La vivienda se ha puesto imposible. Yo me metí en ello cuando creía que me lo podía permitir pero una mala racha laboral y la subida de las mensualidades hicieron evidente que no iba a poder pagar la hipoteca y comer a la vez. Así que no tuve más remedio que poner en alquiler dos de las habitaciones que tiene el piso. No era una idea que me entusiasmara pero con esos ingresos podría seguir pagando la casa. Soy un chico tímido y pensar en convivir con desconocidos se me hacía duro pero no me quedaba otra.
Vinieron varios interesados a ver el piso. Les enseñaba la casa, les comentaba las condiciones y les hacía algunas preguntas para conocerles mejor. Desde el primer momento les decía que había varios candidatos y que les avisaría si finalmente la habitación quedaba libre y eran los elegidos. Puestos a meter a un desconocido en casa al menos esperaba que fuera alguien que me transmitiera buenas vibraciones y con quien creyera que me iba a sentir a gusto. Luego la gente te sorprende pero al menos que la primera impresión fuera buena.
Tras un mes de entrevistas y mostrar el piso finalmente acepté a dos chicas como inquilinas. La primera, Carmen, era vendedora en una cadena de tiendas de videojuegos. Se le notaba pasión por su trabajo y congeniamos enseguida por tener gustos parecidos. Además, al igual que yo estaba a punto de cumplir los treinta. La otra, Patricia, era universitaria. Era su primer año estudiando medicina en una facultad cercana y me pareció una chica muy responsable y agradable pese a su juventud.
Cuando se enteraron mis amigos empezaron a hacer bromas de que era un pervertido, que qué bien me lo montaba y lo listo que era. Honestamente, en ningún momento se me había pasado por la cabeza que fuera a tener algo con ellas y no las seleccioné pensando en eso. Así que seleccioné a mis inquilinas por su personalidad y no por ser mujeres.
Las chicas se mudaron a casa y poco a poco empecé a acostumbrarme a la convivencia. Al principio se me hacía raro el no estar solo por el piso pero parece que acerté en las entrevistas y resultaron ser muy agradables y enseguida me sentí cómodo con su compañía. Con Carmen conecté enseguida, nuestra afición mutua por los videojuegos nos dio un tema de conversación con el que romper el hielo y pronto empezamos a jugar juntos online. Patricia resultó ser una chica muy espontánea, si bien al principio no lo dirías viendo lo responsable que era con los estudios y el esfuerzo que les dedicaba cuando cogía confianza soltaba los comentarios más divertidos en el momento en el que menos te lo esperabas.
Apenas había pasado un mes y ya me sentía como que había vivido toda mi vida con ellas. Su presencia daba una alegría a la casa que no sabía que me faltaba hasta ese momento. Solíamos hacer vida en común por las tardes-noches, cenando juntos y luego viendo en la tele alguna serie mientras nos contábamos nuestro día o jugando videojuegos Carmen y yo mientras Patricia estudiaba.
Por supuesto, todas las historias erótico festivas que se imaginaban mis amigos eran solo eso, imaginaciones. Por mucho que conviviera con dos chicas eso no quería decir que me pasara el día viéndolas desnudas. Lo más sexual que me pasaba era ver y tocar sus sujetadores y bragas cuando hacía la colada. Reconozco que al principio me daba un poco de morbo cogerlos para meterlos en la lavadora y colgarlos para secar. Solía imaginármelas con ellos puestos e incluso miré la talla de tetas que tenía cada una de mis compañeras. Las de Patricia eran medianas y no abultaban mucho acordes a su cuerpo pequeño y delgado de muñeca, las de Carmen eran bastante más grandes y al ver la talla y la copa me sorprendí ya que con las camisetas frikis que suele ponerse no se le nota salvo con alguna concreta que es un poco más ceñida.
Pero incluso eso al cabo de un par de meses se convirtió en rutina y llegó un momento en el que ya había visto toda su colección de ropa interior y me resultaba indiferente el poderla tocar cada semana. De hecho, si no fuera porque el baño estaba inundado de productos de aseo e higiene femenina, no notaría diferencia a convivir con hombres. Aunque bueno, reconozco que prefiero hacer la colada de bragas y sujetadores ajenos que de calzoncillos. Así que los comentarios de mis amigos pasaron de lo bien que me lo había montado a lo pringado que era por vivir con dos chicas y no ver ni media teta en tres meses juntos.
Aun así siempre ocurre algo que rompe la rutina. Un día cuando volví a casa del trabajo me resultó extraño encontrarme que la puerta no estaba cerrada con llave. Patricia iba a estar en la universidad haciendo un trabajo y Carmen salía tarde de la tienda de videojuegos por lo que tenía que haber sido el primero en llegar. Entré preguntándome si Carmen se habría olvidado de cerrar la puerta o si Patricia había decidido estudiar en casa cuando escuché unos ruidos que venían de las habitaciones.
Al acercarme por el pasillo identifiqué los ruidos como sollozos y que venían de la habitación de Carmen. Al asomarme a la puerta me la encontré tirada en la cama llorando.
- ¡Carmen! ¿Qué te pasa? – pregunté preocupado mientras me sentaba en el borde la cama y le ponía una mano en el hombro.
- Esos hijos de puta – empezó a contarme a trompicones. – Me han despedido.
- ¿Qué? – mi sorpresa era mayúscula, - ¿Pero qué ha pasado?
- Que han agarrado a otra, que no tiene ni puta idea, pero como es amiguita del dueño pues ale, yo sobro – me contó amargada.
- ¡Pero serán cabrones! – grité indignado. – Si eres la única que entiende del tema en esa tienda.
- Pues ya ves, eso no cuenta para nada.
Estuve hablando con ella hasta que se tranquilizó un poco y dejó de llorar. Después se abrazó a mí buscando un poco de consuelo, se le notaba que se sentía muy mal consigo misma. No era lo más apropiado en ese momento pero no pude evitar notar cómo sus tetas grandes se aplastaban contra mi pecho. No tenía muchas oportunidades de comprobar su tamaño y esa era una de las primeras veces que pude apreciarlas. Sintiéndolas apoyadas contra mí le acaricié su media melena e intenté decirle algo que la calmara un poco.
La vida de Carmen había cambiado de un día para otro y de manera injusta. A los pocos días empezó a buscar un nuevo trabajo pero no conseguía encontrar nada. Hizo un par de entrevistas pero no la volvieron a llamar. Al cabo de unos meses estaba ya un poco desesperada. Todo lo que intentaba no daba frutos y no sabía ya dónde más echar el currículo.
Un día por la tarde vino a mi habitación mientras Patricia estaba en la universidad.
- Oye tengo que contarte una cosa – me dijo un poco apurada.
- ¿Qué pasa Carmen? – pregunté dejando el libro que estaba leyendo.
- Verás, no me queda mucho de paro y bueno, ando mal de pasta. Creo que no voy a poder seguir pagándote el alquiler.
- No te preocupes por eso, puedes ahorrártelo hasta que encuentres algo. Todo lo que haces en la casa ahora que pasas el día aquí, las limpiezas, la cocina… Eso es trabajo no remunerado – le contesté. Aunque era mi inquilina con los meses se había convertido en una buena amiga, no iba a echarla porque no pudiera pagar. Tendría que hacer un esfuerzo con mis ahorros hasta que ella encontrara algo.
- Ya pero, no sé, no me siento cómoda viviendo gratis aquí pagándome tú mi parte.
- Eres mi amiga, Carmen, ya volverás a encontrar trabajo y podrás pagar. No te preocupes hasta entonces.
- Te lo agradezco de verdad, pero es que quiero sentir que estoy pagando algo porque me dejes vivir aquí. No me gusta sentir que debo favores ni que me regalan cosas. Yo me gano las cosas – me dijo con firmeza. – Así que había pensado, bueno, como desde que te conozco no has tenido pareja y pues que eso…
- ¿Sí…? – Parecía que a Carmen le costaba terminar la frase y me preguntaba a donde quería llegar con eso.
- Bueno, pues que había pensado que para pagarte el alquiler mientras no tenga dinero podría hacerte una mamada a la semana. Como compensación – me dijo poniéndose totalmente roja.
- ¿Qué, qué? – no me podía creer lo que estaba oyendo. ¿Mi amiga me estaba ofreciendo sexo a cambio del alquiler?
- Sí, como pago. No sé, si te parece bien claro – me contestó.
- Pero no puedo pedirte que hagas eso – le dije ya que aunque me ponía mucho la idea y Carmen me atraía sentía que era aprovecharme de la situación. – No quiero que te sientas obligada a hacer algo así porque no tengas dinero para pagar.
- No es por obligación – me explicó. – He estado pensando estos días que podría hacer como pago alternativo. Y eres un tío que te mereces más y no la mala suerte que tienes con las mujeres y que como llevas tanto sin sexo, pues seguramente sería algo que disfrutarías y que no me importaría hacerte. No sé, si te parece desagradable pienso otra cosa…
- Para nada es desagradable – le dije sinceramente. Mi polla ya se había activado algo solo con la idea. – Es que no me gustaría que pienses que te echaría si no me haces algo así y que luego ponga las cosas raras entre nosotros. Eres una buena amiga y te dejaría estar sin recibir nada a cambio. ¿Tú estás segura de querer hacerme eso?
- Sí, Estoy segura y no se va a poner nada raro. Solo van a ser mamadas, nada más. Me gustaría pagarte chupándotela si no te importa – me aseguró mirándome fijamente.
- Está bien, si estás tan segura. Supongo que podemos probar.
Carmen se acercó a mí. No me esperaba que el podemos probar quería decir que lo fuera a hacer en ese momento. Yo estaba sentado en la cama donde había estado leyendo el libro hasta que entró mi compañera. Carmen se sentó a mi lado y entendiendo sus intenciones me recosté un poco. Sus manos se dirigieron al pantalón de mi pijama y pensándoselo un momento me lo bajó. Me quedé en calzoncillos delante de ella y un bulto se marcaba en ellos. Era el momento decisivo. Carmen podía irse y no habría pasado nada. Si me los quitaba ya no habría vuelta atrás. Mi compañera me bajó los calzoncillos con decisión. Mi pene quedó al aire. Estaba ligeramente morcillona y la miré a los ojos comprobando que me la estaba mirando. Era la primera vez en los meses que habíamos vivido juntos que uno veía desnudo al otro.
- Es bonita – me dijo con una sonrisa.
- Lo dices por cumplir – contesté. No creía que mi pene le pudiera parecer atractivo.
- Te lo digo en serio – me aseguró.
Carmen no dijo mucho más pues a continuación se agachó sobre mi entrepierna y sin previo aviso se metió mi polla en su boca. Noté cómo su lengua me humedecía el miembro e inmediatamente tuve una erección al sentir su contacto. Mi polla creció y se endureció ocupándole la boca a mi compañera.
- Parece que te ha gustado – me dijo sacándosela un momento. – Se te ha puesto enorme.
Mi amiga empezó a lamerme toda la polla, desde los testículos hasta la punta y se la metía y sacaba de la boca a la vez que jugaba con la lengua. No lo hacía mal pero me daba la impresión de que Carmen no había hecho muchas mamadas en su vida por lo que le daba más valor aun a que estuviera dispuesta a hacer eso como pago. Yo llevaba unos meses sin sexo y en ese momento me encontraba en la gloria. Sentía punzadas de placer con cada lametón que me daba mi amiga. Sentía la necesidad de agarrarle una teta, de comprobar cómo de grandes las tenía debajo de esa camiseta de Superman que llevaba, pero no me atreví por no ser parte del trato. No lo haría a menos que me dijera que le podía tocar las tetas. Por muchas ganas que tuviera me sentiría mal por abusar de la situación.
Carmen siguió mamando alternando el metérsela en la boca con lametones por ella. Me di cuenta que en ningún momento mi amiga me la había tocado con las manos, todo lo estaba haciendo con la boca. Resultaba curioso que no fuera a sentir sus manos en mi polla.
No tardé mucho en notar que me corría. Tanto tiempo sin sexo y el morbo de la situación no me permitió durar demasiado.
- Me voy a correr, Carmen. Tienes pañuelos en la mesilla – advertí para que cogiera un pañuelo para no manchar.
- No hace falta – me dijo sacándosela un momento. – Puedes hacerlo en mi boca, recibir tu semen será la factura de que he pagado.
Escuchar eso fue demasiado para mí. No me podía creer que mi amiga quisiera recibir mi leche en su boca. Me corrí en cuanto volvió a comérmela y varios chorros salieron disparados hacia su garganta. Aguantó como una profesional hasta que terminé de descargar y tras enseñarme cómo su boca estaba llena de mi corrida se la tragó. Me dio un par de lametones más para limpiarme la polla y volvió a subirme los calzoncillos y pantalones.
- ¿Te ha gustado? – me preguntó.
- Muchísimo – contesté un poco aturdido.
- Me alegro – me dijo. – Me alegra que hayas disfrutado. A mí también me ha gustado.
- ¿En serio?
- Sí, me ha gustado notar que disfrutabas con lo que te hacía. Así siento que me he ganado el alquiler. Pues nada, el pago de esta semana ya está, la que viene otra – me dijo con un guiño saliendo de la habitación y dejándome confundido.
Los siguientes días transcurrieron sin novedad. Carmen y yo nos comportábamos como siempre, seguíamos jugando y hablando como si no hubiera pasado nada. A veces la miraba y no podía creerme que mi polla hubiera estado dentro de su boca unos días antes.
Llegó la siguiente semana y Carmen tal y como me había prometido vino a mi habitación y me hizo otra mamada. Yo estaba dividido entre el morbo de que mi amiga quisiera chupármela y la culpabilidad de sentir que lo hacía por pagarme y no porque yo le atrajera. Al igual que la otra vez se limitó a hacerme la felación sin desnudarse ella y cuando me corrí se tragó mi semen.
Pasaron unas semanas y Carmen cumplió cada una de ellas con su pago. Un día mientras limpiaba la encimera de la cocina tras hacer la comida entró Patricia. Noté algo raro en ella, como si hubiera estado dándole vueltas a algo y justo hubiera tomado una decisión.
- ¿Oye, puedo hablar contigo un momento? – me dijo con seriedad.
- Claro, Patri. ¿Qué sucede?
- Estuve hablando el otro día con Carmen sobre su situación y bueno, me contó el trato que ha llegado contigo para poder seguir pagando el alquiler.
- Ah, sí esto… - no me esperaba para nada que se lo contara a nuestra compañera de piso. – Carmen insistió. No quiero que pienses que la he obligado a ello.
- No, no, tranquilo – me dijo quitándole hierro al asunto. – Ya me ha explicado que ha sido idea suya y que te tuvo que convencer porque no lo veías claro.
- ¿Entonces…? – no sabía si simplemente quería contarme que sabía lo de Carmen o había algo más.
- Pues que no me parece bien – me dijo sin rodeos.
- ¿Y eso? Quiero decir, sé que no suena muy bien que me pague con sexo pero yo no se lo he pedido. Ha sido Carmen quien quería hacerlo, yo hubiera esperado a que encontrara trabajo.
- No, si que te pague haciéndote mamadas me parece bien – me sorprendió escuchar de alguien tan joven esos comentarios. – Pero me parece injusto que Carmen pueda pagar así y yo no.
- ¿Injusto? – no entendía nada.
- Sí, soy estudiante, no tengo ingresos. Mis padres me dan dinero cada mes pero se me va la mayor parte en el alquiler y los gastos de la universidad. A mí también me gustaría poder ahorrar ese dinero para no ir tan justa cada mes y poder darme algún capricho y aun así me sobre un poco para tener en momentos de necesidad.
- ¿Me estás diciendo que quieres pagarme como hace Carmen? – estaba flipando. Mi vida sexual es nula y ahora mis dos compañeras quieren hacerme mamadas.
- Eso es. Supongo que no tienes problema, ¿no? Si Carmen puede pagar así, yo también puedo dar el mes por pagado si hago lo mismo.
- Bueno, problema no, claro. Tienes razón que sería lo justo.
- Me alegro. Entonces es un trato. Yo también te voy a pagar así – ¿Trato? Decisión unilateral más bien. Había metido a las dos chicas en casa porque necesitaba ayuda económica para llegar a final de mes. Si ninguna me pagaba tendría que buscarme la vida de alguna forma. Pero no podía negarme si una universitaria quería chupármela.
Sin pensárselo dos veces Patricia cogió la goma que solía llevar en la muñeca y se ató el pelo en una coleta. Tiene el pelo bastante largo y liso y de esa forma evitaba que le molestaba para lo que iba a hacer. Vi cómo mi amiga se arrodilla delante de mí y sus manos se dirigían a los botones de mi pantalón.
Patricia solía vestir con prendas un poco escotadas. A diferencia de Carmen, ella era más de blusas, tops y otras ropas que dejaban parte de su piel al descubierto. Ese día llevaba una camisa con los botones superiores desabrochados y al estar yo de pie y ella arrodillada podía contemplar sin problema sus tetas. Mientras sentía cómo me bajaba los pantalones yo miraba el canalillo que se le formaba y la curva de la parte superior de sus pechos. Cuando me bajó los calzoncillos mi polla ya estaba completamente erecta.
- Parece que te entusiasma la idea – comentó divertida Patricia al ver mi polla endurecida.
- No puedo controlarlo – me justifiqué.
- Tenía razón Carmen, la tienes bien grande.
- ¿Hablaron de mi polla? – no me imaginaba a mis dos compañeras hablando de mi paquete. Y me parecía curioso, Carmen nunca me había comentado a mí nada sobre que le parecía grande.
- Sí, cuando me contó lo que hacía le pedí detalles.
Patricia me agarró la polla con la mano. Las tiene pequeñas y abarcaba la mitad de mi miembro. Tras masturbarme un poco con ella se decidió y se la metió en la boca. Enseguida me sorprendió, lo que no le entraba en la mano le entraba en la boca. Patri la tragaba casi entera y me la chupaba rápidamente. Nunca lo hubiera dicho por su personalidad y edad pero parecía que era una experta mamadora.
Desde mi posición disfrutaba viendo en primer plano cómo mi polla entraba y salía de su boca. Cuando se la metía lateralmente, a veces su papo se hinchaba. Patricia dedicaba tiempo a masajearme los huevos con la mano mientras me lamía todo el tronco. Me estaba poniendo a mil mientras disfrutaba viendo a través del escote cómo sus tetas se movían.
Nunca hubiera creído que un día una universitaria menor que yo me fuera hacer una mamada pero ahí estaba mi compañera comiéndose mi polla como si no hubiera otra. La chica lo estaba haciendo muy bien y el placer recorría cada centímetro de mi miembro. Pese a que estaba ganando resistencia con las mamadas semanales de Carmen, la novedad y la técnica de Patricia hicieron que no aguantara más que unos pocos minutos.
- Me corro, Patri.
- Vale. Ya me ha dicho Carmen que me lo tengo que tragar – me dijo como si fuera lo más normal del mundo.
Exploté enseguida y le llené la boca de semen. El masaje en los testículos había hecho que soltara más que otras veces. Mi amiga me enseñó la corrida en su boca y se la tragó. Tras eso se fue dejándome con la polla al aire en la cocina y sin creerme lo que me estaba pasando.
Patricia lo decía completamente en serio y a partir de entonces cada semana me hacía una mamada. Ellas hablaban abiertamente del tema entre sí y yo me encontraba satisfecho sexualmente de una forma en la que no lo había estado en la vida. Pasaba el tiempo y yo aun no me creía que me chuparán la polla dos veces por semana dos chicas diferentes. En esa casa desde entonces pagar el alquiler se convirtió en sinónimo de hacer una mamada. Incluso cuando en alguna serie o película salía una escena de felación decíamos que le iba a pagar el alquiler.
Normalmente para no coincidir las chicas se habían repartido los días en los que pagaba cada una. Carmen solía hacerlo entre semana pues estando en paro tenía libres todos y Patricia solía hacerlo los findes ya que la universidad le ocupaba bastante a diario. Pero un jueves de finales de abril estaba Carmen en mi habitación pagando el alquiler cuando de pronto entró Patricia. La miramos un poco sorprendidos ya que era la primera vez que una de ellas entraba cuando la otra pagaba pero Carmen no paró. A fin de cuentas, las dos me la han visto ya de sobra y saben lo que hacemos.
- Perdonen que interrumpa – se disculpo Patricia. – Pero me acaba de surgir un viaje este fin de semana aprovechando el puente del 1 de mayo y no voy a estar en casa para pagarte. ¿Te importa que te pague hoy? O pago dos la que viene si no tienes ganas.
- Lo que quieras – contesté mientras Carmen seguía lamiéndome la polla. – Puedes pagar ahora si quieres si a Carmen no le molesta.
- Únete Patri, hay polla para las dos – dijo Carmen.
Sin dudarlo Patricia se hizo la coleta característica y se arrodilló junto a Carmen. Esta cogió mi polla y la movió hacia la boca de Patricia para que empezara a chuparla. Mientras lo hacía ella empezó a lamerme los huevos. Me incorporé ligeramente para ver bien cómo mis dos amigas me la chupaban a la vez.
Nunca me había pasado algo parecido. Las dos chicas se pasaban mi polla la una a la otra y se iban turnando para metérsela en la boca. Cada vez que sacaban las dos lenguas para recorrer mi miembro yo tenía la expectación que en algún momento se tocaran o se besaran entre ellas.
Pero supongo que veo demasiado porno y que en el mundo real no todas las chicas son bisexuales. Aun así la escena era demasiado morbosa y antes de que entrara Patricia ya llevaba un rato Carmen chupándomela por lo que pese a todos mis esfuerzos no pude más que alargar unos minutos la mamada a dos bocas.
- Me corro, chicas – advertí para que estuvieran preparadas para recibir mi corrida. Fue Carmen la que se metió la polla en la boca para que se la llenara con mi semen.
- Espera Carmen, no te la tragues – dijo Patri viendo que su amiga se iba a tragar mi leche de inmediato. – Que si yo no trago parte no me va a contar el pago.
- Bueno, tampoco hay que hacerlo siempre al pie de la letra – les dije.
Pero Carmen sin dudarlo se levantó y mirando a Patricia que seguía de rodillas empezó a dejar caer mi semen sobre su boca abierta. Contemplé cómo mi pegajoso líquido se deslizaba lentamente desde la boca de Carmen hasta la lengua de la joven universitaria. Cuando recibió suficiente las dos mostraron que tenían semen en la boca y se lo tragaron.
- Ha sido increíble, vaya morbo – les dije completamente satisfecho.
- Eres un pervertido – me dijo Carmen riéndose.
- ¡Pero si todo esto empezó como idea tuya! – me defendí.
Poco después de aquello por fin Carmen encontró trabajo. Tras siete meses encontró puesto como dependienta en una tienda de electrónica del barrio que acababa de abrir. Allí podía vender y atender dudas de ordenadores, videojuegos y cosas así. Vamos que estaba feliz y en su salsa.
Como volvía a tener ingresos le pregunté si quería volver a la normalidad de pagar las mensualidades del alquiler. Carmen me comentó que se había acostumbrado al pago alternativo y que prefería seguir así para ahorrar. No tuve más remedio que confesarle a mi amiga que ahora era yo el que iba justo de dinero. Al no recibir ningún alquiler había estado usando el dinero ahorrado para poder ir pagando la hipoteca. Fue la decisión más terrible de mi vida pero debía renunciar a las mamadas de mis compañeras de piso si quería poder pagar la hipoteca. Decidimos hablar con Patricia.
- Bueno Patri, lo que le comentaba a Carmen. Ahora que ella vuelve a tener ingresos necesitaría que volviéramos a pagar con dinero o si no voy a poder hacer frente a la hipoteca. He disfrutado mucho con el pago alternativo pero la realidad se impone.
- Y tanto que has disfrutado – se rió Carmen. – No he tragado más semen en la vida.
- Se los agradezco chicas, ha sido increíble. ¿Te importa volver al alquiler normal, Patri? – pregunté.
- ¿Qué te parece una mezcla? – preguntó la universitaria. – Pagamos medio alquiler y una mamada cada dos semanas. Así puedo ahorrar algo.
- Mmm – hice los cálculos mentalmente. Con medio alquiler de cada una me daba lo justo para pagar todo sin gastar nada de lo que tenía acumulado en el banco. No podría ahorrar más pero al menos no perdería las mamadas. – Vale, pero si las mamadas las hacen sin camiseta – contranegocié.
- Jaja, serás pervertido – dijo Carme. – Así que quieres vernos las tetas.
- Bueno, o en sujetador. Pero verlas algo, es que siempre completamente vestidas y yo con la polla al aire pues me quedaba con las ganas – me justifiqué.
- Vale, por mí sin problemas – contestó Carmen.
- Yo acepto también. No me importa que me veas en sujetador – dijo Patricia. – Me voy a estudiar, Carmen hablamos para alternarnos semanas en el pago.
- ¿Por qué no me has dicho nunca que querías verme sin camiseta mientras te la chupaba? – me preguntó Carmen una vez que nos quedamos solos.
- No sé, supongo que no me atreví la primera vez luego como siempre hacíamos lo mismo me parecía abusar el pedirte que hicieras algo más.
- Mira que eres tonto. No me hubiera importado.
Mientras lo decía, Carmen se sacó la camiseta de Mario que llevaba puesta dejándome verla por primera vez solo con el sujetador. Sus tetas realmente eran del tamaño que decían las etiquetas. El sujetador ya lo había visto haciendo la colada, era completamente negro y con encajes en la parte superior de la copa. Le realzaba las tetas de forma espectacular. Se le formaba un canalillo tremendo entre las dos tetas y el volumen que sobresalía por encima de cada copa era increíble. Mis ojos no podían despegarse de semejante maravillas.
- ¿Te gustan mis tetas? – me preguntó al darse cuenta de que no podía apartar los ojos de ellas.
- Ya lo creo. Son fantásticas – dije con sinceridad.
- Pues te reto a un duelo – me dijo imitando la frase de un anime de nuestra juventud.
- ¿Cómo?
- Jugamos una partida a algo. Si ganas tú te enseño las tetas, si gano yo me invitas a cenar. El juego lo elijo yo.
- Trato hecho.
El juego elegido fue Mario Kart. Carmen puso la consola y dándome mi mando seleccionó las reglas. Una copa a cinco pistas aleatorias. Quien se llevara el trofeo ganaba. Escogimos a nuestros personajes habituales y empezamos a jugar. Mi amiga ni se molestó en volver a ponerse la camiseta. Nos sentamos juntos en el sofá ella vestida solo con el sujetador.
Las primeras cuatro carreras nos repartimos dos victorias cada uno así que todo se decidiría en la última. Cuando la pista escogida apareció en pantalla se me iluminó la cara. Era una de mis favoritas, un circuito sacado de la primera edición del juego cuando yo era un crío y que se me daba especialmente bien. Enseguida cogí la delantera y aunque Carmen iba segunda tratando de detenerme lanzándome todo lo que encontraba yo le sacaba tiempo en cada vuelta. Pero como suele ocurrir en este juego y en ese momento maldije a los programadores más que nunca justo cuando veía la línea de meta al fondo apareció el aviso de una maldita concha azul. Es decir, que el que va primero se jode. Me impactó a un paso de cruzar la línea de meta y en el tiempo en el que mi coche se recuperaba y volvía a arrancar Carmen me adelantaba ganando ella la carrera.
- Jajaja, ¡me debes una cena! – gritó Carmen.
- Es lo más injusto que me ha pasado nunca con este juego – me quejé amargamente. Por un maldito segundo me iba a perder las tetas de mi amiga.
- Este juego siempre lo es.
Carmen se levantó y guardó los mandos tras apagar la consola.
- Oye – me dijo dándose cuenta de lo decepcionado que me había quedado.
- ¿Qué?
- Mira.
Sin entender de lo que iba a hacer me fijé cómo sus manos se dirigían a su espalda y de pronto escuché el sonido inconfundible de que había soltado el cierre del sujetador. Con dos rápidos movimientos se quitó los tirantes y se quedó con el sujetador en la mano. Sus dos enormes tetas quedaron al aire para que pudiera contemplarlas. Tenían más volumen de lo que me había llegado a imaginar y sin el sujetador caían un poco. Estaban coronadas por dos grandes areolas oscuras.
- Guau – acerté a decir.
- Te gustan, ¿eh?
- Son perfectas.
- Bueno, vete pensando a dónde me llevas de cena. Que sea un sitio elegante – me pidió.
Carmen se puso la camiseta directamente sobre sus tetas desnudas y con el sujetador en la mano se fue a su habitación. Yo me quedé una vez más sin comprender bien qué había pasado. Empezaba a sospechar que estaba interesada en mí pero entonces no entendía que le pareciera bien que hiciera nada con Patricia. Yo notaba que empezaba a sentir por Carmen algo más que amistad pero bueno, si como me solía ocurrir me quedaba una vez más como un simple amigo al menos seguiría recibiendo una mamada cada semana de mis compañeras de piso y además en sujetador. Y con esos pensamientos me dirigí a mi habitación a buscar un restaurante a donde llevar a Carmen y pensando quien de las dos chicas sería la primera en hacerme la mamada sin camiseta.
Vinieron varios interesados a ver el piso. Les enseñaba la casa, les comentaba las condiciones y les hacía algunas preguntas para conocerles mejor. Desde el primer momento les decía que había varios candidatos y que les avisaría si finalmente la habitación quedaba libre y eran los elegidos. Puestos a meter a un desconocido en casa al menos esperaba que fuera alguien que me transmitiera buenas vibraciones y con quien creyera que me iba a sentir a gusto. Luego la gente te sorprende pero al menos que la primera impresión fuera buena.
Tras un mes de entrevistas y mostrar el piso finalmente acepté a dos chicas como inquilinas. La primera, Carmen, era vendedora en una cadena de tiendas de videojuegos. Se le notaba pasión por su trabajo y congeniamos enseguida por tener gustos parecidos. Además, al igual que yo estaba a punto de cumplir los treinta. La otra, Patricia, era universitaria. Era su primer año estudiando medicina en una facultad cercana y me pareció una chica muy responsable y agradable pese a su juventud.
Cuando se enteraron mis amigos empezaron a hacer bromas de que era un pervertido, que qué bien me lo montaba y lo listo que era. Honestamente, en ningún momento se me había pasado por la cabeza que fuera a tener algo con ellas y no las seleccioné pensando en eso. Así que seleccioné a mis inquilinas por su personalidad y no por ser mujeres.
Las chicas se mudaron a casa y poco a poco empecé a acostumbrarme a la convivencia. Al principio se me hacía raro el no estar solo por el piso pero parece que acerté en las entrevistas y resultaron ser muy agradables y enseguida me sentí cómodo con su compañía. Con Carmen conecté enseguida, nuestra afición mutua por los videojuegos nos dio un tema de conversación con el que romper el hielo y pronto empezamos a jugar juntos online. Patricia resultó ser una chica muy espontánea, si bien al principio no lo dirías viendo lo responsable que era con los estudios y el esfuerzo que les dedicaba cuando cogía confianza soltaba los comentarios más divertidos en el momento en el que menos te lo esperabas.
Apenas había pasado un mes y ya me sentía como que había vivido toda mi vida con ellas. Su presencia daba una alegría a la casa que no sabía que me faltaba hasta ese momento. Solíamos hacer vida en común por las tardes-noches, cenando juntos y luego viendo en la tele alguna serie mientras nos contábamos nuestro día o jugando videojuegos Carmen y yo mientras Patricia estudiaba.
Por supuesto, todas las historias erótico festivas que se imaginaban mis amigos eran solo eso, imaginaciones. Por mucho que conviviera con dos chicas eso no quería decir que me pasara el día viéndolas desnudas. Lo más sexual que me pasaba era ver y tocar sus sujetadores y bragas cuando hacía la colada. Reconozco que al principio me daba un poco de morbo cogerlos para meterlos en la lavadora y colgarlos para secar. Solía imaginármelas con ellos puestos e incluso miré la talla de tetas que tenía cada una de mis compañeras. Las de Patricia eran medianas y no abultaban mucho acordes a su cuerpo pequeño y delgado de muñeca, las de Carmen eran bastante más grandes y al ver la talla y la copa me sorprendí ya que con las camisetas frikis que suele ponerse no se le nota salvo con alguna concreta que es un poco más ceñida.
Pero incluso eso al cabo de un par de meses se convirtió en rutina y llegó un momento en el que ya había visto toda su colección de ropa interior y me resultaba indiferente el poderla tocar cada semana. De hecho, si no fuera porque el baño estaba inundado de productos de aseo e higiene femenina, no notaría diferencia a convivir con hombres. Aunque bueno, reconozco que prefiero hacer la colada de bragas y sujetadores ajenos que de calzoncillos. Así que los comentarios de mis amigos pasaron de lo bien que me lo había montado a lo pringado que era por vivir con dos chicas y no ver ni media teta en tres meses juntos.
Aun así siempre ocurre algo que rompe la rutina. Un día cuando volví a casa del trabajo me resultó extraño encontrarme que la puerta no estaba cerrada con llave. Patricia iba a estar en la universidad haciendo un trabajo y Carmen salía tarde de la tienda de videojuegos por lo que tenía que haber sido el primero en llegar. Entré preguntándome si Carmen se habría olvidado de cerrar la puerta o si Patricia había decidido estudiar en casa cuando escuché unos ruidos que venían de las habitaciones.
Al acercarme por el pasillo identifiqué los ruidos como sollozos y que venían de la habitación de Carmen. Al asomarme a la puerta me la encontré tirada en la cama llorando.
- ¡Carmen! ¿Qué te pasa? – pregunté preocupado mientras me sentaba en el borde la cama y le ponía una mano en el hombro.
- Esos hijos de puta – empezó a contarme a trompicones. – Me han despedido.
- ¿Qué? – mi sorpresa era mayúscula, - ¿Pero qué ha pasado?
- Que han agarrado a otra, que no tiene ni puta idea, pero como es amiguita del dueño pues ale, yo sobro – me contó amargada.
- ¡Pero serán cabrones! – grité indignado. – Si eres la única que entiende del tema en esa tienda.
- Pues ya ves, eso no cuenta para nada.
Estuve hablando con ella hasta que se tranquilizó un poco y dejó de llorar. Después se abrazó a mí buscando un poco de consuelo, se le notaba que se sentía muy mal consigo misma. No era lo más apropiado en ese momento pero no pude evitar notar cómo sus tetas grandes se aplastaban contra mi pecho. No tenía muchas oportunidades de comprobar su tamaño y esa era una de las primeras veces que pude apreciarlas. Sintiéndolas apoyadas contra mí le acaricié su media melena e intenté decirle algo que la calmara un poco.
La vida de Carmen había cambiado de un día para otro y de manera injusta. A los pocos días empezó a buscar un nuevo trabajo pero no conseguía encontrar nada. Hizo un par de entrevistas pero no la volvieron a llamar. Al cabo de unos meses estaba ya un poco desesperada. Todo lo que intentaba no daba frutos y no sabía ya dónde más echar el currículo.
Un día por la tarde vino a mi habitación mientras Patricia estaba en la universidad.
- Oye tengo que contarte una cosa – me dijo un poco apurada.
- ¿Qué pasa Carmen? – pregunté dejando el libro que estaba leyendo.
- Verás, no me queda mucho de paro y bueno, ando mal de pasta. Creo que no voy a poder seguir pagándote el alquiler.
- No te preocupes por eso, puedes ahorrártelo hasta que encuentres algo. Todo lo que haces en la casa ahora que pasas el día aquí, las limpiezas, la cocina… Eso es trabajo no remunerado – le contesté. Aunque era mi inquilina con los meses se había convertido en una buena amiga, no iba a echarla porque no pudiera pagar. Tendría que hacer un esfuerzo con mis ahorros hasta que ella encontrara algo.
- Ya pero, no sé, no me siento cómoda viviendo gratis aquí pagándome tú mi parte.
- Eres mi amiga, Carmen, ya volverás a encontrar trabajo y podrás pagar. No te preocupes hasta entonces.
- Te lo agradezco de verdad, pero es que quiero sentir que estoy pagando algo porque me dejes vivir aquí. No me gusta sentir que debo favores ni que me regalan cosas. Yo me gano las cosas – me dijo con firmeza. – Así que había pensado, bueno, como desde que te conozco no has tenido pareja y pues que eso…
- ¿Sí…? – Parecía que a Carmen le costaba terminar la frase y me preguntaba a donde quería llegar con eso.
- Bueno, pues que había pensado que para pagarte el alquiler mientras no tenga dinero podría hacerte una mamada a la semana. Como compensación – me dijo poniéndose totalmente roja.
- ¿Qué, qué? – no me podía creer lo que estaba oyendo. ¿Mi amiga me estaba ofreciendo sexo a cambio del alquiler?
- Sí, como pago. No sé, si te parece bien claro – me contestó.
- Pero no puedo pedirte que hagas eso – le dije ya que aunque me ponía mucho la idea y Carmen me atraía sentía que era aprovecharme de la situación. – No quiero que te sientas obligada a hacer algo así porque no tengas dinero para pagar.
- No es por obligación – me explicó. – He estado pensando estos días que podría hacer como pago alternativo. Y eres un tío que te mereces más y no la mala suerte que tienes con las mujeres y que como llevas tanto sin sexo, pues seguramente sería algo que disfrutarías y que no me importaría hacerte. No sé, si te parece desagradable pienso otra cosa…
- Para nada es desagradable – le dije sinceramente. Mi polla ya se había activado algo solo con la idea. – Es que no me gustaría que pienses que te echaría si no me haces algo así y que luego ponga las cosas raras entre nosotros. Eres una buena amiga y te dejaría estar sin recibir nada a cambio. ¿Tú estás segura de querer hacerme eso?
- Sí, Estoy segura y no se va a poner nada raro. Solo van a ser mamadas, nada más. Me gustaría pagarte chupándotela si no te importa – me aseguró mirándome fijamente.
- Está bien, si estás tan segura. Supongo que podemos probar.
Carmen se acercó a mí. No me esperaba que el podemos probar quería decir que lo fuera a hacer en ese momento. Yo estaba sentado en la cama donde había estado leyendo el libro hasta que entró mi compañera. Carmen se sentó a mi lado y entendiendo sus intenciones me recosté un poco. Sus manos se dirigieron al pantalón de mi pijama y pensándoselo un momento me lo bajó. Me quedé en calzoncillos delante de ella y un bulto se marcaba en ellos. Era el momento decisivo. Carmen podía irse y no habría pasado nada. Si me los quitaba ya no habría vuelta atrás. Mi compañera me bajó los calzoncillos con decisión. Mi pene quedó al aire. Estaba ligeramente morcillona y la miré a los ojos comprobando que me la estaba mirando. Era la primera vez en los meses que habíamos vivido juntos que uno veía desnudo al otro.
- Es bonita – me dijo con una sonrisa.
- Lo dices por cumplir – contesté. No creía que mi pene le pudiera parecer atractivo.
- Te lo digo en serio – me aseguró.
Carmen no dijo mucho más pues a continuación se agachó sobre mi entrepierna y sin previo aviso se metió mi polla en su boca. Noté cómo su lengua me humedecía el miembro e inmediatamente tuve una erección al sentir su contacto. Mi polla creció y se endureció ocupándole la boca a mi compañera.
- Parece que te ha gustado – me dijo sacándosela un momento. – Se te ha puesto enorme.
Mi amiga empezó a lamerme toda la polla, desde los testículos hasta la punta y se la metía y sacaba de la boca a la vez que jugaba con la lengua. No lo hacía mal pero me daba la impresión de que Carmen no había hecho muchas mamadas en su vida por lo que le daba más valor aun a que estuviera dispuesta a hacer eso como pago. Yo llevaba unos meses sin sexo y en ese momento me encontraba en la gloria. Sentía punzadas de placer con cada lametón que me daba mi amiga. Sentía la necesidad de agarrarle una teta, de comprobar cómo de grandes las tenía debajo de esa camiseta de Superman que llevaba, pero no me atreví por no ser parte del trato. No lo haría a menos que me dijera que le podía tocar las tetas. Por muchas ganas que tuviera me sentiría mal por abusar de la situación.
Carmen siguió mamando alternando el metérsela en la boca con lametones por ella. Me di cuenta que en ningún momento mi amiga me la había tocado con las manos, todo lo estaba haciendo con la boca. Resultaba curioso que no fuera a sentir sus manos en mi polla.
No tardé mucho en notar que me corría. Tanto tiempo sin sexo y el morbo de la situación no me permitió durar demasiado.
- Me voy a correr, Carmen. Tienes pañuelos en la mesilla – advertí para que cogiera un pañuelo para no manchar.
- No hace falta – me dijo sacándosela un momento. – Puedes hacerlo en mi boca, recibir tu semen será la factura de que he pagado.
Escuchar eso fue demasiado para mí. No me podía creer que mi amiga quisiera recibir mi leche en su boca. Me corrí en cuanto volvió a comérmela y varios chorros salieron disparados hacia su garganta. Aguantó como una profesional hasta que terminé de descargar y tras enseñarme cómo su boca estaba llena de mi corrida se la tragó. Me dio un par de lametones más para limpiarme la polla y volvió a subirme los calzoncillos y pantalones.
- ¿Te ha gustado? – me preguntó.
- Muchísimo – contesté un poco aturdido.
- Me alegro – me dijo. – Me alegra que hayas disfrutado. A mí también me ha gustado.
- ¿En serio?
- Sí, me ha gustado notar que disfrutabas con lo que te hacía. Así siento que me he ganado el alquiler. Pues nada, el pago de esta semana ya está, la que viene otra – me dijo con un guiño saliendo de la habitación y dejándome confundido.
Los siguientes días transcurrieron sin novedad. Carmen y yo nos comportábamos como siempre, seguíamos jugando y hablando como si no hubiera pasado nada. A veces la miraba y no podía creerme que mi polla hubiera estado dentro de su boca unos días antes.
Llegó la siguiente semana y Carmen tal y como me había prometido vino a mi habitación y me hizo otra mamada. Yo estaba dividido entre el morbo de que mi amiga quisiera chupármela y la culpabilidad de sentir que lo hacía por pagarme y no porque yo le atrajera. Al igual que la otra vez se limitó a hacerme la felación sin desnudarse ella y cuando me corrí se tragó mi semen.
Pasaron unas semanas y Carmen cumplió cada una de ellas con su pago. Un día mientras limpiaba la encimera de la cocina tras hacer la comida entró Patricia. Noté algo raro en ella, como si hubiera estado dándole vueltas a algo y justo hubiera tomado una decisión.
- ¿Oye, puedo hablar contigo un momento? – me dijo con seriedad.
- Claro, Patri. ¿Qué sucede?
- Estuve hablando el otro día con Carmen sobre su situación y bueno, me contó el trato que ha llegado contigo para poder seguir pagando el alquiler.
- Ah, sí esto… - no me esperaba para nada que se lo contara a nuestra compañera de piso. – Carmen insistió. No quiero que pienses que la he obligado a ello.
- No, no, tranquilo – me dijo quitándole hierro al asunto. – Ya me ha explicado que ha sido idea suya y que te tuvo que convencer porque no lo veías claro.
- ¿Entonces…? – no sabía si simplemente quería contarme que sabía lo de Carmen o había algo más.
- Pues que no me parece bien – me dijo sin rodeos.
- ¿Y eso? Quiero decir, sé que no suena muy bien que me pague con sexo pero yo no se lo he pedido. Ha sido Carmen quien quería hacerlo, yo hubiera esperado a que encontrara trabajo.
- No, si que te pague haciéndote mamadas me parece bien – me sorprendió escuchar de alguien tan joven esos comentarios. – Pero me parece injusto que Carmen pueda pagar así y yo no.
- ¿Injusto? – no entendía nada.
- Sí, soy estudiante, no tengo ingresos. Mis padres me dan dinero cada mes pero se me va la mayor parte en el alquiler y los gastos de la universidad. A mí también me gustaría poder ahorrar ese dinero para no ir tan justa cada mes y poder darme algún capricho y aun así me sobre un poco para tener en momentos de necesidad.
- ¿Me estás diciendo que quieres pagarme como hace Carmen? – estaba flipando. Mi vida sexual es nula y ahora mis dos compañeras quieren hacerme mamadas.
- Eso es. Supongo que no tienes problema, ¿no? Si Carmen puede pagar así, yo también puedo dar el mes por pagado si hago lo mismo.
- Bueno, problema no, claro. Tienes razón que sería lo justo.
- Me alegro. Entonces es un trato. Yo también te voy a pagar así – ¿Trato? Decisión unilateral más bien. Había metido a las dos chicas en casa porque necesitaba ayuda económica para llegar a final de mes. Si ninguna me pagaba tendría que buscarme la vida de alguna forma. Pero no podía negarme si una universitaria quería chupármela.
Sin pensárselo dos veces Patricia cogió la goma que solía llevar en la muñeca y se ató el pelo en una coleta. Tiene el pelo bastante largo y liso y de esa forma evitaba que le molestaba para lo que iba a hacer. Vi cómo mi amiga se arrodilla delante de mí y sus manos se dirigían a los botones de mi pantalón.
Patricia solía vestir con prendas un poco escotadas. A diferencia de Carmen, ella era más de blusas, tops y otras ropas que dejaban parte de su piel al descubierto. Ese día llevaba una camisa con los botones superiores desabrochados y al estar yo de pie y ella arrodillada podía contemplar sin problema sus tetas. Mientras sentía cómo me bajaba los pantalones yo miraba el canalillo que se le formaba y la curva de la parte superior de sus pechos. Cuando me bajó los calzoncillos mi polla ya estaba completamente erecta.
- Parece que te entusiasma la idea – comentó divertida Patricia al ver mi polla endurecida.
- No puedo controlarlo – me justifiqué.
- Tenía razón Carmen, la tienes bien grande.
- ¿Hablaron de mi polla? – no me imaginaba a mis dos compañeras hablando de mi paquete. Y me parecía curioso, Carmen nunca me había comentado a mí nada sobre que le parecía grande.
- Sí, cuando me contó lo que hacía le pedí detalles.
Patricia me agarró la polla con la mano. Las tiene pequeñas y abarcaba la mitad de mi miembro. Tras masturbarme un poco con ella se decidió y se la metió en la boca. Enseguida me sorprendió, lo que no le entraba en la mano le entraba en la boca. Patri la tragaba casi entera y me la chupaba rápidamente. Nunca lo hubiera dicho por su personalidad y edad pero parecía que era una experta mamadora.
Desde mi posición disfrutaba viendo en primer plano cómo mi polla entraba y salía de su boca. Cuando se la metía lateralmente, a veces su papo se hinchaba. Patricia dedicaba tiempo a masajearme los huevos con la mano mientras me lamía todo el tronco. Me estaba poniendo a mil mientras disfrutaba viendo a través del escote cómo sus tetas se movían.
Nunca hubiera creído que un día una universitaria menor que yo me fuera hacer una mamada pero ahí estaba mi compañera comiéndose mi polla como si no hubiera otra. La chica lo estaba haciendo muy bien y el placer recorría cada centímetro de mi miembro. Pese a que estaba ganando resistencia con las mamadas semanales de Carmen, la novedad y la técnica de Patricia hicieron que no aguantara más que unos pocos minutos.
- Me corro, Patri.
- Vale. Ya me ha dicho Carmen que me lo tengo que tragar – me dijo como si fuera lo más normal del mundo.
Exploté enseguida y le llené la boca de semen. El masaje en los testículos había hecho que soltara más que otras veces. Mi amiga me enseñó la corrida en su boca y se la tragó. Tras eso se fue dejándome con la polla al aire en la cocina y sin creerme lo que me estaba pasando.
Patricia lo decía completamente en serio y a partir de entonces cada semana me hacía una mamada. Ellas hablaban abiertamente del tema entre sí y yo me encontraba satisfecho sexualmente de una forma en la que no lo había estado en la vida. Pasaba el tiempo y yo aun no me creía que me chuparán la polla dos veces por semana dos chicas diferentes. En esa casa desde entonces pagar el alquiler se convirtió en sinónimo de hacer una mamada. Incluso cuando en alguna serie o película salía una escena de felación decíamos que le iba a pagar el alquiler.
Normalmente para no coincidir las chicas se habían repartido los días en los que pagaba cada una. Carmen solía hacerlo entre semana pues estando en paro tenía libres todos y Patricia solía hacerlo los findes ya que la universidad le ocupaba bastante a diario. Pero un jueves de finales de abril estaba Carmen en mi habitación pagando el alquiler cuando de pronto entró Patricia. La miramos un poco sorprendidos ya que era la primera vez que una de ellas entraba cuando la otra pagaba pero Carmen no paró. A fin de cuentas, las dos me la han visto ya de sobra y saben lo que hacemos.
- Perdonen que interrumpa – se disculpo Patricia. – Pero me acaba de surgir un viaje este fin de semana aprovechando el puente del 1 de mayo y no voy a estar en casa para pagarte. ¿Te importa que te pague hoy? O pago dos la que viene si no tienes ganas.
- Lo que quieras – contesté mientras Carmen seguía lamiéndome la polla. – Puedes pagar ahora si quieres si a Carmen no le molesta.
- Únete Patri, hay polla para las dos – dijo Carmen.
Sin dudarlo Patricia se hizo la coleta característica y se arrodilló junto a Carmen. Esta cogió mi polla y la movió hacia la boca de Patricia para que empezara a chuparla. Mientras lo hacía ella empezó a lamerme los huevos. Me incorporé ligeramente para ver bien cómo mis dos amigas me la chupaban a la vez.
Nunca me había pasado algo parecido. Las dos chicas se pasaban mi polla la una a la otra y se iban turnando para metérsela en la boca. Cada vez que sacaban las dos lenguas para recorrer mi miembro yo tenía la expectación que en algún momento se tocaran o se besaran entre ellas.
Pero supongo que veo demasiado porno y que en el mundo real no todas las chicas son bisexuales. Aun así la escena era demasiado morbosa y antes de que entrara Patricia ya llevaba un rato Carmen chupándomela por lo que pese a todos mis esfuerzos no pude más que alargar unos minutos la mamada a dos bocas.
- Me corro, chicas – advertí para que estuvieran preparadas para recibir mi corrida. Fue Carmen la que se metió la polla en la boca para que se la llenara con mi semen.
- Espera Carmen, no te la tragues – dijo Patri viendo que su amiga se iba a tragar mi leche de inmediato. – Que si yo no trago parte no me va a contar el pago.
- Bueno, tampoco hay que hacerlo siempre al pie de la letra – les dije.
Pero Carmen sin dudarlo se levantó y mirando a Patricia que seguía de rodillas empezó a dejar caer mi semen sobre su boca abierta. Contemplé cómo mi pegajoso líquido se deslizaba lentamente desde la boca de Carmen hasta la lengua de la joven universitaria. Cuando recibió suficiente las dos mostraron que tenían semen en la boca y se lo tragaron.
- Ha sido increíble, vaya morbo – les dije completamente satisfecho.
- Eres un pervertido – me dijo Carmen riéndose.
- ¡Pero si todo esto empezó como idea tuya! – me defendí.
Poco después de aquello por fin Carmen encontró trabajo. Tras siete meses encontró puesto como dependienta en una tienda de electrónica del barrio que acababa de abrir. Allí podía vender y atender dudas de ordenadores, videojuegos y cosas así. Vamos que estaba feliz y en su salsa.
Como volvía a tener ingresos le pregunté si quería volver a la normalidad de pagar las mensualidades del alquiler. Carmen me comentó que se había acostumbrado al pago alternativo y que prefería seguir así para ahorrar. No tuve más remedio que confesarle a mi amiga que ahora era yo el que iba justo de dinero. Al no recibir ningún alquiler había estado usando el dinero ahorrado para poder ir pagando la hipoteca. Fue la decisión más terrible de mi vida pero debía renunciar a las mamadas de mis compañeras de piso si quería poder pagar la hipoteca. Decidimos hablar con Patricia.
- Bueno Patri, lo que le comentaba a Carmen. Ahora que ella vuelve a tener ingresos necesitaría que volviéramos a pagar con dinero o si no voy a poder hacer frente a la hipoteca. He disfrutado mucho con el pago alternativo pero la realidad se impone.
- Y tanto que has disfrutado – se rió Carmen. – No he tragado más semen en la vida.
- Se los agradezco chicas, ha sido increíble. ¿Te importa volver al alquiler normal, Patri? – pregunté.
- ¿Qué te parece una mezcla? – preguntó la universitaria. – Pagamos medio alquiler y una mamada cada dos semanas. Así puedo ahorrar algo.
- Mmm – hice los cálculos mentalmente. Con medio alquiler de cada una me daba lo justo para pagar todo sin gastar nada de lo que tenía acumulado en el banco. No podría ahorrar más pero al menos no perdería las mamadas. – Vale, pero si las mamadas las hacen sin camiseta – contranegocié.
- Jaja, serás pervertido – dijo Carme. – Así que quieres vernos las tetas.
- Bueno, o en sujetador. Pero verlas algo, es que siempre completamente vestidas y yo con la polla al aire pues me quedaba con las ganas – me justifiqué.
- Vale, por mí sin problemas – contestó Carmen.
- Yo acepto también. No me importa que me veas en sujetador – dijo Patricia. – Me voy a estudiar, Carmen hablamos para alternarnos semanas en el pago.
- ¿Por qué no me has dicho nunca que querías verme sin camiseta mientras te la chupaba? – me preguntó Carmen una vez que nos quedamos solos.
- No sé, supongo que no me atreví la primera vez luego como siempre hacíamos lo mismo me parecía abusar el pedirte que hicieras algo más.
- Mira que eres tonto. No me hubiera importado.
Mientras lo decía, Carmen se sacó la camiseta de Mario que llevaba puesta dejándome verla por primera vez solo con el sujetador. Sus tetas realmente eran del tamaño que decían las etiquetas. El sujetador ya lo había visto haciendo la colada, era completamente negro y con encajes en la parte superior de la copa. Le realzaba las tetas de forma espectacular. Se le formaba un canalillo tremendo entre las dos tetas y el volumen que sobresalía por encima de cada copa era increíble. Mis ojos no podían despegarse de semejante maravillas.
- ¿Te gustan mis tetas? – me preguntó al darse cuenta de que no podía apartar los ojos de ellas.
- Ya lo creo. Son fantásticas – dije con sinceridad.
- Pues te reto a un duelo – me dijo imitando la frase de un anime de nuestra juventud.
- ¿Cómo?
- Jugamos una partida a algo. Si ganas tú te enseño las tetas, si gano yo me invitas a cenar. El juego lo elijo yo.
- Trato hecho.
El juego elegido fue Mario Kart. Carmen puso la consola y dándome mi mando seleccionó las reglas. Una copa a cinco pistas aleatorias. Quien se llevara el trofeo ganaba. Escogimos a nuestros personajes habituales y empezamos a jugar. Mi amiga ni se molestó en volver a ponerse la camiseta. Nos sentamos juntos en el sofá ella vestida solo con el sujetador.
Las primeras cuatro carreras nos repartimos dos victorias cada uno así que todo se decidiría en la última. Cuando la pista escogida apareció en pantalla se me iluminó la cara. Era una de mis favoritas, un circuito sacado de la primera edición del juego cuando yo era un crío y que se me daba especialmente bien. Enseguida cogí la delantera y aunque Carmen iba segunda tratando de detenerme lanzándome todo lo que encontraba yo le sacaba tiempo en cada vuelta. Pero como suele ocurrir en este juego y en ese momento maldije a los programadores más que nunca justo cuando veía la línea de meta al fondo apareció el aviso de una maldita concha azul. Es decir, que el que va primero se jode. Me impactó a un paso de cruzar la línea de meta y en el tiempo en el que mi coche se recuperaba y volvía a arrancar Carmen me adelantaba ganando ella la carrera.
- Jajaja, ¡me debes una cena! – gritó Carmen.
- Es lo más injusto que me ha pasado nunca con este juego – me quejé amargamente. Por un maldito segundo me iba a perder las tetas de mi amiga.
- Este juego siempre lo es.
Carmen se levantó y guardó los mandos tras apagar la consola.
- Oye – me dijo dándose cuenta de lo decepcionado que me había quedado.
- ¿Qué?
- Mira.
Sin entender de lo que iba a hacer me fijé cómo sus manos se dirigían a su espalda y de pronto escuché el sonido inconfundible de que había soltado el cierre del sujetador. Con dos rápidos movimientos se quitó los tirantes y se quedó con el sujetador en la mano. Sus dos enormes tetas quedaron al aire para que pudiera contemplarlas. Tenían más volumen de lo que me había llegado a imaginar y sin el sujetador caían un poco. Estaban coronadas por dos grandes areolas oscuras.
- Guau – acerté a decir.
- Te gustan, ¿eh?
- Son perfectas.
- Bueno, vete pensando a dónde me llevas de cena. Que sea un sitio elegante – me pidió.
Carmen se puso la camiseta directamente sobre sus tetas desnudas y con el sujetador en la mano se fue a su habitación. Yo me quedé una vez más sin comprender bien qué había pasado. Empezaba a sospechar que estaba interesada en mí pero entonces no entendía que le pareciera bien que hiciera nada con Patricia. Yo notaba que empezaba a sentir por Carmen algo más que amistad pero bueno, si como me solía ocurrir me quedaba una vez más como un simple amigo al menos seguiría recibiendo una mamada cada semana de mis compañeras de piso y además en sujetador. Y con esos pensamientos me dirigí a mi habitación a buscar un restaurante a donde llevar a Carmen y pensando quien de las dos chicas sería la primera en hacerme la mamada sin camiseta.
10 comentarios - Mis inquilinas pagan la renta
Pero gracias por subirlo. Ahora voy a leer las continuaciones.
Tenéis las continuaciones y otras historias en mi perfil.
https://www.todorelatos.com/perfil/1439317/
Gracias por leerme y disfrutar de ello ^.^