha ido muy bien
Así hago. Un fuerte abrazo conmigo y un beso descarao en los labios de Mercedes es la despedida del ya jubilado.
—Sabes, Merche. La de veces que he cumplido con la parienta pensando en tus tetas, bueno, y en algo más. Sí que voy a echar de menos pasar por tu despacho para echarle un vistazo a esas domingas impresionantes. Adiós, tomense unas copas que los he sacado muy pronto de la fiesta y hasta que vayan a verme al pueblo
Martín entra en su portal y Mercedes sube al asiento delantero del coche.
—Qué hombre más buena onda, le echaré de menos después de tantos años
—¿Dónde vamos, Mercedes?, creo que vives por Ventas
—Ya me llevas a casa, vale, vale; no aguantas ni unos minutos a esta vieja
—No mujer, es una manera de hablar, ¿tomamos una copa?; oye, lo de vieja ni en broma
Cerca de donde vive Merche (me ha pedido que así la llame, Mercedes lo deja para la familia y los jefes) hay un pub en donde apenas hay tres o cuatro parejas a esta hora. Nos sentamos en un rincón con las copas y discretamente echo unas miradas al canalillo de la mujer y a sus muslos, gracias a que la falda se le ha subido bastante y no hace intención de bajarla. Soy bastante más alto que ella, así que no está mal la cantidad de pecho que se ve.
—Esta camisa les resulta llamativa a los hombres, y por lo que veo a ti también
Me quedo cortado sin saber qué decir, y más todavía cuando la mujer desabrocha otro botón de la camisa, con lo que ya se ve casi todo el canalillo y gran parte del bonito sujetador blanco que lleva puesto. Mueve las piernas a derecha e izquierda, con lo que la falda se le sube un poco más y se ve el final de las medias azules transparentes que le llegan hasta muy arriba de los muslos
—No necesitas disimular, me encanta que me mires si te gusta lo que ves
Se echa hacia adelante como si fuera a coger una almendra del platillo que nos han puesto y al quedarse quieta en esa posición me ofrece una vista completa de sus pechos, apenas tapados por las copas del sujetador, que llegan a mitad de sus tetas, elevándolas y sacándolas hacia afuera. Veo parte de sus areolas y apenas tiene tapados los oscuros pezones. Mi polla empieza a dar urgentes señales de vida.
—Matías, ¿no te parezco una vieja?, soy bastante mayor que tu
—Por favor Merche, no digas tonterías, eres muy atractiva
—¿Estoy buena o estás muy salido?
—Claro que estoy salido, pero estás muy buena
—Acaba tu copa, vamos al coche que quiero ir a un sitio
Sentados en el coche nos hemos dado un primer beso, con lengua, guarro, ensalivado, sin disimulo alguno por parte de ninguno de los dos. Se me van las manos hacia las tetas como si tuvieran imán, lo que provoca las risas de Merche.
—Vamos al aparcamiento de la plaza
Enseguida estamos allí y me hace aparcar en un extremo, bajo un gran árbol que deja la zona en penumbras. Me indica que pasemos a los asientos de atrás (yo alucino con mi buena suerte, a la espera de lo que pueda pasar) e inmediatamente me besa usando la lengua con maestría y dándome un repaso total a toda la boca. Me gusta.
—¿Piensas que soy un poco guarrilla?. Llevo mucho tiempo fijándome en ti, eres muy guapo y estás muy bueno. Mira mis tetas, te las vas a comer todo el tiempo que quieras
No digo nada, para qué. Merche se desabrocha el sujetador y ante mí aparecen sus dos maravillas, grandes, morenas sin marcas, duras, altas, un poco caídas, pero fabulosas. Son dos balas de cañón que me pongo a tocar, amasar, lamer, mamar, …
—¿Te gustan?, son grandes tal y como buscab los hombres, ¿te parecen buenas?
Sigo sin decir nada, actúo, comiéndome las dos estupendas tetas, abrazando a la mujer para sentirlas en mi pecho y atacando los pezones oscuros, duros, tiesos, de buen tamaño, que parecen crecer entre mis labios.
—Así me gusta, primero suavecito y cuando estés muy cachondo, cómetelas como quieras
Cachondo llevo desde que en el pub se las empecé a ver, así que poco a poco crece la intensidad de mis caricias, besos, chupetones, pellizcos, mordisquitos. Me estoy dando un festín de puta madre, pero ya quiero más y por las apariencias de excitación, ella también.
—Déjame que saque la polla, la tengo apretada contra los pantalones
Mientras desabrocho el cinturón y bajo los pantalones hasta más abajo de las rodillas, Mercedes me quita la camisa.
—Eres muy hombre, me gustas y vaya pezoncitos más ricos, dámelos, tu te pones ciego con mis tetas, pero a mí también me gusta mamar los pezones de hombre
No miente, porque después de pasar sus manos repetidas veces por mi pecho tirando incluso de mi pelo, se pone a lamer los pezones y rápidamente pasa a chuparlos y darles suaves mordiscos, haciendo unos ruidos como de satisfacción o excitación que destacan de su ya agitada respiración.
Yo sigo a lo mío. Las tetas, los muslos, la espalda, todo lo que tiene desnudo lo acaricio, aprieto, amaso, y cuando deja de mamar mis pezones le pido que se desnude:
—Déjame verte, quítate la falda y yo me quito el slip
Mirando a mi paquete con los ojos muy abiertos, sin despistarse ni un momento, se sube la falda hasta la cintura y se quita las pequeñas bragas blancas que lleva, a juego con el olvidado sujetador. Vaya culazo bueno que tiene. Me he quitado del todo los pantalones y también los calzoncillos. Luzco una erección buena de verdad y sin decir nada dejo que se recree mirándome.
—Jo, que pollón tienes, y que huevos más grandes
Echa mano primero a mis huevos, apretándolos un poco, sopesando y acariciando con suavidad, y rápidamente toca con las dos manos mi rabo, cogiéndolo con fuerza y después, subiendo y bajando la mano derecha muy, muy despacio, sin dejar de mirar la polla, atraída como si estuviera hipnotizada.
—Qué capullo más rico, te lo voy a acariciar como yo se, verás como te gusta. Anda, ya nos está viendo un mirón, me excita que me miren mientras lo hago, por eso me gusta venir a este sitio
El mirón está tocándose la polla como a un par de metros del coche, supongo que para tener perspectiva y poder vernos bien. No me preocupa, entre otras cosas porque Merche me está acariciando el capullo muy suavemente con las yemas de los dedos, deprisa, casi sin tocar, muy excitante, nunca ninguna mujer me había tocado de esta manera y me parece estupendo.
—Espera un poco, me voy a correr si sigues haciéndome eso tan bueno
—¿Te gusta, eh?. Tócame un poco me tienes muy excitada
Desde luego mojada está como una fuente y mientras acaricio su coño depilado (no deja de ser una sorpresa para mí) me abraza poniendo su cabeza junto a la mía y besándome de nuevo con mucha intensidad, con la lengua como protagonista.
—Háblame, dime guarradas al oído, llámame todo lo que quieras
Bien, eso es algo que me gusta. Empiezo suave diciéndole las ganas que tengo de meterle la polla hasta por las orejas y cómo le voy a lamer el culo (gime y da grititos de excitación según voy aumentando la velocidad con la que acaricio su clítoris y en función de lo que le voy diciendo), sigo enumerando todo lo que ella va a hacerme (lo de comerme la polla y el culo le provocan verdaderas bocanadas de deseo) y no dejo de recordarle que es una guarra, una zorra que se va a comportar conmigo como una perra salida. Durante muchos segundos se corre de manera callada, para pasar a dar un largo grito contenido, ronco, que acaba en voz alta diciendo algo que me suena parecido a ¡qué puta soy!, pero no podría asegurarlo.
Se derrumba sobre el asiento intentando recuperar la respiración (¡joder como suben y bajan esas dos tetas tremendas!) y yo me sigo tocando la verga a la espera de acontecimientos por su parte.
—Sabes mucho, me has entendido a la primera y he tenido un orgasmo estupendo. Ahora tu
Primero ha estado acariciando mi capullo con las yemas de los dedos de esa manera tan estupenda y excitante, después me empieza a masturbar arriba y abajo con habilidad, sin prisas. No me deja que la toque, por lo que estoy sentado medio tumbado, con la cabeza apoyada en el cristal de la ventanilla.
Merche se mete la polla en la boca varias veces seguidas intentando que le quepa entera, pasando después a chupar la cabeza, primero con la lengua y luego con los labios, con mucha saliva, sin dejar de meneármela arriba y abajo. No deja de hablar:
—¿Te creías que Merche no sabe comerse una polla?. La tuya me gusta mucho, es grande, gruesa, tiesa, dura y me va a llenar las tetas de leche de hombre
No puedo aguantar más, sin decir nada me corro con media docena de lechazos densos, grandes, muy blancos, que la mujer se preocupa de que caigan sobre sus tetas sujetando mi pene.
—Vaya cantidad de semen, eres un peligro para las mujeres
Mercedes enciende un cigarrillo y mientras fuma se extiende el semen con las manos por sus tetas, como si fuera una crema. Yo me recupero del orgasmo y me voy vistiendo lentamente.
—¿Qué te ha parecido?. ¿Pensabas que yo me la metía en la boca o que supiera pajear una polla?. A lo mejor siempre me has tenido por tonta
No contesto. Me acerco, le doy un beso en los labios, un sonoro azotito en el culo y cuando se viste, pasamos a los asientos delanteros
—¿Que vas a hacer este fin de semana?. ¿Podemos quedar?
—Mañana sábado no puedo, imposible. Está en casa mi prima del pueblo, comemos en casa y después tenemos entradas para una película que quiere ver.
—Paso a buscarte el domingo a las diez y nos vamos a una casa que tengo a las afueras.
—No se, no se cómo lo voy a justificar
—El domingo a las diez en la esquina del quiosco de periódicos. No acepto un no, ni siquiera nos vamos a intercambiar los números de teléfono para evitar que me llames con alguna disculpa
Un beso en los labios que despierta su sonrisa y me despido en la puerta de su casa diciendo:
—Hasta el domingo
A las diez menos diez ya estoy el domingo junto al quiosco mirando hacia el portal de la casa de Mercedes. Como un cuarto de hora después la veo salir del portal y acercarse al coche.
—Buenos días. ¿Creías que no iba a venir?
—Estaba seguro de que sí vendrías, pero …
Un suave beso en los labios y subimos al coche.
—¿Dónde vamos?
—Muy cerca, mi familia tiene una casa allí desde hace años, es un sitio tranquilo con unas vistas preciosas. Tenemos que parar a comprar pan
—¿Lo tenías todo previsto?
—Desde ayer por la tarde, compré comida preparada, aperitivos, fruta, dulces y unas botellas que llevo en una nevera portátil
—Muy seguro estabas de que sí iba a venir, me parece que eres un poco creído
—No lo se, pero pensé que tu tenías las mismas ganas que yo de estar juntos
Risas compartidas, charla vacilona y no puedo dejar de fijarme que está vestida de manera muy atractiva, con unos finos y muy ajustados pantalones que en realidad son calzas negras que aprietan sus muslos y el culazo y una blusa también negra con bastante escote, de manera que enseña el comienzo de las tetas y su llamativo canalillo.
—Que sexy vienes
—Te has fijado, ¿te gusta lo que se ve?
—Mucho
—Lo que no se ve igual te apetece más tarde
Se gira hacia mí en el asiento y pasa su mano derecha por el paquete lentamente, apretando un poco y con una cara de cachondeo que por su respiración y el suave movimiento hacia arriba y abajo de las tetas me da idea de que está excitada.
Me iba a saltar la parada en la panadería, pero Merche me ha recordado que también hay que comer comida (son sus palabras exactas). Llegamos a la urbanización y tras saludar brevemente a unos vecinos que están paseando, guardamos el coche y entramos en la casa cargados con la comida y la nevera.
—Es un lugar precioso, con tantos árboles y tan tranquilo. En verano tomarás el sol desnudo sin problemas en la piscina
—Prácticamente soy el único que viene por aquí, mis padres viven en la costa y mi hermana casada
Me acerco por detrás a Mercedes y planto mis dos manos abiertas en su culo para comenzar a magrearlo, e inmediatamente bajo la cabeza para darle un muerdo largo, guarro, baboso que le encanta. Respira con fuerza y aprieta el culo contra mi paquete, en donde ya tiene que notar la polla tiesa y dura. Da la vuelta, coge mi cabeza con las dos manos para darme otro beso pleno de lengua, empuja para dejar su pelvis pegada a mí y con voz entrecortada dice:
—No llevo bragas ni sujetador
Mi respuesta es empujar hacia adelante al mismo tiempo que doy dos azotes en su culo cuando vuelvo a posar mis manos en él, agarro los glúteos con la mano entera, apretando en un fuerte pellizco, lo que provoca un gemido de excitación en la mujer y tras restregarme cuatro o cinco veces con su coño, ordeno con voz ronca:
—Quítate las calzas, ya
Me separo como dos metros para mirarla mientras me desnudo rápidamente. Ella se va quitando el pantalón lentamente, doblándose por la cintura para enseñarme su culazo en total esplendor, y después gira, se desabrocha la blusa y de un rápido tirón hacia arriba se lo quita. ¡Qué tetas!, joder, que maravilla verlas tan grandes moviéndose al ritmo de la excitada respiración, con los pezones gruesos y tiesos que parecen pedir ¡cómeme!. Además, me llaman la atención los duros muslos, muy brillantes, pringados por los líquidos vaginales que empapan los labios de su chocho depilado.
—Ven al sofá, vamos
Se arrodilla en el asiento y le doy un empujón para que apoye los brazos y quede a cuatro patas. Ah, qué bueno es tener ese tremendo culo al alcance de las manos. Cuando tenga más confianza sexual con Mercedes la pienso dar por el culo. Acaricio desde atrás el empapado coño varias veces y la mujer lo agradece subiendo y bajando la cabeza, boqueando de excitación y pidiendo:
—Métela, fóllame, pero no te corras dentro
Me sujeto de su amplia cintura con las dos manos y voy tanteando con la punta del capullo hasta que encuentro el mojado camino. Empujo, con suavidad, y apenas con el capullo dentro me muevo a derecha e izquierda, provocando nuevos gemidos de la mujer, que comienza a moverse adelante y atrás despacito.
—La quieres entera, eh
—Sí, métela toda, es tan grande
Un fuerte azote en el culo para fijar los términos:
—Eres una guarra maleducada que no sabe pedir las cosas
—Por favor, por favor, fóllame
El movimiento de Merche a la búsqueda de mi polla es ya más rápido y aprovecho cuando se echa hacia delante para dar un fuerte empujón, hasta dentro, hasta chocar los huevos con el coño.
—Sí, sí; me llenas, corazón
Empiezo a darle caña rápido y con fuerza, de manera que las exclamaciones de la mujer son constantes y el fuerte sonido del choque de mis muslos contra los suyos se acompaña del sonoro chop-chop que provoca la polla al entrar y salir de ese coño tan empapado; cómo se moja, parece una fuente. Voy a decirle alguna que otra guarrada de las que la excitan, bueno, y a mí también me ponen.
—Guarra, te gustan las pollas; bien vas a probar la mía, zorra, hasta que no puedas más
—Sí, corazón; sigue, sigue
Le estoy dando ya unos pollazos tremendos, follando deprisa y acariciando su clítoris con los dedos de la mano derecha, mientras que con la mano izquierda me sujeto del culo agarrando con fuerza. Mercedes jadea, da grititos y sigue hablando aunque apenas entiendo lo que dice por el tono ronco de la voz:
—Me entiendes, cariño, sabes darme gusto...
—Ahhh, sí, sííííííí, ¡qué puta soy!
Lo ha vuelto a decir, debe ser natural en sus corridas. Las contracciones de su chocho duran muchos segundos, así que saco mi necesitada polla porque no debo correrme dentro según me ha dicho. Enseguida le voy a exigir que me de gusto.
Han pasado diez minutos en los que me he estado acariciando suavemente la polla intentando que no se baje mi erección. Merche está sentada a mi lado, recuperada de su sonora corrida, fumándose un cigarrillo (según ella nunca fuma, sólo después de follar) y mirándome con esa cara de cachondeo zumbón que pone en ocasiones.
—Vaya verga rica que tienes. Tu sabes mucho, eh, me entiendes y me pones muy cachonda
—Me gusta que digas eso, porque necesito correrme y, no se, no te veo muy decidida
—Después de tener un orgasmo tardo bastante en excitarme de nuevo y me cuesta meterme en faena
—Pues tendré que correrme yo primero en próximas folladas, pero ahora no seas cabrona, ayúdame que ya me duelen los huevos de lo llenos que están
Apaga el cigarrillo y sin demasiadas ganas acaricia la punta del capullo con las yemas de sus dedos. No vamos bien, aún no está verdaderamente concentrada en lo que debe. Me siento derecho, con la espalda recta, la cojo de los dos brazos con mis manos y antes de que reaccione tiro de ella para ponerla boca abajo sobre mis muslos y rodillas. La he cogido de sorpresa, y más todavía cuando sujeto sus manos sobre su espalda cogidas con mi mano izquierda y con la mano derecha le doy un azotazo que suena como un golpe de tambor.
—Ay, no, ¿qué haces?
Dos azotes más, uno en cada cacha del culo. Me gusta cómo suenan.
—No eres buena perra conmigo. Te corres y luego no tienes ni putas ganas de darme gusto. Eso no está bien, sólo lo hacen las calientapollas y las cabronas, y a las dos hay que castigarlas para que se vuelvan zorritas complacientes
Dos, cuatro, seis fuertes azotes que me suenan a gloria, con el añadido de los gritos de queja de Merche:
—Ay, ay, no me pegues, por favor, por favor
—No te estoy pegando, te castigo y lo seguiré haciendo si no te ocupas de mi polla como se merece, ¿entendido?
Termino con otros dos sonoros azotes. Suelto sus manos y se pone en pie tocándose el culo, mientras me recuesto sobre el respaldo del sofá. No digo nada, sólo hago un gesto con la mano y la mujer se arrodilla ante mí para empezar a chupar polla. Bien, parece que la cosa mejora. Los glúteos rojos como una sandía me parecen muy atractivos, así que luzco una erección de premio gordo mientras Mercedes no deja de mamar con ganas. Me queda poco para correrme.
—No pares, sigue, sigue
Joder, qué bueno. Es una mamapollas muy buena y aprende deprisa lo que me gusta, traga mi semen salvo algún chorrillo que cae sobre sus tetas y cuando deja de salir mi leche se aplica en limpiar la punta con su lengua. Me parece que es hora de tomar un aperitivo y unas cervezas.
Los dos seguimos desnudos recostados en unas hamacas en el porche trasero de la casa, entre sol y sombra porque hace calor, picando unos aperitivos y tomando ya la segunda cerveza. Con nosotros está mi buena amiga Freda, la pequeña perrilla salchicha de los vecinos, que como siempre que vengo viene a pasar un rato conmigo.
—Te va bien con las mujeres, se vienen contigo, ¿a esta también le das azotes en el culo?
—Freda es una amiga cariñosa que siempre se porta muy bien y no hay que castigarla, al contrario
—Qué suerte tiene
—¿Te he hecho mucho daño?
—Un poco, aunque lo que de verdad me molesta es que me he excitado con los azotes
—¿Nunca te lo habías hecho?
—Qué cosas dices, a ver si vas a ser un sádico y tengo que salir corriendo desnuda de esta casa
—Eso te gustaría, eh, ponérsela dura a todos los vecinos que te vieran caminar en bolas, luciendo bien esas retas fabulosas y el culo cojonudo que tienes. Bien cachonda te ibas a poner
—Sí, soy un poco exhibicionista, lo reconozco, pero ver como los hombres se van excitando hasta que ya no se pueden controlar es excitante y me pone a mil por hora, además de que me da una gran sensación de poder, de manejar a los hombres enseñando las tetas y de darles o no gusto según me apetezca, como y cuando yo quiero
—Exhibicionista sí eres, pero también calientapollas. Qué zorra eres. Ven, súbete encima de mí, mira que polla me has puesto
De nuevo estoy empalmado como un burro con el rabo que parece que me va a explotar. Mercedes pone una de sus rodillas a cada lado de mis caderas y se ayuda con la mano para meterse la polla en el coño mojado, caliente, palpitante, acogedor; qué bueno. Con toda la polla dentro se mueve despacito a derecha e izquierda, arriba y abajo, mientras sus tetas se mueven al compás. Es todo un espectáculo.
—¿Has follado al aire libre?, en el campo, en una playa, en sitios en donde pueda haber gente que te esté mirando
—No, nunca me he atrevido, pero me muero de ganas por hacerlo en una playa nudista, rodeada de parejas desnudas que me miren y se vayan excitando. A veces me hago pajas pensando en ello
Está muy excitada y ya se mueve arriba y abajo dándome una follada con buen ritmo, rápido, constante, agradeciendo con grititos y jadeos que me sujete a sus tetas y las acaricie, cada vez apretando un poco más los pezones, hablando con voz ronca y entrecortada que apenas entiendo.
—Sí, sí, cómo me has puesto; tu me entiendes mejor que nadie
—Si te corres antes que yo, luego no te quejes si te castigo por tardar en darme gusto
Apenas tengo que acariciar su clítoris. Tiene una corrida tremenda, gritando, con los ojos cerrados muy apretados, tensa como una tabla, con mi polla aprisionada por su coño sintiendo las contracciones que duran muchos segundos y a punto de caerse de la tumbona cuando se levanta con prisa temiendo que eyacule dentro de ella.
—Espera un poquito, por favor; qué corrida, corazón, qué buena
Desde hace como cuatro meses Merche y yo estamos quedando al menos una vez por semana. Nos pegamos unas folladas tremendas y los dos vamos dando rienda suelta a nuestros gustos, caprichos y fantasías. Confirmado: siempre dice ¡qué puta soy! en los momentos finales de su orgasmo.
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Educada, amable, simpática, las más jóvenes de las secretarias de Administración le tienen cierta manía porque es su jefa directa y se pone muy seria y estricta en lo que al trabajo se refiere y, también se dice, que le tienen envidia por sus grandes tetas. Es muy apreciada por nuestros jefes. A mí me trata bien y siempre que tenemos que hablar de asuntos de trabajo, relacionados con cuestiones informáticas, se nota que es una mujer responsable y capaz. Hemos tomado juntos algún café, algunas cervezas en grupo y las consabidas cenas navideñas o de jubilación. Esa es la relación que tenemos hasta ahora, la misma que con muchos otros compañeros y compañeras de los más de trescientos que trabajamos en una conocida e importante empresa.
Hoy es viernes y esta noche es la cena de jubilación de Martín, jefe del personal de mantenimiento, un tipo excelente y una de las personas más apreciadas por parte de todos los que estamos en la empresa.
A eso de la una de la mañana la cena está degenerando en un pequeño desmadre colectivo. Hicimos bien en apalabrar barra libre, porque se ve que hay ganas de darle al tequila, bebida con muchos adeptos. Los jefes de la empresa se han ido marchando discretamente y el grupo musical que anima el evento no está nada mal, por lo que hay varias docenas de parejas bailando. Yo estoy intentando acercarme a una de las secretarias de mi departamento con la que vacilo de vez en cuando para ver si pillo algio, pero me detiene el homenajeado Martín, me da un fuerte abrazo y dice con voz ligeramente aguardentosa:
—¿Has traído coche?. ¿Me quieres llevar a casa?. Quiero marcharme ahora que aún no estoy borracho del todo y con toda la gente despidiéndose de mí
—Claro Martín, cuando quieras (intento que no se note mi contrariedad por tener que irme ya de la fiesta sin intentar ligar)—Pues espérame junto a la salida que paso a recoger a Merche que también se viene
Hace buena noche, estamos en primavera y ya se va a gusto en mangas de camisa. Martín se despide de algunos compañeros a gritos y oigo a Mercedes reír. No hemos coincidido durante la cena y no me había fijado en ella, y la verdad es que está atractiva con un traje de chaqueta de un bonito color azul con la falda tipo mini, sin exagerar, y una ajustada camisa blanca con un par de botones desabrochados enseñando canalillo. Vaya.
Dentro del coche Martín tiene ganas de hablar.
—El domingo tempranito me marcho a mi pueblo con mi mujer y el perro y ya no aparezco por acá ni aunque me maten. Cuarenta y un años esperando y por fin lo he conseguido
—No te quejes Martín que en aquí te ha ido muy bien
Así hago. Un fuerte abrazo conmigo y un beso descarao en los labios de Mercedes es la despedida del ya jubilado.
—Sabes, Merche. La de veces que he cumplido con la parienta pensando en tus tetas, bueno, y en algo más. Sí que voy a echar de menos pasar por tu despacho para echarle un vistazo a esas domingas impresionantes. Adiós, tomense unas copas que los he sacado muy pronto de la fiesta y hasta que vayan a verme al pueblo
Martín entra en su portal y Mercedes sube al asiento delantero del coche.
—Qué hombre más buena onda, le echaré de menos después de tantos años
—¿Dónde vamos, Mercedes?, creo que vives por Ventas
—Ya me llevas a casa, vale, vale; no aguantas ni unos minutos a esta vieja
—No mujer, es una manera de hablar, ¿tomamos una copa?; oye, lo de vieja ni en broma
Cerca de donde vive Merche (me ha pedido que así la llame, Mercedes lo deja para la familia y los jefes) hay un pub en donde apenas hay tres o cuatro parejas a esta hora. Nos sentamos en un rincón con las copas y discretamente echo unas miradas al canalillo de la mujer y a sus muslos, gracias a que la falda se le ha subido bastante y no hace intención de bajarla. Soy bastante más alto que ella, así que no está mal la cantidad de pecho que se ve.
—Esta camisa les resulta llamativa a los hombres, y por lo que veo a ti también
Me quedo cortado sin saber qué decir, y más todavía cuando la mujer desabrocha otro botón de la camisa, con lo que ya se ve casi todo el canalillo y gran parte del bonito sujetador blanco que lleva puesto. Mueve las piernas a derecha e izquierda, con lo que la falda se le sube un poco más y se ve el final de las medias azules transparentes que le llegan hasta muy arriba de los muslos
—No necesitas disimular, me encanta que me mires si te gusta lo que ves
Se echa hacia adelante como si fuera a coger una almendra del platillo que nos han puesto y al quedarse quieta en esa posición me ofrece una vista completa de sus pechos, apenas tapados por las copas del sujetador, que llegan a mitad de sus tetas, elevándolas y sacándolas hacia afuera. Veo parte de sus areolas y apenas tiene tapados los oscuros pezones. Mi polla empieza a dar urgentes señales de vida.
—Matías, ¿no te parezco una vieja?, soy bastante mayor que tu
—Por favor Merche, no digas tonterías, eres muy atractiva
—¿Estoy buena o estás muy salido?
—Claro que estoy salido, pero estás muy buena
—Acaba tu copa, vamos al coche que quiero ir a un sitio
Sentados en el coche nos hemos dado un primer beso, con lengua, guarro, ensalivado, sin disimulo alguno por parte de ninguno de los dos. Se me van las manos hacia las tetas como si tuvieran imán, lo que provoca las risas de Merche.
—Vamos al aparcamiento de la plaza
Enseguida estamos allí y me hace aparcar en un extremo, bajo un gran árbol que deja la zona en penumbras. Me indica que pasemos a los asientos de atrás (yo alucino con mi buena suerte, a la espera de lo que pueda pasar) e inmediatamente me besa usando la lengua con maestría y dándome un repaso total a toda la boca. Me gusta.
—¿Piensas que soy un poco guarrilla?. Llevo mucho tiempo fijándome en ti, eres muy guapo y estás muy bueno. Mira mis tetas, te las vas a comer todo el tiempo que quieras
No digo nada, para qué. Merche se desabrocha el sujetador y ante mí aparecen sus dos maravillas, grandes, morenas sin marcas, duras, altas, un poco caídas, pero fabulosas. Son dos balas de cañón que me pongo a tocar, amasar, lamer, mamar, …
—¿Te gustan?, son grandes tal y como buscab los hombres, ¿te parecen buenas?
Sigo sin decir nada, actúo, comiéndome las dos estupendas tetas, abrazando a la mujer para sentirlas en mi pecho y atacando los pezones oscuros, duros, tiesos, de buen tamaño, que parecen crecer entre mis labios.
—Así me gusta, primero suavecito y cuando estés muy cachondo, cómetelas como quieras
Cachondo llevo desde que en el pub se las empecé a ver, así que poco a poco crece la intensidad de mis caricias, besos, chupetones, pellizcos, mordisquitos. Me estoy dando un festín de puta madre, pero ya quiero más y por las apariencias de excitación, ella también.
—Déjame que saque la polla, la tengo apretada contra los pantalones
Mientras desabrocho el cinturón y bajo los pantalones hasta más abajo de las rodillas, Mercedes me quita la camisa.
—Eres muy hombre, me gustas y vaya pezoncitos más ricos, dámelos, tu te pones ciego con mis tetas, pero a mí también me gusta mamar los pezones de hombre
No miente, porque después de pasar sus manos repetidas veces por mi pecho tirando incluso de mi pelo, se pone a lamer los pezones y rápidamente pasa a chuparlos y darles suaves mordiscos, haciendo unos ruidos como de satisfacción o excitación que destacan de su ya agitada respiración.
Yo sigo a lo mío. Las tetas, los muslos, la espalda, todo lo que tiene desnudo lo acaricio, aprieto, amaso, y cuando deja de mamar mis pezones le pido que se desnude:
—Déjame verte, quítate la falda y yo me quito el slip
Mirando a mi paquete con los ojos muy abiertos, sin despistarse ni un momento, se sube la falda hasta la cintura y se quita las pequeñas bragas blancas que lleva, a juego con el olvidado sujetador. Vaya culazo bueno que tiene. Me he quitado del todo los pantalones y también los calzoncillos. Luzco una erección buena de verdad y sin decir nada dejo que se recree mirándome.
—Jo, que pollón tienes, y que huevos más grandes
Echa mano primero a mis huevos, apretándolos un poco, sopesando y acariciando con suavidad, y rápidamente toca con las dos manos mi rabo, cogiéndolo con fuerza y después, subiendo y bajando la mano derecha muy, muy despacio, sin dejar de mirar la polla, atraída como si estuviera hipnotizada.
—Qué capullo más rico, te lo voy a acariciar como yo se, verás como te gusta. Anda, ya nos está viendo un mirón, me excita que me miren mientras lo hago, por eso me gusta venir a este sitio
El mirón está tocándose la polla como a un par de metros del coche, supongo que para tener perspectiva y poder vernos bien. No me preocupa, entre otras cosas porque Merche me está acariciando el capullo muy suavemente con las yemas de los dedos, deprisa, casi sin tocar, muy excitante, nunca ninguna mujer me había tocado de esta manera y me parece estupendo.
—Espera un poco, me voy a correr si sigues haciéndome eso tan bueno
—¿Te gusta, eh?. Tócame un poco me tienes muy excitada
Desde luego mojada está como una fuente y mientras acaricio su coño depilado (no deja de ser una sorpresa para mí) me abraza poniendo su cabeza junto a la mía y besándome de nuevo con mucha intensidad, con la lengua como protagonista.
—Háblame, dime guarradas al oído, llámame todo lo que quieras
Bien, eso es algo que me gusta. Empiezo suave diciéndole las ganas que tengo de meterle la polla hasta por las orejas y cómo le voy a lamer el culo (gime y da grititos de excitación según voy aumentando la velocidad con la que acaricio su clítoris y en función de lo que le voy diciendo), sigo enumerando todo lo que ella va a hacerme (lo de comerme la polla y el culo le provocan verdaderas bocanadas de deseo) y no dejo de recordarle que es una guarra, una zorra que se va a comportar conmigo como una perra salida. Durante muchos segundos se corre de manera callada, para pasar a dar un largo grito contenido, ronco, que acaba en voz alta diciendo algo que me suena parecido a ¡qué puta soy!, pero no podría asegurarlo.
Se derrumba sobre el asiento intentando recuperar la respiración (¡joder como suben y bajan esas dos tetas tremendas!) y yo me sigo tocando la verga a la espera de acontecimientos por su parte.
—Sabes mucho, me has entendido a la primera y he tenido un orgasmo estupendo. Ahora tu
Primero ha estado acariciando mi capullo con las yemas de los dedos de esa manera tan estupenda y excitante, después me empieza a masturbar arriba y abajo con habilidad, sin prisas. No me deja que la toque, por lo que estoy sentado medio tumbado, con la cabeza apoyada en el cristal de la ventanilla.
Merche se mete la polla en la boca varias veces seguidas intentando que le quepa entera, pasando después a chupar la cabeza, primero con la lengua y luego con los labios, con mucha saliva, sin dejar de meneármela arriba y abajo. No deja de hablar:
—¿Te creías que Merche no sabe comerse una polla?. La tuya me gusta mucho, es grande, gruesa, tiesa, dura y me va a llenar las tetas de leche de hombre
No puedo aguantar más, sin decir nada me corro con media docena de lechazos densos, grandes, muy blancos, que la mujer se preocupa de que caigan sobre sus tetas sujetando mi pene.
—Vaya cantidad de semen, eres un peligro para las mujeres
Mercedes enciende un cigarrillo y mientras fuma se extiende el semen con las manos por sus tetas, como si fuera una crema. Yo me recupero del orgasmo y me voy vistiendo lentamente.
—¿Qué te ha parecido?. ¿Pensabas que yo me la metía en la boca o que supiera pajear una polla?. A lo mejor siempre me has tenido por tonta
No contesto. Me acerco, le doy un beso en los labios, un sonoro azotito en el culo y cuando se viste, pasamos a los asientos delanteros
—¿Que vas a hacer este fin de semana?. ¿Podemos quedar?
—Mañana sábado no puedo, imposible. Está en casa mi prima del pueblo, comemos en casa y después tenemos entradas para una película que quiere ver.
—Paso a buscarte el domingo a las diez y nos vamos a una casa que tengo a las afueras.
—No se, no se cómo lo voy a justificar
—El domingo a las diez en la esquina del quiosco de periódicos. No acepto un no, ni siquiera nos vamos a intercambiar los números de teléfono para evitar que me llames con alguna disculpa
Un beso en los labios que despierta su sonrisa y me despido en la puerta de su casa diciendo:
—Hasta el domingo
A las diez menos diez ya estoy el domingo junto al quiosco mirando hacia el portal de la casa de Mercedes. Como un cuarto de hora después la veo salir del portal y acercarse al coche.
—Buenos días. ¿Creías que no iba a venir?
—Estaba seguro de que sí vendrías, pero …
Un suave beso en los labios y subimos al coche.
—¿Dónde vamos?
—Muy cerca, mi familia tiene una casa allí desde hace años, es un sitio tranquilo con unas vistas preciosas. Tenemos que parar a comprar pan
—¿Lo tenías todo previsto?
—Desde ayer por la tarde, compré comida preparada, aperitivos, fruta, dulces y unas botellas que llevo en una nevera portátil
—Muy seguro estabas de que sí iba a venir, me parece que eres un poco creído
—No lo se, pero pensé que tu tenías las mismas ganas que yo de estar juntos
Risas compartidas, charla vacilona y no puedo dejar de fijarme que está vestida de manera muy atractiva, con unos finos y muy ajustados pantalones que en realidad son calzas negras que aprietan sus muslos y el culazo y una blusa también negra con bastante escote, de manera que enseña el comienzo de las tetas y su llamativo canalillo.
—Que sexy vienes
—Te has fijado, ¿te gusta lo que se ve?
—Mucho
—Lo que no se ve igual te apetece más tarde
Se gira hacia mí en el asiento y pasa su mano derecha por el paquete lentamente, apretando un poco y con una cara de cachondeo que por su respiración y el suave movimiento hacia arriba y abajo de las tetas me da idea de que está excitada.
Me iba a saltar la parada en la panadería, pero Merche me ha recordado que también hay que comer comida (son sus palabras exactas). Llegamos a la urbanización y tras saludar brevemente a unos vecinos que están paseando, guardamos el coche y entramos en la casa cargados con la comida y la nevera.
—Es un lugar precioso, con tantos árboles y tan tranquilo. En verano tomarás el sol desnudo sin problemas en la piscina
—Prácticamente soy el único que viene por aquí, mis padres viven en la costa y mi hermana casada
Me acerco por detrás a Mercedes y planto mis dos manos abiertas en su culo para comenzar a magrearlo, e inmediatamente bajo la cabeza para darle un muerdo largo, guarro, baboso que le encanta. Respira con fuerza y aprieta el culo contra mi paquete, en donde ya tiene que notar la polla tiesa y dura. Da la vuelta, coge mi cabeza con las dos manos para darme otro beso pleno de lengua, empuja para dejar su pelvis pegada a mí y con voz entrecortada dice:
—No llevo bragas ni sujetador
Mi respuesta es empujar hacia adelante al mismo tiempo que doy dos azotes en su culo cuando vuelvo a posar mis manos en él, agarro los glúteos con la mano entera, apretando en un fuerte pellizco, lo que provoca un gemido de excitación en la mujer y tras restregarme cuatro o cinco veces con su coño, ordeno con voz ronca:
—Quítate las calzas, ya
Me separo como dos metros para mirarla mientras me desnudo rápidamente. Ella se va quitando el pantalón lentamente, doblándose por la cintura para enseñarme su culazo en total esplendor, y después gira, se desabrocha la blusa y de un rápido tirón hacia arriba se lo quita. ¡Qué tetas!, joder, que maravilla verlas tan grandes moviéndose al ritmo de la excitada respiración, con los pezones gruesos y tiesos que parecen pedir ¡cómeme!. Además, me llaman la atención los duros muslos, muy brillantes, pringados por los líquidos vaginales que empapan los labios de su chocho depilado.
—Ven al sofá, vamos
Se arrodilla en el asiento y le doy un empujón para que apoye los brazos y quede a cuatro patas. Ah, qué bueno es tener ese tremendo culo al alcance de las manos. Cuando tenga más confianza sexual con Mercedes la pienso dar por el culo. Acaricio desde atrás el empapado coño varias veces y la mujer lo agradece subiendo y bajando la cabeza, boqueando de excitación y pidiendo:
—Métela, fóllame, pero no te corras dentro
Me sujeto de su amplia cintura con las dos manos y voy tanteando con la punta del capullo hasta que encuentro el mojado camino. Empujo, con suavidad, y apenas con el capullo dentro me muevo a derecha e izquierda, provocando nuevos gemidos de la mujer, que comienza a moverse adelante y atrás despacito.
—La quieres entera, eh
—Sí, métela toda, es tan grande
Un fuerte azote en el culo para fijar los términos:
—Eres una guarra maleducada que no sabe pedir las cosas
—Por favor, por favor, fóllame
El movimiento de Merche a la búsqueda de mi polla es ya más rápido y aprovecho cuando se echa hacia delante para dar un fuerte empujón, hasta dentro, hasta chocar los huevos con el coño.
—Sí, sí; me llenas, corazón
Empiezo a darle caña rápido y con fuerza, de manera que las exclamaciones de la mujer son constantes y el fuerte sonido del choque de mis muslos contra los suyos se acompaña del sonoro chop-chop que provoca la polla al entrar y salir de ese coño tan empapado; cómo se moja, parece una fuente. Voy a decirle alguna que otra guarrada de las que la excitan, bueno, y a mí también me ponen.
—Guarra, te gustan las pollas; bien vas a probar la mía, zorra, hasta que no puedas más
—Sí, corazón; sigue, sigue
Le estoy dando ya unos pollazos tremendos, follando deprisa y acariciando su clítoris con los dedos de la mano derecha, mientras que con la mano izquierda me sujeto del culo agarrando con fuerza. Mercedes jadea, da grititos y sigue hablando aunque apenas entiendo lo que dice por el tono ronco de la voz:
—Me entiendes, cariño, sabes darme gusto...
—Ahhh, sí, sííííííí, ¡qué puta soy!
Lo ha vuelto a decir, debe ser natural en sus corridas. Las contracciones de su chocho duran muchos segundos, así que saco mi necesitada polla porque no debo correrme dentro según me ha dicho. Enseguida le voy a exigir que me de gusto.
Han pasado diez minutos en los que me he estado acariciando suavemente la polla intentando que no se baje mi erección. Merche está sentada a mi lado, recuperada de su sonora corrida, fumándose un cigarrillo (según ella nunca fuma, sólo después de follar) y mirándome con esa cara de cachondeo zumbón que pone en ocasiones.
—Vaya verga rica que tienes. Tu sabes mucho, eh, me entiendes y me pones muy cachonda
—Me gusta que digas eso, porque necesito correrme y, no se, no te veo muy decidida
—Después de tener un orgasmo tardo bastante en excitarme de nuevo y me cuesta meterme en faena
—Pues tendré que correrme yo primero en próximas folladas, pero ahora no seas cabrona, ayúdame que ya me duelen los huevos de lo llenos que están
Apaga el cigarrillo y sin demasiadas ganas acaricia la punta del capullo con las yemas de sus dedos. No vamos bien, aún no está verdaderamente concentrada en lo que debe. Me siento derecho, con la espalda recta, la cojo de los dos brazos con mis manos y antes de que reaccione tiro de ella para ponerla boca abajo sobre mis muslos y rodillas. La he cogido de sorpresa, y más todavía cuando sujeto sus manos sobre su espalda cogidas con mi mano izquierda y con la mano derecha le doy un azotazo que suena como un golpe de tambor.
—Ay, no, ¿qué haces?
Dos azotes más, uno en cada cacha del culo. Me gusta cómo suenan.
—No eres buena perra conmigo. Te corres y luego no tienes ni putas ganas de darme gusto. Eso no está bien, sólo lo hacen las calientapollas y las cabronas, y a las dos hay que castigarlas para que se vuelvan zorritas complacientes
Dos, cuatro, seis fuertes azotes que me suenan a gloria, con el añadido de los gritos de queja de Merche:
—Ay, ay, no me pegues, por favor, por favor
—No te estoy pegando, te castigo y lo seguiré haciendo si no te ocupas de mi polla como se merece, ¿entendido?
Termino con otros dos sonoros azotes. Suelto sus manos y se pone en pie tocándose el culo, mientras me recuesto sobre el respaldo del sofá. No digo nada, sólo hago un gesto con la mano y la mujer se arrodilla ante mí para empezar a chupar polla. Bien, parece que la cosa mejora. Los glúteos rojos como una sandía me parecen muy atractivos, así que luzco una erección de premio gordo mientras Mercedes no deja de mamar con ganas. Me queda poco para correrme.
—No pares, sigue, sigue
Joder, qué bueno. Es una mamapollas muy buena y aprende deprisa lo que me gusta, traga mi semen salvo algún chorrillo que cae sobre sus tetas y cuando deja de salir mi leche se aplica en limpiar la punta con su lengua. Me parece que es hora de tomar un aperitivo y unas cervezas.
Los dos seguimos desnudos recostados en unas hamacas en el porche trasero de la casa, entre sol y sombra porque hace calor, picando unos aperitivos y tomando ya la segunda cerveza. Con nosotros está mi buena amiga Freda, la pequeña perrilla salchicha de los vecinos, que como siempre que vengo viene a pasar un rato conmigo.
—Te va bien con las mujeres, se vienen contigo, ¿a esta también le das azotes en el culo?
—Freda es una amiga cariñosa que siempre se porta muy bien y no hay que castigarla, al contrario
—Qué suerte tiene
—¿Te he hecho mucho daño?
—Un poco, aunque lo que de verdad me molesta es que me he excitado con los azotes
—¿Nunca te lo habías hecho?
—Qué cosas dices, a ver si vas a ser un sádico y tengo que salir corriendo desnuda de esta casa
—Eso te gustaría, eh, ponérsela dura a todos los vecinos que te vieran caminar en bolas, luciendo bien esas retas fabulosas y el culo cojonudo que tienes. Bien cachonda te ibas a poner
—Sí, soy un poco exhibicionista, lo reconozco, pero ver como los hombres se van excitando hasta que ya no se pueden controlar es excitante y me pone a mil por hora, además de que me da una gran sensación de poder, de manejar a los hombres enseñando las tetas y de darles o no gusto según me apetezca, como y cuando yo quiero
—Exhibicionista sí eres, pero también calientapollas. Qué zorra eres. Ven, súbete encima de mí, mira que polla me has puesto
De nuevo estoy empalmado como un burro con el rabo que parece que me va a explotar. Mercedes pone una de sus rodillas a cada lado de mis caderas y se ayuda con la mano para meterse la polla en el coño mojado, caliente, palpitante, acogedor; qué bueno. Con toda la polla dentro se mueve despacito a derecha e izquierda, arriba y abajo, mientras sus tetas se mueven al compás. Es todo un espectáculo.
—¿Has follado al aire libre?, en el campo, en una playa, en sitios en donde pueda haber gente que te esté mirando
—No, nunca me he atrevido, pero me muero de ganas por hacerlo en una playa nudista, rodeada de parejas desnudas que me miren y se vayan excitando. A veces me hago pajas pensando en ello
Está muy excitada y ya se mueve arriba y abajo dándome una follada con buen ritmo, rápido, constante, agradeciendo con grititos y jadeos que me sujete a sus tetas y las acaricie, cada vez apretando un poco más los pezones, hablando con voz ronca y entrecortada que apenas entiendo.
—Sí, sí, cómo me has puesto; tu me entiendes mejor que nadie
—Si te corres antes que yo, luego no te quejes si te castigo por tardar en darme gusto
Apenas tengo que acariciar su clítoris. Tiene una corrida tremenda, gritando, con los ojos cerrados muy apretados, tensa como una tabla, con mi polla aprisionada por su coño sintiendo las contracciones que duran muchos segundos y a punto de caerse de la tumbona cuando se levanta con prisa temiendo que eyacule dentro de ella.
—Espera un poquito, por favor; qué corrida, corazón, qué buena
Desde hace como cuatro meses Merche y yo estamos quedando al menos una vez por semana. Nos pegamos unas folladas tremendas y los dos vamos dando rienda suelta a nuestros gustos, caprichos y fantasías. Confirmado: siempre dice ¡qué puta soy! en los momentos finales de su orgasmo.
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1 comentarios - Madurita del trabajo