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La casada (A pedido)

La casada (A pedido)

Hace tiempo algunas personas me vienen pidiendo que escriba relatos sobra situaciones que vivieron o sobre fantasías que tienen por cumplir. Algunas de ellas me intrigan, me atrapan y en ocasiones me hacen sentir parte, lo que me motiva a escribirlas. Esta es una de ellas. En este caso le historia fue pedida por @SoftVenezuela

La casada
   No recuerdo cuando fue la última vez que tuve un orgasmo, pero lo que sí recuerdo es que fue hace demasiado tiempo. Acercándome a los cuarenta y cinco años ya no me es tan fácil tener sexo y sobre todo no disfruto como en sus épocas, pero el principal problema es mi marido. Reconozco que no es justo echarle toda la culpa a él, en muchos casos fui yo la que no me esforcé para tener una noche placentera, pero es muy difícil esforzarse cuando tu pareja de los últimos veinticinco años ya no logra satisfacerte y no hace nada para cambiar. De hecho hace dos meses que no tenemos sexo y él ni siquiera lo intenta. Desconozco si está con otra mujer, tampoco me molestaría ya que de hacerlo es para satisfacer sus necesidades, pero necesito volver a disfrutar del sexo. Necesito que me cojan como él lo hacía en sus épocas de gloria.
   Fue entonces cuando decidí que quería tener una noche de locura y pasión extramatrimonial con el objetivo de reencontrarme sexualmente y ese fin de semana era ideal para eso. Mi hija de veinte años se encontraba de viaje con sus amigas disfrutando del fin de semana largo y mi marido aprovechó para viajar a visitar a su madre a la otra punta del país. Yo me quedé sola en casa, en un principio con la idea de relajarme, pero enseguida supe que iba a buscarme un amante para que me alegrara el fin de semana.
   Primero pensé en mi vecino, el muy morboso es bastante zarpadito. A veces me lo suelo cruzar en la verdulería o en el supermercado de acá a la vuelta y siempre lo noto mirándome con ganas. Es bastante grande y tiene pinta de saber complacer a una mujer, pero prefiero que sea alguien desconocido, alguien que no vuelva a ver en toda mi vida y así evitar problemas a futuro. Fue entonces cuando decidí usar Tinder para encontrar a la persona que estaba buscando. Me arriesgaba a cruzarme con alguien conocido, es verdad, pero tuve la suerte de que en ningún momento vi un rostro familiar entre las imágenes.
   Empecé la búsqueda y me di cuenta que quería ser exigente. Empecé a descartar muchas de las opciones por distintas razones: eran muy petizos, eran muy adultos, eran muy gordos o no me gustaba su descripción. De golpe me encontré dándoles luz verde a hombres en su mayoría jóvenes, con un cuerpo bastante trabajado y con una actitud de ganador. “Si vamos a hacer cosas malas, hagámoslas bien” pensé sonriendo cuando le daba me gusta a la foto de un profesor de educación física de unos treinta años en la que se lo veía en cuero con el cuerpo muy bien formado. Eso fue el jueves a la noche. El viernes a la mañana, el primer día del fin de semana largo, me encontré con tres respuestas distintas.
   La primera era de un abogado llamado Valerio. Tenía veintiocho años, una carita hermosa y parecía ser bastante atlético a pesar de que en todas sus fotos estaba usando una remera. “Hola diosa, qué hacés por acá?” me saludó y empezamos a hablar por el chat de la aplicación para enseguida intercambiar teléfonos y seguid hablando por Whatsapp. Me confesó que le gustaban mucho las mujeres mayores como yo y en especial con atributos grandes como los míos. “Me fascinan las MILF nalgonas como vos” me dijo directamente sin dar muchas vueltas.
   El segundo que me escribió fue un joven de apenas veintidós años llamado Emanuel. Un estudiante que al parecer le gustaban las mujeres más grande que él y decía que quería ganar experiencia. “No sé si soy muy joven para vos, pero me gustaría que me dieras una oportunidad” me escribió y enseguida le dije que todo podía arreglarse tras ver sus fotos y darme cuenta que era uno de esos chicos de cuerpo perfecto y carita de bebé, muy similar a los amigos de mi hija que a veces me quedo mirando y pensando que haría con ellos si yo tuviera su edad.
   El último fue el profesor de gimnasia. Augusto, un hombre de treinta años, con un cuerpo esculpido a la perfección, con una actitud ganadora y cara de modelo. “Cuando nos vemos?” me preguntó luego de conversar por varios minutos y de confesarle que hacía mucho tiempo no tenía un orgasmo como corresponde. Le pregunté si esa noche estaba disponible, pero ya tenía planes, por lo que acordamos para vernos el sábado luego de la cena y así pasar un tiempo juntos. “Yo llevo un vino para tomar” me dijo y entonces supe que iba a ser él quien reviviera mi deseo.

   Ese sábado a la mañana me desperté temprano, ordené la casa, oculté las fotos en las que se veía mi marido y mi hija, cerré con llave las puertas de los dormitorios y me preparé para la llegada del profesor. En un momento escucho ruidos de sexo provenientes de la casa de al lado, de la de mi vecino mirón. Entonces salgo al balcón y me asomo al suyo para verlo de espaldas a la computadora, observando un video en el que una mujer disfrutaba a pleno de la compañía de tres hombres que se la cogían como ellos querían. No solo lo miraba en la enorme pantalla de su computadora, sino que además tenía el volumen al máximo y se podían oír los gemidos de la chica gozando de los tres a la vez. Se me ocurrió algo macabro, algo que en ese momento supe que quería hacer.
   Una vez que mi vecino terminó de ver el video salí de mi casa y le toqué el timbre. El muy pajero tardó unos segundos en abrirme y cuando lo hizo se notaba que estaba agitado pero satisfecho, pues su sonrisa era inmensa. “Hola” me saludó y yo me quedé en silencio tratando de pensar bien como decirle las cosas. Él levantó las cejas esperando una respuesta y como no se me ocurría nada directamente lo empujé adentro de su casa y me metí. Él se resbaló y fue cayendo de espaldas hasta quedar en el piso en frente de su computadora. Yo miré el video de la chica con los tres hombres que todavía continuaba y después lo miré a él.
   - Si querés ver algo verdaderamente excitante, asómate esta noche por el balcón.- Le dije y después me di media vuelta y me fui.- ¡Eso sí! Nada de cámaras porque si no se termina el show.- Le aclaré y después cerré la puerta.
   Me sentí eufórica, estimulada. Tomé el celular y mientras me sentaba en mi sillón le envié un mensaje al estudiante y después al abogado diciéndole a los dos que quería verlos esa noche en mi casa y los dos contestaron enseguida confirmándome su asistencia. Dudé unos segundos en contarles lo que tenía planeado para ellos, pero decidí guardarme la sorpresa para cuando llegaran, al fin y al cabo me sentía muy perversa en ese momento y pensaba que de esa manera todos íbamos a disfrutarlo mucho más.
   El primero en llegar fue Valerio, el abogado de veintiocho años. Tenía puesto un jean oscuro y una camisa clara que estaba levemente abierta y me dejó comprobar que a pesar de no ser como los otros dos, tenía un cuerpo muy lindo. Me saludó con un beso en la mejilla y pasó para sentarse en el sillón. Me preguntó algunas cosas de mi vida y le comenté vagamente que era casada y que ese fin de semana estaba sola y con ganas de probar cosas nuevas. Pero cuando él estaba haciéndome otra pregunta para indagar un poco más en el tema, sonó el timbre y se quedó mudo.
   - ¿Viene alguien más?- Me preguntó y enseguida le dije que sí y le consulté si le molestaba.- Para nada.- Me respondió él sonriendo.
   Cuando abrí la puerta me encontré con el rostro de Augusto, el profesor de treinta años. Llevaba un jean y una remera algo ajustada que le marcaba el cuerpo. Me saludó apoyando su mano en mi cintura y cuando entró y vio a Valerio sentado se quedó inmóvil. Me preguntó si prefería que viniera más tarde y yo le dije que no. Ambos se saludaron y se sentaron el uno al lado del otro y como si se conocieran de toda la vida empezaron a hablar. Yo me fui a la cocina a buscar dos copas de vino y el profesor apareció segundos más tarde para preguntarme si se quedaba o yo prefería que se fuera.
  - No, no. Quiero que te quedes.- Le dije yo sonriendo.- Pero que también se quede él. Así nos divertimos juntos.- Agregué sonriendo y él entendió todo y regresó al comedor dispuesto.
   Cuando empecé a contarles que había jugado con los dos de la misma manera sonó el timbre y enseguida les tuve que aclarar que había una persona más invitada al evento. El pendejo de veintidós años se había preparado como si fuera a un bar con amigos, pues vestía un pantalón elegante y una camisa blanca floreada. Era el más lindo de los tres pero cuando entró y vio a Augusto y a Valerio su cara cambió completamente. Yo cerré la puerta detrás de él y lo acompañé hasta la silla en la que se sentó en silencio tras saludar a los otros dos chicos. Emanuel sin dudas, no estaba preparado para lo que se venía.
   - Les cuento: Los cité a los tres a la vez por la misma aplicación porque hace mucho tiempo que no paso un buen rato con un hombre.- Ni bien comencé a hablar los tres se callaron y me miraron fijo. Valerio parecía el más relajado, mientras que el estudiante mostraba una cara de pánico absoluto.- Mi esposo y yo no tenemos sexo hace tiempo y cuando lo hacíamos yo no disfrutaba en absoluto. Es por eso que necesito gozar por una noche, divertirme y sentir lo que es estar con un verdadero hombre.- Augusto miró a los otros dos y luego me volvió a mirar a mí.- Pero para serles sincera, lo primero que pensé es que con un hombre no me bastaba y decidí que quiero estar con tres. Quiero que me hagan suya y que me cojan a su voluntad. Quiero que me den placer como a ustedes más les guste y que después me bañen con su semen.- La cara de los tres cambió por completo de golpe, ya que sonrisas se dibujaron en sus rostros.- Si alguno de ustedes no está dispuesto, no tengo problema en que se vaya. Si no, háganme gozar.
   Ni bien dije eso me paré, corrí la silla hacia un costado y me quedé observándolos a los tres en silencio. Emanuel aún tenía una expresión de duda en su rostro pero no igual a la de antes. Augusto miró a Valerio y luego al estudiante y al ver que ninguno de ellos se movía, decidió pararse y me vino a buscar. Comenzó a besarme apasionadamente y entonces los otros dos se pararon y se acercaron hacia mí. De golpe me vi rodeada por tres hombres que desconocía y a los que acababa de pedirles que me cogieran. Mi corazón latía aceleradamente mientras el profesor de educación física me besaba y los otros dos pasaban sus manos por mi cuerpo. Lo único que pedía era que mi vecino estuviera observando todo por la ventana.
   Augusto se alejó y se empezó a sacar la remera, momento que yo aproveché para darme vuelta y buscar los labios de Emanuel. Era evidente que él tenía dudas al respecto, pero sabía que no se iba a ir, era demasiado orgulloso para abandonar y no quería quedar mal frente a los otros dos. Valerio, por su parte, parecía ser el más suelto, el que manoseaba mis tetas mientras yo estimulaba al estudiante con mis labios y tocando su entrepierna.
   Entonces me encontré despistada, envuelta en un mar de hombres que buscaban mi piel por debajo de mi ropa y que me daban vuelta para besarme y tocarme. Me volví a encontrar con los labios de Augusto pero sin poder controlarme, Emanuel giró mi cuerpo y me levantó la remera para después sacármela. Entonces fue Valerio quien entró en acción y giró nuevamente mi cuerpo para comerme la boca mientras que el abogado acariciaba mi espalda y tomaba mi mano para llevarla hacia su pantalón. Estaba siendo completamente usada por los tres y me encantaba.
   “Agachate” me dijo el abogado de veintiocho años y yo me fui haciendo espacio para arrodillarme entre ellos. Él aprovechó el momento para bajarse el cierre del pantalón mientras yo le besaba las abdominales y la cintura a Augusto y luego me pegó con su pija en la cara como si fuese un látigo. La tomé sin ver muy bien lo que hacía y comencé a masturbarlo para luego metérmela en la boca. Segundos más tarde el más joven del grupo me ordenó que le agarrara su verga y yo la fui buscando sin dejar de chupar la de Valerio y la tomé. Por último subí mi otra mano por la pierna del profesor y cuando me di cuenta estaba mamando una pija con la boca y pajeando otras dos con las manos.
   Ellos hablaban entre sí y conmigo. Se decían cosas que a veces no llegaba a entender y se reían, al mismo tiempo que yo permanecía agachada, chupándosela a Valerio y pajeando a los otros dos. Comencé a cambiar y decidí seguir por la pija de Augusto que estaba a mi izquierda, mientras que el abogado se pajeaba frente a mi cara. Después giré hacia el otro lado y me sorprendí al darme cuenta que la verga de Emanuel era mucho más grande de lo que mi mano había sentido y me sorprendí al darme cuenta que no me entraba toda en la boca. Para ellos debió de ser un momento increíble, con los tres disfrutando de mí y viendo cómo se las iba chupando aleatoriamente. Yo solo seguía deseando que mi vecino estuviera asomado por la ventana.
   Valerio me ordenó que me acostara en el piso boca arriba y cuando lo hice él se agachó para desvestirme. Enseguida Emanuel y Augusto se arrodillaron cada uno al lado de mi cara y pusieron sus miembros en mi rostro para que yo los siguiera chupando mientras que el abogado me sacaba el pantalón y la tanga que tenía puesta. Fue abriendo mis piernas y besando mi cuerpo hasta llegar a mi conchita la cual empezó a chupar sin muchos rodeos. Ahora no solo disfrutaba de comerme dos hermosas pijas con mi boca sino que sentía el placer de que un hombre me lamiera el clítoris como hacía mucho tiempo no me pasaba.
   - ¡Mirá como te gusta pedazo de trola!- Dijo Augusto que era el que más hablaba de los tres.
   Mi cuerpo empezó a moverse al ritmo de la lengua de Valerio que demostró ser excelente a la hora del sexo oral. Su boca recorría cada centímetro de mi concha y se concentraba al final en mi clítoris que lo hacía temblar rápidamente de un lado al otro. El profesor de golpe se había acostado al lado mío y me mamaba las tetas con ganas, recorriéndolas con su lengua y succionándome los pezones hasta dejármelos bien duros. Emanuel seguía arrodillado frente a mi cabeza del otro lado y su enorme pija me llenaba la boca y me atragantaba hasta hacerme escupir saliva.
   De pronto sentí como Valerio se levantaba y mientras los otros seguían como si nada él elevaba mis piernas para acomodarse entre medio de ellas y empezó a cogerme como pudo. Giré la cabeza para mirarlo y ver su cara de atrevido me calentó muchísimo, pero no tuve tiempo de decir nada ya que Emanuel me agarró de la cara y de manera violenta volvió a meterme su pija en la boca para que se la siguiera chupando. Valerio movía su cintura hacia adelante y hacia atrás cogiéndome con ganas y de golpe sentí como el calor me invadía. Augusto seguía jugando con mis tetas, manoseándolas y lamiéndolas como loco, mordisqueándome los pezones y apretándolas con fuerza.
   - Dejame un rato.- Le pidió Emanuel a Valerio y este último se paró para dejar que el más joven de los tres se acomodara entre mis piernas y empezara a cogerme.
El abogado, que no quería dejar de jugar conmigo, aprovechó el momento en el que Augusto se levantó del piso para sentarse a la altura de mi pecho y meter su pija entre mis tetas. El profe de gimnasia al ver como los otros dos se divertían conmigo no quiso ser menos y se acomodó sobre mi cabeza y sus huevos quedaron a la altura de mi boca y me obligó a chupárselos.
   Los tres me usaban para darse placer. Emanuel, el más joven del grupo sostenía mis piernas en el aire y me cogía metiéndome y sacándome su enorme pija de la concha que estaba toda empapada. Valerio, el que al parecer era más atrevido de los tres, había puesto su pija entre mis gomas y me había obligado a apretarlas para hacerle una famosa turca o paja con las tetas. Augusto, el mayor y con mejor cuerpo, se había sentado en mi cara dejando su cola a centímetros de mis ojos y me pedía que le chupe los huevos mientras los otros se divertían conmigo.
   - ¡Dale, chupámelos!- Me decía dándome una orden.
   Valerio fue el próximo en dar la orden. Les dijo a los demás que se levantaran y me obligó a mí a ponerme en cuatro sobre el piso. “Te vamos a coger por todos lados” me dijo agachándose adelante mío y mirándome a los ojos. Emanuel enseguida se acostó delante de mí y me tomó de la nuca y fue bajando mi cabeza hasta que volví a tener su pija adentro de mi boca. Mientras tanto los otros dos se prepararon para darme más placer del que hasta ahora me venían dando. No llegué a saber cuál fue, pero uno de ellos me abrió los cachetes de la cola de par en par y el otro se agachó para lamerme el culito de una manera increíble. Debía de ser Valerio, porque su lengua se movía como antes, sin embargo después decidieron cambiar de posición y el otro lo hacía igual o mejor que el primero.
   - Vamos los dos.- Dijo entonces Augusto y sentí como dos dedos se abrían paso por mi cola.
   Mientras yo seguía chupándosela y atragantándome con la verga de Emanuel que parecía estar disfrutando de mi boca, los otros dos me metían cada uno un dedo en el culito para abrírmelo bien. Hacía años que no tenía sexo anal y el solo hecho de pensar en que me iban a coger la cola hacía que me mojara toda. Sus dedos se movían a diferentes velocidades y eso era una sensación extraña, pero mi cola estaba tan mojada que se abría dejándolos entrar bien a fondo. Mi cuerpo temblaba de placer.
   - ¡Montate al pendejo!- Me ordenó entonces Valerio refiriéndose a que me subiera encima del Emanuel.
   Fui arrastrándome por el piso hasta quedar encima de su cuerpo y su verga entró en mi conchita una vez más haciéndome gritar de placer. Me di cuenta en ese instante, mientras Emanuel me tomaba de la cola y empezaba a cogerme a pesar de estar él debajo de mí, que era la primera vez en toda la noche que tenía la boca libre para gozar. Lancé varios gemidos mientras esperaba que Augusto y Valerio entraran en escena y sentía como la cintura del estudiante subía y bajaba cogiéndome toda. “¡Ay sí! ¡Ay sí!” gemía yo gozando la totalidad de su verga.
   Entonces Valerio apareció delante de mí y se arrodilló sobre Emanuel quedando muy cerca de su cuerpo y con una orden directa me dijo que me metiera su pija en la boca. Casi sin poder moverme y apoyándome con una sola mano, usé la otra para agarrar su verga bien dura y se la empecé a chupar. Augusto apareció por último, se agachó detrás de mí y como pudo se acomodó entre mis piernas y abrió mis cachetes de par en par. Sentí como su pija se apoyaba sobre mi culito y empezaba a hacer presión para al final, tenerla toda adentro de mi cuerpo.
   Cuando comenzó a cogerme tuve que gritar, no pude contenerme. Pero Valerio no quería escuchar mis gritos y los tapó metiéndome de prepo su pija en la boca. Augusto entonces me empezó a coger tan rápido que sentí que mi cuerpo iba abrirse al medio. Mientras tanto y como podía, Emanuel seguía moviendo hacia arriba y hacia abajo con su verga adentro de mi conchita. Los dos me estaban cogiendo a la vez, uno por la concha y el otro por la cola, era la primera vez en mi vida que hacía una doble penetración y para colmo tenía la pija de otro hombre en mi boca. Me sentí tan puta, tan usada.
   Empecé a acabar y cuando lo hice sentí como algo salía de mi cuerpo y empapaba el de Emanuel que prisionero de la situación no pudo moverse. “¡Me está mojando toda!” le advirtió el más joven de los tres a los otros dos y Valerio se levantó para ver como yo acababa de placer. “¡Que linda MILF putona que sos!” me dijo y después le pidió a Augusto que se levantara para así poder cogerme él por la cola. Emanuel seguía abajo mío y su enorme pija entraba y salía de mi concha con cada movimiento que dábamos. Cuando Valerio entró en mi cola lo hizo tan violentamente que pegué un grito que debió de escucharse por todo el edificio. Pero a mí solo me importaba si mi vecino nos estaba viendo.
   No sé cuánto tiempo me tuvieron así pero no paraba de sentir placer. Valerio y Augusto cambiaron de posición en más de una oportunidad y sentía que mi cuerpo iba a explotar si me seguían cogiendo de esa manera. Emanuel mientras tanto se quedaba inmóvil abajo mío y de vez en cuando levantaba su espalda para chuparme las tetas. Acabé de nuevo al cabo de unos minutos y nuevamente volví a manchar al más joven con todos mis flujos. Los otros dos no daban crédito a sus ojos y me usaban como muñeca sexual, cogiéndome a su gusto y metiéndome sus pijas por la boca y el culo respectivamente. ¡Era tan puta!
   Cuando sentí que no podía más me dijeron que me acostara en el piso y los tres se arrodillaron alrededor mío, Valerio a mi derecha, Emanuel a mi izquierda y Augusto sobre mi cabeza. “Tocate. Dale, colate los deditos mami” me ordenó el mayor de los tres mientras ellos se empezaron a pajear sobre mi cuerpo. Estaban a punto de acabar y yo iba a recibir todo su semen encima de mi piel, tal como se los había pedido antes de comenzar. Llevé una de mis manos a mis tetas y la otra a mi conchita y me empecé a tocar sintiendo como la yema de mis dedos rozaba mi propio clítoris.
   Emanuel fue el primero en venirse sobre mi cara y lo hizo con una potencia increíble, llenándome la boca, la nariz, los cachetes y gran parte del cuello de semen. Yo seguía tocándome. Luego le tocó a Valerio, que estaba ubicado en frente del más joven del grupo. Su leche salió disparada a gran velocidad en tres turnos. La primera pasó por encima de mi cara y fue a parar a las piernas del estudiante que enseguida se movió para un costado. La segunda, cayó en el piso y sobre mi hombro y el tercer llegó a mi cara luego de que apuntara mejor. Valerio se empezó a reír al ver como Emanuel se miraba su pierna llena de semen ajeno.
   - ¡Dale putita! ¡Limpiáselo con la lengua!- Me dijo entonces Augusto.
   Enseguida saqué mi lengua y giré a la izquierda para lamerle a Emanuel la pierna y así poder limpiarle el semen que tenía de Valerio. Al ver esta imagen, el mayor del grupo empezó a acabar y lo hizo al igual que los otros dos con mucha potencia, manchándome no solo gran parte de la cara con semen, sino las tetas y hasta la panza. Estaba completamente cubierta de leche blanca y espesa y mientras seguía viendo como ellos sacudían sus vergas sobre mi cara, rozaba mi dedo contra mi clítoris para disfrutar al máximo el momento.
   Me quedé acostada en el piso, con el corazón latiéndome aceleradamente y ellos arrodillados alrededor mío. El primero en pararse fue Valerio que enseguida se sentó en el sillón y se quedó observando la imagen que tenía en frente. Luego se paró Emanuel que fue directo al baño y cerró la puerta tras él. Por último, Augusto fue a la mesa y tomó la copa de vino y dándome la espalda me dijo que había alguien mirando por la ventana. Entonces levanté la cabeza y limpiándome el semen que tenía sobre los párpados observé el rostro feliz de mi vecino que miraba asomado desde su ventana el espectáculo que acababa de ocurrir frente a sus ojos. Sin dudas había recuperado las ganas de coger y la pasión por el sexo.



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6 comentarios - La casada (A pedido)

mdqpablo +1
que buena fantasia , nos dieron ganas de sumarnos a la fiestita . gran relato
HistoriasDe
Muchas gracias!!
Pervberto +1
¡Qué maravilla! Ojalá a alguien que quiera le pase eso, porque los gustos hay que dárselos en vida. Si no, que disfrute la fantasía, porque la vida está para crear gustos.
HistoriasDe +1
Muy bien dicho! Gracias por comentar!