Los almuerzos en familia se me hacen imposibles de aguantar. No puedo contener la mirada, mis ojos se escapan cada vez que ella se para o se mueve. Su cuerpo perfectamente trabajado en el gimnasio es una locura, en especial su cola que se nota a leguas lo durita que está. A su vez sus tetas operadas se mantienen firmes en su pecho con cada top o malla ajustada que usa. Sus ojos celestes resaltan con su pelo marrón oscuro y su voz dulce me cautiva cuando sale de esos labios carnosos. Melisa, la madre de mi novia es una hermosa MILF de cuarentaicinco años y a mí me vuelve loco.
Me llamo Eric y me puse de novio con Agustina cuando comenzamos la facultad. Actualmente los dos tenemos veinte años y hace casi un año que estamos de novios. Nuestra relación es bastante buena, disfrutamos el tiempo juntos, salimos bastante seguido y tenemos buen sexo. Sin embargo cuando estoy con ella no puedo dejar de pensar en lo que sería cogerme a su madre. Sé que suena muy perverso lo que digo y seguramente deben pensar que soy el peor novio de la historia, pero esa mujer está tremendamente buena y los rumores que corren alrededor suyo, no ayudan en lo más mínimo.
La familia de Álvaro, uno de mis mejores amigos de la facultad, es amiga de la familia de Agustina y él me contó que luego de que el padre de ella falleciera hace unos años, Melisa empezó a cogerse a su profesor de educación física. Pero no quedó ahí, ya que luego dicen que estuvo con uno de los pasantes de la empresa de donde ella trabaja, algo que parece ser real ya que de un día para el otro la cambiaron de puesto en la empresa. Luego de eso empecé a escuchar cientos de rumores al respecto, casi todos de la mano de Álvaro y las historias siempre vinculaban a chicos mucho más jóvenes que ella.
A pesar de todo eso que me enteré, en mi cabeza ella seguía siendo la madre de mi novia. Me excitaba, me calentaba y hacía que mi mente se imaginara cosas cuando cogía con Agustina, pero para mí ella era simplemente una MILF que disfrutaba de su vida sexual. Sin embargo hubo un suceso que pasó de un día para otro y que hizo que mi cabeza explotara. Una conversación que yo escuché que se suponía que no debía oír…. ¿O tal vez sí?
La noche que Carla, la hermana de Agustina cumplió veinte años fuimos a la casa de ella a comer. Además de Nicolás, su novio, algunas amigas de ellas y yo con mi novia, estaba Melisa con una de sus amigas. Ellas iban y venían con la comida y se la pasaban mayormente en la cocina hablando. En un momento yo decidí ir al baño, pero como el principal estaba ocupado terminé yendo al baño de servicio, que queda al lado de la cocina. Entré, cerré la puerta (la cual no cierra del todo bien) y empecé a mear. En ese momento escucho que Melisa y su amiga vuelven del living donde estábamos los demás, cierran la puerta de la cocina y empiezan a hablar.
- ¡Que increíble los amigos de tu hija! ¡Veinticinco años y ese físico!- Le dijo la amiga a mi suegra.
- ¡¿Viste?! Por eso yo siempre busco más jóvenes que yo.- Le respondió ella.
- El que está divino es Nicolás, tu yerno.- Le dijo su amiga refiriéndose al novio de Carla.
- Es muy lindo chico.- Le respondió mi suegra.- Pero el que es un bombón es el novio de Agustina.- Agregó y la otra enseguida le dijo que sí.- Aparte yo a veces los escucho coger y al parecer hace muy bien su trabajo.
De golpe dejé de respirar. A pesar de que la música del living atravesaba la puerta y se escuchaba en la cocina, la conversación entre ellas dos se había oído bien claro. Tenía mi pija en la mano y noté que se empezaba a ponerme dura y no sabía cómo calmarla. “¡Y viste, es un pendejo! Se la pasan cogiendo todo el día y siguen con energía” le dijo Melisa a su amiga luego de que ella le preguntara que había escuchado. La conversación terminó cuando se abrió la puerta que da al living y entró Carla preguntándole a la madre cuantas cervezas quedaban. Entonces las tres abandonaron la cocina luego de sacar más bebida y aproveché para salir del baño luego de guardarme la verga bien dura adentro del pantalón.
No supe que hacer, tenía la mente en blanco y solo podía escuchar una y otra vez las palabras de Melisa resonando en mi mente. Abrí la heladera sin siquiera saber que debía buscar. Fue entonces cuando escuché su voz y al darme vuelta estaba ella detrás de mí. La puerta que daba al living estaba abierta pero no había nadie detrás de ella. Me miró unos segundos y me preguntó si estaba buscando algo en particular. “Que me chupes la pija” fue la respuesta más inmediata que pasó por mi mente, sin embargo ninguna palabra salió de mi boca.
- Acá estás.- Dijo de golpe Agustina que apareció de la nada.- Te estaba buscando hace como diez minutos. ¿Viniste a este baño al final?
- Sí.- Le respondí yo.
Entonces Melisa miró a su hija y después me miró a mí y entendió lo que había sucedido. Enseguida se dio cuenta que yo había estado en ese baño todo ese tiempo y que había escuchado la totalidad de la conversación que ella había tenido con su amiga. En su rostro se notó algo de vergüenza, pero ella era muy orgullosa de sí misma y entonces se dio media vuelta y apoyó su mano en mi espalda para llevarme al living junto con su hija. El resto del cumpleaños no pude reaccionar, como si me hubiesen tirado un baldazo de agua helada, aunque en realidad ese dialogo me había dejado bastante caliente.
Pasó una semana para que pudiera volver a la casa de mi novia y lo hice en una circunstancia muy particular. Agustina me proponía casi todos los días de ir a su casa para estar juntos, pero yo esa semana me las arreglé para organizar todos eventos afuera y así evitar a Melisa. Sin embargo el fin de semana me llegó una propuesta de ir a su casa a comer algo el viernes a la noche y después quedarme a dormir. En un principio rechacé la invitación pero cuando me dijo que su madre iba a salir con unas amigas, acepté pero no de muy buena gana.
Cerca de las nueve y media de la noche fui hasta la casa de ella. Pensé que a ese horario mi suegra ya se debía de haber ido, sin embargo no podía estar más equivocado. Luego de tocar el timbre, Melisa me abrió la puerta y me volvió a dejar con la mente en blanco. Tenía puestas unas botas negras de cuero que le llegaban casi hasta la rodilla y debajo de estas un jean que desde atrás debía de ser muy apretado. Arriba de ello se había puesto una remera azul eléctrico muy escotada que resaltaba sus tetas y una camperita negra también de cuero. El pelo lo tenía recogido en una colita detrás de la cabeza y los labios pintados de rojo. Estaba para el crimen.
- Hola Eric.- Me saludó acercándose a mí y dándome un beso en la mejilla. Su perfume era atrapante.- Pasá. Agustina está en la pieza.
No la volví a ver, ya que me encerré en el cuarto de mi novia hasta que escuchamos como ella nos saludaba unos minutos más tarde. En mi mente seguía reflejándose la imagen de ella inclinándose hacia adelante para saludarme. Sus tetas asomaban por ese escote. Agustina preparó algo de comer pero yo apenas pude disfrutar de la comida. El olor de Melisa penetró hasta mi cerebro y de solo acordarme de su aroma me palpitaba la pija. Nos pusimos a ver una película con mi novia pero yo no pude concentrarme en absoluto. Su cintura marcada por el jean de tiro alto era la figura de una diosa.
- ¿Vamos a la camita amor?- Me preguntó de pronto Agustina y reaccioné.
La película acababa de terminar y ella me acariciaba el pecho intentando seducirme. Fuimos a la pieza, nos acostamos en la cama y luego de besarnos, en realidad ella me besó a mí. Intenté estimularme, traté de disfrutar de ese momento, de los labios de mi novia, de su cuerpo pequeño y puro. Pero no pude, no podía concentrarme. Cuando ella bajó su mano hasta mi entrepierna y descubrió que mi pija seguía igual de flácida que antes, notó que algo estaba mal. “No me siento muy bien” le dije sin pensar y ella creyó la mentira, después de todo yo había estado raro toda la noche. Decidió que lo mejor era que nos fuéramos a dormir y abrió la cama marinera de abajo para que yo pudiera descansar tranquilo.
El tiempo empezó a pasar y Agustina se fue quedando profundamente dormida. Mientras tanto mi cabeza avanzaba y pensaba en la conversación que Melisa había tenido con su amiga. “Pero el que es un bombón es el novio de Agustina” resonaba su voz una y otra vez en mi mente para luego recordar su olor y sus labios pintados de rojo. Pensaba en sus tetas asomándose por la remera, en su pelo recogido en una trenza larga que caía por su espalda. Su voz retumbaba en mis oídos constantemente. “Al parecer hace muy bien su trabajo”
De golpe escuché un ruido que resonó en la cocina y me sobresalté. Me levanté para ver si Agustina se había despertado pero seguía completamente dormida. Abrí con suavidad la puerta de la pieza, salí despacio y la volví a cerrar sin hacer ningún ruido. La luz de la cocina estaba prendida y me acerqué sigilosamente para ver quien estaba, pensando en que era Carla que se había llegado luego de estar con sus amigas. Sin embargo cuando asomé la cabeza vi la cola de Melisa en primer plano, que estaba agachada buscando una botella de agua en la heladera. Ese jean ajustado le quedaba perfecto.
Ella se levantó de golpe y se dio media vuelta para mirarme. Mis ojos enseguida subieron de donde antes estaba su cola a su rostro, pero ella notó que la había estado observando. Me saludó y en voz baja le devolví el saludo. Los dos nos quedamos callados por unos segundos y entonces ella volvió a comprender lo que había sucedido.
- ¿Me estabas espiando?- Me dijo de pronto.
- No.- Le respondí yo enseguida y traté de explicarme.- Solo escuché un ruido y quería ver…
- ¡Me estabas mirando la cola!- Dijo pero no en tono de pregunta. Lo estaba afirmando.
- No, yo…- Volví a negar pero ella no me dejó seguir.
- Sé que escuchaste la conversación que tuve la otra vez Eric. No soy estúpida.- Me interrumpió sin dar muchas vueltas.- También sé que me mirás constantemente, se te nota que te caliento.- Dijo y empezó a caminar hacia mí para quedarse parada en frente mío.- Lo que vos no notás es que yo también te miro, es que a mí también me calentás.- Acto seguido llevó su mano a mi entrepierna y me agarró la pija por encima del pantalón que me había puesto para dormir.- Pero te cogés a mi hija. Y no dejás de ser un pendejito.
Acto seguido me soltó y se quedó unos segundos parada en frente mío. Me miraba directo a los ojos y yo le devolvía la mirada sin poder reaccionar, sin saber qué hacer. Su perfume volví a penetrar mi nariz, sus labios rojos estaba tan cerca de mi cuerpo y sus tetas se asomaban sobre su remera azul. “Eso pensé. No tenés huevos para estar con una mujer de verdad como yo” dijo Melisa y pasó por al lado mío para irse a su pieza. Pero cuando lo hizo mi cuerpo respondió más rápido que mi mente y mi mano se estiró para pegarle un cachetazo de su cola. Melisa se paró de golpe.
- Es verdad. Soy un pendejo y de seguro usted tiene mucha más experiencia que yo.- Le dije sin soltar su cola y tratándola de usted por primera vez desde que estaba con Agustina.- Es por eso que quiero que me enseñe, quiero que me muestre como se la debe coger a una mujer de verdad.
Fue como pedirle a una leona que te enseñe a cazar. Melisa se dio media vuelta y me estampó contra la pared para pegar su cuerpo rápidamente al mío. Sus labios se acercaron a mi cuerpo pero no me tocaron, no me iba a besar, al fin y al cabo yo no era un amante para ella, iba a ser solo un juguete. Su pecho se infló y sus tetas quedaron cerca de mi cara. Estiró sus manos por mis brazos hasta llegar a mis dedos y fue guiando mis manos hasta que estas se apoyaron en sus enormes gomas. “Sentilas” me dijo y me obligó a apretarlas con fuerza.
No podía creer lo que estaba sucediendo. La yegua de mi suegra me estaba obligando a tocarle las tetas mientras que una de sus piernas se metía entre las mías y rozaba mi pija que de a poco empezaba a sentirse dura. Su boca amagó varias veces a besarme pero no lo hizo, en su lugar fue directo a mi oído y me dijo casi en un susurro que quería cogerme. “Quiero dejarte muerto” agregó y su pierna rozó una vez más mi entrepierna y de golpe me sentí sumamente excitado.
Su boca empezó a bajar por mi cuello y al sentir el calor de sus labios mi piel se erizó por completo. Me levantó la remera y me la sacó dejándola tirada en el piso. Entonces pasó sus manos por mi pecho y luego se agachó lentamente para mojarme las tetillas con su lengua. Yo permanecía inmóvil parado entre su imponente cuerpo y la pared. Melisa dominaba la totalidad de la situación y yo quería que fuese de esa manera. Su boca, sus labios y su lengua jugaban sobre mi pecho dejándome marcas de sus besos por mi piel. Sus manos acompañaban el juego, una tocándome los brazos y la otra metiéndose adentro de mi pantalón y estimulando mi verga.
Se terminó de arrodillar en frente mío y me bajó el pantalón de un golpe. “Ahora veo porque Agustina disfruta tanto cuando te la cogés” dijo y tomó mi pija bien dura con la mano. Enseguida se la metió en la boca y me la empezó a chupar volviéndome loco de placer. Si bien su hija sabía hacerme gozar con sus boquita, Melisa demostró que sus labios rojos eran una locura. Su lengua pasaba por mi verga lamiéndomela toda, dejándomela empapada en saliva y con la cabeza roja a punto de estallar. Sus manos seguían moviéndose por mi cuerpo, acariciándome el pecho y las abdominales, agarrándome las piernas a la altura de los muslos y sujetándome la pija para acariciar la punta con sus labios.
- ¿Y vos pendejo? ¿Sabes usar la boquita?- Me desafió Melisa mirándome desde abajo.
Se levantó y fue directo al sillón que estaba en frente de nosotros, ese sillón en el que la noche del cumpleaños de su hija me había sentado con mi novia. Se desabrochó el jean y se lo sacó dándome la espalda, agachándose y dejando su hermosa cola en primer plano. ¡Increíble ese cuerpo! Su tanga negra y diminuta se metía en los cachetes de su cola perdiéndose entre la piel. Luego se sacó la remera azul escotada y su corpiño de encaje dejando sus tetas al aire libre. Me tenté de lanzarme sobre ellas, pero dejé que Melisa decidiera lo que íbamos a hacer a continuación. Ella se sentó sobre el sillón mirándome de frente y abrió sus piernas para luego llamarme con su mano.
- ¡Vení pendejito!- Me dijo en un susurro.- Enseñame que tanto sabes usar la lengua.
Me arrodillé apresurado y me metí entre sus piernas para pasarle la lengua con fuerza por encima de la tanga. “¡Despacio!” me retó ella pegándome un correctivo en la nuca. “No vayas directo ahí” agregó después. Sin dudas mi suegra sabía lo que estaba diciendo y entonces decidí empezar por sus muslos, besándoselos suave y lentamente, mientras mis manos acariciaban su cintura y una de ellas subía hasta sus tetas. Lo hacía todo con delicadeza, apoyando mis labios y mis dedos muy despacio sobre su cuerpo y tratando de crear un ambiente digno para la MILF que estaba a punto de cogerme.
Lentamente me fui acercando hasta su conchita con mi boca y pude sentir el calor que salía de esta. Corrí con suavidad su tanga hacia un costado y un hilito muy diminuto de líquido se formó en su piel. Melisa estaba mojada y eso me calentó muchísimo. No me pude contener y nuevamente pasé su lengua por encima de su concha, pero en esa oportunidad lo hice suave y delicadamente. “¡Así! ¡Muy bien!” me felicitó ella que tenía sus manos en mi espalda y me masajeaba con la yema de sus dedos. Mi lengua se movía muy despacio por encima de su conchita que ya estaba bastante mojada mientras que con una de mis manos manoseaba sus tetas y sus pezones que se habían puesto duros.
De golpe empecé a volverme más agresivo y fui acelerando los movimientos de mi cuerpo. Mis labios rodeaban los de su conchita que a medida que iba dejando salir saliva, se mojaba cada vez más. Mi lengua subía hasta su clítoris para luego bajar nuevamente y subirla sin cesar. Mis dedos que sujetaban su tanguita intentaban entrar en su cuerpo y acariciaban su interior delicadamente. Mientras tanto mi otra mano seguía jugueteando con sus tetas que se sentían bien firmes y duras y que ella me dejaba tocar sin problema. Pero lo mejor de todo eran los suaves gemidos que Melisa largaba a medida que mi lengua se movía descontroladamente sobre mi cuerpo.
- ¡Ay si nene!- Me dijo llevando las manos a mi cara y levantñandola de entre sus piernas.- Ahora entiendo porque Agustina está tan contenta desde que está con vos.- Agregó.
Me calentaba mucho que hablara de su hija, mi novia, tan libremente. Me ponía loco que ella estuviese durmiendo en la habitación de al lado mientras que nosotros ahí en el sillón, dándonos placer oral y calentando el ambiente para lo que iba a venir. Melisa se paró y me ordenó que me sacara lo que me quedaba de ropa mientras ella se deshacía de la tanga. Después me dijo que me sentara en el sillón y cuando lo hice se acomodó encima de mí, con una pierna a cada lado y lentamente fue bajando sobre mi cuerpo hasta que mi pija estuvo adentro de su conchita. Sentí un leve gemido proveniente de su boca y luego las palabras que me terminaron de prender todo.
- ¡A ver si podes hacerme acabar como corresponde!
Melisa comenzó a moverse encima de mi cuerpo de una manera increíble. Lo hacía lento y despacio, pero de una forma sumamente sensual, desplazando su cintura por mis piernas y haciendo que mi pija entrara y saliera de su cuerpo. Sus manos se posaban en mis hombros mientras que las mías permanecían firmes en su cintura. Sus tetas estaban frente a mis ojos y las veía bambolearse hacia los costados y hacia arriba y abajo con cada movimiento que ella daba. Era sumamente placentero. Mi verga bien dura sentía el calor de su conchita mojada cada vez que entraba bien a fondo y volvía a salir casi por completo.
- ¡Agarrame la cola!- Me pidió ella y enseguida obedecí.
Llevé mis manos a sus nalgas y las sujeté con fuerza. Fue como si hubiese activado un botón mágico, porque de golpe Melisa empezó a moverse de manera más brusca, levantando su cuerpo y cayendo nuevamente sobre mis piernas. Esos movimientos rápidamente se convirtieron en pequeños saltos que caían fuertemente contra mis piernas. Sus suspiros silenciosos pasaron a ser gemidos claros que perforaban mis oídos volándome la cabeza. Mis manos se aferraban fuertemente a su cola que se movía con su cuerpo. Sus tetas mientras tanto saltaban frente a mis ojos y yo no me pude contener y hundí mi cabeza en ellas. Melisa entonces cerró los brazos y sus lolas aplastaron mi rostro haciendo que casi no pudiera respirar.
La MILF se levantó pero antes de que pudiera reaccionar me ordenó que me quedara sentado en el sillón. Se dio vuelta en frente mío y bajó su cola lentamente hasta sentarse de espaldas sobre mí, nuevamente con mi pija adentro de su conchita mojada. Su hermosas nalgas en primer plano me tentaron y automáticamente llevé mis manos a ellas mientras que Melisa volví a mover su cadera hacia arriba y hacia abajo sobre mi cuerpo. Lentamente se fue levantando y me pidió que le agarrara con fuerza las tetas y yo obedecí una vez más. Mis manos pasaron de su cola a sus gomas que saltaban con cada brinco que ella daba y se las agarré con fuerza apretándolas contra su cuerpo.
- ¡Ay sí!- Gimió ella más fuerte de lo esperado y se llevó la mano a la boca.
Siguió cabalgando mi pija y saltando sobre mis piernas como loca y yo disfrutaba de cada uno de sus movimientos. Su cuerpo golpeaba contra el mío y su espalda se apoyaba levemente en mi pecho y podía sentir el calor de su piel. Sus enormes y excelente tetas permanecían entre mis dedos que apretaban sus pezones con fuerza. La madre de mi novia giró la cabeza y la tiró para atrás y buscó mi boca con sus labios para besarme apasionadamente, dejándome completamente atónito y haciéndome sentir a punto de acabar.
Pero ella todavía quería más y sobre todo quería que yo le demostrara que estaba a la altura de las circunstancias. Se bajó del sillón y gateando se acomodó frente a mi cuerpo en cuatro, con la colita bien parada. “¡Cogeme pendejo! ¡Cogeme bien fuerte!” me ordenó y yo no pude contenerme. Me acomodé detrás de ella y le inserté la pija bien adentro de su conchita empapada para después empezar a cogérmela tan duro como pude. Mis manos se sujetaron de su cintura y mi cadera comenzó a moverse de manera muy acelerada haciendo que mi verga entrara y saliera de su cuerpo a toda velocidad. Me puse loco.
Melisa empezó a gemir en voz mucho más alta y de golpe sentí miedo de que Agustina nos encontrara. Tan solo tenía que abrir la puerta y nos iba a ver ahí, cogiendo como locos. Ese miedo me generó un morbo que me motivó a darle mucho más fuerte, a perforarle la conchita mientras una de mis manos se extendía por su espalda hasta llegar a la parte de atrás de su cuello y tomarlo con fuerza. Ella no se pudo contener y se tuvo que llevar una mano a la boca. Pero yo se la saqué con mi otra mano y le metí mis dedos adentro de la boca. De golpe sentí un arrebato de furia y dominación y me animé a decirle que chupara mis dedos mientras me la cogía.
Me encontraba detrás de ella, metiéndole mi pija a toda velocidad en su concha mojada, con una mano sobre su cuello y con la otra en su rostro y unos dedos adentro de su boca. Sentía que estaba a punto de estallar en su cuerpo. Pero la sorpresa más hermosa llegó antes de que pudiera llenarla de semen. Melisa mordió con fuerza mis dedos y cerró la boca ahogando un grito de placer absoluto que demostraba que acababa de tener un increíble orgasmo. Su conchita empezó a salpicar mi cuerpo y a cubrirme por completo de sus fluidos mientras que yo seguía llenándole la concha de mi pija que estaba al palo.
- ¡Ahora dame la leche!- Me ordenó ella después escupiendo mi mano y volviendo a tomar el poder de la situación.
Me obligó a sentarme nuevamente en el sillón y ella se arrodilló adelante mío y como si fuese una puta en celo me empezó a mamar la verga que estaba cubierta de sus fluidos. Volví a chupármela de una manera excelente, haciéndome una paja bien rápido y comiéndosela toca mientras que con la otra mano me apretaba levemente los huevos. No pude controlarme, estaba muy caliente. Le llené la boca de leche y ella no dejó escapar ni una gota, tragándose todo con mucho amor y después me la siguió chupando hasta dejármela bien limpita. Una cosa de no creer.
- ¡Muy bien pendejito!- Me felicitó levantándose y dándome unas cachetadas suaves en el rostro.- ¡Ojalá sigas de novio con Agustina así venís más seguido!- Agregó después en un susurro a mi oído.
Melisa juntó su ropa y se marchó por el pasillo en silencio para abrir la puerta de su pieza y cerrarla luego. Yo me quedé sentado en el sillón, con la respiración agitada y recapacitando sobre lo que acababa de suceder. No podía creer la suerte que tenía, no podía creer que había logrado cogerme a mi suegra, a la madre de mi novia, a la MILF más hermosa del mundo. Pero lo mejor de todo era que al parecer ella quería seguir cogiendo conmigo. Me levanté despacio, me volví a poner la ropa y entré en la pieza de Agustina en silencio para acostarme nuevamente en la cama pensando en que quizás, algún día, conseguiría coger con hija y madre a la vez.
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