Hola Poringuer@s,
Primero que todo les agradezco sus comentarios y puntos en mi relato anterior (Casting en el Departamento 33) y ahora les dejo algo que me compartió una amiga alguna vez, hace muuuuucho tiempo.
Lo tituló "La Profe". Espero lo disfruten.
Esto locontaré solo porque debo desahogarme y deseo compartir con alguien miexperiencia. Tengo 29 años, felizmente soltera. Físicamente, soy normal. Mido1,55 contextura delgada, morena y melena. No tengo abundante carne, pero losuficiente como para satisfacer a cualquiera.
Durante esanoche me había sentido inquieta, especialmente antes de salir. Me juntaría conel flaco y desde hacía tiempo que no lo veía. Para ese tiempo, yo vivía con mi exnovio, pero él se encontraba fuera de la ciudad por ese fin de semana. Era unabuena fecha para encontrarme con un amigo de esos que siempre se recuerdan… Deesos que están grabados en la piel.
Nosencontraríamos en el bar “424”, en el centro de la ciudad, la idea era tomarsealgo y después… ahí se vería. Yo siempre he sido puntual, así que como decostumbre llegué 10 minutos antes de la hora acordada. Entré en el bar y elflaco no llegaba aún. Me dirigía a la barra para pedir algo mientras loesperaba, cuando vi algo inusual: una dama con los ojos negros por la pinturacorrida y un bello vestido negro bebía sola en un asiento. Me pareció conociday al acercarme me sorprendí de ver a mi ex profesora de expresión corporal, decuando era una nena recién salida del colegio. La casualidad me tomaba porasalto, pues el flaco, con quien me juntaría esa noche era un amigo de aqueltiempo, lo conocí en aquel inolvidable taller. Yo sabía que él y mi profesora,a quien me encontraba ahora y que llamaré Teresa, habían tenido algo. Ella esmayor que mí 10 años, pero se conserva muy bien, alta, caderas grandes, cabellonegro, piel clara y con un busto bastante firme… Eso lo puedo asegurar.
Obviamente, meacerqué y la saludé.
- ¿Profe?
- ¡Fabita!¿Qué haces aquí?
- Espero aalguien. ¿Y usted?
- Solo salí adistraerme un rato.
Y se puso ahablar. Me contó que estaba casada y que había tenido una discusión con elesposo, por eso había salido y yo la encontraba en ese estado. Yo aproveché dedecirle que me juntaría con el flaco, con lo que a ella se le iluminó la cara yse enderezó en su asiento.
- Mira tú. Québien. Hace mucho tiempo que no lo veo.
Y en eso,entra por la puerta principal del bar… El flaco. Yo le seguía diciendo así,pero a esas alturas no tenía nada de flaco: alto, hombros anchos y muytonificados, pelo corto y barba rala. A mí siempre me había gustado y mucho. Dehecho, antes de que él se casara, fuimos amantes durante mucho tiempo y sellevó mi virginidad.
- Hola,chicoca – Me dijo.
- Hola flaco,te tengo una sorpresita – Y le muestro a nuestra ex profesora. Fue un momentotenso para todos. Ellos se acercaron y se besaron en la mejilla y a Teresa sucolor de cara cambió de blanco a rojo, rápidamente. El flaco pidió una mesa ynos cambiamos, pidiéndole a Teresa que nos acompañara. Pedimos otro trago y laconversación mutó a nuestros tiempos de estudiantes, cuando ella nos hacíaclases. Teresa nos aseguraba que éramos muy buenos aprendices:
- Eran muyaplicados. Todos los trabajos los hacían a tiempo y corregían sus errores demanera correcta. Creo que no he vuelto a tener alumnos como ustedes.
Seguimospidiendo tragos y hablamos del matrimonio (ellos sabían más que yo), de lalocura y de otras cosas. Ellos estaban casados: ella desde hacía 15 años y eldesde hacía 3. Estaban un poco desilusionados de la rutina y la poca cantidadde sexo que se tenía dentro del matrimonio. A mí no me pasaba eso. Yo llevabasolo 3 meses viviendo con mi novio y hacíamos diversas cosas paraentretenernos. Ellos me miraban de manera extraña y complaciente, como si meenvidiaran.
Después de unpar de horas en el bar, todos un poco mareados por el exceso de alcohol, Teresafue al baño y yo me quedé sola con mi amigo. Nos miramos y de manerainconsciente sonreímos. Para no sentirme más incómoda, hablé:
- Perdón porinvitarla a la mesa. ¿Te molestó?
- No tepreocupes, ha estado interesante. ¿Por qué habría de molestarme?
- Porque lagracia era que nos juntáramos nosotros.
- Pero lanoche es joven… y muy larga, ¿No?
- Tú debesllegar temprano a tu casa, o tu esposa te regañará.
- De eso no tepreocupes. Ella también salió. Tenemos noche de soltería.
Y volvimos areír. En eso Teresa regresa del baño, con la cara lavada, peinada y vuelta amaquillar.
- Chicos, creoque les debo un gran favor. Antes de que llegaran yo estaba sola, triste yenojada. Ahora estoy de maravillas y les quiero agradecer. La cuenta estápagada y si no es molesta los quiero invitar a bailar. Conozco un lugar dondese toca muy buena música y es entretenido. ¿Qué les parece?
Ante laperspectiva de seguir charlando, quizás de qué o cambiarnos a un lugar dondepodría ocultarme entre la gente y sentir el cuerpo del flaco cerca del mío, yoaccedí de inmediato.
- Porsupuesto. Me encanta la idea.
El flaco nosmiró sonriente y dijo:
- Si es eldeseo de estas lindas damas. Accedo encantado.
Y nos paramosy nos fuimos. Íbamos riendo, exaltados con tanto alcohol en nuestro cuerpo.Teresa nos abrazaba y besaba a ambos y reía. Llegamos al lugar, aunque noparecía una discoteque, se oía música dentro. Cuando íbamos a pagar, Teresa seadelantó y mostró una credencial al cajero. El cajero le sonrió y le lanzó unbeso. Ella le indicó que nosotros veníamos con ella y el aceptó, dejándonospasar. Eso me pareció extraño, pero bien, había que disfrutar.
Al entrarescuchamos el sonido de tambores y trompetas, que tocaban un ritmo cadencioso ypesado, que agitaba el pecho e incitaba a sensualidad. Teresa nos tomó de lasmanos y nos llevó al centro de la pista de baile en donde nos comenzamos adejar llevar por el ritmo de la música y la gente bailando. El flaco me tomópor detrás y comenzó a moverse, él siempre había sido muy buen bailarín. Yocerré los ojos y me dejé llevar. Sentía como sus manos me tomaban de la cinturay su cara buscaba mi pelo para olerlo.
Estábamos en eso cuando sentí que otrocuerpo se me ponía delante, abrí los ojos asustadas y vi a Teresa uniéndose anosotros en aquella danza eterna. Como buena profesora de expresión corporal,ella se movía sin complicaciones y con mucha gracia. Sentía sus pechos rozandolos míos y algo duro en el pantalón de mi amigo. Tal vez por la música, elalcohol y la compañía me sentía muy bien y un poco excitada, por lo que no mepercaté de lo que sucedía a mi alrededor. Pero sentía sonidos extraños, comogritos en la lejanía. Pensé que era la música, pero cuando no aguanté más lacuriosidad, abrí los ojos y lo que vi me dejó perpleja. En un rincón de lapista, una mujer desnuda estaba en 4 patas y era penetrada por un tipo mientrasotro la obligaba a hacerle sexo oral. Me asusté y empecé a mirar para todos lados.En otro rincón dos mujeres con un látigo golpeaban a un hombre desnudo. En otrolugar, una mujer amarrada por cuerdas a brazos y pies recibía esperma de velaen todo su cuerpo. Así, todo el espacio estaba lleno de personas que llevaban acabo acciones vejatorias y humillantes.
Me despeguédel baile y miré a mis compañeros. Ella me miraba divertida, mientras el Flacodejaba su vista fija en la mujer en 4 patas y dejaba de bailar. Yo estaba muyincómoda y asustada, y sin más, di media vuelta y salí corriendo del lugar. Nosé como llegué a la calle y sentía las palabras del flaco:
- Chicoca,espera.
- Esa gente,allá adentro. Estaban…
No teníapalabras para describir lo que había visto. Me había asustado, pero más de loque vi, me asustó darme cuenta que me gustaba ver esas cosas, aunque no lopodía reconocer. Me imaginaba en el lugar de esas personas: siendo penetradapor dos hombres, azotada, humillada. Detrás de mi amigo venía Teresa.
- ¿Quésucedió? ¿No les gustó?
- No es eso,la música era muy buena, pero esa gente que hacía esas cosas….
- Eres librede verlas o no. Yo muchas veces he venido a este lugar y he visto cosas peores,pero solo me concentro en la música. No puedes negar que es mucho mejor quecualquier discoteque de esta ciudad. Flaco, ¿Qué te pasa?
- Nada.- Perosu rostro y su postura rígida decían otra cosa.
- Flaco,-siguió ella – creo que nosotras te conocemos mejor de lo que muchas personaspodrían decir. Tienes la misma cara de cuando recibías una crítica que no tegustaba, cuando eras mi alumno. Pese a la oscuridad de la noche y lo borrachaque estoy, me puedo dar cuenta que algo no va bien.
- La mujer queestaba con los dos tipos… Era mi esposa.
Un silenciodistinto a todos los anteriores en aquella noche se coló entre nosotros. Teresame miraba pidiendo ayuda con la mirada. Yo era la mejor amiga del Flaco, peroaún así no sabía qué decir. Teresa vino en nuestro auxilio en aquel momento.
- Flaco, no tesientas mal por eso. Tal vez tu ego se dañó al ver lo que no debiste ver, peroposiblemente no es que se sienta insatisfecha contigo.
- Es una puta.
- No lo sé.Tal vez sí, tal vez no. Lo que sí es seguro es que así como ustedes los hombresbuscan generalmente experiencias salvajes respecto al sexo, nosotras también lohacemos. Hay veces que el sexo tradicional no nos satisface y queremos hacercosas sucias. Yo lo he hecho muchas veces.
Eso terminó decolmar mi estado de ánimo. ¿Teresa? ¿Nuestra profesora, que alguna vez fueejemplo a seguir, metida en eso? Luego del silencio que continuó al discurso denuestra ex profesora, hablé.
- Me iré acasa. Me siento un poco mareada.
- No –interrumpió el Flaco.- Tú viniste conmigo, te vas conmigo. Yo te voy a dejar.
- Perdón –dijo Teresa – yo los hice venir y es mi culpa. Lo arruiné.
- No te preocupes,Teresa, con el Flaco nos ha gustado mucho estar contigo y no queremos que tesientas mal.
- Sí, teresa,te agradecemos lo entretenida de la noche y ahora yo tengo una propuesta. ¿Quétal si vamos al departamento de Fabi a terminar la noche? ¿Se puede, chicoca?
- ¿Por qué nose podría?
No sabía porqué me sentía tan atraída a estar con ellos. Tal vez por melancolía del antiguotiempo, o lo que habíamos bebido y compartido durante esa noche. Tomamos untaxi. Teresa se sentó delante y yo con mi amigo atrás. Puse mi cabeza en suhombro y cerré los ojos, pero en mi cabeza volvían a aparecer las imágenes quehabía visto recién. Esperaba que nadie se diera cuenta, pero en verdad, sentíaque mi entrepierna se había mojado un montón. Y quería llegar luego paracambiarme de tanga.
Llegamos ysubimos rápidamente, en silencio. Al entrar en el departamento, el calor dehogar lo pudimos sentir y todos nos sentamos en un sillón distinto. Yo ofrecíalgo para beber, pero nadie quería beber ya y prendí la radio, y aunque lamúsica no se podía comparar a la del club, un especial de Barry White vino asocorrernos. De pronto, Teresa hizo una propuesta:
- ¿Alguno deustedes fuma hierba? Tengo un montón.
Yo sabía queninguno de los dos lo hacía. Lo habíamos probado juntos, pero no nos habíagustado. Pero esa noche era especial y acepté, a lo que el Flaco me miró y dijo“yo también”. Teresa sacó un paquete de su cartera y comenzó a repartir unoscigarrillos delgados, que daban más pena que ganas de fumarlos. Los encendimosy poco a poco comenzamos a sentir los efectos relajantes de los cigarrillos.Las respiraciones se comenzaron a profundizar y algunas risas comenzaron asurgir. El que rompió el silencio fue el Flaco:
- Nuncaimaginé todas estas cosas sobre ti, Teresa. Primero el club, ahora estoscigarrillos.
- ¿Qué? ¿No tehan gustado? – Respondió ella.
- Por elcontrario, me han encantado.
- Teresa –Interrumpí yo – Solo por curiosidad, ¿Qué otras cosas has visto en ese club?
- Una vez viuna mujer que tenía sexo con 5 hombres.
- ¿Todosjuntos? – Preguntó el Flaco, a quien, pese a la oscuridad de mi departamento sele podía ver la sombra de los celos.
- Todosjuntos.
Y volvió elsilencio. A mi cabeza vinieron imágenes de mí siendo usada y violada por 5hombres, pero intenté esquivar esos pensamientos hablando.
- Pero ¿Cómo?
- Fácil –Contestó Teresa – Uno por la zorra, otro por el culo y otro por la boca.
- Pero esosson tres. No cinco – Dije yo.
- … y los dosrestantes con las manos. ¿Ves? Dos manos. Fácil. – Dijo ella, haciendo el gestocorrespondiente, a lo que contestamos con risas nerviosas. El silencio fue rotonuevamente por mi amigo:
- ¿Y túconocías a esa mujer?
- Claro –contestó Teresa – Era yo.
Esadeclaración produjo en nosotros una reacción instantánea. El Flaco la comenzó amirar y yo sabía que la miraba imaginándola. Yo me puse seria, ante laperspectiva de comenzar a excitarme más de lo que estaba. Teresa lo percibió yme dijo:
- No me miresasí. Todos hacemos cosas cerdas cuando estamos calientes. Y mi marido es muytradicional. Debo buscar por otros lados. ¿Y tú? ¿Has hecho algo cerdo?
Así empezamosa relatar nuestras experiencias más obscenas. Yo conté que alguna vez habíadejado a mi novio acabar en mi boca, a lo que todos rieron diciendo “qué niñamás tierna”. El Flaco relató la vez que había dejado que su esposa lo mearadespués de tener un orgasmo.
Posiblementefue todo junto: la hierba que fumábamos, las historias que escuchábamos, laoscuridad del lugar y lo que habíamos visto en el club, pero lo que sucedió fueque cada uno hizo sus relatos de manera más obscena, ya nadie hablaba de sexooral o anal, todos decíamos “la follé por el culo” o “me la chupó toda”. Pudepercibir el momento justo en que Teresa comenzó a rozar su cartera en su pelvisy respiraba más agitado. A mi amigo se le veía algo que crecía debajo de supantalón. Sin embargo, nadie se atrevía a insinuar algo más y nuevamente Teresafue la de la idea:
- Flaco,¿Alguna vez lo has hecho con dos mujeres?
- No –Respondió él. Y ella agregó:
- ¿Te creescapaz?
Esa preguntadebe haberlo tomado por sorpresa, pues no pudo contestar muy claramente.
- Pues…
- Yo lo creocapaz.- Dije, sin poder contenerme.
- Yo también.-apuntó Teresa y continuó- Lo malo de hablar de sexo es que cuando lo hago medan unas ganas terribles de chupar vergas.
- ¿Y ahoratienes ganas? – Preguntó él.
- Muchas ganas – Frase junto a la que se deslizó desde donde estaba hastasentarse al lado de mi amigo, quien la dejó hacer. Besarlo en la bocasuavemente, acercarse a su pantalón, bajar el cierre, el bóxer y sacar su granverga, brillante y dura, que yo conocía tan bien. Yo no me podía mover, estabahorrorizada, pero a la vez más caliente que nunca. Ella demostraba su maestríaal meterlo y sacarlo suave de su boca, y cada vez introducirlo más adentro, yaque sus labios tocaban la base de ese garrote. Yo sentía como me mojaba más,sobre todo cuando de vez en vez, ella abría sus ojos y lo miraba o me miraba amí. Me sentía excitada, con ganas de sentir bien adentro eso que estaba viendo,pero tenía rabia también. Después de todo, esa era “mi” noche y ella me laestaba robando. Entonces, le dije:
- Al Flaco legusta la 69, ¿Sabias?
A lo que ellarespondió subiendo su vestido y sacándose el calzón negro que llevaba, dejandorelucir una pelvis muy bien cuidada, con poco pelo. Se puso encima de él,mientras seguía con su labor, cada vez más intenso, y comenzaba a emitirgemidos profundos de placer.
Como ellosestaban ocupados y ya mi calentura no daba para más, me metí los dedos en mi vagina, la que estaba anegada en lubricación y ardiendo. Comencé a frotarme ymeter algunos dedos, mientras veía la acción que ellos realizaban tan bien.Sentí de pronto que los gemidos de ella aumentaban y se hacían más agudos, cadavez más, hasta que tuvo que sacar la deliciosa golosina de su boca y gritar:
- ¡Me estáshaciendo acabar!
Y con un gritomás agudo y muchos espasmos, nos daba a entender que había venido por ella unorgasmo. Yo seguí con mi tarea y Teresa se dio cuenta. Se salió de encima de miamigo, se dirigió hacia mí, me tomó la mano y me llevó hacia él. Con extremadamaestría, dirigió mi boca hacia la linda verga y al sentir el primer contactosalado con ella me estremecí. Comencé a hacerlo de manera salvaje, lonecesitaba tener adentro, sentir su sabor, tragar sus fluidos y mirarlo a suslindos ojos pardos, mientras lo hacía. Tan concentrada en mi tarea, no pudepercibir cuando Teresa comenzó a desvestirme y a acariciarme. Me sentía tancaliente que me daba lo mismo quien me tocaba, quien acariciaba mis glúteos,quién guiaba mi cabeza, quién lamía mi clítoris. Cuando sentí el orgasmo de miamigo venir, no pude más que mantenerlo dentro mío, su semen llegaba hasta migarganta y me gustaba mucho, me calentaba más, sentirme tan puta, tan sucia.Teresa me regaló el primer orgasmo que tuve en mi vida mediante sexo oral y fueexquisito.
Luego todo fueconfuso. Sentí los labios de mi amigo en mi boca, luego en mis tetas y otroslabios, más suaves besando mis glúteos y muslos. Entonces, todo mutó y se tornómás descontrolado, nos adentramos en abrazos desesperados y besos mojados, sinsaber bien de quién eran. En un momento volvía a tener la verga de mi amigo enlos labios y al minuto siguiente, los bellos púbicos de Teresa se posaban en milengua, mientras una verga dura penetraba en mí. Me faltaba el aire y lo suplíacon más saliva y fluidos ajenos. Cuando la segunda descarga de mi amigo se dejócaer en la cara de Teresa, no pude hacer otra cosa que besarla profunda ylargamente.
Sin embargo,esto no tranquilizó al Flaco. Estaba como loco, se le volvía a poner dura laverga y la utilizaba para coger a Teresa en el aire y penetrarla con muchaenergía. Tal vez la rabia que sentía por su mujer y la sed de venganza loponían más caliente. Yo descansaba en el sillón y tocaba mis pezones, mientrasveía como él la ponía en 4 patas, la tomaba del cabello y le cogía el culo comosi nada, de manera fácil y lubricada, hasta que ella volvía a gritar másfuerte y más intenso, diciendo:
- ¡Fabi! ¡Chúpamela,por favor!
A lo que yoaccedí y sentí en mis labios sus fluidos y su nuevo orgasmo. Era maravillosolamer esa concha mientras veía como una verga penetraba el culo de miatendida. Era mi primera vez con una mujer y me encantaba. Cuando ella cayódiciendo que no podía más, vi en los ojos de mi amigo el salvajismo y las ganasde hacerme lo mismo que le había hecho a ella. Yo lo miré y declaré:
- Nunca lo hehecho por allí.
- Hoy será tuprimera vez.- Y tomándome del cuello y las caderas, de manera rápida y maestra,me puso en 4 patas. Yo imaginaba que era la mujer del club, la esposa delFlaco, y me sentía tan puta que eso mismo me calentaba.
Él tuvo lasprecauciones necesarias. Luego de lamer mi entrada por varios minutos,introdujo primero un dedo en este, mientras hacía lo propio con su verga en miboca, llenándome. Yo podía sentir la punta de su verga en mi garganta y lapunta de su dedo en mis entrañas. Sentía como Teresa se acomodaba debajo de míy comenzaba a trabajar con su lengua y labios en mi mojada y abierta vagina,mientras el Flaco ponía la punta de su gran verga en la entrada de mi culo. Conlo caliente que me sentía, no le costó mucho trabajo entrar y dejarme repletade carne. Yo me movía desesperada al sentir mi culo lleno y mi clítorisestimulado. Después del tercer orgasmo que sentí en esa posición, perdí lacuenta de cuantos más tuve. No es que con mi novio lo pasara mal, pero no sepodía comparar a esto. Finalmente, cuando el Flaco sacó su garrote para acabarsobre nuestras caras, me sentía muy abierta y aire entraba por mi culo agrandes bocanadas.
Recibimos nuestro premio felices con Teresa y nos volvíamosa besar y lamer lo que había de semen en la cara de la otra. Yo ya no daba más,Teresa tampoco y nuestro amigo nos miraba con rabia, diciendo “Pude, ¿No esasí?”. Teresa rompió el silencio, diciendo:
- Claro quepudiste. Nos dejaste más que satisfechas.
A lo que yo mesumé, diciendo:
- Nunca nadieme había hecho gozar tanto.
Con lo queponíamos fin al episodio más excitante en mi vida. No supimos como ni cuandonos quedamos dormidos, pero en la mañana, cuando desperté, todos dormíamosabrazados y desnudos: yo en el pecho del Flaco y Teresa en el mío.
Aldespedirnos, acordamos que esa sería la primera de nuestras aventuras. Al messiguiente, el Flaco se separó de su esposa y yo dos meses después volvía avivir sola, entregada a mi lujuria. La única que siguió con su doble vida fueTeresa, a quien todavía vemos, de vez en cuando en aquel club, y en ciertasfiestas.
Primero que todo les agradezco sus comentarios y puntos en mi relato anterior (Casting en el Departamento 33) y ahora les dejo algo que me compartió una amiga alguna vez, hace muuuuucho tiempo.
Lo tituló "La Profe". Espero lo disfruten.
Esto locontaré solo porque debo desahogarme y deseo compartir con alguien miexperiencia. Tengo 29 años, felizmente soltera. Físicamente, soy normal. Mido1,55 contextura delgada, morena y melena. No tengo abundante carne, pero losuficiente como para satisfacer a cualquiera.
Durante esanoche me había sentido inquieta, especialmente antes de salir. Me juntaría conel flaco y desde hacía tiempo que no lo veía. Para ese tiempo, yo vivía con mi exnovio, pero él se encontraba fuera de la ciudad por ese fin de semana. Era unabuena fecha para encontrarme con un amigo de esos que siempre se recuerdan… Deesos que están grabados en la piel.
Nosencontraríamos en el bar “424”, en el centro de la ciudad, la idea era tomarsealgo y después… ahí se vería. Yo siempre he sido puntual, así que como decostumbre llegué 10 minutos antes de la hora acordada. Entré en el bar y elflaco no llegaba aún. Me dirigía a la barra para pedir algo mientras loesperaba, cuando vi algo inusual: una dama con los ojos negros por la pinturacorrida y un bello vestido negro bebía sola en un asiento. Me pareció conociday al acercarme me sorprendí de ver a mi ex profesora de expresión corporal, decuando era una nena recién salida del colegio. La casualidad me tomaba porasalto, pues el flaco, con quien me juntaría esa noche era un amigo de aqueltiempo, lo conocí en aquel inolvidable taller. Yo sabía que él y mi profesora,a quien me encontraba ahora y que llamaré Teresa, habían tenido algo. Ella esmayor que mí 10 años, pero se conserva muy bien, alta, caderas grandes, cabellonegro, piel clara y con un busto bastante firme… Eso lo puedo asegurar.
Obviamente, meacerqué y la saludé.
- ¿Profe?
- ¡Fabita!¿Qué haces aquí?
- Espero aalguien. ¿Y usted?
- Solo salí adistraerme un rato.
Y se puso ahablar. Me contó que estaba casada y que había tenido una discusión con elesposo, por eso había salido y yo la encontraba en ese estado. Yo aproveché dedecirle que me juntaría con el flaco, con lo que a ella se le iluminó la cara yse enderezó en su asiento.
- Mira tú. Québien. Hace mucho tiempo que no lo veo.
Y en eso,entra por la puerta principal del bar… El flaco. Yo le seguía diciendo así,pero a esas alturas no tenía nada de flaco: alto, hombros anchos y muytonificados, pelo corto y barba rala. A mí siempre me había gustado y mucho. Dehecho, antes de que él se casara, fuimos amantes durante mucho tiempo y sellevó mi virginidad.
- Hola,chicoca – Me dijo.
- Hola flaco,te tengo una sorpresita – Y le muestro a nuestra ex profesora. Fue un momentotenso para todos. Ellos se acercaron y se besaron en la mejilla y a Teresa sucolor de cara cambió de blanco a rojo, rápidamente. El flaco pidió una mesa ynos cambiamos, pidiéndole a Teresa que nos acompañara. Pedimos otro trago y laconversación mutó a nuestros tiempos de estudiantes, cuando ella nos hacíaclases. Teresa nos aseguraba que éramos muy buenos aprendices:
- Eran muyaplicados. Todos los trabajos los hacían a tiempo y corregían sus errores demanera correcta. Creo que no he vuelto a tener alumnos como ustedes.
Seguimospidiendo tragos y hablamos del matrimonio (ellos sabían más que yo), de lalocura y de otras cosas. Ellos estaban casados: ella desde hacía 15 años y eldesde hacía 3. Estaban un poco desilusionados de la rutina y la poca cantidadde sexo que se tenía dentro del matrimonio. A mí no me pasaba eso. Yo llevabasolo 3 meses viviendo con mi novio y hacíamos diversas cosas paraentretenernos. Ellos me miraban de manera extraña y complaciente, como si meenvidiaran.
Después de unpar de horas en el bar, todos un poco mareados por el exceso de alcohol, Teresafue al baño y yo me quedé sola con mi amigo. Nos miramos y de manerainconsciente sonreímos. Para no sentirme más incómoda, hablé:
- Perdón porinvitarla a la mesa. ¿Te molestó?
- No tepreocupes, ha estado interesante. ¿Por qué habría de molestarme?
- Porque lagracia era que nos juntáramos nosotros.
- Pero lanoche es joven… y muy larga, ¿No?
- Tú debesllegar temprano a tu casa, o tu esposa te regañará.
- De eso no tepreocupes. Ella también salió. Tenemos noche de soltería.
Y volvimos areír. En eso Teresa regresa del baño, con la cara lavada, peinada y vuelta amaquillar.
- Chicos, creoque les debo un gran favor. Antes de que llegaran yo estaba sola, triste yenojada. Ahora estoy de maravillas y les quiero agradecer. La cuenta estápagada y si no es molesta los quiero invitar a bailar. Conozco un lugar dondese toca muy buena música y es entretenido. ¿Qué les parece?
Ante laperspectiva de seguir charlando, quizás de qué o cambiarnos a un lugar dondepodría ocultarme entre la gente y sentir el cuerpo del flaco cerca del mío, yoaccedí de inmediato.
- Porsupuesto. Me encanta la idea.
El flaco nosmiró sonriente y dijo:
- Si es eldeseo de estas lindas damas. Accedo encantado.
Y nos paramosy nos fuimos. Íbamos riendo, exaltados con tanto alcohol en nuestro cuerpo.Teresa nos abrazaba y besaba a ambos y reía. Llegamos al lugar, aunque noparecía una discoteque, se oía música dentro. Cuando íbamos a pagar, Teresa seadelantó y mostró una credencial al cajero. El cajero le sonrió y le lanzó unbeso. Ella le indicó que nosotros veníamos con ella y el aceptó, dejándonospasar. Eso me pareció extraño, pero bien, había que disfrutar.
Al entrarescuchamos el sonido de tambores y trompetas, que tocaban un ritmo cadencioso ypesado, que agitaba el pecho e incitaba a sensualidad. Teresa nos tomó de lasmanos y nos llevó al centro de la pista de baile en donde nos comenzamos adejar llevar por el ritmo de la música y la gente bailando. El flaco me tomópor detrás y comenzó a moverse, él siempre había sido muy buen bailarín. Yocerré los ojos y me dejé llevar. Sentía como sus manos me tomaban de la cinturay su cara buscaba mi pelo para olerlo.
Estábamos en eso cuando sentí que otrocuerpo se me ponía delante, abrí los ojos asustadas y vi a Teresa uniéndose anosotros en aquella danza eterna. Como buena profesora de expresión corporal,ella se movía sin complicaciones y con mucha gracia. Sentía sus pechos rozandolos míos y algo duro en el pantalón de mi amigo. Tal vez por la música, elalcohol y la compañía me sentía muy bien y un poco excitada, por lo que no mepercaté de lo que sucedía a mi alrededor. Pero sentía sonidos extraños, comogritos en la lejanía. Pensé que era la música, pero cuando no aguanté más lacuriosidad, abrí los ojos y lo que vi me dejó perpleja. En un rincón de lapista, una mujer desnuda estaba en 4 patas y era penetrada por un tipo mientrasotro la obligaba a hacerle sexo oral. Me asusté y empecé a mirar para todos lados.En otro rincón dos mujeres con un látigo golpeaban a un hombre desnudo. En otrolugar, una mujer amarrada por cuerdas a brazos y pies recibía esperma de velaen todo su cuerpo. Así, todo el espacio estaba lleno de personas que llevaban acabo acciones vejatorias y humillantes.
Me despeguédel baile y miré a mis compañeros. Ella me miraba divertida, mientras el Flacodejaba su vista fija en la mujer en 4 patas y dejaba de bailar. Yo estaba muyincómoda y asustada, y sin más, di media vuelta y salí corriendo del lugar. Nosé como llegué a la calle y sentía las palabras del flaco:
- Chicoca,espera.
- Esa gente,allá adentro. Estaban…
No teníapalabras para describir lo que había visto. Me había asustado, pero más de loque vi, me asustó darme cuenta que me gustaba ver esas cosas, aunque no lopodía reconocer. Me imaginaba en el lugar de esas personas: siendo penetradapor dos hombres, azotada, humillada. Detrás de mi amigo venía Teresa.
- ¿Quésucedió? ¿No les gustó?
- No es eso,la música era muy buena, pero esa gente que hacía esas cosas….
- Eres librede verlas o no. Yo muchas veces he venido a este lugar y he visto cosas peores,pero solo me concentro en la música. No puedes negar que es mucho mejor quecualquier discoteque de esta ciudad. Flaco, ¿Qué te pasa?
- Nada.- Perosu rostro y su postura rígida decían otra cosa.
- Flaco,-siguió ella – creo que nosotras te conocemos mejor de lo que muchas personaspodrían decir. Tienes la misma cara de cuando recibías una crítica que no tegustaba, cuando eras mi alumno. Pese a la oscuridad de la noche y lo borrachaque estoy, me puedo dar cuenta que algo no va bien.
- La mujer queestaba con los dos tipos… Era mi esposa.
Un silenciodistinto a todos los anteriores en aquella noche se coló entre nosotros. Teresame miraba pidiendo ayuda con la mirada. Yo era la mejor amiga del Flaco, peroaún así no sabía qué decir. Teresa vino en nuestro auxilio en aquel momento.
- Flaco, no tesientas mal por eso. Tal vez tu ego se dañó al ver lo que no debiste ver, peroposiblemente no es que se sienta insatisfecha contigo.
- Es una puta.
- No lo sé.Tal vez sí, tal vez no. Lo que sí es seguro es que así como ustedes los hombresbuscan generalmente experiencias salvajes respecto al sexo, nosotras también lohacemos. Hay veces que el sexo tradicional no nos satisface y queremos hacercosas sucias. Yo lo he hecho muchas veces.
Eso terminó decolmar mi estado de ánimo. ¿Teresa? ¿Nuestra profesora, que alguna vez fueejemplo a seguir, metida en eso? Luego del silencio que continuó al discurso denuestra ex profesora, hablé.
- Me iré acasa. Me siento un poco mareada.
- No –interrumpió el Flaco.- Tú viniste conmigo, te vas conmigo. Yo te voy a dejar.
- Perdón –dijo Teresa – yo los hice venir y es mi culpa. Lo arruiné.
- No te preocupes,Teresa, con el Flaco nos ha gustado mucho estar contigo y no queremos que tesientas mal.
- Sí, teresa,te agradecemos lo entretenida de la noche y ahora yo tengo una propuesta. ¿Quétal si vamos al departamento de Fabi a terminar la noche? ¿Se puede, chicoca?
- ¿Por qué nose podría?
No sabía porqué me sentía tan atraída a estar con ellos. Tal vez por melancolía del antiguotiempo, o lo que habíamos bebido y compartido durante esa noche. Tomamos untaxi. Teresa se sentó delante y yo con mi amigo atrás. Puse mi cabeza en suhombro y cerré los ojos, pero en mi cabeza volvían a aparecer las imágenes quehabía visto recién. Esperaba que nadie se diera cuenta, pero en verdad, sentíaque mi entrepierna se había mojado un montón. Y quería llegar luego paracambiarme de tanga.
Llegamos ysubimos rápidamente, en silencio. Al entrar en el departamento, el calor dehogar lo pudimos sentir y todos nos sentamos en un sillón distinto. Yo ofrecíalgo para beber, pero nadie quería beber ya y prendí la radio, y aunque lamúsica no se podía comparar a la del club, un especial de Barry White vino asocorrernos. De pronto, Teresa hizo una propuesta:
- ¿Alguno deustedes fuma hierba? Tengo un montón.
Yo sabía queninguno de los dos lo hacía. Lo habíamos probado juntos, pero no nos habíagustado. Pero esa noche era especial y acepté, a lo que el Flaco me miró y dijo“yo también”. Teresa sacó un paquete de su cartera y comenzó a repartir unoscigarrillos delgados, que daban más pena que ganas de fumarlos. Los encendimosy poco a poco comenzamos a sentir los efectos relajantes de los cigarrillos.Las respiraciones se comenzaron a profundizar y algunas risas comenzaron asurgir. El que rompió el silencio fue el Flaco:
- Nuncaimaginé todas estas cosas sobre ti, Teresa. Primero el club, ahora estoscigarrillos.
- ¿Qué? ¿No tehan gustado? – Respondió ella.
- Por elcontrario, me han encantado.
- Teresa –Interrumpí yo – Solo por curiosidad, ¿Qué otras cosas has visto en ese club?
- Una vez viuna mujer que tenía sexo con 5 hombres.
- ¿Todosjuntos? – Preguntó el Flaco, a quien, pese a la oscuridad de mi departamento sele podía ver la sombra de los celos.
- Todosjuntos.
Y volvió elsilencio. A mi cabeza vinieron imágenes de mí siendo usada y violada por 5hombres, pero intenté esquivar esos pensamientos hablando.
- Pero ¿Cómo?
- Fácil –Contestó Teresa – Uno por la zorra, otro por el culo y otro por la boca.
- Pero esosson tres. No cinco – Dije yo.
- … y los dosrestantes con las manos. ¿Ves? Dos manos. Fácil. – Dijo ella, haciendo el gestocorrespondiente, a lo que contestamos con risas nerviosas. El silencio fue rotonuevamente por mi amigo:
- ¿Y túconocías a esa mujer?
- Claro –contestó Teresa – Era yo.
Esadeclaración produjo en nosotros una reacción instantánea. El Flaco la comenzó amirar y yo sabía que la miraba imaginándola. Yo me puse seria, ante laperspectiva de comenzar a excitarme más de lo que estaba. Teresa lo percibió yme dijo:
- No me miresasí. Todos hacemos cosas cerdas cuando estamos calientes. Y mi marido es muytradicional. Debo buscar por otros lados. ¿Y tú? ¿Has hecho algo cerdo?
Así empezamosa relatar nuestras experiencias más obscenas. Yo conté que alguna vez habíadejado a mi novio acabar en mi boca, a lo que todos rieron diciendo “qué niñamás tierna”. El Flaco relató la vez que había dejado que su esposa lo mearadespués de tener un orgasmo.
Posiblementefue todo junto: la hierba que fumábamos, las historias que escuchábamos, laoscuridad del lugar y lo que habíamos visto en el club, pero lo que sucedió fueque cada uno hizo sus relatos de manera más obscena, ya nadie hablaba de sexooral o anal, todos decíamos “la follé por el culo” o “me la chupó toda”. Pudepercibir el momento justo en que Teresa comenzó a rozar su cartera en su pelvisy respiraba más agitado. A mi amigo se le veía algo que crecía debajo de supantalón. Sin embargo, nadie se atrevía a insinuar algo más y nuevamente Teresafue la de la idea:
- Flaco,¿Alguna vez lo has hecho con dos mujeres?
- No –Respondió él. Y ella agregó:
- ¿Te creescapaz?
Esa preguntadebe haberlo tomado por sorpresa, pues no pudo contestar muy claramente.
- Pues…
- Yo lo creocapaz.- Dije, sin poder contenerme.
- Yo también.-apuntó Teresa y continuó- Lo malo de hablar de sexo es que cuando lo hago medan unas ganas terribles de chupar vergas.
- ¿Y ahoratienes ganas? – Preguntó él.
- Muchas ganas – Frase junto a la que se deslizó desde donde estaba hastasentarse al lado de mi amigo, quien la dejó hacer. Besarlo en la bocasuavemente, acercarse a su pantalón, bajar el cierre, el bóxer y sacar su granverga, brillante y dura, que yo conocía tan bien. Yo no me podía mover, estabahorrorizada, pero a la vez más caliente que nunca. Ella demostraba su maestríaal meterlo y sacarlo suave de su boca, y cada vez introducirlo más adentro, yaque sus labios tocaban la base de ese garrote. Yo sentía como me mojaba más,sobre todo cuando de vez en vez, ella abría sus ojos y lo miraba o me miraba amí. Me sentía excitada, con ganas de sentir bien adentro eso que estaba viendo,pero tenía rabia también. Después de todo, esa era “mi” noche y ella me laestaba robando. Entonces, le dije:
- Al Flaco legusta la 69, ¿Sabias?
A lo que ellarespondió subiendo su vestido y sacándose el calzón negro que llevaba, dejandorelucir una pelvis muy bien cuidada, con poco pelo. Se puso encima de él,mientras seguía con su labor, cada vez más intenso, y comenzaba a emitirgemidos profundos de placer.
Como ellosestaban ocupados y ya mi calentura no daba para más, me metí los dedos en mi vagina, la que estaba anegada en lubricación y ardiendo. Comencé a frotarme ymeter algunos dedos, mientras veía la acción que ellos realizaban tan bien.Sentí de pronto que los gemidos de ella aumentaban y se hacían más agudos, cadavez más, hasta que tuvo que sacar la deliciosa golosina de su boca y gritar:
- ¡Me estáshaciendo acabar!
Y con un gritomás agudo y muchos espasmos, nos daba a entender que había venido por ella unorgasmo. Yo seguí con mi tarea y Teresa se dio cuenta. Se salió de encima de miamigo, se dirigió hacia mí, me tomó la mano y me llevó hacia él. Con extremadamaestría, dirigió mi boca hacia la linda verga y al sentir el primer contactosalado con ella me estremecí. Comencé a hacerlo de manera salvaje, lonecesitaba tener adentro, sentir su sabor, tragar sus fluidos y mirarlo a suslindos ojos pardos, mientras lo hacía. Tan concentrada en mi tarea, no pudepercibir cuando Teresa comenzó a desvestirme y a acariciarme. Me sentía tancaliente que me daba lo mismo quien me tocaba, quien acariciaba mis glúteos,quién guiaba mi cabeza, quién lamía mi clítoris. Cuando sentí el orgasmo de miamigo venir, no pude más que mantenerlo dentro mío, su semen llegaba hasta migarganta y me gustaba mucho, me calentaba más, sentirme tan puta, tan sucia.Teresa me regaló el primer orgasmo que tuve en mi vida mediante sexo oral y fueexquisito.
Luego todo fueconfuso. Sentí los labios de mi amigo en mi boca, luego en mis tetas y otroslabios, más suaves besando mis glúteos y muslos. Entonces, todo mutó y se tornómás descontrolado, nos adentramos en abrazos desesperados y besos mojados, sinsaber bien de quién eran. En un momento volvía a tener la verga de mi amigo enlos labios y al minuto siguiente, los bellos púbicos de Teresa se posaban en milengua, mientras una verga dura penetraba en mí. Me faltaba el aire y lo suplíacon más saliva y fluidos ajenos. Cuando la segunda descarga de mi amigo se dejócaer en la cara de Teresa, no pude hacer otra cosa que besarla profunda ylargamente.
Sin embargo,esto no tranquilizó al Flaco. Estaba como loco, se le volvía a poner dura laverga y la utilizaba para coger a Teresa en el aire y penetrarla con muchaenergía. Tal vez la rabia que sentía por su mujer y la sed de venganza loponían más caliente. Yo descansaba en el sillón y tocaba mis pezones, mientrasveía como él la ponía en 4 patas, la tomaba del cabello y le cogía el culo comosi nada, de manera fácil y lubricada, hasta que ella volvía a gritar másfuerte y más intenso, diciendo:
- ¡Fabi! ¡Chúpamela,por favor!
A lo que yoaccedí y sentí en mis labios sus fluidos y su nuevo orgasmo. Era maravillosolamer esa concha mientras veía como una verga penetraba el culo de miatendida. Era mi primera vez con una mujer y me encantaba. Cuando ella cayódiciendo que no podía más, vi en los ojos de mi amigo el salvajismo y las ganasde hacerme lo mismo que le había hecho a ella. Yo lo miré y declaré:
- Nunca lo hehecho por allí.
- Hoy será tuprimera vez.- Y tomándome del cuello y las caderas, de manera rápida y maestra,me puso en 4 patas. Yo imaginaba que era la mujer del club, la esposa delFlaco, y me sentía tan puta que eso mismo me calentaba.
Él tuvo lasprecauciones necesarias. Luego de lamer mi entrada por varios minutos,introdujo primero un dedo en este, mientras hacía lo propio con su verga en miboca, llenándome. Yo podía sentir la punta de su verga en mi garganta y lapunta de su dedo en mis entrañas. Sentía como Teresa se acomodaba debajo de míy comenzaba a trabajar con su lengua y labios en mi mojada y abierta vagina,mientras el Flaco ponía la punta de su gran verga en la entrada de mi culo. Conlo caliente que me sentía, no le costó mucho trabajo entrar y dejarme repletade carne. Yo me movía desesperada al sentir mi culo lleno y mi clítorisestimulado. Después del tercer orgasmo que sentí en esa posición, perdí lacuenta de cuantos más tuve. No es que con mi novio lo pasara mal, pero no sepodía comparar a esto. Finalmente, cuando el Flaco sacó su garrote para acabarsobre nuestras caras, me sentía muy abierta y aire entraba por mi culo agrandes bocanadas.
Recibimos nuestro premio felices con Teresa y nos volvíamosa besar y lamer lo que había de semen en la cara de la otra. Yo ya no daba más,Teresa tampoco y nuestro amigo nos miraba con rabia, diciendo “Pude, ¿No esasí?”. Teresa rompió el silencio, diciendo:
- Claro quepudiste. Nos dejaste más que satisfechas.
A lo que yo mesumé, diciendo:
- Nunca nadieme había hecho gozar tanto.
Con lo queponíamos fin al episodio más excitante en mi vida. No supimos como ni cuandonos quedamos dormidos, pero en la mañana, cuando desperté, todos dormíamosabrazados y desnudos: yo en el pecho del Flaco y Teresa en el mío.
Aldespedirnos, acordamos que esa sería la primera de nuestras aventuras. Al messiguiente, el Flaco se separó de su esposa y yo dos meses después volvía avivir sola, entregada a mi lujuria. La única que siguió con su doble vida fueTeresa, a quien todavía vemos, de vez en cuando en aquel club, y en ciertasfiestas.
2 comentarios - La Profe