Como sabrán los que fueron leyendo mis relatos anteriores, estoy estudiando en Italia. Mi viejo tiene familia acá y este año decidieron venir a pasar las fiestas con la nena. Asi que para Navidad me fui para el pueblo donde está la familia y me reencontré con mis viejos y mi hermano.
Mi primo lejano (Marco, hijo de un primo de mi viejo), por supuesto estaba para esa fecha en el pueblo. Y por supuesto su intención era cogerme de nuevo. La mía también, no lo voy a negar, pero no iba a ser tan fácil con tanta gente.
Y no me equivoqué. Por más que buscamos, no encontramos lugar ni tiempo para hacer algo. Hasta el 24 de diciembre, en los preparativos de la cena. Est'abamos todos en la casa donde nos juntábamos, y el padre de Marco le dice que vaya a la casa a buscar unas cosas que se había olvidado. Yo estaba haciendo otras cosas y se me abrieron los ojitos de lujuria al sentir eso y más aún cuando él me preguntó si quería acompañarlo. Subimos al auto y nos fuimos.
Cuando dobló en la esquina, frenó de golpe y empezamos a besarnos. Nos habíamos extrañado mucho. Seguimos hacia la casa. Cuando entramos, me hizo pasar primera, me agarró del brazo mientras cerraba la puerta y me estampó contra la madera. Nos besamos desesperados. Nuestras manos torpemente buscaban desnudarnos. Mi pantalón quedó desabrochado mientras sus manos se metían para agarrarme la cola. Metí mis piernas entre las suyas para refregarme contra su muslo mientras él no paraba de apretarme el culo.
De golpe me agarró de los pelos y me fue llevando hacia abajo. No me negué. Quedé arrodillada esperando que él se desabrochara el jean y dejara afuera la verga, que ya estaba durísima. Se la agarró con las dos manos y empezó a pegarme con la poronga en la cara. Abrí la boca, y luego de un par de cachetazos de verga, me metió toda su pija en la boca.
Me hizo parar y me dio vuelta poniendo mi cara contra la puerta. Me bajó el pantalón hasta los tobillos, yo abrí mis piernas para facilitar su tarea. Se mojó los dedos y los refregó por mi conchita (aunque a esa altura, no hacía mucha falta) justo antes de apoyar la punta de su verga y empujar hasta penetrarme fuertemente hasta el fondo.
Empezó a cogerme bien duro, me pegaba chirlos y me agarraba del pelo. Esos movimientos desesperados hicieron que fuera un polvazo intenso, pero rápido. Acabó adentro, nos vestimos y nos fuimos. Ya teníamos que volver.
La cena y el brindis navideño transcurrieron sin más detalles. En un momento se acerca y me dice de ir disimuladamente afuera. Salimos al jardín y nos fuimos hacia la casa de otro de los primos, q está en el mismo terreno. En el medio está el taller del tío de mi viejo (qepd) y nos metimos ahí. Empezamos otra vez a franelearnos y calentarnos contra los bancos de trabajo y las herramientas que estaban acomodadas en un rincón.
Mi cuerpo se estrelló contra una puerta, él metió su mano dentro de mi pantalón y empezó a pajearme frenéticamente. El roce de sus dedos helados contra mi concha hirviendo me volvía loca. Mis piernas se aflojaron cuando me hizo acabar y tuve que agarrarme fuerte de sus hombros para no caerme. Cuando me calmé, lo besé y me puse en cuclillas mientras lo dejaba en bolas. A pesar del frío, su pija estaba dura como una piedra. Se la chupé apretando mis labios contra el tronco mientras mis manos acompañaban la entrada y salida de mi boca y lo pajeaba desparramando la saliva que iba dejando.
Cuando me cansé de la posición, me paré y besándolo seguí con la paja hasta que acabó tirando toda la leche en el piso. Limpiamos un poco y volvimos a la casa. Ya todos se estaban yendo. Al otro día él se fue a Milán y no lo volví a ver. Me quedé con ganas de una buena garchada.
Yo volví a Bologna, donde me esperaban otra vez mis jornadas laborales y por supuesto... la visita más esperada: Lucas.
Durante muchos años, teníamos de tradición que en Navidad yo le entregaba su regalo disfrazada de Mamá Noel. Pero ese traje había quedado en Rosario. Sin embargo, gracias al asesoramiento de algunas compañeras de mi trabajo, conseguí ir a un lugar donde vendía lencería muy sexy y muy barata. Y ellas también me prestaron uno de los gorritos que usaban algunas promotoras del shopping en esa época. No era el traje original, pero podía servir: tanguita y corpiño rojo y el gorrito. Por supuesto, para él, este año se cortaba la tradición y no se imaginaba nada de esto.
Lo fui a buscar a la estación, y de ahí derecho al departamento que había alquilado. No pudimos aguantar. Besos, caricias, abrazos... terminamos revolcados en la cama cogiendo desesperados. Para la noche, le presenté la sorpresa.
Lo hice sentar en la cama y me fui cambiar. Cuando aparecí no podía ocultar la felicidad en su rostro. Le empecé a hablar en italiano, le dije "Feliz Navidad" mientras le daba su regalito que lo dejó tirado a un costado. Su verdadero regalo lo tenía en frente.
Me hizo desfilar delante suyo mientras él no perdía oportunidad de tocarme. Cuando pasaba, su mano acompañaba mi caminata apretando suavemente la cola. Volvía y él subía su mano por mi panza hasta mis tetas, me daba vuelta y otra vez, su mano bajaba por mi espalda hasta mis piernas.
Me tiró a la cama y empezó a besarme y acariciarme. Me relajé y dejé que él hiciera lo que quisiera. Me dio vuelta y buscó con sus labios mi concha. Mis piernas se abrieron y lo abrazaron por su espalda para luego apretarlo contra mi cuerpo.
Corrió un poco la tanguita y me regaló el orgasmo más gritado de los últimos meses. "No te podés mojar de esta forma!" me dijo mientras mi cuerpo aun temblaba. Me mostró la sábana, toda chorreada de mis flujos y su saliva. Me calenté aún más. Lo tiré en la cama y me trepé arriba de él. Lo dejé desnudo y sin pensarlo agarré la pija y me la clavé en la concha. Tenía unas ganas terrible de chuparsela, pero sabía que teníamos muchos días por delante y yo cargaba una calentura por necesidad de pija importante.
Me dejé caer despacio, para que el pijón de Lucas vaya abriéndome suavemente. Una vez acostumbrada empecé a moverme para adelante, atrás, en círculos, más rápido, más lento. Subía mis caderas sacando casi la mitad de la verga y la dejaba entrar de golpe. Él no se quedaba quieto. Movía sus piernas acompañando mis movimientos, y con sus manos me manoseaba las tetas que a esa altura ya estaban al aire. Solo me quedaba el gorrito, que era la única parte de la vestimenta que nunca me sacaba.
De golpe me agarró de las caderas inmovilizándome y me pegó un garche salvaje hasta que acabó todo adentro mío. Salí de encima suyo, y acomodándose entre mis piernas se dispuso a seguir cogiéndome. Una sonrisa cómplice acompañó el momento que su pija aun dura se clavaba nuevamente en mi. Una característica que me enloquece de Lucas es su capacidad de tirar dos polvazos al hilo sin descanso. Esta vez, no hubo piedad ni nada. Se desquitó de todos estos meses de no verme.
Se agarró de mis piernas y movió mi cuerpo como quiso. Sin parar, penetraba mi concha sin piedad. Yo mordía las sábanas y apretaba la almohada con mis manos tratando de contar las veces que me había hecho acabar. Me dio vuelta y me puso en 4 para cachetearme la cola y luego si, seguir taladrándome sin piedad. Acabó sobre mi espalda y se tiró a descansar al lado mío.
Esos días fueron frenéticos. Él se organizó para hacer algunos paseos, mientras yo trabajaba. Volvía y cogíamos. Casi ni dormimos. Por supuesto, mi cola no se salvó de ser penetrada. Pero para eso, le presenté un nuevo juguetito que me había comprado para mis días de soledad: un consolador, no muy largo, pero si gordito.
Me puso en 4 y empezó a chuparme la concha y la cola. Su lengua me penetraba la conchita y subía hasta mi colita donde le dejaba toda la saliva y mis flujos. Luego, empezó a penetrar sus dedos, sin dejar de lamer la cola. Hasta que empezó a entrar en juego mi consolador.
Primero me lo puso en la boca para que lo lubrique y lo deje bien mojado. Lo pasó también por la entrada de mi concha pero rápido se dirigió a mi cola. Jugó con la puntita en la entrada de mi ano, y luego siguió hasta mi concha donde empezó a penetrarme. Metió la puntita y empezó a girarlo dentro, mientras sus dedos hacían lo mismo en mi cola.
"Metelo más" llegué a suplicar entre gemidos. Me clavó la mitad del consolador y enterró otro dedo más en mi cola. Mordí la almohada para ahogar los terribles gritos que pegué cuando exploté en otro orgasmo fantástico, mi cuerpo tembló durante varios segundos mientras él no dejaba de cogerme por todos lados.
Cuando me calmé, me dejé caer en la cama. Él abrió mi cola para admirar lo abierta que estaba. "Está lista" dijo poniendome nuevamente en 4. Se acomodó atrás y ahora lo que sentía era su terrible pedazo de carne queriendo entrar dentro mío.
- Dale, haceme la colaa - le suplicaba
- Ahí voy - me decía él...
- Ya.. la quiero ya - volvía a reclamar la nena caprichosa
- Me pongo el forro y..
- No.. damela así. Rompeme el culo así, quiero sentir tu pija entera adentro mío y que me dejes toda la leche - le dije ya con voz desesperada y caliente.
Lucas sonrió y sin dudar se escupió la mano, se la refregó por la verga y empezó a clavarme. Me relajé y dejé que su pija se fuera metiendo hasta donde pudiera. Metía un poco, la sacaba... yo respiraba y él volvía a meter un poco más. Así un rato hasta que mi ano se terminó de acostumbrar y dejó la ternura de lado para culearme como a mi me gusta. Duro y sin pausa. "Más!" lo incentivaba yo...
Se detuvo un segundo, sentí como latía su pija... sabía que estaba por acabar.. con simplemente empujar un poco su verga sentí la descarga de leche dentro mío. Me quedé en esa posición sintiendo como su semen chorreaba por mis muslos mientras él iba a buscar para limpiarme.
Esos días yo no estuve viviendo en la residencia, me quedé en el departamento con Lucas. No parábamos de coger. Para mi día franco organizamos ir a Venecia los dos juntos. El día anterior, fui a la residencia a buscar algunas cosas para llevar.
Cuando estaba saliendo me encuentro con Melisa, mi vecina colombiana. Nos pusimos a charlar y le conté por qué había estado desaparecida esos días. Ella empezó a hacerme preguntas cada vez más calientes sobre como cogíamos con Lucas. Y yo empecé a calentarme. Y ella también. Y no se por qué, pero terminamos a los besos en su cama.
Estaba con las hormonas dadas vueltas totalmente, excitada a más no poder. Nos besamos incontrolablemente y terminamos desnudas pajeandonos refregando nuestras conchas en el muslo de la otra. Las tetas de la colombiana, no puedo negarlo, me tienen hipnotizada. Cuando las sentí apretarse contra mi cuerpo no pude evitar querer chuparselas. Ella me agarró de la cabeza y guio mi boca hacia una de ellas. "Ya acabo Juli ya acabo" empezó a gritar. La acosté y le chupé la concha hasta hacerla acabar.
Me acosté al lado de ella, la besé y empezó a pajearme con sus dedos. Si bien me re calentaban esos besos, no estaba para acabar (sin mencionar lo bien atendida que venía esos días). Así que después de un rato, le pedí que parara. Me levanté, le di un beso y me fui.
No podía creer lo que había hecho. Porque en realidad, estaba re bien atendida y quería seguir con la pija de Lucas... Pero de calentona nomás terminé haciendo acabar a mi amiga... Por el puro placer de hacerlo, no porque realmente lo quisiera. Me fui sintiendome aun más puta que antes... Y me encantaba.
El viaje a Venecia es imposible que sea menos que excelente pero no es lo interesante acá. Volvimos de noche, en tren. Cansados de tanto caminar me recosté en sus hombros. Nos tapamos y nos quedamos dormidos, pero solo un rato. Me desperté con los besos de Lucas. Sus manos rodearon mi cintura y ya fue todo mi mano se metió a buscar su pija. Él se desabrochó el pantalón y dejó escapar la mitad de su poronga afuera para que yo lo pajeara.
Él también, empezó a meterme mano hasta que se acomodó bien y me penetró dos dedos. Yo mordía su buzo para no gemir de como me estaba haciendo gozar. Aceleré la paja hasta dejarlo al borde de la acabada. Estuvimos así hasta el momento de bajarnos. Cuando entramos al departamento no llegamos ni a la cama. De parados, me cogió hasta dejarme toda la lechita adentro nuevamente. Me había enviciado
Ese día otra vez me hizo la cola, que ya estaba pidiendo clemencia. No pude entregarla más por el resto de su viaje. Pero seguimos cogiendo, a la noche cuando volvía de trabajar, a la mañana antes de que él se fuera, al mediodía antes de entrar a mi trabajo. Nos sacamos todas las ganas acumuladas.
La última noche me pegó un polvazo de despedida terrible. Su pija no se paraba del todo, estaba media flácida pero me la puso igual. Y así como estaba me hizo gozar como loca. Ya mi concha estaba destruida. Le tuve que pedir por favor que parara, ya no sentía nada. Traté de pajearlo o petearlo, pero él tampoco tenía más leche. Lo había dejado seco. Nos acostamos y dormimos juntos abrazados.
Al otro día lo acompañé a la estación, nos despedimos y yo volví a la residencia nuevamente. Por varios días no pude ni pensar en coger de lo destruida que me había dejado. Pero con la satisfacción que haberme sacado las ganas con alguien como pocas veces me había pasado.
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Mi primo lejano (Marco, hijo de un primo de mi viejo), por supuesto estaba para esa fecha en el pueblo. Y por supuesto su intención era cogerme de nuevo. La mía también, no lo voy a negar, pero no iba a ser tan fácil con tanta gente.
Y no me equivoqué. Por más que buscamos, no encontramos lugar ni tiempo para hacer algo. Hasta el 24 de diciembre, en los preparativos de la cena. Est'abamos todos en la casa donde nos juntábamos, y el padre de Marco le dice que vaya a la casa a buscar unas cosas que se había olvidado. Yo estaba haciendo otras cosas y se me abrieron los ojitos de lujuria al sentir eso y más aún cuando él me preguntó si quería acompañarlo. Subimos al auto y nos fuimos.
Cuando dobló en la esquina, frenó de golpe y empezamos a besarnos. Nos habíamos extrañado mucho. Seguimos hacia la casa. Cuando entramos, me hizo pasar primera, me agarró del brazo mientras cerraba la puerta y me estampó contra la madera. Nos besamos desesperados. Nuestras manos torpemente buscaban desnudarnos. Mi pantalón quedó desabrochado mientras sus manos se metían para agarrarme la cola. Metí mis piernas entre las suyas para refregarme contra su muslo mientras él no paraba de apretarme el culo.
De golpe me agarró de los pelos y me fue llevando hacia abajo. No me negué. Quedé arrodillada esperando que él se desabrochara el jean y dejara afuera la verga, que ya estaba durísima. Se la agarró con las dos manos y empezó a pegarme con la poronga en la cara. Abrí la boca, y luego de un par de cachetazos de verga, me metió toda su pija en la boca.
Me hizo parar y me dio vuelta poniendo mi cara contra la puerta. Me bajó el pantalón hasta los tobillos, yo abrí mis piernas para facilitar su tarea. Se mojó los dedos y los refregó por mi conchita (aunque a esa altura, no hacía mucha falta) justo antes de apoyar la punta de su verga y empujar hasta penetrarme fuertemente hasta el fondo.
Empezó a cogerme bien duro, me pegaba chirlos y me agarraba del pelo. Esos movimientos desesperados hicieron que fuera un polvazo intenso, pero rápido. Acabó adentro, nos vestimos y nos fuimos. Ya teníamos que volver.
La cena y el brindis navideño transcurrieron sin más detalles. En un momento se acerca y me dice de ir disimuladamente afuera. Salimos al jardín y nos fuimos hacia la casa de otro de los primos, q está en el mismo terreno. En el medio está el taller del tío de mi viejo (qepd) y nos metimos ahí. Empezamos otra vez a franelearnos y calentarnos contra los bancos de trabajo y las herramientas que estaban acomodadas en un rincón.
Mi cuerpo se estrelló contra una puerta, él metió su mano dentro de mi pantalón y empezó a pajearme frenéticamente. El roce de sus dedos helados contra mi concha hirviendo me volvía loca. Mis piernas se aflojaron cuando me hizo acabar y tuve que agarrarme fuerte de sus hombros para no caerme. Cuando me calmé, lo besé y me puse en cuclillas mientras lo dejaba en bolas. A pesar del frío, su pija estaba dura como una piedra. Se la chupé apretando mis labios contra el tronco mientras mis manos acompañaban la entrada y salida de mi boca y lo pajeaba desparramando la saliva que iba dejando.
Cuando me cansé de la posición, me paré y besándolo seguí con la paja hasta que acabó tirando toda la leche en el piso. Limpiamos un poco y volvimos a la casa. Ya todos se estaban yendo. Al otro día él se fue a Milán y no lo volví a ver. Me quedé con ganas de una buena garchada.
Yo volví a Bologna, donde me esperaban otra vez mis jornadas laborales y por supuesto... la visita más esperada: Lucas.
Durante muchos años, teníamos de tradición que en Navidad yo le entregaba su regalo disfrazada de Mamá Noel. Pero ese traje había quedado en Rosario. Sin embargo, gracias al asesoramiento de algunas compañeras de mi trabajo, conseguí ir a un lugar donde vendía lencería muy sexy y muy barata. Y ellas también me prestaron uno de los gorritos que usaban algunas promotoras del shopping en esa época. No era el traje original, pero podía servir: tanguita y corpiño rojo y el gorrito. Por supuesto, para él, este año se cortaba la tradición y no se imaginaba nada de esto.
Lo fui a buscar a la estación, y de ahí derecho al departamento que había alquilado. No pudimos aguantar. Besos, caricias, abrazos... terminamos revolcados en la cama cogiendo desesperados. Para la noche, le presenté la sorpresa.
Lo hice sentar en la cama y me fui cambiar. Cuando aparecí no podía ocultar la felicidad en su rostro. Le empecé a hablar en italiano, le dije "Feliz Navidad" mientras le daba su regalito que lo dejó tirado a un costado. Su verdadero regalo lo tenía en frente.
Me hizo desfilar delante suyo mientras él no perdía oportunidad de tocarme. Cuando pasaba, su mano acompañaba mi caminata apretando suavemente la cola. Volvía y él subía su mano por mi panza hasta mis tetas, me daba vuelta y otra vez, su mano bajaba por mi espalda hasta mis piernas.
Me tiró a la cama y empezó a besarme y acariciarme. Me relajé y dejé que él hiciera lo que quisiera. Me dio vuelta y buscó con sus labios mi concha. Mis piernas se abrieron y lo abrazaron por su espalda para luego apretarlo contra mi cuerpo.
Corrió un poco la tanguita y me regaló el orgasmo más gritado de los últimos meses. "No te podés mojar de esta forma!" me dijo mientras mi cuerpo aun temblaba. Me mostró la sábana, toda chorreada de mis flujos y su saliva. Me calenté aún más. Lo tiré en la cama y me trepé arriba de él. Lo dejé desnudo y sin pensarlo agarré la pija y me la clavé en la concha. Tenía unas ganas terrible de chuparsela, pero sabía que teníamos muchos días por delante y yo cargaba una calentura por necesidad de pija importante.
Me dejé caer despacio, para que el pijón de Lucas vaya abriéndome suavemente. Una vez acostumbrada empecé a moverme para adelante, atrás, en círculos, más rápido, más lento. Subía mis caderas sacando casi la mitad de la verga y la dejaba entrar de golpe. Él no se quedaba quieto. Movía sus piernas acompañando mis movimientos, y con sus manos me manoseaba las tetas que a esa altura ya estaban al aire. Solo me quedaba el gorrito, que era la única parte de la vestimenta que nunca me sacaba.
De golpe me agarró de las caderas inmovilizándome y me pegó un garche salvaje hasta que acabó todo adentro mío. Salí de encima suyo, y acomodándose entre mis piernas se dispuso a seguir cogiéndome. Una sonrisa cómplice acompañó el momento que su pija aun dura se clavaba nuevamente en mi. Una característica que me enloquece de Lucas es su capacidad de tirar dos polvazos al hilo sin descanso. Esta vez, no hubo piedad ni nada. Se desquitó de todos estos meses de no verme.
Se agarró de mis piernas y movió mi cuerpo como quiso. Sin parar, penetraba mi concha sin piedad. Yo mordía las sábanas y apretaba la almohada con mis manos tratando de contar las veces que me había hecho acabar. Me dio vuelta y me puso en 4 para cachetearme la cola y luego si, seguir taladrándome sin piedad. Acabó sobre mi espalda y se tiró a descansar al lado mío.
Esos días fueron frenéticos. Él se organizó para hacer algunos paseos, mientras yo trabajaba. Volvía y cogíamos. Casi ni dormimos. Por supuesto, mi cola no se salvó de ser penetrada. Pero para eso, le presenté un nuevo juguetito que me había comprado para mis días de soledad: un consolador, no muy largo, pero si gordito.
Me puso en 4 y empezó a chuparme la concha y la cola. Su lengua me penetraba la conchita y subía hasta mi colita donde le dejaba toda la saliva y mis flujos. Luego, empezó a penetrar sus dedos, sin dejar de lamer la cola. Hasta que empezó a entrar en juego mi consolador.
Primero me lo puso en la boca para que lo lubrique y lo deje bien mojado. Lo pasó también por la entrada de mi concha pero rápido se dirigió a mi cola. Jugó con la puntita en la entrada de mi ano, y luego siguió hasta mi concha donde empezó a penetrarme. Metió la puntita y empezó a girarlo dentro, mientras sus dedos hacían lo mismo en mi cola.
"Metelo más" llegué a suplicar entre gemidos. Me clavó la mitad del consolador y enterró otro dedo más en mi cola. Mordí la almohada para ahogar los terribles gritos que pegué cuando exploté en otro orgasmo fantástico, mi cuerpo tembló durante varios segundos mientras él no dejaba de cogerme por todos lados.
Cuando me calmé, me dejé caer en la cama. Él abrió mi cola para admirar lo abierta que estaba. "Está lista" dijo poniendome nuevamente en 4. Se acomodó atrás y ahora lo que sentía era su terrible pedazo de carne queriendo entrar dentro mío.
- Dale, haceme la colaa - le suplicaba
- Ahí voy - me decía él...
- Ya.. la quiero ya - volvía a reclamar la nena caprichosa
- Me pongo el forro y..
- No.. damela así. Rompeme el culo así, quiero sentir tu pija entera adentro mío y que me dejes toda la leche - le dije ya con voz desesperada y caliente.
Lucas sonrió y sin dudar se escupió la mano, se la refregó por la verga y empezó a clavarme. Me relajé y dejé que su pija se fuera metiendo hasta donde pudiera. Metía un poco, la sacaba... yo respiraba y él volvía a meter un poco más. Así un rato hasta que mi ano se terminó de acostumbrar y dejó la ternura de lado para culearme como a mi me gusta. Duro y sin pausa. "Más!" lo incentivaba yo...
Se detuvo un segundo, sentí como latía su pija... sabía que estaba por acabar.. con simplemente empujar un poco su verga sentí la descarga de leche dentro mío. Me quedé en esa posición sintiendo como su semen chorreaba por mis muslos mientras él iba a buscar para limpiarme.
Esos días yo no estuve viviendo en la residencia, me quedé en el departamento con Lucas. No parábamos de coger. Para mi día franco organizamos ir a Venecia los dos juntos. El día anterior, fui a la residencia a buscar algunas cosas para llevar.
Cuando estaba saliendo me encuentro con Melisa, mi vecina colombiana. Nos pusimos a charlar y le conté por qué había estado desaparecida esos días. Ella empezó a hacerme preguntas cada vez más calientes sobre como cogíamos con Lucas. Y yo empecé a calentarme. Y ella también. Y no se por qué, pero terminamos a los besos en su cama.
Estaba con las hormonas dadas vueltas totalmente, excitada a más no poder. Nos besamos incontrolablemente y terminamos desnudas pajeandonos refregando nuestras conchas en el muslo de la otra. Las tetas de la colombiana, no puedo negarlo, me tienen hipnotizada. Cuando las sentí apretarse contra mi cuerpo no pude evitar querer chuparselas. Ella me agarró de la cabeza y guio mi boca hacia una de ellas. "Ya acabo Juli ya acabo" empezó a gritar. La acosté y le chupé la concha hasta hacerla acabar.
Me acosté al lado de ella, la besé y empezó a pajearme con sus dedos. Si bien me re calentaban esos besos, no estaba para acabar (sin mencionar lo bien atendida que venía esos días). Así que después de un rato, le pedí que parara. Me levanté, le di un beso y me fui.
No podía creer lo que había hecho. Porque en realidad, estaba re bien atendida y quería seguir con la pija de Lucas... Pero de calentona nomás terminé haciendo acabar a mi amiga... Por el puro placer de hacerlo, no porque realmente lo quisiera. Me fui sintiendome aun más puta que antes... Y me encantaba.
El viaje a Venecia es imposible que sea menos que excelente pero no es lo interesante acá. Volvimos de noche, en tren. Cansados de tanto caminar me recosté en sus hombros. Nos tapamos y nos quedamos dormidos, pero solo un rato. Me desperté con los besos de Lucas. Sus manos rodearon mi cintura y ya fue todo mi mano se metió a buscar su pija. Él se desabrochó el pantalón y dejó escapar la mitad de su poronga afuera para que yo lo pajeara.
Él también, empezó a meterme mano hasta que se acomodó bien y me penetró dos dedos. Yo mordía su buzo para no gemir de como me estaba haciendo gozar. Aceleré la paja hasta dejarlo al borde de la acabada. Estuvimos así hasta el momento de bajarnos. Cuando entramos al departamento no llegamos ni a la cama. De parados, me cogió hasta dejarme toda la lechita adentro nuevamente. Me había enviciado
Ese día otra vez me hizo la cola, que ya estaba pidiendo clemencia. No pude entregarla más por el resto de su viaje. Pero seguimos cogiendo, a la noche cuando volvía de trabajar, a la mañana antes de que él se fuera, al mediodía antes de entrar a mi trabajo. Nos sacamos todas las ganas acumuladas.
La última noche me pegó un polvazo de despedida terrible. Su pija no se paraba del todo, estaba media flácida pero me la puso igual. Y así como estaba me hizo gozar como loca. Ya mi concha estaba destruida. Le tuve que pedir por favor que parara, ya no sentía nada. Traté de pajearlo o petearlo, pero él tampoco tenía más leche. Lo había dejado seco. Nos acostamos y dormimos juntos abrazados.
Al otro día lo acompañé a la estación, nos despedimos y yo volví a la residencia nuevamente. Por varios días no pude ni pensar en coger de lo destruida que me había dejado. Pero con la satisfacción que haberme sacado las ganas con alguien como pocas veces me había pasado.
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21 comentarios - Final y principio de año. Un poco de todo
+10
gracias por pasar!!
Lucas, tiene mucho para quedarse, y no sólo en la historia, pega fuerte y garcha muy bien, pareciera muy claro, es así para vos? Besos
gracias por pasar! !
espero lo disfrutes 😉
gracias por pasar!
Y ya que estás en Europa ¿no te acercas por España?
VAn diez puntos.
gracias por pasar!