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El secreto de Martita. 1 (Corregido)

Hace más de dos años comencé esta historia que quedó inconclusa.
Quiero ahora terminarla y por eso voy a republicar lo que ya tenía, arreglando y mejorando las cosas que no me gustaron bien como salieron. Incluso reagrupando los capítulos y finalizandola en 4 capitulos en vez de 5. Con el mismo contenido pero corregido. Que la disfruten!

Esta es la historia que pude conocer de Martita. Hace ya tiempo,  estuve varias veces con ella. Encuentros de sexo de alto voltaje y mucha charla donde me contó episodios de su vida.
El otro dia la recordé y me di cuenta que con todo lo que ella me había contado podía relatartes los secretos de su vida. Asi que con un poco de licencias literarias para darle atractivo, pero sin escapar mucho de la historia que ella me contó, aquí va la primera entrega: 

Martita es una chica criada en una familia muy tradicionalista y bien acomodada de Buenos Aires. Única hija mujer con un hermano mayor y uno menor, mimada por su padre, educada y adroctinada por su madre ultracatolica y muy estricta.
Creció sin privaciones ni inseguridades, pero con miedos y culpas, las típicas culpas que inculcan una educación muy religiosa y conservadora.
Esas culpas hicieron que Martita buscase un lugar intimo y secreto, muchas veces su propio cuarto, para lograr pensar e investigar libremente sin ser vista ni señalada con un dedo.
Presisamente, en uno de esos "refugios" en esos momentos de intimidad, hubo un hecho que la marcó y le cambió la vida: Martita a muy temprana edad aprendió a tocarse y fue de casualidad.  En su casa y en su círculo íntimo no se hablaba de eso, pero un día sin querer paso su mano por su conchita y sintió placer, un placer especial. Y noche a noche siguió haciéndolo para darse ese placer que estaba empezando a conocer. 
Poco a poco, con el tiempo, fue aprendiendo que era lo que le pasaba y le gustaba dormirse con el placer que ese inocente juego le provocaba. Intuía que era mejor no comentar lo que hacía y este paso a ser el mayor secreto que guardaba. Ni siquiera se lo diría al padre José en sus confesiones quincenales.
Pero una noche siguió un poco más con sus jueguitos y se dio cuenta que el placer iba aumentando mientras ella seguía y si jugaba muy suave con el botoncito que tenía en su conchita el placer aumentaba y que esos líquidos que a veces le salían y que no eran pis, ahora mojaban sus dedos y esto hacía más placentero su juego y ya no quería parar y quería gritar pero se mordia para no ser oída y se puso boca abajo levantando la cola y metiendo su mano para seguir tocándose y el placer la volvía loca y mordia la almohada y de pronto su cuerpo comenzó a temblar y una oleada de placer la envolvió y le costaba respirar y pensó que se moría...
Y así Martita supo lo que era un orgasmo sin saber aún lo que era un orgasmo, porque de eso no se hablaba. Ni en su casa ni en el colegio religioso donde la mandaban, con chicas igual de educadas que ella (aunque después, con el tiempo supo que no era tan así).
Esta experiencia le dio culpa. Sintió que estaba pecando pero no pensaba confesarlo, creía que la vergüenza de contarlo sería peor que la culpa, prefería hundirse en el infierno que confesar su pecado y mucho menos dejar de hacerlo.
Poco a poco comenzó a perfeccionar la práctica, a hacerlos más intensos, más duraderos, a encontrar otros lugares como la ducha. El correr del agua tibia por sus labios mientras se tocaba aumentaba su placer.
Todas sus frustraciones juveniles encontraron consuelo con sus dedos acariciando su húmeda conchita. Era su mayor secreto y nunca nadie debería saberlo.
Hubo un par de noviecitos en el secundario pero con ellos no pasó a mayores. Ellos sólo querían coger pero ella aún no quería dar ese paso, prefería la seguridad de su auto placer. Por ahora eso le bastaba... Por ahora.
La nena creció, terminó su secundario, comenzó a estudiar economía en la facultad y a los 18 años de había convertido en una hermosa joven, no muy exuberante pero si alta, rubia y de ojos claros. Con unas tetitas no muy grandes pero bien formadas y con unos pezones rosados y deliciosos y un culito chico pero perfecto, redondito, deseable. 
Ella llamaba la atención por su aspecto angelical, su blanca piel, sus ojos claros, su rubia cabellera y esa cara de niña inocente que muy pronto perdería....
Sucedió una tarde de un cálido otoño, poco después del mediodía. 
Ella se había levantado temprano para estudiar, pero no podía concentrarse. Estaba muy caliente. La paja nocturna no había sido suficiente y casi sin querer, sus dedos estaban recorriendo su conchita nuevamente. Despacio, acariciando su clítoris, sintiendo el placer recorrer su cuerpo.
Después metió dos dedos en su afiebrada y húmeda concha. Hacía rato que había auto perdido su virginidad con sus dedos. Fue su regalo para un cumpleaños, decidió que ese regalo sería para la persona más importante en su vida: ella misma. Nadie sería merecedor de ese exquisito premio.
Por eso ya hacía un tiempo que sabía como estimular con pequeños golpecitos y movimientos circulares su punto G, y que esto más una adecuada estimulación del clítoris le producía orgasmos magistrales como el que estaba por recibir en ese momento. 
Amaba estar sola en la casa como esa mañana, podía gritar sus orgasmos y disfrutarlos más. 
La oleada de placer la estaba invadiendo y ella jadeaba y se tocaba con furia hasta estallar entre gritos entrecortados. 
Se fue calmando mientras se acariciaba el cuerpo, retomando el aliento y volviendo en si.
Se relajó y retomo la calma. Pero había algo que no funcionaba esa mañana. Seguía caliente. 
Pasaron algunas horas, comió algo frugalmente y se preparó para ir a la Facultad.
Una blusa clara, Una pollera tableada larga hasta las rodillas, un saquito al tono y su cara angelical. Y así salió. 
A la vuelta de la casa, camino a la Facultad estaba el taller mecánico de Nicolás, hombre bastante tosco, no muy alto, de alrededor de 50 años, siempre con su mameluco engrasado y sus manos haciendo juego. No parecía ser muy afecto a la limpieza, sus pelos negros y ensortijados siempre desordenados, siempre engrasados. 
Así y todo un tipo querido en el barrio, de esos mecánicos que te salvan. Y muy honesto a la hora de cobrar.
Paso Martita con sus pensamientos por la puerta del taller y Nicolás se quedó mirándola con la boca abierta como casi siempre, pero esta vez no le fue indiferente. Ella también se paró y se quedó mirandolo. No podía hacer otra cosa que quedarse ahí. Ese cuerpo de macho sin ningún atractivo, macho primitivo, no la dejaba moverse, la tenía magnetizada, hechizada. Notó su bulto debajo del engrasado overall, grueso, palpitante...
Muchas veces había visto bultos, sus hermanos, Sus dos noviecitos siempre alzados, su mismísimo padre...
Pero este era distinto. Este la atraía. Dio dos pasos adelante y lo tomo entre sus dedos, sintió esa masa de carne dura y caliente.
De la boca de Nicolás sólo salió un -¡Nena!....
Y se apresuró a cerrar la cortina metálica de su taller.
Martita, que aún no había soltado el paquete de Nicolás dio el segundo paso.
Tomó la cremallera del largo cierre del mameluco y lo fue bajando lentamente y mientras lo hacía se fue arrodillando.
Enseguida tuvo la pija del mecánico entre sus dedos.
Pija no demasiado larga pero si gruesa, portentosa, venosa, cabezona. No muy limpia, haciendo juego con su dueño pero a Martita no le importó. La acarició, saco los huevos afuera y también los acarició. Se acercó y besó su cabeza, comenzó a llenar de besos el tronco y los huevos. 
Nicolás sólo suspiraba.
Martita abrió grande su pequeña y delicada boca y quiso engullirle la pija. Le costó, Se atragantó, hizo arcadas, volvió a probar. 
¿Que podía saber de chupar pijas una chica inocente que ni siquiera había visto una porno?
Sólo había escuchado a algunas de sus compañeras del secundario que les encantaba chuparte la pija a sus novios y todo lo que ellos gozaban con esto.
Como pudo siguió chupando, descubrió que esto le gustaba mucho, sentía como se le empapaba su bombachita y sentía también como lo disfrutaba el mecánico que no paraba de suspirar. Cuando se ahogaba la sacaba y le pasaba la lengua: cabeza, tronco, huevos, todo. Y volvía a metersela en la boca.
Nicolás sintió que si la cosa seguía así iba a acabar pronto y eso no estaba en sus planes.
Hizo incorporar a Martita y la sentó en el capot de un viejo Falcon que estaba arreglando.
Le levantó la pollera tableada y le saco su bombachita color rosa dejándole manchas de grasa de sus dedos.
Se encontró con una conchita rosada adornada con una matita de pelos rubios y hundió su tosca cabeza para comerse semejante manjar.
Martita sintió un placer indescriptible, sus jadeos se hicieron gritos y no tardó en acabar entregandole a su tosco amante una cuantiosa cantidad de jugos que el mecánico bebió a lengüetazos. Este siguió chupando y la levantó un poco para llegar a su culo. Martita casi se desmaya del placer al sentir la lengua del mecánico ahi. Nunca pensó que eso podía darle tanto placer. El tosco hombre no podía creer que estuviera comiéndose esos manjares y ante un nuevo orgasmo de Martita decidió que ya era tiempo de pasar a la otra etapa.
Se puso las piernas de la chica sobre sus hombros y así, parado como estaba, arremetió con su pija. Cuando Martita sintió que le entraba la cabezota dio un respingo para atrás, le había dolido, Nicolás entendió que debía ir despacio y se la fue metiendo lentamente, su gruesa pija iba llenando la concha de la chica y ella hacía alguna mueca de dolor pero no de rechazo.
El hombre dejo por unos instantes su pija ahi y luego comenzó a bombearla. Primero lentamente y luego más rápido. Desabrocho su camisa y levantó su corpiño y comenzó a manosear con sus toscas manos esas delicadas tetitas, se agachó y las lamio mientras que le seguía dando. 
Luego bajo las piernas, la dio vuelta y la dejo boca abajo, recostada en el capot y con el culo levantado. Volvio a lamerlo y a babearlo y Martita a gozar sin darse cuenta de lo que le iba a pasar. Nicolás puso la cabeza de su verga en el culo empapado de la chica y empujó. Una oleada de dolor invadió a Martita que no pudo zafar de esta y cuando se quiso dar cuenta ya tenía media verga adentro y de un empujón más se la metió toda. Comenzó un lento bombeo y mientras con una mano acariciaba su concha, aumentaba el ritmo cada vez más fuerte. Martita sólo emitía un leve quejido hasta que el mecánico, entre bufidos lleno su culo de caliente leche.
Salió de Martita y se quedó parado, arrepentido de sus actos. Martita se dio vuelta y lo miró fijo. Algo había cambiado. Su mirada no era la misma. Estaba seria.  
- Perdón! - susurró el mecanico-
Como única respuesta Martita se le abalanzó, le dio dos puñetazos en su pecho, bajo y le comió la pija de una manera tal que enseguida se puso dura y no tardó en acabarle en la boca.
Tragó toda la leche. Ya ninguno de sus orificios era virgen. Le sonrió, se vistió y se marchó a su casa.
Se quitó la ropa y se bañó, se sentía realmente satisfecha. Confirmó que el sexo era su vida. Por primera vez no sentía culpa. Reía cuando imaginaba lo que podría estar pasando por la cabeza del mecánico. No podría creer aún lo que le había pasado.
Hay cosas que no se perdonó, como el no haber usado preservativo. Ella no se cuidaba aún y si bien el mecánico le había acabado en el culo, siempre era un riesgo, y ni hablar de las enfermedades. Por suerte a los pocos días se dio cuenta de que no se había embarazado. Pero ese riesgo no debía volver a correrlo.
Bajo la ducha sintió el vertigo de una vida que había cambiado para siempre, porque de algo estaba segura, su vida había cambiado para siempre.
Continuará

1 comentarios - El secreto de Martita. 1 (Corregido)

pacificlupus +1
Excelente, +10
masitasexxx
Gracias! Espero que te guste la historia completa!