Después de tener mi primera experiencia sexual con el sereno del depósito que estaba frente a casa, lo empecé a visitar todos los domingos. Las mujeres que iban a verlo, dejaron de ir, ya que yo había ocupado ese lugar.
Más allá del sexo, que resultaba increíble, sentía que me había enamorado de Juan, y hasta me ponía celosa si me hablaba de su mujer o de sus hijos, claro que con el tiempo entendería que solo se trataba de una calentura adolescente.
Mi primera experiencia, mi primer hombre, resultaba lógico que me sintiera así.
Para entonces ya había empezado a tener abundante flujo vaginal, por lo que estaba esperando que mi primera menstruación me llegara en cualquier momento.
Ya me había informado oportunamente con mi ginecóloga, a quién le tuve que decir que estaba teniendo relaciones sexuales, supuestamente con un noviecito, para que pudiera aconsejarme al respecto, y entre algunas pautas que me dió, una de ellas era que no me aconsejaba tener sexo cuando estuviera con el período.
¿Y que creen ustedes? Sí, un domingo, justo un domingo, me desperté con tremendo manchón en la sábana.
Igual me puse una toalla íntima, que ya previamente había comprado, y a la hora habitual, me crucé al depósito.
-Hoy no podemos coger porque estoy con el período- le avisé ni bien entré -Pero puedo chupártela todo lo que quieras...-
Yo ya estaba alucinando con la posibilidad de tragarme su leche, algo que hasta entonces no había podido disfrutar.
Juan se sonrío enigmático, y agarrándome de la mano, me llevó a la oficina, en dónde, como todos los domingos, ya estaba preparado nuestro improvisado lecho amoroso.
-Así que estás con Andrés- me dice mientras se pone en bolas.
-¿Andrés? ¿Que Andrés?- le pregunto sorprendida, ya que no conocía a ningún Andrés.
-El que viene una vez por mes- asiente y terminando de desvestirse, se echa desnudo en la cama.
-¿Y, no me la querías chupar?- me apura.
Me había quedado mirándolo, regocijándome con su cuerpo, con su virilidad ya en alza, con esa hombría que ya me había hecho suya y que podría disfrutar de todas las formas posibles, aunque no pudiéramos cogernos.
Me tiendo al lado suyo, le agarro la pija y lo beso en la boca, mientras muevo la mano de la forma que él mismo me enseñó. Me encantaba sentirlo así, duro, erguido, palpitante. Húmedo a medida que la paja se hacía más intensa.
Cuando ya está al tope, me agacho y empiezo a pasarle la lengua, arriba y abajo, por los lados. Al llegar a la cima, abro la boca y lo dejo resbalar a través de mi paladar. Su sabor me llena por completo.
Con una mano le aprieto los huevos y se la chupo con ese entusiasmo que jamás dejé de lado cuando estoy en una situación semejante. Tanto ayer como hoy, cuándo tengo que chupar una pija, la chupo con ganas. Porque me gusta, no es algo que haga por compromiso.
La excitación en Juan iba en aumento. Tenía tantas ganas de que me cogiera, y yo con esa puta regla que no me permitiría disfrutar de su pija en mi interior una vez más.
-Que lástima que no la pueda tener adentro- le digo entre medio de varias lamidas, haciéndole un pucherito.
-¿Y quién dijo que no te la voy a meter?- me réplica, mirándome con sorna.
-Pero, estoy menstruando, no puedo...-
-Dale, ponete en bolas y vas a ver si se puede o no- me apura.
Esa vez, a causa del sangrado, había ido de pollera y con un bombacha bastante más holgada de las que solía usar, para contener la toalla higiénica, por lo que me dió un poco de vergüenza desvestirme.
-¿Qué, te pusiste los calzones de tu abuela?- se rió al verme.
-No te burles- le pedí mientras arrojaba a un costado la bombacha con el Carefree adherido a su interior.
-Seguí chupándomela, dale, pero ponete así de costadito- me dice.
Me pongo de rodillas a su lado y prosigo con la mamada. Mientras se la chupo, me empieza a acariciar la cola, deslizando un par de dedos por mi raya, para encajar uno de ellos justo en la puerta del culo.
Díganme tonta, pero a esa edad no sabía que te la podían meter por ahí Quiero decir, jamás me lo hubiera imaginado.
Todas las escenas de sexo que había visto eran del tipo convencional, además siempre fui muy estrecha en esa parte, sufría de estreñimiento y cada vez que iba al baño a hacer el segundo, era un padecimiento, por lo que ni siquiera llegaba a concebir que Juan tuviese la idea de metérmela por atrás. Pero la tenía.
Algo empecé a sospechar cuando empezó a empujar el dedo adentro.
-¿Qué me vas a hacer?- le pregunté sorprendida.
-Vos seguí chupando, no te preocupes por nada- me dijo, agarrándome de la cabeza por los pelos y hundiéndomela en su virilidad.
Con su otra mano seguía hurgándome el ojete, lo que me provocaba sensaciones encontradas. Por un lado me dolía, pero resultaba un dolor agradable, si algo como eso existe.
Cuando consiguió que todo su dedo se deslizara en mi interior, le solté la pija y apoyando la cabeza en sus muslos me dediqué a disfrutar de esa nueva sensación que me estaba haciendo sentir. Tenía los huevos cerca, así que me puse a lamérselos, mientras él me colaba ahora dos dedos adentro.
Me sacaba los dedos, se escupía en ellos y me los volvía a meter, mucho más profundamente. Ya cuando pareció haberme agrandado el agujero lo suficiente, se levanta y manteniéndome ahí en cuatro, se coloca tras de mí.
-¿Me la vas a meter por el culo?- se trataba de una pregunta retórica, por supuesto, ya que era por demás obvio que eso era lo que estaba por hacer.
Cuando me apoyó la punta en la entrada, se me erizó todo el cuerpo. Se trataba de algo totalmente diferente a lo de las otras veces.
Desde hacía tiempo que deseaba estar con él en esa forma tan íntima, que me la metiera por la concha todas las veces que quisiera, era algo que anhelaba, pero no estaba tan segura de querer que me la metiera por el culo. ¿Que podría llegar a sentir por ahí?
Era seco, sucio, apretado, pero cuando empezó a ponérmela, ¡WOW!, ¿Y eso? Me dolía, pero, por Dios, ojalá todos los dolores fueran así de plácidos e intensos.
Me sorprendió que no se pusiera forro como las otras veces, pero bueno, él era el que sabía.
De a ratos me la sacaba, se la escupía, se la frotaba toda con la saliva y me la volvía a meter, empujando cada vez más adentro. Eso, escuchar el escupitajo y el posterior frotamiento, me excitaba terriblemente.
Me preparé para aguantar lo que viniera, ya estaba metida en el baile, así que no me quedaba otra que bailar. Recuerdo cerrar los ojos, morderme los labios, y apretar en mis puños la sábana, cuando empezó a moverse con la misma cadencia con que lo había hecho por la concha.
"¡El sereno del depósito me la está metiendo por el culo..., me está cogiendo por el culo!", me repetía a mí misma como si fuera un mantra, mientras sentía como me agarraba de las caderas y aumentaba el ritmo de la penetración.
En esa época tenía el pelo largo, brillante, sedoso, por el calor lo tenía atado en una cola, así que en cierto momento me la agarra con una mano, me palmea las nalgas y me empieza a cabalgar, como si yo fuera una yegua y él un jinete. Ahí me sentí morir.
De nuevo estallé en una sucesión continua e ininterrumpida de orgasmos. Por entre el mareo y esa voluptuosa nube de sensaciones a la que ya me había hecho habitué, alcancé a notar que él también tenía el suyo. Una última bombeada, me la saca, le da un par de sacudidas y me acaba en toda la espalda y la cola.
Obviamente no sería la única ni la última vez que un hombre me acabe de esa forma, pero mientras escribo éste relato, aún me parece sentir el impacto de esos primeros lechazos sobre mi piel todavía virgen de semen.
Tras el polvo, Juan se derrumba de espalda, todo sudoroso, resoplando complacido. Recién entonces, alcanza a notar la mancha de flujo y sangre que cubre gran parte de la sábana.
-¡Nena, parece que te hubiera masacrado! ¿Estás bien?- me pregunta preocupado.
Y claro que estaba bien. Estaba feliz, dichosa, con ganas de más pese al preocupante escenario de carnicería.
-La sangre es de la regla, no del culo- lo tranquilizo, echándome a su lado, en una parte limpia de la sábana.
-¿Y, viste como te pude coger igual?- me dice todo canchero.
-No sabía que también se podía hacer por atrás- le confieso con la más absoluta sinceridad e inocencia.
-¿Qué? ¿Culiar?- se sorprende -Hay tantas cosas que no sabés chiquita, pero no te preocupes que yo te voy a enseñar-
Me refriego contra su cuerpo, le mordisqueo la oreja y en un susurro, le digo:
-¿Me vas a volver a culiar?-
-Te gustó, ¿no guachita?- me mira como sorprendido, pese a haberle demostrado ya lo putita que podía llegar a ser.
Asiento con un mínimo gesto, poniéndome colorada al sentirme tan expuesta.
Se agarra la pija y se la empieza a sacudir.
-Claro que te voy a seguir culiando- me confirma.
Me tiene abrazada, así que baja una mano y me vuelve a meter un dedo en el culo.
-Éste culito necesita que lo rompan bien roto, ¿no te parece?- agrega de forma procaz y grosera.
Asiento, ya que estaba totalmente de acuerdo.
-Sí, rompeme bien el culo- le digo casi desafiante.
Con solo escucharme, la pija se le pone al palo de nuevo. No sé si me estaría sugestionando o qué, pero me parecía que estaba mucho más gorda que antes.
Me besa en la boca, y me hace poner de costadito. Se pone tras de mí, también de costado, y me la desliza por sobre la raya. El agujero es demasiado estrecho, por lo que me indica que me abra con la mano las nalgas. Lo hago, sintiendo entonces el puntazo, el primero de varios, ya que tuvo que insistir bastante para llegar a meter la cabeza. Después lo demás es empujar. Empujar de su lado, recibir del mío.
Cuando ya tiene más de la mitad adentro, me agarra de las tetas y empieza a culiarme. No soy tetona, pero en esa época tenía unas tetitas bien respingaditas, con unos pezones en punta que, no solo a Juan, sino a todos los hombres con los que estuve después, se les antojaba pellizcármelos. Aunque dolía, me gustaba, ya que me daba como una corriente eléctrica que me recorría todo el cuerpo.
Esa nueva culiada resultó mucho más fluida que la primera, como si mi culito ya se hubiera amoldado a la forma y el tamaño de la terrible pijota del sereno. Ya no dolía ni resultaba incómodo. Es más, me daba muchísimo gusto, no tanto como si me la metiera por adelante, pero igual me complacía.
Obvio que desde entonces me hice adicta al sexo anal, que me hayan roto el culo de una manera tan agradable, sentó un precedente más que positivo. Por lo que la "colectora" pasó a formar parte vital de mis relaciones sexuales posteriores.
Juan me siguió dando por un buen rato más, pero ésta vez me acaba adentro, llenándome bien el orto de leche.
Recuerden, hasta entonces habíamos cogido siempre con forro, era la primera vez que sentía su pija a pelo, sin protección alguna, y también la primera que podía sentir su semen en mi interior, y les digo que aunque fuera en el culo, resultaba sumamente estimulante. Ni quería imaginarme lo que sería si me acabara en la concha. Locura total.
Nos quedamos abrazados, él tomándome por atrás, ronroneando plácidamente mientras disfrutábamos de ese nuevo goce compartido.
-Lali, sos mejor que cualquier mina con la que haya estado- me elogió entre dulces arrumacos -Naciste para garchar, nena-
No sé si sería tan así, pero de lo que sí estaba segura era de que me gustaba garchar con él. Y que seguiría garchando en el depósito que estaba frente a casa todo el tiempo que me fuera posible.
Más allá del sexo, que resultaba increíble, sentía que me había enamorado de Juan, y hasta me ponía celosa si me hablaba de su mujer o de sus hijos, claro que con el tiempo entendería que solo se trataba de una calentura adolescente.
Mi primera experiencia, mi primer hombre, resultaba lógico que me sintiera así.
Para entonces ya había empezado a tener abundante flujo vaginal, por lo que estaba esperando que mi primera menstruación me llegara en cualquier momento.
Ya me había informado oportunamente con mi ginecóloga, a quién le tuve que decir que estaba teniendo relaciones sexuales, supuestamente con un noviecito, para que pudiera aconsejarme al respecto, y entre algunas pautas que me dió, una de ellas era que no me aconsejaba tener sexo cuando estuviera con el período.
¿Y que creen ustedes? Sí, un domingo, justo un domingo, me desperté con tremendo manchón en la sábana.
Igual me puse una toalla íntima, que ya previamente había comprado, y a la hora habitual, me crucé al depósito.
-Hoy no podemos coger porque estoy con el período- le avisé ni bien entré -Pero puedo chupártela todo lo que quieras...-
Yo ya estaba alucinando con la posibilidad de tragarme su leche, algo que hasta entonces no había podido disfrutar.
Juan se sonrío enigmático, y agarrándome de la mano, me llevó a la oficina, en dónde, como todos los domingos, ya estaba preparado nuestro improvisado lecho amoroso.
-Así que estás con Andrés- me dice mientras se pone en bolas.
-¿Andrés? ¿Que Andrés?- le pregunto sorprendida, ya que no conocía a ningún Andrés.
-El que viene una vez por mes- asiente y terminando de desvestirse, se echa desnudo en la cama.
-¿Y, no me la querías chupar?- me apura.
Me había quedado mirándolo, regocijándome con su cuerpo, con su virilidad ya en alza, con esa hombría que ya me había hecho suya y que podría disfrutar de todas las formas posibles, aunque no pudiéramos cogernos.
Me tiendo al lado suyo, le agarro la pija y lo beso en la boca, mientras muevo la mano de la forma que él mismo me enseñó. Me encantaba sentirlo así, duro, erguido, palpitante. Húmedo a medida que la paja se hacía más intensa.
Cuando ya está al tope, me agacho y empiezo a pasarle la lengua, arriba y abajo, por los lados. Al llegar a la cima, abro la boca y lo dejo resbalar a través de mi paladar. Su sabor me llena por completo.
Con una mano le aprieto los huevos y se la chupo con ese entusiasmo que jamás dejé de lado cuando estoy en una situación semejante. Tanto ayer como hoy, cuándo tengo que chupar una pija, la chupo con ganas. Porque me gusta, no es algo que haga por compromiso.
La excitación en Juan iba en aumento. Tenía tantas ganas de que me cogiera, y yo con esa puta regla que no me permitiría disfrutar de su pija en mi interior una vez más.
-Que lástima que no la pueda tener adentro- le digo entre medio de varias lamidas, haciéndole un pucherito.
-¿Y quién dijo que no te la voy a meter?- me réplica, mirándome con sorna.
-Pero, estoy menstruando, no puedo...-
-Dale, ponete en bolas y vas a ver si se puede o no- me apura.
Esa vez, a causa del sangrado, había ido de pollera y con un bombacha bastante más holgada de las que solía usar, para contener la toalla higiénica, por lo que me dió un poco de vergüenza desvestirme.
-¿Qué, te pusiste los calzones de tu abuela?- se rió al verme.
-No te burles- le pedí mientras arrojaba a un costado la bombacha con el Carefree adherido a su interior.
-Seguí chupándomela, dale, pero ponete así de costadito- me dice.
Me pongo de rodillas a su lado y prosigo con la mamada. Mientras se la chupo, me empieza a acariciar la cola, deslizando un par de dedos por mi raya, para encajar uno de ellos justo en la puerta del culo.
Díganme tonta, pero a esa edad no sabía que te la podían meter por ahí Quiero decir, jamás me lo hubiera imaginado.
Todas las escenas de sexo que había visto eran del tipo convencional, además siempre fui muy estrecha en esa parte, sufría de estreñimiento y cada vez que iba al baño a hacer el segundo, era un padecimiento, por lo que ni siquiera llegaba a concebir que Juan tuviese la idea de metérmela por atrás. Pero la tenía.
Algo empecé a sospechar cuando empezó a empujar el dedo adentro.
-¿Qué me vas a hacer?- le pregunté sorprendida.
-Vos seguí chupando, no te preocupes por nada- me dijo, agarrándome de la cabeza por los pelos y hundiéndomela en su virilidad.
Con su otra mano seguía hurgándome el ojete, lo que me provocaba sensaciones encontradas. Por un lado me dolía, pero resultaba un dolor agradable, si algo como eso existe.
Cuando consiguió que todo su dedo se deslizara en mi interior, le solté la pija y apoyando la cabeza en sus muslos me dediqué a disfrutar de esa nueva sensación que me estaba haciendo sentir. Tenía los huevos cerca, así que me puse a lamérselos, mientras él me colaba ahora dos dedos adentro.
Me sacaba los dedos, se escupía en ellos y me los volvía a meter, mucho más profundamente. Ya cuando pareció haberme agrandado el agujero lo suficiente, se levanta y manteniéndome ahí en cuatro, se coloca tras de mí.
-¿Me la vas a meter por el culo?- se trataba de una pregunta retórica, por supuesto, ya que era por demás obvio que eso era lo que estaba por hacer.
Cuando me apoyó la punta en la entrada, se me erizó todo el cuerpo. Se trataba de algo totalmente diferente a lo de las otras veces.
Desde hacía tiempo que deseaba estar con él en esa forma tan íntima, que me la metiera por la concha todas las veces que quisiera, era algo que anhelaba, pero no estaba tan segura de querer que me la metiera por el culo. ¿Que podría llegar a sentir por ahí?
Era seco, sucio, apretado, pero cuando empezó a ponérmela, ¡WOW!, ¿Y eso? Me dolía, pero, por Dios, ojalá todos los dolores fueran así de plácidos e intensos.
Me sorprendió que no se pusiera forro como las otras veces, pero bueno, él era el que sabía.
De a ratos me la sacaba, se la escupía, se la frotaba toda con la saliva y me la volvía a meter, empujando cada vez más adentro. Eso, escuchar el escupitajo y el posterior frotamiento, me excitaba terriblemente.
Me preparé para aguantar lo que viniera, ya estaba metida en el baile, así que no me quedaba otra que bailar. Recuerdo cerrar los ojos, morderme los labios, y apretar en mis puños la sábana, cuando empezó a moverse con la misma cadencia con que lo había hecho por la concha.
"¡El sereno del depósito me la está metiendo por el culo..., me está cogiendo por el culo!", me repetía a mí misma como si fuera un mantra, mientras sentía como me agarraba de las caderas y aumentaba el ritmo de la penetración.
En esa época tenía el pelo largo, brillante, sedoso, por el calor lo tenía atado en una cola, así que en cierto momento me la agarra con una mano, me palmea las nalgas y me empieza a cabalgar, como si yo fuera una yegua y él un jinete. Ahí me sentí morir.
De nuevo estallé en una sucesión continua e ininterrumpida de orgasmos. Por entre el mareo y esa voluptuosa nube de sensaciones a la que ya me había hecho habitué, alcancé a notar que él también tenía el suyo. Una última bombeada, me la saca, le da un par de sacudidas y me acaba en toda la espalda y la cola.
Obviamente no sería la única ni la última vez que un hombre me acabe de esa forma, pero mientras escribo éste relato, aún me parece sentir el impacto de esos primeros lechazos sobre mi piel todavía virgen de semen.
Tras el polvo, Juan se derrumba de espalda, todo sudoroso, resoplando complacido. Recién entonces, alcanza a notar la mancha de flujo y sangre que cubre gran parte de la sábana.
-¡Nena, parece que te hubiera masacrado! ¿Estás bien?- me pregunta preocupado.
Y claro que estaba bien. Estaba feliz, dichosa, con ganas de más pese al preocupante escenario de carnicería.
-La sangre es de la regla, no del culo- lo tranquilizo, echándome a su lado, en una parte limpia de la sábana.
-¿Y, viste como te pude coger igual?- me dice todo canchero.
-No sabía que también se podía hacer por atrás- le confieso con la más absoluta sinceridad e inocencia.
-¿Qué? ¿Culiar?- se sorprende -Hay tantas cosas que no sabés chiquita, pero no te preocupes que yo te voy a enseñar-
Me refriego contra su cuerpo, le mordisqueo la oreja y en un susurro, le digo:
-¿Me vas a volver a culiar?-
-Te gustó, ¿no guachita?- me mira como sorprendido, pese a haberle demostrado ya lo putita que podía llegar a ser.
Asiento con un mínimo gesto, poniéndome colorada al sentirme tan expuesta.
Se agarra la pija y se la empieza a sacudir.
-Claro que te voy a seguir culiando- me confirma.
Me tiene abrazada, así que baja una mano y me vuelve a meter un dedo en el culo.
-Éste culito necesita que lo rompan bien roto, ¿no te parece?- agrega de forma procaz y grosera.
Asiento, ya que estaba totalmente de acuerdo.
-Sí, rompeme bien el culo- le digo casi desafiante.
Con solo escucharme, la pija se le pone al palo de nuevo. No sé si me estaría sugestionando o qué, pero me parecía que estaba mucho más gorda que antes.
Me besa en la boca, y me hace poner de costadito. Se pone tras de mí, también de costado, y me la desliza por sobre la raya. El agujero es demasiado estrecho, por lo que me indica que me abra con la mano las nalgas. Lo hago, sintiendo entonces el puntazo, el primero de varios, ya que tuvo que insistir bastante para llegar a meter la cabeza. Después lo demás es empujar. Empujar de su lado, recibir del mío.
Cuando ya tiene más de la mitad adentro, me agarra de las tetas y empieza a culiarme. No soy tetona, pero en esa época tenía unas tetitas bien respingaditas, con unos pezones en punta que, no solo a Juan, sino a todos los hombres con los que estuve después, se les antojaba pellizcármelos. Aunque dolía, me gustaba, ya que me daba como una corriente eléctrica que me recorría todo el cuerpo.
Esa nueva culiada resultó mucho más fluida que la primera, como si mi culito ya se hubiera amoldado a la forma y el tamaño de la terrible pijota del sereno. Ya no dolía ni resultaba incómodo. Es más, me daba muchísimo gusto, no tanto como si me la metiera por adelante, pero igual me complacía.
Obvio que desde entonces me hice adicta al sexo anal, que me hayan roto el culo de una manera tan agradable, sentó un precedente más que positivo. Por lo que la "colectora" pasó a formar parte vital de mis relaciones sexuales posteriores.
Juan me siguió dando por un buen rato más, pero ésta vez me acaba adentro, llenándome bien el orto de leche.
Recuerden, hasta entonces habíamos cogido siempre con forro, era la primera vez que sentía su pija a pelo, sin protección alguna, y también la primera que podía sentir su semen en mi interior, y les digo que aunque fuera en el culo, resultaba sumamente estimulante. Ni quería imaginarme lo que sería si me acabara en la concha. Locura total.
Nos quedamos abrazados, él tomándome por atrás, ronroneando plácidamente mientras disfrutábamos de ese nuevo goce compartido.
-Lali, sos mejor que cualquier mina con la que haya estado- me elogió entre dulces arrumacos -Naciste para garchar, nena-
No sé si sería tan así, pero de lo que sí estaba segura era de que me gustaba garchar con él. Y que seguiría garchando en el depósito que estaba frente a casa todo el tiempo que me fuera posible.
13 comentarios - El depósito frente a casa (2da parte)
Me.dejaste re caliente mal