Otros relatos cortos...
La chica del tren || Por un error || Me pidieron un favor || Fantasía de ella, fantasía de los dos || Dos generaciones || Vacaciones en el hotel || Tres no son multitud, cuatro es placer || La chica de prácticas || La camarera de debajo de mi casa
(los nombres, oficios, y demás posibles datos de carácter personal han sido modificados para proteger la identidad de los implicados, empezando por yo mismo)
Hace muchos años ya que soy amigo de Mara. Nos conocimos en el primer año de instituto. Al principio diría que no destacaba por mucha cosa. Ninguno de los dos en realidad, tal vez por eso nos hicimos amigos. Yo no había pensado en chicas hasta que había llegado al instituto. Me parecían personas aburridas. Bueno, todo el mundo me parecía aburrido. Pero claro, en el instituto empiezan los cambios físicos, y me fijé en que a muchas les empezaban a crecer las tetas. Y me gustaban mucho.
Mara tardó un poco más que las demás en desarrollarse. O tal vez yo tardé un poco más en fijarme, pero lo cierto era que de aquella joven de pelo moreno no me esperaba encontrármela un día con ese par de tetas, tapados pos una camiseta escotada, y que se teñía mechones de colores. A eso había que sumarle pantalones vaqueros que le hacían muy buen culo. Deseable, muy deseable, y bastante fuera de mi alcance. Una lástima. Solía hablarme de chicos con los que salía, y yo me imaginaba por las noches que me la zumbaba. Pero eso no ocurría.
Pero al final todos encontramos a alguien, y yo era muy feliz con Talia. La conocí hacía un tiempo. Era rubia, modosita. Casi podría ser el punto opuesto de Mara. No llamaba tanto la atención, pero a mi me encantaba. Parecimos conectar desde el primer momento, y empezamos a hablar todos los días. El primer beso fue un día después de clases, antes de irse a su casa. A la cual me invitó unos días después, cuando no estaban sus padres. Fue mi primer encuentro con ella.
Y no lo voy a contar porque fue un verdadero desastre. Puto mito de la primera vez “especial”. Muy brusco, sin tenerlo todo claro, me corrí demasiado rápido… Pero tuve suerte con dos cosas. La primera, que tenía condones, así que evité dejarla embarazada. Y la segunda, que a Talia no le importó mucho. Me dijo que podríamos ir a su casa otras tardes que no estuvieran sus padres y seguir practicando. Poco a poco el sexo fue mejorando, así que un fin de semana que no estaban mis viejos en casa, ahorré para invitarla a cenar y luego fuimos para mi casa a disfrutar de una “segunda primera vez”.
Pasó el tiempo. Talia y yo fortalecimos mucho nuestra relación, mientras que Mara empezaba a salir y dejar de salir con gente. Creo que su récord estuvo en un año con una persona. Que conste que no la estoy juzgando. Era otro modo de vivir la vida. En cierto modo, envidiaba su libertad. Podía acostarse con quien quisiera. Yo estaba “atado” a Talia, pero lo cierto era que su amor y lo bien que nos entendíamos en la cama tenían mucho más valor que polvos salvajes vacíos por ahí.
Llegó el día en que Talia y yo nos mudamos a nuestro propio piso. Hicimos una fiestecita con nuestros amigos. Por supuesto, Mara estuvo también presente. Se habían visto en algunas ocasiones, pero creo que fue desde aquel día en que ambas empezaron a ser amigas de verdad, no conocidas. Me alegré por ello.
El caso es que, recientemente, Mara ha vuelto a romper con un hombre. Bueno, esta ha sido de las ocasiones en que él la ha dejado a ella. Y creo que esta vez está más afectada de lo habitual. Normalmente la pena por una ruptura se le pasaba al poco tiempo. El caso es que, al no tener dónde meterse a vivir (su madre había optado por vender la casa e irse a vivir cerca de la playa, que era su sueño), Talia y yo la acogimos. Teníamos una habitación libre desde siempre. Cuando nos mudamos, pensamos en alquilarla para que nos ayudaran con los gastos. Pero pronto descartamos la idea, para las ocasiones en que discutíamos (escasas, pero somos pareja y discutimos de vez en cuando) nos venía bien tener otra habitación para dormir, y para guardar la ropa que no entraba en el armario, y mis cajas de música y películas. Nos habíamos planteado reformarla para cuando tuviéramos un hijo, pero eso no iba a ocurrir pronto.
Así que se ahora convivíamos los tres, aunque por trabajo no nos veíamos mucho. Las primeras noches nos quedamos un poco consolando a Mara, pero pronto la dejamos a su aire para retomar nuestra vida. Eso sí, esforzándonos por bajar un poco el nivel de los gritos y gemidos cuando follábamos. No íbamos a dejar de hacerlo por estar nuestra amiga en casa, pero no era plan de anunciarlo cada vez que ocurría.
Y un viernes por la tarde Talia me llevó aparte a nuestro cuarto mientras dejábamos a Mara viendo la tele.
“Escucha, esta noche Mara se va de fiesta. Me ha dicho que dormiría fuera”.
“¿Y para eso me tienes que traer al dormitorio?”, pregunté un tanto extrañado.
“Bueno, solo quería decirte que podríamos aprovechar para hacer algo… diferente”, me susurró. “Abre el cajón de la cómoda”.
Lo abrí, y me sorprendí. Lo había vaciado casi por completo. Dentro solo había un bote de lubricante, una tela de color negro y una cuerda. Entendí rápidamente sus intenciones.
“Quiero que me hagas gritar esta noche… Déjame afónica como hacías antes”, me pidió.
“No veo el momento de quedarnos solos”
Nos dimos un beso, ansiando que llegara la noche. Volvimos al sofá, y el tiempo se me hizo jodidamente lento mientras esperaba que llegase el momento. Nos miramos cómplices, sin que Mara se diera cuenta de ello. Me consideraba muy afortunado por tener a Talia conmigo. Definitivamente aquello valía mucho más que ir con una chica cada noche.
Llegó el momento en que Mara se levantó del sofá para ir a cambiarse. Aunque tardó sorprendentemente poco, solía dedicar un largo rato a arreglarse. Pero en aquella ocasión se apañó con una camiseta de manga corta (y una chaqueta), y un pantalón vaquero ceñido. Se despidió de nosotros y salió por la puerta. En ese momento Talia se abalanzó a por mi.
Nos dejamos llevar por la pasión del momento. Estábamos un poco faltos de muestras de cariño en público. No solíamos besarnos delante de Mara. Ansiosos como estábamos metí las manos bajo la camiseta de mi novio y las llevé a sus tetas. Uy, si no se había puesto sujetador. Sonrió mientras estimulaba sus pezones, ansioso por hacerlo ahí mismo.
“Espera, espera, espera”, me pidió ella, aunque no podía disimular las ganas que tenía de hacerlo. “Vamos al dormitorio… te espera la venda”, sonrió con malicia.
“Oooooh. ¿pretendes atarme entonces?”, pregunté. No me hubiera negado, aunque la idea de atarla y vendarla yo a ella me parecía más excitante.
“Sí, lo he preparado para que esta noche fuera muy especial”, me dijo y empezó a mordisquearme el cuello. “¿Vamos?”
Para responderla la sujeté fuertemente con los brazos y la aupé, andando hacia nuestro dormitorio mientras ella seguía chupeteando mi cuello. La dejé caer sobre la cama y la apresé bajo mi cuerpo, ansioso por disfrutar de su sabor. Sin embargo, ella giró para quedar encima de mi. Qué traviesa.
“Amor, amor, amor, calma. Déjame hacer”, me pidió. Se levantó y abrió el cajón, para sacar de ellas la venda y la cuerda que me había enseñado antes. Sonreí con malicia mientras se acercaba de nuevo a mi. “¿Te puedes levantar?”, me pidió.
Me senté y de ese modo me pudo quitar el jerséi. Así sería más fácil, según me dijo. Con cuidado me empujó hacia atrás y me ató las manos al cabecero. No había apretado, pero no podía moverlas. Me pregunté cómo había aprendido a atar así de bien. A continuación me puso la venda sobre los ojos y me dio un beso antes de atarla bien. Por mucho que moviera la cabeza, no se me caería.
“Voy a por una cosa, mi amor”, me susurró. “¿Me esperas aquí sin moverte?”
“Prometido”, le dije, y nos reímos.
Aguardé por unos momentos, no sé cuanto exactamente, hasta que de pronto noté una mano acariciándome el torso. La voz de Talia volvió a sonar en mi oído.
“Ya estoy aquí, mi amor. Voy a darte mucho placer”
“¿Qué me vas a hacer?”, pregunté, en la oscuridad en la que estaba sumido.
“Sólo relájate y disfruta. Todo va a ir bien”, me dijo.
Sentí que empezaba a abrirme la cremallera de la bragueta. Qué estimulante, el estar privado de la vista aumentaba las sensaciones en mi piel. Me bajó el pantalón con cuidado y volvió a subir por mis piernas acariciándolas mientras subía hasta mi bóxer. Su mano se entretuvo en mi paquete, masajeándolo sin desnudarme todavía. Suspiré al sentir su boca exhalando su aliento a través de la tela. Niña mala.
“Vamos a ver qué hay por aquí”, escuché a Talia susurrar mientras me iba bajando el bóxer. Sentí mi polla liberada, por fin, completamente endurecida por aquellos tratos. Empezó a hacerme una lenta paja, suave. Lo disfruté mucho. Me hizo un pequeño masaje en las bolas, no apretaba, eran caricias que me ponían a mil por hora.
“Talía, quiero verte”, pedí. “Deja que te mire mientras lo haces”.
“¿De verdad quieres verme?”
“Sí, por favor”, pedí de nuevo.
“Vale”, me dijo en tono dulce. “Ese tono me encantaba”.
Mantuvo una mano sobre mi pene mientras me levantaba la venda. Parpadeé un par de veces para acostumbrarme a la luz, esperando ver a Talia. Pero no, en ese momento no estaba mirando a Talia. Ella se encontraba detrás de otra chica.
“¡MARA!”
“Hola”, dijo con una sonrisa.
“Sorpresa, mi amor”, dijo Talia. “Espero que te guste”.
“¿Qué estáis haciendo?”, pregunté sin entenderlo.
Me fijé en ese momento en que Mara estaba en sujetador y bragas. Y Talia, saliendo de detrás suya, estaba completamente desnuda. Gateó hasta llegar hacia mi, sin que Mara dejase de sobar mi polla, y me dio un beso en la boca. Me acarició la mejilla con ternura.
“Talia...”
“Ahora sabes por qué tenía que atarte yo a ti”, bromeó. “Te noto tenso”.
“¿A lo mejor porque Mara me está haciendo una paja?”, pregunté mientras ella aumentaba la intensidad. “Por favor, para”, le pedí. “No hagas esto”.
“No pares”, le dijo Talia a Mara, “pero no se lo hagas muy fuerte. Tiene que entenderlo”.
“¿Entender? Nuestra amiga me está haciendo una paja”, repetí.
“Lo sé, se lo dije yo. Supuse que dejar que te la chupara con los ojos vendados era demasiado”, me acarició la cabeza. Mara había dejado de masturbarme, pero seguía acariciándome el pene con ambas manos, manteniéndome estimulado.
Y Talia me explicó aquello.
“Mara lleva cuatro semanas sin sexo. Desde que rompió con David. Estuvimos hablando un poco la otra noche, cuando estuviste fuera por el trabajo. La verdad, bebimos un poco, y hablamos de más”, dijo, pero no parecía arrepentirse de la jornada. “Y en cierto momento, me dijo que nos envidiaba”.
“¿Envidiar?”
“Os tenéis el uno al otro desde hace mucho. Yo aún no he encontrado a alguien que me complemente así”, explicó Mara. “Vuestra relación es muy bonita”.
“Y no nos falta el sexo, como le dije”, siguió Talia. “Mientras reíamos, ella me dijo algo aśi como… Me encantaría pasar la noche con vosotros. Nos reímos mucho, pero al día siguiente, cuando estábamos sobrias, nos dimos cuenta de que habíamos sido muy sinceras.”
“Yo pensé en irme de casa”, dijo Mara. “Pero Talia no me dejó. Podemos hacerlo si estamos de acuerdo, me dijo. Y planeamos esto”.
“Supuse que no pondrías impedimento. Eres un hombre hetero, ¿cómo te ibas a negar a hacer un trío con dos mujeres? Y más con una que está tan buena como Mara”.
“Yo nunca...”
“Mentiroso”, me cortó Talia. “Me confesaste hace mucho tiempo que habías tenido fantasías con ella antes de conocernos”. Sentí que me ponía colorado. ¿Por qué contaba aquello? “Y te dije que no me importaba que fueras sincero conmigo. No has intentado nada con ella, no me has querido engañar, y te quiero por eso. Y ahora no me vas a engañar porque todo lo que vamos a hacer aquí está hablado.”
“¿Y qué vamos a hacer?”, pregunté.
“Follar. Follar mucho, los tres. Solo te pido que no me des mucho de lado, porque ella es la novedad y querrás disfrutarlo”.
“Talia, no hace falta”.
“Pero ella también quiere”, dijo Talia. “¿Recuerdas? Fue idea de ella. Así que relájate. Pensé que atándote sería más difícil que te resistieras”.
“Obviamente, podemos parar”, comentó Mara. “Pero sería una pena perdernos esto. ¿Quieres que siga o que pare?”, me preguntó.
“Díselo”, susurró Talia. “Si se lo dices lo hará. Díselo”.
“Mara”, dije, con pocos segundos para pensarlo, apenas había podido procesar toda la información. “Por favor”, miré sus ojos suplicantes. Si decía que no, la hundiría. “Quiero que sigas”.
Con una sonrisa ella continuó masturbándome. Despacio, había mucha noche por delante. Talia me volvió a besar y miró a Mara antes de decidir que era más divertido ayudarla. Se puso a su lado a cuerpo descubierto y me hicieron la paja a dos manos. Placentero, y solo hubiera podido estar mejor si hubiera podido bajar las manos y apoyar la cabeza sobre ellas. Pero no iba a quejarme.
“¿Sabes?”, dijo Talia, esta vez hablaba con Mara, como si yo no estuviera delante. “Yo también te tengo envidia”.
“¿Envidia?”, preguntó Mara. No dejaban de sobarme el pene durante su marcha.
“De tus tetas. Son grandes. Más que las mías”, comentó Talia. “Se que a él le gustan grandes”.
“Nunca me he quejado por el tamaño de tus tetas”, interrumpí. “Sabes que me gustan mucho”.
“Lo sé, mi amor. Pero no soy ciega. Más de una vez se te ha ido la vista con el escote de Mara”, comentó como si tal cosa. “Yo nunca he podido...”, le susurró algo a Mara que yo no escuché.
“Oh, ¿por eso me dijiste que no me lo quitara?”
“Claro”
Sonriendo, Mara metió mi pene entre sus tetas. El sujetador las mantenía lo bastante unidas como para poder hacerme una paja con ellas. Mi glande rozaba con sus pechos y su canalillo. Talia metió la cabeza con cuidado y dejó caer un chorro de saliva para que resbalase mejor. Ni en el mejor de mis sueños me había imaginado a Mara haciéndome una paja con las tetas, y menos aún con mi novia en plan travieso lamiéndome el pene mientras tanto.
Pero al parecer era una posición algo incómoda ya que decidió moverse a la espalda de Mara. Le desabrochó el sujetador, y se ocupó de sujetarle las tetas. Las usó para seguir haciéndome una paja, y yo estaba en el paraíso. Me lanzó un beso desde donde estaba. Sonreí. No me merecía una novia como esa, desde luego. Escuché a Mara gemir. Joder, Talia aprovechaba la situación para jugar con sus pezones. No era justo, yo también quería. Pero estaba a punto de correrme. Mierda, demasiado rato jugando con mi rabo.
“Escuchad. Me voy a correr. Parad”, pedí, pero no me hicieron mucho caso. Me corrí de pronto, manchando las tetas de Mara con mi lefa. Las dos se sonrieron. Y tras robarle un beso en los labios a Mara, Talia procedió a limpiarle las tetas con la lengua. Joder. Normalmente cuando me la chupaba no se lo tragaba, y ahora en cambio me regalaba aquella escena que me ponía a mil.
“Vas a continuar ahí”, me dijo Talia mientras se acercaba a mi otra vez, “y vas a dejar que hagamos lo que hemos acordado, mi amor. Lo vas a disfrutar mucho, te lo prometo”, dijo, y con su coño a escasa distancia de mi boca, empezó a desatarme las manos. Besé y lamí su coñito, y disfruté de su sabor. “No te voy a castigar por esto”, suspiró. “Pero somos nosotras quienes mandamos”.
“Por ahora”, le insinué.
Ella se apartó en ese momento y tuve un primer plano de cómo Mara se llevaba mi pene a la boca. Empezó a chupármela, sin apartar la mirada de mi. Sus ojos brillaban mientras me daba placer. Sentía su respiración sobre mi pelvis cada vez que se metía mi polla por completo. Era buena, muy buena, y yo no me podía creer lo que estaba ocurriendo. Talia la miró un poco celosa, me dio la impresión, y optó por unirse a ella.
“Te dije que había que compartir”, le recordó a Mara.
“Por supuesto, cielo”, aceptó ella y le tendió mi polla, “¿No te dará asco por mis babas?”
“Qué tontería”, comentó Talia y empezó a chupármela. Entre aquellas dos diosas empezaron a darme placer, sus lenguas húmedas peleaban por llevarme al éxtasis. Y verlas besándose alrededor de mi falo me ponía a mil. Por puro instinto, llevé mis manos a sus cabezas, y por suerte no se enfadaron. Podrían haberme dado un bocado en ese momento, pero siguieron chupándomela hasta que, una vez más, tenía ganas de eyacular.
“Otra vez. Me corro otra vez. Talia, Mara. Me corro de verdad”, les dije.
Y Talia se llevó mi polla a los labios y dejó que mi primer chorro le inundara la boca. Continué eyaculando, ahora en la boca de Mara, que lo tomó como si fuera lo más normal para ella. Talia la ayudó para terminar de limpiármela. Y por supuesto, como usaban las lenguas, mi polla continuó durísima.
“Hoy tenemos mucha suerte”, dijo Talia.
“¿Por qué?”, pregunté.
“Porque las dos estamos en nuestros días seguros… Podemos hacerlo sin gomas”, dijo Talia. “A no ser que quieras usarlas”, le dijo a Mara.
“Supongo que estará bien hacerlo a pelo”, dijo mientras me miraba. “Pero te he quitado mucho a este campeón esta noche. Deberías empezar tu primero”.
“¿Estás segura?”
“Sí, de verdad”
“Bueno, le podrías comer el coño mientras tanto”, me propuso Talia.
“No es necesario” dijo Mara.
“¿Y por qué no?”
Aún tendido en la cama, mi novia subió a horcajadas sobre mi para limpiamente caer sobre mi polla erecta. Nos compenetrábamos a la perfección y nuestros cuerpos respondían muy bien al del otro. Empezó a cabalgarme poco a poco, mientras yo me entretenía tocando por primera vez el coñito de Mara. Era suave y depilado, y notaba el sabor de sus jugos cuando me llevaba los dedos a la boca para lubricarlos. La estaba excitando antes de comérselo en condiciones. La verdad, me apetecía que me lo pidiera. Y ocurrió.
“Por favor, no aguanto más así”, me pidió.
“Plántale el coño en la boca”, gimió Talia, “es mucho más divertido… aaaaaah, sííííí, amoooor” gimió mientras seguía montándome.
Así que así lo hizo Mara, vi que le daba vergüenza pero no pasaba nada. Con su coño a la altura de mi boca yo solo debía poner a trabajar mi lengua. Localicé fácilmente su clítoris y lo estimulé con ganas. Ahora la podía escuchar gemir y eso me ponía a mil. Se sujetó a mi cabeza para no caerse y yo, con la boca llena de su coño, seguí disfrutando de su sabor mientras el apretado coñito de mi novia estimulaba mi polla.
Con mis manos acaricié el cuerpo de Mara. Pude tocar su deliciosa piel, escalar por su cintura, alcanzar aquellas hermosas montañas que eran sus tetas, palparlas. Me gustaban mucho. Y ella puso sus manos sobre las mías, invitándome a disfrutarlas tanto como quisiera. Disfrutaba de mi comida de coño, y yo también lo disfrutaba. Además recibía doble placer por estar follándome a Talia. Los tres llenamos la habitación con gritos y jadeos.
No pude anunciar que me corría, y simplemente lo hice, dentro de mi novia. Ella se movió un rato más sobre mi pene, para llegar también al orgasmo. Y sentí cierto chorreo dentro de mi boca. Mara había conseguido también llegar al final. Nos quedamos un rato recuperándonos en la cama. Estábamos cansados, sobre todo yo que había tenido tres orgasmos seguidos. Pero Talia se ocupó de mi.
“Mírala”, me dijo. Miré a Mara, tendida bocabajo en la cama, con las piernas abiertas. “Está deseando hacerlo contigo”, me dijo.
“Talia, ¿de verdad que no te parece mal?”, le pregunté. Solo habíamos tenido sexo oral, aún había tiempo para echarse atrás si lo necesitaba.
“De verdad. Vamos, demuéstrale lo hombre que eres”, me dijo mientras me besaba y volvía a estimular mi pene. No tardé mucho en recuperar la erección gracias a ella. Se hizo a un lado para facilitármelo, pero yo le di la mano para que viniera conmigo. No quería dejarla de lado. Me metí entre las piernas de Mara, y acaricié su coño con la punta de mi rabo.
“No me tortures”, pidió Mara, “Hazlo ya, por favor”.
Suavemente, mi polla entró por primera vez dentro de su coñito. Estaba húmedo y apretado. La sujeté por las caderas mientras me deslizaba por completo dentro de ella. Qué delicia. Un empujón, otro, otro, otro, otro. Pronto estábamos follandoa buen ritmo. Ella me pidió un momento para ponerse a cuatro sobre el colchón, facilitando la tarea.
“¿Te gusta?”, me preguntó Talia.
“Es genial”, le respondí. “Pero, ¿sabes? No te cambiaría por nada”, le dije.
Nos besamos y mientras mantenía una mano sobre la espalda de Mara para seguir penetrándola, mi otra mano se resbaló entre las piernas de Talia y empecé a masturbarla. Su coñito estaba muy mojado, ¿de verdad le excitaba verme follar a otra? No importaba, yo estaba en el paraíso.
“Espera”, dijo Mara. “Deja que me de la vuelta...”
Cambiando de posición, con las piernas hacia arriba seguí follándola. Hubo un momento en que Talia se acercó al punto donde los dos nos uníamos y le metí el pene en la boca. Me la chupó durante unos segundos y luego bajó al coño de Mara. Lo estimuló con la lengua y luego continué follándome a Mara. Talia se acercó a ella y para i deleite se dieron un beso lésbico. Acompañé la situación con mis dedos excitando el sexo de Talia.
Conseguí que ella acabase la primera y así me pude dedicar con más facilidad a Mara. Lo estábamos haciendo de verdad. Una maravilla. Noté que cerraba las piernas alrededor de la cintura, no había escapatoria. Me iba a correr dentro de Mara, algo que me parecía impensable solo un rato antes. Nos miramos a los ojos, consintiendo lo que iba a pasar, y nos corrimos al mismo tiempo. Mantuve mis embestidas aflojando el ritmo poco a poco hasta que caí de espaldas, agotado por lo que había ocurrido.
“¿Os puedo decir algo? Tienes mucha suerte de haber conocido a Talia”, dijo Mara, mirándome a mi.
“Eso lo sabía desde hace mucho tiempo”, le aseguré.
“Ya, bueno. Pero me refiero por esto. Si tú y yo fuéramos novios y ella necesitara polla… yo no habría consentido hacer esto”, confesó.
“Bueno, yo no tengo ningún problema con esto”, nos dijo Talia. “Solo tengo una condición. No podéis hacerlo sin mi. Eso me mataría de celos. Pero mientras vivas con nosotros… podéis follar cuando os apetezca”, susurró. “Es más, no sé por qué hemos parado...”
Se puso encima de Mara y volvieron a besarse. No se me escapó que con sus piernas separó las de Mara, de forma que yo me podía poner entre las piernas de ambas. Empecé a metérsela primero a Talia, que estaba encima. Gimió disfrutando de mis embestidas. La dejé descansar unos momentos, mientras me ocupaba ahora de follarme a Mara. Empecé a hacerlo con las dos a la vez, alternándome para metérsela a cada una. Por supuesto cada embestida me dejaba más y más cerca del orgasmo. Parecía una ruleta rusa, en cualquier momento al meterla me correría. Talia y su húmedo coñito… O Mara y su apretado sexo que se amoldaba muy bien a mi polla… Talía… Mara…
“¡Aaaaaaah!”, gemí finalmente al meterla una, y otra y otra vez mientras me corría dentro de Mara otra vez. Qué placer. Me quedé descansando mientras las dos me miraban, lascivas. Aquello aún no había acabado.
Y me faltaba algo que hacer con Talia aquella noche, así que me tumbé bocarriba para dejarla subir sobre mi cuerpo. Con las piernas separadas pude alcanzar su coño con la boca y empecé a saborearlo. Yo sentía su lengua alrededor de mi polla…. Y pronto se le unió la de Mara. Aquel 69 más una me ponía a mil. Me centré en el delicado sexo de Talia e introduje mi dedo, para aumentar su placer. Ella correspondió haciéndome una garganta profunda, aunque le costó un poco y desistió para seguir chupándomela compartiendo mi rabo con Mara.
Me aseguré de dejar que los chorros de Talia salieran de su sexo, empapándome toda la boca mientras yo me corría en las de ellas. Aquella noche, intensa, llegaba a su fin. Estábamos agotados tras aquella sesión de sexo.
“Sois los mejores amigos que podría desear”, dijo Mara. Nos habíamos tumbado en la cama para ver la tele. Se había apoyado sobre mi pecho a un lado, y Talia había hecho lo mismo al otro lado. Yo había puesto una mano sobre las tetas de las dos, y mi novia tenía el control del mando a distancia.
“Me alegro de haberlo acordado”, dijo Talia. “¿Tú estás contento, mi amor?”
“Mucho”, me sinceré. “Te quiero muchísimo”.
“Lo sé, mi amor. No te preocupes. Podemos pasarlo muy bien, como he dicho”, y al cambiar de canal, resultó que tocaba la película porno de medianoche. “Creo que la voy a dejar. Nos puede dar ideas para hacer cosas, si nos apetece”.
Le di un beso. No me la merecía. Era tremendamente feliz. Por supuesto, Mara no tardó en ponerme la mano en el pene. La película nos estaba excitando, y no íbamos a desaprovechar la ocasión.
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Hace muchos años ya que soy amigo de Mara. Nos conocimos en el primer año de instituto. Al principio diría que no destacaba por mucha cosa. Ninguno de los dos en realidad, tal vez por eso nos hicimos amigos. Yo no había pensado en chicas hasta que había llegado al instituto. Me parecían personas aburridas. Bueno, todo el mundo me parecía aburrido. Pero claro, en el instituto empiezan los cambios físicos, y me fijé en que a muchas les empezaban a crecer las tetas. Y me gustaban mucho.
Mara tardó un poco más que las demás en desarrollarse. O tal vez yo tardé un poco más en fijarme, pero lo cierto era que de aquella joven de pelo moreno no me esperaba encontrármela un día con ese par de tetas, tapados pos una camiseta escotada, y que se teñía mechones de colores. A eso había que sumarle pantalones vaqueros que le hacían muy buen culo. Deseable, muy deseable, y bastante fuera de mi alcance. Una lástima. Solía hablarme de chicos con los que salía, y yo me imaginaba por las noches que me la zumbaba. Pero eso no ocurría.
Pero al final todos encontramos a alguien, y yo era muy feliz con Talia. La conocí hacía un tiempo. Era rubia, modosita. Casi podría ser el punto opuesto de Mara. No llamaba tanto la atención, pero a mi me encantaba. Parecimos conectar desde el primer momento, y empezamos a hablar todos los días. El primer beso fue un día después de clases, antes de irse a su casa. A la cual me invitó unos días después, cuando no estaban sus padres. Fue mi primer encuentro con ella.
Y no lo voy a contar porque fue un verdadero desastre. Puto mito de la primera vez “especial”. Muy brusco, sin tenerlo todo claro, me corrí demasiado rápido… Pero tuve suerte con dos cosas. La primera, que tenía condones, así que evité dejarla embarazada. Y la segunda, que a Talia no le importó mucho. Me dijo que podríamos ir a su casa otras tardes que no estuvieran sus padres y seguir practicando. Poco a poco el sexo fue mejorando, así que un fin de semana que no estaban mis viejos en casa, ahorré para invitarla a cenar y luego fuimos para mi casa a disfrutar de una “segunda primera vez”.
Pasó el tiempo. Talia y yo fortalecimos mucho nuestra relación, mientras que Mara empezaba a salir y dejar de salir con gente. Creo que su récord estuvo en un año con una persona. Que conste que no la estoy juzgando. Era otro modo de vivir la vida. En cierto modo, envidiaba su libertad. Podía acostarse con quien quisiera. Yo estaba “atado” a Talia, pero lo cierto era que su amor y lo bien que nos entendíamos en la cama tenían mucho más valor que polvos salvajes vacíos por ahí.
Llegó el día en que Talia y yo nos mudamos a nuestro propio piso. Hicimos una fiestecita con nuestros amigos. Por supuesto, Mara estuvo también presente. Se habían visto en algunas ocasiones, pero creo que fue desde aquel día en que ambas empezaron a ser amigas de verdad, no conocidas. Me alegré por ello.
El caso es que, recientemente, Mara ha vuelto a romper con un hombre. Bueno, esta ha sido de las ocasiones en que él la ha dejado a ella. Y creo que esta vez está más afectada de lo habitual. Normalmente la pena por una ruptura se le pasaba al poco tiempo. El caso es que, al no tener dónde meterse a vivir (su madre había optado por vender la casa e irse a vivir cerca de la playa, que era su sueño), Talia y yo la acogimos. Teníamos una habitación libre desde siempre. Cuando nos mudamos, pensamos en alquilarla para que nos ayudaran con los gastos. Pero pronto descartamos la idea, para las ocasiones en que discutíamos (escasas, pero somos pareja y discutimos de vez en cuando) nos venía bien tener otra habitación para dormir, y para guardar la ropa que no entraba en el armario, y mis cajas de música y películas. Nos habíamos planteado reformarla para cuando tuviéramos un hijo, pero eso no iba a ocurrir pronto.
Así que se ahora convivíamos los tres, aunque por trabajo no nos veíamos mucho. Las primeras noches nos quedamos un poco consolando a Mara, pero pronto la dejamos a su aire para retomar nuestra vida. Eso sí, esforzándonos por bajar un poco el nivel de los gritos y gemidos cuando follábamos. No íbamos a dejar de hacerlo por estar nuestra amiga en casa, pero no era plan de anunciarlo cada vez que ocurría.
Y un viernes por la tarde Talia me llevó aparte a nuestro cuarto mientras dejábamos a Mara viendo la tele.
“Escucha, esta noche Mara se va de fiesta. Me ha dicho que dormiría fuera”.
“¿Y para eso me tienes que traer al dormitorio?”, pregunté un tanto extrañado.
“Bueno, solo quería decirte que podríamos aprovechar para hacer algo… diferente”, me susurró. “Abre el cajón de la cómoda”.
Lo abrí, y me sorprendí. Lo había vaciado casi por completo. Dentro solo había un bote de lubricante, una tela de color negro y una cuerda. Entendí rápidamente sus intenciones.
“Quiero que me hagas gritar esta noche… Déjame afónica como hacías antes”, me pidió.
“No veo el momento de quedarnos solos”
Nos dimos un beso, ansiando que llegara la noche. Volvimos al sofá, y el tiempo se me hizo jodidamente lento mientras esperaba que llegase el momento. Nos miramos cómplices, sin que Mara se diera cuenta de ello. Me consideraba muy afortunado por tener a Talia conmigo. Definitivamente aquello valía mucho más que ir con una chica cada noche.
Llegó el momento en que Mara se levantó del sofá para ir a cambiarse. Aunque tardó sorprendentemente poco, solía dedicar un largo rato a arreglarse. Pero en aquella ocasión se apañó con una camiseta de manga corta (y una chaqueta), y un pantalón vaquero ceñido. Se despidió de nosotros y salió por la puerta. En ese momento Talia se abalanzó a por mi.
Nos dejamos llevar por la pasión del momento. Estábamos un poco faltos de muestras de cariño en público. No solíamos besarnos delante de Mara. Ansiosos como estábamos metí las manos bajo la camiseta de mi novio y las llevé a sus tetas. Uy, si no se había puesto sujetador. Sonrió mientras estimulaba sus pezones, ansioso por hacerlo ahí mismo.
“Espera, espera, espera”, me pidió ella, aunque no podía disimular las ganas que tenía de hacerlo. “Vamos al dormitorio… te espera la venda”, sonrió con malicia.
“Oooooh. ¿pretendes atarme entonces?”, pregunté. No me hubiera negado, aunque la idea de atarla y vendarla yo a ella me parecía más excitante.
“Sí, lo he preparado para que esta noche fuera muy especial”, me dijo y empezó a mordisquearme el cuello. “¿Vamos?”
Para responderla la sujeté fuertemente con los brazos y la aupé, andando hacia nuestro dormitorio mientras ella seguía chupeteando mi cuello. La dejé caer sobre la cama y la apresé bajo mi cuerpo, ansioso por disfrutar de su sabor. Sin embargo, ella giró para quedar encima de mi. Qué traviesa.
“Amor, amor, amor, calma. Déjame hacer”, me pidió. Se levantó y abrió el cajón, para sacar de ellas la venda y la cuerda que me había enseñado antes. Sonreí con malicia mientras se acercaba de nuevo a mi. “¿Te puedes levantar?”, me pidió.
Me senté y de ese modo me pudo quitar el jerséi. Así sería más fácil, según me dijo. Con cuidado me empujó hacia atrás y me ató las manos al cabecero. No había apretado, pero no podía moverlas. Me pregunté cómo había aprendido a atar así de bien. A continuación me puso la venda sobre los ojos y me dio un beso antes de atarla bien. Por mucho que moviera la cabeza, no se me caería.
“Voy a por una cosa, mi amor”, me susurró. “¿Me esperas aquí sin moverte?”
“Prometido”, le dije, y nos reímos.
Aguardé por unos momentos, no sé cuanto exactamente, hasta que de pronto noté una mano acariciándome el torso. La voz de Talia volvió a sonar en mi oído.
“Ya estoy aquí, mi amor. Voy a darte mucho placer”
“¿Qué me vas a hacer?”, pregunté, en la oscuridad en la que estaba sumido.
“Sólo relájate y disfruta. Todo va a ir bien”, me dijo.
Sentí que empezaba a abrirme la cremallera de la bragueta. Qué estimulante, el estar privado de la vista aumentaba las sensaciones en mi piel. Me bajó el pantalón con cuidado y volvió a subir por mis piernas acariciándolas mientras subía hasta mi bóxer. Su mano se entretuvo en mi paquete, masajeándolo sin desnudarme todavía. Suspiré al sentir su boca exhalando su aliento a través de la tela. Niña mala.
“Vamos a ver qué hay por aquí”, escuché a Talia susurrar mientras me iba bajando el bóxer. Sentí mi polla liberada, por fin, completamente endurecida por aquellos tratos. Empezó a hacerme una lenta paja, suave. Lo disfruté mucho. Me hizo un pequeño masaje en las bolas, no apretaba, eran caricias que me ponían a mil por hora.
“Talía, quiero verte”, pedí. “Deja que te mire mientras lo haces”.
“¿De verdad quieres verme?”
“Sí, por favor”, pedí de nuevo.
“Vale”, me dijo en tono dulce. “Ese tono me encantaba”.
Mantuvo una mano sobre mi pene mientras me levantaba la venda. Parpadeé un par de veces para acostumbrarme a la luz, esperando ver a Talia. Pero no, en ese momento no estaba mirando a Talia. Ella se encontraba detrás de otra chica.
“¡MARA!”
“Hola”, dijo con una sonrisa.
“Sorpresa, mi amor”, dijo Talia. “Espero que te guste”.
“¿Qué estáis haciendo?”, pregunté sin entenderlo.
Me fijé en ese momento en que Mara estaba en sujetador y bragas. Y Talia, saliendo de detrás suya, estaba completamente desnuda. Gateó hasta llegar hacia mi, sin que Mara dejase de sobar mi polla, y me dio un beso en la boca. Me acarició la mejilla con ternura.
“Talia...”
“Ahora sabes por qué tenía que atarte yo a ti”, bromeó. “Te noto tenso”.
“¿A lo mejor porque Mara me está haciendo una paja?”, pregunté mientras ella aumentaba la intensidad. “Por favor, para”, le pedí. “No hagas esto”.
“No pares”, le dijo Talia a Mara, “pero no se lo hagas muy fuerte. Tiene que entenderlo”.
“¿Entender? Nuestra amiga me está haciendo una paja”, repetí.
“Lo sé, se lo dije yo. Supuse que dejar que te la chupara con los ojos vendados era demasiado”, me acarició la cabeza. Mara había dejado de masturbarme, pero seguía acariciándome el pene con ambas manos, manteniéndome estimulado.
Y Talia me explicó aquello.
“Mara lleva cuatro semanas sin sexo. Desde que rompió con David. Estuvimos hablando un poco la otra noche, cuando estuviste fuera por el trabajo. La verdad, bebimos un poco, y hablamos de más”, dijo, pero no parecía arrepentirse de la jornada. “Y en cierto momento, me dijo que nos envidiaba”.
“¿Envidiar?”
“Os tenéis el uno al otro desde hace mucho. Yo aún no he encontrado a alguien que me complemente así”, explicó Mara. “Vuestra relación es muy bonita”.
“Y no nos falta el sexo, como le dije”, siguió Talia. “Mientras reíamos, ella me dijo algo aśi como… Me encantaría pasar la noche con vosotros. Nos reímos mucho, pero al día siguiente, cuando estábamos sobrias, nos dimos cuenta de que habíamos sido muy sinceras.”
“Yo pensé en irme de casa”, dijo Mara. “Pero Talia no me dejó. Podemos hacerlo si estamos de acuerdo, me dijo. Y planeamos esto”.
“Supuse que no pondrías impedimento. Eres un hombre hetero, ¿cómo te ibas a negar a hacer un trío con dos mujeres? Y más con una que está tan buena como Mara”.
“Yo nunca...”
“Mentiroso”, me cortó Talia. “Me confesaste hace mucho tiempo que habías tenido fantasías con ella antes de conocernos”. Sentí que me ponía colorado. ¿Por qué contaba aquello? “Y te dije que no me importaba que fueras sincero conmigo. No has intentado nada con ella, no me has querido engañar, y te quiero por eso. Y ahora no me vas a engañar porque todo lo que vamos a hacer aquí está hablado.”
“¿Y qué vamos a hacer?”, pregunté.
“Follar. Follar mucho, los tres. Solo te pido que no me des mucho de lado, porque ella es la novedad y querrás disfrutarlo”.
“Talia, no hace falta”.
“Pero ella también quiere”, dijo Talia. “¿Recuerdas? Fue idea de ella. Así que relájate. Pensé que atándote sería más difícil que te resistieras”.
“Obviamente, podemos parar”, comentó Mara. “Pero sería una pena perdernos esto. ¿Quieres que siga o que pare?”, me preguntó.
“Díselo”, susurró Talia. “Si se lo dices lo hará. Díselo”.
“Mara”, dije, con pocos segundos para pensarlo, apenas había podido procesar toda la información. “Por favor”, miré sus ojos suplicantes. Si decía que no, la hundiría. “Quiero que sigas”.
Con una sonrisa ella continuó masturbándome. Despacio, había mucha noche por delante. Talia me volvió a besar y miró a Mara antes de decidir que era más divertido ayudarla. Se puso a su lado a cuerpo descubierto y me hicieron la paja a dos manos. Placentero, y solo hubiera podido estar mejor si hubiera podido bajar las manos y apoyar la cabeza sobre ellas. Pero no iba a quejarme.
“¿Sabes?”, dijo Talia, esta vez hablaba con Mara, como si yo no estuviera delante. “Yo también te tengo envidia”.
“¿Envidia?”, preguntó Mara. No dejaban de sobarme el pene durante su marcha.
“De tus tetas. Son grandes. Más que las mías”, comentó Talia. “Se que a él le gustan grandes”.
“Nunca me he quejado por el tamaño de tus tetas”, interrumpí. “Sabes que me gustan mucho”.
“Lo sé, mi amor. Pero no soy ciega. Más de una vez se te ha ido la vista con el escote de Mara”, comentó como si tal cosa. “Yo nunca he podido...”, le susurró algo a Mara que yo no escuché.
“Oh, ¿por eso me dijiste que no me lo quitara?”
“Claro”
Sonriendo, Mara metió mi pene entre sus tetas. El sujetador las mantenía lo bastante unidas como para poder hacerme una paja con ellas. Mi glande rozaba con sus pechos y su canalillo. Talia metió la cabeza con cuidado y dejó caer un chorro de saliva para que resbalase mejor. Ni en el mejor de mis sueños me había imaginado a Mara haciéndome una paja con las tetas, y menos aún con mi novia en plan travieso lamiéndome el pene mientras tanto.
Pero al parecer era una posición algo incómoda ya que decidió moverse a la espalda de Mara. Le desabrochó el sujetador, y se ocupó de sujetarle las tetas. Las usó para seguir haciéndome una paja, y yo estaba en el paraíso. Me lanzó un beso desde donde estaba. Sonreí. No me merecía una novia como esa, desde luego. Escuché a Mara gemir. Joder, Talia aprovechaba la situación para jugar con sus pezones. No era justo, yo también quería. Pero estaba a punto de correrme. Mierda, demasiado rato jugando con mi rabo.
“Escuchad. Me voy a correr. Parad”, pedí, pero no me hicieron mucho caso. Me corrí de pronto, manchando las tetas de Mara con mi lefa. Las dos se sonrieron. Y tras robarle un beso en los labios a Mara, Talia procedió a limpiarle las tetas con la lengua. Joder. Normalmente cuando me la chupaba no se lo tragaba, y ahora en cambio me regalaba aquella escena que me ponía a mil.
“Vas a continuar ahí”, me dijo Talia mientras se acercaba a mi otra vez, “y vas a dejar que hagamos lo que hemos acordado, mi amor. Lo vas a disfrutar mucho, te lo prometo”, dijo, y con su coño a escasa distancia de mi boca, empezó a desatarme las manos. Besé y lamí su coñito, y disfruté de su sabor. “No te voy a castigar por esto”, suspiró. “Pero somos nosotras quienes mandamos”.
“Por ahora”, le insinué.
Ella se apartó en ese momento y tuve un primer plano de cómo Mara se llevaba mi pene a la boca. Empezó a chupármela, sin apartar la mirada de mi. Sus ojos brillaban mientras me daba placer. Sentía su respiración sobre mi pelvis cada vez que se metía mi polla por completo. Era buena, muy buena, y yo no me podía creer lo que estaba ocurriendo. Talia la miró un poco celosa, me dio la impresión, y optó por unirse a ella.
“Te dije que había que compartir”, le recordó a Mara.
“Por supuesto, cielo”, aceptó ella y le tendió mi polla, “¿No te dará asco por mis babas?”
“Qué tontería”, comentó Talia y empezó a chupármela. Entre aquellas dos diosas empezaron a darme placer, sus lenguas húmedas peleaban por llevarme al éxtasis. Y verlas besándose alrededor de mi falo me ponía a mil. Por puro instinto, llevé mis manos a sus cabezas, y por suerte no se enfadaron. Podrían haberme dado un bocado en ese momento, pero siguieron chupándomela hasta que, una vez más, tenía ganas de eyacular.
“Otra vez. Me corro otra vez. Talia, Mara. Me corro de verdad”, les dije.
Y Talia se llevó mi polla a los labios y dejó que mi primer chorro le inundara la boca. Continué eyaculando, ahora en la boca de Mara, que lo tomó como si fuera lo más normal para ella. Talia la ayudó para terminar de limpiármela. Y por supuesto, como usaban las lenguas, mi polla continuó durísima.
“Hoy tenemos mucha suerte”, dijo Talia.
“¿Por qué?”, pregunté.
“Porque las dos estamos en nuestros días seguros… Podemos hacerlo sin gomas”, dijo Talia. “A no ser que quieras usarlas”, le dijo a Mara.
“Supongo que estará bien hacerlo a pelo”, dijo mientras me miraba. “Pero te he quitado mucho a este campeón esta noche. Deberías empezar tu primero”.
“¿Estás segura?”
“Sí, de verdad”
“Bueno, le podrías comer el coño mientras tanto”, me propuso Talia.
“No es necesario” dijo Mara.
“¿Y por qué no?”
Aún tendido en la cama, mi novia subió a horcajadas sobre mi para limpiamente caer sobre mi polla erecta. Nos compenetrábamos a la perfección y nuestros cuerpos respondían muy bien al del otro. Empezó a cabalgarme poco a poco, mientras yo me entretenía tocando por primera vez el coñito de Mara. Era suave y depilado, y notaba el sabor de sus jugos cuando me llevaba los dedos a la boca para lubricarlos. La estaba excitando antes de comérselo en condiciones. La verdad, me apetecía que me lo pidiera. Y ocurrió.
“Por favor, no aguanto más así”, me pidió.
“Plántale el coño en la boca”, gimió Talia, “es mucho más divertido… aaaaaah, sííííí, amoooor” gimió mientras seguía montándome.
Así que así lo hizo Mara, vi que le daba vergüenza pero no pasaba nada. Con su coño a la altura de mi boca yo solo debía poner a trabajar mi lengua. Localicé fácilmente su clítoris y lo estimulé con ganas. Ahora la podía escuchar gemir y eso me ponía a mil. Se sujetó a mi cabeza para no caerse y yo, con la boca llena de su coño, seguí disfrutando de su sabor mientras el apretado coñito de mi novia estimulaba mi polla.
Con mis manos acaricié el cuerpo de Mara. Pude tocar su deliciosa piel, escalar por su cintura, alcanzar aquellas hermosas montañas que eran sus tetas, palparlas. Me gustaban mucho. Y ella puso sus manos sobre las mías, invitándome a disfrutarlas tanto como quisiera. Disfrutaba de mi comida de coño, y yo también lo disfrutaba. Además recibía doble placer por estar follándome a Talia. Los tres llenamos la habitación con gritos y jadeos.
No pude anunciar que me corría, y simplemente lo hice, dentro de mi novia. Ella se movió un rato más sobre mi pene, para llegar también al orgasmo. Y sentí cierto chorreo dentro de mi boca. Mara había conseguido también llegar al final. Nos quedamos un rato recuperándonos en la cama. Estábamos cansados, sobre todo yo que había tenido tres orgasmos seguidos. Pero Talia se ocupó de mi.
“Mírala”, me dijo. Miré a Mara, tendida bocabajo en la cama, con las piernas abiertas. “Está deseando hacerlo contigo”, me dijo.
“Talia, ¿de verdad que no te parece mal?”, le pregunté. Solo habíamos tenido sexo oral, aún había tiempo para echarse atrás si lo necesitaba.
“De verdad. Vamos, demuéstrale lo hombre que eres”, me dijo mientras me besaba y volvía a estimular mi pene. No tardé mucho en recuperar la erección gracias a ella. Se hizo a un lado para facilitármelo, pero yo le di la mano para que viniera conmigo. No quería dejarla de lado. Me metí entre las piernas de Mara, y acaricié su coño con la punta de mi rabo.
“No me tortures”, pidió Mara, “Hazlo ya, por favor”.
Suavemente, mi polla entró por primera vez dentro de su coñito. Estaba húmedo y apretado. La sujeté por las caderas mientras me deslizaba por completo dentro de ella. Qué delicia. Un empujón, otro, otro, otro, otro. Pronto estábamos follandoa buen ritmo. Ella me pidió un momento para ponerse a cuatro sobre el colchón, facilitando la tarea.
“¿Te gusta?”, me preguntó Talia.
“Es genial”, le respondí. “Pero, ¿sabes? No te cambiaría por nada”, le dije.
Nos besamos y mientras mantenía una mano sobre la espalda de Mara para seguir penetrándola, mi otra mano se resbaló entre las piernas de Talia y empecé a masturbarla. Su coñito estaba muy mojado, ¿de verdad le excitaba verme follar a otra? No importaba, yo estaba en el paraíso.
“Espera”, dijo Mara. “Deja que me de la vuelta...”
Cambiando de posición, con las piernas hacia arriba seguí follándola. Hubo un momento en que Talia se acercó al punto donde los dos nos uníamos y le metí el pene en la boca. Me la chupó durante unos segundos y luego bajó al coño de Mara. Lo estimuló con la lengua y luego continué follándome a Mara. Talia se acercó a ella y para i deleite se dieron un beso lésbico. Acompañé la situación con mis dedos excitando el sexo de Talia.
Conseguí que ella acabase la primera y así me pude dedicar con más facilidad a Mara. Lo estábamos haciendo de verdad. Una maravilla. Noté que cerraba las piernas alrededor de la cintura, no había escapatoria. Me iba a correr dentro de Mara, algo que me parecía impensable solo un rato antes. Nos miramos a los ojos, consintiendo lo que iba a pasar, y nos corrimos al mismo tiempo. Mantuve mis embestidas aflojando el ritmo poco a poco hasta que caí de espaldas, agotado por lo que había ocurrido.
“¿Os puedo decir algo? Tienes mucha suerte de haber conocido a Talia”, dijo Mara, mirándome a mi.
“Eso lo sabía desde hace mucho tiempo”, le aseguré.
“Ya, bueno. Pero me refiero por esto. Si tú y yo fuéramos novios y ella necesitara polla… yo no habría consentido hacer esto”, confesó.
“Bueno, yo no tengo ningún problema con esto”, nos dijo Talia. “Solo tengo una condición. No podéis hacerlo sin mi. Eso me mataría de celos. Pero mientras vivas con nosotros… podéis follar cuando os apetezca”, susurró. “Es más, no sé por qué hemos parado...”
Se puso encima de Mara y volvieron a besarse. No se me escapó que con sus piernas separó las de Mara, de forma que yo me podía poner entre las piernas de ambas. Empecé a metérsela primero a Talia, que estaba encima. Gimió disfrutando de mis embestidas. La dejé descansar unos momentos, mientras me ocupaba ahora de follarme a Mara. Empecé a hacerlo con las dos a la vez, alternándome para metérsela a cada una. Por supuesto cada embestida me dejaba más y más cerca del orgasmo. Parecía una ruleta rusa, en cualquier momento al meterla me correría. Talia y su húmedo coñito… O Mara y su apretado sexo que se amoldaba muy bien a mi polla… Talía… Mara…
“¡Aaaaaaah!”, gemí finalmente al meterla una, y otra y otra vez mientras me corría dentro de Mara otra vez. Qué placer. Me quedé descansando mientras las dos me miraban, lascivas. Aquello aún no había acabado.
Y me faltaba algo que hacer con Talia aquella noche, así que me tumbé bocarriba para dejarla subir sobre mi cuerpo. Con las piernas separadas pude alcanzar su coño con la boca y empecé a saborearlo. Yo sentía su lengua alrededor de mi polla…. Y pronto se le unió la de Mara. Aquel 69 más una me ponía a mil. Me centré en el delicado sexo de Talia e introduje mi dedo, para aumentar su placer. Ella correspondió haciéndome una garganta profunda, aunque le costó un poco y desistió para seguir chupándomela compartiendo mi rabo con Mara.
Me aseguré de dejar que los chorros de Talia salieran de su sexo, empapándome toda la boca mientras yo me corría en las de ellas. Aquella noche, intensa, llegaba a su fin. Estábamos agotados tras aquella sesión de sexo.
“Sois los mejores amigos que podría desear”, dijo Mara. Nos habíamos tumbado en la cama para ver la tele. Se había apoyado sobre mi pecho a un lado, y Talia había hecho lo mismo al otro lado. Yo había puesto una mano sobre las tetas de las dos, y mi novia tenía el control del mando a distancia.
“Me alegro de haberlo acordado”, dijo Talia. “¿Tú estás contento, mi amor?”
“Mucho”, me sinceré. “Te quiero muchísimo”.
“Lo sé, mi amor. No te preocupes. Podemos pasarlo muy bien, como he dicho”, y al cambiar de canal, resultó que tocaba la película porno de medianoche. “Creo que la voy a dejar. Nos puede dar ideas para hacer cosas, si nos apetece”.
Le di un beso. No me la merecía. Era tremendamente feliz. Por supuesto, Mara no tardó en ponerme la mano en el pene. La película nos estaba excitando, y no íbamos a desaprovechar la ocasión.
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1 comentarios - La invitada
Es real %100 esta historia? Me cuesta creer por ser tan buena, es como una fantasía para cualquier hombre que se tee cumplió.