Soy una mujer cerca de los 40, si bien dicen que esta edad, supone un cambio en muchos aspectos y según algunas mujeres, a partir de esa edad, empezamos a ser invisibles para el resto de los mortales. Creo que es una idea equivocada, y me quedo más con la afirmación de Pitbull ‘Los cuarenta son los segundos treinta, eso sí con bastante más sabiduría’.
Cada vez somos más las mujeres maduras que preferimos hombres jóvenes, no es que necesitemos estar con alguien de poca edad para sentirnos divinas. Chicas seamos sinceras, los tíos a medida que avanza en edad, se vuelven más pesados y empiezan a crecer de forma horizontal, al más puro estilo de Homer Simpson. Así que sí, sinceramente me considero una mujer madura que busca sexo con un chico joven.
El hecho de que solo puedan hacer una cosa a la vez, les hace atrofiarse con el paso del tiempo, así que salvo honrosas excepciones, prefiero los ‘yogurines’, sobre todo desde que seduce a mi sobrino de tan solo 18 años. Un incesto entre tía y sobrino en toda regla.
Todo comenzó cuando fui a visitar a mi hermana mayor Amanda y me encontré a mi sobrino Carlos, que hacía bastante tiempo que no veía. Joder el muchacho, se había hecho todo un hombretón. Medía más de 1,85 y tenía su cuerpo bastante modelado, ya que le gustaba hacer deporte y solía acudir al gimnasio. Para mi había sido como un hijo, pero ese día sentía algo más que un amor fraternal. Era fuerte solo pensarlo, mi sobrino empezaba a atraerme. La idea de un incesto con mi sobrino era algo prohibido.
Estos pensamientos me hacía sentir bastante culpable, no podía reprimirlos e incluso me masturbaba teniendo fantasías con él. Era algo que me superaba y que hacia palpitar todo mi ser. Me estaba convirtiendo en una auténtica guarra degenerada, pero decidí que no debía frenar esa fantasía y al menos, podía tener sexo solitario pensando en él, era como cuando una chica busca chico de forma desesperada.
Me solía vestir sexy sola en casa, me miraba en el espejo y con ayuda de mis consoladores, imaginaba de todo con mi sobrino. Era como un ritual y empezaba a ser un sexo que me volvía totalmente loca, nada me había excitado tanto antes como pensar en un incesto con mi sobrino.
Estaban cerca las fiestas navideñas y nos teníamos que reunir toda la familia. Me daba un poco de miedo ver a mi sobrino por si se notaba lo que sentía hace él, pero por otro lado, la idea de verle me ponía a 100. Decidí vestirme muy guapa para ir a la cena de navidad. Un vestido negro con unas medias de rejilla, acompañadas de un buen liguero y unos buenos taconazos, estaba increíble, aunque tenía una pinta de zorra que asustaba al tío más audaz. Mi parte mala quería seducirle e ir a toda caña con mi sobrino. Quien sabe podría darse un incesto con mi sobrino, en definitiva soy una mujer busca chico guapo y atractivo.
Cuando llegue toda mi familia me agasajo con piropos por lo espléndida que estaba, notaba como mi sobrino no me quitaba ojo, mirándome los pechos y las medias. El pobre se estaba poniendo cardiaco y eso me estaba encantado. Mi sobrino me pidió que me hiciera “selfies” con él. Nos agarrábamos, reíamos, los dos nos estábamos poniendo cardiacos con la suerte que nadie estaba sospechando nada. Estaba gozosa, tenía a mi sobrino totalmente a mis pies.
Estaba tan excitada que decidí subirme a una habitación para arreglarme un poco. Era sola una excusa, sólo quería alejarme de mi sobrino porque veía que la cosa se podía desmadrar. También empecé a masturbarme a ver si me calmaba un poco. Cerré la puerta de la habitación para poder correrme tranquilamente y fantasear con tener un incesto con mi sobrino.
Cuando estaba en plena acción, sentí como la puerta se movía un poco dejando un resquicio, puede ver como mi sobrino me estaba espiando. Dudé si debía parar, pero decidí que podía verme así, como una auténtica zorra. Cada vez me masturbaba más fuerte y gemía para que él me pudiera escuchar. La situación era de lo más morbosa, una escena tórrida donde las haya. Saber que mi sobrino estaba observándome, era algo alucinante. Estaba deseando que entrara en la habitación, la escena era la usual en estas fiestas navideñas.
Mi sobrino se decidió a dar el paso y entró en la habitación de forma sigilosa. Yo le podía ver por un espejo y él estaba de espaldas a mí. Nos mirábamos cara a cara, sin ningún pudor, como dos animales excitados. Pude ver como se había sacado su miembro y estaba masturbándose. Joder que tamaño tan descomunal. Ninguno de los dos se atrevía a acercarse al otro, como si los perjuicios del incesto nos tuvieran paralizados. La fantasía de un incesto con mi sobrino parecía cada vez más real.
Él me respeta mucho, no se atrevería a tocarme sin mi permiso, así que tenía que ser yo quien le diera las instrucciones pertinentes. Le dije que se acercara ‘Carlos puedes tocarme, tu tía te lo ordena y no querrás que se enfade, ¿no?’. Carlos estaba tan dócil y excitado, que podía hacer lo que quisiera con él. Pero antes de nada había que cerrar bien esa habitación para que hiciera realidad mi fantasía.
Carlos no se atrevía a hacer nada conmigo, simplemente se masturbaba de forma compulsiva, así que le dije que se estuviera quieto, que parecía un cerdo y le di una bofetada. Sin tiempo para que pudiera reaccionar, me introduje su polla en mi boca de forma desesperada y noté como el muchacho se movía de forma salvaje, era como domar a un potrillo. Le bajé los pantalones y de vez en cuando le azotaba el trasero. Noté como eso le gustaba y la polla, a cada uno de mis castigos se le ponía más dura. El incesto con mi sobrino estaba teniendo matices sado y eso me gustaba.
No deje que se corriera, que mala soy. Le di golpecitos en su pene para que no eyaculara y le obligue a que chupara mi clítoris totalmente rasurado. El chico lo hacía de manera impetuosa y no lo bien que debía, por lo que tenía que enseñarle. Me quité el cinturón que llevaba de complemento y azoté su espalda cuando sus lametones no era lo suficientemente buenos. Este correctivo hizo que mi sobrino aprendiera correctamente hacer el sexo oral y menudo orgasmo tuve. Para acabar le hice una paja y se corrió de forma extraordinaria, no estaba nada mal lo que sacó.
Cada vez somos más las mujeres maduras que preferimos hombres jóvenes, no es que necesitemos estar con alguien de poca edad para sentirnos divinas. Chicas seamos sinceras, los tíos a medida que avanza en edad, se vuelven más pesados y empiezan a crecer de forma horizontal, al más puro estilo de Homer Simpson. Así que sí, sinceramente me considero una mujer madura que busca sexo con un chico joven.
El hecho de que solo puedan hacer una cosa a la vez, les hace atrofiarse con el paso del tiempo, así que salvo honrosas excepciones, prefiero los ‘yogurines’, sobre todo desde que seduce a mi sobrino de tan solo 18 años. Un incesto entre tía y sobrino en toda regla.
Todo comenzó cuando fui a visitar a mi hermana mayor Amanda y me encontré a mi sobrino Carlos, que hacía bastante tiempo que no veía. Joder el muchacho, se había hecho todo un hombretón. Medía más de 1,85 y tenía su cuerpo bastante modelado, ya que le gustaba hacer deporte y solía acudir al gimnasio. Para mi había sido como un hijo, pero ese día sentía algo más que un amor fraternal. Era fuerte solo pensarlo, mi sobrino empezaba a atraerme. La idea de un incesto con mi sobrino era algo prohibido.
Estos pensamientos me hacía sentir bastante culpable, no podía reprimirlos e incluso me masturbaba teniendo fantasías con él. Era algo que me superaba y que hacia palpitar todo mi ser. Me estaba convirtiendo en una auténtica guarra degenerada, pero decidí que no debía frenar esa fantasía y al menos, podía tener sexo solitario pensando en él, era como cuando una chica busca chico de forma desesperada.
Me solía vestir sexy sola en casa, me miraba en el espejo y con ayuda de mis consoladores, imaginaba de todo con mi sobrino. Era como un ritual y empezaba a ser un sexo que me volvía totalmente loca, nada me había excitado tanto antes como pensar en un incesto con mi sobrino.
Estaban cerca las fiestas navideñas y nos teníamos que reunir toda la familia. Me daba un poco de miedo ver a mi sobrino por si se notaba lo que sentía hace él, pero por otro lado, la idea de verle me ponía a 100. Decidí vestirme muy guapa para ir a la cena de navidad. Un vestido negro con unas medias de rejilla, acompañadas de un buen liguero y unos buenos taconazos, estaba increíble, aunque tenía una pinta de zorra que asustaba al tío más audaz. Mi parte mala quería seducirle e ir a toda caña con mi sobrino. Quien sabe podría darse un incesto con mi sobrino, en definitiva soy una mujer busca chico guapo y atractivo.
Cuando llegue toda mi familia me agasajo con piropos por lo espléndida que estaba, notaba como mi sobrino no me quitaba ojo, mirándome los pechos y las medias. El pobre se estaba poniendo cardiaco y eso me estaba encantado. Mi sobrino me pidió que me hiciera “selfies” con él. Nos agarrábamos, reíamos, los dos nos estábamos poniendo cardiacos con la suerte que nadie estaba sospechando nada. Estaba gozosa, tenía a mi sobrino totalmente a mis pies.
Estaba tan excitada que decidí subirme a una habitación para arreglarme un poco. Era sola una excusa, sólo quería alejarme de mi sobrino porque veía que la cosa se podía desmadrar. También empecé a masturbarme a ver si me calmaba un poco. Cerré la puerta de la habitación para poder correrme tranquilamente y fantasear con tener un incesto con mi sobrino.
Cuando estaba en plena acción, sentí como la puerta se movía un poco dejando un resquicio, puede ver como mi sobrino me estaba espiando. Dudé si debía parar, pero decidí que podía verme así, como una auténtica zorra. Cada vez me masturbaba más fuerte y gemía para que él me pudiera escuchar. La situación era de lo más morbosa, una escena tórrida donde las haya. Saber que mi sobrino estaba observándome, era algo alucinante. Estaba deseando que entrara en la habitación, la escena era la usual en estas fiestas navideñas.
Mi sobrino se decidió a dar el paso y entró en la habitación de forma sigilosa. Yo le podía ver por un espejo y él estaba de espaldas a mí. Nos mirábamos cara a cara, sin ningún pudor, como dos animales excitados. Pude ver como se había sacado su miembro y estaba masturbándose. Joder que tamaño tan descomunal. Ninguno de los dos se atrevía a acercarse al otro, como si los perjuicios del incesto nos tuvieran paralizados. La fantasía de un incesto con mi sobrino parecía cada vez más real.
Él me respeta mucho, no se atrevería a tocarme sin mi permiso, así que tenía que ser yo quien le diera las instrucciones pertinentes. Le dije que se acercara ‘Carlos puedes tocarme, tu tía te lo ordena y no querrás que se enfade, ¿no?’. Carlos estaba tan dócil y excitado, que podía hacer lo que quisiera con él. Pero antes de nada había que cerrar bien esa habitación para que hiciera realidad mi fantasía.
Carlos no se atrevía a hacer nada conmigo, simplemente se masturbaba de forma compulsiva, así que le dije que se estuviera quieto, que parecía un cerdo y le di una bofetada. Sin tiempo para que pudiera reaccionar, me introduje su polla en mi boca de forma desesperada y noté como el muchacho se movía de forma salvaje, era como domar a un potrillo. Le bajé los pantalones y de vez en cuando le azotaba el trasero. Noté como eso le gustaba y la polla, a cada uno de mis castigos se le ponía más dura. El incesto con mi sobrino estaba teniendo matices sado y eso me gustaba.
No deje que se corriera, que mala soy. Le di golpecitos en su pene para que no eyaculara y le obligue a que chupara mi clítoris totalmente rasurado. El chico lo hacía de manera impetuosa y no lo bien que debía, por lo que tenía que enseñarle. Me quité el cinturón que llevaba de complemento y azoté su espalda cuando sus lametones no era lo suficientemente buenos. Este correctivo hizo que mi sobrino aprendiera correctamente hacer el sexo oral y menudo orgasmo tuve. Para acabar le hice una paja y se corrió de forma extraordinaria, no estaba nada mal lo que sacó.
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